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10. Julio Chevalier, un Hombre con una Misión (E. J. Cuskelly MSC)

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Julio Chevalier, Fundador de los Misioneros del Sgdo Corazón con nuestra Señora del Sagrado Corazón


10

 

Misión cumplida

 

 

1. SU VIDA DE RELACIÓN CON LA IGLESIA LOCAL

Es una aseveración muy generalizada hoy día, que todo cristiano ha de vivir y trabajar en el ámbito de su Iglesia local. Aunque era el Fundador de Congregaciones internacionales, el P. Chevalier estuvo sujeto a esta ley, mucho más que otros Fundadores. Para él, la "iglesia local" era un triángulo con un vértice en Issoudun el otro en Bourges donde vivía el arzobispo y el tercero en París, donde estaba en el poder un gobierno anti-religioso. La correlación entre estos tres factores influyó mucho en la atmósfera en que se desarrolló su trabajo.

En el último período de su vida, la posición del Padre Chevalier se hizo más difícil, debido a la actitud del arzobispo, para con él y sus misioneros. El P. Chevalier era un hombre de Iglesia cabal y le gustaba que sus relaciones conlas autoridades eclesiásticas, fueron no sólo correctas, sino también cordiales. Y en conjunto fueron relaciones felices. Sin embargo, "aunque no tuvo las mismas amistosas relaciones con los seis arzobispos, bajo quienes vivió y trabajó, fue siempre más que correcto y sabía cómo combinar una actitud de absoluta deferencia, con la firme entereza en defensa de sus propios derechos y los intereses de su comunidad religiosa".

Una rápida ojeada a las principales conexiones Chevalier-arzobispo, nos ayudará a comprender cierto número de circunstancias en aquellos últimos años de la vida del P. Chevalier, a la vez que nos dará conocimientos más profundos de su carácter. Durante el vital período de crecimiento de su Congregación, tuvo la fortuna de tener arzobispos que fueron de verdad sus amigos y colaboradores. Los primeros de todos, el cardenal Dupont y el arzobispo Menjaud, apreciaron su trabajo y favorecieron su desarrollo. A la muerte del último, en diciembre de 1861, le sucedió su coadjutor, el príncipe-arzobispo Carlos Amable de la Tour d'Auvergne Laraguais. Se puede deducir lo que significó su amistad para los M.S.C., por esta cita de la oración fúnebre sobre el arzobispo, dieciocho años más tarde:

"Podríais con razón, sino reprochármelo a lo menos lamentarlo, sino os citara a vosotros, Religiosos del Sagrado Corazón de Issoudun, como testigos. Decidme, ¿pudo un Fundador hacer más por vosotros, de lo que él hizo? "

La respuesta a esta pregunta retórica, nos la da el P. Piperon: "El P. Chevalier encontró en él, a un iluminado y prudente consejero, a un devoto protector, a un padre cariñoso, al apoyo más sólido de la Congregación, en la que el venerable prelado estaba tan interesado, como si fuera su propia obra."

"Cuando el arzobispo murió, continúa el P. Piperon, temimos durante un tiempo, que el P. Chevalier no podría sobreponerse a su dolor. En sus últimos años, cuando mencionaba a ese ilustre bienhechor, se notaba una viva emoción en su voz. Él amaba verdaderamente al venerable arzobispo, como el mejor de los hijos ama y venera al más cariñoso y tierno de los padres".

Fue este gran amigo y sabio consejero, quien ideó la buena estrategia de nombrar al P. Chevalier como párroco de Issoudun. Nombrándole como rector inamovible, consolidaría a la Congregación M.S.C., en el momento de las dificultades políticas, que él preveía como inevitables. "Cuando en 1872, el arzobispo de la Tour d’Auvergne, ofreció a la Sociedad la parroquia de Issoudun, yo le presenté algunas buenas razones para no aceptarla. Su Eminencia replicó: No es mi deseo imponérsela; yo sólo obro en los intereses de la Congregación. ¡Tenemos ahora una República! Y en Francia, podría desviarse hacia los extremos. Tal vez algún día la posesión de esta parroquia, será la tabla de salvación para su Instituto y sus obras. Esta profecía se realizó."

Pero en 1880, había ya un nuevo arzobispo, J. Marchal (1880-1892). El también quiso ayudar al P. Chevalier, para que utilizara la parroquia de Issoudun, para eludir, en cuanto fuera posible, los efectos de las persecuciones. Cooperó con ellos, pidiendo a Roma "que los misioneros del Sagrado Corazón, fueran dispensados de la vida común y colocados bajo la autoridad de los obispos de las diócesis en que vivían, como delegados apostólicos, at nutum S. Pontificis. Estamos convencidos de que haciendo esto, será posible evitar la dispersión de la Congregación; les permitirá conservar su escuela apostólica y escolasticado y continuar la obra de la gran peregrinación de Nuestra Sra. del Sagrado Corazón". Sus esperanzas no se realizaron totalmente. Pero cuando el escolasticado se disolvió acogió a cinco seminaristas M.S.C., en su propio seminario yendo el mismo a recibirles en la estación de Bourges, para conducirles en su propio coche a su lugar de refugio.

Sin embargo, ello hizo posible al P. Chevalier y a sus sacerdotes, mantener su terreno en Issoudun, dándoles cobertura legal. El P. Chevalier pudo así preparar su informe a las autoridades civiles: "Usted viene a expulsar a los religiosos. No hay ninguno. Todos los que viven en esta casa, son sacerdotes seculares, incorporados a la diócesis de Bourges y han recibido sus facultades de su Eminencia el arzobispo de la diócesis, quien es el propietario de esta casa, desde el 24 de junio." Es muy importante recalcar ese arreglo tan particular, como causa de las medidas que los M.S.C. tuvieron que adoptar en 1901, cuando el obispo de entonces sería menos amigo y menos colaborador.

El arzobispo Marchal, fue también un buen amigo del P. Chevalier, aunque su amistad, de algún modo no tuviera un buen comienzo. Un arzobispo viniendo a Bourges aquellos días, estaba en una situación particularmente difícil. Como obispo, tenía que ser el jefe espiritual; y encontró en Issoudun a otro jefe espiritual ya instalado. Espiritual y económicamente, Issoudun era un centro muy importante en la diócesis. A algunos del clero local, no les hubiera disgustado ser nombrados para aquella parroquia. El nuevo arzobispo oyó rumores y criticismos, a los que dio cierto crédito. Aunque algo prolija, demos la siguiente acotación, porque hace resaltar algunos puntos interesantes.

