La catequesis en la Iglesia particular
“ Subió al monte y llamó a los que
él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él y
para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios ” (Mc 3, 13-15).
“ Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia ” (Mt 16,17-18).
La Iglesia de Pentecostés, impulsada
por el Espíritu Santo, va engendrando las Iglesias de Jerusalén ” (Hch 8,1); “
La Iglesia de Dios que está en Corinto ” (1 Co 1,2); “ Las Iglesias de Asia ”
(1 Co 16,19); “ Las Iglesias de Judea ” (Ga 1,22); “ Las siete Iglesias: Efeso,
Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia, Laodicea ” (cf Ap 1,20-3,14).
Significado y
finalidad de esta parte
215. De cuanto queda expuesto en las
partes precedentes acerca de la naturaleza de la catequesis, su contenido, su
pedagogía y sus destinatarios, nace la pastoral catequética que, de hecho, se
realiza en la Iglesia particular.
Esta quinta parte expone los
elementos más importantes.
216. El primer capítulo trata del
ministerio catequético y sus agentes. La catequesis es una responsabilidad
común pero diferenciada. Los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y
fieles laicos actúan en ella según su respectiva responsabilidad y carismas.
La formación de
los catequistas, analizada en el segundo capítulo, es elemento decisivo en la
acción catequizadora. Si es importante dotar a la catequesis de buenos
instrumentos de trabajo, más importante es aún preparar buenos catequistas.
En el tercer capítulo se estudian
los ‘lugares’ donde, de hecho, se realiza la catequesis.
En el cuarto capítulo se analizan
los aspectos más directamente organizativos de la catequesis: los organismos
responsables, la coordinación de la catequesis y algunas tareas propias del
servicio catequético.
Las indicaciones y sugerencias aquí
propuestas no pueden llevarse a cabo de modo inmediato y a la vez en todos los
lugares de la Iglesia. En las naciones o regiones donde la acción catequética
no ha podido alcanzar un suficiente nivel de desarrollo, estas orientaciones y
sugerencias señalan una serie de metas a alcanzar gradualmente.
El ministerio de la
catequesis en la Iglesia particular y sus agentes
La Iglesia particular (640)
217. El anuncio, la transmisión y la
vivencia del Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular (641) o
diócesis. (642) La Iglesia particular está constituida por la comunidad de los
discípulos de Jesucristo (643) que viven en un espacio sociocultural
determinado. En cada Iglesia particular “ se hace presente la Iglesia universal
con todos sus elementos esenciales ”. (644) Realmente, la Iglesia universal,
fecundada como primera célula el día de Pentecostés por el Espíritu Santo, “ da
a luz a las Iglesias particulares como hijas y se expresa en ellas ”. (645) La
Iglesia universal, como Cuerpo de Cristo, se manifiesta así como “ Cuerpo de
las Iglesias ”. (646)
218. El anuncio del Evangelio y la
Eucaristía son los dos pilares sobre los que se edifica y en torno a los cuales
se congrega la Iglesia particular. Al igual que la Iglesia universal, también “
ella existe para evangelizar ”. (647)
La catequesis es una acción
evangelizadora básica de toda Iglesia particular. Mediante ella, la diócesis
ofrece a todos sus miembros y a todos los que se acercan con el deseo de
entregarse a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer,
celebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su propio horizonte cultural.
De esta manera, la confesión de fe, meta de la catequesis, puede ser proclamada
por los discípulos de Cristo “ en su propia lengua ” (648) Como en Pentecostés,
hoy también la Iglesia de Cristo, “ presente y operante ” (649) en las Iglesias
particulares, “ habla todas las lenguas ” (650) ya que, cual árbol que crece,
echa sus raíces en todas las culturas.
El ministerio de la
catequesis en la Iglesia particular
219. En el conjunto de ministerios y
servicios, con los que la Iglesia particular realiza su misión evangelizadora,
ocupa un lugar destacado el ministerio de la catequesis. (651) En él
cabe señalar los rasgos siguientes:
a) En la Diócesis la catequesis es
un servicio único, (652) realizado de modo conjunto por presbíteros,
diáconos, religiosos y Laicos, en comunión con el obispo. Toda la comunidad
cristiana debe sentirse responsable de este servicio. Aunque los sacerdotes,
religiosos y laicos realizan en común la catequesis, lo hacen de manera
diferenciada, cada uno según su particular condición en la Iglesia (ministros
sagrados, personas consagradas, fieles cristianos) (653) A través de ellos, en
la diversidad de sus funciones, el ministerio catequético ofrece de modo pleno
la palabra y el testimonio completos de la realidad eclesial. Si faltase alguna
de estas formas de presencia la catequesis perdería parte de su riqueza y
significación.
b) Se trata, por otra parte, un
servicio eclesial, indispensable para el crecimiento de la Iglesia. No es una
acción que pueda realizarse en la comunidad a título privado o por iniciativa
puramente personal. Se actúa en nombre de la Iglesia, en virtud de la misión
confiada por ella.
c) El ministerio catequético tiene,
en el conjunto de los ministerios y servicios eclesiales, un carácter propio,
que deriva de la especificidad de la acción catequética dentro del proceso de
la evangelización. La tarea del catequista, como educador de la fe, difiere de
la de otros agentes de la pastoral (litúrgica, caritativa, social...) aunque,
obviamente, ha de actuar en coordinación con ellos.
d) Para que el ministerio
catequético en una Diócesis sea fructífero, necesita contar con otros agentes,
no necesariamente catequistas directos, que apoyen y respalden la actividad
catequética realizando tareas que son imprescindibles, como: la formación de
catequistas, la elaboración de materiales, la reflexión, la organización y
planificación. Estos agentes, junto con los catequistas, están al servicio de
un único ministerio catequético diocesano, aunque no todos realicen las mismas
funciones, ni por el mismo título.
La comunidad cristiana y la responsabilidad de catequizar
220. La catequesis es una
responsabilidad de toda la comunidad cristiana. La iniciación cristiana, en
efecto, “ no deben procurarla solamente los catequistas o los sacerdotes, sino
toda la comunidad de los fieles ”. (654) La misma educación permanente de la fe
es un asunto que atañe a toda la comunidad. La catequesis es, por tanto, una
acción educativa realizada a partir de la responsabilidad peculiar de cada
miembro de la comunidad, en un contexto o clima comunitario rico en relaciones,
para que los catecúmenos y catequizandos se incorporen activamente a la vida de
dicha comunidad.
De hecho, la comunidad cristiana
sigue el desarrollo de los procesos catequéticos, ya sea con niños, con jóvenes
o con adultos, como un hecho que le concierne y compromete directamente. (655)
Más aún, la comunidad cristiana al final del proceso catequético acoge a
los catequizados en un ambiente fraterno “ donde puedan vivir, con la mayor
plenitud posible, lo que han aprendido ”(656)
221. Pero la comunidad cristiana no sólo
da mucho al grupo de los catequizandos, sino que también recibe mucho de él.
Los nuevos convertidos, sobre todo los jóvenes y adultos, al convertirse a
Jesucristo, aportan a la comunidad que los acoge una nueva riqueza humana y
religiosa. Así, la comunidad crece y se desarrolla, ya que la catequesis no
sólo conduce a la madurez de la fe a los catequizandos, sino a la madurez de la
misma comunidad como tal.
Aunque toda la comunidad cristiana
es responsable de la catequesis, y aunque todos sus miembros han de dar
testimonio de la fe, no todos reciben la misión de ser catequistas. Junto a la
misión originaria que tienen los padres respecto a sus hijos, la Iglesia confía
oficialmente a determinados miembros del Pueblo de Dios, especialmente
llamados, la delicada tarea de transmitir orgánicamente la fe en el seno de la
comunidad. (657)
El Obispo, primer responsable de la catequesis en la
Iglesia particular
222. El Concilio Vaticano II pone de
relieve la importancia eminente que, en el ministerio episcopal, tiene el
anuncio y la transmisión del Evangelio: “ Entre las principales tareas de los
obispos destaca la predicación del Evangelio ”. (658) En la realización de esta
tarea los obispos son, ante todo, “ pregoneros de la fe ” (659) tratando de
ganar nuevos discípulos para Cristo y son, al mismo tiempo, “ maestros
auténticos ” (660) transmitiendo al pueblo que se les ha encomendado la fe que
ha de profesar y vivir. En el ministerio profético de los obispos, el anuncio
misionero y la catequesis son dos aspectos íntimamente unidos. Para desempeñar
esta función los obispos reciben “ el carisma cierto de la verdad ”. (661)
Los obispos son “ los primeros
responsables de la catequesis, los catequistas por excelencia ”. (662) En la
historia de la Iglesia es patente el papel preponderante de grandes y santos
obispos que marcan, con sus iniciativas y sus escritos, el período más
floreciente de la institución catecumenal. Concebían a la catequesis como una
de las tareas básicas de su ministerio. (663)
223. Esta preocupación por la
actividad catequética llevará al obispo a asumir “ la alta dirección de la
catequesis ” (664) en la Iglesia particular, lo que implica entre otras cosas:
— Asegurar en su Iglesia la
prioridad efectiva de una catequesis activa y eficaz, “ promoviendo la
participación de las personas, de los medios e instrumentos, así como de los
recursos económicos necesarios ”. (665)
— Ejercer la solicitud por la
catequesis con una intervención directa en la transmisión del Evangelio a los
fieles, velando al mismo tiempo por la autenticidad de la confesión de fe y por
la calidad de los textos e instrumentos que deban utilizarse. (666)
— “ Suscitar y mantener una
verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una
organización adecuada y eficaz ” (667) actuando con el convencimiento profundo
de la importancia de la catequesis para la vida cristiana de una Diócesis.
— Cuidar de que “ los catequistas se
preparen de la forma debida para su función, de suerte que conozcan con
claridad la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes
psicológicas y las disciplinas pedagógicas ” (668)
— Establecer en la diócesis un
proyecto global de catequesis, articulado y coherente, que responda a las
verdaderas necesidades de los fieles y que esté convenientemente ubicado en los
planes pastorales diocesanos. Tal proyecto ha de estar coordinado, igualmente,
en su desarrollo, con los planes de la Conferencia episcopal.
Los presbíteros,
pastores y educadores de la comunidad cristiana
224. La función propia del
presbítero en la tarea catequizadora brota del sacramento del Orden que ha
recibido. “ Por el sacramento del Orden, los presbíteros se configuran con
Cristo sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo
su Cuerpo que es la Iglesia, como cooperadores del orden episcopal ”. (669) Por
esta ontológica configuración con Cristo, el ministerio de los presbíteros es
un servicio configurador de la comunidad, que coordina y potencia los demás
servicios y carismas.
En relación con la catequesis, el
sacramento del Orden constituye a los presbíteros en “ educadores en la fe ”.
(670) Tratan, por ello, de que los fieles de la comunidad se formen
adecuadamente y alcancen la madurez cristiana. (671) Sabiendo, por
otra parte, que su “ sacerdocio ministerial ” (672) está al servicio del “
sacerdocio común de los fieles ”. (673) los presbíteros fomentan la vocación y
la tarea de los catequistas, ayudándoles a realizar una función que brota del
Bautismo y se ejerce en virtud de una misión que la Iglesia les confía. Los
presbíteros llevan a cabo, de esta manera, la recomendación del Concilio
Vaticano II, cuando les pide que “ reconozcan y promuevan la dignidad de los
laicos y la parte que les corresponde en la misión de la Iglesia. (674)
225. Más en concreto, destacan como
tareas propias del presbítero en la catequesis, y particularmente del párroco,
las siguientes: (675)
— suscitar en la comunidad cristiana
el sentido de la común responsabilidad hacia la catequesis, como tarea que a todos
atañe, así como el reconocimiento y aprecio hacia los catequistas y su misión;
— cuidar la orientación de fondo de
la catequesis y su adecuada programación, contando con la participación activa
de los
propios catequistas, y tratando de
que esté “ bien estructurada y bien orientada ”. (676)
— fomentar y discernir vocaciones
para el servicio catequético y, como catequista de catequistas, cuidar la
formación de éstos, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos;
— integrar la acción catequética en
el proyecto evangelizador de la comunidad y cuidar, en particular, el vínculo
entre catequesis, sacramentos y liturgia;
— garantizar la vinculación de la
catequesis de su comunidad con los planes pastorales diocesanos, ayudando a los
catequistas a ser cooperadores activos de un proyecto diocesano común.
La experiencia atestigua que la
calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la
presencia y acción del sacerdote.
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de
sus hijos (677)
226. El testimonio de vida
cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños
envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y
viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan,
hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en
ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso
infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter “ insustituible
”(678)
Esta primera iniciación se consolida
cuando, con ocasión de ciertos acontecimientos familiares o en fiestas
señaladas, “ se procura explicar en familia el contenido cristiano o religioso
de esos acontecimientos ”. (679) Esta iniciación se ahonda aún más si los padres
comentan y ayudan a interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos,
ya más crecidos, reciben en la comunidad
cristiana. En efecto, “ la
catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis
”. (680)
227. Los padres reciben en el
sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación
cristiana de sus hijos, (681) a los que testifican y transmiten a la
vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana
y religiosa, es un “ verdadero ministerio ” (682) por medio del cual se
transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de familia
se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los
hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, “ en un diálogo catequético de
este tipo, cada uno recibe y da ”. (683)
Por ello es preciso que la comunidad
cristiana preste una atención especialísima a los padres. Mediante contactos
personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos
dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente
delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los
lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre
educación en la fe. (684) En estos casos, la “ iglesia doméstica ”
(685) es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden
recibir una auténtica catequesis.
Los religiosos en
la catequesis
228. La Iglesia convoca particularmente
a las personas de vida consagrada a la actividad catequética y desea “ que las
comunidades religiosas dediquen el máximo de sus capacidades y de sus
posibilidades a la obra específica de la catequesis ” (686)
La aportación peculiar de los religiosos,
de las religiosas y de los miembros de sociedades de vida apostólica a la
catequesis brota de su condición específica. La profesión de los consejos
evangélicos, que caracteriza a la vida religiosa, constituye un don para toda
la comunidad cristiana. En la acción catequética diocesana, su aportación
original y específica nunca podrá ser suplida por la de los sacerdotes y
laicos. Esta contribución original brota del testimonio público de su
consagración, que les convierte en signo viviente de la realidad del Reino: “
La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la
Iglesia es lo que caracteriza la vida consagrada a Dios ” (687) Aunque los
valores evangélicos deben ser vividos por todo cristiano, las personas de vida
consagrada “ encarnan la Iglesia deseosa de entregarse a la radicalidad de las
bienaventuranzas (688) El testimonio de los religiosos, unido al testimonio de
los laicos, muestra el rostro total de la Iglesia que es, toda ella, signo el
Reino de Dios. (689)
229. “ Muchas familias religiosas,
masculinas y femeninas, nacieron para la educación cristiana de los niños y de
los jóvenes, particularmente los más abandonados ”. (690) Ese mismo carisma de
los fundadores hace que muchos religiosos y religiosas colaboren hoy en la
catequesis diocesana de adultos. En el curso de la historia siempre “ se han
encontrado muy comprometidos en la acción catequética de la Iglesia ”. (691)
Los carismas fundacionales (692)
no quedan al margen cuando ¡os religiosos participan en la tarea
catequética. Manteniendo intacto el carácter propio de la catequesis, los
carismas de las diversas comunidades religiosas enriquecen una tarea común con
unos acentos propios, muchas veces de gran hondura religiosa, social y
pedagógica. La historia de la catequesis demuestra la vitalidad que estos
carismas han proporcionado a la acción educativa de la Iglesia.
230. La acción catequética de los
fieles laicos tiene, también, un carácter peculiar debido a su particular
condición en la Iglesia: “ el carácter secular es propio de los laicos ”. (693)
Los laicos ejercen la catequesis desde su inserción en el mundo, compartiendo
todo tipo de tareas con los demás hombres y mujeres, aportando a la transmisión
del Evangelio una sensibilidad y unas connotaciones específicas: “ esta
evangelización.., adquiere una nota específica por el hecho de que se realiza
dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo ”. (694)
En efecto, al vivir la misma forma
de vida que aquellos a quienes catequizan, los catequistas laicos tienen una
especial sensibilidad para encarnar el Evangelio en la vida concreta de los
seres humanos. Los propios catecúmenos y catequizandos pueden encontrar en
ellos un modelo cristiano cercano en el que proyectar su futuro como creyentes.
231. La vocación del laico para la
catequesis brota del sacramento del Bautismo, es robustecida por el sacramento
de la Confirmación, gracias a los cuales participa de la “misión sacerdotal,
profética y real de Cristo ” (695) Además de la vocación común al apostolado,
algunos laicos se sienten llamados interiormente por Dios para asumir la tarea
de ser catequistas. La Iglesia suscita y discierne esta llamada divina y les
confiere la misión de catequizar. El Señor Jesús invita así, de una forma
especial, a hombres y mujeres, a seguirle precisamente en cuanto maestro y
formador de discípulos. Esta llamada personal de Jesucristo, y la relación con
El, son el verdadero motor de la acción del catequista. “ De este conocimiento
amoroso de Cristo es de donde brota el deseo de anunciarlo, de evangelizar, y
de llevar a otros al “sí” de la fe en Jesucristo ” (696)
Sentirse llamado a ser catequista y
recibir de la Iglesia la misión para ello, puede adquirir, de hecho, grados
diversos de dedicación, según las características de cada uno. A veces, el
catequista sólo puede ejercer este servicio de la catequesis durante un período
limitado de su vida, o incluso de modo meramente ocasional, aunque siempre como
un servicio y una colaboración preciosa. No obstante, la importancia del
ministerio de la catequesis aconseja que en la diócesis exista, ordinariamente,
un cierto número de religiosos y laicos, estable y generosamente dedicados a la
catequesis, reconocidos públicamente por la Iglesia, y que —en comunión con los
sacerdotes y el Obispo— contribuyan a dar a este servicio diocesano la
configuración eclesial que le es propia. (697)
Diversos tipos de
catequista, hoy especialmente necesarios
232. El tipo o figura del catequista
en la Iglesia presenta modalidades diversas, ya que las necesidades de la
catequesis son variadas.
— “ Los catequistas de tierras de
misión ”. (698) a quienes se aplica por excelencia el título de catequista: “
sin ellos no se habrían edificado Iglesias hoy día florecientes ”. (699) Los
hay que tienen “ la función específica de la catequesis ” (700) y los hay
también que
“ cooperan en las distintas formas
de apostolado ”. (701)
— En algunas Iglesias de antigua
cristiandad, con gran escasez de clero, se deja sentir la necesidad de una figura
en cierto modo análoga a la del catequista de tierras de misión. Se trata, en
efecto, de hacer frente a necesidades imperiosas: la animación comunitaria de
pequeñas poblaciones rurales, carentes de la presencia asidua del sacerdote; la
conveniencia de una presencia y penetración misioneras “ en las barriadas de
las grandes metrópolis ”. (702)
— En aquellas situaciones de países
de tradición cristiana que reclaman una “ nueva evangelización ”. (703) la figura
del catequista de jóvenes y la del catequista de adultos se hacen
imprescindibles para animar procesos de catequesis de iniciación. Estos
catequistas deben atender también a la catequesis permanente. En estos
menesteres el papel del sacerdote será, igualmente, fundamental.
