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Domingo de Pascua 4 A - 'Yo soy la puerta' - Comentarios de Sabios y Santos: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

 

Recursos adicionales para la prepración

 

 

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Comentario Teológico a las tres Lecturas

Comentario Teológico: J. Aldazabal - Cristo, la puerta

Santos Padres: San Agustín - Jn 10,1-10: Hay que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros

Aplicación: Jesús de Gongora - JESÚS, PASTOR-CORDERO.

Aplicación: Francisco Bartolomé González - La puerta para las ovejas

Ejemplos

 

La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

ComentarioS a Las Lecturas del Domingo

Comentario a las 3 Lecturas: Hch 2,14a.36-41 1Pe 2,20-25 Jn 10,1-10

La primera lectura (Hch 2,14a.36-41) es la conclusión del discurso de Pedro el día de Pentecostés, del cual hemos escuchado ya una parte el domingo pasado, y que ahora en su parte final se transforma casi en un diálogo con el auditorio. Pedro se dirige a "toda la casa de Israel" e inicia con una solemne afirmación de fe sobre Cristo glorificado, en la que otra vez se vuelve a presentar la oposición entre la acción de Dios y la de los hombres: "Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús, a quien ustedes crucificaron" (v. 36; cf. Hch 2,23). Es decir, Dios ha exaltado a Jesús dándole todo poder en el cielo y en la tierra y concediendo la salvación a todos los hombres en su Nombre. Para Lucas, Jesús es Señor y Mesías desde su nacimiento (cf. Lc 2,11; 4,18). La novedad pascual consiste en el hecho de que Dios públicamente confirma el señorío y el mesianismo de Jesús de Nazaret. A partir de la pascua las antiguas escrituras que se referían al mesías han encontrado en Cristo Resucitado su plena realización. "Estas palabras —comenta Lucas— les traspasaron el corazón" (v. 37). La reacción del auditorio es significativa. No se trata solamente de un sentimiento. A partir del sentido bíblico del "corazón" hay que interpretarla como una verdadera toma de conciencia de la propia responsabilidad y de la urgente decisión de cambiar desde lo más íntimo. En la Biblia las decisiones se toman con el corazón. Delante de la acción de Dios que ha resucitado a Jesús nadie puede permanecer neutral e indiferente ya que la pascua de Cristo es el inicio y el fundamento de un mundo nuevo. Por tanto, la reacción de los presentes —nacida desde "el corazón"— llega a madurar en la decisión de adoptar un comportamiento concreto, una forma de vida diversa. Por eso preguntan a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer hermanos?" (v. 37). Algunos autores incluso piensan que este diálogo refleje algún tipo de rito practicado por los catecúmenos durante la admisión al bautismo en la iglesia primitiva.

La respuesta de Pedro es una auténtica síntesis de las condiciones y de los efectos del bautismo por el que se inicia el camino cristiano en la comunidad. Se pueden identificar cuatro aspectos o momentos fundamentales, que podrían haber correspondido a momentos fuertes de la celebración bautismal en la iglesia primitiva y que, en todo caso, son un verdadero programa de conversión para los cristianos de todos los tiempos: (a) La conversión (metanoia) es el primer momento. Es la experiencia fundamental e indispensable que transforma toda la perspectiva del creyente. Implica una ruptura con la forma antigua de vivir, ligada al pecado y a la idolatría, y exige una nueva orientación de toda la existencia según los valores del evangelio. (b) El bautismo en el nombre de Jesús no es un simple rito de purificación simbólica, sino una verdadera comunión con la vida y la fuerza del Señor Resucitado. Pablo la ha explicado como experiencia personal de lo acontecido a Cristo en su muerte y su resurrección (cf. Rom 6,4-5). (c) El perdón de los pecados es el primer efecto del bautismo cristiano. Aunque supone la previa conversión de la persona, el perdón de los pecados como ruptura con el hombre viejo no es un solamente fruto de una decisión personal, ni una simple sanación psicológica o un cambio de vida a nivel social, sino que es ante todo una acción gratuita y amorosa de Dios que transforma radicalmente al hombre y cuyo signo externo es el sacramento bautismal. (d) El don del Espíritu Santo es el sello y la garantía de lo acontecido en el bautismo. En algunos casos Lucas lo pone en relación con el gesto de "la imposición de las manos" (Hch 8,16; 9,17; 19,5-6), que probablemente formaba parte del rito bautismal (cf. Hch 19,5-6). La expresión "recibirán el don del Espíritu Santo" (v. 38) no se refiere a algún don o carisma especial del Espíritu, sino al Espíritu mismo. El creyente penetrado y animado por el Espíritu, que en la Biblia es siempre asociado a la vida y a la fuerza divina, es una verdadera nueva criatura, animada desde dentro por un principio divino vital que asegura la permanente comunión con la novedad del Resucitado.

