SEGUNDA PARTE


CAPÍTULO I. QUÉ COSA SEA DEVOCIÓN

El mayor trabajo que padecen las personas que se dan a la oración, es la falta de devoción que muchas veces en ella sienten; porque cuando ésta no falta, ninguna cosa hay más dulce ni más fácil que orar. Por esta razón (ya que habemos tratado de la materia de la oración y del modo que en ella se podrá tener), será bien tratemos ahora de las cosas que ayudan a la devoción y también de las que la impiden, y de las tentaciones más comunes de las personas devotas y de algunos avisos que para este ejercicio serán necesarios. Mas primero hará mucho al caso declarar qué cosa sea devoción, porque sepamos antes qué tal sea la joya por que militamos.

Devoción, dice Santo Tomás, es una virtud, la cual hace al hombre pronto y hábil para toda virtud y le despierta y facilita para el bien obrar. La cual definición manifiestamente declara la necesidad y utilidad grande de esta virtud, porque en ella está encerrado más de lo que algunos pueden pensar.

Para lo cual es de saber que el mayor impedimento que tenemos para bien vivir es la corrupción de la naturaleza que nos vino por el pecado, de la cual procede una grande inclinación que tenemos para el mal y una grande dificultad y pesadumbre para el bien; estas dos cosas nos hacen dificultosísimo el camino de la virtud, siendo ella de suyo la cosa más dulce, más hermosa, más amable, más honrosa del mundo. Pues contra esa dificultad y pesadumbre proveyó la Divina Sabiduría de convenientísimo remedio, que es la virtud y socorro de la devoción; porque así como el viento cierzo esparce las nubes y deja el cielo sereno y descombrado, así la verdadera devoción sacude de nuestra ánima toda esta pesadumbre y dificultad, y la deja por entonces habilitada y desembarazada para todo bien, porque esta virtud es de tal manera virtud, que también es un especial don del Espíritu Santo, un rocío del cielo, un socorro y visitación de Dios alcanzado por la oración, cuya condición es pelear contra esta dificultad y pesadumbre, despedir esta tibieza, dar esta prontitud, henchir el ánima de buenos deseos, alumbrar el entendimiento, esforzar la voluntad, encender el amor de Dios, apagar las llamas de los malos deseos, causar hastío del mundo y aborrecimiento del pecado, y de dar al hombre por entonces otro fervor, otro espíritu y otro esfuerzo y aliento para bien obrar. De manera, que así como Sansón, cuando tenía cabellos, tenía mayores fuerzas que todos los otros hombres del mundo y, cuando éstos le faltaban, era tan flaco como todos los otros, así lo es también el ánima del cristiano, cuando tiene esta devoción; y cuando flaca, no la tiene. Esto es, pues, lo que Santo Tomás quiso significar en aquella definición, y ésta es sin duda la mayor alabanza que se puede decir de esta virtud, que siendo una sola, es como un estímulo y aguijón de todas las otras; y por esto, el que de verdad desea caminar por el camino de las virtudes, no vaya sin estas espuelas, porque nunca podrá sacar de harona a su mala bestia, si va sin ellas.

De lo dicho parece claro qué cosa sea la verdadera y esencial devoción: porque no es devoción aquella ternura de corazón o consolación que sienten algunas veces los que oran, sino esta prontitud y aliento para bien obrar, de donde muchas veces acaece hallarse lo uno sin lo otro, cuando el Señor quiere probar los suyos. Verdad es que de esta devoción y prontitud muchas veces nace aquella consolación; y, por el contrario, esta misma consolación y gusto espiritual acrecienta la devoción esencial, que es aquella prontitud y aliento para bien obrar. Y por esta causa los siervos de Dios pueden, con mucha razón, desear y pedir estas alegrías y consolaciones, no por el gusto que en ellas hay, sino porque son causa de acrecentamiento de esta devoción que nos habilita para bien obrar, como lo significó el Profeta cuando dijo (Ps.118,32): Por el camino de los mandamientos, Señor, corrí, cuando dilataste mi corazón; conviene saber, con la alegría de tu consolación, que fue causa de esta ligereza. Pues de los medios por do se alcanza esta devoción, pretendemos ahora aquí tratar, y porque con esta virtud andan juntas todas las otras que tienen especial familiaridad con Dios, por eso tratar de los medios por do se alcanza la perfecta oración y contemplación, y las consolaciones del Espíritu Santo, y el amor de Dios y la sabiduría del cielo, y aquella unión de nuestro espíritu con Dios, que es el fin de toda la vida espiritual y es, finalmente, tratar de los medios por donde se alcanza el mismo Dios en esta vida, que es aquel tesoro del Evangelio y aquella preciosa margarita por cuya posesión el sabio mercader alegremente se deshizo de todas las cosas. Por donde parece que ésta es una altísima Teología, pues aquí se enseña el camino para el sumo bien, y paso por paso se arma una escalera para alcanzar el fruto de la felicidad, según que en esta vida se puede alcanzar.




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