"Después de la muerte del arzobispo de la Tour D’Auvergne, que tanto se interesó por el P. Chevalier y sus obras, cuando el arzobispo Marchal fue nombrado arzobispo de Bourges, recibió cierta cantidad de cartas de sacerdotes de la diócesis, contra el P. Chevalier, que afirmaban que no se cuidaba debidamente de la parroquia de S. Cyr, empleando todo su tiempo en la basílica del Sagrado Corazón y sus obras personales. Se decía contra él, que no había introducido ninguna actividad parroquial; que había descuidado el Catecismo y otros movimientos de seglares etc..

"Y sucedió que cuando el arzobispo Marchal llegó para hacer su primera visita a la comunidad, en la fiesta de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón, se mostró bastante frío con el P. Chevalier. Durante la comida, Su Eminencia preguntó quién sería el predicador para la ceremonia de la tarde, que tendría lugar en la Basílica. El P. Chevalier, aprovechó la ocasión para decir que si su Eminencia quería decir algunas palabras, los fieles -en realidad, todos- se sentirían muy felices y halagados. La respuesta del arzobispo fue muy ruda. Le dijo, que posiblemente había tenido la oportunidad de decir al arzobispo de la Tour d'Auvergne, lo que tenía que hacer, pero que él no se dejaría manejar por el P. Chevalier. Que él gobernaría su propia diócesis de la forma que a él le parecería mejor, etc., etc. El pobre P. Chevalier recibió el duro golpe sin decir una palabra y con la mayor humildad. ¡Ni que decir tiene, que reinó completo silencio, el resto de la comida! Sin embargo, antes de abandonar la comunidad el arzobispo comprendió que se había excedido y pidió disculpas.

"Algún tiempo después el arzobispo vino para administrar la confirmación a Issoudun Pidió todos los registros de las actividades organizadas en la parroquia Le trajeron una buena docena de registros el del Stmo. Sacramento, el del Rosario el de las Madres Cristianas el de las Hijas de María el de los grupos de juventud el del Catecismo de Perseverancia, el de niños y niñas, el del Apostolado de los Soldados, el de los Catequistas Voluntarios, el del Grupo de Sirvientes; el de la Comunión General de las niñas para los primeros viernes de cada mes; las Conferencias de S. Vicente de Paúl para visitas y ayuda a los pobres el trabajo de las Hermanas al cuidado de los enfermos la obra de la Propagación de la Fe, de la Santa Infancia y de San Francisco de Sales Todas estas actividades habían comenzado con el P. Chevalier y sus misioneros El arzobispo y su hermano el Vicario General examinaron uno después de otro todos esos registros. Inspeccionaron la Iglesia y las nuevas de pendencias. Antes de dar la confirmación el Vicario General, obispo Augusto Marchal fue recorriendo los asientos de los niños, preguntando indiscriminadamente a un gran número de niños. El arzobispo, por su parte, llamó ante sí a cuatro de ellos, dos niños y dos niñas y les hizo muchas preguntas, sobre todo el catecismo. Después de ese interrogatorio tan riguroso, el arzobispo se levantó y tras previa consulta con su hermano, habló a los niños, felicitándoles por sus conocimientos. "Me siento obligado a decir, dijo él, que la parroquia de Issoudun, está entre las mejores de la diócesis por su organización, por la preparación de los niños, etc"

"El Vicario General declaró por su parte, que en Issoudun las cosas se hacían de la misma forma como él lo había hecho, cuando era párroco.

"Incluso anunció que le gustaría un día presidir una lección de catecismo. Cuando llegó la ocasión quedó asombrado y encantando de ver el ámbito de la Iglesia de S. Cyr llena de jóvenes de ambos sexos. Más tarde, en ocasión de sus visitas pastorales, acostumbraba citar a Issoudun como ejemplo, en su organización de la catequesis. Acostumbraba a decir que sólo en Issoudun se enseñaba públicamente el catecismo, desde el púlpito, durante la misa de los niños. Y que allí seguían al pie de la letra la prescripción del Concilio de Trento de enseñar el catecismo cada domingo. Antes de partir de Issoudun, el arzobispo llamó al P. Chevalier y le dijo: Le extrañaría la forma como le traté en mi primera visita. Bien. Le puedo decir ahora, que entonces tenía ideas preconcebidas contra usted y su administración de la parroquia. Tendrá que perdonarme, pero el caso es que había recibido una serie de cartas de sacerdotes de la diócesis que contenían calumnias indignas. Conservo estos nombres aquí, dijo, golpeándose la frente, y le aseguro que no les perderé de vista."

a ¡Ah! Eminencia, dijo el P. Chevalier, mejor que olvide todo eso. La naturaleza humana es así. Yo he sobrevivido a cosas peores.

Años más tarde, el arzobispo Marchal, habiendo estudiado todas las obras del P. Chevalier, especialmente las de la parroquia, exclamó un día a la hora de comer:

"Ojalá que todas mis parroquias fueran atendidas por religiosos: ganarían mucho." Y eso lo dijo después de haber elogiado al párroco y sus vicarios. El mismo día el P. Chevalier recomendó al arzobispo a un sacerdote, que esperaba ser nombrado canónigo y que le había pedido que le mencionara delante del arzobispo. Este le dijo, con su franqueza habitual: "Le diré una cosa, Padre. Yo no soy muy amigo de nombrar canónigos y menos al que usted me recomienda, porque fue uno de los que escribieron contra usted, a poco de ser nombrado obispo de Bourges." "Bien, en este caso le recomiendo doblemente a su benevolencia. No podría darme mayor satisfacción que el que fuera nombrado canónigo, por el bien que ha hecho a la diócesis."

Y este sacerdote, fue efectivamente nombrado canónigo; el arzobispo acabó finalmente aceptando órdenes del P. Chevalier. Esta narración indica, naturalmente, mucho más de lo que parece a simple vista. Muestra que el P. Chevalier era un modelo de humildad, mansedumbre y caridad. Da una idea de su celo apostólico y de su actividad pastoral.

Al arzobispo Marchal, le sucedió el arzobispo J. P. Boyer (1892-1896). Fue nombrado precisamente durante la crisis M.S.C. y fue también designado como Visitador Apostólico de la Sociedad. Ni la desagradable situación de la Sociedad, ni su propio temperamento favorecieron una más cálida y amistosa relación con el P. Chevalier. Él reconoció que se le había harto difícil discernir entre lo acertado y lo equivocado, en la disputa interna de los M.S.C., SIN EMBARGO, vio claramente que lo peor que podía hacer, sería dar la impresión de que se inclinaba de un lado u otro. Se esforzó en dar la impresión de la completa neutralidad, que se espera de un buen árbitro. Pero para el P. Chevalier, acostumbrado como estaba, a unas relaciones totalmente diferentes con su arzobispo, esa nueva experiencia no era de su agrado. Refunfuñaba a solas en sus Notes Intimes, sobre: "El Visitador Apostólico... que nunca nos visita... que permanece tranquilamente en su palacio". En una carta al arzobispo, insinuó como de paso, una muy intencionada, aunque delicada indirecta: "Es una lástima, Eminencia, que a pesar de ser el Visitador de la Congregación, su salud no le permita visitar personalmente las casas, vería que nada es desatendido, que todo se hace de acuerdo con las Constituciones.

