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Vicios capitales y virtudes opuestas:  Tristeza y Envidia

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Envidia

 

Capítulo 9: Tristeza y Envidia



La Caridad

1. Trataremos juntos de la tristeza, envidia, acedia y pereza, porque estos cuatro pecados están emparentados entre sí. Sólo por motivo de la extensión del tema lo tratamos en dos veces y dejamos la acedia y la pereza para tratarlas en la ficha siguiente. En el fondo, los cuatro pecados son lo mismo. Además, los cuatro son directamente opuestos a la caridad, la reina de las virtudes, de la cual diremos algo en esta ficha y en la próxima.


La tristeza

2. La tristeza es la pasión que se produce en el alma:
1) ante un mal invencible
2) o por la carencia de un bien debido
3) o por la pérdida de un bien del que se gozaba.

3. La tristeza, de por sí no es mala. Como sucede con la ira, tampoco la tristeza es un pecado en sí. Hay una tristeza buena y aún necesaria frente a los males de la vida, por ejemplo: ante la muerte de un ser querido. No entristecerse por esos males sería incluso reprobable. Es visto como censurable y escandaloso que un cónyuge no guarde el debido duelo cuando enviuda. O que los familiares no den muestras de duelo por la muerte de un ser querido. O que uno permanezca indiferente ante males ajenos que deberían entristecerlo. El sentido común nos dice que donde no hay tristeza no había amor.

4. Jesús lloró sobre Jerusalén. Se conmovió por las lágrimas de la viuda de Naím. Lloró por su amigo Lázaro. Se entristeció y se llenó de angustia ante la muerte, en el Huerto de los olivos.

5. La tristeza, por lo tanto, de por sí, es buena y es consecuencia del amor que se tenía al bien perdido. Pero la tristeza puede convertirse en vicio por dos motivos: 1) cuando es exagerada y desmedida. 2) cuando es tristeza por un bien.


Tristeza exagerada y depresión

6. La tristeza exagerada es la que no guarda proporción con el mal que se padece o el bien del que se es privado. Esta desproporción puede ser en cuanto a la duración y/o en cuanto a la intensidad de la tristeza. Una tristeza que se prolonga toda la vida o que lleva al suicidio, o que sumerge en una melancolía incurable, sería viciosa. Es lo que los psiquiatras suelen llamar depresión reactiva, porque responde a algún hecho por el cual se deprime la persona. Este desconsuelo puede ser pecado porque implica la falta de caridad a Dios. Ella es signo de que se idolatraba el bien perdido, y de que no se encuentra consuelo en el amor a Dios por la pérdida del ídolo.

7. ¿Qué podemos decir de la depresión psíquica, enfermedad que conduce incluso a algunos al suicidio? Esta depresión no tiene un motivo en algún hecho de la historia de la persona. O si existe, es sólo un factor desencadenante, o que cataliza la manifestación del mal.

8. Se trata de una dolencia que a menudo tiene un origen cultural o social, y por eso bien puede llamarse el mal del siglo. El psiquiatra y psicólogo social Tony Anatrella afirma que la depresión es no solamente la enfermedad más extendida en nuestra civilización, sino su mal característico. Nuestra sociedad es una sociedad deprimida y deprimente (La sociedad depresiva, Ed. Sal Terrae, Santander 1996, ver, en nuestra obra Mujer )por qué lloras? , Ed. Lumen, Bs. As. 1999, el capítulo: La tristeza y el mundo contemporáneo. Sus raíces, pp. 151-159)

9. La depresión nace de la pérdida del sentido último de la vida, que es el amor a Dios. La civilización moderna, al laicizar y secularizar la existencia sacando a Dios del horizonte social e individual, le arrebata al hombre la perspectiva de su fin último. Pero además le quita ya, desde esta vida, las alegrías del amor a Dios, que son las únicas duraderas e indeficientes y en las que consiste propiamente la salvación. Limitando al hombre a la prosecución de metas y fines transitorios e inmediatos, lo condena a duelos predecibles y les quita a la vez el consuelo de la comunión con Dios y la vida eterna.

