LOS DESTINATARIOS
DE LA CATEQUESIS
Los destinatarios
de la catequesis
“ Te voy a poner por luz de las gentes, para
que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra ” (Is 49,6).
“ Vino a Nazaret, donde se había criado y,
según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para
hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desarrollando
el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha
enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos
los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy ” (Le 4,16-21).
“ El Reino interesa
a todos ” (544)
163. Al comienzo de su ministerio,
Jesús proclama que ha sido enviado a anunciar a los pobres la buena noticia,
(545) dando a entender, y confirmándolo después con su vida, que el
Reino de Dios está destinado a todos los hombres, primordialmente a los más
necesitados. De hecho El se hace catequista del Reino de Dios para toda clase
de personas, mayores y pequeños, ricos y pobres, sanos y enfermos, próximos y
lejanos, judíos y paganos, hombres y mujeres, justos y pecadores, pueblo y
autoridades, individuos y grupos... Se muestra disponible a cada persona y se
interesa por las necesidades de cada uno: las del alma y las del cuerpo,
sanando y perdonando, corrigiendo y animando, con palabras y con hechos.
Jesús concluye su vida terrena
invitando a sus discípulos a hacer lo mismo, a predicar el Evangelio a toda
criatura, (546) a “ todas las gentes ” (Mt 28,19; Lc 24,47), “ hasta
los confines de la tierra ” (Hch 1,8), y para siempre, “ hasta el fin del mundo
”(Mt 28,20).
164. Esta es la misión que la
Iglesia lleva a cabo desde hace dos mil años, con una inmensa variedad de
modalidades de anuncio y catequesis, urgida continuamente por el Espíritu de
Pentecostés para llegar con d Evangelio “a los griegos y a los bárbaros, a los
sabios y a los ignorantes ” (Rm 1,14).
Se configuran así los rasgos de una
pedagogía de la fe, en la que se conjugan estrechamente la apertura universal
de la catequesis y su ejemplar encarnación en el mundo de los destinatarios.
Significado y
finalidad de esta parte
165. La necesaria atención a las
distintas y variadas situaciones de las personas (547) impulsa a la catequesis
a recorrer múltiples caminos para salir a su encuentro y adaptar el mensaje
cristiano y la pedagogía de la fe a sus diversas necesidades. (548)
Así, si se considera la condición inicial de la
fe, se abre el camino a la iniciación de catecúmenos y neófitos; sí se atiende
al desarrollo de la fe de los bautizados, se habla de catequesis de
profundización o de fundamentación para quienes todavía necesitan orientaciones
esenciales. Si se considera la evolución física y psíquica de los catequizandos,
se trata de la catequesis por edades. Si se tiene en cuenta, en cambio, los
contextos socio-culturales, se presenta una catequesis según categorías...
166. No pudiendo tratar de forma
detallada cada uno de los tipos posibles de catequesis, se consideran en esta
parte sólo algunos aspectos relevantes para cualquier situación:
— aspectos
generales de la adaptación de la catequesis (capítulo 1);
— catequesis
por edades (capítulo 2);
— catequesis
para quienes viven en situaciones especiales (capítulo 3);
— catequesis
según contextos (capítulos 4 y 5).
Se aborda también en términos
operativos el problema de la inculturación, en referencia a los contenidos de
la fe, a las personas y al contexto cultural. Corresponderá a las Iglesias
particulares, en sus directorios catequéticos nacionales y regionales, dar
normas especificas y precisas según las condiciones y necesidades concretas de
cada lugar.
La adaptación al
destinatario: aspectos generales
Necesidad y derecho
de todo creyente a ser catequizado (549)
167. Todo bautizado, por estar
llamado por Dios a la madurez de la fe, tiene necesidad y, por lo mismo,
derecho a una catequesis adecuada. Por ello, la Iglesia tiene el deber primario
de darle respuesta de forma conveniente y satisfactoria. En este sentido hay
que recordar, ante todo, que el destinatario del Evangelio es “ el hombre
concreto, histórico ” (550) enraizado en una situación dada e influido por unas
determinadas condiciones psicológicos, sociales, culturales y religiosos, sea
consciente o no de ello. (551)
En el proceso de la catequesis, el
destinatario ha de tener la posibilidad de manifestarse activa, consciente y
corresponsablemente y no como simple receptor silencioso y pasivo. (552)
Necesidad y derecho
de la comunidad (553)
168. La atención a cada una de las
personas no debe hacer olvidar, sin embargo, que la catequesis tiene como
destinatario a la comunidad cristiana en cuanto tal y a cada uno de sus
miembros en particular. Si, en realidad, la catequesis recibe legitimidad y
fuerza de la vida de la Iglesia, es también verdad que “ el crecimiento
interior de la Iglesia, su correspondencia con el designio de Dios, dependen
esencialmente de la catequesis ” (554)
Por tanto, la necesaria adaptación
del Evangelio afecta y atañe también a la comunidad como tal.
La adaptación pide que el contenido de la catequesis
sea como un alimento sano y adecuado. (55)
169. La “ predicación acomodada de
la Palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangelización ” (556)
Esta norma tiene su intrínseca motivación teológica en el misterio de la
encarnación, corresponde a una exigencia pedagógica elemental de una sana
comunicación humana, y refleja la’ práctica de la Iglesia a lo largo de los
siglos.
Tal acomodación se entiende como
acción exquisitamente maternal de la Iglesia, que ve a las personas como “
campo de Dios ” (1 Co 3,9), no para condenarlas, sino para cultivarlas en la
esperanza. Va al encuentro de cada una de ellas, tiene en cuenta seriamente la
variedad de situaciones y culturas y mantiene la comunión de tantas personas en
la única Palabra que salva. De este modo el Evangelio se transmite de modo
auténtico y significativo, como alimento saludable y a la vez adecuado. Este
criterio ha de inspirar todas las iniciativas particulares, y a su servicio han
de ponerse la creatividad y originalidad del catequista.
170. La adaptación se realiza de
acuerdo con las diversas circunstancias en que se transmite la Palabra de Dios.
(557) Responde a “ las exigencias que dimanan de las diferentes
culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales y
eclesiales de aquéllos a quienes se dirige la catequesis (558) A ellas deberá
prestarse una atenta consideración.
Se ha de recordar también que, en la
diversidad de situaciones, la adaptación ha de tener siempre presente a la
persona en su totalidad y en su unidad esencial, conforme a la visión que de
ella tiene la Iglesia. Por eso, la catequesis no se queda sólo en la consideración
de los elementos exteriores de una situación concreta, sino que tiene presente
también el mundo interior de las personas, la verdad sobre el ser humano, “
camino primero y fundamental de la Iglesia ”. (559) Esto determina un proceso
de adaptación que será tanto más pertinente cuanto más se tengan en cuenta los
interrogantes, las aspiraciones y las necesidades de la persona en su mundo
interior.
171. La catequesis según las
diferentes edades es una exigencia esencial para la comunidad cristiana. Por
una parte, en efecto, la fe está presente en el desarrollo de la persona; por
otra, cada etapa de la vida está expuesta al desafío de la descristianización
y, sobre todo, debe construirse con las tareas siempre nuevas de la vocación
cristiana.
