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Iniciación de los Niños en el arte de Meditar: La Meditación en la vida interior religiosa del Niño

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Iniaición de los niños en la meditación

 

La meditación en la vida interior religiosa del niño

1. Los niños ante los belenes

2. La madre les lee la historia de la pasión de Cristo

3. El vía crucis

4. La catequesis

5. Las oraciones del niño después de la comunión

 

 


LA MEDITACIÓN EN LA VIDA INTERIOR RELIGIOSA DEL NIÑO
Lo dicho sobre la meditación natural de los niños nos muestra que la meditación no es exclusiva ni principalmente una forma de oración elevada, sino también un fenómeno instintivo y primordial en el alma del niño y de todos los hombres en general, Era necesario que esta verdad fulgiese en toda su claridad. También aquí, en efecto, la gracia supone la naturaleza, y, por otra parte, la educación religiosa quedaría condenada a ir a pique sin un fundamento natural sano.

Pero ¿acaso en el terreno religioso la meditación y la oración discursiva deben quedar reservadas al clero y a los religiosos?, ¿y es acaso pedir peras al olmo esforzarse por iniciar y dirigir a los niños y a los jóvenes en el arte de la meditación? La mejor respuesta que podemos dar a estas preguntas es mostrar que los niños, si son verdaderamente creyentes y están bien dirigidos, practican la meditación, sin saberlo, en muchos momentos de su vida religiosa, A partir de este hecho se podrá mostrar luego fácilmente cómo podemos y debemos fomentar y desenvolver ese fenómeno de la meditación que se da en las mentes de los niños.

1. Los niños ante los belenes
Los niños han visto más de una vez los belenes; sin embargo, vuelven una y otra vez a mirarlos para ver al niño Jesús, a María y a José, al buey y al asno, a los pastores y al ángel, que les anuncian la buena nueva de navidad. Quizás visitaron por vez primera un belén juntamente con sus madres, que les contaron el santo acontecimiento y les hablaron del amor del niño Jesús, que se quiso hacer pobre por nosotros, que extiende los brazos hacia nosotros y está reclinado en duras pajas para que nosotros podamos ir al cielo, Quizás les contaron también cómo bajó del cielo un ángel y habló a los pastores. De este modo las madres meditaban con sus hijos ante el belén aunque no supieran qué es la meditación, Los niños quedaban gratamente sorprendidos y emocionados por estos misterios y por cosas tan bellas y sagradas. Por eso vuelven de nuevo al belén y miran y se sienten nuevamente cautivados, y acaso se dicen a sí mismos lo que significan las figuras o lo cuentan a sus compañeros. El niño contempla la imagen y la realidad como si fueran una misma cosa y se sumerge enteramente en la santa realidad y la vive. Esto es una meditación.

La misma marcha siguen los fenómenos psíquicos que se suceden en el alma de los niños cuando están viendo con su madre un libro de figuras religiosas y ella hace pequeños comentarios, o cuando realizan una visita al santísimo y su madre les explica lo que es el altar, el tabernáculo y lo que representan las imágenes, y oran juntos. El silencio, el recogimiento, el sentir la presencia de Dios, pensar en Él, hablarle, todo esto hace el niño a. su manera, y no cabe duda que son lag etapas de la meditación.

2. La madre les lee la historia de la pasión de Cristo
La madre escoge una hora silenciosa, ya entrada la tarde o poco antes de acostar al niño. Le lee la historia de la pasión y, mientras ella lee, el niño se imagina la puerta de la ciudad de Jerusalén y el sendero que va al valle del torrente Cedrón, adonde se dirige Jesús con sus discípulos. El niño asiste interiormente al espectáculo, ve brillar la luna en el cielo, oye el susurro de las hojas de los árboles al soplo del aire y siente vivamente cargada la atmósfera en que comienza la pasión, el temor por los que van a llegar, la soledad del Señor, su abandono y su caridad redentora. No bien lo escucha, cuando se lo imagina todo; su mente, movida por la gracia, la fe y la caridad, contempla los hechos y los vive. El niño no medita aquí deteniéndose en cada punto y profundizando por la reflexión una verdad particular, sino recorriendo una serie de episodios que lentamente y paso a paso impregnan su alma.