10. Cuanto más indiferente y fría se hace la cultura respecto del amor a Dios, tanto más ferviente ha de ser la caridad, para defenderse del contagio depresivo. Cuando se vive en esta Antártida, los tibios se congelan, aunque sean religiosos o sacerdotes. Sólo se salvarán del contagio idolátrico los que ardan en el amor a Dios y perseveren en él.


Envidia: tristeza por el bien ajeno

11. La envidia es tristeza por cualquier bien ajeno. El envidioso ve el bien ajeno como mal propio. Suele suceder que el envidioso se alegre del mal ajeno, pues la envidia también es alegría del envidioso por el mal de los envidiados. Esta alegría no es exclusiva de la envidia, puede también provenir del odio, del rencor y de la venganza.

12. Envidia viene del latín invidere. Esta palabra latina tiene tres significados aparentemente opuestos entre sí, pero que definen muy bien el mecanismo espiritual de este vicio.

In-videre significa por un lado mirar atentamente, casi como penetrando con la mirada: ver adentro. La preposición in tiene en latín, como el equivalente castellano en , el sentido de dentro. La envidia supone, por lo tanto, en un primer momento, una mirada escrutadora, apasionada y codiciosa sobre el bien ajeno: un mirar adentro, exploratorio, del bien ajeno.

Pero in significa también negación y oposición.
a) Negación, como en la palabra in-existente
b) oposición como en el latín in-surgere y el castellano in-surrexión. In-videre, por lo tanto, significa también, no-ver, no-poder-mirar.

13. De ahí que la palabra in-vidia alberga un sentido polivalente: quiere decir:
1) ver muy bien
2) no ver
3) mirar mal o con mirada adversa, contraria, no querer mirar.

14. Un ejemplo bíblico: los hijos de Jacob envidiaban tanto a su hermano José, por los signos de predilección que le daba Jacob, que no podían ni mirarlo, ni saludarlo (Génesis 37,4).


Emulación

15. No hay que confundir la envidia con la emulación. La emulación no es tristeza por el bien ajeno, sino el deseo de tener, también uno, un bien como el del otro. No se desea el mismo bien que tiene el otro, para quitárselo, cosa que prohíben el noveno y décimo mandamiento. Se desea tener uno también lo que el otro tiene, sin entristecerse por su bien y sin querer quitarle el suyo.

16. La emulación es buena cuando nos mueve a imitar lo bueno. Así es por ejemplo la emulación en el estudio, en la virtud, en la santidad. La emulación ayuda a superarse y produce en el hombre la confianza en que puede superarse y ser mejor, o ser como los mejores.


Caridad

17. La virtud que se opone a las tristezas malas y entre ellas a la envidia, es la caridad, es decir el fervoroso amor a Dios. Toda envidia es pecado opuesto a la caridad, pero especialmente se opone a la caridad la especie de envidia que llamamos acedia, la cual se entristece directamente por el amor a Dios.

18. La caridad es la reina de todas las virtudes, es el tesoro enterrado en un campo que el que lo encuentra vende todo para comprar el campo, es la perla preciosa que alguien encontró y vendió todo lo que tenía para comprarla (Mateo 13, 44-46).

19. Todos los pecados capitales son obstáculos que nos privan de ese tesoro y de la perla preciosa. Pero de manera particular se oponen a ella la tristeza, la envidia y -como veremos- mucho más la acedia, que hace perezosos para cavar en busca del tesoro y ciegos para reconocer el valor de la perla. Los frutos de la caridad son opuestos a la tristeza, a la envidia y a la acedia.