Existen, pues, con pleno derecho
catequesis diversificadas y complementarias por edades, que vienen pedidas por
las necesidades y capacidades de los catequizandos. (560)
Por esto es indispensable tener en
cuenta todos los aspectos tanto los antropológico-evolutivos como los
teológico-pastorales, que entran en juego sirviéndose también de las
aportaciones actuales de las ciencias humanas y pedagógicas en lo que
conciernen a cada una de las edades.
Asimismo habrá que procurar que se
integren con acierto las diversas etapas del camino de la fe, procurando de
modo particular que la catequesis de infancia encuentre armónico complemento en
las etapas posteriores.
También, por la misma razón, es
pedagógicamente eficaz hacer referencia a la catequesis de adultos y, a su luz,
orientar la catequesis de las otras etapas de la vida.
Aquí se indicarán sólo algunos
elementos generales y a modo de ejemplo, dejando especificaciones ulteriores a
los Directorios de catequesis de las Iglesias particulares y de las
Conferencias Episcopales.
LA CATEQUESIS DE LOS ADULTOS (561)
Los adultos a los que se dirige la catequesis (562)
172. La transmisión del mensaje de
la fe a los adultos ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los
condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus
múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe. (563)
En consecuencia cabe distinguir entre:
— adultos
creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean sinceramente
profundizar en ella;
— adultos
bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado
realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el
punto de que han de ser considerados “ cuasicatemúmenos ” (564)
— adultos
no bautizados, que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado.
(565)
También debe hacerse mención de aquellos
adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena comunión con la
Iglesia católica.
Elementos y criterios propios de la catequesis de
adultos (566)
173. La catequesis de adultos se dirige a
personas que tienen el derecho y el deber de hacer madurar el germen de la fe
que Dios les ha dado, (567) tanto más cuando estas personas están
llamadas a desempeñar responsabilidades sociales de diverso género y están
sometidas a cambios y crisis a veces muy profundos. Por esta razón, la fe del
adulto tiene que ser constantemente iluminada, desarrollada y protegida, para
que adquiera esa sabiduría cristiana que da sentido, unidad y esperanza a las
múltiples experiencias de su vida personal, social y espiritual. La catequesis
de adultos debe identificar claramente los rasgos propios del cristiano adulto
en la fe, traducir estos rasgos en objetivos y contenidos, determinar algunas
constantes en la exposición, establecer las indicaciones metodológicas más
eficaces, y escoger formas y modelos. Merece atención especial la figura y la
identidad del catequista de adultos y su formación; como también la atención a
quienes ejercen las responsabilidades de la catequesis de adultos en la
comunidad. (568)
174. Entre los criterios que
aseguran de modo eficaz una catequesis de adultos, auténtica y eficaz, hay que
recordar: (569)
— la atención a los destinatarios en
cuanto adultos, como hombres y como mujeres, teniendo en cuenta por tanto sus
problemas y experiencias, sus capacidades espirituales y culturales, con pleno
respeto a las diferencias;
— la atención a la condición laical
de los adultos, que por el Bautismo tienen la misión de “ buscar el Reino de
Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios ” (570)
y asimismo que están llamados a la santidad; (571)
— la atención por despertar el
interés de la comunidad, para que sea lugar de acogida y ayuda de los adultos;
— la atención a un proyecto orgánico
de pastoral de los adultos en el que la catequesis se integra con la formación
litúrgica y con el servicio de la caridad.
Cometidos generales y particulares de la catequesis de
adultos (572)
175. Para que la catequesis de
adultos pueda responder a las necesidades más profundas de nuestro tiempo, debe
proponer la fe cristiana en su integridad, autenticidad y sistematicidad, de
acuerdo con la comprensión que de ella tiene la Iglesia, poniendo en un primer
plano el anuncio de la salvación; iluminando con su luz las dificultades,
obscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones hoy presentes;
mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del mensaje;
introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la práctica de
la oración. El Catecismo de la Iglesia Católica presta un servicio fundamental
a la catequesis de adultos y —en relación a él— los Catecísmos de adultos de
cada Iglesia particular.
Más en particular tareas de la
catequesis de adultos son:
— Promover
la formación y la maduración de la vida en el Espíritu de Cristo Resucitado,
con medios adecuados como son la pedagogía sacramental, los retiros, la
dirección espiritual...
— Educar
para juzgar con objetividad los cambios socioculturales de nuestra sociedad a
la luz de la fe. De este modo el pueblo cristiano es ayudado a discernir los
valores auténticos, los riesgos de nuestra civilización, y a asumir los comportamientos
adecuados.
— Dar
respuesta a los interrogantes religiosos y morales de hoy, es decir, aquellas
cuestiones que se plantean los hombres de nuestro tiempo, como por ejemplo a
propósito de la moral pública e individual, o las relacionadas con las cuestiones
sociales, o las que se refieren a la educación de las nuevas generaciones.
— Esclarecer
las relaciones existentes entre acción temporal y acción eclesial, manifestando
las mutuas distinciones, recíprocas implicaciones y, por consiguiente, la debida
interacción. A este fin, la doctrina social de la Iglesia es parte integrante
de la formación de los adultos.
— Desarrollar
los fundamentos racionales de la fe. La catequesis debe demostrar que la recta
inteligencia de la fe y de las verdades que hay que creer están conforme con
las exigencias de la razón humana y que el Evangelio es siempre actual y
oportuno. Es, pues, necesario promover eficazmente una pastoral del pensamiento
y de la cultura cristiana. Esto permitirá superar ciertas formas de integrismo
y de fundamentalismo, como también de interpretaciones arbitrarias y
subjetivas.
— Formar
para asumir responsabilidades en la misión de la Iglesia y para saber dar
testimonio cristiano en la sociedad. Se ha de ayudar al adulto a descubrir,
valorar y vivir todo lo que ha recibido de la naturaleza y de la gracia, tanto
en la comunidad eclesial como en la comunidad humana. De este modo podrá
también superar los riesgos de la masificación y del anonimato, particularmente
frecuentes en algunas sociedades de hoy, que llevan a la pérdida de identidad y
a la desconfianza en las propias posibilidades.
Formas particulares
de la catequesis de adultos (573)
176. Hay situaciones y
circunstancias que exigen particulares formas de catequesis:
— la catequesis de la iniciación
cristiana o el catecumenado de adultos que es regulado expresamente por el
Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos;
— la catequesis al pueblo de Dios en
las formas tradicionales debidamente adaptadas, a lo largo del año litúrgico, o
en la forma extraordinaria de las misiones populares;
— la catequesis perfectiva dirigida
a quienes tienen una tarea de formación en la comunidad: los catequistas y
todos los que están comprometidos en el apostolado de los laicos;
— la catequesis que hay que realizar
con ocasión de los principales acontecimientos de la vida, como son el
matrimonio, el bautismo de los hijos y los otros sacramentos de la iniciación
cristiana, en los momentos críticos del crecimiento de los jóvenes, en la
enfermedad, etc. Son circunstancias en las que las personas se sienten más
movidos que nunca a preguntarse por el verdadero sentido de la vida;
— la catequesis en ocasión de
situaciones particulares, como la entrada en el mundo del trabajo, el servicio
militar, la emigración... Son cambios que pueden generar enriquecimientos
interiores, pero también confusión y pérdida de orientación, por lo que se
necesita la luz y la ayuda de la Palabra de Dios;
— la catequesis referida al uso
cristiano del tiempo libre, sobre todo con ocasión de vacaciones y viajes de
turismo;
— la catequesis que hay que hacer
con ocasión de acontecimientos particulares que afectan a la vida de la Iglesia
y de la sociedad.
