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13 La Peregrinación:  El P. Julio Chevalier msc, ¿Quién es? (Jean Tostain msc)

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LA PEREGRINACIÓN

 

Lo que obligó al P. Chevalier a revelar al público el nombre de "Nuestra Señora del Sagrado Corazón" fue la construcción de la Basílica,  que  iba  adelantando.  Había planeado que la iglesia debía tener un altar secundario  consagrado  a  la  Santísima Virgen, como toda iglesia decente. Y estaba bien decidido que sería el altar de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Entonces había llegado el tiempo de hablar de ello a la gente. Ya el edificio salía de tierra y comenzaba a verse su arquitectura.

Ya muy temprano, en 1857, había deseado esa nueva iglesia del Sagrado Corazón, como se ha visto. El ex-granero era demasiado miserable, demasiado pequeño, y amenazaba derrumbarse tarde o temprano. En seguida el P. Chevalier había comenzado colectas en los alrededores. A decir verdad, con poco éxito: Issoudun y su región no eran ricas, además de que no fue siempre bien recibido. Continuó después de la partida del P.     Maugenest, por tenacidad, pero sin grandes resultados y, quizá, con menos esperanza.

Pero a su regreso de Ars, utilizó un gran recurso. Puesto que el P. Piperon continuaba sus giras de predicación, a veces muy lejos en toda Francia, el P. Chevalier le encargó la recogida de fondos. A todos los donantes, el valeroso predicador debía dar una imagen del Sagrado Corazón. El éxito fue asombroso. Todos querían conseguir "su" Sagrado Corazón.  Las donaciones llegaban en grande cantidad. La primera piedra había sido colocada oficialmente el 28 de junio de 1859. Se pudo impulsar los trabajos rápidamente, y una primera parte (el presbiterio y la mitad de la nave) fue bendecida solemnemente el 16 de junio de 1861 por el Vicario General, y abierta al culto.

Un altar lateral estaba consagrado a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, como previsto.  Pero,  más  importante  quizá, encima, una bella vidriera fue colocada: era la primera representación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. El P. Chevalier la hizo reproducir en imágenes y, otra vez, encargó al P. Piperon, siempre servicial e incansable, el trabajo de regarías. Esta vez el éxito no fue solamente asombroso sino fulminante (hay que decir que el P. Piperon sabía hablar de Nuestra Señora del Sagrado Corazón con convicción). De todas partes, los párrocos, los conventos, las asociaciones, pedían la famosa imagen, por centenares, por millares. E iban a Issoudun para ver la "verdadera". Había muchedumbre todos los días. Las donaciones venían también, por cierto. En 1864, la iglesia fue terminada y bendecida el 2 de julio, por el nuevo obispo, Mons. de la Tour d'Auvergne, que fue siempre un gran amigo y apoyo para el P. Chevalier y su obra. Ese día, estaba rodeado de cinco obispos y una multitud considerable.

 

Mientras tanto, el P. Chevalier, para responder a la petición de los nuevos peregrinos, redactó una pequeña reseña sobre Nuestra Señora del Sagrado Corazón. El P. Ramiére (Jesuita célebre) le suplicó autorizarle a publicarla en el"Mensajero del Corazón  de  Jesús",  la  revista  del "Apostolado de la Oración". Esa fue la primera publicación sobre Nuestra Señora del Sagrado Corazón (mayo 1863). La repercusión fue grande en toda Francia, pero también en el extranjero donde la revista era conocida. Cuarenta obispos, puestos en su conocimiento, aprobaron la nueva devoción.

Los peregrinos, más y más, solicitaban su inscripción en la Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. En esa época, la multiplicación de las cofradías era un fenómeno. Algo como la multiplicación de las congregaciones, y un poco por las mismas razones. Las numerosas cofradías que se crearon entonces, y donde los cristianos buscaban  encontrar  nuevas orientaciones, daban al mismo tiempo el con-suelo de pertenecer a un grupo, la seguridad de la oración común, y una especie de lugar oficial en la Iglesia. El único inconveniente, en este caso, era que la Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón no existía todavía. Presionado por la petición de los peregrinos y los centenares de cartas solicitando inscripciones, el P. Chevalier tomó la decisión de crearla. Pero fue necesaria también la presión paternal del obispo, que insistió para que redactara lo más pronto posible los estatutos de la nueva Cofradía.