— Sigue
siendo básica la figura del catequista de niños y adolescentes, con la delicada
misión de inculcar “ las primeras nociones de catequesis y preparar para los
sacramentos de la Reconciliación, primera Comunión y Confirmación ”. (704) Esta
tarea se hace hoy aún más imperiosa cuando esos niños y adolescentes “ no
reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente ”. (705)
— Un tipo de catequista que conviene
promover es el del catequista para encuentros presacramentales. (706) destinado
al mundo de los adultos, con ocasión del Bautismo o de la primera Comunión de
los hijos, o con motivo del sacramento del Matrimonio. Es una tarea con una
originalidad propia en la que con frecuencia pueden confluir la acogida, el
primer anuncio y la posibilidad de un primer acompañamiento en la búsqueda de
la fe.
— Sectores humanos de especial
sensibilidad necesitan urgentemente de otros tipos de catequista. Dichos
sectores son: las denominadas personas de la tercera edad, (707) que necesitan
una presentación del Evangelio adaptada a sus condiciones; las personas
desadaptadas y discapacitadas, que necesitan una pedagogía catequética
especial, junto a su plena integración en la comunidad; (708) los emigrantes y
las personas marginadas por la evolución moderna. (709)
Otras figuras de catequista pueden
ser igualmente aconsejables. Cada Iglesia particular, al analizar su situación
cultural y religiosa, descubrirá sus propias necesidades y perfilará, con
realismo, los tipos de catequista que necesita. Es una tarea fundamental a la
hora de orientar y organizar la formación de los catequistas.
La formación para
el servicio de la catequesis
La pastoral de
catequistas en la Iglesia particular
233. Para el buen funcionamiento del
ministerio catequético en la Iglesia particular es preciso contar, ante todo,
con una adecuada pastoral de los catequistas. En ella varios aspectos deben ser
tenidos en cuenta. Se ha de tratar, en efecto, de:
— Suscitar en las parroquias y
comunidades cristianas vocaciones para la catequesis. En los tiempos actuales,
en los que las necesidades de catequización son cada vez más diferenciadas, hay
que promover diferentes tipos de catequistas. “ Se requerirán, por tanto,
catequistas especializados ” . (710) Conviene determinar los criterios de
elección.
— Promover un cierto número de “
catequistas a tiempo pleno ”, que puedan dedicarse a la catequesis de manera
más intensa y estable, (711) junto a la promoción de “ catequistas
de tiempo parcial ”, que ordinariamente serán los más numerosos.
— Establecer una distribución más
equilibrada de los catequistas entre los sectores de destinatarios que
necesitan catequesis. La toma de conciencia de la necesidad de una catequesis
de jóvenes y adultos, por ejemplo, obligará a establecer un mayor equilibrio
respecto al número de catequistas que se dedican a Ja infancia y adolescencia.
— Promover animadores responsables
de la acción catequética, que asuman responsabilidades en el nivel diocesano,
zonal o parroquial. (712)
— Organizar adecuadamente la
formación de los catequistas, tanto en lo que concierne a la formación básica
inicial como a la formación permanente.
— Cuidar la atención personal y
espiritual de los catequistas y del grupo de catequistas como tal. Esta acción
compete, principal y fundamentalmente, a los sacerdotes de las respectivas
comunidades cristianas.
— Coordinar a los catequistas con
los demás agentes de pastoral en las comunidades cristianas, a fin de que la
acción evangelizadora global sea coherente y el grupo de catequistas no quede
aislado de la vida de la comunidad.
Importancia de la formación de los catequistas
234. Todos estos quehaceres nacen de
la convicción de que cualquier actividad pastoral que no cuente para su
realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro
su calidad. Los instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces
si no son utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada
formación de los catequistas no puede ser descuidada en favor de la renovación
de los textos y de una mejor organización de la catequesis. (713)
En consecuencia, la pastoral
catequética diocesana debe dar absoluta prioridad a la formación de los
catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento realmente decisivo, se deberá
cuidar al máximo la formación catequética de los presbíteros, tanto en los
planes de estudio de los seminarios como en la formación permanente. Se
recomienda encarecidamente a los Obispos que esta formación sea exquisitamente
cuidada.
Finalidad y
naturaleza de la formación de los catequistas
235. La formación trata de capacitar
a los catequistas para transmitir el Evangelio a los que desean seguir a
Jesucristo. La finalidad de la formación busca, por tanto, que el catequista
sea lo más apto posible para realizar un acto de comunicación: “ La cima y el
centro de la formación de catequistas es la aptitud y habilidad de comunicar el
mensaje evangélico ”. (714)
La finalidad cristocéntrica de la
catequesis, que busca propiciar la comunión con Jesucristo en el convertido,
impregna toda la formación de los catequistas. (715) Lo que ésta
persigue, en efecto, no es otra cosa que lograr que el catequista pueda animar
eficazmente un itinerario catequétíco en el que, mediante las necesarias
etapas: anuncie a Jesucristo; dé a conocer su vida, enmarcándola en el conjunto
de la Historia de la salvación; explique su misterio de Hijo de Dios, hecho
hombre por nosotros; y ayude, finalmente, al catecúmeno o al catequizando a
identificarse con Jesucristo en los sacramentos de iniciación. (716) En
la catequesis permanente, el catequista no hace sino ahondar en estos aspectos
básicos.
Esta perspectiva cristológica incide
directamente en la identidad del catequista y en su preparación. “ La unidad y
armonía del catequista se deben leer desde esta perspectiva cristocéntrica, y
han de construirse en base a una familiaridad profunda con Cristo y con el
Padre en el Espíritu ”. (717)
236. El hecho de que la formación
busque capacitar al catequista para transmitir el Evangelio en nombre de la
Iglesia confiere a toda la formación una naturaleza eclesial. La formación de
los catequistas no es otra cosa que un ayudar a éstos a sumergirse en la
conciencia viva que la Iglesia tiene hoy del Evangelio, capacitándoles así para
transmitirlo en su nombre.
Más en concreto, el catequista —en
su formación— entra en comunión con esa aspiración de la Iglesia que, como
esposa, “ conserva pura e íntegramente la fe prometida al Esposo ” (718) y,
como “ madre y maestra ”, quiere transmitir el Evangelio en toda su
autenticidad, adaptándolo a todas las culturas, edades y situaciones. Esta
eclesialidad de la transmisión del Evangelio impregna toda la formación de los
catequistas, confiriéndole su verdadera naturaleza.
Criterios
inspiradores de la formación de los catequistas
237. Para concebir de manera
adecuada la formación de los catequistas hay que tener en cuenta, previamente,
una serie de criterios inspiradores que configuran con diferentes acentos dicha
formación:
— Se trata, ante todo, de formar
catequistas para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico con
sus valores, sus desafíos y sus sombras. Para responder a él se necesitan
catequistas dotados de una fe profunda, (719) de una clara identidad cristiana
y eclesial (720) y de una honda sensibilidad social. (721) Todo plan formativo
ha de tener en cuenta estos aspectos.
— La formación tendrá presente,
también, el concepto de catequesis que hoy propugna la Iglesia. Se trata de
formar a los catequistas para que puedan impartir no sólo una enseñanza sino
una formación cristiana integral, desarrollando tareas de “ iniciación, de
educación y de enseñanza ”. (722) Se necesitan catequistas que sean, a un
tiempo, maestros, educadores y testigos.
— El momento catequético que vive la
Iglesia invita, también, a preparar catequistas integradores, que sepan superar
“ tendencias unilaterales divergentes ” (723) y ofrecer una catequesis plena y
completa. Han de saber conjugar la dimensión veritativa y significativa de la
fe, la ortodoxia y la ortopraxis, el sentido social y eclesial. La formación ha
de ayudar a que los polos de estas tensiones se fecunden mutuamente.
— La formación de los catequistas
laicos no puede ignorar el carácter propio del laico en la Iglesia y no debe
ser concebida como mera síntesis de la formación propia de los sacerdotes o de
los religiosos. Al contrario, se tendrá muy en cuenta que “ su formación recibe
una característica especial por su misma índole secular, propia del laicado, y
por el carácter propio de su espiritualidad ”.
— Finalmente, la pedagogía utilizada
en esta formación tiene una importancia fundamental. Como criterio general hay
que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la
formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al
catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo
y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación.
Las dimensiones de
la formación: el ser, el saber, el saber hacer
238. La formación de los catequistas
comprende varias dimensiones. La más profunda hace referencia al ser del
catequista, a su dimensión humana y cristiana. La formación, en efecto, le ha
de ayudar a madurar, ante todo, como persona, como creyente y como apóstol.
Después está lo que el catequista debe saber para desempeñar bien su tarea.
Esta dimensión, penetrada de la doble fidelidad al mensaje y a la persona
humana, requiere que el catequista conozca bien el mensaje que transmite y, al
mismo tiempo, al destinatario que lo recibe y al contexto social en que vive.
Finalmente, está la dimensión del saber hacer, ya que la catequesis es un acto
de comunicación. La formación tiende a hacer del catequista un educador del
hombre y de la vida del hombre. (724)
Madurez humana,
cristiana y apostólica de los catequistas
239. Apoyado en una madurez humana
inicial, (725) el ejercicio de la catequesis, constantemente
discernido y evaluado, permitirá al catequista crecer en equilibrio afectivo,
en sentido crítico, en unidad interior, en capacidad de relación y de diálogo,
en espíritu constructivo y en trabajo de equipo. (726) Se procurará,
sobre todo, hacerle crecer en el respeto y amor hacia los catecúmenos y
catequizandos: “ ¿De qué amor se trata? Mucho más que el de un pedagogo; es el
amor de un padre: más aún, el de una madre.
Tal es el amor que el Señor espera
de cada anunciador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia ” (727)
La formación cuidará, al mismo
tiempo, que el ejercicio de la catequesis alimente y nutra la fe del
catequista, haciéndole crecer como creyente. Por eso, la verdadera formación
alimenta, ante todo, la espiritualidad del propio catequista, (728) de
modo que su acción brote, en verdad, del testimonio de su vida. Cada tema
catequético que se imparte debe nutrir, en primer lugar, la fe del propio
catequista. En verdad, uno catequiza a los demás catequizándose antes a sí
mismo.
La formación, también, alimentará
constantemente la conciencia apostólica del catequista, su sentido
evangelizador. Para ello ha de conocer y vivir el proyecto de evangelización
concreto de su Iglesia diocesana y el de su parroquia, a fin de sintonizar con
la conciencia que la Iglesia particular tiene de su propia misión. La mejor
forma de alimentar esta conciencia apostólica es identificarse con la figura de
Jesucristo, maestro y formador de discípulos, tratando de hacer suyo el celo
por el Reino que Jesús manifestó. A partir del ejercicio de la catequesis, la
vocación apostólica del catequista, alimentada con una formación permanente,
irá constantemente madurando.
La formación
bíblico-teológica del catequista
240. Además de testigo, el
catequista debe ser maestro que enseña la fe. Una formación bíblico-teológica adecuada
le proporcionará un conocimiento orgánico del mensaje cristiano, articulado en
torno al misterio central de la fe que es Jesucristo.
El contenido de esta formación
doctrinal viene pedido por los elementos inherentes a todo proceso orgánico de
catequesis:
— las
tres grandes etapas de la Historia de la salvación: Antiguo Testamento, vida de
Jesucristo e historia de la Iglesia;
— los
grandes núcleos del mensaje cristiano: Símbolo, liturgia, moral y oración.
En el nivel propio de una enseñanza
teológica, el contenido doctrinal de la formación de un catequista es el mismo
que el que la catequesis debe transmitir. Por otra parte, la Sagrada Escritura
deberá ser “ como el alma de toda esta formación ”. (729) El Catecismo de la
Iglesia Católica, será referencia doctrinal fundamental de toda la formación,
juntamente con el Catecismo de la propia Iglesia particular o local.
241. Esta formación
bíblico-teológica debe reunir algunas cualidades:
a) En primer lugar, es preciso que
sea una formación de carácter sintético, que corresponda al anuncio que se ha
de transmitir, y donde los diferentes elementos de la fe cristiana aparezcan,
trabados y unidos, en una visión orgánica que respete la “ jerarquía de
verdades ”.
b) Esta síntesis de fe ha de ser tal
que ayude al catequista a madurar en su propia fe, al tiempo que le capacite
para dar razón de la esperanza en un tiempo de misión: “ Se revela hoy cada vez
más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural
dinamismo de la profundización de su fe, sino también por la exigencia de dar
razón de la esperanza que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y
complejos problemas ”. (730)
c) Debe ser una formación teológica
muy cercana a la experiencia humana, capaz de relacionar los diferentes
aspectos del mensaje cristiano con la vida concreta de los hombres y mujeres, “
ya sea para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio ”. (731) De
alguna forma, y manteniéndose como enseñanza teológica, debe adoptar un talante
catequético.
d) Finalmente ha de ser tal que el
catequista “ pueda no sólo transmitir con exactitud el mensaje evangélico, sino
también capacitar a los mismos catequizandos para recibir ese mensaje de manera
activa y poder discernir lo que, en su vida espiritual, es conforme a la fe ”.
(732)
Las ciencias humanas en la formación de los
catequistas
242. El catequista adquiere el
conocimiento del hombre y de la realidad en la que vive por medio de las
ciencias humanas, que han alcanzado en nuestros días un incremento
extraordinario. “ Hay que conocer y emplear suficientemente en el trabajo
pastoral no sólo los principios teológicos sino también los descubrimientos de
las ciencias profanas, sobre todo en psicología y sociología, llevando así a
los fieles a una más pura y madura vida de fe ”. (733)
Es necesario que el catequista entre
en contacto al menos con algunos elementos fundamentales de la psicología: los
dinamismos psicológicos que mueven al hombre, la estructura de la personalidad,
las necesidades y aspiraciones más hondas del corazón humano, la psicología
evolutiva y las etapas del ciclo vital humano, la psicología religiosa y las
experiencias que abren al hombre al misterio de lo sagrado...
Las ciencias sociales proporcionan
el conocimiento del contexto sociocultural en que vive el hombre y que afecta
decisivamente a su vida. Por eso es necesario que en la formación de los
catequistas se haga “ un análisis de las condiciones sociológicas, culturales y
económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran
influencia en el proceso de la evangelización ”
(734)
Junto a estas ciencias recomendadas
explícitamente por el Concilio Vaticano II, otras ciencias han de estar
presentes, de un modo u otro, en la formación de los catequistas, especialmente
las ciencias de la educación y ciencias de la comunicación.
Criterios que
pueden inspirar el empleo de las ciencias humanas en la formación de los
catequistas
243. Estos son:
a) El respeto a la autonomía de las
ciencias: “ La Iglesia afirma la autonomía legítima de la cultura humana y
especialmente la de las ciencias ”. (735)
b) El discernimiento evangélico de
las diferentes tendencias o escuelas psicológicas, sociológicas y pedagógicas:
sus valores y sus límites.
c) El estudio de las ciencias
humanas —en la formación de los catequistas— no es un fin en sí mismo. La toma
de conciencia de la situación existencial, psicológica, cultural y social del
hombre, se hace con vistas a la fe en que se le quiere educar. (736)
d) La teología y las ciencias
humanas, en la formación de catequistas, deben fecundarse mutuamente. En
consecuencia hay que evitar que estas ciencias se conviertan en la única norma
para la pedagogía de la fe, prescindiendo de los criterios teológicos que
dimanan de la misma pedagogía divina. Son disciplinas fundamentales y
necesarias, pero siempre al servicio de una acción evangelizadora que no es
sólo humana. (737)
244. Junto a las dimensiones que
conciernen al ser y al saber, la formación de los catequistas, ha de cultivar
también la del saber hacer. El catequista es un educador que facilita la
maduración de la fe que el catecúmeno o el catequizando realiza con la ayuda
del Espíritu Santo. (738)
Lo primero que hay que tener en
cuenta en este decisivo aspecto de la formación es respetar la pedagogía
original de la fe. En efecto, el catequista se prepara para facilitar el
crecimiento de una experiencia de fe de la que él no es dueño. Ha sido
depositada por Dios en el corazón del hombre y de la mujer. La tarea del
catequista es solo cultivar ese don, ofrecerlo, alimentarlo y ayudarlo a
crecer. (739)
La formación tratará de que madure
en el catequista la capacidad educativa, que implica: la facultad de atención a
las personas, la habilidad para interpretar y responder a la demanda educativa,
la iniciativa de activar procesos de aprendizaje y el arte de conducir a un
grupo humano hacia la madurez. Como en todo arte, lo más importante es que el
catequista adquiera su estilo propio de dar catequesis, acomodando a su propia
personalidad los principios generales de la pedagogía catequética. (740)
245. Más en concreto: el catequista,
particularmente el dedicado
de modo más pleno a la catequesis, habrá
de capacitarse para saber programar en el grupo de catequistas- la acción
educativa, ponderando las circunstancias, elaborando un plan realista y,
después de realizarlo, evaluándolo críticamente. (741) También ha de
ser capaz de animar un grupo, sabiendo utilizar con discernimiento las técnicas
de animación grupal que ofrece la psicología.
Esta capacidad educativa y este
saber hacer, con los conocimientos, actitudes y técnicas que lleva consigo, “
pueden adquirirse mejor, si se imparten al mismo tiempo que se realizan, por
ejemplo durante las reuniones tenidas para preparar y revisar las sesiones de
catequesis ” (742)
El fin y la meta ideal es procurar
que los catequistas se conviertan en protagonistas de su propio aprendizaje,
situando la formación bajo el signo de la creatividad y no de una mera
asimilación de pautas externas. Por eso debe ser una formación muy cercana a la
práctica: hay que partir de ella para volver a ella. (743)
La formación de los
catequistas dentro de las comunidades cristianas
246. Entre los cauces de formación
de los catequistas destaca, ante todo, la propia comunidad cristiana. Es en
ella donde el catequista experimenta su vocación y donde alimenta
constantemente su sentido apostólico. En la tarea de asegurar su maduración progresiva
como creyente y testigo, la figura del sacerdote es fundamental. (744)
247. Una comunidad cristiana puede
realizar varios tipos de acciones formativas en favor de sus catequistas:
a) Una de ellas consiste en
alimentar constantemente la vocación eclesial de los catequistas, fomentando en
ellos la conciencia de ser enviados por la Iglesia.
b) También es muy importante
procurar la maduración de la fe de los propios catequistas, a través del cauce
normal con el que la comunidad educa en la fe a sus agentes de pastoral y a los
laicos más comprometidos. (745)
Cuando la fe de los catequistas no
es todavía madura, es aconsejable que participen en un proceso de tipo
catecumenal para jóvenes y adultos. Puede ser el proceso ordinario de la propia
comunidad o uno creado expresamente para ellos.
c) La preparación inmediata de la
catequesis, realizada con el grupo de catequistas, es un medio formativo
excelente, sobre todo si va seguida de una evaluación de todo lo experimentado
en las sesiones de catequesis.
d) También pueden realizarse, dentro
del marco de la comunidad, otras actividades formativas: cursos de
sensibilización a la catequesis, por ejemplo a comienzo del año pastoral;
retiros y connivencias en los tiempos fuertes del año litúrgico (746) cursos
monográficos sobre temas que parezcan necesarios o urgentes; una formación
doctrinal más sistemática, por ejemplo estudiando el Catecismo de la Iglesia
Católica... Son actividades de formación permanente que, junto al trabajo
personal del catequista, aparecen como muy convenientes. (747)
Escuelas de
catequistas y Centros superiores para peritos en catequesis
248. La asistencia a una Escuela de
catequistas (748) es un momento particularmente importante, dentro del proceso
formativo de un catequista. En muchos lugares tales escuelas funcionan a un
doble nivel: para “ catequistas de base ” (749) y para “ responsables de
catequesis ”.