Sin embargo, este arzobispo terminó por apreciar las cualidades del P. Chevalier; y él mismo P. Chevalier acabó por comprender las razones por las que se mantenía a distancia. Escribió que tal vez la oposición del arzobispo "era más aparente que real". Jamás habría intentado ahora hacer sugerencias a su Ordinario local. En las cartas a anteriores arzobispos, "había presumido sugerir" y "me aventuro a proponer", etc., y lo hacía con una espontánea confianza. Ahora, era citado a menudo al palacio episcopal de Bourges. Y ahora le encontramos escribiendo frases como éstas: "Eminencia, querría indicarme, por favor, la línea de conducta que tengo que seguir ". "No deseando hacer nada sin la total aprobación de su Eminencia, me atrevo a proponer..." El P. Chevalier tuvo que practicar durante cuatro largos años esa completa obediencia, un tanto humillante. Pero lo hizo sin vacilar.

Pero aunque le gustaban los arzobispos, no le agradaba nada que miraran por encima de sus hombros, ni que estuvieran siempre detrás de él. Probablemente tampoco le agradaba recibir todos los documentos oficiales, sancionados con esta fórmula: "De acuerdo -Visto y aprobado" y firmado por el arzobispo-Visitador Apostólico.

En consecuencia, cuando en 1896 murió el arzobispo Boyer, no perdió tiempo en escribir al Santo Padre. La carta fue redactada naturalmente en el estilo apropiado. El contenido era éste: Santo Padre, hace cuatro años, a causa de las dificultades internas de nuestra Sociedad, en su paternal solicitud, nos dio un Visitador Apostólico. A la vez que lloramos ahora su pérdida, le agradecemos su amable intervención. Él realizó su cometido tan bien, que ahora ya no necesitamos más Visitadores. Le suplicamos su autorización para poder valernos por nosotros mismos, tener un Capítulo General y continuar nuestra obra.

Con gran satisfacción suya, esta petición fue atendida. Y posiblemente muy a tiempo. Pues el P. Boyer fue sucedido por un hombre cuya amistad el P. Chevalier nunca consiguió. Su último arzobispo, Pedro Servonnet, permaneció siempre frío hacia él y nunca le prestó ninguna clase de ayuda en las futuras dificultades con el Gobierno francés. Los historiadores de la diócesis de Bourges, nunca le calificaron muy alto: "Un prelado piadoso y austero, llevando una vida de seminarista en su propio palacio, duro consigo mismo y con los demás, pero en muchos aspectos mediocre, inadecuado y de carácter voluble. Era un "arzobispo republicano", que "no podía contener su celo republicano". Esta pasión le cegaba, hasta el punto de hacerle creer en la integridad de los personajes en el poder, incluso en los peores momentos delcombismo. Su ineptitud o su ingenuidad eran demasiado evidentes en este punto, para que no aparecieran en el exterior; le hicieron muy obstinado en sus juicios, aunque él conservara su buena fe.

El P. Chevalier era un realista; tenía muy poca confianza en la República. El y el arzobispo adoptarían pues diferentes actitudes, sobre la línea de conducta que los religiosos deberían adoptar después de 1901. Pero la divergencia de sus opiniones políticas era conocida de antemano. Pero pronto aparecieron otras divergencias. La primera de ellas, fue sobre asuntos financieros. El P. Chevalier, a pesar de ser contrario a su opinión, pero cediendo a la presión del cardenal Boyer, había accedido a comprar la propiedad de Chezal-Benoît. El acuerdo fue, sin embargo, condicionado a la aprobación del Gobierno, pero cuando esta aprobación no acababa nunca de llegar, tanto el P. Chevalier, como Mons. Bardel (Auxiliar de Boyer), consideraron que el contrato había caducado. Pero Servonnet no tenía la misma opinión. Como consecuencia, hubo unos meses de relaciones tensas entre los dos.

Con diferencias en la política, habiéndole después lesionado en su cartera, el P. Chevalier ofendió ahora al arzobispo en su orgullo. Este último estaba teniendo ciertas dificultades en abrir un colegio católico en Chatearoux. Esta escuela había sido fundada por una sociedad civil y ampliada después por el legado de una tal señora L. Marchain, y tenía que ser reabierto con la condición de que el colegio fuera dirigido por religiosos. Con un gesto un tanto autocrático, el arzobispo decidió que Podía ignorar los deseos de los laicos y decidió que el colegio fuera regentado por una plantilla de sacerdotes de la diócesis. Los laicos se resistían y, además, se pusieron en relación con el P. Chevalier, para que los M.S.C. tomaran la dirección del colegio. El P. Chevalier se puso en contacto con el arzobispo, pidiéndole consejo. Este contestó a vuelta de correo, diciendo: "Acepto. Y nombro al P. Vaudon, superior del centro y al P. Pouvreau, director oficial, de cara a la Academia". Pero ambos eran M.S.C. y ambos tenían sus responsabilidades en Chezal-Benoît. Por eso el P. Chevalier recordó al arzobispo, que él no tenía autoridad para hacer tales nombramientos, cuya sola competencia radicaba en el superior religioso. En este caso, puesto que los superiores religiosos opina­ban que el P. Vaudon, a pesar de sus muchas cualidades, no era el hombre idóneo para dicho cargo, no podían aceptar la propuesta del arzobispo. Este último intentó afirmar que sí tenía derecho y para esto citó algunos documentos de Roma. El P. Chevalier permaneció firme, rehusando aceptar la interpretación de los documentos, hecha por el arzobispo. Considerando que lo que estaba en juego era una importante cuestión de principios, permaneció firme, a pesar de que el superior del seminario de Bourges, le vino a decir: "Conozco al arzobispo. Si persiste en su negativa, tendrá en él un enemigo irreconciliable, que podrá hacerle mucho daño ". A pesar de todo, una vez discutido el problema con sus asistentes, se sintió obligado a mantener su posición.

