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7. Julio Chevalier, un Hombre con una Misión (E. J. Cuskelly MSC)

Páginas relacionadas 

 

Julio Chevalier, Fundador de los Misioneros del Sgdo Corazón con nuestra Señora del Sagrado Corazón


7

Algunas cosas

dignas de mención

 

 

1. UN MAESTRO DE NOVICIOS DESGANADO

 

La mayoría de las personas propuestas para el cargo de Maestro de Novicios, suelen aceptar la designación con alguna reticencia. Sin embargo, difícilmente se encontrará a un hombre que, tanto antes, como durante y después de su período en tal cargo, haya considerado esta tarea con menos entusiasmo que el P. Guyot, el primer Maestro de Novicios M.S.C. Aún más, puede que sea él, el único hombre en toda la historia que haya pedido y recibido de sus superiores una cantidad en metálico para compensar los emolumentos, que dejó de obtener al tener que dar conferencias a sus propios novicios.

A pesar de su dilatada vinculación a la congregación M.S.C., resulta difícil llegar a un conocimiento del P. Juan Bautista Guyot, partiendo de los documentos. Y esto se debe, más que nada, a que en su testamento expresó la "firme voluntad" de que no debía aparecer en los Anales ninguna referencia biográfica suya después de su muerte. Nació el 23 de julio de 1827 en Gannat (Allier) de la diócesis de Moulins y fue ordenado sacerdote de la misma diócesis el 21 de diciembre de 1850. Recorrió los pasos normales: coadjutor, capellán y párroco, hasta que tomó posesión de la parroquia de San Pablo de Montluçon en 1861. En el año 1863, asistiendo a un retiro predicado a una asociación de sacerdotes del Sagrado Corazón, se sintió atraído hacia la vida religiosa con un deseo especial de entregarse al Corazón de Cristo. En ese mismo año asistió a unos ejercicios espirituales en Issoudun.

Pensó seriamente sobre esta inclinación suya hacia la vida religiosa; lo consultó con su director espiritual, el párroco de Arfeuilles y con dos jesuitas, los PP. Bertrand y Bieuville, que se pronunciaron unánimemente en el sentido de su incorporación a una comunidad M.S.C. Él expresó este deseo en una carta al P. Chevalier, la cual, creo yo, va a explicar muchas cosas de su vida y sus actividades en el futuro: "He pensado muchas veces, dice él, en las ventajas que su congregación ofrece: la de ser religioso, permaneciendo al mismo tiempo en el ministerio en el que, bien a pesar mío, me retienen las circunstancias, y que debo mirar como la expresión de la voluntad de Dios...".

Se sentía fuertemente atraído a hacerse religioso. Se diría que sentía la necesidad espiritual de la fortaleza y del apoyo, que la consagración religiosa le iba a ofrecer. Al mismo tiempo sentía que debía permanecer en el ministerio parroquial. No hay ningún indicio de que vacilara alguna vez en su fidelidad a su profesión religiosa y a su deseo de permanecer M.S.C. Pero ¡tampoco vaciló en su decisión de no vivir en comunidad!

El 6 de enero de 1865 hizo la profesión ante el P. Chevalier. Continuó como párroco de San Pablo de Montluçon. Al abrirse canónicamente allí el Noviciado el 12 de septiembre de 1869, el P. Guyot aceptó con disgusto la designación de Maestro de Novicios. Se le asignó como "socio", para ayudarle, al P. Ledoux. La guerra franco-alemana, al dispersar los novicios en septiembre de 1870, le alivió de la no muy deseada carga.

Una vez restablecida la paz, el noviciado se abrió de nuevo. En 1871 se rogó otra vez al P. Guyot que se hiciera cargo de los novicios, aceptando él la tarea con tan poco entusiasmo como la primera vez. Ahora también necesita un socio que le haga el trabajo y esta vez es el P. Miniot. (Como detalle de interés notamos que a ini­ciativa del P. Miniot se introdujo en el Noviciado el Culto Perpetuo, como una práctica de devoción en honor del Sagrado Corazón. En 1874 esta práctica fue aprobada oficialmente para toda la Congregación).

En 1873 el Noviciado fue trasladado al castillo de St. Gérand, también en los términos de la diócesis de Moulins. Las actas del Consejo General de aquel año con­signan lo siguiente: "A pesar de su insistencia en ser liberado de este cargo, se confirma, por unanimidad, al P. Guyot como Maestro de Noviciado, que debe trasladarse de Montluçon a St. Gérand".

Al año siguiente tenía un nuevo socio, el P. Celestino Ramot, quien acababa precisamente de salir del noviciado. A pesar de su inexperiencia tuvo que cargar con el peso principal en la formación de los novicios, porque el P. Guyot (que era considerado y, con razón, un buen orador) se dedicaba a predicar sermones, retiros y misiones en la mayoría de los lugares de Francia, siempre fuera del Noviciado. Finalmente, las expulsiones de religiosos de Francia en 1880 trajeron alivio, por lo menos, a un hombre, al P. Guyot, ya que al marchar los novicios a Holanda, él se quedó en Francia. En las Actas del Consejo General de 1872 leemos esta interesante referencia: "El Consejo concede, de buen grado, al P. Guyot la indemnización de 900 francos que él reclama para compensar los ingresos que dejó de ganar a causa de sus conferencias en el Noviciado".