“ Se recomiendan, asimismo, las
iniciativas parroquiales... que tienen por objeto la formación interior de los
catequistas, como las escuelas de oración, las convivencias fraternas y de
coparticipación espiritual y los retiros espirituales. Estas iniciativas no
aíslan a los catequistas, sino que les ayudan a crecer en la espiritualidad
propia y en la comunión entre ellos ”
249. Estas escuelas tienen la
finalidad de proporcionar una formación catequética, orgánica y sistemática, de
carácter básico y fundamental. Durante un tiempo suficientemente prolongado, se
cultivan las dimensiones más específicamente catequéticas de la formación: el
mensaje cristiano, el conocimiento del hombre y del contexto sociocultural y la
pedagogía de la fe.
Las ventajas de esta formación
orgánica son grandes y conciernen a:
— su sistematicidad, al tratarse de
una formación menos absorbida por lo inmediato de la acción;
— su calidad, al contar con
formadores especializados;
— su integración con catequistas de
diferentes comunidades, que fomentan la comunión eclesial.
250. A fin de favorecer la
preparación de los responsables de la catequesis en parroquias o zonas, así
como para aquellos catequistas que se van a dedicar más estable y plenamente a
la catequesis, (750) es conveniente a nivel diocesano o interdiocesano promover
escuelas para responsables.
El nivel de estas escuelas será,
obviamente, más exigente. Es frecuente que en ellas, junto a un tronco
formativo común, se cultivarán aquellas especializaciones catequéticas que la
diócesis juzgue particularmente necesarias en su circunstancia.
Puede ser también oportuno, por economía
de medios y posibilidades, que la orientación de estas escuelas esté dirigida,
más ampliamente, a los responsables de las diversas acciones pastorales,
convirtiéndose en Centros de formación de agentes de pastoral.
Sobre una base formativa común (doctrinal
y antropológica), las especializaciones vendrán pedidas por las diferentes
acciones pastorales o apostólicas que se van a encomendar a tales agentes.
Centros superiores
para peritos en catequesis
251. Una formación catequética de
nivel superior, a la que puedan acceder también sacerdotes, religiosos y
laicos, es de una importancia vital para la catequesis. Por ello, se renueva el
deseo de “ fomentar o crear Institutos superiores de pastoral catequética con
objeto de preparar catequistas idóneos para dirigir la catequesis a nivel
diocesano o dentro de las actividades a las que se dedican las congregaciones
religiosas. Estos institutos superiores podrán ser nacionales o incluso
internacionales. Deben asemejarse a los estudios universitarios en lo tocante
al plan de estudios, duración de los cursos y condiciones de admisión ”. (751)
Aparte de formar a los que van a
asumir responsabilidades directivas en la catequesis, estos Institutos
prepararán también a los profesores de catequética para seminarios, casas de
formación o escuelas de catequistas. Tales institutos se dedicarán, igualmente,
a promover la correspondiente investigación catequética.
252. Este nivel de formación es muy apto
para una fecunda colaboración entre las Iglesias: “ Aquí es donde podrá
manifestar su mayor eficacia la ayuda material ofrecida por las Iglesias más
acomodadas a sus hermanas más pobres. En efecto, ¿puede una Iglesia hacer algo
mejor en favor de otra que ayudarla a crecer por sí misma como Iglesia? (752)
Obviamente, esta colaboración debe inspirarse en un delicado respeto por las
peculiaridades de las Iglesias más pobres y por su propia responsabilidad.
Es muy conveniente, en el campo
diocesano o interdiocesano, tomar conciencia de la necesidad de formar personas
en este nivel superior, como se procura hacer para otras actividades
eclesiales o para la enseñanza de otras disciplinas.
La comunidad
cristiana como hogar de catequesis (753)
253. La comunidad cristiana es la
realización histórica del don de la “ comunión ” (koizonth),, (754)
que es un fruto del Espíritu Santo.
La “ comunión ” expresa el núcleo
profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, que
constituyen la comunidad cristiana referencial. Esta se hace cercana y se
visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas inmediatas, en las
que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la viven: la familia, la
parroquia, la escuela católica, las asociaciones y movimientos cristianos, las
comunidades eclesiales de base... Ellas son los “ lugares ” de la catequesis,
es decir, los espacios comunitarios donde la catequesis de inspiración
catecumenal y la catequesis permanente se realizan. (755)
254. La comunidad cristiana es el
origen, lugar y meta de la catequesis. De la comunidad cristiana nace siempre
el anuncio del Evangelio, invitando a los hombres y mujeres a convertirse y a
seguir a Jesucristo. Y es esa misma comunidad la que acoge a los que desean
conocer al Señor y adentrarse en una vida nueva. Ella acompaña a los
catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequético y, con solicitud
maternal, les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a
su seno. (756)
La catequesis siempre es la misma.
Pero estos “ lugares ” (757) de catequización la colorean, cada uno con
caracteres originales. Es importante saber cuál es la función de cada uno de
ellos en orden a la catequesis.
La familia como ámbito
o medio de crecimiento en la fe
255. Los padres de familia son los
primeros educadores en la fe. Junto a los padres, sobre todo en determinadas
culturas, todos los componentes de la familia tienen una intervención activa en
orden a la educación de los miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo
más concreto, en qué sentido la comunidad cristiana familiar es “ lugar ” de
catequesis.
La familia ha sido definida como una
“ Iglesia doméstica ”. (758) lo que significa que en cada familia cristiana
deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la vida de la Iglesia
entera: misión, catequesis, testimonio, oración... La familia, en efecto, al
igual que la Iglesia, “ es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde
donde éste se irradia ”. (759)
La familia como “ lugar ” de
catequesis tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el
contexto de profundos valores humanos. (760) Sobre esta base humana
es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de
Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y
la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo
del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana
más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más
permanente y cotidiana que estructurada en períodos. En esta catequesis
familiar resulta siempre muy importante la aportación de los abuelos. Su
sabiduría y su sentido religioso son, muchas veces, decisivos para favorecer un
clima verdaderamente cristiano.
El catecumenado
bautismal de adultos (761)
256. El catecumenado bautismal es un
lugar típico de catequización, institucionalizado por la Iglesia para preparar
a los adultos que desean ser cristianos a recibir los sacramentos de la
iniciación. (762) En el catecumenado se realiza, en efecto, “ esa formación
específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal
en la noche pascual ”. (763)
La catequesis que se realiza en el
catecumenado bautismal está estrechamente vinculada a la comunidad cristiana.
(764) Desde el momento de su ingreso en el catecumenado, la Iglesia
abraza a los catecúmenos “ con cuidado y amor maternal, por estar vinculados a
ella: son ya de la casa de Cristo ”. (765) Por eso, la comunidad cristiana “
debe ayudar a los candidatos y a los catecúmenos durante todo el período de la
iniciación: en el precatecumenado, en el catecumenado y en el tiempo de la
mistagogia ” (766)
Esta presencia continua de la
comunidad cristiana se expresa de varias maneras descritas apropiadamente en el
Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos. (767)
La parroquia como
ámbito de catequesis
257. La parroquia es, sin duda, el
lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana.
Ella está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los
cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios. (768) La
parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que
en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia. (769)
Ella es, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe.
Constituye, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el
ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza,
educación y experiencia vital.
La parroquia está experimentando
hoy, en muchos países, hondas transformaciones. Profundos cambios sociales la
están afectando. En las grandes ciudades, “ ha sido sacudida por el fenómeno de
la urbanización ”. (770) No obstante, “ la parroquia sigue siendo una
referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no
practicantes ”. (771) Ella debe continuar siendo todavía la animadora de la
catequesis y “ su lugar privilegiado ”. (772) sin dejar por eso de reconocer
que, en ciertas ocasiones, la parroquia no puede ser el centro de gravitación
de toda la función eclesial de catequizar, y que tiene necesidad de
complementarse con otras instituciones.
258. Para que la catequesis alcance toda
su eficacia dentro de la misión evangelizadora de la parroquia se requieren
algunas condiciones:
a) La catequesis de adultos debe
asumir siempre una importancia prioritaria. (773) Se trata de impulsar “ una
catequesis posbautismal, a modo de catecumenado, que vuelva a proponer algunos
elementos del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, destinados a hacer
captar y vivir las inmensas riquezas del bautismo recibido ”. (774)
b) Hay que plantearse, con valentía
renovada, el anuncio a los alejados y a los que viven en situación de
indiferencia religiosa. (775) En este empeño, los encuentros
presacramentales (preparación al Matrimonio, al Bautismo y a la primera
Comunión de los hijos...) pueden resultar fundamentales. (776)
c) Como referente sólido para la
catequesis parroquial se requiere la existencia de un núcleo comunitario
compuesto por cristianos maduros, ya iniciados en la fe, a los que se les
dispense un tratamiento pastoral adecuado y diferenciado. Este objetivo se
podrá alcanzar más fácilmente si se promueve en las parroquias la formación de
pequeñas comunidades eclesiales. (777)
b)Si se cumplen en la parroquia las
anteriores condiciones, que se refieren principalmente a los adultos, la
catequesis destinada a niños, adolescentes y jóvenes, que sigue siendo siempre
imprescindible, se beneficiará grandemente.
259. La escuela católica (778) es un
lugar muy relevante para la formación humana y cristiana. La declaración
Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II “ marca un cambio decisivo en
la historia de la escuela católica: el paso de la escuela-institución al de la
escuela-comunidad ” (779)
La escuela católica busca, en no
menor grado que las demás escuelas, los fines culturales y la formación humana
de la juventud. Su nota distintiva es:
— “ crear un ambiente de la
comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad,
— ayudar a los adolescentes para
que, en el desarrollo de la propia persona, crezcan a un tiempo según la nueva
criatura que han sido hechos por el bautismo,
— y ordenar últimamente toda la
cultura humana según el mensaje de la salvación ”. (780)
El proyecto educativo de la escuela
católica tiene que elaborarse en base a esta concepción propuesta por el
Concilio Vaticano II.
Este proyecto educativo se realiza
en la comunidad educativa escolar, de la que forman parte todos los que están
directamente comprometidos en ella: “ profesores, personal directivo,
administrativo y auxiliar; los padres, figura central en cuanto naturales e
insustituibles educadores de sus hijos, y los alumnos, copartícipes y
responsables como verdaderos protagonistas y sujetos activos del proceso
educativo ”. (781)
260. Cuando los alumnos de la
escuela católica pertenecen mayoritariamente a familias que se vinculan a esta
escuela en razón del carácter católico de la misma, el ministerio de la Palabra
puede ejercerse allí de múltiples formas: primer anuncio, enseñanza religiosa
escolar, catequesis, homilía. Dos de estas formas tienen, sin embargo, en la escuela
católica, un particular relieve:
la enseñanza religiosa escolar y la
catequesis, cuyo respectivo carácter propio ya ha quedado indicado. (782)
Cuando los alumnos y sus familias
acuden a la escuela católica por la calidad educativa de la misma, o por otras
eventuales circunstancias, la actividad catequética queda necesariamente
limitada y la propia enseñanza religiosa —cuando es posible realizarla— se ve
obligada a acentuar su carácter cultural. La aportación de este tipo de escuela
subsiste siempre: como un “ servicio de gran valor a los hombres ” (783) y como
un elemento interno a la propia evangelización de la Iglesia.
Dada la pluralidad de circunstancias
socioculturales y religiosas en que ejerce su labor la escuela católica a
través de las naciones, resultará oportuno que los Obispos y las Conferencias
Episcopales precisen la modalidad de actividad catequética que corresponde
realizar a la escuela católica en los respectivos contextos.
Asociaciones,
movimientos y agrupaciones de fieles
261. Las diversas “ asociaciones,
movimientos y agrupaciones de fieles ” (784) que se promueven en la Iglesia
particular, tienen como finalidad ayudar a los discípulos de Jesucristo a
realizar su misión laical en el mundo y en la misma Iglesia. En estos ámbitos
los cristianos se dedican “ a la práctica de la vida espiritual, al apostolado,
a la caridad y a la asistencia, y a la presencia cristiana en las realidades
temporales. (785)
En todas estas asociaciones y
movimientos, para cultivar con hondura estas dimensiones básicas de la vida
cristiana, se imparte, de un modo u otro, una necesaria formación: “ cada uno
con sus propios métodos tiene la posibilidad de ofrecer una formación
profundamente injertada en la misma experiencia de vida apostólica, como también
la oportunidad de completar, concretar y especificar la formación que sus
miembros reciben de otras personas y comunidades ”. (786)
La catequesis es siempre una
dimensión fundamental en la formación de todo laico. Por eso, estas
asociaciones y movimientos tienen ordinariamente “ unos tiempos catequéticos
(787) La catequesis, en efecto, no es una alternativa a la formación cristiana
que en ellos se imparte sino una dimensión esencial de la misma.
262. Cuando la catequesis se realiza
dentro de estas asociaciones y movimientos, deben ser tenidos en cuenta
fundamentalmente algunos aspectos. En particular:
a) Se debe respetar la “ naturaleza
propia ” (788) de la catequesis, tratando de desarrollar toda la riqueza de su
concepto, mediante la triple dimensión de palabra, memoria y testimonio
(doctrina, celebración y compromiso en la vida) (789) La catequesis, sea cual
sea el “ lugar ” donde se realice, es, ante todo, formación orgánica y básica
de la fe. Ha de incluir, por tanto, “ un verdadero estudio de la doctrina
cristiana ” (790) y constituir una seria formación religiosa, “ abierta a todas
las esferas de la vida cristiana. (791)
b) Esto no es óbice para que la
finalidad propia de cada una de estas asociaciones y movimientos, a partir de
propios carismas, pueda expresar, con determinados acentos, una catequesis que
deberá permanecer siempre fiel a su carácter propio. La educación en la
espiritualidad particular de una asociación o movimiento, de una gran riqueza
para la Iglesia, siempre será más propia de un momento posterior al de la
formación básica cristiana, que inicia es común a todo cristiano. Antes hay que
educar en lo que es común a los miembros de la Iglesia que en lo peculiar o
diferenciador.
c) Igualmente hay que afirmar que
los movimientos y las asociaciones, por lo que se refiere a la catequesis, no
son una alternativa ordinaria a la parroquia, en la medida que ésta es
comunidad educativa de referencia propiamente tal. (792)
Las comunidades
eclesiales de base
263. Las comunidades eclesiales de
base se han difundido grandemente en las últimas décadas. (793) Son
grupos cristianos que “ nacen de la necesidad de vivir todavía con más
intensidad la vida de la Iglesia; o del deseo y búsqueda de una dimensión más
humana, que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más
grandes... ”. (794)
Las comunidades eclesiales de base
son “ un signo de vitalidad de la Iglesia ”. (795) En ellas los discípulos de
Cristo se reúnen para una atenta escucha de la Palabra de Dios, para la
búsqueda de unas relaciones más fraternas, para celebrar desde la propia vida
los misterios cristianos y para asumir el compromiso de transformar la
sociedad. Junto a estas dimensiones específicamente cristianas, emergen también
importantes valores humanos: la amistad y el reconocimiento personal, el
espíritu de corresponsabilidad, la creatividad, la respuesta vocacional, el
interés por los problemas del mundo y de la Iglesia. Puede resultar de ello una
enriquecedora experiencia comunitaria, “ verdadera expresión de comunión e
instrumento para edificar una comunión más profunda ”. (796)
Para ser auténtica “ cada comunidad
debe vivir unida a la Iglesia particular y universal, en sincera comunión con
los pastores y el magisterio, comprometida en la irradiación misionera y
evitando toda forma de cerrazón y de instrumentalización ideológica ”. (797)
264. En las comunidades eclesiales
de base puede desarrollarse una catequesis muy fecunda:
— El
clima fraterno de que se ven dotadas es lugar adecuado para una acción
catequizadora integral, siempre que se sepa respetar la naturaleza y el
carácter propio de la catequesis.
— Por
otra parte, la catequesis da hondura a la vida comunitaria, ya que asegura los
fundamentos de la vida cristiana de los fieles. Sin ella las comunidades
eclesiales de base difícilmente tendrán solidez.
— Finalmente, la pequeña comunidad es
meta adecuada para acoger a los que han terminado un proceso de catequización.
La organización de la
pastoral catequética en la Iglesia particular
ORGANIZACIÓN Y
EJERCICIO DE LAS RESPONSABILIDADES
El servicio diocesano de la
catequesis
265. La organización de la pastoral
catequética tiene como punto de referencia el obispo y la diócesis. El Secretariado
diocesano de catequesis (Officium Catecheticum) es “ un instrumento que emplea
el obispo, cabeza de la comunidad y maestro de la doctrina, para dirigir y
orientar todas las actividades catequéticas de la diócesis ” (798)
266. Las tareas principales del
Secretariado diocesano de catequesis son las siguientes:
a) Hacer un análisis de la situación
(799) diocesana a cerca de la educación de la fe. En él se deberán precisar,
entre otras cosas, las necesidades reales de la diócesis en orden a la
actividad catequética.
b) Elaborar
un programa de acción (800) que señale objetivos claros, proponga orientaciones
e indique acciones concretas.
c) Promover
y formar a los catequistas. A este propósito se crearán los Centros que se
juzguen más oportunos. (801)
d) Elaborar
o, al menos, señalar a las parroquias y catequistas los instrumentos que sean
necesarios para el trabajo catequético:
catecismos, directorios, programas
para las diversas edades, guías para catequistas, materiales para uso de los
catequizandos, medios audiovisuales...(802)
e) Impulsar
y promover las instituciones específicamente catequéticas de la diócesis
(catecumenado bautismal, catequesis parroquial, equipo de responsables de
catequesis...) que son como “ las células fundamentales ” (803) de la acción
catequética.
J) Cuidar
especialmente de la mejora de los recursos personales y materiales tanto en el
nivel diocesano como en el nivel arciprestal o parroquial. (804)
g) Colaborar
con el Secretariado para la Liturgia, considerando la especial relevancia de
esta para la catequesis, en particular, en lo que concierne a la iniciación y
al catecumenado.
267. Para realizar estas tareas el
Secretariado de catequesis debe contar con “ un grupo de personas dotadas de
competencia específica. La amplitud y variedad de las cuestiones que tratar
postulan la distribución de responsabilidades entre varias personas
verdaderamente especialistas ”. (805) Conviene que este servicio diocesano esté
integrado, ordinariamente, por sacerdotes, religiosos y laicos.