Pedro concluye afirmando que la promesa no se limita a los presentes, sino que se extiende a los israelitas de todas las generaciones (v. 39: "para ustedes y para sus hijos"). De esta historia cualitativamente nueva que se abre con la resurrección, Israel no puede y no podrá nunca ser excluido. Pero el horizonte es todavía más amplio cuando la perspectiva se vuelve universal: "e incluso para todos los extranjeros a quienes llame el Señor nuestro Dios" (v. 39). El verdadero Israel es constituido por todos aquellos que acogiendo la Palabra y recibiendo el bautismo (cf. v. 41) han recibido el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo.

La segunda lectura (1 Pe 2,20-25), que probablemente fue un antiguo himno cristiano, constituye otra rica catequesis pascual que invita a una existencia cristiana a imagen de Cristo paciente y glorioso. El autor de la carta hace referencia a los sufrimientos a los que cotidianamente se ve sometido el creyente y lo exhorta a imitar a Cristo que "sufrió por ustedes, dejándoles un ejemplo para que sigan sus huellas" (v. 21). No es una invitación a la resignación ni una exaltación del dolor, sino la presentación de una nueva perspectiva y de un nuevo sentido para el sufrimiento inevitable, a la luz de la pasión de Cristo, presentado como cordero pascual y siervo sufriente. Jesús nos ha enseñado el valor del dolor salvador y solidario. Contemplando a Cristo insultado y maltratado, que no devuelve las amenazas ni actúa con violencia, el mal sufrido no será ya una simple maldición que hay que soportar. Si seguimos su camino de donación y de amor, también nosotros podremos hacer de nuestra vida una existencia redentora y pacífica, cercana y comprometida con los excluidos y sufrientes del mundo.

El evangelio (Jn 10,1-10) nos introduce hoy en el rico tema bíblico del "pastor", imagen que evoca al Dios del éxodo que acompaña a su pueblo, al Dios providente y cercano del Salmo 23, al Mesías como verdadero pastor de su pueblo en contraposición con los jefes corruputos de Israel, etc. El texto de Juan indudablemente se inspira en esta rica tradición bíblica para presentar a Jesús como "el Buen Pastor", o mejor como se lee en el texto griego original: "o poimén o kalós", "el Pastor, el Bueno". Es decir, el único y verdadero pastor. En efecto, el adjetivo kalós, "bueno", en griego indica la cualidad de una cosa o de una persona que responde plenamente a su misión (cf. Mc 4,20: "tierra buena"; Mt 7,17: "árbol bueno que da frutos buenos"; Jn 2,10: "vino bueno"; etc.). La construcción del texto joánico se basa, como en otros casos, en tres momentos: "revelación — incomprensión del auditorio de Jesús — nueva revelación".

— La primera revelación (vv. 1-5) presenta el contraste entre la figura del pastor y la del ladrón, bandido o mercenario. No se dice quiénes son estas figuras negativa (¿los jefes judíos?, ¿los fariseos?, ¿los falsos mesías?). Probablemente sea una representación simbólica de todo aquel que se presente y actúe como enemigo de las ovejas. Todo el texto está centrado en la figura del pastor que "entra por la puerta al redil (griego: aulé) de las ovejas". Se trata de una clara alusión a Jesús que se ha presentado en el patio (aulé) del Templo de Jerusalén durante la fiesta de los Tabernáculos (Jn 7,14) como verdadero pastor de Israel, siendo rechazado por los dirigentes judíos. El texto de Juan subraya sobre todo la relación que se crea entre Jesús Pastor y las ovejas que le pertenecen. Jesús "llama" a los suyos personalmente ("a cada uno por su nombre") (v. 3). Llamar por el nombre en la Biblia equivale a tomar posesión de alguien. Las ovejas son suyas y por eso "escuchan" su voz (v. 3) y lo "siguen" (v. 4). El verbo "seguir" expresa la docilidad, característica fundamental del discípulo frente a su maestro (cf. 1,37.38.41; 8,12; 12,16; 21,19.22; etc.). El seguimiento de Cristo es descrito como vocación y llamada de parte del pastor; y como escucha, docilidad y adhesión de fe de parte del creyente.