Estas y otras formas particulares de
catequesis no disminuyen en manera alguna la necesidad de instituir para todos
los adultos procesos sistemáticos, orgánicos y permanentes de catequesis que
toda comunidad eclesial debe garantizar.
LA CATEQUESIS DE LA
INFANCIA Y DE LA NIÑEZ (574)
Situación e importancia de la infancia y de la niñez (575)
177. Esta etapa de la vida, en la
que tradicionalmente se distingue la primera infancia o edad preescolar de la
niñez, se caracteriza, a los ojos de la fe y de la misma razón, por tener la
gracia de una vida que comienza, “ de la cual brotan admirables posibilidades
para la edificación de la Iglesia y humanización de la sociedad ” (576) y al
mismo tiempo grandes necesidades a las que hacer frente. El niño, hijo de Dios
por el don del Bautismo, es considerado por Cristo miembro privilegiado del
Reino de Dios. (577)
Por diversas razones, hoy, tal vez
más que en otro tiempo, el niño necesita pleno respeto y ayuda para su
crecimiento humano y espiritual; también está necesitado de la catequesis, que
nunca debe faltar a los niños cristianos. En efecto, quienes les han dado la
vida, enriqueciéndola con el don del Bautismo, tienen el deber de seguir
alimentándola continuamente.
Características de esta catequesis (578)
178. La catequesis de los pequeños está
necesariamente ligada a su situación y condición de vida y es fruto de la
intervención de distintos educadores, entre sí complementarios.
Se pueden indicar algunas
características de especial importancia de valor universal:
— La infancia y la niñez, comprendidas
y tratadas ambas según sus rasgos peculiares, representan el tiempo de la
llamada primera socialización y de la educación humana y cristiana en la
familia, en la escuela y en la comunidad cristiana, y por eso hay que
considerarlas como un momento decisivo para el futuro de la fe.
— De acuerdo con una tradición ya
consolidada, es en esta etapa, de ordinario, en la que tiene lugar la
iniciación cristiana comenzada con el Bautismo. Con la recepción de los
sacramentos, se inicia la primera formación orgánica de la fe del niño y su
incorporación en la vida de la Iglesia. (579)
— Por eso el proceso catequético en
el tiempo de la infancia será eminentemente educativo, atento a desarrollar las
capacidades y aptitudes humanas, base antropológica de la vida de fe, como el
sentido de la confianza, de la gratuidad, del don de sí, de la invocación, de
la gozosa participación... La educación a la oración y la iniciación a la
Sagrada Escritura son aspectos centrales de la formación cristiana de los
pequeños. (580)
— Finalmente, hay que tener en
cuenta la importancia de dos ámbitos educativos: la familia y la escuela. La
catequesis familiar es, en cierto modo, insustituible, sobre todo por el
ambiente positivo y acogedor, por el atrayente ejemplo de los adultos, por la
primera y explícita sensibilización de la fe y por la práctica de la misma.
179. El ingreso en la escuela
significa para el niño entrar a formar parte de una sociedad más amplia que la
familia, con la posibilidad de desarrollar mucho más sus capacidades
intelectuales, afectivas, y de comportamiento. En la escuela misma,
frecuentemente, se imparte una específica enseñanza religiosa.
Todo esto requiere que la catequesis
y los catequistas lleven a cabo una colaboración constante con los padres y
también con los maestros, de acuerdo con las posibilidades de cada lugar. (581)
Recuerden los pastores que, cuando ayudan a padres y educadores a cumplir bien
su misión, se está edificando la Iglesia. Este trabajo, por otra parte, ofrece
una gran oportunidad para la catequesis de adultos. (582)
Niños sin apoyo religioso familiar o que no frecuentan
la escuela (583)
180. Existen también, y en no
pequeña medida, niños con graves carencias, en la medida en que les falta un
apoyo religioso familiar adecuado, o por no tener una verdadera familia, o por
no frecuentar la escuela, o por condiciones de inestabilidad social o de
inadaptación, o por otras causas ambientales. Muchos no están siquiera
bautizados; otros no realizan el camino de iniciación. Corresponde a la comunidad
cristiana suplir, con generosidad, competencia y de modo realista estas
carencias, tratando de dialogar con las familias, proponiendo formas apropiadas
de educación escolar y llevando a cabo una catequesis proporcionada a las
posibilidades y necesidades concretas de esos niños.
LA CATEQUESIS DE
LOS JÓVENES (584)
Preadolescencia, adolescencia y juventud (585)
181. En términos generales, se ha de
observar que la crisis espiritual y cultural, que está afectando al mundo,
(586) tiene en las generaciones jóvenes sus primeras víctimas.
También es verdad que; el esfuerzo por construir una sociedad mejor encuentra
en los jóvenes sus mejores esperanzas. Esto debe estimular cada vez más a la
Iglesia a realizar con decisión y creatividad el anuncio del Evangelio al mundo
juvenil.
A ese respecto, la experiencia
muestra que es útil para la catequesis distinguir en esas edades entre
preadolescencia, adolescencia y juventud, sirviéndose oportunamente de los
resultados de la investigación científica y de las condiciones de vida en los
distintos países.
En las regiones, consideradas como
desarrolladas, se plantea de modo especial el problema de la preadolescencia:
no se tienen en cuenta suficientemente las dificultades, necesidades y
capacidades humanas y espirituales de los preadolescentes, hasta el punto de
poder afirmar en relación a ella que es una etapa ignorada.
Actualmente, con frecuencia los
catequizandos de esta edad, al recibir el sacramento de la Confirmación,
concluyen también el proceso de iniciación sacramental, pero a la vez tiene
lugar su alejamiento casi total de la práctica de la fe. Es necesario tomar en
cuenta con seriedad esta hecho y llevar a cabo una atención pastoral
específica, utilizando los medios formativos que proporciona el propio camino
de iniciación cristiana.
Respecto a las otras dos categorías,
es necesario distinguir la adolescencia de la juventud, aun sabiendo la
dificultad de definir de modo claro su significado. De modo global, hablamos
aquí de aquella etapa de la vida que precede a la asunción de las
responsabilídades propias del adulto.
También la catequesis de jóvenes ha
de ser revisada y potenciada profundamente.