La catequesis es una acción tan
fundamental en la vida de una Iglesia particular que “ ninguna diócesis puede
carecer de Secretariado de catequesis propio ” (806)
Servicios de
colaboración interdiocesana
268. En nuestro tiempo, esta colaboración
es extraordinariamente fecunda. Razones no sólo de proximidad geográfica sino
de homogeneidad cultural hacen aconsejable un trabajo catequético en común. “
Conviene que varias diócesis unan su acción, aportando para el provecho común
las experiencias y los proyectos, los servicios y los recursos, de modo que las
diócesis mejor dotadas ayuden a las demás y aparezca un programa de acción
común que llegue a toda la región ”. (807)
El servicio de la
Conferencia Episcopal
269. “ En el seno de la Conferencia
episcopal puede constituirse un Secretariado o Centro catequético (Officium
Catecheticum), cuya tarea principal será la de ayudar a cada diócesis en
materia de catequesis ”. (808)
De hecho esta posibilidad que
establece el Código de Derecho Canónico es una realidad en la mayor parte de
las Conferencias episcopales. Este Secretariado o Centro Nacional de Catequesis
de la Conferencia episcopal se propone una doble función: (809)
— Servir a las necesidades
catequéticas que afectan a todas las diócesis del territorio. Le conciernen las
publicaciones que tengan importancia nacional, los congresos nacionales, las
relaciones con los “ mass media ” y, en general, todos aquellos trabajos y
tareas que exceden las posibilidades de cada diócesis o región.
— Estar al servicio de las diócesis
y regiones para difundir las informaciones y proyectos catequéticos, coordinar
la acción y ayudar a las diócesis menos promocionadas en materia de catequesis.
Si el Episcopado correspondiente lo
considera oportuno, compete además al Secretariado o Centro nacional la
coordinación de su propia actividad con la de otros Secretariados nacionales
del Episcopado y otras instituciones de catequesis; al mismo tiempo, la
colaboración con las actividades catequéticas de ámbito internacional. Todo
esto siempre como organismo de ayuda a los Obispos de la Conferencia episcopal.
270. “ El mandato de Cristo de
anunciar el Evangelio a toda criatura se refiere ante todo e inmediatamente a
los Obispos con Pedro y bajo la guía de Pedro ”. (810) En este encargo colegial
de Jesús, en orden a anunciar y transmitir el Evangelio, el ministerio del
Sucesor de Pedro desempeña un papel fundamental. Este ministerio, en efecto, se
debe ver “ no sólo como un servicio global que alcanza a toda la Iglesia desde
fuera, sino como perteneciente a la esencia de cada Iglesia particular desde
dentro ”. (811)
El ministerio de Pedro en la
catequesis lo ejerce el Papa de modo eminente a través de sus enseñanzas; él
actúa en lo que concierne a la catequesis, de modo directo y particular por
medio de la Congregación para el Clero, la cual “ ayuda al Romano Pontífice en
el ejercicio de su suprema misión pastoral ” (812)
271. “ De acuerdo con sus funciones,
la Congregación para el Clero:
— se ocupa de promover la formación
religiosa de los fieles cristianos de toda edad y condición;
— da las normas oportunas para que
la enseñanza de la catequesis se imparta de modo conveniente;
— vigila para que la formación catequética
se realice correctamente;
— concede la aprobación de la Santa
Sede prescrita para los Catecismos y los otros escritos relativos a la
formación catequética, con el acuerdo de la Congregación para la Doctrina de la
Fe; (813)
— asiste a los secretariados de
catequesis y sigue las iniciativas referentes a la formación religiosa que
tengan carácter internacional, coordina su actividad y les ofrece su ayuda, si
fuere necesario ”. (814)
LA COORDINACIÓN DE LA CATEQUESIS
Importancia de una
efectiva coordinación de la catequesis
272. La coordinación de la
catequesis es una tarea importante en una Iglesia particular. En esa
coordinación se pueden considerar dos vertientes:
— una interior a la catequesis
misma, entre las diversas formas de catequesis dirigidas a las diferentes
edades y ambientes sociales;
— y otra referida a la vinculación
de la catequesis con otras formas del ministerio de la Palabra y con otras
acciones evangelizadoras.
La coordinación de la catequesis no
es un asunto meramente estratégico, en orden a una mayor eficacia de la acción
evangelizadora, sino que tiene una dimensión teológica de fondo. La acción
evangelizadora debe estar bien coordinada porque toda ella apunta a la unidad
de la fe que sostiene todas las acciones de la Iglesia.
273. En este apartado se considera:
— la coordinación interna de la
catequesis, con vistas a que la Iglesia particular ofrezca un servicio de
catequesis unitario y coherente;
— la vinculación entre la acción
misionera y la acción catecumenal, que se implican mutuamente, en el contexto
de la “ misión ad gentes ” (815) o de una “ nueva evangelización ”; (816)
— la necesidad de una pastoral
educativa bien coordinada, dada la multiplicidad de agentes educativos que
inciden en unos mismos destinatarios, fundamentalmente niños y adolescentes.
El propio Concilio Vaticano II ha
recomendado vivamente la coordinación de toda la acción pastoral para que
resplandezca mejor la unidad de la Iglesia particular. (817)
Un Proyecto diocesano
de catequesis articulado y coherente
274. El Proyecto diocesano de
catequesis es la oferta catequética global de una Iglesia particular que
integra, de manera articulada, coherente y coordinada los diferentes procesos
catequéticos ofrecidos por la diócesis a los destinatarios de las diferentes
edades de la vida. (818)
En este sentido, toda Iglesia
particular, en orden ante todo a la iniciación cristiana, debe ofrecer, al
menos, un doble servicio:
a) Un proceso de iniciación
cristiana, unitario y coherente, para niños, adolescentes y jóvenes, en íntima
conexión con los sacramentos de la iniciación ya recibidos o por recibir y en
relación con la pastoral educativa.
b) Un proceso catequesis para
adultos, ofrecido a aquellos cristianos que necesiten fundamentar su fe,
realizando o completando la iniciación cristiana inaugurada o a inaugurar con
el Bautismo.
En no pocas naciones, se presenta
hoy la necesidad de un proceso de catequesis para ancianos, ofrecido a aquellos
cristianos que, al abrirse a una tercera y definitiva fase de la vida humana,
desean, acaso por primera vez, poner sólidos fundamentos a su fe.
275. Estos diversos procesos de
catequesis cada uno con posibles variantes socioculturales, no deben
organizarse por separado, como si fueran “ comportamientos estancos e
incomunicados entre sí ” (819) Es necesario que la oferta catequética de la
Iglesia particular esté bien coordinada. Entre estas diversas formas de
catequesis “ es menester propiciar su perfecta complementariedad ” (820)
Como ya ha quedado indicado, el
principio organizador, que da coherencia a los distintos procesos de catequesis
que ofrece una Iglesia particular, es la atención a la catequesis de adultos.
Ella es el eje en torno al cual gira y se inspira la catequesis de las primeras
edades y la de la tercera edad. (821)
El hecho de ofrecer los diferentes
procesos de catequesis en un único Proyecto diocesano de catequesis no quiere
decir que el mismo destinatario haya de recorrerlos uno tras otro. Si un joven
llega al umbral de la edad adulta con una fe bien fundamentada, en rigor no
necesita una catequesis de iniciación de adultos, sino otros alimentos más
sólidos que le ayuden en su permanente maduración en la fe. En el mismo caso se
encuentran los que acceden a la tercera edad con una fe bien enraizada. (822)
Junto a esta oferta, absolutamente
imprescindible, de procesos de iniciación, la Iglesia particular debe ofrecer
también procesos diferenciados de catequesis permanente para cristianos
adultos.
La actividad
catequética en el contexto de la nueva evangelización
276. AL definir la catequesis como
momento del proceso total de la evangelización, se plantea necesariamente el
problema de la coordinación de la acción catequética con la acción misionera
que la precede, y con la acción pastoral que la continúa. Hay, en efecto,
elementos “ que preparan a la catequesis o emanan de ella ”. (823)
En este sentido, la vinculación
entre el anuncio misionero, que trata de suscitar la fe, y la catequesis de
iniciación, que busca fundamentarla, es decisiva en la evangelización.
De algún modo, esta coordinación es
más clara en la situación de la “ misión ad gentes ”. (824) Los adultos
convertidos por el primer anuncio ingresan en el catecumenado, donde son
catequizados.
En la situación que requiere una “
nueva evangelización ”, la coordinación se hace más compleja, puesto que, a
veces, se pretende impartir una catequesis ordinaria a jóvenes y adultos que
necesitan, antes, un tiempo de anuncio en orden a despertar su adhesión a
Jesucristo. Problemas similares se presentan en relación a la catequesis de los
niños y a la formación de sus padres. (825) Otras veces se ofrecen
formas de catequesis permanente a adultos que necesitan, más bien, un verdadera
catequesis de iniciación.
277. La situación actual de la
evangelización postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la
catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la
Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario.
Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio
misionero eficaz. La referencia del decreto Ad Gentes, que sitúa al
catecumenado en el contexto de la acción misionera de la Iglesia, es un
criterio de referencia muy válido para toda la catequesis. (826)
La catequesis en la
Pastoral educativa
278. La pastoral educativa en la
Iglesia particular debe establecer la necesaria coordinación entre los
diferentes “ lugares ” donde se realiza la educación en la fe. Es muy conveniente
que todos estos canales catequéticos “ converjan realmente hacia una misma
confesión de fe, hacia una misma pertenencia a la Iglesia y hacia unos
compromisos en la sociedad vividos en el mismo espíritu evangélico ”. (827)
La coordinación educativa se
plantea, fundamentalmente, en relación con los niños, adolescentes y jóvenes.
Conviene que la Iglesia particular integre en un único proyecto de pastoral
educativa los diversos cauces y medios que tienen a su cargo la educación
cristiana de la juventud. Todos estos cauces se complementan mutuamente, sin
que ninguno de ellos, aisladamente, pueda realizar la totalidad de la educación
cristiana.
Siendo la misma y única persona del
niño o del joven la que recibe estas diversas acciones educativas, es importante
que las diferentes influencias tengan la misma inspiración de fondo. Cualquier
contradicción en esas acciones es nociva, dado que cada una de ellas tiene su
propia especificidad e importancia.
En este sentido, es de suma
importancia para una Iglesia particular contar con un proyecto de iniciación
cristiana que integre las diversas tareas educativas y tenga en cuenta las
exigencias de la nueva evangelización.
ALGUNAS TAREAS PROPIAS DEL SERVICIO CATEQUETICO
Análisis de la
situación y de las necesidades
279. La Iglesia particular, al
tratar de organizar la acción catequética, debe partir de un análisis de la
situación. “ El objeto de esta investigación es múltiple, pues abarca el examen
de la acción pastoral y el análisis de la situación religiosa, así como de las
condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de
la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de la
evangelización ” (828) Se trata de una toma de conciencia de la realidad, en
relación a la catequesis y a sus necesidades.
Más en concreto:
— Se debe tener clara conciencia,
dentro del examen de la acción pastoral, del estado de la catequesis: cómo está
ubicada, de hecho, en el proceso evangelizador; el equilibrio y la articulación
entre los diferentes sectores catequéticos (niños, adolescentes, jóvenes,
adultos...); la coordinación de la catequesis con la educación cristiana
familiar, con la educación escolar, con la enseñanza religiosa escolar, y con
las otras formas de educación de la fe; la calidad interna; los contenidos que
se están impartiendo y la metodología que se utiliza; las características de
los catequistas y su formación.
— El
análisis de la situación religiosa está referido, sobre todo, a tres niveles
muy relacionados entre sí: el sentido de lo sagrado, es decir, aquellas
experiencias humanas que, por su hondura, tienden a abrir al misterio; el
sentido religioso, o sea, las maneras concretas de concebir y de relacionarse con
Dios en un pueblo determinado; y las situaciones de fe, con la diversa
tipología de creyentes. Y en conexión con estos niveles, la situación moral que
se vive, con los valores que emergen y las sombras o contra-valores más
extendidos.
— El análisis socio-cultural de que
se ha hablado a propósito de las ciencias humanas en la formación de los
catequistas (829) es, igualmente, necesario. Hay que preparar a los catecúmenos
y catequizandos para una presencia cristiana en la sociedad.
280. El análisis de la situación, en
todos estos niveles, “ debe convencer a quienes ejercen el ministerio de la
Palabra, de que las situaciones humanas son ambiguas en lo que respecta a la
acción pastoral. Es necesario, por tanto, que los operarios del Evangelio
aprendan a descubrir las posibilidades abiertas a su acción en una situación
nueva y diversa... Siempre es posible un proceso de transformación que permita
abrir un camino a la fe ”. (830)
Este análisis de la situación es un
primer instrumento de trabajo, de carácter referencial, que el servicio
catequético ofrece a pastores y catequistas.
Programa de acción
y orientaciones catequéticas
281. Una vez examinada
cuidadosamente la situación, es necesario proceder a la elaboración de un
programa de acción. Este programa determina los objetivos, los medios de la
pastoral catequética y las normas que la orientan, de suerte que respondan
perfectamente a las necesidades locales, y estén en plena armonía con los
objetivos y normas de la Iglesia universal.
El programa o plan de acción debe
ser operativo, ya que se propone orientar la acción catequética diocesana o
interdiocesana. Por su propia naturaleza se suele concebir para un período de
tiempo determinado, al cabo del cual se renueva con nuevos acentos, nuevos
objetivos y nuevos medios.
La experiencia indica que el
programa de acción es de una gran utilidad para la catequesis, ya que, al
marcar unos objetivos comunes, colabora a unir esfuerzos y a trabajar en una
perspectiva de conjunto. Para ello, su primera condición debe ser el realismo,
la sencillez, la concisión y claridad.
282. Junto al programa de acción,
más centrado en las opciones operativas, diversos Episcopados elaboran, a nivel
nacional, instrumentos de carácter más reflexivo y orientador, que proporcionan
los criterios para una idónea y adecuada catequesis. Son llamados de varias
maneras: Directorio catequético, Orientaciones catequéticas, Documento de base,
Texto de referencia... Destinados preferentemente a dirigentes y catequistas,
tratan de clarificar en qué consiste la catequesis: su naturaleza, finalidad,
tareas, contenidos, destinatarios, método. Estos Directorios, o textos de
orientaciones generales establecidos por las Conferencias episcopales o
emanados bajos su autoridad, han de seguir el mismo proceso de elaboración y de
aprobación previstos para los Catecismos. Antes de ser promulgados deben ser
sometidos a la aprobación de la Santa Sede. (831)
Estas directrices u orientaciones
catequéticas suelen ser un elemento realmente inspirador de la catequesis en
las Iglesias locales y su elaboración es recomendada y conveniente porque,
entre otras cosas, constituye un punto de referencia importante para la
formación de los catequistas. Este tipo de instrumento se vincula, íntima y
directamente a la responsabilidad episcopal.
Elaboración de
instrumentos y medios didácticos para el acto catequético
283. Junto a los instrumentos
dedicados a orientar y planificar el conjunto de la acción catequética (análisis
de situación, programa de acción y Directorio catequético) están los
instrumentos de trabajo de uso inmediato, que se utilizan dentro del mismo acto
catequético. En primer lugar están los textos didácticos (832) que se ponen
directamente en manos de los catecúmenos y catequizandos. Y junto a ellos están
también las guías para los catequistas y, tratándose de catequesis de niños,
para los padres (833) Asimismo son importantes los medios audiovisuales que se
utilizan en catequesis y sobre los que se debe ejercer el oportuno
discernimiento. (834)
El criterio inspirador de estos
instrumentos de trabajo ha de ser el de la doble fidelidad a Dios y a la
persona humana, que es una ley fundamental para toda la vida de la Iglesia. Se
trata, en efecto, de saber conjugar una exquisita fidelidad doctrinal con una
profunda adaptación al hombre, teniendo en cuenta la psicología de la edad y el
contexto sociocultural en que vive.
Brevemente, hay que decir que estos
instrumentos catequéticos han de ser tales:
— “ que conecten con la vida
concreta de la generación a la que se dirigen, teniendo bien presentes sus
inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas ”; (835)
— “ que encuentren el lenguaje
comprensible a esta generación ”? (836)
— “ que tiendan realmente a producir
en sus usuarios un conocimiento mayor de los misterios de Cristo, en orden a
una verdadera conversión y a una vida más conforme con el querer de Dios ”.
(837)
La elaboración de
Catecismos locales: responsabilidad inmediata del ministerio episcopal
284. Dentro del conjunto de
instrumentos para la catequesis sobresalen los Catecismos. (838) Su
importancia deriva del hecho de que el mensaje que transmiten es reconocido
como auténtico y propio por los pastores de la Iglesia.
Si el conjunto de la acción
catequética ha de estar siempre vinculada al Obispo, la publicación de los
Catecismos es una responsabilidad que atañe muy directamente al ministerio
episcopal. Los Catecismos nacionales, regionales o diocesanos, elaborados con
la participación de los agentes de la catequesis, son responsabilidad última de
los obispos, catequistas por excelencia en las Iglesias particulares.
En la redacción de un catecismo conviene tener
en cuenta, sobre todo estos dos criterios:
— La
perfecta sintonía con el Catecismo de la Iglesia Católica, “ texto de
referencia seguro y auténtico... para la composición de los catecismo locales
”. (839)
— La
atenta consideración de las normas y criterios para la presentación del mensaje
evangélico que ofrece el Directorio General para la Catequesis, y que es
también “norma de referencia ” (840) para la catequesis.
285. La “ previa aprobación de la
Sede Apostólica ” (841) —que se requiere para los Catecismos emanados de las Conferencias
episcopales— se entiende, puesto que son documentos mediante los cuales la
Iglesia universal, en los diferentes espacios socioculturales a los que es
enviada, anuncia y transmite el Evangelio y da a luz a las Iglesias
particulares, expresándose en ellas. (842) La aprobación de un
Catecismo es el reconocimiento del hecho de que es un texto de la Iglesia
universal para una situación y una cultura determinadas.
286. En la formulación de las
presentes orientaciones y directrices no se ha ahorrado esfuerzo a fin de que
toda la reflexión se origine y fundamente en las enseñanzas del Concilio
Vaticano II y de las posteriores y principales intervenciones magisteriales de
la Iglesia. Asimismo se ha prestado especial atención a las experiencias de
vida eclesial de los diversos pueblos habidas en este período. A la luz de la
fidelidad al Espíritu de Dios se ha realizado el necesario discernimiento,
siempre en orden a la renovación de la Iglesia y al mejor servicio de la
evangelización.
287. El nuevo Directorio General
para la Catequesis es propuesto a todos los pastores de la Iglesia, a sus
colaboradores y catequistas, con la esperanza de que sea un aliento en el
servicio que la Iglesia y el Espíritu les encomienda: favorecer el crecimiento de
la fe en aquellos que han creído.
Las orientaciones aquí presentes no
solamente quieren indicar y aclarar la naturaleza de la catequesis y las normas
y criterios que rigen este ministerio evangelizador de la Iglesia, sino que
también pretenden alimentar la esperanza, con la fuerza de la Palabra y el
trabajo interior del Espíritu, en quienes se esfuerzan en este campo
privilegiado de la actividad eclesial.