El P. Chevalier no se apresuraba. Eso es muy curioso, y permaneció siempre un misterio para el P. Piperon. "Él, de un temperamento tan ardiente, escribe, tan rápido en sus   resoluciones,   tan humildemente  sumiso  a  las  mínimas voluntades de la autoridad, nos respondía cuando le solicitábamos la preparación de los reglamentos de la futura asociación: 'No urge'.  Nosotros esperamos dos  largos meses.. y, un día, como despertando de un largo sueño, puso manos a la obra”.

En efecto es muy curioso,  pero también muy iluminativo. El P. Chevalier que podría pasar por un arremetedor, de decisiones rápidas, seguidas de ejecución inmediata, era en realidad un hombre muy reflexivo. Se le conocía como "rápido en sus resoluciones", y sus decisiones parecían espontáneas: y es que las comunicaba solamente en el último momento, después de madurarías largamente en el secreto de su corazón y en la oración. Empujado por la cuestión de la Cofradía, quiso tomar el tiempo necesario, como de costumbre. Por primera vez, los demás se dieron cuenta.

Pero  se  puede  pensar  en  otra explicación. La moda, o corriente, de la época era la multiplicación de cofradías, es decir de "familias" religiosas, de pequeños grupos  fervorosos  en  los  cuales  los cristianos,  un  poco  perdidos  por  los trastornos del tiempo, encontraban consuelo, así como un apoyo y cierta seguridad. Ahora bien, el P. Chevalier no quería formar pequeños grupos,  pequeña   familia privilegiada. El era un hombre de lo esencial y de lo universal. El Sagrado Corazón, para él, era "el Centro, el eje alrededor del cual todo gira..." Del Sagrado Corazón, no veía salir una familia, sino un mundo nuevo… lleno de grandeza y de fecundidad; un mundo que la Iglesia debe perpetuar sobre toda la tierra..." Su lema era: Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón.." En todas partes y por todos. Y Nuestra Señora del Sagrado Corazón era la primera asociada a esa misión. No le bastaba al P. Chevalier que sea conocida y amada por algunos, en el interior de un grupo pequeño, por fervoroso que sea. Por eso, creo, el P. Chevalier vacilaba tanto y cogió tanto tiempo para decidirse.

Si aceptó finalmente ceder a las peticiones urgentes de los peregrinos, de sus compañeros y de su obispo, es porque encontró la solución que le permitía crear una cofradía, que, por supuesto, daría a conocer mejor y amar a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, pero también que sería al mismo tiempo abierta a todos y no reservada a  un  pequeño  grupo  de  fervorosos privilegiados.

Todas las cofradías de la época tenían estatutos muy detallados enumerando las obligaciones de oraciones, de fiestas a celebrar,  de  prácticas  impuestas,  de compromisos a cumplir. A menudo era lo que buscaban los fieles: un marco estricto que podía ayudarlos en su vida cristiana. El P. Chevalier no quería eso, pues muchos vacilarían en comprometerse en un grupo donde no podrían cumplir con todas las exigencias. Entonces encontró la solución: la única obligación de la cofradía sería decir, mañana y noche: "Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros". ¿Es todo? Sí, es todo. ¿Quién podría sentirse incapaz de esa simple obligación? La cofradía estaba abierta a todos, en todas partes...

Desde  entonces,  las  cosas  se desarrollaron  muy  rápidamente.  El  P. Chevalier redactó, sin embargo, estatutos para dar el espíritu y el fin de esa cofradía, pero la sola obligación práctica seguirá siendo decir el nombre de Nuestra Señora del Sagrado Corazón mañana y noche.