La importancia de la juventud para
la sociedad y para la Iglesia (587)
182. La Iglesia, que ve a los
jóvenes como “ la esperanza ”, los contempla hoy como “ un gran desafío para el
futuro de la Iglesia ”. (588)
El rápido y tumultuoso cambio
cultural y social, el crecimiento numérico de jóvenes, el alargamiento de la
etapa de la juventud antes de entrar a tomar parte en las responsabilidades de
los adultos, la falta de trabajo y en ciertos países las condiciones
permanentes de subdesarrollo, las presiones de la sociedad de consumo..., todo
ayuda a perfilar el mundo de los jóvenes como el tiempo de espera, a veces de
desencanto y de insatisfacción, incluso de angustia y de marginación. El
alejamiento de la Iglesia, o al menos la desconfianza hacia ella, está presente
en muchos como actitud de fondo. A la vez, en los jóvenes se refleja a menudo
la falta de apoyo espiritual y moral de las familias y la precariedad de la
catequesis recibida.
Por otro lado, en numerosos jóvenes
se descubre una fuerte e impetuosa tendencia a la búsqueda de sentido de la
vida, a la solidaridad, al compromiso social, e incluso a la misma experiencia
religiosa...
183. De aquí se desprenden algunas
consecuencias para la catequesis.
Ante todo, el servicio de la fe
tiene que estar atento a las luces y las sombras de la condición de la vida de
los jóvenes, tal como se dan en las distintas regiones y ambientes.
La propuesta explícita de Cristo al
joven del Evangelio (589) es el
corazón de la catequesis; propuesta dirigida a todos los jóvenes y a su medida,
en la comprensión atenta de sus problemas. En ,el Evangelio, los jóvenes aparecen
de hecho como interlocutores directos de Jesucristo que les revela su “
singular riqueza ”, y que a la vez les compromete en un proyecto de crecimiento
personal y comunitario de valor decisivo para la sociedad y la Iglesia. (590)
Por eso no debe verse a los jóvenes
sólo como objeto de la catequesis, sino como “ sujetos activos, protagonistas
de la evangelización y artífices de la renovación social ” (591)
Características de la catequesis para jóvenes (592)
184. Por la amplitud de la tarea, corresponde
ciertamente a los Directorios catequéticos de las Iglesias particulares y de
las Conferencias Episcopales nacionales y regionales especificar, teniendo en
cuenta las circunstancias, lo que conviene en cada lugar.
Sin embargo, cabe indicar unas líneas
generales comunes:
— Se ha de tener presente las
diferentes situaciones religiosas:
jóvenes no bautizados; jóvenes
bautizados que no han realizado el proceso catequético ni completado la
iniciación cristiana; jóvenes que atraviesan crisis de fe a veces graves; otros
con posibilidades de hacer una opción de fe o que la han hecho y esperan ser
ayudados.
— No se puede olvidar que resulta
provechosa aquella catequesis que se puede llevar a cabo al interior de una
pastoral más amplia de preadolescentes, adolescentes y jóvenes orientada al
conjunto de problemas que afectan a sus vidas. A este fin la catequesis debe
integrar aspectos tales como el análisis de la situación, la atención a las
ciencias humanas y de la educación y la colaboración de los laicos y de los
mismos jóvenes.
— Y son mediaciones útiles para una
catequesis eficaz: Una acción de grupo bien orientada, una pertenencia a
asociaciones juveniles de carácter educativo, (593) y un acompañamiento
personal del joven, en el que destaca la dirección espiritual.
185. Entre las diversas formas de
catequesis de jóvenes, hay que prever, teniendo en cuenta las situaciones, un
catecumenado juvenil en edad escolar; una catequesis que complete y culmine la
iniciación cristiana; una catequesis sobre cuestiones específicas; así como
encuentros más o menos ocasionales e informales.
En general se ha de proponer a los
jóvenes una catequesis con itinerarios nuevos, abiertos a la sensibilidad y a
los problemas de esta edad, que son de orden teológico, ético, histórico,
social... En particular, deben ocupar un puesto adecuado, la educación para la
verdad y la libertad según el Evangelio, la formación de la conciencia, la
educación para el amor, el planteamiento vocacional, el compromiso cristiano en
la sociedad y la responsabilidad misionera en el mundo. (594) Con todo hay que
poner de relieve, que la evangelización contemporánea de los jóvenes debe
adoptar con frecuencia un carácter misionero más que el estrictamente
catecumenal. En realidad, la situación exige a menudo que la acción apostólica
con los jóvenes sea de índole humanizadora y misionera, como primer paso
necesario para que maduren unas disposiciones más favorables a la acción
estrictamente catequética. Por tanto, muchas veces en la realidad, será
oportuno intensificar la acción precatecumenal al interior de procesos
educativos globales.
Una de las dificultades mayores a
las que hay que enfrentarte y dar respuesta se refiere a la diferencia de
lenguaje (mentalidad, sensibilidad, gustos, estilo, vocabulario...) entre los
jóvenes y la Iglesia (catequesis y catequistas). Vale la pena por eso insistir
en la necesidad de una adaptación de la catequesis a los jóvenes, sabiendo
traducir a su lenguaje “ con paciencia y buen sentido, sin traicionarlo, el
mensaje de Jesucristo ”. (595)
CATEQUESIS DE LOS
ANCIANOS (596)
La tercera edad, don de Dios a la Iglesia
186. El número creciente de personas
ancianas representa en diversos países del mundo una nueva y específica tarea pastoral
de la Iglesia. Las personas de esta edad, a veces considerados como objeto
pasivo, más o menos molesto, es necesario, sin embargo, verlas a la luz de la
fe, como un don de Dios a la Iglesia y a la sociedad, a las que hay que
dedicarles también el cuidado de una catequesis adecuada. Tienen a ella el
mismo derecho y deber que los demás cristianos.
Se ha de tener en cuenta la
diversidad de situaciones personales, familiares, sociales, en particular, la
situación de soledad y el riesgo de marginación.
La familia cumple una función
primaria, porque en ella el anuncio de la fe puede darse en un clima de acogida
y de amor que confirman, mejor que ninguna otra cosa, el valor de la Palabra.
En todo caso, la catequesis de los
ancianos ha de asociar al contenido de la fe la presencia cordial del
catequista y de la comunidad creyente. Por lo que es deseable que los ancianos
participen plenamente en el itinerario catequético de la comunidad.
Catequesis de la plenitud y de la esperanza
187. La catequesis de los ancianos
debe estar atenta a los aspectos particulares de su situación de fe. El anciano
puede haber llegado a esta edad con una fe sólida y rica: entonces la
catequesis ayudará a seguir recorriendo el camino en actitud de acción de
gracias y de espera confiada; otros viven una fe más o menos oscurecida y una
débil práctica cristiana: entonces la catequesis aportará una luz y experiencia
religiosa nuevas; a veces el anciano llega a su edad con profundas heridas en
el alma y en el cuerpo: la catequesis le ayudará a vivir su situación en
actitud de invocación, de perdón, de paz interior.
En cualquier caso, la condición del
anciano reclama una catequesis de la esperanza que proviene de la certeza del
encuentro definitivo con Dios.
Es siempre beneficioso para él y
enriquecedor para la comunidad el hecho de que el anciano creyente de
testimonio de una fe que resplandece aún más a medida que se va acercando al
gran momento del encuentro con el Señor.