20. Los frutos de la caridad son gozo, paz y misericordia. San Pablo expresa claramente esta oposición en el himno a la caridad: "El que ama a Dios es paciente, es amable; no es envidioso, no es jactancioso (no es vanidoso), no se engríe (no es orgulloso); es decoroso (no es impúdico, ni lujurioso sino pudoroso), no busca su interés (no es egoísta); no se irrita (no es iracundo); no toma en cuenta el mal (no es rencoroso); no se alegra con la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusas, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad no acaba nunca... Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, de estas tres, la mayor es la caridad" (1 Corintios 13, 4-13)

21. Volvemos a encontrar aquí, hacia el final de nuestras meditaciones, las palabras de San Juan en su primera carta con las que comenzamos en la primera ficha: ANo améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Porque cuanto hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre sino del mundo. El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre@ (1 Juan 2, 15-17).

22. La palabra caridad, como tantas del lenguaje de la tradición católica se ha desgastado, sometida a la ingeniería del lenguaje de los enemigos de la fe y a los abusos del discurso hipócrita, que invoca la palabra con mentira.

23. Caridad es amor de amistad con Dios. El amor de amistad es el que se alegra con el bien del otro y lo procura; y el que se entristece con los males del otro y procura remediarlos en cuanto le es posible. Así define la caridad santo Tomás de Aquino.

24. Se dice que la caridad es amor de amistad para distinguirlo del amor de concupiscencia, que quiere al otro para el bien propio incluso a costa del mal ajeno. El amor de concupiscencia es, pues, egoísta y el de amistad es altruista.

25. El altruismo del amor de amistad se expresa diciendo que el amor de amistad es amor de benevolencia y no de concupiscencia.

26. El amor de amistad requiere además que sea recíproco. De ambas partes, el amor de amistad aspira a ser correspondido por el otro con una equivalente generosidad y benevolencia.

27. "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor" (1 Juan 4,8). Si Dios es amor, como dice San Juan, Dios es amor benevolente y eternamente deseoso de ser correspondido, o dicho de otro modo, Dios es Deseo eterno de correspondencia a su amor.

28. Por eso hace al hombre capaz de corresponder a su amor eterno: a su imagen y semejanza. También el hombre desea ser correspondido por los que él ama con generosidad y por amistad, con amor de benevolencia.

29. El hombre no puede agregar nada al bien de Dios, pero manifiesta su caridad reconociendo y alabándolo por su bondad de Dios, adorándolo por su grandeza, amándolo en respuesta a su amor y cumpliendo gozoso su voluntad, como su Hijo Jesús. La caridad no busca la propia gloria sino la gloria de Dios.

30. El hombre es la única creatura material capaz de amar a Dios. Los Ángeles sin duda lo aman. Los Querubines y Serafines, son como fuegos espirituales de amor ardiente a Dios. Pero ellos no son seres materiales. El hombre en cambio, es como el diputado y representante del mundo material para amar al Creador del Universo. Es la creatura que, desde el planeta Tierra, ama a Dios, lo alaba, lo adora, le canta y es la inteligencia para conocer a Dios, la boca el cosmos para cantarle y el corazón de la materia para amarlo.

31. Este planeta es el jardín del Edén, que Dios plantó en el comienzo para colocar allí esta raza de seres materiales animados de espíritu, que son en el universo material algo así como el horizonte donde se tocan la tierra y el cielo. Sobre este planeta viven amigos de Dios. ¿Tendría algún sentido el universo entero si hubiese sobre la Tierra una familia de amigos de Dios, una familia de adoradores, un pueblo santo de Hijos?


Ejercicio
¿Cuáles son las buenas tristezas?
¿Cuándo o por qué se hace mala la tristeza y se convierte en pecado?
¿Por qué es mala la tristeza excesiva?
Defina la envidia.
¿Por qué es mala la envidia?
Defina la Caridad
¿Por qué son impedimentos para ella todos los pecados capitales?
¿Cuál de los pecados capitales es el más diametralmente opuesto a la Caridad?


Desidia - Pereza


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