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Novena a Nuestro Gran Padre San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

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agosto 19, 2013
por salutarishostia

 


Sandro Botticelli. San Agustín en su celda. 1490-94.
 Galeria degli Uffizi, Florencia. Italia.



Por la señal de la Santa Cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.

Oración para todos los días

¡Gloriosísimo Padre Agustín, serafín en el amor divino, apóstol en la predicación, segundo San Pablo, Salomón de la Ley de Gracia, el más santo de los sabios y el más sabio de los Santos!

Humildemente arrodillados ante tu altar sacrosanto, hoy acudimos para rendirte el homenaje de nuestra admiración y cariño durante esta novena, que deseamos hacer para gloria de Dios Nuestro Señor, que es admirable en sus santos y en ti principalmente, y para el mayor bien espiritual de nuestras almas.

Te suplicamos que intercedas con tu poderoso valimiento en favor de la Iglesia Católica, por la que trabajaste incansablemente; por la conversión de los pecadores, herejes, cismáticos e infieles, que tan ardorosamente procuraste atraer al seno de nuestra Religión; por tus hijos y devotos, para que, imitando tus excelsas virtudes, seamos dignos de acompañarte algún día en la gloria eterna. Amén.

DÍA PRIMERO

PENITENCIA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

Dos llaves solamente tienen las puertas del cielo, la inocencia y la penitencia. A los que han tenido la desgracia de perder la primera, que son la mayor parte, la casi totalidad del género humano, les queda únicamente la segunda, o sea, la penitencia. Por eso nos la recomienda tanto en las Escrituras el Espíritu Santo. Comprendiéndolo así San Agustín, después de su maravillosa conversión, hizo durante toda su vida una penitencia dolorosa, que ha merecido ser contado entre los mayores penitentes: David, Santa María Magdalena y San Pablo. No cesaba de llorar amargamente todos los días sus fragilidades pasadas; y aún estando enfermo y postrado en el lecho del dolor rezaba con fervor los salmos penitenciales escritos en la pared.

“Todo pecado, decía, sea grande o pequeño, es preciso que sea borrado, o por la penitencia del mismo pecador, o por la justicia de Dios”.

“Si rehúsas la humildad de la penitencia, no pienses poder acercarte a Dios.”

“La penitencia de esta vida es dolor medicinal,; en cambio no será más que pena la penitencia del otro mundo.”

Y termina con esta apremiante exhortación:

“Penitentes, penitentes, penitentes, si efectivamente queréis hacer penitencia y no burlaros del Señor, mudad de vida y reconciliaos con Dios”.

Si hemos imitado a San Agustín en nuestra vida pasada, procuremos también aprender de él esta virtud tan necesaria, ya que es la única llave que nos resta para poder entrar en el reino de los cielos.

Medítese y pídase la gracia particular de esta novena.

Tres Padrenuestros, Avemaría y Glorias a San Agustín.

*

Letanías a San Agustín
(Aprobadas por el Obispo de Bone, Argel. Solamente pueden rezarse privadamente)

Señor tened piedad de nosotros.

Jesucristo tened piedad de nosotros.

Señor tened piedad de nosotros.

Jesucristo óyenos.

Jesucristo escúchanos.

Padre Celestial, que eres Dios, tened piedad de nosotros.

Hijo Redentor del mundo, que eres Dios, tened piedad de nosotros.

Espíritu Santo, Dios, tened piedad de nosotros.

Jesús dador de la gracia de la conversión a San Agustín, tened piedad de nosotros.

Santa María, abogada de pecadores, ruega por nosotros.

San Agustín, maravilla del mundo, ruega por nosotros.