Sabiduría y diálogo (597)
188. La Biblia presenta al anciano
creyente como el símbolo de la persona rica en sabiduría y temor de Dios, y, en
consecuencia, como el depositario de una intensa experiencia de vida, lo que en
cierto modo lo convierte en “ catequista ” natural de la comunidad. El es de
hecho testigo de la tradición de fe, maestro de vida y ejemplo de caridad. La
catequesis valora esta gracia, ayudando a la persona anciana a descubrir de
nuevo las ricas posibilidades que tiene dentro de sí; ayudándola también a
asumir funciones catequéticas en relación con el mundo de los pequeños
para quienes, a menudo, son abuelos
queridos y estimados, y en relación con los jóvenes y los adultos. De este modo
se favorece un rico diálogo entre generaciones dentro de la familia y de la
comunidad.
Catequesis para
situaciones especiales, mentalidades y ambientes
La catequesis de discapacitados e inadaptados (598)
189. Toda comunidad cristiana
considera como predilectos del Señor a aquellos que, particularmente entre los
más pequeños, sufren alguna deficiencia física o mental u otra forma de
privación. Actualmente, a causa de una mayor conciencia social y eclesial, y
también debido a los innegables progresos de la pedagogía especial, se ha
conseguido que la familia y otros ámbitos educativos puedan ofrecer hoy a estas
personas una catequesis apropiada, a la que por otra parte tienen derecho como
bautizados, y si no están bautizados, como llamados a la salvación. El amor del
Padre hacia sus hijos más débiles y la continua presencia de Jesús con su Espíritu
dan fe de que toda persona, por limitada que sea, es capaz de crecer en
santidad.
La educación de la fe, que
corresponde ante todo a la familia, requiere itinerarios adecuados y
personalizados, tiene en cuenta las aportaciones de las ciencias pedagógicas y
ha de llevarse a cabo en el contexto de una educación global de la persona. Por
otra parte, se debe evitar el riesgo de que esta catequesis tan especializada
acabe situándose al margen de la pastoral comunitaria. Para que eso no ocurra,
es necesario que la comunidad se interese y se comprometa de modo permanente
con esta tarea. Las características peculiares de esta catequesis, exigen de
parte de los catequistas una preparación específica, y hacen que su servicio
sea aún más meritorio.
La catequesis de los marginados
190. En la misma perspectiva hay que
considerar la catequesis para personas que viven, en situación marginada, o
próximas a ella, o ya sumidos en la marginación, como son los emigrantes, los
exilados, los nómadas, las personas sin hogar, los enfermos crónicos, los
tóxico-dependientes, los encarcelados y los prisioneros.
La garantía de que se actúa
acertadamente cuando se catequiza en estos ámbitos no fáciles nos viene de la
palabra solemne de Jesús, quien reconoce como hecho a Sí mismo el bien que se
hace a “ estos pequeños hermanos ”. Signos permanentes de la vitalidad de la
catequesis son la capacidad para distinguir la diversidad de las situaciones;
captar las necesidades y demandas de cada persona; valorar los encuentros
personales, dedicándoles una atención generosa y paciente; proceder con
confianza y realismo, recurriendo a menudo a formas de catequesis indirectas y
ocasionales. La comunidad debe apoyar fraternalmente a los catequistas
dedicados a este servicio.
La catequesis para grupos diferenciados
191. La catequesis se encuentra hoy
ante personas que, por su profesión específica y, más ampliamente por su
situación cultural, requieren itinerarios especiales. Tal es el caso de la
catequesis del mundo obrero, de las profesiones liberales, de los artistas, de
los hombres de ciencia, de la juventud universitaria... Es sumamente
conveniente que existan estos itinerarios dentro del servicio catequético de la
comunidad cristiana.
Todos estos sectores necesitan lenguaje
adaptado a los destinatarios, manteniendo una plena fidelidad al mensaje que se
quiere transmitir. (599)
192. La educación de la fe hoy ha de
tener muy en consideración los ambientes o contextos de vida, porque es en
ellos donde cada persona vive su existencia, de ellos recibe gran influencia y
en ellos a su vez ejerce la suya, y en ellos desarrolla sus propias
responsabilidades.
En general y a modo de ejemplo,
conviene recordar dos ambientes de la mayor importancia, el rural y el urbano,
que exigen formas diferenciadas de catequesis.
La catequesis en el medio rural ha
de reflejar las necesidades del mismo ámbito, necesidades que con frecuencia
están unidas a la pobreza y a la miseria, y a veces a miedos y supersticiones;
pero también el ambiente rural es rico en experiencias de sencillez, de
confianza en la vida, de sentido de la solidaridad, de fe en Dios y fidelidad a
las tradiciones religiosas.
La catequesis en el medio urbano ha
de tener en cuenta una amplia variedad de situaciones, que van desde las de
bienestar a las de pobreza y marginación. El ritmo propio de vida de la ciudad
es a menudo fuente de estrés, de gran movilidad, de sugestivas llamadas a la
evasión y al desinterés, donde es frecuente la situación de anonimato y de
soledad...
Para cada uno de estos ambientes
habrá que pensar en un servicio especifico de educación de la fe, estimulando a
catequistas preparados, creando instrumentos y materiales, y usando de los
recursos que proporcionan los medios de comunicación...
Catequesis según el
contexto socio-religioso
La catequesis en
una situación de pluralismo y de complejidad (600)
193. Muchas comunidades e individuos
están llamados a vivir hoy en un mundo pluralista y secularizado, (601) en el
que se dan formas de incredulidad e indiferencia religiosa, pero también formas
vivas de pluralismo cultural y religioso; en muchas personas se da hoy con
fuerza la búsqueda de certezas y de valores, pero a la vez existen no pocas
formas falsas de religiosidad y de adhesión incierta a la fe. Ante estas
complejas situaciones, algunos cristianos pueden encontrarse confusos y
desorientados, sin saber hacer frente a tales situaciones, ni discernir los
mensajes que transmiten, y esto les lleva a abandonar una práctica religiosa
regular, terminando por vivir como si Dios no existiera, recurriendo a menudo a
sucedáneos pseudoreligiosos. Su fe, sometida a prueba y amenazada, corre el riesgo
de apagarse y morir, si no se la alimenta y sostiene constantemente.
194. Se hace indispensable una
catequesis evangelizadora, es decir, “ una catequesis llena de savia evangélica
y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas ”. (602) Ésta tiene
por objetivo educar a los cristianos en el sentido de su identidad de
bautizados, de creyentes y de miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con
el mundo. Les vuelve a proponer los elementos fundamentales de la fe, los
impulsa a una conversión auténtica, los ayuda a profundizar en la verdad y el
valor del mensaje cristiano ante las objeciones teóricas y prácticas, los anima
a discernir y a vivir el Evangelio en lo cotidiano, los capacita para dar razón
de la esperanza que hay en ellos, (603) los fortalece en su vocación misionera
con el testimonio, el diálogo y el anuncio.