Jesús Pastor "saca" a las ovejas del redil, espacio que evoca la institución judía del Templo, y las "conduce fuera" (v. 3). Después se pone "delante de ellas" (v. 4). La expresión recuerda Dt 1,30: "Yahvéh vuestro Dios, que marcha delante de vosotros, combatirá por vosotros" (cf. Dt 1,32-33; Num 10,33) y la exclamación del Sal 68,8: "Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo!". Las ovejas "conocen su voz" (v. 5) y lo siguen. No se dice hacia dónde conduce a las ovejas, solamente que "va (poréuomai) delante de ellas" (v. 4). El verbo "ir" (poréuoomai ) es el mismo que Juan utiliza para hablar del retorno de Jesús al Padre (Jn 14,2.3.12.28; 16,7.28), por lo que se puede interpretar la expresión en sentido escatológico. Jesús Pastor es el nuevo guía del pueblo de Dios hacia la vida eterna, hacia la vida plena y verdadera. El seguimiento de Jesús Pastor no es, por tanto, ni humillante ni despersonalizador. Seguir a Jesús Pastor y Mesías es encontrar la vida.

— La segunda revelación (vv. 7-10) inicia después de la incomprensión del auditorio (v. 6). Ahora Jesús utiliza otra imagen y afirma de sí mismo: "Yo soy la puerta de las ovejas" (v. 7). Es decir, sólo Jesús es el ingreso hacia un nuevo ambiente de vida y de libertad para las ovejas que le siguen. Es la puerta para entrar en la vida y alcanzar la salvación. En el Antiguo Testamento se mencionan a menudo las puertas del templo: "Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor. Esta es la puerta del Señor, los vencedores entrarán por ella" (Sal 118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad designaban por metonimia (tropo literario por el que se designa a través de una parte la totalidad) el conjunto de la ciudad o del templo (Sal 122,2: "ya están pisando nuestros pies tus puertas Jerusalén"; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era entrar ya en el recinto. La imagen de la puerta aplicada a Jesús indica no solamente que a través de él se llega a la salvación y a la vida, sino que en él se encuentra la salvación. Es decir, no es solamente la puerta, la vía de acceso, sino también el nuevo recinto sagrado, el nuevo templo de Dios (cf. Jn 2,19.21: "Destruyan este templo y en tres días yo lo levantaré de nuevo… el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo"). El es el templo definitivo y perfecto de Dios. "Todo el que entre por mí estará a salvo" (v. 9), es decir, participará plenamente de la vida de Dios y de la salvación definitiva. Además "entrará y saldrá y encontrará pastos" (v. 9). "Entrar y salir", es una forma semítica de indicar los dos polos extremos de la existencia humana que es un "salir" del vientre materno y "entrar" en el mundo, y un "salir" del mundo y "entrar" en la vida verdadera. Los dos verbos indican la entera existencia del creyente. Los "pastos" son símbolos de la plenitud de la vida y de todos los bienes mesiánicos que el hombre alcanza en Cristo. El texto concluye, en efecto, con una solemne afirmación que contrapone la obra de Jesús a la figura del "ladrón": "Yo he venido para que tengan vida y vida en plenitud" (v. 10).

 

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Comentario Teológico: J. Aldazabal - Cristo, la puerta

El domingo 4º de Pascua es siempre el del Buen Pastor. Pero Juan 10 se lee dividido, según los ciclos, en tres pasajes distintos. Este año, ciclo A, se proclama la primera parte: la referida a Cristo como puerta.

Seguimos en un clima que debe ser claramente pascual, centrado en la gran noticia de la resurrección de Cristo Jesús. Las alusiones y prácticas en torno a la Virgen María -que pueden venir espontáneas al haberse iniciado el mes de mayo-, serán educativas si también se refieren a la Pascua de su Hijo. Ella, que fue la mejor maestra para el Adviento y la Navidad, y también para el camino de la pasión y la muerte de Cristo, lo es también de la vivencia de la Pascua y de la espera del Espíritu y la experiencia culminante de Pentecostés.

Y no porque nos interese o nos guste, sino porque así aparece en el plan de Dios y el evangelio nos la describe siempre presente a su Hijo en todo su camino. Mayo y Pascua: la Virgen, maestra de vida pascual.

-CRISTO, LA PUERTA

En el evangelio se acumulan las imágenes para describir qué es Cristo para nosotros: la piedra angular, el camino (ambas, el domingo que viene), el Templo, el Pastor. El que el mismo Cristo se presente hoy como la puerta tiene una intención muy concreta. Puerta significa entrada, acogida, mediación, acceso. «El que entre por mí se salvará... encontrará pastos». Cristo se revela como el enviado del Padre, el verdadero Maestro, la invitación a entrar, la bienvenida a la casa de Dios, a su Reino.