San Agustín, milagro de la gracia,

San Agustín, prodigio de ciencia,

San Agustín, hijo de las lágrimas de una piadosa madre,

San Agustín, penitente penetrado de dolor continuo,

San Agustín, Doctor humilde y sublime,

San Agustín, Doctor de la gracia divina,

San Agustín, Doctor del divino amor,

San Agustín, amante de la bondad increada,

San Agustín, lleno de fuego y de luz,

San Agustín, herido del amor de Jesucristo,

San Agustín, padre de un número infinito de santos,

San Agustín, perla de los confesores,

San Agustín, luz de los doctores,

San Agustín, voz de Jesucristo,

San Agustín, predicador insigne de la palabra de Dios,

San Agustín, martillo de todos los herejes,

San Agustín, ornamento precioso de los prelados,

San Agustín, arco brillante, aparecido en las nubes,

San Agustín, olivo siempre verde y lleno de fruto,

San Agustín, incienso aromático, que comunica el fuego de la gracia,

San Agustín, rosal florido en la primavera de la piedad,

San Agustín, Águila de la Trinidad, que mira frente al sol

San Agustín, sol brillante del Templo de Dios,

San Agustín, industriosa abeja de Dios,

San Agustín, ejemplo de todas las virtudes,

San Agustín, padre en quien ponemos nuestra confianza,

Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, escúchanos, Señor.

Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.

V. Ruega por nosotros, San Agustín.

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oración

Oh Dios, que revelando al bienaventurado Padre Agustín los arcanos ocultos de vuestra sabiduría e inflamando en su corazón las llamas de tu caridad, renovaste en tu Iglesia el milagro de la columna de nube y fuego, concédenos que pasemos felizmente los escollos de este mundo y merezcamos llegar a la eterna patria de las divinas promesas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA SEGUNDO

HUMILDAD DE SAN AGUSTÍN

Meditación

La humildad es la base de la perfección cristiana. Por eso Nuestro Señor Jesucristo se humilló a sí mismo, dice San Pablo. Y por la misma razón eligió a María por madre suya; se fijó en la humildad de su sierva. Con tales antecedentes no es posible aspirar a la santidad, si antes no pensamos en ser humildes de corazón. Así lo comprendió San Agustín, quien, después que se entregó a Dios, procuró ejercitarse tanto en esta virtud, que con dificultad se encontrará quien le supere en la práctica de ella. La humildad le movió a escribir sus maravillosas Confesiones para exponer a la vergüenza pública todos los pecados de su vida. La humildad le movió a escribir sus maravillosas Confesiones para exponer a la vergüenza pública todos los pecados de su vida. La humildad le obligó a ocultarse, para no ser ordenado de sacerdote, ni consagrado obispo, porque se consideraba indigno de tan elevada dignidad. La humildad le inspiró páginas tan divinas acerca de esta virtud, como no es posible leer semejantes, si no es en la sagrada Escritura: “Sé humilde, dice, porque el primer camino, y el segundo y el tercero y todos los que conducen a Dios, son la humildad.” ¿Quieres ser grande? ¿quieres levantar un edificio de extraordinaria altura? Piensa primero en el fundamento de la humildad. “Avergüénzate, hombre: tu rey es humilde y soberbio; tu cabeza humilde y soberbio el miembro. No puede ser miembro de una cabeza humilde, quien ama la soberbia.” “Mejor es un pecador humilde que un justo soberbio”. “Agrada más a Dios la humildad en las obras malas que el orgullo en las buenas.” “Es mejor una casada humilde que una virgen soberbia.” Tratemos de imitar esta humildad de San Agustín; si verdaderamente queremos ser santos.

DÍA TERCERO

OBEDIENCIA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

“Mejor es la obediencia, que las víctimas”, dice el Espíritu Santo; porque, efectivamente, no puede haber víctima, ni ofrenda más grata a los ojos de Dios, que el sacrificio de nuestra propia voluntad. Desde el momento que Agustín se rindió enteramente al divino beneplácito en la quinta de Casiciaco, se despojó de su propia voluntad para no cumplir sino la divina en todos los días de su vida. Por obediencia aceptó la dignidad sacerdotal; y, más tarde, la consagración episcopal, aun costándole gran sacrificio; ubertim eo flente, dice San Posidio; llorando amargamente, pues él hubiera preferido vivir completamente alejado del mundo y de todas las dignidades de la tierra. “Pero nada es más conveniente al alma que obedecer”, escribió más tarde el mismo Santo Doctor. “La obediencia, dice también, es una virtud en la criatura racional, que es en cierto modo la madre y la guarda de todas las demás virtudes.” Si Dios hecho hombre obedeció hasta la muerte, razón es que nosotros imitemos su ejemplo, porque “solamente la obediencia, concluye San Agustín, es la que nos dará la victoria, así como la desobediencia el castigo”. Hoy más que nunca es precisa esta virtud, para contrarrestar los efectos desastrosos que la independencia y rebeldía están acarreando en los espíritus, en las familias y en la sociedad. El remedio eficaz de todos estos males es la obediencia humilde de los hijos, de los criados, de los súbditos, y, en general, de los inferiores.