De allí en adelante, la actitud del arzobispo fue ciertamente de irreconciliable enemistad; y fue una enemistad, que venía determinada por estos motivos: "diciendo que el P. Chevalier quería gobernar la diócesis" y en una definitiva obsesión en lo referente á dinero. Por ejemplo: "Su eminencia desaprueba el hecho de que se ha construido un grande y lujoso convento en Issoudun y en cambio no se ha gastado nada en la parroquia de S. Cyr o para obras útiles a la región". Basta visitar a Issoudun, para desvirtuar esa acusación de lujo, y, además, autoridades independientes dan fe de lo mucho que el Padre Chevalier gastó en S. Cyr. Hemos citado el testimonio de una autoridad calificada a propósito de la obstinación del arzobispo; y cuando gente obstinada tiene ideas fijas, poco se puede hacer sobre ello. En cuanto al asunto del dinero, queda aclarado en esta carta al P. Chevalier: "He leído con interés la narración que usted me hace de sus hermosas fiestas. Si, usted tiene una basílica hermosa y sólida. Ya quisiera yo construir una más modesta para Sta. Solange. ¿Cuándo llegue el momento, querría usted ayudarnos con esplendidez? Necesitaríamos alrededor de 10.000 francos...". Como comentario el P. Chevalier anotó al final: "una carta llena de ironía?”

Sin embargo, no podía resignarse sin más, a la oposición de su arzobispo. En una carta dirigida a él, el día de su onomástica, la concluía con esta humilde petición: "Eminencia, en la ocasión de su fiesta le suplicamos olvide las quejas, que pueda tener contra nosotros y nos perdone si hemos cometido alguna falta y nos muestre su buena voluntad hacia nosotros, que es lo que más deseamos". El arzobispo replicó:

"Le agradezco sus buenos deseos que tengo por sinceros; ya sé, que usted siempre ha tenido hacia mí toda la deferencia, que yo podría desear. Pero tenemos que reconocer que existe oposición entre los intereses que son de mi responsabilidad y los de su Congregación, tal como su administración los entiende... De buena gana quisiera mantener una discusión abierta sobre este tema, cuando se presente la ocasión, aunque no lo considero necesario, ni tampoco veo posible que llegáramos a un acuerdo... » La rama de olivo fue rechazada.

Así, al correr de los años, constatamos una variedad de experiencias, en las relaciones del P. Chevalier con los distintos arzobispos de Bourges. En primer lugar, con el Príncipe arzobispo de la Tour d'Auvergne, disfruta de una amistad íntima y fecunda, una amistad tan profunda que  en ningún momento de su vida le hemos visto verter lágrimas tan abundantes y amargas, como sobre los restos mortales del querido difunto". En segundo lugar, le hemos visto insultado públicamente, en su propia casa, por el nuevo arzobispo -y luego trocar malevolencia por amistad, para finalmente ser reconocido por todos como un hombre extraordinario y sacerdote ejemplar. Le hemos visto someterse respetuosamente, por un período de más de cuatro años, a la autoridad del Visitador Apostólico, obedeciendo tan humildemente como un novicio. Y finalmente, le hemos visto como, para bien de la Congregación, con una actitud respetuosa pero firme, no tolera que su legítima autoridad sea contestada. Hemos visto también, sus esfuerzos, para que esto no conduzca a una actitud de permanente oposición y como no se resigna fácilmente, al no poder conseguir una completa armonía con su arzobispo. Pero cuando sus aperturas de paz, son urbana pero definitivamente rechazadas, todo lo que puede hacer es continuar con su corrección de siempre y tirar adelante. "El señor nos lo da, y el Señor nos lo quita"; con o sin el favor del arzobispo, él tiene una misión que realizar y un montón de cosas que hacer.

La primera de ellas, sería convocar un Capítulo General. Contemplando la situación actual de la Sociedad M.S.C. en aquel momento, vio que "la paz, unión y armonía más completas reinan ahora entre nosotros ". Mirando hacia el norte, donde el 5 de mayo de 1894, había sido erigida una nueva Provincia, con el P. Ramot como Provincial, podía escribir: "La Provincia del Norte... nos da una profunda satisfacción». Desde el sur el cardenal Moran, de Sydney "me ha escrito una carta, cantando las alabanzas de los hermanos, convencido que nuestra Congregación, muy amada y altamente considerada por el Episcopado australiano, tiene un gran porvenir en estos países, (se refiere a Australia y Oceanía)? Quedó muy consolado por lo que vio y oyó; y presintió que "un Capítulo complacería a todos y consolidaría aún más nuestra Sociedad y la daría un nuevo impulso".

Había pedido la reunión de este Capítulo en febrero de 1896, pero aunque fue convocado para el 15 de agosto del mismo año, los miembros no se reunieron hasta el 19 de julio de 1897. Durante el retiro previo, en una de sus conferencias, antes de entrar en la materia del Capítulo, el P. Chevalier aludió muy ligeramente al pasado inmediato. Hablando de la Sociedad M.S.C. dijo: "Conocen su origen, las crisis que ha tenido que atravesar, las dificultades que ha encontrado y la divina protección que ha recibido. Nuestra Congregación, querida por el Cielo, tiene una Misión especial...”. Entonces recordó a los capitulares, que ellos tenían que construir el futuro. Insistió en que para bien de la vida religiosa, se requería una regla que fuera firme, "aunque impregnada de caridad". Puso especial énfasis en los deberes de los superiores y en la necesidad de un sentido de responsabilidad en el trabajo. Todo dependía de ellos, de su sentido de responsabilidad, de su prudencia, de su buena administración.

Uno de los temas tratados, aunque no de tanto importancia, fue sobre el uso del hábito. Desde hacía tiempo había sido objeto de discusión, pues en la Provincia del Norte su uso se había relajado un poco. Aducían como argumento, que en los países protestantes, cuando se salía de casa con una sotana, que tenía en el pecho un corazón rojo, en lugar de ser motivo de edificación, sucedía todo lo contrario.

La decisión del Capítulo fue: hay que llevar el hábito, pero cuando los M.S.C. salgan a la calle ¡que dejen el corazón en casa!

El 11 de agosto, escribiendo una carta circular a todos los miembros de la sociedad, el P. Chevalier, dijo: “que el Capítulo difícilmente habría podido tener un éxito más feliz”. Incluso la crónica, redactada en el latín oficial del documento, hablaba de la risa que resonaba en la sala capitular: "Non raro quaedam solutio vel explanatio fuit data iis verbis, quae spontaneos risus cierent et fessis animis exoptatam aferrent relaxationem” Poco después, puesto que las cosas iban bien en el norte y abundaban las vocaciones, se decidió erigir el 1 de septiembre de 1897 una provincia alemana. El P. Humberto Linckens fue nombrado Provincial. La elección de esta provincia alemana, fue precipitada por las especiales condiciones que el Gobierno alemán imponía a los misioneros en sus colonias. La misión de nueva Pomerania (hoy Nueva Bretaña), asignada a la provincia del norte en 1894, ahora se convirtió en la misión de la provincia alemana. Y en un posterior intento de mejorar las relaciones con el Gobierno alemán, la provincia alemana quedó sujeta directamente a la Sagrada Congregación de la Propagación de la Fe. Cosa que no ocurría en las otras provincias.