Esos estatutos de la nueva asociación fueron aprobados por el obispo, quien quiso ser el primero en inscribirse y presidió la primera reunión muy solemne, grandiosa. La ceremonia,   sin   embargo,   fue   casi improvisada, pues no se había podido anunciar sino la víspera; pero el P. Piperon escribe: "La iglesia del Sagrado Corazón era  demasiado  pequeña,  la  multitud desbordaba en la gran plaza del frente. Se hubiese  dicho  que  toda  la populosa parroquia de Issoudun se había dado cita en el nuevo santuario". Eso sucedía en 1864: aunque hacía 10 años se decía que Issoudun era el símbolo de la indiferencia. Ese acontecimiento es la evidencia de que, si hay gente de toda Francia (y pronto del extranjero), la peregrinación no se estableció aparte de la población local: pues estaba presente.

Esa Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado  Corazón,  recién  inaugurada, conocerá un éxito considerable. Centenares de millares, y pronto millones de personas se inscribirán. Y un hecho notable vino a subrayar cuánto el P. Chevalier había dado en el blanco al querer que sea abierta fácilmente a todos. Con motivo de su visita a Roma en 1869, el P. Chevalier pedirá al Papa que bendiga la nueva Cofradía.

"¿Cuáles son  las  obligaciones?", preguntó el Papa Pío IX. "Sencillamente decir mañana y noche: "Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros". - "No es difícil", dijo el Papa que quiso inscribirse en seguida. Así, durante los últimos 10 años de su pontificado, Pío IX, mañana y noche, oró a Nuestra Señora del Sagrado Corazón. ¡Precioso ejemplo!

Y eso es lo que hace, antes que todo, la fuerza de la Cofradía: el sentimiento de que alrededor de María, en Iglesia, con el Papa, muy numerosos obispos y millones de cristianos en todo el mundo, se forma una gran familia "donde cada uno ora por las intenciones de todos". Ningún "capillismo", sino al contrario un fuerte sentimiento de universalidad, de fraternidad. Es lo que quiso el P. Chevalier: que Jesús, el Amor hecho hombre, el Sagrado Corazón, sea amado en todas partes, por todos, gracias a Nuestra Señora, por ella, con ella.

Era exactamente el sentido de los 'famosos' estatutos, tan largamente meditados, que empezaban así:

"El fin de la asociación es:

1.    exaltar la gloria de María con ese nuevo titulo que resalta admirablemente sus gloriosas prerrogativas.

2.    dar a Jesús, por mediación de María, el culto de adoración, de amor y de reparación.

3.    glorificar el poder de intercesión de la Virgen Santa sobre el Corazón de Jesús, confiándole el éxito de las causas desesperadas, tanto en el orden espiritual como temporal.

4.    suplicar a la Virgen Santa para que nos conduzca ella misma al Corazón sagrado de su Hijo, que nos lo dé a conocer y amar, que nos abra los tesoros de amor y de misericordia que encierra, y que nos haga tomar mas abundantemente de esa fuente de todas las gracias.."

 

Nuestra Señora, colmada de gracia, que ofrece a su Hijo nuestras alabanzas y nuestras acciones de gracias, que le presenta nuestras peticiones, y nos hace vivir en su amor: es el contenido del "Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón..", la oración que millones de asociados rezan cada día.

La Cofradía continúa. Muy pronto fue elevada al rango de archicofradía, cuando se hizo internacional. Hace alrededor de treinta años, ese nombre "Archicofradía", que no decía nada a la gente de nuestro tiempo, fue cambiado por "Fraternidad", pero la realidad no ha cambiado. Sus obligaciones son todavía  muy  reducidas  para  que  la asociación quede abierta a todos: antes que todo, se trata de una mentalidad, de una manera de rezar, de vivir la vida cotidiana en unión con el Sagrado Corazón, por Nuestra Señora. Ese espíritu de Fraternidad da a la peregrinación de Issoudun, aun los días de grande afluencia, ese carácter de familia tan perceptible, tan propio, que no encuentra su parecido en otros lugares de peregrinaciones aun muy "orantes".

La Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón necesitaba una revista: para guardar el vínculo entre todos los miembros de su gran familia, para prolongar la peregrinación en la vida cotidiana, para dar a conocer a Nuestra Señora del Sagrado Corazón (y al mismo tiempo el amor de su Hijo), más lejos, en todas partes, y dar testimonio de los favores recibidos por su intercesión. El P. Chevalier pensaba en ello, madurando el proyecto, pues una revista exige tiempo y competencias. La llegada del P. Jouët fue la respuesta de Nuestra Señora a las preguntas que se hacía. El P. Jouët saca la primera tirada de los "Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón" en enero de 1866. El éxito fue inmediato, prodigioso.

Desde entonces,   los   Anales comenzaron su segundo centenario, pues siguen imprimiéndose cada mes (en una decena de ediciones internacionales). No es ya la modesta revista de los comienzos, compuesta  en  su  mayor  parte  por testimonios, y editada con los recursos de impresión bastante rudimentarios de esa época.  Los  Anales  de  hoy,  a  color, aprovechan las técnicas modernas en su presentación. Revista de la Fraternidad de Nuestra  Señora  del  Sagrado  Corazón, quieren  también  responder más  a las necesidades de nuestro tiempo, trayendo una profundización de la fe y elementos de reflexión cristiana. Pero es el mismo espíritu que los anima, el del P. Chevalier, el que nos hace decir a Nuestra Señora: "Ayúdanos a vivir como tú, en el amor de tu Hijo.."

Los peregrinos venían cada vez más numerosos a inscribirse en la Cofradía y orar a Nuestra Señora del Sagrado Corazón en su mismo santuario. Como dice el P. Piperón: "Las oraciones se hacían más fervorosas delante de la santa imagen, y parecía que estaban más favorablemente acogidas y más seguramente cumplidas". Pero la capilla no estaba adaptada a tan grande afluencia. "El altar de la Virgen, en una nave lateral, era tan exiguo, la capilla tan estrecha que apenas si los peregrinos podían persuadirse de que ése era el santuario privilegiado donde habían venido a orar...

Había que hacer algo. Además de múltiples  y  a menudo  muy  modestas ofrendas, el P. Chevalier había recibido, para la construcción de la iglesia, cierto número de diamantes y otras joyas. ¿Joyas antiguas de  familias  antiguas  rescatadas  de  la Revolución y de los disturbios de una Francia en completa mutación? Quizá. Pero también muchos objetos humildes, adornos de personas pobres, en plata o en oro. Los donativos de objetos eran costumbre de esa época. Dar a Nuestra Señora algo concreto por lo que se tenía mucho interés tenía más sentido que enviar un cheque (que no existía todavía en ese tiempo).

Al P. Chevalier le vino la idea, en vez de vender esas joyas, de mandar a hacer una corona, incluso dos coronas: para Nuestra Señora y para su Hijo. No era una idea completamente     original: muchas peregrinaciones tenían una estatua coronada. En cuanto a la explicación que sigue, es demasiado simple para ser verdadera: para llevar esas espléndidas coronas se necesitaba una estatua bella y grande. Ahora bien, la capilla  lateral  muy  estrecha  no  sería suficiente para recibirla. Entonces, había que construir un santuario de igual importancia. Eso es lo que el P. Chevalier fue llevado a realizar con el fin único de poder coronar a Nuestra Señora.

De hecho, si el P. Chevalier ha creído siempre que la peregrinación se ampliaría (lo había anunciado con convicción desde el acondicionamiento  del  granero  como capilla), sin duda no había pensado que sería con tanta amplitud y tan rápidamente. Ahora, de todas maneras, había que hacer una ampliación. No sólo para el placer de instalar una estatua más grande, sino para acoger la multitud cada vez más numerosa. A pesar de las reticencias del arquitecto, hizo  tumbar  la  pared  del  fondo  del presbiterio de la iglesia nueva, y construir en la prolongación de la nave la gran capilla de Nuestra Señora. Fue un éxito, pues al mismo tiempo que es bastante grande, el nuevo santuario  es  un  lugar  eminentemente favorable al recogimiento y a la oración. Al mismo tiempo, encargó una gran estatua en mármol de Carrare a un artista de renombre, y dos magníficas diademas a los orfebres.

