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VITA CHRISTI: La adoración de los Magos

Fray Luís de Granada

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Reyes Magos

 

Entre las maravillas que acaecieron el día que el Salvador nació, una de ellas fue aparecer una nueva estrella en las partes de oriente: la cual significaba la nueva luz que habla venido al mundo para alumbrar a los que vivían en tinieblas y en la región de la sombra de la muerte. Pues conociendo unos grandes sabios, que en aquella región había, por especial instinto del Espíritu Santo lo que esta estrella significaba, parten luego a adorar este Señor. Y llegados a Jerusalén, preguntan por el lugar de su nacimiento. Y informados de esto, y guiándolos la misma estrella que habían visto en oriente, llegaron al portalico de Betleem, y allí hallaron al Niño en los brazos de su Madre; y postrados en tierra, le adoraron y ofrecieron sus dones, que fueron oro, incienso y mirra.

Donde puedes primeramente considerar la bondad y caridad inefable de este Señor, el cual apenas había nacido en el mundo, cuando luego comenzó a comunicar su luz y sus riquezas al mundo, trayendo con su estrella los hombres a sí desde el cabo del mundo: para que por aquí veas que no huirá de los que le buscan con cuidado, el que con tanta diligencia busco a los que estaban tan descuidados.

También puedes considerar la devoción, la fe y la ofrenda de estos santos reyes, y el misterio que por ella nos es significado. La devoción, en ver a cuanto trabajo y peligro y a cuán largo camino se pusieron por ir a adorar a este Señor y gozar de su presencia corporal: para que tú por aquí condenes tu pereza, viendo por cuán poco trabajo dejas muchas veces de gozar de este mismo beneficio por no acudir a las iglesias y frecuentar ahí los sacramentos. La fe, viendo con cuanta humildad y reverencia adoraron como a rey y como a Dios al que estaba tan pobremente aposentado y acompañado. Porque si fue grande la fe del buen ladrón, que en la cruz conoció el reino, no es menor la de estos santos reyes, que en una tan grande humildad adoraron y reconocieron la Divinidad soberana. Más la ofrenda que juntaron con esta fe, nos enseña que debemos acampanar nuestra fe con obras dignas de tal fe, pues la fe sin ellas esta muerta.

Pero considerando mas profundamente el misterio de esta ofrenda, hallaremos que en ella está significada la suma y cumplimiento de toda la justicia cristiana. Porque tres cosas comprende esta justicia: que son, cumplir con Dios, y con nos, y con nuestros prójimos; y con estas tres partes cumple perfectamente quien estos tres dones espiritualmente ofrece; conviene saber, el que ofrece incienso de devoción para con Dios, y mirra de mortificación para consigo, y oro de caridad para con sus prójimos. Con lo primero cumple el hombre, trayendo una continuada oración y elevación del espíritu inflamado para con Dios. Con lo segundo, reformando todas las partes y fuerzas de su cuerpo y ánima, castigando la carne, mortificando las pasiones, enfrenando la lengua y recogiendo la imaginación. Más con lo tercero cumple, socorriendo a las necesidades de sus prójimos con caridad, y sufriendo sus faltas con paciencia, y tratándolos benignamente con suavidad y buenas palabras. De suerte que el que quisiere ser perfecto cristiano, ha de tener en un corazón tres corazones, conviene saber, un corazón devotísimo, humilísimo y inflamadísimo para con Dios; y otro rigurosísimo y vigilantísimo para consigo; y otro liberalísimo, sufridísimo y suavísimo para con los prójimos. Bienaventurado el que adora la Trinidad en unidad, y bienaventurado el que tiene estas tres maneras de corazones en un corazón.

Últimamente puedes aquí considerar el alegría que la sagrada Virgen recibiría en este paso, viendo la devoción y fe de estos santos varones, y levantando los ojos a las esperanzas que aquellas primicias prometían, y viendo este nuevo testimonio de la gloria de su Hijo entre los otros que habían precedido, que eran Hijo sin padre, virgen y madre, parto sin dolor, cantar de ángeles, adoración de pastores, y ahora esta ofrenda de reyes venidos al cabo del mundo. Pues ¿cuáles serían aquí las alegrías de su ánima, y cuáles las lágrimas de sus ojos, cuáles los ardores y júbilos de su purísimo corazón?