Además del cargo de Maestro de Novicios el P. Guyot desempeñó, durante años, otro papel: el de "jefe de la oposición". En 1869, cuando el P. Chevalier fue elegido primer Superior General, se eligió al P. Guyot como uno de los asistentes, puesto para el que fue reelegido continuamente hasta que él mismo renunció en 1891. Sin embargo, siempre encontraba alguna razón para no ir a vivir a Issoudun. En 1883 fue a vivir a Vichy donde permaneció prácticamente todo el tiempo hasta su muerte acaecida el 14 de abril de 1914. Parece ser que el P. Chevalier estimó grandemente sus cualidades, y se esforzó siempre en obtener más bien su colaboración, que su oposición, que fue por desgracia lo más frecuente. Por ejemplo, lo que sigue es típico de lo que el P. Chevalier escribía a menudo al P. Jouët: "El buen P. Guyot no está satisfecho, y mientras está descontento todo le abruma. Está totalmente equivocado creyendo que el Consejo no tiene en cuenta las propuestas del P. Guyot. Él alude siempre a lo pasado y usa toda clase de excusas para recabar del Consejo la aceptación de su renuncia... Debemos hacerle ver con claridad que él siempre ha sido y, todavía es, uno de los hombres más influyentes de la Congregación y que si alguna vez no ha prevalecido su opinión, esto nunca fue por razones de tipo personal".

Los constantes esfuerzos del P. Chevalier consiguieron, sin duda, algún efecto, pero el P. Guyot se opuso a muchos de sus planes: a la compra de la iglesia de Santiago de los Españoles en Roma, las misiones de Auckland y a la de Oceanía... esto entre los asuntos más importantes. Parece cierto que cualquier M.S.C. joven con alguna queja solía ser escuchado con simpatía por el P. Guyot. No aparece, sin embargo, ninguna causa objetiva, que justifique su actitud de habitual oposición. En 1888 el Consejo General le nombró visitador de todas las comunidades M.S.C. Parece ser que esta decisión venía inspirada por el deseo de lograr sacarle de su aislamiento y de ponerle en contacto con las diferentes casas M.S.C. Ya que él no quería vivir en ninguna de ellas, ¡ algo se conseguiría haciéndole visitarías todas! De él nos volveremos a ocupar en el próximo capitulo.

 

 

2.   UN INTELECTUAL Y UN CABALLERO

 

El P. Paulino Georgelin fue el primer latinista de la Congregación. Cuando ingresó en la misma ya llevaba detrás de sí una larga carrera de estudio y de docencia del Latín. Comenzó a estudiarlo a la edad de 7 años, a enseñarlo a los 12, cuando ya explicaba los autores latinos a los alumnos del colegio de su padre en Quintin. A los 13 años asumió la responsabilidad de toda una clase. Paulino Georgelin había nacido en 1810 en Saint Brieu (Costas del Norte) donde su padre había sido profesor de retórica, antes de que la familia se trasladara a Quintin donde llegó a ser el director del colegio. En los trabajos de la docencia el padre era ayudado por su hijo. El padre murió en 1826 y al año siguiente, después de superar brillantemente los exámenes, se rogó a Paulino que tomara el relevo de su padre como director del colegio. Era ayudado, a su vez, por su hermano Adriano, todavía más precoz que él, pues a los 8 años ya corregía los ejercicios de alumnos de quince años de edad. Cuando Adriano murió a los ocho años y medio, Paulino no tuvo ánimos para continuar; pasó algunos años enseñando en varias universidades hasta que fue como profesor al colegio de Vannes donde a la sazón vivía su madre, la cual, a raíz de la muerte de Adriano, se había retirado allí, su ciudad natal.

En 1834 hizo un retiro espiritual bajo la dirección del P. Leleu, SJ. Cuando éste le preguntó si no se le había ocurrido nunca el pensamiento de llegar a ser sacerdote, la sugerencia engendró en él el deseo del sacerdocio. Dos años más tarde, el obispo de Vannes le dio permiso para estudiar teología en el seminario, mientras continuaba su labor en la enseñanza. Sólo se le exigió pasar un año en el seminario (durante el cual, por cierto, acaparó todas las matrículas en teología) siendo ordenado sacerdote en 1838 y nombrado capellán del colegio en el que había estado enseñando. Poco después se asoció con los Fieles Compañeros de Jesús, trabajando como capellán y profesor en buen número de escuelas y orfanatos de los mismos. A causa de la Asociación, vivió en Suiza durante algunos años. Allí se encontraría con el P. Vandel. Volvió a Francia para seguir trabajando con los Fieles Compañeros en París. Aquí trabajó durante 15 años, hasta que en 1865 oyó hablar de la existencia en Issoudun de la reciente Congregación de los M.S.C. Durante muchos años sus anhelos espirituales le habían estado impulsando hacia la vida religiosa, juntamente con ideas sobre las misiones y una devoción ardiente al Sagrado Corazón. La suma de todos estos elementos le condujo a Issoudun donde, a pesar de sus 55 años, comprendió que ésta era la congregación que le convenía.

