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CAMINO DE ENCUENTRO: Mensaje Pastoral en la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico Verano de 2004

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El primer domingo de julio la Iglesia que peregrina en España se suma, un año más, a la campaña a favor de la responsabilidad en el tráfico, queriendo así colaborar con tantas personas y organismos que se esfuerzan por mejorar el clima de buena convivencia en los usuarios de nuestras rutas. Lo viene haciendo, sobre todo, a través de las delegaciones diocesanas de apostolado en la carretera, su dedicación, discreta y constante, es la más importante, y es animada y coordinada desde la dirección nacional, encuadrada en la Comisión de Migraciones de la Conferencia Espiscopal. la presencia en los medios de comunicación social, la Eucaristía televisada, los carteles y materiales y ese mensaje del obispo promotor son algunas de las acciones con las que la Iglesia quiere hacerse presente en esta Jornada anual.

Es obligado que mis primeras palabras sean dirigidas, con un profundo sentimiento de condolencia y cercanía, a tantos hermanos que han visto sesgadas o malparadas sus vidas en accidentes de tráfico, así como a sus familiares y amigos, y también, con agradecimiento, al personal sanitario dedicado a la atención y rehabilitación de los heridos y discapacitados.

Vaya también mi admiración y saludo a los diversos profesionales del volante sin cuyo trabajo diario, realizado no pocas veces en condiciones duras y fatigosas, nuestra sociedad quedaría paralizada, colapsada. ¿Y cómo no mostrar mi gratitud a quienes con su ciencia, técnica y vigilancia contribuyen a hacer más segura y agradable la circulación?. Todos, peatones y conductores, deberíamos aprovechar esta Jornada anual parar flexionar sobre los problemas del tráfico y, en consecuencia, aceptar nuestra parte de responsabilidad, tomando las medidas convenientes para evitar riesgos y contribuir a una convivencia más humana en todas nuestras rutas.

“Camino de encuentro”: el lema de ese año

El lema especial de cada año nos invita a fijar la atención de alguno de los muchos aspectos del fenómeno de la circulación. Es verdad que, no por haberlos abordados en años anteriores, hemos de olvidar otros muchos, siempre importantes y actuales. La mejora de carreteras y vehículos, las nuevas normas incorporadas al Código de circulación, la vigilancia de los agentes del tráfico y las llamadas al ejercicio de la responsabilidad personal están logrando, ciertamente, algunos éxitos, dignos de reconocimiento y aplauso ¿Cómo no alegrarnos todos con la reciente noticia de que, a pesar de que las ventas de nuevos vehículos en el primer cuatrimestre de este año han batidos todas las marcas, el número de muertos en al carretera durante la última Semana Santa ha descendido en un 20 %? Ojalá podamos seguir recibiendo noticias tan gratas, Por ahora, sin embargo, nos libera de la tentación del triunfalismo el cúmulo de tragedias humanas y perjuicios sociales que encierra la frialdad de las estadísticas; el año pasado en España 4.032 personas perdieron la vida en los 3. 446 accidentes mortales habidos. Nada digamos de las decenas de miles de heridos, de los vehículos destrozados, de los daños causados. Por todo ello, la seguridad vial sigue siendo responsabilidad de todos, una meta aún lejana, pero digna de todo esfuerzo por alcanzarla.

“Camino de encuentro” es un lema que evoca entre nosotros el Año Jacobeo que estamos celebrando. Recuperando una tradición europea multisecular, miles y miles de personas de diversos países se ponen en camino hacia Compostela por múltiples rutas. Hacer el camino a pi parece ser la forma más peculiar, pero en nuestros días son muchos los peregrinos que se acercan a la tumba del Apóstol Santiago en diversos vehículos, aprovechando las ventajas de las nuevas autovías y de la mejora de las carreteras. El camino jacobeo sigue siendo, de este modo, lugar y ocasión de encuentro de personas, creencias y culturas, expresión y estímulo desalma cristiana que necesita la nueva Europa que está surgiendo.

Las rutas modernas y los nuevos vehículos, cada día más variados y veloces, también contribuyen a acercar y unir a las gentes, facilitar su mutuo encuentro y conocimiento, abrirnos a nuevos países y culturas, contemplar bellos paisajes y admirar monumentos, multiplicar los intercambios comerciales. Demos gracias a Dios porque nos ha tocado en suerte disfrutar de todas estas ventajas, que nuestros antepasados no conocieron.

Diversos encuentros

Un amigo mío, obligando a realizar con frecuencia largos viajes en coche propio, me confesaba recientemente que, lejos de aburrirse al volante, esos desplazamientos en solitario le hacen mucho bien: los aprovecha para pensar, rezar, cantar, escuchar buena música, estar al tanto de las noticias, contemplar el paisaje, encontrarse consigo mismo. La fatiga de las largas horas de conducción y los sinsabores de los atascos y retenciones en las entradas y salidas de las ciudades quedan, a su juicio, compensados con creces por los aspectos positivos que sabe descubrir en esos viajes. El ejemplo de este amigo nos anima a hacer del camino ocasión y lugar de diversos encuentros consigo mismo, con el universo, con los demás, con Dios.