En otros pasajes del NT se desarrolla esta idea: «por él unos y otros tenemos acceso al Padre» (Ef 2,18). Cristo Jesús es la verdadera puerta a la salvación, porque en la Pascua se ha entregado por todos: «Tenemos la seguridad para entrar en el Santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros a través de su propia carne» (Hb 10,19).

Cristo es la entrada a los pastos verdaderos, al Padre. En un mundo que se plantea interrogantes radicales y urgentes, él aparece como la respuesta y el camino, como la clave que da sentido a nuestra existencia, como la única puerta de acceso a la verdad y la vida.

Así nos lo ha presentado Pedro, en su discurso de Pentecostés: Cristo es el único Salvador, en quien tenemos el perdón de los pecados, porque ha entregado su vida por nosotros.

Salvarse va a consistir en creer en él, convertirse a él, bautizarse y agregarse a su comunidad eclesial. O sea, «entrar por la puerta que es Cristo», que no supone sólo la pacífica posesión de un certificado de bautismo, sino oír su voz, seguirle, formar activamente parte de su comunidad: «Andabais descarriados como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y guardián de vuestras vidas». No hay otro pastor ni otra puerta legitima: sólo Cristo, el Señor.

-LOS PASTORES QUE ENTRAN POR LA PUERTA

Hay una clara alusión en el evangelio de hoy a los pastores que, en nombre de Cristo, guían al pueblo. El tema de los pastores en la comunidad aparecerá de nuevo en domingos sucesivos, pero vale la pena referirse a él también hoy, bajo una doble clave de examen de conciencia y de gratitud.

Hay pastores auténticos, los que entran por la puerta verdadera, guías que animan y conducen al pueblo a los pastos que son de Cristo: su verdad, su gracia, su vida. Pero puede haber también otros que «no entran por la puerta». Cristo les llama ladrones y bandidos: falsos profetas que se han dado a si mismos un encargo que no es el de Cristo y se sienten dueños y no servidores.

Es Cristo quien ha hecho a su comunidad este entrañable don: ha querido que haya personas que colaboren con El para la guía y defensa del pueblo cristiano. Los obispos, presbíteros y diáconos, ministros ordenados: que han entrado por la puerta de Cristo, configurados a él por un sacramento especial; que han recibido, como Pedro, el comprometido encargo: «Apacienta mis ovejas»; que son «sacramentos» o «iconos» de Cristo (así les llama el nuevo Catecismo: 1087 y 1142); sus portavoces (El es el Maestro); instrumentos de su perdón (el que perdona es El).

En el Apocalipsis (cap. 21), al hablar de la ciudad santa, la Iglesia, se dice que no sólo tiene una Puerta, sino doce: los doce apóstoles. La única entrada, pues, que es Cristo, él mismo ha querido que fueran doce. Su comunidad, además de una, santa y católica, es también «apostólica». Lo cual es un don gozoso y a la vez un compromiso. Para la comunidad, que acepta la mediación eclesial de los pastores en la transmisión de la fe, en la animación de la comunidad y en la celebración de los sacramentos. Y en los mismos pastores, que no se sienten dueños ni de la Palabra, ni de la gracia ni de la comunidad. Sino servidores del único Pastor y Puerta, Cristo Jesús.
(J. ALDAZABAL MISA DOMINICAL 1993)



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Santos Padres: San Agustín - Jn 10,1-10: Hay que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros

Me fue dirigida la palabra del Señor diciendo: Hijo de hombre, profetiza sobre los pastores de Israel y di a los pastores de Israel (Ez 34,1). Acabamos de escuchar este texto de boca del lector. Me he propuesto decir algo a vuestra santidad sobre él. El Señor me ayudará a decir la verdad, si no hablo cosas sacadas de mi propia cosecha. Si hablara de lo mío, seria un pastor que se apacienta a si mismo, y no a las ovejas. Si, por el contrario, lo que voy a decir es de él, es él quien os alimenta, hable quien hable. Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan sólo a sí mismos! ¿No son ovejas lo que apacientan los pastores? Es decir, los pastores no se apacientan a sí mismos, sino a las ovejas. Éste es el primer motivo por el que se censura a los pastores: se apacientan a si mismos, no a las ovejas.