Una vez en la Congregación, era lógico que se le ocupara en la enseñanza. Primero explicó retórica y filosofía en Chezal-Benoît; luego, al interesarse los M.S.C., a iniciativa del P. Vandel, por la escuela clerical de Rimont, en Burgundy, el P. Georgelin se trasladó allá a finales de 1886. Se abrigaban fundadas esperanzas de formar allí una futura comunidad M.S.C. En aquellos primeros años de la Congregación se tenía una visión más amplia y no había distinción muy clara entre sacerdotes afiliados y religiosos propiamente dichos. Por eso, cuando el colegio de Rimont se fusionó con el de Tournus se hablaba de sacerdotes de Tournus, como miembros de la Congregación. El P. Georgelin, que había estado casi un año en Rimont, volvió a Issoudun, pero al comienzo del curso 1868-69, lo encontramos de vuelta en Tournus.

Durante la guerra de 1870-71 la invasión de Garibaldi obligó al P. Georgelin a refugiarse en Suiza. Se dirigió a Carouge (en las proximidades de Ginebra) donde ya había estado anteriormente con los Fieles Compañeros de Jesús. Estos le recibieron con los brazos abiertos, lo mismo que su antiguo monaguillo, que era ya obispo, y más tarde fue el Cardenal Mermillod. Este presionó al P. Chevalier para retener al P. Georgelin con él durante algún tiempo. Estuvo así en Suiza hasta 1872 en que se le llamó a Issoudun. Como por aquellas fechas el arzobispo de Bourges estaba insistiendo en que los M.S.C. se encargaran de la parroquia de Issoudun, el P. Chevalier necesitaba hombres que le ayudaran. El P. Georgelin parecía el más idóneo: podría trabajar en la parroquia y al mismo tiempo ayudar al P. Chevalier como secretario y como latinista.

"Era uno de esos hombres que honran automáticamente el cargo que ocupan y por eso no necesitan otros honores. El puesto más modesto era suficientemente bueno para él. Como capellán, como párroco, como director de un colegio o de una escuela privada, siempre hizo, con celo y piedad, todo lo que debía hacerse. Su virtud preferida fue siempre la entrega humilde y sin reservas". Fue siempre recordado como un sacerdote erudito y como todo un caballero, sencillo y amable, y contribuyó a crear, en la realidad de la vida de cada día, el espíritu M.S.C. que otros heredarían.

 

3.   LOS HERMANOS M.S.C.

 

En los primeros tiempos de la Congregación no había ningún hermano M.S.C. Si hubieran existido, la capilla del P. Chevalier no se hubiese venido abajo. En realidad, él había soñado desde el primer comienzo con tener Hermanos en su Congregación no sólo para construir capillas en las misiones y otras partes, sino también para contribuir, de muchas maneras posibles, a los fines de la Congregación. En los primeros años, sin embargo, el Padre Chevalier se daba cuenta de que el objetivo prioritario era la recluta de sacerdotes. Sin embargo, el borrador de las primeras Reglas que redactó en 1855, muestra bien a las claras que su Congregación estaría naturalmente formada de Misioneros y de Hermanos del Sagrado Corazón:

   1. Los hombres que pidan para hacerse hermanos del Sagrado Corazón han de ofrecer las mismas garantías que los novicios misioneros.

   2. El tiempo de prueba y las condiciones de admisión serán las mismas.

   3. En cuanto sea posible, los hermanos seguirán la regla general; además, se redactarán unas reglas particulares para ellos (del mismo modo que habrá unas reglas particulares para los novicios misioneros).

   4. Los hermanos cuidarán de los aspectos materiales de la comunidad... cocina, enfermería, portería, huerto, etcétera.

   5. Gozarán de los mismos privilegios y ventajas que los misioneros religiosos.

En la siguiente redacción de las Reglas, en 1857, se considera a los hermanos como ayudantes del Administrador de la Comunidad. Al redactarse la Formula Instituti, en 1869, se consideraba la enseñanza como una de las tareas de los hermanos. También por la misma época, ya se llamaba a todos los miembros, sacerdotes y hermanos, Misioneros del Sagrado Corazón; unos y otros llevarían hábito religioso, aunque anteriormente éste no era exigido por regla a los hermanos.

Miembros: En el primer grado estarán los Hermanos Coadjutores que se encargarán o de la enseñanza en las escuelas primarias o de los servicios materiales.

En aquellos primeros años de la Sociedad, si existían registros detallados, no han llegado todos hasta nosotros. La primera referencia escrita sobre la existencia de hermanos en la comunidad M.S.C., la encontramos en el diario del P. Vandel: "El P. Georgelin que tiene el titulo de Bachiller, junto con un hermano, va a marchar a Rimont (al colegio de Tournus)". "El P. Georgelin parte mañana para París con un hermano y al día siguiente para Rimont".Desconocemos el nombre de este hermano.

El P. Chevalier en su carta del 25 de diciembre de 1864, a la Congregación de Obispos y Religiosos, pidiendo la aprobación de su Congregación, afirma que hay tres hermanos entre los miembros. Nos consta que antes de 1869 (a partir de esta fecha ya se empiezan a escribir los registros más cuidadosamente) dos de los Hermanos eran Elzéar Penasson y Enrique Dechátre (ya hemos encontrado a este último en viaje a Canadá). Los hermanos provenían de los más variados caminos de la vida:

había por aquel entonces, un aspirante, Juan Pailloncy, que había sido anteriormente estudiante de la P. O. y otro que había sido militar, el sargento Laprade, conocido convenientemente por "el capitán".

