CAPÍTULO IX. DEL HACIMIENTO DE GRACIAS

Acabada la meditación se sigue el nacimiento de gracias; para lo cual se debe tomar ocasión de la meditación pasada, haciendo gracias a Nuestro Señor por el beneficio que en aquélla nos hizo; como si la meditación fue de la Pasión, debe dar gracias a Nuestro Señor, porque nos redimió con tantos trabajos; y si fue de los pecados, porque esperó tanto tiempo a penitencia; y si de las miserias desta vida, por las muchas de que lo ha librado; y si del paso de la muerte, porque lo libró de los peligros de ella y esperó a penitencia. Y si de la gloria del paraíso, porque le crió para tanto bien, y así de los demás.

Con estos beneficios juntará todos los otros de que arriba tratamos, que son el beneficio de la creación, conservación, redención, vocación, etcétera. Y así dará gracias a Nuestro Señor, porque le hizo a su imagen y semejanza, y le dio memoria para que se acordase de El; entendimiento, para que le conociese; voluntad, para que le amase. Y porque le dio un Ángel que le guardase de tantos trabajos y peligros y tantos pecados mortales, y de la muerte cuando estaba en ellos, que no fue menos que librarlo de la muerte eterna; y porque tuvo por bien de tomar nuestra naturaleza, y morir por nosotros. Y porque le hizo nacer de padres cristianos, y le dio el sagrado bautismo, y en él le dio su gracia, y prometió su gloria, y le recibió por hijo adoptivo. Y porque le dio armas para pelear contra el demonio, y el mundo, y la carne, en el Sacramento de la Confirmación.Y porque le dio a sí mismo en el Sacramento del Altar. Y porque le dio el Sacramento de la Penitencia, para tornar a cobrar la gracia perdida por el pecado mortal, y por las muchas buenas inspiraciones que siempre le ha enviado y envía, y por la ayuda que le dio para orar y bien obrar y perseverar en el bien comenzado. Y con estos beneficios junte los demás beneficios generales y particulares que conoce haber recibido de Nuestro Señor. Y por éstos y todos los otros, así públicos como secretos, dé todas cuantas gracias pudiere, y convide a todas las criaturas, así del cielo como de la tierra, para que le ayuden a este oficio. Y con este espíritu podrá decir, si quiere, aquel cántico (Dan.3,57): Benedicite omnia opera Domini Domino, laudate, et superexaltate. O el salmo (Ps.102,1-4): Benedic anima mea, Domino, et omnia quae intra me sunt nomini sancto ejus. Benedic anima mea, Domino, et noli oblivisci omnes retributiones ejus. Qui propiciatur omnibus iniquitatibus tuis, qui sanat omnes infirmitates tuas. Qui redimit de interitu vitam tuam, qui coronat te in misericordia, et miserationibus, etc.




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