¿Quiénes son los que se apacientan a sí mismos? Aquellos de quienes dice el Apóstol: Todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo (Flp 2,21). Nosotros, a quienes el Señor nos puso, porque así él lo quiso, no por nuestros méritos, en este puesto del que hemos de dar cuenta estrechísima, tenemos que distinguir dos cosas: que somos cristianos y que somos pastores vuestros. El ser cristianos es en beneficio nuestro; el ser pastores, en el vuestro. En el hecho de ser cristianos, la atención ha de recaer en nuestra propia utilidad; en el hecho de ser pastores, no hemos de pensar sino en la vuestra. Son muchos los que siendo cristianos, sin ser pastores, llegan hasta Dios, quizá caminando por un camino más fácil y de forma más rápida, en cuanto que llevan una carga menor. Nosotros, por el contrario, dejando de lado el hecho de ser cristianos, y, según ello hemos de dar cuenta a Dios de nuestra vida, somos también pastores, y según esto debemos dar cuenta a Dios de nuestro servicio.

Si os digo esto es para que, compadeciéndoos de nosotros, oréis por nosotros. Llegará el día en que todo sea sometido a juicio. Día que, aunque para el mundo esté lejano todavía, para cada hombre es el último de su vida. Dios quiso mantener oculto uno y otro: cuándo ha de llegar el fin del mundo y cuándo ha de ser el final de esta vida para cada uno de los hombres. ¿Quieres no temer ese día oculto? Cuídate de estar preparado para cuando llegue. Puesto que los pastores están puestos para cuidar de aquellos a cuyo frente están, en el hecho de presidir no deben buscar su propia utilidad, sino la de aquellos a quienes sirven; todo el que es pastor y se goza de serlo, busca su propio honor y mira solamente sus comodidades, se apacienta a sí mismo, no a las ovejas. A éstos se dirige la palabra del Señor. Escuchad vosotros como ovejas de Dios y considerad cómo Dios os constituyó en seguridad: cualesquiera que sean quienes os presidan, es decir, seamos nosotros quienes seamos, el que apacienta a Israel os dio seguridades. Pues, si Dios no abandona a sus ovejas, los malos pastores expiarán las penas merecidas y las ovejas recibirán las promesas.

No recogisteis la que estaba descarriada. Ved cómo nos encontramos en peligro en medio de los herejes. No recogisteis la que estaba descarriada; no buscasteis a la que se había perdido (Ez 34,4). A causa de ellos nos hallamos siempre en manos de ladrones y dientes de lobos enfurecidos; os rogamos que oréis por estos nuestros peligros. También hay ovejas contumaces. Cuando se las busca, estando descarriadas en su error y en su perdición, dicen que nada tienen que ver con nosotros. «¿Para qué nos queréis? ¿Para qué nos buscáis?». Como si la causa por la que nos preocuparnos de ellas y por la que las buscamos no fuera que se hallan en el error y se pierden. «Si me hallo, -dices- en el error, si estoy perdido, ¿para qué me quieres? ¿Por qué me buscas?». Porque estás en el error, quiero volver a llamarte; porque te has perdido, y quiero hallarte. «Así -me dice- quiero errar; de este modo quiero perderme». ¿Quieres errar así y así perderte? ¡Con cuánto mayor motivo quiero evitarlo yo! Me atrevo a decirlo, aunque sea importuno.

Escucho al apóstol que dice: Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo (2 Tim 4,2). ¿A quiénes a tiempo? ¿A quiénes a destiempo? A tiempo a los que quieren, a destiempo a los que no quieren. Es cierto que soy inoportuno, pero me atrevo a decir: « Tú quieres errar, tú quieres perderte; pero no quiero yo. En última instancia no quiere aquel que me atemoriza. Si yo lo quisiera, mira lo que me dice, mira cómo me increpa: No recondujisteis a la que estaba descarriada ni buscasteis a la que se había perdido. ¿Tengo que temerte a ti más que a él? Es preciso que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo (2 Cor 5,10). No te tengo miedo a ti. No puedes derribar el tribunal de Cristo y constituir el de Donato. Llamaré a la oveja descarriada, buscaré a la perdida. Quieras o no, lo haré. Y aunque al buscarla me desgarren las zarzas de los bosques, pasaré por todos los lugares, por angostos que sean; derribaré todas las vallas; en la medida en que me dé fuerzas el Señor que me atemoriza, recorreré todo. Llamaré a la descarriada, buscaré a la perdida. Si no quieres tener que soportarme, no te extravíes, no te pierdas.
(San Agustín, Sermón 46,2.14)

 

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Aplicación: Jesús de Gongora - JESÚS, PASTOR-CORDERO.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.

Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida,
donde me subió tu amor;
si prenda quieres mayor,
mis obras hoy te la den.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.