La idea del P. Chevalier era que los Hermanos podían hacer gran variedad de trabajos. Una de sus primeras ocupaciones fue la Oficina de la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Issoudun, donde prestaron muy valiosos servicios. Uno de ellos, el hermano Alejandro Delimoges resultó un oficinista muy eficaz, llegando a ser el director del Bureau.

Ya hemos visto cómo, al refugiarse la Congregación M.S.C. en Holanda, comenzaron a entrar en ella jóvenes de aquella nación en número muy considerable, pidiendo muchos de ellos para ser hermanos. El primer hermano holandés fue Enrique Adan, nacido el 30 de agosto de 1850, profesó el 17 de octubre de 1885 y que moriría en Nueva Guinea el 7 de noviembre de 1931, pero antes de morir cooperó mucho en los trabajos misioneros con su oficio de carpintero. Con su constante buen humor contribuyó considerablemente a la vida de comunidad, haciendo llevaderas las dificultades de la primera época y ayudando a otros a hacer lo mismo.

Los lectores cuidadosos de las listas necrológicas de los nuestros habrán notado que, entre los hermanos muertos en las misiones, había un buen número de ellos nacidos en Volendam: J. Kras (1892), N. Kieft (1897), E. Zwarthoed (1898), C. Zwarthoed (1908), C. Hansen (1911), J. Poijer (1922). Volendam no es una ciudad grande; es una villa de pescadores en el norte de Holanda, pero es famosa en todo el mundo, no por su nombre, sino por ser la villa de los zuecos y gorros holandeses, tan apreciados por los turistas. Relacionado con Volendam existe uno de los relatos más interesante (e históricamente verdadero, en lo sustancial) referente a los hermanos M.S.C. En aquellos primeros años de la Congregación uno de los padres estaba haciendo un viaje de recluta para hermanos a través de Holanda. En alguna parte del norte alguien, que había oído hablar del objetivo de sus viajes, le aconsejó que debía ir a Volendam, que era una villa muy católica. Según cuentan los Anales holandeses, un buen día de verano se encontró el padre subiendo los peldaños de la casa parroquial de Volendam. Explicó el propósito de su visita al párroco, el cual, sin perder tiempo, fue directamente al grano. La flota pesquera acababa de llegar al puerto y la gente ya se estaba reuniendo cuando llegaron allí los dos sacerdotes. El padre M.S.C. se mantenía un poquito apartado, a la sombra del párroco. Este se abrió paso decididamente entre la multitud de pescadores que estaban gritando y voceando, se subió a la plataforma donde uno dirigía la licitación de los precios del pescado, pidió silencio y la concurrencia se calló. Los "queridos hermanos" se apiñaban llenos de curiosidad, alrededor del improvisado púlpito. Pronto se enteraron todos del tema: "este misionero necesita un buen grupo de jóvenes que estén prontos para ir con él, como hermanos, a trabajar en las misiones, ¿hay alguno dispuesto?". El misionero pensaba para sus adentros que aquello era una forma muy evangélica de buscar vocaciones (cfr. Mat. 4,18-20) pero se quedó más sorprendido cuando tres jóvenes, después de una breve explicación del párroco, se le presentaron diciendo que querían ir Se cumplía literalmente: "Seguidme y os haré pescadores de hombres... e inmediatamente, dejadas las redes le siguieron". Aquella misma tarde, tres jóvenes candidatos más, se presentaron en la casa parroquial. Al día siguiente, seis muchachos de Volendam, después de una rutinaria despedida de familiares y amigos, partían hacia una distante casa de misioneros, que sería para ellos el punto de embarque para las misiones.

Ignoro si estos seis son los mismos cuyos nombres hemos citado anteriormente. Pero ciertamente deberíamos tener más detalles sobre los nombres mencionados en la necrología.

Para terminar, hubo un hermano holandés, Van Heugten que cuidó con devoción del P. Chevalier en sus últimos años.

 

 

4.   FUNDADORES EN ABUNDANCIA

Un fundador intenta transmitir su carisma a los miembros de su Congregación, sin querer, no obstante, transmitirles el carisma de ser ellos fundadores a su vez. Sin embargo, esto fue lo que hizo el P. Chevalier en más de una ocasión. El que fuera fundador de una congregación de religiosas no le supuso mayor dificultad, porque esto era compatible con su permanencia como miembro de la Congregación M.S.C. En el caso del P. Humberto Linckens que, siendo M.S.C., fundó la congregación de religiosas Misioneras del Sagrado Corazón, el posible punto de tensión se redujo al mínimo.

Pero cuando un hombre se cree llamado a fundar una asociación o congregación de hombres le es casi imposible identificarse, de una manera completa, con el nuevo grupo, mientras sigue siendo miembro de otro. La llamada a ser fundador de tal grupo lleva consigo, como exigencia psicológica, el abandonar el grupo anterior. Sus antiguos compañeros lamentarán que un elemento valioso les abandone, pero a la vez, se alegrarán pensando que su pérdida redundará en un mayor bien para la Iglesia. Dos de los primeros M.S.C. llamados a ser fundadores de otros grupos (y por el mismo hecho a dejar a los M.S.C.) fueron los PP. P. Barral y T. Reyn.