288. La eficacia de la catequesis es
y será siempre un don de Dios, mediante la obra del Espíritu del Padre y del
Hijo.
Esta total dependencia de la
catequesis respecto de la intervención de Dios la enseña el Apóstol Pablo a los
corintios cuando les recuerda: “ Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio
el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino
Dios que hace crecer ” (1 Co 3, 6-7).
No hay catequesis posible, como no
hay evangelización, sin la acción de Dios por medio de su Espíritu. (843) En la
práctica catequética, ni las técnicas pedagógicas más avanzadas, ni siquiera un
catequista con la personalidad humana más atrayente, pueden reemplazar la
acción silenciosa y discreta del Espíritu Santo. (844) “ El es, en
verdad, el protagonista de toda la misión eclesial ”. (845) El es el principal
catequista; El es el “ maestro interior ” de los que crecen hacia el Señor.
(846) En efecto, El es el “ principio inspirador de toda obra
catequética y de los que la realizan ”. (847)
289. Por ello, en la entraña misma
de la espiritualidad del catequista están la paciencia y la confianza en que es
Dios mismo quien hace que la semilla de la Palabra de Dios que ha sido sembrada
en tierra buena y labrada con amor, nazca, crezca y de fruto. El evangelista
Marcos es el único en recoger una parábola en la que Jesús muestra, una tras
otra, las etapas del desarrollo gradual y constante de la semilla sembrada: “
El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra: duerma o se
levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La
tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo
abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la
hoz porque ha llegado la siega” (Mc 4, 26-29).
290. La Iglesia, que tiene la
responsabilidad de catequizar a los que creen, invoca al Espíritu del Padre y
del Hijo, suplicándole que haga fructificar y fortalezca interiormente tantos
trabajos que, por todas partes, se llevan a cabo en favor del crecimiento de la
fe y del seguimiento de Jesucristo Salvador.
291. A la Virgen María, que vio a su
Hijo Jesús “ crecer en sabiduría, edad y gracia” (Lc 2,52) acuden también hoy,
confiando en su intercesión, los operarios de la catequesis. En María
encuentran éstos el modelo espiritual para impulsar o consolidar la renovación
de la catequesis contemporánea desde la fe, la esperanza y la caridad. Que por
intercesión de la “ Virgen de Pentecostés ”. (848) brote en la Iglesia una
fuerza nueva para engendrar hijos e hijas en la fe y educarlos hacia la
plenitud en Cristo.
Su Santidad el Papa Juan Pablo II,
el 25 de agosto de 1997, ha aprobado el presente Directorio General para la
Catequesis y ha autorizado la publicación.
DARÍO CASTRILLÓN Hoyos
Arzobispo emérito
de Bucaramanga
Pro-Prefecto
CRESCENZIO SEPE
Arzobispo tit. de
Grado
Secretario
(1)
CD 44.
(2) CT 2.
(3) CT 3.
(4) Corresponde a la segunda parte del DCG
(1971).
(5) Tiene los mismos objetivos de la tercera
parte del DCG.
(6) Corresponde a la Cuarta Parte del DCG
(1971).
(7) Corresponde a la Quinta Parte del DCG
(1971). Aunque algunos, con importantes razones, aconsejaban situar esta parte
antes que la correspondiente a la de la pedagogía, se ha preferido, dado el
nuevo enfoque de la Tercera Parte, mantener el mismo orden que en el texto de
1971. Se quiere subrayar con ello que la atención al destinatario es una
participación y consecuencia de la misma pedagogía divina, de esa “
condescendencia ” (DV 13) de Dios en la historia de la salvación, al adaptarse
en su Revelación a la condición humana.
(8) Recoge todos los elementos de la Sexta
Parte del DCG (1971).
(9) Cf DCG 1971, Introducción.
(10)
Ibídem.
(11)
GS 1.
(12)
GS 2.
(13)
GS 2.
(14)
Cf SRS 35.
(15)
SRS 13b; cf EN 30.
(16)
Cf CT 29.
(17)
SRS 41; cf DOCUMENTO DEL SÍNODO DE
OBISPOS, II: De lustitia in mundo (30 noviembre 1971), ifi “ La educación para
la justicia ”: AAS 63 (1971), pp. 935-937; LC 77.
(18)
SRS 42; cf
ChL 42; CEC 2444-2448; TMA 51.
(19)
JUAN XXIII, Carta encíclica Pacem in
Terris (11 abril 1963), 9-27; AAS 55 (1963), pp. 261-270. AquÍ se señalan cuáles
son para la Iglesia los derechos humanos más fundamentales. En los nn. 28-34
(AAS 55 [19631, pp. 270-273) se indican los principales “ deberes del hombre ”.
La catequesis debe prestar atención a ambos aspectos.
(20)
Cf SRS 15a.
(21)
Cf PP 14; CA 29.
(22)
ChL 5d; cf
SRS 26b; VS 31c.
(23)
Cf ChL 5a; Sínodo 1985, II, D, 1.
(24)
Cf SRS 15e; CEC 2444; CA 57b.
(25)
ChL 37a; cf CA 47c.
(26)
Cf AG 22a.
(27)
GS 5.
(28)
GS 54.
(29)
GS 56c.
(30)
Cf EN 20; CT 53.
(31)
GS 19.
(32)
Ibidem.
(33)
EN SS; cf GS 19; LC 41.
(34)
Sínodo 1985, ll, A, 1.
(35)
ChL 4.
(36)
Cf RM 38.
(37)
CA 29 ad c; CA 46a.
(38)
Cf GS 36; JUAN PABLO II, en la Carta
encíclica Dominam et vzvzficantem (18 mayo 1986), 38: AAS 78 (1986), pp.
851-852, establece también esta conexión: “ La ideología de la “muerte de Dios”
en sus efectos demuestra fácilmente que es, a nivel teórico y práctico, la
ideología de la “muerte del hombre” ”.
(39)
VS 101; cf EV 19-20.
(40)
Cf CT 3; MP,D 4.
(41)
TMA 36b; cf GS 19c
(42)
EN S2; cf CT 19 y 42.
(43)
EN 56.
(44)
EN 52.
(45)
EN 48; cf CT 54; ChL 34b; DCG (1971)
6; Sínodo 1985, ll,A,4.
(46)
EN 52.
(47)
Cf EN 52; CT 44.
(48)
Cf ChL 34b; EM 33d.
(49)
LG 10.
(50)
Sínodo 1985, 1, 3.
(51)
IbùJem.
(52)
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA
FE. Carta Communionis notio (28 mayo 1992) 1: AAS 85 (1993), p. 838; cf 36e.
(53)
Cf CT 19b.
(54)
Cf CT 43.
(55)
Cf CT 27b.
(56)
DV lOc.
(57)
Cf CT 29b.
(58)
Cf CT 30.
(59)
CT 23.
(60)
Cf CT 58.
(61)
Cf EN 63.
(62)
Cf FC 4b; cf ChL 3e.
(63)
GS 11; cf GS 4.
(64)
Cf GS 62e; FC 5c.
(65)
Cf Mc 1,15 y paralelos; RM 12-20;
CEC 541-560.
(66)
Cf Mt 5,3-12.
(67)
Cf Mt 5,1-7.29.
(68)
CfMt 13,11.
(69)
Cf Mt 18,1-35.
(70)
Cf Mt 24,1-25.46.
(71)
DV 3.
(72)
Cf 2 P 1,4; CEC 5 1-52.
(73)
DV2.
(74)
Cf Ef 19.
(75)
DV 2.
(76)
EN 11.
(77)
Cf GS 22a.
(78)
Cf Ef 2,8; EN 27.
(79)
Cf EN 9.
(80)
Cf Jn 11,52; AG 2b y 3a.
(81)
Cf DV 15; CT 58; ChL 61; CEC 53.122;
cf S. IRENEO DE LYÓN, Adversus haereses 111,20,2; SCh 211,389-393.; Veáse en la
Tercera Parte, cap. 1 del presente Directorio.
(82)
CEC 54-64.
(83)
DV 2.
(84)
Cf DCG (1971) 11 b.
(85)
Cf Heb 1,1-2.
(86)
DV 4.
(87)
Cf Lc 24,27.
(88)
CEC 65; S. Juan de la Cruz se
expresa así: “Todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra ”
(Subida al Monte Carmelo 2,22); cf Liturgia de las Horas, 1, Oficio de lecturas
del lunes de la segunda semana de Adviento.
(89)
Cf CT 5; CEC 520 y 2053.
(90)
CEC 125, haciendo referencia a DV
18.
(91)
CT 5. El tema del cristocentrismo se
afronta, con más detalle, en: “ Finalidad de la catequesis: la comunión con
Jesucristo ” (Primera Parte, cap. 3) y “ El cristocentrismo del mensaje
evangélico ” (Segunda Parte, cap. 1).
(92)
Cf DV 7.
(93)
Cf DV 7 a.
(94)
Cf DV 8 y CEC 75-79.
(95)
DV lOb; cf CEC 85-87.
(96)
LG 48; AG
1; GS 45; cf CEC 774-776.
(97)
Cf Col 1,26.
(98)
En la Constitución Dei Verbum (nn.
2-5) y en el Catecismo de la Iglesia Católica (rin. 50-175) se habla de la fe
como respuesta a la Revelación. Por razones catequético-pastorales, el presente
Directorio prefiere vincular la fe más a la evangelización que a la Revelación,
en cuanto que ésta última, de hecho, llega al hombre ordinariainente a través
de la misión evangelizadora de la Iglesia.
(99)
EN 14.
(100) EN 18.
(101) Cf Mt 28,19-20.
(102) Cf Hch 1,8.
(103) Cf Mt 28,19.
(104) EN 17.
(105) EN 28.
(106) Cf EN 22a.
(107) Cf EN 47b.
(108) Cf EN 18.
(109) EN 24d.
(110) Cf EN 14.
(111) Cf AG 6b.
(112) En el dinamismo de la evangelización
hay que distinguir lo que son las “ situaciones iniciales ” (inicia), los “
desarrollos graduales ” (gradus) y la situación de madurez: “ a cada
circunstancia o estado deben corresponder actividades apropiadas o medios
adecuados ” (AG 6).
(113) Cf EN 18-20 y RM 52-54; AG 11-12 y
22.
(114) Cf EN 21 y 41; RM 42-43; AG 11.
(115) EN 5 1.52.53; cf CT 18.19.21.25; EM 44.
(116) Cf AG 13; EN 10 y 23; CT 19; EM 46.
(117) EN 22; CT 18; cf AG 14 y EM 47.
(118) AG 14; CEC 1212; cf CEC 1229-1233.
(119) Cf EN 23; CT 24; EM 48-49; AG 15.
(120) Cf ChL 18.
(121) Cf ChL 32, que muestra la íntima
conexión entre “comunión ” y “misión ”.
(122) Cf EN 24.
(123) CT 18.
(124) Cf AG 6f;RM 33 y 48.
(125) Cf Hch 6,4. El ministerio de la
Palabra divina, es ejercido en la Iglesia por parte:
— de
los ministerios ordenados (cf CIC 756-757);
— de
los miembros de los institutos de vida consagrada, en virtud de su consagración
a Dios (cf CIC 758);
— de los fides laicos, en
virtud de su bautismo y de la confirmación (cf CIC 759). En relación con el
término ministerio (servitium), es preciso señalar que sólo la constante
referencia al único y fontal ministerio de Cristo permite, en cierta medida,
aplicar también a los fieles no ordenados sin ambigüedad, el término
ministerio... En su sentido originario, este término expresa el trabajo con que
algunos miembros de la Iglesia prolongan, en su interior y para el mundo, la
misión de Cristo. Por el contrario, cuando el término se diferencia en la
relación y en la confrontación entre los diversos munera y oj)haiz, entonces es
preciso advertir con claridad que sólo en virtud de la sagrada ordenación este
término obtiene aquella plenitud y univocidad del significado que la Tradición
siempre le ha atribuido (cf Ju~ PABLO II, Alocución al Simposio sobre “ La
participación de los fieles laicos en el Ministerio ”, n. 4: L’Osservatore
Romano, 23 abril 1994, p. 4).
(126) EN 22; cf EN 5 1-53.
(127) Cf EN 42-45. 54. 57.
(128) DV 8c.
(129) PO 4b; cf CD 13c.
(130) En el Nuevo Testamento aparecen
formas muy diversas de este único ministerio:
“ anuncio ”, “ enseñanza ”, “
exhortación ”... La riqueza de expresiones es grande.
(131)
Las
modalidades por las que se canaliza el único ministerio de la Palabra no son,
en realidad, intrínsecas al
mensaje cristiano. Son, más bien, acentuaciones, tonalidades, desarrollos más o
menos explicitados, adoptados a la situación de fe de cada persona y de cada
grupo humano en sus circunstancias.
(132)
Cf
EN 51-53.
(133)
AG
14.
(134)
Hay
razones de diversa índole que legitiman las expresiones “ educación permanente
de la fe ” o “ catequesis permanente ”, a condición de que no se relativice el
carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la catequesis en
cuanto iniciación básica. La expresión “ educación permanente de la fe ” se
generalizó, en la actividad catequética, a partir del Concilio Vaticano II,
para indicar solamente un segundo grado de catequesis, posterior a la
catequesis de iniciación, y no como la totalidad de la acción catequizadora.
Véase cómo esta distinción entre formación básica y formación permanente es
asumida, referida a la preparación de los presbíteros, en:
JUAN PABLO II, Exhortación apostólica
Pastores debo vobis (25 marzo 1992), cap.
V y VI, especialmente el n. 71: AAS
84 (1992), pp. 729 ss.; 778 Ss.; 782-873.
(135) DCG(1971) 19d
(136) Cf SC 35; CEC 1154.
(137) Cf CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE
LA FE, Instrucción Donum veritatis nsobre la vocación eclesial del teólogo (24
mayo 1990), 6: AAS 82 (1990) p. 1552.
(138) DCG (1971) 17; cf GS 62g.
(139)
Cf Rm
10,17; LG 16; AG 7; CEC 846-848.
(140) Cf AG 13a.
(141) Cf CT 5b.
(142) Cf CT 20b.
(143) Cf CEC 166-167.
(144) Cf CEC 150.153.176.
(145) DV 5.
(146) CEC 177.
(147) Cf EN 10; AG 13b; CEC 1430-1431.
(148) EN 23.
(149) Cf AG 13.
(150) Cf EM 45c.
(151) Cf EM 46d.
(152) DV 5; cf CEC 153.
(153) DV 5• cf CEC 163 y 184.
(154) CEC 149.
(155) Cf CT 20a: “ Se trata de hacer
crecer, a nivel de conocimiento y de vida, el germen de fe sembrado por el
Espíritu Santo con el primer anuncio ”.
(156) Cf EM 46b.
(157) Cf 1 P 2,2~ Hb 5 13.
(158) Ef 4,13.
(159) RICA 12.
(160) EUSEBIO DE CESAREA, Praeparatio
evangelica 1,1; SCh 206,6; cf LG 16; AG 3a.
(161) CliL 4c.
(162) RICA 12 y 111.
(163) Cf RICA 6 y 7.
(164) AG 13b.
(165) Cf AG 13; EN 10; EM 46; VS 66; RICA
10.
(166) AG 13b.
(167) Cf MPD 8; CEC 187-189.
(168) Mt 5,48; cf LG lic. 40b. 42e.
(169) Cf DV 24; EN 45.
(170) Cf RM 33
(171) EM 33b.
(172) EM 33b. Es importante tomar
conciencia de los “ ámbitos ” (fines) que Redemptoris Missio asigna a la “
misión ad gentes ”. No se trata sólo de “ ámbitos territoriales ”(EM 37 ad a),
sino también de “ agrupaciones humanas y fenómenos sociales nuevos ” (EM 37 ad
b), como son las grandes ciudades, el mundo de la juventud, las migraciones,...
y de “ áreas culturales o areópagos modernos ” (EM 37 ad c), como son el mundo
de la comunicación, de la ciencia, de la ecología,... Según esto, una Iglesia
particular, ya implantada en un territorio, realiza la “ misión ad gentes ” no
sólo “ ad extra ”, sino también “ ad intra ” de sus confines.
(173) RM 33c.
(174) RM 33d.
(175) Ibidem
(176) RM 34b.
(177) RM 34c. El texto habla, en concreto,
del mutuo enriquecimiento entre la misión nf intra y la misión nf extra. En RM
59c, en el mismo sentido, se muestra cómo la “ misión ad gentes ” alienta a los
pueblos a su desarrollo, mientras la “ nueva evangelización ” en países más
desarrollados crea una clara conciencia de solidaridad respecto a los otros.
(178) Cf RM 31 y 34.
(179) MPD 8.
(180) DCG (1971) 20; cf CT 43; Cuarta
Parte, cap. 2.
(181) CT 19.
(182) Mc 16,15 y Mt 28,19.
(183) Mc 16,16.
(184) Cf CT 19; DCG (1971) 18.
(185) Cf RICA 9-13; CIC 788.
(186) En el presente Directorio, se supone
que ordinariamente el destinatario de la “ catequesis kerígmática ” o “
precatequesis ” tiene un interés o una inquietud hacia el Evangelio. Si no lo
tiene en absoluto, la acción que se requiere es el “ primer anuncio ”.
(187) Cf ifiCA 9. 10. 50; CT 19.
(188) Cf CT 18; CT 20c.
(189) Cf CT 18.
(190) Ibidem.
(191) AG 14.
(192) CT 18.
(193) 5 CIRILo DE JERUSALEN, Catecheses
illuminandorum 1, 11; PG 33, 351-352.
(194) Cf Mt 7,24-27.
(195) CT 13; Cf CT 15.
(196) CEC 1122.
(197) AG 14; Cf CEC 1212.1229.
(198) CEC 1253. En el catecumenado
bautismal de adultos, propio de la “ misión adgentes ”, la catequesis precede
al Bautismo. En la catequesis con bautizados (niños, jóvenes o adultos) la
formación es posterior. Pero también en este caso lo que pretende la catequesis
es hacer descubrir y vivir las inmensas riquezas del Bautismo ya recibido. El
Catecismo de la Iglesia Católica utiliza la expresión catecumenado
post-bautismal (n. 1231). La Exhortación apostólica Christifideles Laici la
llama catequesis postbautismal (n. 61).
(199) Cf CD 14.
(200) CT 22; Cf CT 18d. 21b.
(201) Cf CT21.
(202) CT 21. Dos razones merecen
destacarse en esta aportación sinodal, asumida por Catechesi Tradendae: su
preocupación por atender a un problema pastoral (“ insisto en la necesidad de
una enseñanza cristiana orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios
se intenta minimizar su importancia ”); y el hecho de considerar la organicidad
de la catequesis como la característica princ: al que la caracteriza.
(203) CT 21.
(204) Cf CT 20; S. AGUSTIN, De
catechizandis rudibus, IV, 8: CCL 46, 128-129.
(205) CfCT21b.
(206) Cf CT 21c.
(207) Cf AG 14; CT 33; CEC 1231.
(208) Cf DCG (1971) 31.