Pasto al fin yo tuyo hecho,
¿cuál dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro
o traerme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho
que aun los más ciegos las ven.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu Pastor soy
sino tu pasto también.
(LUIS DE GONGORA)

 

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Aplicación: Francisco Bartolomé González - La puerta para las ovejas

A Jesús le gustaba partir de las costumbres y experiencias de sus oyentes para comunicar su mensaje. Este relato del buen Pastor es una de las mejores muestras de ello.

La imagen que Jesús presenta ahora "a los fariseos" supone un redil en el campo hecho con muros de piedra o con una simple empalizada de madera, en el que se guardaban por la noche las ovejas de varios pastores. Un guardián, que hacía al mismo tiempo el oficio de portero, velaba durante la noche para defender los rebaños de posibles robos, mientras los pastores solían retirarse a descansar a una tienda. Si los pastores tenían que ir al aprisco, entraban por la puerta que les abría el guarda; en cambio, el que iba para robar o para vengarse en las ovejas de su vecino, lo hacía calladamente saltando la cerca. Por las mañanas los pastores iban en busca de sus respectivos rebaños entrando por la puerta que les abría el vigilante.

Espabilaban a sus ovejas con sus llamadas características, y éstas acudían al reconocerlas. Era frecuente que las llamaran por sus nombres. Todavía en la actualidad hay pastores que dan nombres, al menos, a los principales animales de su rebaño. Una vez reunidas en torno suyo, las sacaba fuera y se ponía delante de ellas, a diferencia de Occidente, en que los pastores suelen ir detrás. De tiempo en tiempo les lanza un grito agudo para que ninguna se desvíe. Ellas, que conocen su voz, le siguen. Pero si un extraño lanza el mismo grito, se paran y levantan las cabezas alarmadas, al no conocer la voz del extraño... Los oyentes de Jesús tenían en la mente todo este cuadro cuando les contaba este relato .

-"El que entra por la puerta es pastor de las ovejas". A Jesús le preocupan las personas, vive para su servicio. Por eso es pastor legítimo. Vino a servir al hombre, jamás a servirse de ellos. Entrar por la puerta significa imitar el modo de actuar de Jesús, ser signo en el mundo de su presencia y de sus actitudes a través de un servicio desinteresado a los hombres.

El verdadero pastor de ovejas conoce a todas y a cada una de las suyas. Jesús parte de esta realidad para decirnos cómo es su relación con nosotros. Afirma que nos conoce a cada uno por el nombre, que tiene de nosotros un conocimiento amoroso. Nos conoce a cada uno de nosotros mejor que cada uno de nosotros se conoce a sí mismo. Un conocimiento amoroso que implica un profundo respeto hacia todos y cada uno de los hombres. "Conocer por el nombre" significa invitarnos a cada uno a desarrollar las propias capacidades y a ponerlas libremente al servicio de los demás.

La Iglesia, la comunidad cristiana no es una masa de gente anónima manejada por un "líder" lejano. Es un pueblo, una familia. En ella, las relaciones con Jesús y de unos con los otros tienen que ser personales para que sean verdaderas. Es nuestra vida entera, tal como es, la que debe entrar en relación con Jesús y con los demás. Una relación personal que nos hace personas responsables.

La sociedad tiende a convertirse y a convertirnos en una masa cada vez más anónima, dejándonos profundamente insatisfechos: no somos amados por nosotros mismos; somos una simple cifra en clase, en el trabajo, en la seguridad social... No existe la relación de amistad.

Jesús nos valora, nos ama y nos libera a cada uno de nuestra soledad y de nuestro individualismo. La Iglesia debe tender a convertirse en una comunidad de comunidades personales y personificadoras, en una familia de familias, si quiere ser fiel a su maestro. -"Y las saca fuera". Jesús quiere que salgamos de nuestra inmadurez y de todo lo que nos impide ser nosotros mismos. Por ello, su misión de pastor enviado por Dios consistirá en sacar de la institución judía a los que respondan a su llamada, para crear con ellos su nueva comunidad.

Una vez fuera, "camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz". El verdadero pastor camina delante, abriendo horizontes a los suyos, dando ejemplo. Es el primero en enfrentarse con el peligro, el primero en dar la vida cuando se trata del bien de los demás.

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J/PUERTA: Ante la incomprensión de los fariseos, Jesús les ofrece la explicación identificándose, en primer lugar, con "la puerta de las ovejas". Más adelante se dará el título de "buen Pastor".

Jesús se declara la nueva puerta, el único lugar de acceso legítimo a las ovejas. Sólo él da la posibilidad de pertenecer a la comunidad de los elegidos. Entrar por la puerta que es Jesús significa poner el bien del hombre como valor supremo y entregarse plenamente a procurarlo.