El P. PEDRO BARRAL nació el 6 de noviembre de 1855 en Moutiers, Saboya, y allí mismo moriría en 1929. Mientras estuvo en la Congregación fue un miembro muy activo, y decidió en 1891 que podría encontrar en otra parte objetivos mejores para sus actividades. A sus ojos, el P. Juan M. Vandel había sido el modelo de lo que debía ser un sacerdote, de ahí que la Pequeña Obra fuera también la imagen que guiaría su nuevo apostolado. En octubre de 1894 consiguió el permiso para comenzar un trabajo de este estilo en la diócesis de Basilea, en Suiza. Su obra se extendió más allá de Suiza, a Italia y Francia. Fundó el Instituto de Belén que más tarde se convertiría en la Congregación de Misioneros Extranjeros de Belén, en Suiza. Fundó también la Congregación de Hermanas Misioneras de Belén.

El P. TEOFILO REYN nació el 8 de marzo de 1860 en Bevery, cerca de Amberes (Bélgica). Al P. Reyn le encontraremos de nuevo en el capítulo siguiente. Ahora solamente nos interesa mencionar que siendo joven todavía, dejó los M.S.C. con vistas a fundar una congregación religiosa de sacerdotes para trabajar en el apostolado entre los obreros, en Bélgica. Tuvo una intuición profética de lo que más tarde iba a realizarse en mayor escala: la necesidad de un apostolado especial en este campo. Su Congregación de Los Limosneros del Trabajo fue fundada el 21 de noviembre de 1894.

Habría otras fundaciones realizadas por los M.S.C. en años posteriores al período que ahora nos ocupa. Pero sin salirnos de esta época consignamos otro "dato interesante" en lo que a fundaciones se refiere. Algunos hermanos M.S.C., para no ser menos que los padres, creyeron que también ellos podían estar llamados a trabajar en esta especialidad. El primero en intentarlo fue Pedro Onckel, de Arcen (Limbourg, Holanda), que había entrado en la Congregación en Tilburg, profesando el 4 de octubre de 1888. Parece que en 1896 pretendió fundar una orden de hermanos en Amberes (Bélgica). Otros hermanos M.S.C. se unieron a él. Intentaban un apostolado especial entre los hijos de los pobres. Sus intenciones eran, sin duda muy loables, pero la obra no perseveró.

 

 

5. LUCIANO CATTIN

La Escuela Apostólica M.S.C. se abrió en Chezal-Benoît en octubre de 1867. Para apoyar la financiación de la misma se lanzó una llamada para que mucha gente ayudaran dando un céntimo al año (un franco equivalía a 20 céntimos).

El primero de los estudiantes en llegar, fue un muchacho de 16 años del Jura (Suiza), llamado Luciano Cattin que traía orgulloso, "588 céntimos de 588 personas". Se trataba de gente de los alrededores de su casa a los que él había explicado el programa y que habían cooperado generosamente. Sus 29 francos 40 céntimos fueron anotados en los libros de cuentas y Luciano Cattin empezó a trabajar con los demás muchachos.

El P. Vandel nos va a contar en una forma sencilla y emotiva, el capítulo siguiente de esta historia: "La Pequeña Obra ha hecho el sacrificio de sus primeros frutos. El primer alumno que llegó y uno de los mejores de nuestros chicos ha manifestado, después de varios meses de estancia en la escuela de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que se cree llamado a entrar en la Compañía de Jesús (los Jesuitas). No podíamos endurecer nuestro corazón ante este deseo, sino que viendo en ello la voluntad de Dios nos sentimos contentos de que María recogiera los primeros frutos de nuestra Pequeña Obra, para ofrecerlos a la famosa Compañía que lleva el nombre de su Hijo. Tenemos la esperanza de que la Pequeña Obra será bendecida por este sacrificio".

Cuando Luciano Cattin tomó el hábito como Novicio de la Compañía de Jesús, fue precisamente el P. Vandel quien se lo entregó. Años más tarde, en 1901, cuando la expulsión de religiosos de Francia, el P. Luciano Cattin, ya SJ., se ofreció para organizar una casa de estudios para los estudiantes M.S.C. en el Líbano pero dificultades políticas impidieron la realización de este plan. El P. Cattin conservó siempre a lo largo de los años su afecto hacia los M.S.C., y durante años también, fue un apóstol celoso de la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

Decimos que su ofrecimiento venía desde el Líbano. Es que de hecho él había sido el fundador de las Misiones del Este de los Jesuitas, rector del Colegio de Alejandría (Egipto), Provincia Canciller de la Misión de Siria, Rector de la Universidad de Beirut y más tarde Caballero de la Legión de Honor. Murió en 1929.

 

6.  JUAN CAPTIER

Por la Congregación M.S.C. han entrado y salido algunos tipos la mar de pintorescos. Uno de ellos fue un tal Juan Captier que llegó a ella después de haber recibido la tonsura en 1868. Por diversas razones, y principalmente por cierta clase de "enfermedad nerviosa" como se la denomina vagamente, no podía ser admitido a las Ordenes Mayores. Sin embargo, en 1871 se le admitió a la profesión temporal como hermano M.S.C. Enseñó durante varios años en la Pequeña Obra de Chezal-Benoît y allí estaba él cuando el arzobispo Lynch visitó el lugar mientras estaba en Issoudun en 1873.