(209) CT 24.
(210) DV 21.
(211) Jn 17,21.
(212) CT 48; Cf SC 52; DV 24; DCG
(1971)17; Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae, 24, Editio Typica Altera,
Roma 1981.
(213) Cf DV 21-25; PONTIFICIA C0MIsI0N
BIBLIcA, Documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia (21 setiembre
1993), IV, C, 2-3, Ciudad del Vaticano 1993.
(214)
SRS
41; Cf CA 5. 53-62; DCG (1971) 26; CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA,
Documento Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social de la
Iglesia en la formación de los sacerdotes (30 diciembre 1988), Roma 1988.
(215)
CT 23; Cf SC 35 ad 3; CIC 777, ad 1 y 2.
(216)
Cf
CT 21c y 47; DCG (1971) 96 ad c, d, e y f.
(217)
Cf
1 P 3,15; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Donum veritatis
6b: l.c. 1552. Ver lo indicado en CT 61, acerca de la correlación existente
entre catequesis y teología.
(218)
CT
45c.
(219)
CONGREGACIÓN
PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión rel:gjosa de la educación en la Escuela
católica (7 abril 1978), n. 68, Roma 1988; Cf JuAr.~ PABLO II, Alocución a los
sacerdotes de Roma (5 marzo 1981): Insegnamenti Giovanni Paolo H, W/1, p.
629-630; CD 13c; CIC 761.
(220)
Cf
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Documento La Escuela católica (19
marzo 1977) n. 26, Roma 1977.
(221)
CT
69. Nótese cómo, para CT 69, la originalidad de la ERE no consiste sólo en
posibilitar el diálogo con la cultura en general, ya que esto concierne a todas
las formas del ministerio de la Palabra. En la ERE se trata, de modo más
directo, de promover este diálogo en el proceso personal de iniciación,
sistemática y crítica, y de encuentro con el patrimonio cultural, que promueve
la escuela.
(222)
Cf
CONGREGACIÓN PARA LA EEDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de la educación
en la Escuela católica, n. 70, l.c.
(223)
Cf
JUAN PABLO II, Alocución al Simposio dd Consejo de las Conferencias Episcopales
de Europa sobre la Enseñanza de la Religión Católica en la escuela pública (15
abril 1991): Insegnamenti di Giovanni Paolo H, XIV/1, pp. 780s.
(224)
Ibidem.
(225)
Cf
CT 69; CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de la
educación en la Escuela católica, n. 66: l.c.
(226)
Cf
CT 33.
(227)
Cf
CT 34.
(228)
1Ver
lo indicado en el cap. 1° de esta Parte en: “ La traiismisión de la Revelación
por medio de la Iglesia, obra del Espíritu Santo ”, y en la Segunda Parte cap.
1°: “ La
eclesialidad del mensaje evangélico ”. cf EN 60, que habla de la eclesialidad
de todo acto de evangelización.
(229)
Cf
LG 64; DV lOa.
(230)
Cf
DCG (1971) 13.
(231)
Cf
AG 22a.
(232)
Cf
CT 28; RICA 25 y 183-187. La traditio-redditio Symboli (entrega y devolución
del Símbolo) ha sido y es un elemento importante del Catecumenado bautismal. La
bipolaridad de este gesto expresa la doble dimensión de la fe: don recibido
(traditio) y respuesta personal e inculturada (redditio). cf CT 28 en orden a
“una utilización acomodada a nuestro tiempo de este rito tan expresivo”.
(233)
Cf
LG 64.
(234)
CEC
169. La relación entre la maternidad de la Iglesia y su función educadora ha
sido expresada bellamente por S.Gregorio Magno: “Después de haber sido
fecundada, concibiendo a sus hijos por el ministerio de la predicación, la
Iglesia les hace crecer en su seno con sus enseñanzas ” (Moralia in lob, XIX
12; CCL 143a, 970).
(235)
CT 5; Cf
CEC 426; AG 14a. En
relación con esta finalidad cristológica de la catequesis ver lo indicado en la
Primera Parte, cap. 1: “ Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación ”; y
lo que se dice en la Segunda Parte, cap. 1: “ El cristocentrismo del mensaje
evangélico ”.
(236)
AG
13b.
(237)
CT
20c.
(238)
LG
7b.
(239)
MPD
8; cf CEC 185-197.
(240)
Cf
CEC 189.
(241)
Cf
CEC 180-190 y 197.
(242)
Cf
CEC 2113
(243)
Cf
CEC 166-167; 196.
(244)
Cf
EM 45.
(245)
También
el DCG (1971) 2 1-29 distingue entre la finalidad (finis) y las tareas (munera)
de la catequesis. Estas vienen a ser los objetivos específicos en los que se
concreta la finalidad.
(246)
Cf
Mc 4 10-12.
(247)
Cf
Mt 65-6.
(248)
Cf
Mt 10 5-15.
(249)
CT21b.
(250)
GE
4; Cf RICA 19; CIC 788,2.
(251)
Cf
DCG (1971) 36a.
(252)
DCG
(1971) 24.
(253)
DV
25a.
(254)
SC
7.
(255)
Cf
SC 14.
(256)
DCG
(1971) 25b.
(257)
AG
13.
(258)
Cf
LC 62; CEC 1965-1986. El Catecismo de la Iglesia Católica precisa con detalle
las características que la catequesis debe asumir en esta formación moral (n.
1697).
(259)
VS
107.
(260)
Cf
CT 29f.
(261)
RICA
25 y 188-191.
(262)
Cf
CEC 2761.
(263)
PO
6d.
(264)
AG
14d.
(265)
DCG
(1971) 27.
(266)
UR
3b.
(267)
CT
32; Cf CEC 821; CT 32-34.
(268)
Cf
CT 24c; DCG (1971) 28.
(269)
Cf
LG 31b; CIIL 15; CEC 898-900.
(270)
Cf
Mt 10,5-42; Lc 10,1-20.
(271)
Cf
EN 53; EM 55-57.
(272)
Cf
EM 55b; PONTIFICIO CoNsEjo PARA EL DIALOGO INTERRELIGIOSO Y CONGREGACIÓN PARA
LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS, Instrucción Diálogo y anuncio. Reflexiones y
Orientaciones sobre el anuncio del Evangelio y el Diálogo interreligioso (19
mayo 1991) 14-54: AAS 84 (1992) pp. 419-432. CEC, 839-845; en la Cuarta parte,
cap. 4°, al hablar de los destinatarios de la catequesis, se vuelve sobre el
tema de “La catequesis en el contexto de otras religiones ”.
(273)
RM
55a.
(274)
Cf
CIC 773; 778.2.
(275)
Cf
DCG (1971) 22 y 23.
(276)
Cf
DCG (1971) 26.
(277)
DCG
(1971) 31b.
(278)
Cf
RICA 19.
(279)
RiCA
9-13.
(280)
RICA
14-20; 68-72; 98-105.
(281)
RICA
93; Cf MPD 8c.
(282)
RICA
21-26; 133-142; 152-159.
(283)
RICA
25 y 183-187.
(284)
RICA
25 y 188-192.
(285)
RICA
37-40; 235-239.
(286)
Esta
gradualia!ad aparece también en los nombres que la Iglesia utiliza para
designar a los que se encuentran en las diferentes etapas del Catecumenado
bautismal: “simpatizante” (RICA 12), que, aunque todavía no crea plenamente,
está ya inclinado a la fe; “ catecúmeno ” (RICA 17-18), firmemente decidido a
seguir a Jesús; “ elegi” o “ competente ” (RICA 24), llamado para recibir el
Bautismo; “ neófito ” (RICA 33-36), recién nacido a la luz por el Bautismo; y
“fiel cristiano ” (RICA 39), maduro en la fe y miembro activo de la comunidad
cristiana.
(287)
Cf
MPD 8; EN 44; ChL 61.
(288)
En
el presente Directorio General para la Catequesis se utilizan, como distintas,
las expresiones “ catecúmenos ” y “ catequizandos ”, a fin de señalar esta
diferencia. Por su parte el CIC, c. 204-206, recuerda el distinto modo de unión
con la Iglesia que tienen “ catecúmenos ” y “ fieles cristianos ”.
(289)
RICA
295. El propio Ritual de la iniciación cristiana de adultos, cap. 1V, contempla
el caso de los adultos bautizados necesitados de una catequesis de iniciación.
Catechesi Tradena°ae, 44 precisa las diversas circunstancias en que esta
catequesis de iniciación con adultos se hace necesaria.
(290)
AG
14d.
(291)
Metodlio
de Olimpia, por ejemplo, apunta a esta acción maternal de la comunidad
cristiana cuando dice: “ Respecto a lo que son todavía imperfectos (en la vida
cristiana), son los más maduros los que les forman y les dan a luz como en una
acción maternal ” METODIO DE OLIMPIA, Symposium, ifi, 8: SCh 95, 111. Ver, en
el mismo sentido, S. GREGoRIo MAGNO, Homiliarum in Evangelia, 1, ifi, 2: PL 76,
1086 D).
(292)
RICA
8.
(293)
Cf
CT 53.
(294)
DCG
(1971)130. Tal número se abre con la siguiente afirmación: “El Catecumenado de
adultos, que es a la vez catequesis, participación litúrgica y vida comunitaña,
es el ejemplo típico de una institución nacida de la colaboración de varias
tareas pastorales ” (ibídem).
(295)
Cf
DCG (1971) 36a.
(296)
CT
27.
(297)
DV
lOa y b; cf 1 Tm 6,20; 2 Tm 1,14.
(298)
Cf
Mt 13,52.
(299)
DV
13.
(300)
Ibideni.
(301)
DV
10.
(302)
Como
se ve, se emplean ambas expresiones: la fuente y las fuentes de la catequesis.
Se habla de “ la ” fuente de la catequesis para subrayar la unicidad de la
Palabra de Dios, recordando la concepción de la Revelación en Dei Verbum. Se ha
seguido a CT 27, que habla también de la fuente de la catequesis. Se ha
mantenido, no obstante, la expresión las fuentes, siguiendo el ordinario uso
catequético de la expresión, para indicar los lugares concretos de donde la
catequesis extrae su mensaje; cf DCC (1971) 45.
(303)
Cf
DCG (1971) 45b.
(304)
DV
9.
(305)
Ibidepn.
(306)
DV
lOb
(307)
DV
lOc.
(308)
Cf
MPD 9.
(309)
Cf
CEC 426-429; CT 5-6; DCG (1971) 40.
(310)
CT
5.
(311)
DCG
(1971) 41a. 39. 40. 44.
(312)
GS
10.
(313)
CT
6.
(314)
Cf
1 Co 15,1-4; EN 15e.f.
(315)
CT
lib.
(316)
CEC
139.
(317)
Cf
Jn 14,6.
(318)
La
expresión “ Uno de la Trinidad ” fue utilizada por el V Concilio ecuménico en
Constantinopla (a. 553): cf CONSTANTINOPOLITANO II, Sesión Vifi, can. 4: Dx
424. Ha sido recordada en CEC 468.
(319)
CEC
234; cf CEC 2157.
(320)
DCG
(1971) 41; cf Ef 2,18.
(321)
Cf
DCG (1971) 41.
(322)
Cf
CEC 258. 236 y 259.
(323)
Cf
CEC 236.
(324)
CEC
450.
(325)
Cf
CEC 1702.1878. Soiicitudo Reí Socialis (n. 40) utiliza la expresión “ modelo de
unidad ”, al referirse a este tema. El Catecismo de la Iglesia Católica (n.
2845), habla de la comunión de la Stma. Trinidad como “ la fuente y el criterio
de verdad en toda relación ”.
(326)
LG 4b, que cita textualmente a S. CIPRI~o, De
dominica oratione 23: CCL 3A2, 105.
(327)
(328)
Cf
EN 11-14; RM 12-20; CEC 541-556.La liturgia de la Iglesia lo expresa así en la
Vigilia pascual: “ ... ilumina a tus hijos por tí redimidos para que comprendan
cómo la creación del mundo, en el comienzo de los siglos, no fue obra de mayor grandeza
que el sacrificio pascual de Cristo Señor en la plenitud de los tiempos ”
(Misal Romano, Vigilia Pascual, Oración después de la Primera Lectura).
(329)
EN
9.
(330)
CT
25.
(331)
EN
26.
(332)
Este
don salvífico confiere “ la justificación por la gracia de la fe y de ios sacramentos
de la Iglesia. Esta gracia libera del pecado e introduce en la comunión con
Dios ” (LC 52).
(333)
EN
27.
(334)
Cf
LG 3 y 5.
(335)
Cf
EM 16.
(336)
GS
39.
(337)
LG
5.
(338)
RM
20.
(339)
EN
28.
(340)
Cf
EN 30-35.
(341)
EN
30.
(342)
CA
57; cf CEC 2444.
(343)
EN
30.
(344)
EN
32; cf SRS 41 y EM 58.
(345)
EN
32.
(346)
EN
33; cf LC: Esta Instrucción constituye una referencia obligada para la
catequesis.
(347)
LC
71.
(348)
CA 57; LC 68; cf SRS 42; CEC 2443-2449.
(349)
LC
68.
(350)
SRS
41; cf LC 77. Por su parte, el Sínodo de 1971 abordó un tema de fundamental importancia
para la catequesis: “ La educación para la justicia ”: cf DOCUMENTOS DEL SINODO
DE LOS OBISPOS, II: De lustititia in mundo, ifi: l.c. 835-937.
(351)
RICA
75; cf CEC 1253.
(352)
Cf
CEC 172-175 donde, inspirándose en S. Ireneo de Lyon, se analiza toda la tiqueza
implicada en la realidad del “una sola fe.
(353)
CEC
815: “ La unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles
de comunión: la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles; la
celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos; la sucesión
apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de
la familia de Dios ”.
(354)
EN
61, recogiendo los testimonios de S. Gregorio Magno y de la Didache.
(355)
CEC
1076.
(356)
DCG
(1971) 44.
(357)
Al
fundamentar el contenido de la catequesis en la narración de los
acontecimientos salvadores, los Santos Padres querían enraizar el cristianismo
en el tiempo, mostrando que era historia salvífica y no mera filosofía
religiosa; y que Cristo era el centro de esa historia.
(358)
CEC
54-64. En estos textos del Catecismo de la Iglesia Católica, que son referencia
fundamental para la catequesis bíblica, se indican las etapas más importantes
de la Revelación, en las cuales el tema de la Alianza es clave. Cf CEC 1081 y
1093.
(359)
Cf
DV 4.
(360)
DCG
(1971) 11.
(361)
CEC
1095; cf CEC 1075. 1116. 129-130. 1093-1094.
(362)
CEC
1095. El Catecismo de la Iglesia Católica en el n.1075 indica el carácter
inductivo de esta “ catequesis mistagógica ” pues “ procede ” de lo visible a
lo invisible, del signo al significado, de los ‘sacramentos’ a los “misterios”
”.
(363)
DV
2.
(364)
DCG
(1971) 72; cf CEC 39-43.
(365)
Cf
Cuarta Parte, cap. 5.
(366)
AG
10 cf AG 22a.
(367)
CT
53 cf EN 20.
(368)
El
término “ inculturación ” ha sido asumido por diversos documentos del
Magisterio: cf CT 53 y EM 52-54. El concepto de “ cultura ”, tanto en su
sentido más general, como en su sentido “ sociológico y etnológico ” ha sido
aclarado en GS 53; cf C1IIL 44a.
(369)
AG
22a; cf LG 13 y 17; GS 53-62; DCG (1971) 37.
(370)
Cf
EM 52b que habla del “ largo tiempo ” que requiere la incukuración.
(371)
EN
20; cf EN 63; EM 52.
(372)
LG
13 utiliza la expresión: “ favorece y asume (fovet et assumit) ”.
(373)
LG
17 se expresa de este modo: “ sanar, elevar y perfeccwnar (sanare, elevare et
consummare)”.
(374)
EN
19 afirma: “ akanzar y transformar ”.
(375)
EM
54a.
(376)
EM 54b.
(377)
Cf
GCM 12.
(378)
Cf
CEC 24.
(379)
CT
30.
(380)
Ibidem
(381)
DCG
(1971) 38a.
(382)
DCG
(1971) 38b.
(383)
Cf
Mt 11,30.
(384)
EN
63, que utiliza las expresiones “ transferre ” y “ transtatio ”; cf RM 53b.
(385)
EN
63c; cf CT 53c y 31.
(386)
SÍNODO
1985, ll,D,3; cf EN 65.
(387)
CT
31 que, asimismo, trata la integridad del mensaje; cf DCG (1971) 39 y 43.
(388)
CEC
234.
(389)
UR
11.
(390)
DCG
(1971) 43.
(391)
DCG
(1971) 41.
(392)
Acerca
del símbolo de la fe, 5. Cirilo de Jerusalén dice: “ Esta síntesis de fe no ha
sido hecha según las opiniones humanas, sino que de toda la Escritura ha sido
recogido lo que hay en ella de más importante, para dar en su integridad la
única enseñanza de la fe ” (Catecheses illununandorwn 5,12: PG 33, 521). El
texto ha sido recogido en CEC 186; cf CEC 194.
(393)
CEC
1211.
(394)
CEC
1211.
(395)
S.
Agustin presenta el sermón del Monte como “ la carta perfecta de la vida
cristiana. - - que contiene todos los preceptos propios para guiarla ” (De
sermone Domini iv monte 1,1; CCL 35, 1; cf EN 8.
(396)
El
Padre nuestro es, en verdad, “ el resumen de todo el Evangelio ” (TERTULIANO,
De oratione, 1: CSEL 20, 181) “ Recorred todas las oraciones que hay en las
Escrituras, y no creo que podáis encontrar algo que no esté incluido en la
oración del Señor ” (S. AGUSTÍN, Epístola 130, c.12: PL 33, 502): cf CEC 2761.
(397)
GS
22a.
(398)
Cf
Ibídem.
(399)
CT
22c; cf EN 29.
(400)
GS 22b.
(401)
CEC
521; cf CEC 5 19-521.
(402)
Cf
CT 20b.
(403)
Cf
Rorn 6,4.
(404)
DCG
(1971) 74; cf CT 29.
(405)
Cf
AG 8a.
(406)
Cf
Fil 127.
(407)
Cf
CEC 1697
(408)
Cf
CEC 1145-1152.
(409)
Cf
Tercera Parte, cap. 2.
(410)
DCG
(1971) 46.
(411)
CT
31.
(412)
Cf
CIC 775, 1-3.
(413)
Cf
FD 2d.
(414)
FD
4a.
(415)
(1971)
Introducción.
(416)
(1971),
Tercera parte, cap. 2.
(417)
CEC
11.
(418)
FD
4c~ FD 4b.
(419)
CEC
815.
(420)
FD
4a; cf FD 4c.
(421)
FD
1f cf FD 4c.
(422)
FD
4d.
(423)
Ibidem.
(424)
FD
3d.
(425)
FD
3e.
(426)
Cf
CEC 13.
(427)
Cf
Primera parte, cap. 3 del presente Directorio.
(428)
Cf
Card. J. RATZINGER, Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica, en J.
RATZINGER y C. SCHÖNBORN, Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica,
Madrid 1994, pp. 29-30.
