Disfruten de  la Palabra Divina de los Domingos

tomados de la mano de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y del Catecismo de la Iglesia Católica

(Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los números del Catecismo).También puede saltar a:

 

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EL DOMINGO

 

 

CONTENIDO

¿Qué es el Domingo y qué aporta a la homilía? 1

 

Condiciones para celebrar el Domingo 2

 

 

  El Domingo sólo, sin más adjetivos ni adiciones, es la celebración cristiana por excelencia. La fiesta primera en la historia del cristianismo y la primera también en la valoración que la fe y la teología hacen de las celebraciones cristianas. Por esto, debiera renovar y desarrollar constantemente nuestra vida en Cristo. Y tiene fuerza de gracia para ello. Por esto, el Domingo se ha de hacer presente en la homilía.

 

¿Qué es el Domingo y qué aporta a la homilía?

 

  El Domingo es el condensado de la creación y de la redención en el tiempo humano.

 

El Catecismo de la Iglesia Católica desarrolla con profundidad esta verdad de la fe y la teología. En el Domingo se recogen, como los rayos del sol en una lente, las riquezas infinitas de la comunicación de Dios a la humanidad.

 

  Por un lado, el Sabbat [es] la culminación de la obra de los seis días (345), expresión literaria de la creación. Y Dios descansó en ese día, en versión humana, se sintió feliz, y lo santificó y bendijo, lo hizo su Día y lo llenó de sus dones, hasta de sí mismo, por esto, lo bendijo. Así se comprende que todo en la creación está  hecho con miras al Sabbat y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios (347), en definitiva al descanso y a la felicidad, a la contemplación del culto y a la adoración.

 

Pero... ha surgido un nuevo día: el día de la resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así la obra de la creación culmina en otra todavía m s grande: la Redención. La primera creación encuentra su sentido y cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa a la primera (cf.  MR, Vigilia pascual 24, oración después de la primera lectura) (349).

 

Cómo prescindir del Domingo al explicar y aplicar la Palabra que hizo la creación y la nueva creación? El Domingo da a la homilía los acentos vivos y profundos en los que resuena toda la obra de Dios por nosotros.

Cada perícopa evangélica está  situada en el gran marco de la obra de Dios. Las verdades de la fe dejan de ser meras afirmaciones dogmáticas y los imperativos evangélicos meras exigencias, para convertirse en momentos de la inmensa armonía de la creación y de la nueva creación, cuyo primogénito es nuestro Señor Jesucristo, muerto por nosotros y resucitado para nosotros, inicio de la nueva creación.

 

En dos páginas no se puede agotar el Domingo. Pero lo expuesto es la base que sustenta todo desarrollo de la fe y la teología del Día del Señor. Así, por ejemplo, la asamblea de la Iglesia reunida por todo el mundo (1167.  1343s. 2177ss) para la celebración de la Eucaristía dominical se explica desde el primer Domingo, el de la Resurrección, el Día Primero de la nueva creación, que se prolonga en los sucesivos Domingos, hasta que Cristo vuelva visiblemente.

 

Condiciones para celebrar el Domingo

 

  Para que el Domingo cale en celebrantes y fieles, como para que cale en el pueblo cristiano la vida sacramental de la Iglesia, son imprescindibles: un elemental sentido de oración y un también elemental sentido simbólico.

 

Quien no ora no puede entrar en el Domingo, lo soportará  como una obligación. Cuando algunos fieles dicen que les aburre la Misa, y se les pregunta por el tiempo que dedican a orar en su vida, la respuesta bastante negativa explica que no entren, que no les diga nada, un acto que es oración.

 

Quien no cae en la cuenta de los valores humanos decisivos de los símbolos, que son los sacramentos, podrá  orar en Misa pero no orar  la Misa. Los símbolos sacramentales son la aproximación a nosotros de los grandes valores de la vida, que superan lo cotidiano, y aun los momentos m s densos que sé agotan en este mundo. Los símbolos sacramentales, y entre ellos el Domingo, nos acercan las realidades que ni el ojo vio ni el oído oyó ni humano entendimiento puede comprender lo que Dios ha preparado a los que le aman (1Co 2,9).

 

  Para una profundización de la fe y la teología sobre el Domingo, véanse Conferencia Episcopal Española, El domingo, fiesta primordial de los cristianos (1981) y Domingo y Sociedad (1995).

 

vea: clerus.org

  

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