El arzobispo andaba buscando hombres para su diócesis de Toronto, preferentemente que supieran hablar bien el inglés; viendo que Captier hablaba bastante bien este idioma, sugirió que podría regresar con él, para ser misionero, en la diócesis de Toronto. "Pero no soy sacerdote", interpuso él, "soy solamente hermano". El arzobispo Lynch insistió que quizá él podría ordenarle de sacerdote. Fue entonces cuando Captier le contó cómo hacía muchos años había ido a hablar con el cura de Ars, el cual le había dicho que algún día entraría en una congregación, que todavía no existía, que estaría compuesta de tres ramas. Esta predicción se había cumplido con su ingreso en los M.S.C. El cura de Ars también le había dicho que un día encontraría un obispo comprensivo que le ordenaría sacerdote -"Pues, acabas de encontrarlo", le dijo el arzobispo Lynch, y añadió: "Voy de camino para Roma y a mi vuelta te ordenaré de sacerdote, con el permiso que pienso obtener del Papa Pío IX."- (Se decía que Pío IX solía conceder permiso para hacer casi todo lo que se le pidiera). Lo cierto es que a su regreso de Roma, el arzobispo Lynch ordenó a Juan Captier de órdenes menores, de subdiácono, de diácono y de sacerdote todo dentro de una misma semana. Sin embargo, cuando el arzobispo marchó para Toronto no se llevó consigo al recién ordenado misionero. Quizá Captier se negó a ir, o tal vez, el arzobispo notó algún indicio del poco equilibrio que caracterizaba su personalidad. Sea lo que fuere, el caso es que dejó a Captier en Chezal-Benoît. Abandonó la Congregación M.S.C. en 1879, pero antes dé marcharse provocó una serie de jaleos. En octubre de 1876 envió al cardenal prefecto de la congregación de obispos y religiosos un Memorandum; un par de días más tarde enviaba otro, anulando casi por completo el anterior; pero el primero ya había causado su impacto porque el P. Jouët habiendo oído rumores había enviado una copia al P. Chevalier. Este y el arzobispo de Bourges prepararon una refutación del documento Captier y la mandaron a Roma.

El P. Captier pedía a la Santa Sede que autorizara una visita canónica de la Congregación M.S.C.; alegaba una lista de razones por las que debería hacerse: Al Instituto, decía, le falta estabilidad, no proporciona a sus miembros los medios para tender eficazmente a la perfección religiosa, la vida interior estaba relegada a segundo plano, la devoción al Sagrado Corazón no goza del puesto privilegiado que debería tener, la congregación estaba febrilmente comprometida en demasiadas actividades, que se había gastado demasiado dinero en la fundación de las Hijas de Nuestra Sra. del Sagrado Corazón y el P. Chevalier, en contra de lo prescrito en el Derecho Canónico, había asumido la dirección de este grupo de hermanas. Más aún, que el P. Chevalier había suprimido casi todas las prácticas de piedad en la Pequeña Obra. En este último apartado encontramos probablemente la razón verdaderade las quejas de Captier. El P. Chevalier había intervenido en la marcha de la Pequeña Obra, creyendo que la línea de formación que se llevaba era poco Sólida, por estar mezclada con un misticismo de poca base. Captier era un hombre de muchas cualidades y dones; era un "místico" y tenía un carisma especial para componer oraciones. (Es posible que sea él el autor delAcuérdate a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que más tarde se extendió como la oración oficial de los miembros de la Archicofradía).

Después de dejar nuestra Congregación, Captier se incorporó al grupo que ahora es conocido como "Sacerdotes del Sagrado Corazón", fundado por el P. Dehon. Él fue una de las principales razones que motivaron la supresión provisional de esta Congregación; hasta que en 1883 se le rogó que la abandonara. Lo último que se oyó hablar de él fue que había intentado, sin conseguirlo, enrolarse en otro grupo de Religiosos en Marsella.

A pesar de todo, este "conflicto" redundó en bien de la Congregación pues hizo que el P. Chevalier y el Consejo General reflexionaran sobre la situación real, viendo lo que podía haber de verdad en las acusaciones de Juan Captier. Primeramente, provocó una clara declaración de principios acerca de la naturaleza de la Congregación: “Hemos entrado en este Pío Instituto para sermisioneros del Sagrado Corazón, esta palabra lo resume todo... nuestro Instituto de misioneros no puede transformarse en una orden contemplativa".En segundo lugar, en una reunión especial del Consejo General se estableció con toda claridad que debía prestarse la máxima atención y que todos debían esforzarse en vivir la vida religiosa con todo fervor, que se procurara una formación sólida, etc., etc.”

 

Nota: Parece ser que la frase "Nuestra Señora lo ha hecho todo en nuestra Congregación" era usada frecuentemente por el P. Chevalier y los primeros M.S.C. Su origen se debe a la visita de Juan Captier al cura de Ars, el cual le dijo que entraría en una congregación "de tres ramas, en la que Nuestra Señora lo haría todo". Ocurrió esto en 1852.

 

7.         QUITO. EL SUEÑO DEL ELDORAD 

Los conquistadores españoles penetraron en América del Sur para conquistar aquellas tierras y ponerlas bajo el dominio de su soberano. Con algunos elementos verídicos mezclados con otros de leyenda, forjaron la quimera del Eldorado, la tierra de riquezas fabulosas, que debía estar en alguna parte más adentro, esperando que la descubrieran.