1.- En primer lugar, encuentro con uno mismo. La vida moderna y agobiante, nos va robando los tiempos y ámbitos de silencio, de soledad, de reflexión. Vivimos muy dispersos y, muchas veces, montados a caballo de la última novedad. Por eso, cuando conducimos solos, se nos brinda la oportunidad de adentrarnos en nuestra intimidad, descongestionándonos del mundo inconsciente y descubriéndonos a nosotros mismos.

2.- Un encuentro nuevo con la naturaleza. En un viaje somos capaces de abrazar el mundo y recorrerlo deleitándonos con las muchas bellezas que el Creador ha ido derramando en la naturaleza y también somos capaces de experimentar el señorío de la persona sobre todo lo creado y al mismo tiempo su pequeñez y contingencia según aquello del salmo 8:

“Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, / la luna y la estrellas que has creado, / que es el hombre, para que e acuerdes de él, / el ser humano para darle poder…? 8…) Le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo tus pies…”

3.- El encuentro con los demás. No siempre conducimos solos. Con frecuencia vamos acompañados de familiares, amigos, compañeros, lo mismo en coches particulares como, sobre todos, en autobuses, taxis, autocares. A veces se trata de viajes largos, incluso excursiones de varios días, que invitan al diálogo, a la comunicación sincera, a la expresión de nuestros sentimientos, a la escucha atenta y paciente. Cuántas veces se encuentran en los viajes personas que, después de unos días de convivencia, continúan cultivando una larga amistad en nuevos encuentros, mutuamente enriquecedores. hay que descubrir y apreciar también las ventajas de la circulación rodada para facilitarnos el encuentro feliz con la familia que nos espera, la presencia gozosa en las fiestas populares, la visita y compañía a quienes sufren o están solos, la reunión con amigos y compañeros, el descanso placentero en lugares de turismo, el servicio pastoral a comunidades alejadas, las peregrinaciones a santuarios.

Ahí están también los encuentros con otros conductores en la misma ruta, en las áreas de descanso, en los restaurantes y bares un saludo amistoso al pasar o cruzarse, un sencillo gesto de gratitud por un servicio prestado, una información facilitada, la disculpa mostrada por nuestros fallos, son detalles que contribuyen a romper la sensación de aislamiento, de intereses egoístas y de despreocupación por los demás que nos puede dar la circulación. Un aspecto muy peculiar y significativo de este encuentro tiene lugar en los casos de accidente o avería saber detenerse y ofrecer generosamente todo tipo de auxilio, sacrificando los propios intereses, es lo que pide la conciencia humana y urge la caridad cristiana.

4.- Y, por último, lo más importante: el encuentro con Dios. en todo lugar y actividad humana deberíamos vivir la convicción del apóstol san pablo: “En el vivimos, nos movemos y existimos”. es un hecho que muchos de nuestros profesionales del volante tienen la impresión de vivir una mutua compenetración entre ellos y Dios – como dos personas que se encuentran en el silencio, se miran y se compenetran. Así viven su fe muchos conductores, dada su dificultad al no poder participar en celebraciones cristianas. Encomendarse dios por intercesión de la Virgen o de los santos de su devoción al ponerse al volante, dirigir a menudo una mirada de amor a la imagen religiosa que lleva ante sus ojos, aprovechar la visita de torres, iglesias, ermitas u otros símbolos religiosos siguen siendo medios comunes para mantenerse en contacto con Dios. los programas religiosos de las radios y una buena selección de música sacra o de temas espirituales en el aparato musical son una excelente ayuda.

Quiera Dios que en nuestro caminar, - a veces cansados, tristes o angustiados, tengamos la dicha que tuvieron los discípulos de Meaux que se nos acerque Jesús para comunicarnos la palabra de Dios y alimentarnos con la Eucaristía. Entonces, iluminadas nuestras mentes y enardecidos nuestros corazones, seremos capaces de afrontar largas rutas, convirtiéndonos en entusiastas mensajeros del resucitado, nuestro camino, verdad y vida.

El apóstol Santiago, juntamente con los santos protectores de viajeros, rueguen por nosotros, a fin de que, acabada nuestra peregrinación terrena, podamos juntarnos felizmente en la Casa del padre. Tengamos siempre en el corazón y en los labios a la Virgen María, nuestra Señora del Camino, a ella el evangelio nos la presenta caminando presurosa a la montaña de Judea para servir a su prima Isabel y llevarle la alegre presencia del Salvador. A ella cantamos, confiando en su cercanía maternal: ¡Ven con nosotros al caminar, santa María, ven!”.

Bilbao, 1 de junio de 2004

Mons. D. Carmelo Echenagusía Uribe
Obispo promotor de la pastoral de la Carretera
Verano 2004


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