La catequesis en
relación a la religiosidad popular (604)
195. En las comunidades cristianas
existen, como dimensión vital de la realidad católica, expresiones particulares
de búsqueda de Dios y de vida religiosa, cargadas de fervor y de pureza de
intenciones a veces conmovedoras, que bien cabe llamar “ piedad popular ”. Esta
piedad popular “ refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos
pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo,
cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos
profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y
constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el
mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la
cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción ”. (605)
Es una realidad rica y a la vez muy expuesta a deformaciones, en la que la fe,
que es su fundamento, necesita purificación y robustecimiento.
Se requiere, pues, una catequesis
que, asumiendo tal riqueza religiosa, sea capaz de percibir sus dimensiones
interiores y sus valores innegables, ayudándola a superar los riesgos de fanatismo,
de superstición, de sincretismo y de ignorancia religiosa. “ Bien orientada,
esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas
populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo ”. (606)
196. También la veneración de los fieles
a la Madre de Dios ha asumido formas múltiples, según las circunstancias de
lugar y de tiempo, la diversa sensibilidad de los pueblos y sus diferentes
tradiciones culturales. Las formas en las que esta piedad mariana se ha
expresado, sujetas al desgaste del tiempo, se muestran necesitadas de una
catequesis renovada que permita que los elementos caducos sean sustituidos, que
se subrayen los valores perennes y que se incorporen aquellos datos doctrinales
que son fruto de la reflexión teológica y son enseñados por el Magisterio de la
Iglesia.
Tal catequesis es sumamente
necesaria. Y se caracterizará claramente por su dimensión trinitaria,
cristológica y eclesial, intrínseca a la mariología. Además, en el
discernimiento sobre los ejercicios de piedad mariana, como en la creación de
nuevas prácticas, habrá que tener presentes las orientaciones eclesiales de
tipo bíblico, litúrgico, ecuménico y antropológico. (607)
La catequesis en un
contexto ecuménico (608)
197. Toda comunidad cristiana, por
el hecho de serlo, es movida por el Espíritu Santo a reconocer su vocación
ecuménica en la situación concreta en que se encuentra, participando en el
diálogo ecuménico y en las iniciativas destinadas a realizar la unidad de los
cristianos. Por ello, la catequesis está llamada a asumir siempre y en todas
partes una “ dimensión ecuménica ” (609) Ésta se lleva a cabo, en primer lugar,
mediante la exposición de toda la Revelación, cuyo depósito custodia la Iglesia
Católica, respetando 1 la jerarquía de las verdades; (610) en segundo lugar, la
catequesis ha de poner de manifiesto la unidad de fe que existe entre los
cristianos y, al mismo tiempo, explicar las divisiones que aún perduran y los
pasos a dar para superarlas; (611) además, la catequesis ha de suscitar y
alimentar un deseo sincero de unidad, en particular mediante el amor a la
Sagrada Escritura; finalmente se ha de esforzar en preparar a niños, jóvenes y
adultos, a vivir en contacto con hermanos y hermanas de otras confesiones,
cultivando la propia identidad católica en el respeto a la fe de los demás.
198. En una situación de presencia
de diferentes confesiones cristianas, los Obispos pueden juzgar oportunas, y
hasta necesarias, determinadas actividades de colaboración en el campo de
enseñanza religiosa. En cualquier caso debe asegurarse a los católicos, por
otras vías y con el máximo cuidado, una catequesis específicamente católica.
(612)
También la enseñanza de la religión
impartida en escuelas en las que hay miembros de diversas confesiones cristianas,
reviste un valor ecuménico, cuando se presenta de modo auténtico la doctrina
cristiana. De hecho, esto ofrece ocasiones para el diálogo, gracias al cual se
pueden superar desconocimientos y prejuicios y abrirse a un mejor entendimiento
mutuo.
La catequesis en
relación con el hebraísmo
199. Atención especial ha de darse a
la catequesis en relación con la religión hebraica. (613) En efecto,
“ la Iglesia, Pueblo de Dios en la Nueva Alianza, al escrutar su propio
misterio, descubre su vinculación con el pueblo judío a quien Dios ha hablado
primero ” (614) antes que a otros pueblos.
“ La enseñanza religiosa, la
catequesis y la predicación han de formar no sólo para la objetividad, la
justicia y la tolerancia, sino también para la comprensión y el diálogo.
Nuestras dos tradiciones están demasiado emparentadas como para ignorarse. Es
necesario fomentar un conocimiento recíproco en todos los niveles ” (615) En
particular, un objetivo de la catequesis ha de ser la superación de toda forma
de antisemitismo. (616)
La catequesis en el
contexto de otras religiones (617)
200. Los cristianos viven hoy con
frecuencia en contextos multireligiosos y no pocos están en ellos en minoría.
En tal situación, especialmente en relación con el Islam, la catequesis reviste
una importancia particular, y está llamada a asumir una delicada
responsabilidad que requiere diversas tareas.
Ante todo, la catequesis ha de
ayudar a profundizar y robustecer la identidad de los bautizados, en especial
donde están en minoría, mediante una adaptación o inculturación conveniente, en
una confrontación necesaria entre el Evangelio de Jesucristo y el mensaje de
las otras religiones. Para esta tarea son indispensables comunidades cristianas
sólidas y fervorosas, y catequistas oriundos bien preparados.
En segundo lugar, la catequesis ha
de ayudar a tomar conciencia de la presencia de otras religiones. A la vez de
capacitar a los fieles a discernir en ellas los elementos que entran en
confrontación con el mensaje cristiano, la catequesis ha de educar también para
descubrir las semillas del Evangelio (semina Verbi) que hay en estas religiones
y que pueden constituir una auténtica “ preparación evangélica ” al mismo.
En tercer lugar, la catequesis ha de
promover en todos los creyentes un vivo sentido misionero. Éste se manifiesta
en el testimonio diáfano de la fe, en la actitud de respeto y de comprensión
mutuas, en el diálogo y la colaboración en defensa de los derechos de la
persona y en favor de los pobres y, donde es posible, con el anuncio explícito
del Evangelio.
La catequesis en
relación con los “ nuevos movimientos religiosos ” (618)
201. En un clima de relativismo
religioso y cultural, y a veces también a causa de la conducta no recta de los
cristianos, proliferan hoy “ nuevos movimientos religiosos ”, llamados también
sectas o cultos, con multitud de nombres y de tendencias, difíciles de
clasificar de modo orgánico y preciso. En la medida que es posible, cabe
distinguir movimientos de matriz cristiana, otros derivados de religiones
orientales y otros vinculados a tradiciones esotéricas. La razón de la
preocupación estriba en que sus doctrinas y prácticas de vida se alejan de los
contenidos de la fe cristiana.