DÍA CUARTO

PACIENCIA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

“Con vuestra paciencia, dice Jesucristo, poseeréis vuestras almas”. No dice, exclama San Agustín, poseeréis vuestros bienes temporales, ni las vanidades, ni los placeres, sino vuestras almas, para que comprendamos el gran tesoro de esta virtud, que el mismo santo Doctor llama: magnum Dei donum, extraordinario don del Señor. Acaso no hay virtud más necesaria, mientras vivimos en este mundo, que la paciencia, para no caer en el abismo de la desesperación. El pobre privado hasta de lo más preciso para su familia; el enfermo postrado en el lecho del dolor largos años, sin recursos y sin esperanza alguna de poder recuperar su salud; el vilmente perseguido o calumniado con saña y crueldad; el que se ve abandonado de todos o víctima de uno de tantos accidentes que ocurren en la vida… todos éstos necesitan de la paciencia, para no perder la paz de su espíritu, ni la salvación de su alma, exclamando con el patriarca Job: Sea bendito el nombre del Señor. Toda la vida de San Agustín está llena de admirables ejemplos de paciencia. La ejercitó en las persecuciones y asechanzas que le prepararon los maniqueos, donatistas, y circunceliones; en las enfermedades corporales que sufría, pues era de una complexión débil; en las infamias y calumnias levantadas contra él por sus enemigos; en los innumerables asuntos que tenía que tratar y resolver todos los días; y, sobre todo, en el asedio de Hipona por los bárbaros en los postreros días de su vida. ¡Oh! ¡Qué ejemplos tan grandes de esta virtud nos dio este nuevo Job de la Ley de Gracia!

DÍA QUINTO

POBREZA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

La pobreza evangélica es una de las virtudes más recomendadas por nuestro divino Redentor. El que no renuncia todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo, nos dice. Y en otro lugar: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque ellos poseerán la tierra. Bien lo entendió San Agustín, que, vuelto a su tierra después de su conversión, vendió todo su patrimonio para entregarlo a los pobres; y no contento con esto, fundó su Orden que había de descansar sobre la base de la pobreza apostólica. Aun siendo obispo, dice San Posidio, sus vestidos, su mesa y todos su utensilios eran como convenían a un verdadero pobre de Cristo, gustando vivir de las limosnas de los fieles más que de las rentas y bienes propios de la mitra, que empleaba en socorrer las necesidades de sus prójimos. Y si alguna vez se notaba algo extraordinario, era en atención a los enfermos o huéspedes que recibía en su casa. No hizo testamento, concluye el mismo Santo, porque, imitador de la pobreza de Jesús, no tenía absolutamente nada que dejar después de su muerte. “Aprendamos, pues, del gran Doctor de la Gracia como él mismo nos enseña, a ser pobres y necesitados, ya poseemos algo, ya estemos privados de todo; pues mucho deja el que no sólo abandona lo que posee, sino también el que renuncia hasta el deseo o ambición de enriquecerse”; porque la avaricia es, termina San Agustín, velle esse divitem, non jam esse divitem, “no precisamente ser rico, sino sentir un deseo desordenado de serlo.”

DÍA SEXTO

PUREZA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

La virtud angelical por excelencia es la pureza, la tan preferida por Nuestro Señor Jesucristo, que quiso nacer de una madre virgen; que su padre nutricio fuese virgen; su precursor, virgen; y virgen, su discípulo predilecto San Juan. Al eco mágico de su divino llamamiento: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; han respondido millones de almas de todas las edades y condiciones, que han sacrificado sus pasiones y satisfacciones más legítimas por vivir en la tierra como ángeles en el cielo, consagrados al amor más puro de Jesús. Uno de éstos era San Agustín, que llevaba, escribe San Posidio, su amor a la pureza a un extremo, que no, solamente no permitía que vivieran con él su hermana viuda y sus sobrinas, dedicadas al servicio del Señor; pero ni siquiera hablaba con ellas a solas, sino acompañado de algunos clérigos; porque, aun sin haber peligro alguno, decía, no debemos dar motivo de escándalo a los demás. En su Regla incomparable recomienda encarecidamente la modestia de los sentidos para conservar la santa pureza: No digáis que tenéis un corazón puro, si son impuros vuestros ojos, porque el ojo impúdico es señal de un corazón contaminado con el vicio de la deshonestidad”. Otro de los remedios que nos propone es el silencio: “Ibi ergo est ponenda continentia, ubi et tacentium loquitur conscientia.”La continencia existe allí donde habla el silencio constante. Mortifiquemos, pues, nuestros sentidos y nuestra carne con todas sus pasiones, en la seguridad de alcanzar de este modo nuestra pureza de cuerpo y alma.