(429)
Cf
CEC 189-190; 1077-1109; 1693-1695; 2564; etc.
(430)
Cf
CEC 27-49; 355-379; 456-478; 1699-1756; etc.
(431)
GS
22a.
(432)
DCG
(1971) 119.
(433)
CEC
24.
(434)
DV
21.
(435)
MPD,
9c; cf PONTIFICIA COMISIÓN BíBLICA, La interpretación de la Biblia en la
Iglesia, IV, C,3.
(436)
CT
27; cf SÍNODO 1985, ll,B,a,1.
(437)
DV
9.
(438)
Cf
MPD 9.
(439)
DV
&.
(440)
Cuando
el Concilio Vaticano II solicitó la restauración del catecumenado de adultos
subrayó su necesaria gradualidad: “ Restáurese el catecumenado de adultos,
dividido en distintas etapas ” (SC 64).
(441)
Es
significativo, a título de ejemplo, el testimonio de Orígenes: “ Cuando
abandonas las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la
ley divina, entonces empiezas tu salida de Egipto. Cuando has sido agregado a
la multitud de los catecómenos y has comenzado a obedecer a los mandamientos de
la Iglesia, entonces has atravesado el mar Rojo. En las paradas del desierto,
cada día, te aplicas a escuchar la ley de Dios y a contemplar el rostro de
Moisés que te descubre la gloria del Sefior. Pero cuando llegues a la fuente
bautismal, habiendo atravesado el Jordán, entrarás en la tierra de la promesa ”
(ORIGENES, Homilíae in lesu Nave, IV, 1: SCR 71, 149).
(442)
Cf
CEC 13.
(443)
El
presente apartado se refiere exclusivamente a los Catecismos oficiales, es
decir, a aquéllos que el Obispo diocesano (CIC 775, 1) o l~ Conferencia
episcopal (CIC 775, 2) asumen como propios. Los catecismos no oficiales (CIC
827,1) y otros instrumentos de trabajo para la catequesis (DCG 1971, 116) serán
considerados en la Quinta Parte, cap. 4.
(444)
FD
4c.
(445)
FD
4d.
(446)
Cf
CIC 775.
(447)
CT
53a.
(448)
CT
50.
(449)
DV
15.
(450)
Cf
DV 13.
(451)
DV
13.
(452)
Cf
DV 13. “Ben:gnzdad inefable”, “providencia y cuidado”, “condescendencia” son
expresiones que definen la pedagogía divina en la Revelación. Muestran el deseo
de Dios de “ adaptarse ” (synkatabasis) a los seres humanos. Este mismo
espíritu es el que ha de guiar la elaboración de los Catecismos locales.
(453)
DCG
(1971) 119.
(454)
En
la catequesis, junto a los instrumentos, intervienen otros factores decisivos:
la persona del catequista, el método de transmisión, la relación que se
establece entre catequista y catequizando, el respeto al ritmo interior de
recepción por parte del destinatario, el clima de amor y de fe en la
comunicación, el compromiso activo de la comunidad cristiana, etc.
(455)
Cf
Cuarta Parte, cap. 1.
(456)
CEC
24.
(457)
GS
44.
(458)
CT
53a.
(459)
Cf CT 55c; MPD 7; DCG (1971) 34.
(460)
Cf
CT 36-45.
(461)
En
los Catecismos locales debe prestarse atención al tratamiento y orientación de
la religiosidad popular (cf EN 48; CT 54 ; CEC 1674-1676), así como a lo
concermente al diálogo ecuménico (cf CT 32-34; CEC 8 17-822) y al diálogo
interreligioso (cf EN 53; RM 55-57; CEC 839-845).
(462)
LC
72 distingue entre “ principios de reflexión ”, “ criterios de juicio ” y “
directrices de acción ”, que la Iglesia ofrece en su doctrina social. Un
Catecismo sabrá distinguir estos niveles.
(463)
Se
hace refiencia aquí, fundamentalmente a las “ diferentes situaciones
socio-religiosas ” ante la evangelización. Se trata de ellas en la Primera
Parte, cap. 1.
(464)
Acerca
de esta distinción entre Catecismos locales y obras de síntesis del CEC ver lo
indicado en CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE CONGREGACIÓN PARA EL CLERO,
Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Orientaciones acerca de
las “ obras de síntesis ” del Catecismo de la Iglesia Católica (Prot. n.
94004378 del 20 diciembre 1994), Permisas 1-5. Entre otras cosas dice: “ Las
obras de síntesis del CEC pueden, erróneamente, ser entendidas como
sustitutivas de los Catecismos locales, al punto de desalentar de hecho la
preparación de éstos, mientras carecen, por su parte, de las adaptaciones a las
particulares situaciones de los destinatarios, que requiere la catequesis ” (n.
4).
(465)
Cf
CIC 775, 1-2.
(466)
La
cuestión del lenguaje, tanto en los Catecismos locales como en el acto
catequético, es de suma importaníca. Cf CT 59.
(467)
EN
63. En esta delicada tarea de “ asimilar-traducir ”, indicada en este texto, es
muy importante tener en cuenta la observación hecha por la CONGREGACIÒN PARA LA
DOCTRINA DE LA FE Y LA CONGREGACIÓN PARA EL CLERO EN Orientaciones acerca de
las ‘obras de síntesis’ del Catecismo de la Iglesia Católica, Premisas 3: “ La
elaboración de Catecismos locales, que tengan al CEC como ‘texto de referencia
válido y auterizado’ (FD 4), permanece como objetivo importante para los
Episcopados. Pero las previsibles dificultades que se encontrarán en tal
empresa sólo podrán ser superadas si, mediante un adecuado y quizá incluso
prolongado tiempo de asimilación del CEC, se prepara el terreno teológico,
catequético y lingiiístico para una real obra de incukuración de los contenidos
del Catecismo ”.
(468)
GS
62b.
(469)
FD
4b.
(470)
RM
54b.
(471)
CEC
815.
(472)
LG
23a.
(473)
CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE, “ Communionis notio ”, n. 9: l.c.843.
(474)
Cf
CT 63b.
(475)
Cf
Jn 15,15; Mc 9,33-37; Mc 10,41-45.
(476)
Cf
CT 9a.
(477)
Cf
Mc 8,14-21.27.
(478)
Cf
Mc 4,34; Le 12,41.
(479)
Cf
Le 11,1-2.
(480)
Cf
Le 10,1-20.
(481)
Cf
Jn 16-13.
(482)
Cf
Mt 10,20; Jn 15,26; Hch 4, 31.
(483)
Cf
CT 9.
(484)
CT
58.
(485)
DV 15; DCG
(1971) 33; CT 58; (HL 61; CEC 53. 122. 684. 708. 1145. 1950. 1964.
(486)
Cf
Dt 8,5; Os 11,3-4; Pr 3,11-12.
(487)
Cf
Dt 4,36-40; 11, 2-7.
(488)
Cf
Ex 12,25-27; Dt 6,4-8; 6, 20-25; 31, 12-13; Jos 4,20.
(489)
Cf Am 4,6; Os 7,19; Jr 2,30; Pr 3, 11-12; Hb
12, 4-11; Ap 3,19.
(490)
Cf
Mc 8, 34-38; Mt 8,18-22.
(491)
LG
1.
(492)
CEC
169; cf GE 3c.
(493)
Cf
GE 4.
(494)
Cf
PABLO VI, Carta enc. Ecclesiam suam (6 agosto 1964), III: AAS 56 (1964), pp.
637-659.
(495)
Cf
DV 2.
(496)
Cf RM 15; CEC 24b-25; DCG (1971)10.
(497)
Cf
MPD 11 CT 58
(498)
Cf
CT 52.
(499)
Cf
PABLO VI, Carta Encíclica Ecclesiam Suam: l.c. 609-659.
(500)
Cf
MPD 7-11; CEC 3; 13; DCG (1971) 36.
(501)
DV
5.
(502)
Cf
MPD 7; CT 55; DCG (1971) 4.
(503)
CT
55.
(504)
Cf
DCG (1971) 10 y 22.
(505)
DV
11 cf CEC 684
(506)
Cf
DV 2.
(507)
Cf
DV 13.
(508)
Cf
EN 63; CT 59.
(509)
27 Cf CT 31.
(510)
Cf
GE 1-4; CT 58.
(511)
Cf
CT 51.
(512)
Ibídem.
(513)
Cf
CT 31. 52. 59.
(514)
Cf
CT 52.
(515)
Cf
PONTIFICIA COMISIÓN BíBLICA, La inteipretación de &z Biblia en la Igksza,
1993.
(516)
Cf
MPD 9.
(517)
Cf
DCG (1971) 72.
(518)
Cf
DCG (1971) 72.
(519)
Cf
Primera Parte, cap. 3; DCG (1971) 74; CT 22.
(520)
Entendemos
aquí las experiencias vinculadas a las “ grandes preguntas ” de la vida y de la
realidad, en concreto, de las personas: la existencia de Dios, el destino de
las personas, el origen y el fin de la historia, la verdad sobre el bien y
sobre el mal, el sentido del sufrimiento, del amor, del futuro...; cf EN 53; CT
22 y 39.
(521)
Cf
Primera Parte, cap. 3; DCG (1971) 71; CT 55.
(522)
Cf
MPD 9.
(523)
Cf
CT 55.
(524)
Cf
CEC 22.
(525)
CT
55.
(526)
Cf
Primera Parte, cap. 3, en “ El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad
”.
(527)
Cf
DCG (1971) 71; Quinta Parte, caps. 1 y 2.
(528)
Cf
n. 298.
(529)
Cf
DCG (1971) 75.
(530)
Cf
AG 14; DCG (1971) 35; CT 24.
(531)
Cf
EN 46.
(532)
Cf
DCG (1971) 76.
(533)
Mt
18,20.
(534)
Cf DCG (1971) 122-123; EN 45; CT 46; FC 76; ChL
44; RM 37; AN 440; EA 71; 122-124.
(535)
Cf
RM 37.
(536)
Cf
AN 440.
(537)
EN
45b.
(538)
Cf
CT 46.
(539)
Cf
DCG (1971) 122.
(540)
EM
371.
(541)
EN
45.
(542)
Cf
FC 76.
(543)
Ca
44f.
(544)
RM 15; cf EN 49-50; CT 35s; EM 14; 23.
(545)
Cf
Lc 4,18.
(546)
Cf
Mc 16,15.
(547)
Cf
Exposición introducctoria.
(548)
Cf
DCG (1971) 77.
(549)
EN
49-50; CT 14; 35s.
(550)
EH
13; cf EN 31.
(551)
Cf
EH 13-14; ŒC 24.
(552)
Cf
DCG (1971) 75.
(553)
Cf
DCG (1971) 21.
(554)
CT
13.
(555)
Cf
GS 44; EN 63; CT 31; CEC 24-25.
(556)
GS
44. En esta Cuarta Parte se usan, porque los emplea el Magisterio y por
utilidad práctica, los dos términos de adaptación e inculturación, dando
preferentemente al primero el sentido de atención a las personas y al segundo
el sentido de atención a los contextos culturales. La adaptación tiene en
cuenta las diversas circunstancias
(557)
Cf
EM 33.
(558)
CEC
24.
(559)
EH
14.
(560)
Cf
CT 45.
(561)
Cf
DCG (1971) 20; 92-97; CT 43-44; COINCAT, La catequesis de adultos en la
comunidad cristiana, 1990.
(562)
Cf
DCG (1971) 20; CT 19. 44; COINCAT 10-18.
(563)
Cf
COINCAT 10-18.
(564)
Cf
CT 44.
(565)
Cf
CT 19.
(566)
Cf
DCG (1971) 92-94; CT 43; COINCAT 20-25; 26-30; 33-84.
(567)
Cf
iCo 13,11; Ef 4,13.
(568)
Cf
COINCAT 33-84.
(569)
Cf
COINCAT 26-30.
(570)
LG
31; cf EN 70; ChL 23.
(571)
Cf
CbL 57-59.
(572)
Cf
DCG (1971) 97.
(573)
Cf
Primera Parte, cap. 2; DCG (1971) 96.
(574)
Cf
DCG (1971) 78-81; CT 36-37.
(575)
Cf
DCG (1971) 78-79; C1’IL 47.
(576)
Cf
ChL 47.
(577)
Cf
Mc 10,14.
(578)
Cf
DCG (1971) 78-79; CT 37.
(579)
Cf
CT 37.
(580)
Cf
SAGRADA CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIvINo, Directorio para la misa con niños (1
noviembre 1973): AAS 66 (1974), pp. 30-46.
(581)
Cf
DCG (1971) 79.
(582)
Cf
DCG (1971) 78. 79.
(583)
Cf
DCG (1971) 80-81; CT 42.
(584)
Cf
DCG (1971) 82-91; EN 72; CT 38-42.
(585)
Cf
DCG (1971) 83.
(586)
Cf
Exposición introducctoria, 23-24.
(587)
Cf
DCG (1971) 82; EN 72; MDP 3; CT 38-39; ŒL 46; TMA 58.
(588)
GE
2; C1IL 46.
(589)
Cf
Mt 19,16-22; JUAN PABLO II, Carta apostólica A los jóvenes del mundo, (Parati
semper) (31 marzo 1985): AAS 77 (1985), pp. 579-628.
(590)
Cf
JUAN PABLO II, A los jóvenes del mundo, cit. n. 3.
(591)
ChL
46; cf DCG (1971) 89.
(592)
Cf
DCG (1971) 84-89; CT 38-40.
(593)
Cf
DCG (1971) 87.
(594)
Otros
temas significativos: relación entre fe y razón; la existencia y el sentido de
Dios; el problema del mal; la persona de Cristo; la Iglesia; el orden ético en
relación con la subjetividad personal; el encuentro de hombre y mujer; la
doctrina social de la Iglesia...
(595)
CT
40.
(596)
Cf
DCG (1971) 95; ChL 48.
(597)
Cf ChL 48.
(598)
Cf
DCG (1971) 91; CT 41.
(599)
Cf
CT 59.
(600)
Cf
EN 51-56; MIPD 15.
(601)
Cf
Exposición introducctoria, 23-24.
(602)
(603)
EN
54.Cf 1 P 3,15.
(604)
Cf
DCG (1971) 6; EN 48; CT 54.
(605)
EN
48.
(606)
EN
48.
(607)
Cf
PABLO VI, Exho. apos. Marialis cultus (2 febrero 1974) 24.25.29: AAS 66 (1974),
pp. 134-136.141.
(608)
Cf
DCG (1971) 27; MPD 15; EN 54; CT 32-34; PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE
LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Directorio para la aplicación de los principios y
de las normas sobre el ecumenismo (25 marzo 1993) 61: AAS 85 (1993), pp.
1063-1064; TMA 34; JUAN PABLO II, Carta encíclica Ut unum sint (25 mayo 1995)
18: AAS 87 (1995), p. 932.
(609)
CT
32.
(610)
Cf
UR 11.
(611)
Cf
Directorio para el ecumenismo, n. 190, l.c., p. 1107.
(612)
Cf
CT 33.
(613)
Cf
NA 4; SECRETARIADO PARA LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS (Comisión para las
relaciones religiosas con el hebraísmo), Hebreos y hebraísmo en la predicación
y en la catequesis católica (24 junio 1985).
(614)
CEC
839.
(615)
Hebreos
y hebraísmo, cit., VII.
(616)
Cf
NA 4.
(617)
Cf
EN 53; MPD 15; ChL 35; RM 55-57; CEC 839-845; TMA 53; PoNTIFICIO CONSEJO PARA
EL DIÁLOGO INTERBELIGIOSO Y CONGREGACIÓN PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS,
Inst. Diálogo y anuncio (19 mayo 991): AAS 84 (1992), pp. 414-446; 1263.
(618)
Cf
SECRETARIADO PARA LA UNIÓN DE LOS CRISTIANOS — SECRETARIADO PARA LOS NO
CRISTIANOS — SECRETARIADO PARA LOS NO CREYENTES — PONTIFICIO CONSEJO PARA LA
CULTURA, El fenómeno de las sectas o nuevos mozionientos rel:giosos: desafio
pastoral: “ L’Qsservatore Romano ” del 7 mayo 1986.
(619)
El
fenómeno de las sectas o nuevos movimentos religiosos: desafio pastoral, cit.
5.4.
(620)
RM
38.
(621)
Cf
Segunda Parte, cap. 1; DGC (1971) 8; EN 20. 63; CT 53; RM 52-54; JUAN PABLO II,
Discurso a los miembros del Consejo Internacional para la Catequesis: “
L’Osservatore Romano ” del 27 septiembre 1992; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO
DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción La liturgia romana y la
inculturación, (25 enero 1995): A.AS 87 (1995), pp. 288-319; CoMISIÓN TEOLÓGICA
INERNACIONAL Documento Commissio Theologica sobre Fee inculturación (3-8
octubre 1988); JUAN PABLO II, Exhor. apos., Iglesia en Africa, l.c.;
Alocuciones con ocasión de sus viajes pastorales.
(622)
Cf
EN 20. 63; CT 53; RM 52-54; CEC 172-175.
(623)
CT
53.
(624)
Cf
Segunda Parte, cap. 1.
(625)
Cf
CT 53.
(626)
CT
53.
(627)
EN
20.
(628)
RM
54.
(629)
Cf
CT 59.
(630)
CT
59.
(631)
RM
37.
(632)
Cf
Tercera Parte, cap. 2.
(633)
Cf
DGC (1971) 123.
(634)
JUAN
PABLO II, Alocución a los miembros del COINCAT, l.c.
(635)
CEC
24; cf FD 4.
(636)
RM
37.
(637)
ChL
63.
(638)
Cf
Quinta Parte, cap. 4.
(639)
EN
63.
(640)
En
esta Quinta Parte, como en el resto del presente documento, la expresión
Iglesia particular se refiere a la diócesis y a las circunscripciones
eclesiásticas asimiladas (CIC 368). La expresión Iglesia local se refiere a la
agrupación de Iglesias particulares, bien establecidas en una región o nación,
o bien en un conjunto de naciones vinculadas entre sí por lazos particulares.
cf Primera Parte, cap 3: “ La catequesis: acción de naturaleza eclesial ” y
Segunda Parte, cap 1: “ La eclesialidad del mensaje evangélico ”.
(641)
Como
indica Lumen Gentium 26a, las legítimas congregaciones de fieles reciben el
nombre de “ Iglesias ” en el Nuevo Testamento; cf los textos bíblicos con que
se abre esta parte.
(642)
Cf
CD 11.
(643)
La
Iglesia particular, en CD 11, se describe, antes que nada, como “ porción del
Pueblo de Dios ” (Populi Dei portio).
(644)
CONGREGACIÓN
PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Communionir Notio 7 (AAS85/1993, 838-850).
(645)
Communionis
notio 9b.
(646)
LG
23b recoge el testimonio de S. Hilario Poitiers In Ps 14,3 (PL 9, 206) y de S.
Gregorio Magno Moral IV, 7. 12 (PL, 75, 643).
(647)
EN
14.
(648)
Hch
2,11.
(649)
Communionis
Notio 7 l.c. 842.
(650)
Communionis Notio 9b l.c., p. 843; cf AG 4.