En agosto de 1898 el P. Chevalier fue a Hiltrup, para la inauguración de la casa central de la nueva provincia. Allí cayó muy enfermo y tuvo que estar confinado mucho tiempo en su habitación. Entonces empezó a comprender, que la edad iba dejando sus huellas (tenía 74 años) y que había llegado la hora para que uno más joven tomara las riendas. Pensando sobre el particular, es natural que se acordara de Jouët que tanto le había ayudado en la organización de su obra. Le escribió explicándole sobre el estado de su salud y de cómo pensaba había llegado la hora de que pasara a otro la responsabilidad de gobernar la Sociedad. Los asistentes, dijo, lo aprueban, "pero con la condición de que yo quede al frente de la Congregación para el resto de mi vida y que se nombre un Vicario, con el derecho a futura sucesión. Yo preferiría lo contrario" o sea, un nuevo Superior General. El P. Chevalier explicó sus razones a la Sociedad en una carta fechada en julio de 1899. El capítulo se reunió solo en abril de 1900. En la Capítulo dijo: "Yo ofrezco pura y simplemente mi dimisión, y pido a mis queridos hermanos que la acepten".

Pero el Capítulo no aceptó su dimisión. Como prueba de la veneración y afecto que sentían por su Fundador, le reeligieron como Superior General (con 28 votos de los 31 del total). Sólo entonces accedieron a su petición de tener un Vicario General y eligieron al P. A. Lanctin para dicho cargo. El P. Genocchi, fue elegido Procurador General. Pero incluso dentro del reducido círculo de un Capítulo M.S.C., tuvo una vez más un poquito de problemas episcopales, esta vez con un obispo M.S.C., Mons. Couppé, Vicario Apostólico de Nueva Bretaña. Al igual que muchos obispos misioneros, él tenía un gran interés en la buena marcha de su territorio misionero. Preocupado por la necesidad de más misioneros, no estaba de acuerdo con la provisión del Directorio de 1897, que establecía que ningún M.S.C. puede ser obligado a ir a misiones, si él no lo desea. Habiendo recurrido a la Congregación de Propaganda Fide, había obtenido permiso para exigir un juramento de ir a misiones, a todo joven que deseara entrar en el Noviciado de Hiltrup. Confiaba de esta manera asegurar una constante leva de personal para su misión. Por la misma razón, afirmaba que las casas M.S.C. de Amberes (Bélgica) y Kensington (Australia), deberían estar totalmente orientadas a las misiones entre infieles. Finalmente, deseaba unas reglas muy estrictas sobre las contribuciones económicas de los bienhechores. El Capítulo General de 1900 discutió todos estos problemas y trabajó en la cuestión de las relaciones entre la Sociedad de los M.S.C. y sus propios obispos. Para el P. Chevalier, el Capítulo fue el final de una era. De ahora en adelante el Gobierno de la Sociedad podía dejarse en manos del P. Lanctin. Él podría quedarse en Issoudun con la ilusión de pasar los años restantes de su vida en paz, en un tranquilo semi-retiro. Su Congregación gozaba de estabilidad y estaba en pleno desarrollo. Incluso, en Francia las leyes anti–religiosas no habían sido aplicadas con demasiada severidad y los M.S.C. tenían siete residencias en el país, con la casa de Filosofía en el territorio francés de Argelia. Sin embargo, esto no fue más que una calma superficial. Los sentimientos anti–religiosos desatáronse de nuevo, nuevas leyes fueron promulgadas, que fueron puestas en ejecución con gran rigor por aquel a quien se le ha dado en llamar "el pequeño P. Combes".

 

2. LAS LEYES DEL PAÍS

El 2 de julio de 1901, fue votada la «ley relativa a las Asociaciones». Se ha dicho, que en realidad era una ley contra las sociedades religiosas, pues su objetivo fue dar un nuevo golpe a la Iglesia y en particular a las Congregaciones Religiosas. Puesto que eran asociaciones", caían bajo la ley, dentro de la que sólo se permitirían aquellas, cuya finalidad no fuera contraria a las constituciones del Estado. Además, todas las asociaciones (y por lo tanto las congregaciones de religiosos), tenían que estar sometidas al control del Estado. El Estado juzgaría si debían o no existir, de acuerdo con su utilidad pública. Todas debían pedir una autorización especial, bajo pena de disolución: pero, naturalmente, esa autorización no sería concedida sólo por el hecho de pedirla. Alguna Congregación, como los jesuitas, comprendieron que para ellos era bien inútil pedir dicha autorización. Muchos otros decidieron intentarlo.

Los M.S.C., ¿qué debían hacer? El hecho de que su "republicano" arzobispo afirmaba que en los archivos de París había un copioso y desfavorable informe sobre ellos, no les animaba a pedir la aprobación. (Más de un obispo republicano había apelado a esa táctica para desanimar a las congregaciones religiosas de su diócesis). Pero había, además, un argumento poderoso y es que los M.S.C. y el P. Chevalier en particular, no tenían fe en la buena intención del Gobierno. Decidieron pues, no pedir la autorización. Los acontecimientos probarían más tarde la cordura de esta decisión; muy pocas órdenes fueron aprobadas y a los menos 1.500 centros religiosos fueron clausurados. El 2 de noviembre de 1902, de 59 peticiones de autorización, 54 fueron denegadas por el Gobierno: El 18 de marzo de 1903, de 28, 25 fueron rechazadas, etc.

En Junio de 1901, el Consejo General se reunió seis veces para discutir lo que procedía hacer, cuando la ley fuera aprobada. En el primer capítulo de este libro, he­mos dado la opinión de que el P. Chevalier era un hombre que inspiraba confianza. Él inspiraría ahora esa confianza a sus hermanos. Escribiéndole con ocasión del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, el P. Guyot dice:

"Doy gracias a Dios, que nos ha permitido tenerle con nosotros hasta el momento; su experiencia y su espíritu de decisión, servirán para salvar mucho material de este naufragio. Pienso que cuando llegue el día fatal del voto, no nos sorprenderá desapercibidos. Se habrán estudiado y aprobado medidas adecuadas. Por favor, indíquenos la actitud que debemos tomar...