Por ello sigue siendo necesario
promover, en favor de los cristianos cuya fe está en peligro, el “ esfuerzo de
una evangelización y una catequesis integral y sistemática, a las que ha de
acompañar el testimonio ”. (619) Se trata, en efecto, de superar el grave
peligro de la ignorancia y del prejuicio, de ayudar a los fieles a encontrarse
de modo correcto con la Escritura, suscitando en ellos la experiencia viva de
la oración, defendiéndoles de los sembradores de errores; educándolos en la
responsabilidad de la fe recibida, saliendo al paso, con las armas del amor
evangélico, de las dolorosas situaciones de soledad, pobreza, sufrimiento. Por
el anhelo religioso que esos movimientos pueden expresar, merecen ser
considerados como un “ areópago de evangelización ”, en el que los problemas
más importantes pueden encontrar respuesta. En realidad, “ la Iglesia tiene un
inmenso patrimonio espiritual que ofrecer a la humanidad: Cristo, que se
proclama “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,61) ” (620)
Catequesis según el
contexto socio-cultural (621)
Catequesis y
cultura contemporánea (622)
202. “ De la catequesis, como de la
evangelización en general, podemos decir que está llamada a llevar la fuerza
del Evangelio al corazón de la cultura y de las culturas ”. (623) Con
anterioridad han sido expuestos los criterios referidos a la adaptación e
inculturación catequética. (624) Baste ahora afirmar de nuevo que la
catequesis tiene como guía necesaria y eminente la “ regla de la fe ”,
ilustrada por el Magisterio y profundizada por la teología. Por otra parte, no
hay que olvidar que la historia de la catequesis, especialmente en el tiempo de
los Santos Padres es, en muchos aspectos, historia de la inculturación de la fe
y como tal merece ser estudiada y meditada; historia, además, que nunca se para
y que exige períodos amplios de continua asimilación del Evangelio.
En este capítulo se presentan
algunas indicaciones metodológicas en relación con una tarea que es tan
necesaria como exigente, en modo alguno fácil y expuesta a los riesgos de
sincretismo y de otros malos entendidos. Se puede decir que sobre este tema,
hoy tan importante, se hace necesaria una mayor reflexión programada y
universal para bien de la catequesis.
Tareas de la
catequesis respecto a la inculturación de la fe (625)
203. Forman un conjunto orgánico y
son en síntesis los siguientes:
— conocer en profundidad la cultura
de las personas y el grado de penetración en su vida;
— reconocer la presencia de la
dimensión cultural en el mismo Evangelio; afirmando por una parte que éste no
es fruto de ningún humus cultural humano, pero admitiendo, por otra parte, que
el Evangelio no puede aislarse de las culturas en las que se inscribió al
principio y en las que después se ha expresado a lo largo de los siglos;
— anunciar el cambio profundo, la
conversión, que el Evangelio, como fuerza “ transformadora y regeneradora ”
(626) opera en las culturas;
— dar testimonio de que el Evangelio
transciende toda cultura y no se agota en ella y, a la vez, discernir las
semillas del Evangelio que pueden estar presentes en cada una de las culturas;
— promover al interior de cada una
de las culturas a evangelizar una nueva expresión del Evangelio, procurando un
lenguaje de la fe que sea patrimonio común de los fieles, y por tanto factor
fundamental de comunión.
— mantener íntegros los contenidos
de la fe de la Iglesia; y procurar que la explicación y la clarificación de las
fórmulas doctrinales de la Tradición sean presentadas teniendo en cuenta las
situaciones culturales e históricas de los destinatarios y evitando, en todo
caso, mutilar o falsificar los contenidos.
204. La catequesis, a la vez que
debe evitar todo tipo de manipulación de una cultura, no puede limitarse a la
simple yuxtaposición del Evangelio a ésta y “ como con un barniz superficial ”,
sino que debe proponer el Evangelio de manera vital, en profundidad y hasta las
mismas raíces de la cultura y de las culturas ”. (627)
Esto determina un proceso dinámico
integrado por diversos momentos, relacionados entre sí: esforzarse por
escuchar, en la cultura de los hombres, el eco (presagio, invocación, señal...)
de la Palabra de Dios; discernir cuanto hay de valor evangélico o al menos
abierto a él; purificar lo que está bajo el signo del pecado (pasiones,
estructuras del mal...) o de la fragilidad humana; suscitar en los
catequizandos actitudes de conversión radical a Dios, de diálogo con los demás
y de paciente maduración interior.
Necesidad y criterios de valoración
205. Cuando llega el momento de
evaluar, tarea tanto más necesaria cuanto más se está en fase inicial o
experimental, se ha de procurar verificar si en el proceso de la catequesis se
han infiltrado elementos de sincretismo. En tal caso las iniciativas de
inculturación serían peligrosas y erróneas y deben ser rectificadas.
Sin embargo, ha de ser considerada
como correcta aquella catequesis que no sólo logra la asimilación intelectual
del contenido de la fe, sino que alcanza al corazón y transforma la conducta.
Si es así, la catequesis genera un modo de vida dinámico y unificado por la fe,
establece la unión entre la fe y la vida, entre el mensaje cristiano y el
contexto cultural, y produce frutos de santidad.
Responsables del
proceso de inculturación
206. “La inculturación debe implicar
a todo el pueblo de Dios, no sólo a algunos expertos, ya que se sabe que el
pueblo reflexiona sobre el genuino sentido de la fe que nunca conviene perder
de vista. Esta inculturación debe ser dirigida y estimulada, pero no forzada,
para no suscitar reacciones negativas en los cristianos: debe ser expresión de
la vida comunitaria, es decir, debe madurar en el seno de la comunidad y no ser
fruto exclusivo de investigaciones eruditas ”. (628) Ese esfuerzo por la
encarnación del Evangelio, tarea específica de la inculturación exige la
participación en la catequesis de todos aquéllos que viven en el mismo contexto
cultural: pastores, catequistas y laicos.
207. La catequesis de jóvenes y la
de adultos, por las posibilidades que tiene de interrelacionar de manera más
incisiva la fe y la vida, es una de las formas más aptas para la inculturación;
sin embargo, no puede desatenderse la inculturación de la fe en la iniciación
cristiana de los niños, precisamente por el notable influjo de orden cultural
que este proceso lleva consigo: la adquisición de nuevas motivaciones para la
vida, la educación de la conciencia, el aprendizaje del lenguaje bíblico y
sacramental, así como el conocimiento de la dimensión histórica del
cristianismo.
Una vía privilegiada es la catequesis
litúrgica, por la riqueza de signos con que se expresa el mensaje y porque a
ella tiene acceso una gran parte del pueblo de Dios; también hay que
revalorizar los contenidos de los Leccionarios, la estructura del Año
litúrgico, la homilía dominical y otras actividades catequéticas de carácter
ocasional particularmente significativas (matrimonios, funerales, visitas a
enfermos, fiestas patronales, etc.); sigue siendo central el cuidado a la
familia, agente primario de una transmisión inculturada de la fe; peculiar
interés tiene la catequesis en situaciones pluriétnicas y pluriculturales, ya
que ayuda a descubrir y a tomar en consideración, con mayor atención aún, las
riquezas de los diversos grupos en la acogida y en la expresión renovada de la
fe.
El lenguaje (629)
208. La inculturación de la fe es,
en ciertos aspectos, obra de lenguaje. Esto conlleva que la catequesis respete
y valore el lenguaje propio del mensaje, sobre todo el bíblico, pero también el
histórico-tradicional de la Iglesia (Símbolo, liturgia), y el así llamado
lenguaje doctrinal (fórmulas dogmáticas); es preciso, además, que la catequesis
entre en comunicación con formas y términos propios de la cultura de las
personas a las que se dirige; hace falta, finalmente, que la catequesis fomente
nuevas expresiones del Evangelio en la cultura en la que se implanta.