La purificación de Nuestra Señora

 

Cumplidos los cuarenta días que mandaba la ley para haberse de purificar la mujer que paría, dice el evangelista que fue la Virgen a Jerusalén a cumplir esta ley y ofrecer el santo Niño en el templo. Donde fue recibido en los brazos del santo Simeón, que tanto tiempo aguardaba por este día, y donde también fue conocido y adorado por aquella santa viuda Ana, que acudió allí a esta sazón.

Aquí puedes primeramente considerar la humildad profundísima de esta Virgen, que habiendo quedado de aquel parto virginal más pura que las estrellas del cielo, no se desdeñó de subjectar a las leyes de la purificación y ofrecer sacrificio que pertenecía a mujeres no limpias. Donde verás cuán diferente camino llevan la Madre y el Hijo del que llevamos nosotros. Porque nosotros queremos ser pecadores, y no queremos parecerlo: más Cristo y su Madre no quieren ser pecadores, y no se desdeñan de parecerlo. Porque del Hijo se dice que después de los ocho días se sujetó al remedio de la circuncisión, que era señal de pecadores, y de la Madre, que después de los cuarenta días se sujetó a la ley de la purificación, que era sacrificio de no limpias.

Considera también la grandeza del alegría que aquel santo Simeón recibiría con la vista y presencia de este Niño: la cual excede todo encarecimiento. Porque cuando este varón, que tanto celo tenía de la gloria de Dios y de la salud de las ánimas, y que tanto deseaba ver antes de su partida Aquél en cuya contemplación respiraban los deseos de todos los padres, y en cuya venida estaba la salud y remedio de todos los siglos, cuando le viese delante de sí, y le recibiese en brazos, y conociese por revelación del Espíritu Santo que dentro de aquel corpecico estaba encerrada toda la majestad de Dios, y viene juntamente en presencia de tal Hijo tal Madre, ¿qué sentiría su piadoso corazón con la vista de dos tales lumbreras y con el conocimiento de tan grandes maravillas? ¿Qué diría? ¿Qué sentiría? ¿Qué sería ver allí las lágrimas de sus ojos, y los colores y alteración de su rostro, y la devoción con que cantaría aquel suavísimo cántico, en que está encerrada la suma de todo el evangelio? Oh, Señor, y cuán dichosos son los que os aman y sirven, y cuán bien empleados sus trabajos, pues aun antes de la paga advenidera tan grandemente son remunerados en esta vida!

Después que así hubieres considerado el corazón de este santo viejo, trabaja por considerar y entender el corazón de la santísima Virgen, y hallarla has, por una parte, llena de inefable alegría y admiración, oyendo las grandezas y maravillas que de este Niño se decían; y por otra, llena de grandísima y incomparable tristeza mezclada con esta alegría, oyendo las tristes nuevas que este santo varón del mismo Niño le profetizaba.

Pues ¿por qué quisiste, Señor, que tan temprano se descubriese a esta inocentísima esposa tuya una tal nueva, que le fuese perpetuo cuchillo y martirio toda la vida? ¿Por qué no estuviera este misterio debajo de silencio hasta el mismo tiempo del trabajo, para que entonces solamente fuera mártir, y no lo fuera toda la vida? ¿Por qué, Señor, no se contenta tu piadoso corazón con que esta doncella sea siempre virgen, sino quieres también que sea siempre mártir? ¿Por qué afliges a quien tanto amas, a quien tanto te ha servido, y a quien nunca te hizo por donde mereciese castigo? Ciertamente, Señor, por eso la afliges, porque la amas, por no defraudarla del mérito de la paciencia, y de la gloria del martirio, y del ejercicio de la virtud, y de la imitación de Cristo, y del premio de los trabajos, que cuanto son mayores, tanto son dignos de mayor corona. Nadie, pues, infame los trabajos, nadie aborrezca la cruz, nadie se tenga por desfavorecido de Dios, cuando se viere atribulado, pues la más amada y más favorecida de todas las criaturas fue la más lastimada y afligida de todas.

 

 


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