Algo muy parecido a este espíritu de aventura animaba a muchos que se proponían "conquistar el mundo para Cristo". Esto aparece reflejado en muchos de los primeros documentos de nuestra congregación. Por ejemplo, el P. Jouët, refiriéndose a la primera fundación M.S.C. en Austria, escribía así: "¡Adelante!... con coraje y con confianza; conquistar Austria, Baviera, Hungría, Alemania, Rusia y todo el mundo para el Sagrado Corazón, y seréis los hombres más felices en la tierra y los más generosamente premiados en el cielo

Precisamente, de la mismísima tierra descubierta por los conquistadores vino a Europa un Arzobispo, con el plan de conquistar América del Sur para el Corazón de Cristo y con su sueño de erigir una magnífica Basílica del Sagrado Corazón, que se convertiría en un santuario maravilloso, fuente de luz y fe cristianas para millones de personas. El arzobispo José Ignacio Ordóñez, venía desde el Ecuador, la pequeña República que había llegado a ser conocida y amada en toda la cristiandad, por su presidente García Moreno, eminente católico. Muchos pensaban que se le debía canonizar dado que su asesinato en 1875, se consideraba como el martirio de un hombre que había sido profundamente cristiano y que se había empeñado en organizar una nación en la que presidieran los valores cristianos. La soñada Basílica del Sagrado Corazón iba a ser erigida en su memoria, en Quito, la capital de la nación. Se pensaba que dicha Basílica serviría como santuario no sólo para la República del Ecuador sino para los pueblos de toda Sudamérica. Precisamente como campeón de este proyecto venía a Europa el arzobispo Ordóñez de Quito, con la esperanza de conseguir un grupo de religiosos que se encargaran de este santuario nacional.

El 18 de enero de 1887 el arzobispo se encontró en el Seminario francés de Roma, con el P. Víctor Jouët, Procurador de los M.S.C. Como ya conocemos algo del carácter de este padre, nos resultará fácil comprender que al final de su conversación, el arzobispo concluyera: "Me parece que ya no necesito buscar más". El P. Jouët quedó fascinado con la idea de ese espiritual Eldorado, que él ya veía tan claramente con su vívida imaginación. Inmediatamente envió un telegrama al P. Chevalier. En Issoudun el proyecto pareció también atractivo. Había algunas razones de tipo emocional que inclinaban a los M.S.C. en favor de la aceptación. Primeramente, el 9 de octubre de 1873, García Moreno había proclamado oficialmente Patrono de la República del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús. En segundo lugar, él mismo se había asociado como miembro de la Archicofradía de Nuestra Sra. del Sagrado Corazón de Issoudun. Finalmente, el 1 de abril de 1874 había escrito pidiendo que "mi esposa, Mariana Alcázar de García Moreno y, si es posible, mi único hijo, Gabriel García Alcázar, de cuatro años" fueran inscritos en la misma asociación.

El Consejo decidió aceptar. Incluso el P. Guyot pensaba ir como superior llevando consigo al P. Klotz. Pero el arzobispo de Bourges y el P. Guyot insistían en que se redactara un contrato bien claro y que se dieran unas garantías serias. Ellos, por supuesto, no podían ni imaginarse, que "unas garantías serias" iba a significar cosas distintas para cada una de las partes firmantes.

El 21 de febrero se firmó el contrato entre el arzobispo Ordóñez y el P. Chevalier. Cada uno se comprometía a pagar la mitad del importe del viaje de los misioneros. Se daría a éstos, una vez llegados a Quito, vivienda y la Iglesia del Sagrario, situada en la parroquia de la catedral. Esta Iglesia serviría provisionalmente de Iglesia del Sagrado Corazón y de centro de peregrinaciones hasta tanto se construyera la nueva Basílica.

Los M.S.C. llevarían la dirección espiritual de esta nueva Basílica, cooperando con un comité que debía constituirse. Cualquier conflicto que surgiera, se recurriría al Papa para que lo solucionara.

El primer grupo partiría el 10 de mayo acompañando al arzobispo en su viaje de regreso. Estaba formado por: el P. Morisseau, como superior; el P. Caër (de 58 y 52 años respectivamente); iban además, dos sacerdotes jóvenes los PP. Derichemont y Francisco Barral, y dos hermanos. Zarparon para Quito llenos de grandes ilusiones.