(651)
La
expresión “ ministerio de la catequesis ” es utilizada en CT 13.
(652)
Es
importante subrayar el carácter de servicio único que tiene la catequesis en la
Iglesia particular. El “ sujeto ” de las grandes acciones evangelizadoras es la
Iglesia particular. Es ella la que anuncia, la que transmite el Evangelio, la
que celebra,... Los agentes “ sirven ” a ese ministerio y actúan “ en nombre de
la Iglesia ”. Las implicaciones teológicas, espirituales y pastorales de esta “
edesialidad ” de la catequesis son grandes.
(653)
CT
16: “ Es una responsabilidad diferenciada pero común ”. Cf también la nota 55,
del n. 50, como darificación del término “ ministerio de la Palabra ”.
(654)
AG
14. En este mismo sentido se expresa CT 16: “ La catequesis ha sido siempre y
seguirá siendo una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser
responsable ”. Cf también en MPD 12; ifiCA 12; CIC 774.1.
(655)
“
La catequesis debe apoyarse en el testimonio de la comunidad eclesial ” (DCG
1971, 35); cf Cuarta Parte, cap. 2.
(656)
CT
24.
(657)
“
Además del apostolado que incumbe absolutamente a todos los fieles, los laicos
pueden también ser llamados a una cooperación más inmediata con el apostolado
de la jerarquía, como aquellos hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo
en la evangelización, trabajando mucho en el Señor ” (LG 33). Esta doctrina
conciliar ha sido recogida por CIC 228 y 759.
(658)
LG
25; cf CD 12a; EN 68c.
(659)
LG
25.
(660)
Ibidem.
(661)
DV
8.
(662)
CT
63b.
(663)
Cf
CT 12a.
(664)
CT
63c.
(665)
CT
63c; CIC 775.1.
(666)
Cf
CT 63c; CIC 823.1.
(667)
CT
63c.
(668)
CD
14b; CIC 780.
(669)
PO
12a; cf PO 2. 6; JuAN PABLO II, Exhrtación apostólica post-sinodal Pastores
dabo vobis (25 marzo 1992), n. 12: l.c. 675-677.
(670)
PO
6b.
(671)
Cf
CIC 773.
(672)
LG
10.
(673)
LG
10. Sobre los “ dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo ”
cfCEC 1546-1547.
(674)
PO
9b.
(675)
Cf
CIC 776-777.
(676)
CT
64. Respecto a esta orientación de fondo que los presbíteros han de dar a la
catequesis, el Concilio Vaticano II indica dos exigencias fundamentales: “ no
enseñar la propia sabiduría sino la Palabra de Dios ” (P0 4) y “ exponer la
Palabra de Dios no de modo genérico y abstracto sino aplicándola a las
circunstancias concretas de la vida ” (ibidem).
(677)
Cf
en el capítulo 3 de esta Parte el número dedicado a “ La familia como ámbito o
medio de crecimiento en la fe ”, donde se analizan las características de la
catequesis familiar. Este número se ha centrado más en la consideración de los
padres como agentes de catequesis; cf CIC 774.2.
(678)
CT
68.
(679)
CT
68.
(680)
Ibidem
(681)
OIL
62; cf FC 38.
(682)
FC
38; CT 68.
(683)
CT
68; cf EN 71b.
(684)
Cf
CT 68.
(685)
LG
11; cf FC 36b.
(686)
CT
65; CIC 778.
(687)
CEC
915; LG 44.
(688)
EN
69; cf VC 33.
(689)
Cf
VC 31 acerca de “ las relaciones entre los diversos estados de vida del
cristiano ”; cf CEC 932.
(690)
CT
65~ cf RM 69
(691)
CT
65.
(692)
Cf
1 Co 12,4; LG 12b.
(693)
LG
31. En ChI. 15 se analiza con detalle este “ carácter secular”
(694)
LG
35.
(695)
AA
2b; cf Rituale Romanum, Ordo Baptismi Parvulorum, n. 62, Editio Typica, 1969;
RICA 224.
(696)
CEC
429.
(697)
El
Código de Derecho Canónico establece que la autoridad de la Iglesia puede
encomendar un oficio o servicio eclesial a los laicos, prescindiendo de si ese
servicio es o no tus “ ministerio ” no ordenado formalmente instituido como
tal: “ Los laicos que sean considerados idóneos tienen capacidad de ser
llamados por los sagrados Pastores para aquellos oficios eclesiales y encargos
(officia ecclesiastica et munera), que puedan cumplir según las prescripciones
del derecho ” (CIC 228.1); cf EN 73; CbL 23.
(698)
CT
66b’ cf GCM.
(699)
CT
66b.
(700)
GCM
4.
(701)
Ibidem.
(702)
CT
45; cf RM 37 ad b, 2°.
(703)
RM
33.
(704)
CT
66a.
(705)
CT
66a; cf CT 42.
(706)
Cf
DCG (1971) 96 ad c.
(707)
Cf
CT 45; DCG (1971) 95.
(708)
Cf
DCG (1971) 91; CT 41.
(709)
CT
45a; cf CT 45 a.
(710)
GCM
5.
(711)
El
Concilio Vaticano II distingue dos tipos de catequistas: los “ catequistas con
plemi dedwación ” y los “ catequistas auxiliares ” (cf AG 17). Esta dístinción
es retomada en (3CM 4, con la terminología de “ catequistas a tiempo pleno ” y
“ catequistas a tiempo parcial ”.
(712)
Cf
GCM 5.
(713)
Cf
DCG (1971) 108a.
(714)
DCG
(1971) 111.
(715)
Cf
CT 5. Este texto define la finalidad cristocéntrica de la catequesis. Este
hecho determina el cristocentrismo del contenido de la catequesis, el
cristocentrismo de la respuesta del destinatario, el sí a Jesucristo y el
cristocentrismo de la espiritualidad del catequista y de su formación.
(716)
Se
señalan aquí las cuatro etapas del catecumenado bautismal con una perspectiva
cristocéntrica.
(717)
(3CM
20.
(718)
LG
64.
(719)
DCG
(1971) 114.
(720)
Cf
(3CM 7.
(721)
Cf
(3CM 13.
(722)
DCG
(1971) 31.
(723)
CT
52; cf CT 22.
(724)
Œ
CT 22d.
(725)
Cf
(3CM 21.
(726)
Las
cualidades humanas que sugiere (3CM son las siguientes: facilidad de relaciones
humanas y de diálogo, idoneidad para la comunicación, disponibilidad para
colaborar, función de guía, serenidad de juicio, comprensión y realismo,
capacidad para consolar y hacer recobrar la esperanza... (cf 21).
(727)
EN
79.
(728)
Cf
ŒL 60.
(729)
DCG
(1971)112. (3CM 23 subraya la importancia primordial de la Sagrada Escrirusa en
la formación de los catequistas: “ La Sagrada Escritura deberá seguir siendo la
materia principal de la enseñanza y constituir el alma de todo el estudio
teológico. Esta ha de intensificarse cuanto sea necesario ” (23).
(730)
CbL
60c.
(731)
CT
22.
(732)
DCG
(1971) 112.
(733)
GS
62b.
(734)
DCG
(1971) 100.
(735)
GS
59.
(736)
“
La enseñanza de las ciencias humanas plantea difíciles cuestiones respecto a su
selección y método, dado el itiunero y diversidad de estas disciplinas. Puesto
que se trata de formar catequistas y rio especialistas en psicología, la norma
a seguir es distinguir y seleccionar lo que les puede ayudar directamente a
adquirir la capacidad de comunicar ” (DCG, 1971, 112).
(737)
Un
texto fundamental para la utilización de las ciencias humanas en la formación
de los catequistas sigue siendo esta recomendación del concilio Vaticano II en
GS 62: “ Los fieles deben vivir estrechamente unidos a los otros hombres de su
tiempo y procurar comprender perfectamente su forma de pensar y sentir que se
expresan por medio de la cultura. Deben armonizar los conocimientos de las
nuevas ciencias y doctrinas y de los más recientes descubrimientos con la moral
cristiana y la enseñanza de la doctrina cristiana, para que la cultura religiosa
y la rectitud de espíritu avancen en ellos al mismo paso que el conocimiento de
las ciencias y los avances diarios de la técnica, y así ellos mismos sean
capaces de examinar e ir’terpretar todas las cosas con íntegro sentido
cristiano ”
(738)
La
importancia de la pedagogía ha sido subrayada por CT 58: “ Entre las numerosas
y prestigiosas ciencias del hombre que han progresado enormemente en nuestros
días, la pedagogía es ciertamente una de las más importantes... La ciencia de
la educación y el arte de enseñar son objeto de continuos replanteamientos con
miras a una mejor adaptación o a una mayor eficacia ”.
(739)
CfCT58.
(740)
Cf
DCG (1971) 113.
(741)
Ibia!em..
(742)
DCG
(1971) 112
(743)
Cf
GCM 28.
(744)
“
Los sacerdotes y los religiosos deben ayudar a los fieles laicos en su
formación. En este sentido, los Padres del Sínodo han invitado a los
presbíteros y a los candidatos a las sagradas órdenes a prepararse
cuidadosamente para ser capaces de favorecer la vocación y misión de los laicos
” (GEL 61).
(745)
Cf
C1IL 61.
(746)
(GCM
22).
(747)
Cf
DCG (1971) 110.
(748)
Cf
para lo que se refiere a escuelas de catequistas en tierras de misión: AG 17c;
BM 73; CIC 785 y (3CM 30. Para la Iglesia en general ver DCG (1971) 109.
(749)
La
expresión “ catequista de base ” es utilizada en DCG (1971) 112C.Escuelas de
catequistas de base
(750)
Cf
DCG (1971) 109b.
(751)
DCG
(1971) 109a.
(752)
GT
71a.
(753)
Ver
Quinta Parte, cap. 1: “ La comunidad cristiana y la responsabilidad de
catequizar ”, donde se habla de la comunidad como responsable de la catequesis.
Aquí se contempla como “ lugar” de catequización.
(754)
Cf
CONGREGACIÓN PARA I~ DOCTRINA DE LA FE, Communzonis notio, 1: l.c. 838.
(755)
Cf
MPD 13.
(756)
Cf
CT 24.
(757)
CT
67a. Se trata de una expresión dásica en catequesis. La Exhortación apostólica
habla de los “ lugares ” de la catequesis: (“ de locis catecheseos ”).
(758)
LG
11; cfAA 11; FC 49.
(759)
EN
71.
(760)
Cf
GS 52; FC 37a.
(761)
Ver
la Primera Parte, cap. 3: “ El catecumenado bautismal: estructura y gradualidad
”. Aquí se contempla el catecumenado bautismal como “ lugar ” de catequesis y
en relación a la continua presencia de la comunidad en él.
(762)
Cf
DCG (1971) 130 donde se describe la finalidad del catecumenado bautismal. Cf
RICA 4, indica la conexión del catecumenado bautismal con la comunidad
cristiana.
(763)
MPD
8c.
(764)
Cf
RICA 4. 41.
(765)
RICA
18.
(766)
RICA
41.
(767)
Cf
RICA 41.
(768)
Cf
CT 67c.
(769)
Cf
AA 10.
(770)
CT
67b.
(771)
Ibídem.
(772)
Ibidem.
(773)
La
importancia de la catequesis de adultos ha sido subrayada en CT 43 y en el DCG
(1971) 20.
(774)
ChL
61.
(775)
Cf
EN 52.
(776)
Cf
DCG (1971) 96c.
(777)
Es
importante constatar cómo Juan Pablo II, en ChL 61, recalca la conveniencia de
las pequeñas comunidades eclesiales en el marco de las parroquias, y no como un
movimiento paralelo que absorba sus mejores miembros: “ Dentro de las
parroquias... las pequeñas comunidades eclesiales presentes pueden ser una
ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más capilar e
incisiva la conciencia y la experiencia de la comunión y de la misión edesial
”.
(778)
Cf
CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA La Escuela Catolica 1 c
(779)
Cf
CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de 1a educacion en
la Escuela catolica n 31 1 c.
(780)
GE
8.
(781)
CONGREGACIÓN
PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de la educación..., n. 32: l.c.
(782)
“
El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el
cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la
ensefianza religiosa integrada en la educación de los alumnos ” (CT 69); cf
Primera parte, cap. 2 un. 73-76.
(783)
AG
12b.
(784)
Cf
CT 70.
(785)
CT
70. Se contempla aquí aquellas asociaciones, movimientos o grupos de fieles, en
que se atienden aspectos catequéticos en sus objetivos formativos, pero que no
nacen propiamente para constituirse en ámbitos de catequización.
(786)
C1IL
62.
(787)
CT
67.
(788)
CT
47b.
(789)
Cf
CT 47b.
(790)
CT
47. En este texto Juan Pablo II se refiere a los diversos grupos de jóvenes:
grupos de acción católica, grupos caritativos, grupos de oración, grupos de
reflexión cristiana... Pide que no falte en ellos “ un verdadero estudio de la
doctrina cristiana ”. La catequesis es una dimensión que debe siempre darse en
la vida apostólica del laicado.
(791)
Ct
21.
(792)
Cf
CT 67 b-c.
(793)
Cf
EN 58 que indica cómo las comunidades eclesiales de base “ florecen un poco por
todas partes en la Iglesia ”. RM 51 afirma que se trata de “ un fenómeno de
rápida expansión ”.
(794)
EN
58.
(795)
RM
51a; cf EN 58f; lc 69.
(796)
RM
51c.
(797)
Ibidem; cf EN 58; LC 69.
(798)
DCG
(1971) 126. El Secretariado diocesano de catequesis (oßìcium catecheticum) fue
mandado instituir en todas las diócesis por el decreto Provido Sane: cf SAGRADA
CONGREGACIÓN DEL CONCILIO, Decreto Provido sane (12 enero 1935): AAS 27 (1935)
p. 151; ver también CIC 775,1.
(799)
Cf
DCG (1971) 100. Ver las pistas sugeridas en la Exposición Introductoria y
Quinta Parte, cap. 9: “ Análisis de la situación y de las necesidades ”.
(800)
DGC
(1971) 103. Ver en este capítulo el epígrafe titulado: “ Programa de acción y
orientaciones catequéticas ”.
(801)
DCG
(1971) 108-109. Ver en esta Quinta Parte, cap. 2: “ La pastoral de catequistas
en la Iglesia particular ” y “ Escuelas de catequistas y Centros Superiores
para peritos en catequesis ”.
(802)
DCG
(1971) 116-124.
(803)
DCG
(1971) 126.
(804)
CT
63. El propio Juan Pablo II recomienda dotar a la catequesis de “ una
organización adecuada y eficaz, haciendo uso de las personas, de los medios e
instrumentos, así como de los recursos económicos necesarios ”.
(805)
DCG
(1971) 126.
(806)
Ibidem.
(807)
DCG
(1971) 127.
(808)
CIC
775.3.
(809)
Cf
DCG (1971) 129.
(810)
AG
38a; cf CIC 756.1-2.
(811)
JUAN
PABLO II, Alocución A los Obispos de Estados Unidos de América (16 Septiembre
1987) 4: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, X, 3 (1987) 556. La expresión ha
sido recogida por la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Communionis Notio
13: l.c. 846.
(812)
Constitución
apostólica Pastor Bonus, art. 1. Esta Constitución (28 junio 1988) trata de la reforma
de la Curia Romana que fue pedida por el Concilio: cf CD 9. Una primera reforma
fue promulgada con la Constitución apostólica de Pablo VI Regimini &clesiae
universae (18 agosto 1967): AAS 59 (1967) pp. 885-928.
(813)
Ver
los un. 282-285 del presente capítulo.
(814)
PB 94.
(815)
R.M
33.
(816)
Ibidem.
(817)
CD
17a: “ Las diversas formas de apostolado han de estar oportunamente coordinadas
e íntimamente unidas entre sí, bajo la dirección del Obispo, de modo que todas
las iniciativas y actividades de carácter catequético, misionero, caritativo,
social, familiar, escolar y de cualquier otro trabajo con fines pastorales,
sean conducidas a una acción concorde por la que resplandezca más claramente la
unidad de toda la diócesis ”.
(818)
Cf
Cuarta Parte, cap. 2: “ La catequesis por edades ”.
(819)
CT
45b.
(820)
Ibidem
(821)
Cf
DCG (1971) 20, donde se indica cómo las demás formas de catequesis “ se ordenan
” (ordinantur) a la catequesis de adultos.
(822)
CT
18d.
(823)
RM
33.
(824)
Ibidem.
(825)
CT
19. 42.
(826)
Cf
AG 11-15. El concepto de evangelización como un proceso estructurado en etapas
ha sido analizado en la Primera Parte, cap. 1: “ EJ proceso de la
evangelización ”.
(827)
CT
67b.
(828)
DCG
(1971) 100.
(829)
Cf
Quinta Parte, cap. 5.
(830)
DCG
(1971)102; cf Exposición introductoria 16.
(831)
Cf
DCG (1971) 117 y 134; PB 94.
(832)
Acerca
de este conjunto de libros catequéticos, Catechesi Tradendae dice: “ Uno de los
aspectos más interesantes del florecimiento actual de la catequesis consiste en
la renovación y multiplicación de los libros catequéticos que en la Iglesia se
ha verificado un poco por doquier. Han visto la luz obras numerosas y muy
logradas, y constituyen una verdadera riqueza al servicio de la enseñanza
catequética ” (CT 49).DCG (1971) 120 define los “ Textos didácticos ” del
siguiente modo: “ Los textos didácticos son medios complementarios ofrecidos a
la comunidad cristiana, a la cual incumbe la catequesis. Ningún texto puede
sustituir la comunicación viva del mensaje cristiano. Sin embargo, los textos
tienen gran importancia, porque sirven para una más amplia explicación de los
documentos de la tradición cristiana y de los elementos, que favorecen la
actividad catequética ”.
(833)
Respecto
a las guías, DCG (1971)121 indica lo que deben contener: “ La explicación del
mensaje de la salvación (con una constante referencia a las fuentes y con una
clara distinción entre lo que pertenece a la fe y a la doctrina que se ha de
creer, y lo que son meras opiniones de los teólogos); consejos psicológicos y
pedagógicos y sugerencias relativas al método ”.
(834)
Cf
Tercera Parte, cap. 2 La comunicación social DCG (1971)122.
(835)
CT
49b.
(836)
Ibidem.
(837)
Ibidem.
(838)
La
cuestión de los Catecismos locales ha sido tratada en la Segunda Parte, cap. 2:
FD 4c. “ Los Catecismos en las Iglesias locales ”. Aquí se dan solamente
algunos criterios para su elaboración. Con la denominación “ Catecismos locales
”, el presente documento se refiere a los Catecismos propuestos por las
Iglesias particulares o por las Conferencias episcopales.
(839)
Fd
4c.
(840)
CT
50.
(841)
DCG
(1971) 119, 134; CIC 775, 2; PB 94.
(842)
Cf
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta Communionis Notio 9: l.c. 843.
(843)
Cf
EN, 75a.
(844)
Cf
EN, 75d.
(845)
EM,
21.
(846)
Cf
CT, 72.
(847)
CT
72a.
(848)
CT
73.