DÍA SÉPTIMO

CELO DE SAN AGUSTÍN

Meditación

Entre las muchas actividades que puede abarcar el celo, tres sobresalen especialmente: por la gloria de Dios, por el triunfo de su Iglesia, y por la conversión de los pecadores. Toda la vida de Agustín desde los treinta y tres años aparece consagrada enteramente a tan divino apostolado. A semejanza de San Pablo, su única aspiración era buscar, procurar y trabajar por la gloria de Dios en todas sus cosas. Si hablaba, si escribía, si predicaba, si discutía, si aconsejaba, era para dar a conocer al mundo entero, que para él era pequeño, la magnificencia, la bondad, la grandeza y el amor de su Creador y Redentor. Este mismo celo le impulsaba a defender la Iglesia santa, fundada por Jesucristo, de los ataques e insidias de sus enemigos, entonces quizá más poderosos y numerosos que nunca. Con razón los Papas y los Santos Padres le han aclamado Insigne defensor de la Iglesia Católica, Columna y firmamento de la misma, Candelero de oro puesto en medio de la Iglesia, con otros muchos títulos gloriosos, que demuestran lo que Agustín se afanó y trabajó por ella. ¿Y qué decir de sus esfuerzos por la conversión de los herejes , cismáticos y pecadores? ¿qué otra cosa fueron sus años de sacerdote y obispo sino una serie no interrumpida de batallas y victorias contra el error y la impiedad? ¿Qué otro objeto tenían sus célebres controversias con los donatistas, sus sapientísimos escritos, sus innumerables cartas y respuestas a consultas, que recibía de todo el mundo?… ¡Oh! ¡Cuánto debemos aprender del celo de Agustín, en estos tiempos tan parecidos a los suyos!

DÍA OCTAVO

CARIDAD FRATERNA DE SAN AGUSTÍN

Meditación

El amor cristiano para con el prójimo, que es el único verdadero y que con el amor de Dios constituye el primero y principal de los preceptos de la ley, consiste en hacerse todo para todos a semejanza de nuestro divino Maestro. San Agustín aprendió tan admirablemente este mandamiento, que lo puso como fundamento de la Regla dada a sus religiosos, y lo practicó durante toda su vida en un grado verdaderamente heroico. Era el padre cariñoso de todos sus hijos, que atendía sus quejas, consolaba sus penas, enjugaba sus lágrimas y socorría sus necesidades. Toleraba pía y santamente, dice San Posidio, las rebeldías de sus hermanos; se lamentaba de las iniquidades de los malos, así de los católicos, como de los herejes; intercedía repetidas veces a favor de ellos ante las autoridades para evitar los castigos; se gozaba del bien ajeno, entristeciéndose con las desgracias de sus prójimos. Su palacio episcopal era la verdadera casa de los pobres; y tanto anhelaba la salvación de sus fieles, que no quería entrar en el cielo si no era acompañado de todos sus hijos. Estando cercada la ciudad de Hipona por los bárbaros, se ofreció a Dios como víctima por su pueblo para aplacar la divina justicia. Nada tiene de extraño que un corazón, que así sentía la caridad fraterna, dejara en sus obras páginas tan bellas acerca de esta virtud, escritas verdaderamente por el dedo de Dios, del que Agustín era su pluma en frase de San Paulino de Nola. Con ellas podría escribirse un libro precioso de meditaciones para todos los días del año. Aprendamos nosotros a amarnos los unos a los otros, y así cumpliremos la ley de Cristo, como dice San Pablo.