Entrar por la puerta es interpretar el oficio pastoral según los criterios de Jesús que nunca deben improvisarse; es llamar a cada uno por su nombre: ayudarle a ser él mismo, a desarrollarse como ser distinto de los demás, respetando su personalidad, su cultura...

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CR/QUE-ES: De lo dicho podemos deducir que ser cristiano no es creer en Dios a secas, sino en el Dios que se nos ha manifestado en JC. Este no creer en cualquier "Dios" nos puede ayudar a comprender las palabras de Jesús. Otros hombres también desean la vida, el reino o a Dios... Pero han escogido otros caminos. Lo que define al cristiano es el creer que la puerta -el camino- es Jesús de Nazaret. Es decir, creer en su determinada manera de vivir esta vida, este reino, a Dios.

En nuestro país -católico de toda la vida- hay un gran confusionismo cuando se trata de saber qué es ser cristiano. Parece que todos lo sabemos, pero de hecho se tienen imágenes desfiguradas, equívocas, no cristianas. En estos tiempos, en que crece el pluralismo de creencias y de ideologías, es especialmente importante tener muy claro que aquello que define al cristianismo es únicamente JC.

Jesús es "la puerta" de las ilusiones, esperanzas, alegrías... de los hombres. "Quien entre por él se salvará", al quedar liberado de sus opresiones, pecados y vacíos; "y podrá entrar y salir, y encontrará pastos": tendrá libertad de movimientos, pues Jesús hace andar a los inválidos (Jn 5.) y ver a los ciegos (Jn 9.), oír a los sordos y hablar a los mudos (Mt 15. 31; Mc 7. 34-37); será libre porque habrá entrado en la esfera del amor, y nada hay más libre que el amor cuando es verdadero; e irá descubriendo la respuesta plena a todas sus búsquedas y esperanzas... al haber convertido toda su vida en servicio a los hermanos. Jesús es la puerta hacia el Padre. Si para todos los cristianos es importante esta afirmación, lo es mucho más para los católicos, al darle más importancia al carácter jerárquico de la iglesia que las demás confesiones cristianas; con el riesgo evidente de exagerar la función de quienes detentan el oficio pastoral, en menoscabo de las comunidades.

Es importante observar la poca importancia que dan los evangelios y demás escritos del N.T. a la forma concreta de gobierno dentro de la Iglesia. Las diversas comunidades cristianas se fueron organizando conforme a las costumbres de cada lugar, respetando siempre la primacía de los Doce.

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Es lamentable que sean con frecuencia los propios cristianos los que desean ser gobernados autoritariamente, para verse libres de toda responsabilidad personal. Es más fácil que sean otros los que piensen y decidan por nosotros: nos permite vivir tranquilos y desentendernos de los problemas de la propia comunidad y de los de la sociedad. Pero el precio que la iglesia ha pagado por ello es enorme: formar un inmenso rebaño, en el sentido más peyorativo de la palabra, en el que el seguimiento personal de Jesús brilla por su ausencia.

-"Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante". Jesús nos ha traído una esperanza de vida en plenitud, de vida para siempre. Cuando tantas cosas a nuestro alrededor nos hablan de muerte, Jesús nos ofrece la vida (Jn 11. 25), inseparable de la libertad, del amor y de la justicia. Es una lástima reducirlo todo a comer, dormir, trabajar y divertirse superficialmente; es una lástima no aspirar más que a "tener".

El modo de vida que llevamos normalmente los hombres esconde dentro de sí la muerte: egoísmo, incomunicación, placer... Jesús quiere que orientemos nuestra vida en otra dirección; que reflexionemos y nos demos cuenta de que merece la pena vivir en el amor y luchando por una vida más humana para todos; que es necesario morir a todo lo que nos destruye como seres solidarios para que nazca lo nuevo: la vida que él vino a comunicarnos.

J/PERSONALIDAD: Jesús se fijaba en todo, se maravillaba de todo, se alegraba y daba gracias por todo lo que deja indiferentes a nuestros rutinarios corazones; se enternecía ante todas las miserias, adivinaba todos los apuros... Se amor hacía brotar en las personas inquietas caminos de fe y de esperanza. Ante él, los oyentes medían mejor el vacío, el egoísmo, la ceguera de sus propios corazones. En presencia de Jesús comprendemos que es precisamente su amor lo que nos falta.