Aprovechando un viaje a Roma, por necesidad  de  las  diligencias  para  la aprobación jurídica de su Congregación, el P. Chevalier llevó consigo las dos coronas. Ofreció al Papa Pío IX un modelo reducido (en bronce) de la estatua, y le pidió bendecir las dos diademas. No sólo el Santo Padre aceptó con gusto, sino que también firmó un decreto oficial (23 enero 1869), delegando al obispo de Bourges para coronar la estatua de Issoudun en su nombre. (Es con motivo de esa entrevista que Pío IX se inscribió en la Cofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón). La 'pequeña  historia' narra también que durante el resto de ese día memorable, el P. Chevalier no cesó de desempacar y envolver  sus coronas, pues todos los cardenales, unos después de otros, querían admirar las obras de arte.

La coronación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón tuvo lugar el  8  de septiembre de 1869. Fue un triunfo colosal, que exigió meses de preparación. Pero ese día, la ciudad de Issoudun (la ciudad entera con sus campos) estaba llena de guirnaldas, de verdor, de flores y de arcos de triunfo. El ayuntamiento, la administración, el ejército, todos los Cuerpos  constituidos,  las asociaciones  de  toda  clase  se  habían excedido en celo para acompañar (o seguir) la población, llevada por un entusiasmo a la vez  extraordinario  y  moderado.  Una muchedumbre enorme de peregrinos había venido, con varios días de antelación y a veces después de muchos días de viaje, en los trenes de la época o en carretas tiradas por caballos.

El día de la fiesta, "según  las estimaciones las más moderadas de los periódicos locales", 30,000 personas estaban concentradas  en la plaza del  Sagrado Corazón,  desbordándose  en  las  calles adyacentes. Pues la ceremonia se desarrolló al aire libre, con un tiempo magnífico. Un majestuoso altar "aéreo" (?) había sido levantado. Quince obispos estaban presentes, rodeados  por  700  sacerdotes.   Esos sacerdotes no estaban sólo para el decoro, pues durante el triduo que precedió el gran día, y durante toda la octava siguiente, que parecía no  querer terminar,  estuvieron confesando "día y noche".

Juan María Vianney decía: "Ya Ars no es Ars!" El P. Chevalier hubiera podido decir: "Ya Issoudun no es Issoudun!" Pero sin duda no lo dijo nunca. Para él, lo importante era que hayan venido de todas partes, bajo el patrocinio honorario del mismo Papa, a rendir culto al Sagrado Corazón por Nuestra Señora del Sagrado Corazón:     de toda Francia y aun del extranjero (donde las Cofradías de Nuestra Señora   del   Sagrado   Corazón   se multiplicaban rápidamente), a pesar de las dificultades de viajes. "Enhorabuena a ustedes, nobles habitantes de Issoudun,exclamó el predicador, que han sabido corresponder tan fielmente a la gracia insigne, que les ha otorgado la Reina del Cielo, de escoger la ciudad de ustedes como centro y foco de una devoción de la que depende probablemente la salvación del mundo: la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús esparcida, ahora mismo, en los cinco continentes del mundo".

Y desde 1869, es siempre el 8 de septiembre que la Peregrinación sigue viviendo su jornada más intensa del año. No hay más arcos de triunfo, ni música militar: de parte nuestra hay menos necesidad de esa clase de manifestación. Pero el carácter universal  de  la  peregrinación  sigue afirmándose,  por la  diversidad  de la multitud, por la presencia de sacerdotes y obispos de África, Oceanía o de otras partes, y también por los numerosos envíos de Misioneros que se celebran el mismo día. Es toda la Fraternidad reunida que realiza los envíos.

El   fervor   es   quizá   menos exteriorizado, pero no menos intenso. Un fervor alimentado por la confianza que, todos reunidos, ponemos en Nuestra Señora del  Sagrado  Corazón.  Sabemos  que, apoyándonos mutuamente en las dificultades cotidianas y abriéndonos al mundo, ella nos enseña a "vivir en el amor de su Hijo".

 


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