DÍA NOVENO

AMOR DIVINO DE SAN AGUSTÍN

Meditación

El amor de Dios es el complemento y la esencia de la santidad; la plenitud de la ley es la caridad, dice San Juan. Será más santo aquel que más ame a Dios. En este caso ¿quién podrá medir la santidad de Agustín? Para eso sería preciso apreciar la intensidad, la grandeza de su divino amor, El es el único Santo a quien la Iglesia representa con el corazón en la mano abrasado en llamas celestiales; y ese mismo es el escudo de su sagrada Orden. Dios concedió a Agustín un natural sumamente afectuoso y tierno, que le hizo correr en torcidas peregrinaciones en busca del objeto amado; y cuando lo encontró por fin, se engolfó en él, como en un piélago de dulzura infinita, obligándole a exclamar: “¡Tarde os he amado, Dios mío, hermosura siempre antigua y siempre nueva! ¡tarde os he amado! ¡Ojalá fueran todos mis huesos, todos mis miembros, todas mis potencias lámparas siempre encendidas en vuestro amor! ¡Tanto os amo, Amor mío que quisiera ser Dios para dejar de serlo y regalaros con la divinidad!”

“No entiendo, nos dice en sus obras, cómo se nos puede recomendar mejor el divino amor, que con estas palabras: Dios es caridad. Breve alabanza y grande alabanza; breve en las palabras y grande en su contenido. Sea Dios tu habitación; procura ser tú la casa de Dios; permanece en Dios, para que Dios permanezca en ti. Donde está el amor de Dios, ¿qué puede faltar? dónde falta la divina caridad ¿qué puede aprovechar? Así como la ambición es la raíz de todos los males; así el amor divino es la fuente de todos los bienes.” ¡Oh si los cristianos leyeran con frecuencia los escritos de Agustín, cómo sentirían las llamas de la divina caridad!

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EJERCICIO DE LOS DÍAS 28 DE CADA MES CONSAGRADOS A SAN AGUSTÍN
Por la señal de la santa Cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.

¡Excelso Padre San Agustín, luz de los Doctores, firmamento de la Iglesia, martillo de los herejes, gran vaso de ciencia, Fénix de amor y Padre de los pobres! Postrados en la divina presencia, nos congregamos en este día 28, junto a tu altar sacrosanto para glorificar a Dios, que quiso dar a su Iglesia un Santo tan esclarecido, y pedirle a la vez sus divinas gracias a fin de imitar tus ejemplos y virtudes, sobre todo, tu encendido celo por la defensa y propagación de la religión católica y por la salvación de las almas. Queremos también hacernos semejantes a ti en el divino amor para merecer algún día gozar en tu compañía de la presencia de Dios por toda la eternidad. Amén.

Ahora se leerá una de las consideraciones de la novena. Después se dirá la siguiente:

Oración a San Agustín y Santa Mónica a favor de los hijos de familia
¡Oh devotísimo Padre San Agustín y Madre Santa Mónica! Os suplicamos fervorosamente, en nombre de todos los padres y madres de familia, por sus hijos, principalmente por los que estén más necesitados espiritual y corporalmente.

Os los consagramos hoy; los colocamos bajo vuestra protección, y queremos que seáis, Vos, glorioso San Agustín, su padre; y Vos, tiernísima Santa Mónica, su cariñosa Madre. Muchos y grandes son los peligros y enemigos que tienen que vencer en los pueblos, en las ciudades, en los centros de estudios, en las oficinas, en las fábricas, en los talleres, en el campo, en los malos amigos, fuera de su familia, y, aun algunas veces, dentro de sus mismas casas, por los escándalos, palabras indecentes, maldiciones, blasfemias e incumplimiento de los divinos preceptos, que ven en los autores de sus días.

Preservadlos de tanto mal desde el cielo; no los abandonéis un momento; enseñadles a temer el pecado, a practicar la virtud, a vencer los respetos humanos, a huir de las compañías peligrosas, a frecuentar los sacramentos y amar a Dios sobre todas las cosas, para que así sean felices y dichosos en este y en el otro mundo por toda la eternidad. Amén.

Tres Padrenuestros y Avemarías a San Agustín y Santa Mónica.



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FUENTE: “Tesoro agustiniano, devocionario completo para todos los fieles especialmente para los terciarios de San Agustín y cofrades de su santa correa. Compuesto por el M. R. P. Fr. Teófilo Garnica del Carmen exprovincial de agustinos recoletos. Segunda edición. Granada. 1948. Págs. 334-358)


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