"Estaremos unidos en espíritu con los hermanos, que estarán reunidos a su lado, Reverendo Padre, con los mismos sentimientos de afecto, respeto, sumisión y el deseo de ver que sus días se prolonguen para verle colmado de la gracia de Dios y que el reino del Corazón de Cristo, se acreciente en nosotros y que nuestra pequeña Sociedad, salga victoriosa de las pruebas que se avecinan.

Ese voto de confianza y estima es más sorprendente al proceder de uno que en el pasado disintió del P. Chevalier en cierto número de cuestiones.

Al discutir el P. Chevalier y sus consejeros, el curso de acción que procedía adoptar, pensarían naturalmente ante todo, en lo que ya se había hecho en 1880, cuando con la ayuda del arzobispo Marchal, se habían simplemente fusionado con el clero local. Pero ahora Servonnet era el arzobispo de Bourges y esto representaba una gran diferencia: "Podríamos eludir (la ley), a lo menos en parte, si el obispo cooperara, tomándonos bajo su protección, y nos incorporara al clero diocesano. Pero es bien cierto, que él, tanto o más que el Gobierno, quiere desalojarnos de Issoudun. El ha declarado sin más que no dará un paso para mantenernos allí; es más, él cree que el P. Chevalier no puede seguir como párroco. Es esta enemistad del arzobispo y su connivencia con el Gobierno, lo que ocasiona la mayor dificultad”.

Esta opinión del P. Meyer, queda confirmada por el P. Genocchi, que escribe desde Roma: “Me gustaría ver al arzobispo con un poco más de simpatía hacia el P. Chevalier y los padres de Issoudun. Pero no tiene ninguna... Está incluso convencido, de que no se nos quiere en Issoudun y que pronto nos habremos marchado”. Aunque estas cartas fueron escritas un poco más tarde, las realidades que contenían estaban ya muy claras en las mentes de los hombres que en junio y julio afrontaron el futuro de los M.S.C. Juzgando inútil el pretender la autorización del Gobierno, sabiendo que el arzobispo no les apoyaría, tuvieron que decidir si era realmente importante quedarse o no en Issoudun. La respuesta a esta cuestión está contenida en el documento que el P. Meyer llevó a Roma el 20 de julio, cuando fue allá en nombre del Consejo, para discutir la situación, con las Congregaciones Romanas. Tenían que preservar, costara lo que costara, las obras de Issoudun. He aquí las razones:

1. Si perecen las obras de Issoudun, todas las actividades de la Sociedad en Francia y en las misiones, perecerán. Porque la recluta para la Sociedad se hace por medio de las Escuelas Apostólicas; y así tenemos que sostener niños, novicios y escolares (actualmente 70 niños, 20 novicios, 70 escolares   160 personas) y esto supone más de 100.000 francos. Y esta cantidad procede de Issoudun, por medio de los Anales, donativos para la Escuela Apostólica, Misas, etc. Archicofradía, etc. Si se nos despoja de las obras de Issoudun, tendríamos que despedir a esos 160 estudiantes, que significarían vocaciones perdidas y una inmensa ruina material y moral. De otra parte, si conservamos las obras de Issoudun, aunque no seamos aprobados, las actividades principales estarán a salvo, porque las vocaciones no faltarán. La escuela apostólica, el noviciado y el escolasticado serían instalados fuera de Francia, cerca de las fronteras.

2. Repercusión de estos desastres en las misiones:

a)  No habrá más misioneros; y por lo tanto dentro de poco el total abandono de los Vicariatos de Nueva Guinea y de las Islas Gilbert.

b) Como también la interrupción de muchos donativos, en particular estipendios de misas, para los misioneros.

c) Nuestra destrucción, traerá consigo la de las Hijas de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón, que son las indispensables colaboradoras de nuestros misioneros".

El Memorandum continúa todavía, para robustecer más el argumento, pero queda bien claro lo que está en juego. Hay que consignar aquí, que como a lo largo de los últimos años, el P. Chevalier lucha por las Hijas de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón, tanto como por su propia Sociedad M.S.C. Fue ahora, cuando otros empezaron a comprender claramente, lo que el P. Chevalier había tan a menudo sostenido, la importancia de Issoudun para la buena marcha de las dos Congregaciones.

Habiendo decidido que era vital, que a lo menos algunos M.S.C., quedaran en Issoudun, quedaban por resolver dos cuestiones más. ¿Quién se quedaría? ¿Y cómo conseguirlo? Para el primer interrogante, no había prácticamente más que una respuesta: el P. Chevalier era el párroco inamovible de Issoudun> reconocido por la ley como tal. Si él lo dejaba, Servonnet no lo sustituiría con otro M.S.C. Además, a causa de su edad y frágil salud, ya no podría visitar su dispersa Sociedad, en su capacidad de Superior General -a causa de eso había pedido un Vicario. Si abandonaba Francia, muy poco podría hacer por la Congregación; en cambio, quedándose podía todavía hacer mucho. Si le era posible, pues, se quedaría; pero esto significaba que la Sociedad estaría gobernada mejor en el exterior, si él dimitía como Superior General a favor del P. Lanctin, que tenía ya el derecho de sucesión. Algunos de sus compañeros permanecerían a su lado en Issoudun y los otros se esparcirían por distintos lugares de Francia.

¿Pero cómo conseguir esto? No podían quedarse como miembros de una asociación, que no estaba autorizada, ya que automáticamente dejarían de ser miembros de la asociación. Por aquellos meses, Roma estaba muy atareada, tratando de encontrar medios y maneras de ayudar a las congregaciones religiosas de Francia, a mantener lo necesario para sobrevivir. Finalmente en marzo de 1903 saldría ese decreto: "Dadas las circunstancias particulares en que las Congregaciones religiosas se encuentran en Francia... ". Pero incluso antes de ese decreto, ciertas decisiones importantes fueron tomadas y se dieron urgentes permisos.

El 23 de agosto, el P. Genocchi, escribió al P. Chevalier: "He explicado a los dos cardenales mencionados (Gotti y Parocchi), su situación referente a la parroquia de Issoudun. El cardenal Parocchi opina que usted debe hacer todo lo absolutamente posible, para retener su posición. Le aconseja que pida la secularización, que podrá usar tanto delante del arzobispo, como del Gobierno, cuando fuera necesario. El cardenal Gotti es de la misma opinión: dice que usted tiene que hacer, por sí mismo, la petición, pura y simplemente... Tiene que decir sencillamente, que teniendo serias razones para solicitar la secularización, en vistas a guardar su posición de Arcipreste, usted hace la petición a la Santa Sede". El 28 de agosto, el P. Chevalier envió una doble petición a Roma, pidiendo que fuera aceptada su dimisión como Superior General y que pudiera secularizarse, "por el tiempo que las circunstancias lo exijan". Ambas peticiones fueron acordadas. En la Analecta de diciembre de 1901, se afirma, que por las razones que hemos visto anteriormente, el P. Chevalier dimitió como Superior General y pidió cierta secularización: quandam secularizationem".