J/NATURALEZA: Jesús amaba la naturaleza, vivía inmerso en ella. Toda su vida está salpicada de actuaciones al aire libre y de largos recorridos por Palestina. Habla de ella como alguien que la ha observado con cariño, que conoce las señales del tiempo en el cielo, las reflexiones de los hombres del campo, la hermosura de las flores más vulgares, las costumbres de los pájaros del cielo... Es en medio de ella donde le gusta refugiarse y descansar después de una dura jornada enseñando y curando al pueblo marginado por los dirigentes. Es en ella donde con frecuencia se quedaba solo y rezaba al Padre durante horas y horas. Le gustaba sentarse a la orilla del lago, contemplar todo lo que le rodeaba... ¿En qué pensaba Jesús cuando dejaba correr su mirada sobre el agua? ¡Qué buena es el agua!; pero ésa no es todavía el agua verdadera. Soy yo el que da el agua de verdad, el agua que calma la sed para siempre, el agua que se convierte dentro del que la bebe en un manantial que mana constantemente (Jn/04/07-15). Veía los árboles, las viñas, y nos decía: yo soy la vid verdadera y mi Padre es el verdadero viñador. Vosotros sois las ramas, los sarmientos... (Jn 15. 1-2). Tocaba el pan... El pan es bueno. Pedidle al Padre el pan de cada día (Mt 6. 11)... Pero ése no es aún el verdadero. Yo soy el pan de la vida, el pan bajado del cielo (Jn 6. 32-35/48-51). Andaba los senderos, los caminos... Yo soy el único camino hacia el Padre (Jn 14. 6).

Observaba a los padres y a las madres, y los veía inmaduros, sin un verdadero conocimiento y amor hacia los hijos: no los amáis ni los conocéis en plenitud como el Padre del Cielo. Veía a los hijos tan egoístas e imperfectos... Él es el Hijo verdadero... En todas las cosas descubría Jesús, como por transparencia, las realidades divinas, a cuya imagen y semejanza habían sido creadas.

VE/DESEO-H: La vida abundante que nos trae es una amistad que lleva a contarlo todo (Jn 15. 15); una aspiración a conocerlo como él nos conoce, como él conoce a su Padre y el Padre a él y a nosotros (Jn 17. 3), para formar una verdadera comunidad (Jn 17. 21). Una vida que conduce a la plenitud y eternidad, porque nada que tenga límites o fin puede saciar el corazón humano, porque sólo lo eterno y pleno puede ser verdadero. Jesús, con su resurrección, nos abrió a esa plenitud y eternidad. Si la muerte fuera el final de todo, ¿para qué vivir?, ¿cómo explicarnos el desear una plenitud y eternidad inalcanzables? ¿Para qué las alas del pájaro si no puede volar?...
(FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ, ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET-3, PAULINAS/MADRID 1985.Pág. 194-201)

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Ejemplos

La puerta de la verdad
Un famoso escritor visitó un monasterio. Tenía un hermoso claustro al que daban las celdas. Todas las puertas eran iguales, sólo se distinguían por el nombre de un santo en el dintel. Le asignaron una de estas celdas. Como no podía dormirse, salió al claustro a pasear. Era una noche cerrada, y cuando se cansó, no podía distinguir su puerta. Por no despertar a los monjes siguió paseando. Decenas de veces pasó ante su puerta sin distinguirla. Sólo con la luz del amanecer la encontró.
Así sucede con la verdad. Encerrados en la noche de la confusión, cuesta mucho encontrar la puerta de la verdad. Sólo la luz de Cristo nos permitirá distinguir la verdad de tantas y tantas puertas parecidas, pero falsas. No está lejos la verdad. Pasamos con frecuencia ante ella. Sólo la luz de Cristo nos ayudará a encontrarla. "¿Tu verdad? -No, la Verdad. -Y ven conmigo a buscarla. -La tuya guárdatela".

San Pedro, el Portero
El día del Juicio Final. Había gran alboroto en la puerta del Cielo. Salió Pedro y dijo: "De parte del Jefe, que pasen los pobres, los presos, los enfermos, los hambrientos". Y pasaban sin trámites. Quedaban fuera "los importantes". Pedro volvió a salir y dijo: "Completo, no cabe más". Y se armó un griterío de protesta. Aquello era intolerable, no podía quedar así. Entonces salió Jesús y dijo: "Pedro, no te he dicho que estaba completo, sino 'ya están todos', que no es lo mismo. Ya están todos los que entran por derecho propio. Ahora pasarán todos ante esta mesa. El jurado serán los niños y los pobres. A ellos tendrán que demostrarles que ustedes los trataron bien. Si los reconocen, ¡adentro!, y ¡suerte!, que allí los espero, en la fiesta".

 

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