En concreto, en el proceso de
inculturación del Evangelio, la catequesis no ha de tener miedo a emplear
fórmulas tradicionales y términos técnicos del lenguaje de la fe, si bien ha de
ofrecer el significado que tienen y mostrar su relevancia existencial; por otra
parte, la catequesis “tiene el deber imperioso de encontrar el lenguaje
adaptado a los niños y a los jóvenes de nuestro tiempo en general, y a otras
muchas categorías de personas: lenguaje de los estudiantes, de los
intelectuales, de los hombres de ciencia; lenguaje de los analfabetos y de las
personas de cultura elemental; lenguaje de los minusválidos, etc. ”. (630)
209. Íntimamente vinculados al
lenguaje están los distintos modos de comunicación, uno de los más eficaces y
persuasivos es el de los “ mass-media ”. “ La evangelización misma de la
cultura moderna depende en gran parte de su influjo ”. (631)
Teniendo en cuenta lo que se ha
dicho de los medios de comunicación en otro lugar, (632) conviene recordar
algunos indicadores relacionados con la inculturación: una mayor valoración de
los medios de acuerdo con su específica capacidad comunicativa, sabiendo
equilibrar bien el lenguaje de la imagen con el de la palabra; la salvaguardia
del genuino sentido religioso en las formas más importantes de expresión; la
promoción de la madurez crítica de los usuarios y el estímulo a la
profundización personal de lo que reciben de esos medios; la elaboración de
materiales catequéticos en relación con los “ mass-media ”; la colaboración
provechosa entre los agentes pastorales. (633)
210. El catecismo es un instrumento
primordial en el proceso de inculturación. Sobre todo lo es el Catecismo de la
Iglesia Católica, del que es necesario saber “ poner en evidencia la vasta gama
de servicios.., también para los objetivos de la inculturación, que, para ser
eficaz, nunca puede dejar de ser verdadera ”. (634) El Catecismo de la Iglesia
Católica pide expresamente la redacción de catecismos locales apropiados, en
los que se pueden realizar las adaptaciones debidas “ a las exigencias que
dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de
situaciones sociales y eclesiales de aquéllos a quienes se dirige la catequesis
”. (635)
Ámbitos
antropológicos y tendencias culturales
211. El Evangelio reclama una
catequesis abierta, generosa y decidida a acercarse a las personas allá donde
viven, en particular saliendo a su encuentro en aquellos lugares principales
donde tienen lugar los cambios culturales elementales y fundamentales como la
familia, la escuela, el ámbito del trabajo y el tiempo libre.
Así mismo es importante para la
catequesis saber discernir y estar presente en aquellos ámbitos antropológicos
en los que las tendencias culturales generan o difunden modelos de vida y
pautas de comportamiento, como la cultura urbana, el turismo y las migraciones,
el mundo juvenil y otros fenómenos de relieve social.
Finalmente hay “ otros sectores que
han de ser iluminados con la luz del Evangelio ” (636) como las llamadas áreas
culturales “ areópagos modernos ”, tales como el área de la comunicación; el
área del compromiso por la paz, el desarrollo, la liberación de los pueblos y
la salvaguardia de la creación; el área de la defensa de los derechos humanos,
sobre todo los de las minorías, de la mujer y del niño; el área de la
investigación científica y de las relaciones internacionales...
Actuación ante las situaciones concretas
212. El proceso de inculturación
realizado por la catequesis está llamado a confrontarse continuamente con
múltiples y diferentes situaciones concretas. Entre las más relevantes y
frecuentes se pueden señalar:
— En primer lugar, hay que
distinguir la inculturación en países en que la presencia cristiana es reciente
y donde el primer anuncio misionero aún debe consolidarse, y la inculturación
en países de larga tradición cristiana, necesitados de nueva evangelización.
— Se han de tener en cuenta también
aquellas situaciones de tensión y de conflicto, ocasionadas por factores como
el pluralismo étnico, el pluralismo religioso, las grandes diferencias de
desarrollo, las condiciones de vida urbana y extraurbana, los modelos de
referencia dominantes en unos países profundamente influidos por la secularización
masiva y, en otros, por una fuerte religiosidad.
— Por fin, se deberá tener presente
las tendencias culturalmente significativas del propio lugar, representadas por
ciertos grupos sociales y profesionales, como los hombres de ciencia y de
cultura, el mundo obrero, los jóvenes, los marginados, los extranjeros, los
discapacitados...
En términos más generales, “ la
formación de los cristianos tendrá en cuenta en grado máximo la cultura humana
del lugar, que contribuye a la misma formación, y que ayudará a juzgar tanto el
valor que se encierra en la cultura tradicional como aquel otro propuesto en la
cultura moderna. Préstese también la debida atención a las diversas culturas
que pueden coexistir en un mismo pueblo y en una misma nación ”. (637)
Tareas de las Iglesias locales (638)
213. Las Iglesias particulares
tienen una competencia propia en la inculturación, y se refiere a todos los
ámbitos de la vida cristiana. La catequesis es un aspecto y sector en esta
tarea. Precisamente por la propia naturaleza de la inculturación, que tiene
lugar en situaciones concretas y específicas, la “ legítima atención a las
Iglesias particulares no puede menos de enriquecer a la Iglesia. Es
indispensable y urgente ”. (639)
A tal fin, de modo oportuno y un
poco por todas partes, las distintas Conferencias Episcopales van elaborando
Directorios de catequesis (e instrumentos análogos), catecismos, materiales
catequéticos, y establecen centros de estudio y escuelas de formación. A la luz
de cuanto se expone en el presente Directorio, es preciso hacer una revisión y
una. puesta al día de estas orientaciones y directrices locales, estimulando la
colaboración de los centros de estudio, recogiendo las experiencia de los
catequistas y favoreciendo la participación del pueblo de Dios.
Iniciativas bajo la guía de los pastores
214. La importancia de cuanto se ha
dicho y la indispensable fase de investigación y experimentación exigen que los
legítimos pastores tomen iniciativas a este efecto y las orienten. Estas
iniciativas pueden consistir en:
— Promover una catequesis amplia y
capilar que ayude a superar el grave obstáculo de toda inculturación que es la
ignorancia o la desinformación. Así se hace posible el diálogo y la
participación activa de las personas, que señalan mejor vías eficaces para el
anuncio.
— Llevar a cabo experiencias-piloto
de inculturación de la fe al interior de un programa establecido por la
Iglesia. Un papel importante en particular, asume la práctica del catecumenado
de adultos conforme a lo establecido en el Ritual de la Iniciación Cristiana de
Adultos.
— Disponer, si en el mismo
territorio eclesial existieran diversos grupos étnico-lingüísticos, de guías y
directorios traducidos a las diversas lenguas, promoviendo un servicio
catequético homogéneo a todos los grupos a través de centros apropiados.
Establecer
relaciones de reciprocidad y comunión entre las Iglesias locales, y entre éstas
y la Santa Sede. Eso permitirá valorar las experiencias, criterios, itinerarios
e instrumentos de trabajo más valiosos y actualizados en orden a la
inculturación.