Algunos años más tarde, el P. H. Peeters, oliendo un poco de escándalo en la palabra "secularización" y no atinando a valorar el significado del “quandam”, difundió el rumor de que el P. Chevalier había abandonado la Sociedad. Este rumor se extendió largo y tendido, como pasa con todos los rumores, especialmente los que huelen a escándalo. Sin embargo, si se consideran las especiales medidas tomadas "para el tiempo en que duraran las especiales circunstancias en que se encontraban las congregaciones religiosas en Francia", todo el asunto queda bien aclarado y con un sentido muy positivo.

Se precisa aquí una observación, que puede ser muy útil, y es que en aquel momento nadie usaba aquella distinción que apareció años más tarde, entre “exclaustración” y secularización. Antes del Código del Derecho Canónico de 1918, toda separación del propio Instituto, se llamaba secularización. Si alguien deseaba salir de la Congregación, pedía una "dispensatio super votis», dispensa de votos. Pero en esos casos especiales, en que muchos religiosos se encontraron, no había cuestión de dispensa de votos. Pedían solo una "absolutio a vinculo quo tenentur erga Institutum" -una disolución del lazo que les unía al Instituto, de forma que podían ser agregados al clero secular. Y "debido a las especiales circunstancias", esta petición fue concedida. Fue de acuerdo con esta última y "más reciente" fórmula, que la dispensa del P. Chevalier fue otorgada. Él la solicitó en estos términos: "para que pueda secularizarme durante el tiempo que lo exijan las circunstancias, aunqueguardando en el foro interno mis obligaciones de religioso”.

Se comprende, que debido al doble sentido de la palabra “secularización”, algunos no lo veían tan claro, como lo hacía el P. Chevalier: ya en la Analecta de junio de 1902, se explicaba que: "No existe la menor duda que un religioso secularizado de esta forma, continúa siendo verdadero religioso, casi de la misma forma que los religiosos que son enviados por los Superiores a un país lejano". Pero había una pequeña diferencia, muy interesante. Los que disimularan su conexión con su instituto religioso, se les pedía que llevaran camuflada en su persona, alguna señal de su afiliación religiosa.

Los M.S.C. tenían que llevar sus corazones, cosidos en el interior de sus sotanas.

El P. Chevalier no se quedó solo en Francia. La llamada Provincia Francesa (dicha provincia fue erigida oficialmente solo el 25 de agosto de 1905), tuvo su primer Consejo Provincial" del 20 al 26 de febrero de 1902, en Barcelona. Lo presidió el P. Lanctin, Superior General y a la vez Provincial de Francia. Uno de los asuntos estudiados fue el "personal de la provincia". El 3 de octubre de 1901, la Administración General se había trasladado a Chimay, en Bélgica, y sus miembros (PP. Lanctin, Ramot, Piperon, Meyer y Carrière) estaban inscritos como pertenecientes a la provincia francesa. Ahora nuestro interés inmediato se centra en la tercera categoría de inscritos: (la segunda era el grupo del Consejo Provincial):

En Issoudun: Rev. PP. Chevalier, Heriault, Brunet, Perriot, Michel, Maillard, Bátard, Bertin, todos ellos secularizados.

En París: P. P. Bouvier, Morisseau, Astier. Secularizados.

En Vichy: P. Guyot, secularizado.

En sus diócesis: P. P. Doutre y Suchet, secularizados.

No sabemos si todos esos Padres tenían sus corazones cosidos en el interior de sus sotanas, pero todos se consideraban como misioneros del Sagrado Corazón. El P. Doutre, que salió de la Congregación, obtuvo un ulteriorrescripto de dispensa de sus votos, el 4 de noviembre de 1902.

Los M.S.C. secularizados, que permanecieron en Francia, una vez regularizada su situación por Roma, reanudaron su trabajo en las obras que tenían encomendadas. Pero antes que nada, tenían el deber de vivir su vida religiosa. El P. Lanctin en febrero de 1902, hizo una visita canónica a las casas de Issoudun y escribió esto, sobre la parroquia de S. Cyr:

“Todos viven muy unidos al P. Chevalier y sienten por él un fuerte y profundo afecto. Comprenden que al estar todos sus hijos dispersos, les toca a ellos mostrarle una mayor, una más alegre y cariñosa afección, consolándole» le con su celo sacerdotal, con el buen espíritu religioso, con su caridad en la buena concordia entre todos. Deben obedecerle en todo, no sólo como Superior local, sino, incluso como Superior General, cuyos poderes le cedo por delegación”.

Fueron no tanto los poderes delegados, sino más bien su paternal interés y aquella posición privilegiada de ser “el más antiguo hombre de estado”, lo que hizo que mantuviera siempre un vivo interés en todo lo que sucedía en la Sociedad. Daba con franqueza su opinión al P. Lanctin y más tarde al P. Meyer, cuando este fue elegido Superior General en el Capítulo General de 1905. Ni vacilaba en escribir al cardenal Protector con sugerencias sobre lo que se podría hacer relativo a los propuestos cambios en las Constituciones”.Como también se le consultaba asiduamente en los casos especiales.

Es obvio que la colonia de los M.S.C. secularizados, se consideraban a sí mismos más bien como "religiosos dispersos", un termino que se aplicaba frecuentemente aquellos días. La carta que sigue, con fecha 29 de diciembre de 1904, del P. Bertin al P. Lanctin, muestra como llevaban una vida casi normal:

"Con viva alegría y la más profunda gratitud, quiero comunicarle por la presente, que el 25 de diciembre de 1904, tuve el placer de consagrarme más íntimamente al Sagrado Corazón, pronunciando el cuarto voto, en las manos del Venerado Padre Fundador de nuestra querida Congregación.

Ojalá que Ntra. Sra. del Sagrado Corazón se digne ayudarme, a trabajar mejor de ahora en adelante para la gloria del Sagrado Corazón y los intereses de nuestra querida Congregación. Y usted, Rdo. Padre, dígnese bendecir a ése, que se siente feliz de declararse su afectuoso y devoto hijo, en el Corazón de Jesús... Firmado: Bertin".

A continuación de la firma, están estas palabras: “Yo certifico, que el P. Bertin ha hecho el cuarto voto en mis manos, el 25 de diciembre de 1904 -J. Chevalier.”

Los religiosos dispersos, estaban lejos de considerarse “hermanos separados”.