3. El vía crucis
En el ejercicio del vía crucis, la meditación infantil reviste una forma que enseña san Ignacio a los incipientes. El niño contempla desde luego el cuadro de la estación correspondiente y oye lo que lee el director del piadoso ejercicio: Jesús condenado a muerte, Mientras los ojos del niño están absortos en los de-talles del cuadro, el director le recuerda las acusaciones de los judíos, las vacilaciones de Pilatos, los gritos de la plebe que piden la crucifixión de Jesús, la sentencia, el silencio de Jesús. Más todavía: las consideraciones leídas por el director le hacen des-cubrir el meollo religioso y profundo del hecho recordado, los pecados del pueblo, la cobardía de Pilatos, la paciencia y el amor del Redentor. La realidad de la fe se convierte de este modo en objeto de todos los sentidos del niño, tanto de los exteriores como de los interiores. Cuando el director termina de leer las consideraciones relativas a la estación, hace una pausa.

En este momento de silencio es cuando tienen lugar la meditación y oración personales del niño, que han sido preparadas en los momentos anteriores, A continuación el director recita una oración, y el niño va aprendiendo así de una manera efectiva el modo de convertir en oración la realidad considerada y el modo general de pasar de la consideración al diálogo con Dios.

El vía crucis depara ciertamente una de las coyunturas más propicias para la oración meditativa de los niños y uno de los métodos más aptos para iniciarlos y ejercitarlos en ella. No tiene que ser, sin embargo, el único método ni el exclusivo. Es necesario completarlo variando los temas y las formas mismas.

4. La catequesis
Otro remedo fidelísimo del método de oración ignaciano se da en la instrucción catequética devota sobre temas bíblicos para los alumnos de los grados inferiores. A los preludios ignacianos corresponde la preparación, que crea el ambiente y cautiva la aten-ción de los niños, Luego se presenta con toda viveza la verdad o el hecho bíblico, que a continuación es explicado, ilustrado y profundizado. Finalmente se descubre a modo de diálogo la densidad religiosa del hecho considerado, deteniéndose en las relaciones humano-divinas implicadas por el hecho, analizando los detalles, profundizándolos y asimilándolos. Se puede, por ejemplo, ir comentando lo que pensaría y lo que pediría Abel a Dios cuando le ofrecía sacrificios. Estas aplicaciones concretas son útiles para establecer contactos entre la doctrina y la vida del niño. El niño aprende acaso a pedir a imitación de Abel o a dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos como hacía Abel al ofrecer sacrificios.

Estas catequesis pueden dar lugar a largas meditaciones de los niños que acaso más tarde las profundicen al hojear, al ver los cuadros bíblicos o al dibujar lo que se les ha explicado. Por pequeños que sean los niños, los catequistas pueden y deben explotar ocasionalmente esta capacidad suya de meditación. En qué grado es esto posible, depende del tema, del nivel religioso de la clase, de la edad de los niños y de las habilidades del catequista, así como del fin que éste persiga, En los grados inferiores de la mayor parte de las catequesis se puede dedicar a estos ejercicios una considerable parte del tiempo de clase.

5. Las oraciones del niño después de la comunión
Quizás se dan de manera más viva y más profunda los fenómenos de la meditación en el alma del niño cuando éste se detiene a rezar piadosamente después de haber comulgado. Mientras que en las demás ocasiones la realidad sagrada es evocada y sugerida por medio de la palabra o de un cuadro o figura, en la comunión ella misma se hace realmente presente. Basta que el niño comulgue con fe para estar ya embarcado en la meditación. Piensa lleno de fe y gratitud en su soberano y bondadoso Señor y en su amor, sabe que está presente, le saluda, le da gracias, le ama, se le entrega, le pide.

Muchos pastores de almas resumen acertadamente en tres puntos las consideraciones para después de la comunión: ¿Quién viene? ¿A quién viene? ¿Por qué viene? Muchos niños, durante las instrucciones preparatorias para la primera comunión, tuvieron catequesis a modo de meditación sobre el amigo divino de los niños, sobre el Buen Pastor, sobre las bodas de Caná, sobre la multiplicación de los panes, sobre el lava-miento de los pies y la última cena. Si estas catequesis han sido acertadas, si el niño ha aprendido a traducir sus sentimientos en oración, todas estas meditaciones se reavivan en su alma en el momento de la comunión. Cuando el niño es piadoso, recibe siempre el sacramento de la eucaristía con el espíritu en meditación.

Los casos mencionados nos demuestran abundantemente la posibilidad de iniciar y dirigir a los niños en la meditación religiosa. Seguramente esos ejemplos nos habrán evocado otros muchos, las clases preparatorias para la primera confesión o las funciones religiosas para los niños. Las oraciones de penitencia, recitadas ante la imagen del Salvador crucificado, se hacen también casi siempre en forma meditativa. El texto mismo de las oraciones de la noche: "A tus llagas me acojo", es la expresión de una actitud de meditación y no cabe entenderla de otra manera.

La Iniciación de los Niños en el arte de Meditar



 


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