Pero la realidad con que se encontraron al llegar, era muy distinta de lo que se habían imaginado, y las esperanzas empezaron a desvanecerse. Ecuador era un país extremadamente pobre, con muy pocos recursos y con muy poca ilusión por un santuario nacional. La parroquia del Sagrario, que se les había confiado, llevaba varios años abandonada; la gente que vivía en la zona no se preocupaba gran cosa de la parroquia y se había acostumbrado a acudir a otras iglesias para la recepción de los sacramentos. Pero lo que más descorazonaba a los misioneros era la convicción de que este trabajo había sido aceptado demasiado a la ligera, sin un conocimiento cabal de todo lo que realmente llevaba involucrado. El arzobispo estaba también decepcionado porque se había hecho a la idea de que los M.S.C. iban a asumir toda la responsabilidad de la nueva Basílica, incluyendo la financiación del proyecto. Se quejó al grupo de que no estaban haciendo nada en este sentido. El P. Morisseau hizo saber a la Curia Episcopal que se extrañaba de esta desviación de lo contratado. También informó al P. Chevalier que, en su opinión, lo mejor sería acabar de una vez con aquella pérdida de energías allí, y que todo el grupo se marchara o bien a Europa o bien hacia las misiones de Oceanía. Lo prudente hubiese sido seguir el consejo del P. Morisseau. Pero no era fácil volverse atrás, de golpe, de una decisión que se había tomado tan seriamente. Tampoco era fácil abandonar una ilusión de la que, con esfuerzo perseverante, tal vez se podría obtener algún provecho que mereciera la pena. Por eso el P. Chevalier les exhortó a perseverar en este sentido y a continuar esforzándose. Pero el grupo empezó a descomponerse por sí mismo. El P. Caër, excéntrico y sin pelos en la lengua, llegó a irritar al arzobispo hasta tal punto, que éste pidió que se le alejara de Quito. Se marchó a Perú, donde intentó enrolarse con los Padres Picpus. Al hermano Justo se le apartó de la comunidad y el arzobispo le tomó consigo como profesor de francés en el seminario del Ecuador. El hermano Javier Mayer que había llegado en 1899 para unirse al grupo, no duró mucho tiempo, ya que les abandonó el mismo año. El P. Peyrot llegó en 1899 y murió el año siguiente. Poco después de su muerte llegaron de Francia dos nuevos sacerdotes; uno de ellos, el P. Moncorget, murió a las dos semanas de llegar de una enfermedad que había contraído en el viaje.

A pesar de todo, los misioneros iban haciendo lo que podían: organizaban la parroquia, establecían la archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón... Respecto a la maravillosa basílica no se hacía nada; el P. Morisseau se enteró después de que el arzobispo había roto el antiguo contrato y había firmado uno nuevo con otra congregación religiosa.

Fue entonces cuando el P. Chevalier y su Consejo decidieron enviar al P. Jouët como visitador de la comunidad de Quito. Él había sido el más entusiasta y el primer defensor del proyecto y parecía el más a propósito para poner las cosas en su punto. En su viaje a Quito coincidió con el nuevo delegado apostólico, Msgr. Macchi con el que trabó buena amistad. Decidieron que entre los dos serian capaces de poner las cosas en orden, y tuvieron éxito: el P. Jouët, alternando la habilidad con la firmeza, logró que el arzobispo rescindiera el reciente contrato, haciéndole reconocer que continuaba vigente el firmado en Issoudun; reorganizó lo que quedaba de la comunidad; luego, pidió a Issoudun un padre con dotes de organizador para construir y dirigir la nueva basílica. (El P. Guyot gruñía por lo bajo: "ya que fue el P. Jouët el que nos embarcó en la empresa" que se quede él allá hasta terminar el trabajo). El hombre escogido para esta tarea fue el P. Pedro Barral, hermano de Francisco que ya estaba en Quito. Había sido el que había llevado a término la fundación M.S.C. en Salzburgo. En esta y otras empresas había dado pruebas de gran capacidad de organización. El Consejo General le señaló, punto por punto, en qué iba a consistir su labor: encargarse de la dirección espiritual de la obra de la basílica de acuerdo con el arzobispo y con el Comité responsable de toda la obra, lanzar una campaña de propaganda para recoger los fondos necesarios pero sin comprometer ni a la Congregación M.S.C., ni a la comunidad de Quito en obligaciones financieras. El P. Barral era un hombre muy capaz, entusiasta, independiente, pero al mismo tiempo, algo pagado de sí mismo. Lograba que se hicieran muchas cosas, pero a la vez corría el peligro de malquistarse con mucha gente en su camino. Efectivamente, consiguió que la construcción de la basílica se pusiera en marcha pero en este proceso chocó con el arzobispo, que pidió a Issoudun que lo retiraran. Después de una corta tregua marchó del Ecuador para nunca más volver.

Ocurría esto en diciembre de 1890. Hubo algunos otros cambios e intercambios de personal, pero, por mayo de 1891 los M.S.C. de Quito volvieron a insistir que todo aquel proyecto era irrealizable. En septiembre de aquel mismo año el Consejo General decidió abandonar Ecuador. Sin embargo, el P. Jouët, que se sentía personalmente involucrado en el asunto luchó y se esforzó para que se demorara la decisión, hasta el Capítulo General de 1893, que votó por unanimidad que se acabara definitivamente con toda aquella empresa. En abril de 1894 volvía a Europa el último M.S.C.

Iba a pasar mucho tiempo antes de que la basílica del Sagrado Corazón fuera construida. El deslumbrante santuario nacional ya no se construyó; a finales de la década de los años 90 se erigió solo una capillita dedicada al Corazón de María. La realización final distaba pues mucho de los maravillosos sueños propuestos a la primera expedición de aventureros M.S.C. Esta empresa supuso para la joven Congregación M.S.C. una considerable pérdida, tanto de hombres como de moral. Murieron en Ecuador dos sacerdotes, dos dejaron la Congregación y ninguno de los cuatro hermanos que fueran a Quito quedó en la Congregación. La "empresa de Quito" fue algo más que un fracaso, fue una tragedia, y hubo quienes juzgaron que había sido emprendida sin una planificación suficientemente elaborada. Había sido como una expedición para encontrar un nuevo Eldorado.

 


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