 

En aquellos últimos años, el P. Chevalier concluyó su carrera de escritor. Siendo como era un apóstol del Sagrado Corazón, no desperdició ninguno de los medios posibles de predicar el amor de Cristo e infundir profundamente esta devoción en los corazones de los hombres. Puede que no sea un escritor muy dotado, pero parte de su filosofía de la vida es, que no hace falta ser “águilas o santos”, para realizar algo digno de Cristo. Sabía que sus libros hacían bien a muchas personas. El hecho de que sus libros necesitaran varias ediciones, prueba de que en esta forma realizó también su vocación misionera. Él había escrito ya cierto número de obras:

1.  “El Sagrado Corazón de Jesús en sus relaciones con María”. Que se llamó: “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, a partir de la segunda edición.

2.  "El Sagrado Corazón de Jesús."

3.  "Historia Religiosa de Issoudun."

4.  "La escuela del Sagrado Corazón."

5.  “Meditaciones para todos los días del año, según el espíritu del Sagrado   Corazón.” (2 vols.).

6.  "El Sagrado Corazón y el Cielo".

 

Hubo también otras menores, muy pequeñas publicaciones, como un retiro, y una colección de himnos, para uso de sus feligreses.

Y ahora, en los últimos años, escribió: “El Apocalipsis y los Tiempos Presentes”. Fue concluido en 1904 y debido a su extrema debilidad física, gran parte fue escrito penosamente, sosteniendo el papel, sobre sus rodillas. Era como una expresión de su lucha contra "el Mal Moderno" y en un apéndice dice que la Francmasonería es “una secta diabólica, inspirada por el mismo Satán”. Sabía que el Gobierno no lo vería con gusto, ni que el arzobispo Servonnet lo aprobaría. Y con una hábil y diplomática maniobra, consiguió que su libro fuera “aprobado por el Maestro del Sagrado Palacio”, en Roma.

Sin embargo, no queremos decir que estaba obsesionado por los males de su época. ni que tampoco veía en ellos algo puramente negativo. El 13 de abril de 1906, escribió al P. Meyer: "Sepamos ver en las pruebas que Dios nos envía, como una previsión de su amor y misericordia. Tratemos de sacar provecho de ellas. Tal vez las Congregaciones Religiosas habían olvidado su hermosa y sublime misión. Se habían acostumbrado a una vida fácil, tal vez algo mundana. La Divina Providencia parece querer convocarles de nuevo a la primera vocación, que es la continuación de la vida de Jesucristo en el mundo, participando de sus sufrimientos: si vis perfectus esse. La práctica de la pobreza es un tesoro que nunca fallará. Los sacerdotes y religiosos nunca estarán faltos de lo que necesitan, si ellos son lo que deben ser. Por eso, en este particular, de cara al futuro, no siento ninguna aprensión. La persecución, como la pobreza, es una bendición. Lejos de quejamos sobre ello, deberíamos alegramos como los apóstoles, de haber sido considerados dignos de sufrir con y por nuestro divino Maestro."

Hay una calma maravillosa en esas palabras, que proceden de un hombre que sufría de una penosa enfermedad y que sentía los efectos, tanto de la pobreza como de la persecución. La separación entre Iglesia y Estado, había sido votada el 9 de diciembre de 1905. Las subvenciones que el Gobierno pagaba anteriormente a los sacerdotes, fueron suprimidas. En la opinión del P. Meyer y de otros, posiblemente no podrían retener sus propiedades en Issoudun. Mientras ellos se preocupaban, el P. Chevalier mantenía su calma y confianza de que podría llevar a feliz conclusión su último trabajo, por el que se había quedado en Francia. Esta última acción la llevaría a término antes de morir, para bien de la Sociedad. Y no sólo para la Sociedad M.S.C.

"Debemos también salvaguardar la propiedad de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Ellas han sacrificado todo lo que tenían para la construcción de su convento, que ahora ha puesto en manos de la sociedad civil, sin ninguna compensación. ¿Es que podemos abandonarlas? De ninguna manera. Están ahora sin dinero y sin medios, precisamente cuando las peregrinaciones han sido prohibidas. Se han entregado generosamente a nosotros y a nuestras misiones.”

La sociedad civil, a que se refería, era la "Société Inmobiliére de l'Indre", fundada en 1897, de forma totalmente legal. En aquella época el P. Chevalier había previsto que los religiosos quedarían probablemente desposeídos de sus propiedades. Por esta razón había organizado una sociedad civil, que adquiriera legalmente la propiedad» de los inmuebles, que pertenecían a los religiosos. No obstante, era tal la fuerza de los sentimientos masónicos contra la Iglesia, que incluso la corrección legal de esta sociedad, no salvó a los religiosos de la expropiación. La “ley de asociaciones”, tal como la aplicó Combes, tomó buen cuidado de ello y un día las propiedades fueron puestas a subasta. Para muchos parecía el final de una larga batalla, habían luchado bien, para perder al fin. Pero el P. Chevalier no podía admitir la derrota. Existía todavía una posibilidad. En 1903 había enviado por medio del P. Nysters, 40.000 francos, para que fueran depositados en un banco de Bélgica y en 1906 escribiría que confiaba aumentar la cantidad hasta 60.000.

Su plan era concertar la ayuda de amigos que fueran de sí bastante ricos, para que el Gobierno llegara a creer que actuaban por cuenta propia y a través de ellos comprar las propiedades de la Iglesia, cuando fueran puestas a subasta. Serían vendidas por mucho menos que el valor real y posteriormente el P. Chevalier podría reembolsar a los compradores, con aquel dinero que él había recogido y ahorrado a este fin. El vizconde Bernardo de Bonneval, un buen amigo del P. Chevalier, fue de invaluable asistencia, para llevar a la práctica este plan. Y por ello fue calurosamente elogiado por la Santa Sede, que le agradeció la ayuda prestada a la Iglesia en aquellas aciagas circunstancias. Con su ayuda, las propiedades M.S.C. fueron salvadas y posteriormente recuperadas con el dinero recogido con tanto esfuerzo por el P. Chevalier. Bonneval compró la Basílica; trasladó a la cripta el cuerpo del P. Juan María Vandel, (que previamente había sido enterrado en el parque vecino). También obtuvo permiso para preparar en el mismo lugar, una tumba para el P. Chevalier. La Basílica fue abierta al público pocos días antes de su muerte. Con sus fieles colaboradores había conseguido luchar con éxito su última batalla a favor de las obras que había comenzado. En este aspecto su misión había terminado.

Sin embargo, sería falso dar la impresión de que el P. Chevalier durante este tiempo, estaba meramente “usando” la parroquia de S. Cyr para otros fines. Era un hombre demasiado íntegro para hacer eso. Y era, además, un hombre de quien se decía tenía una “pasión por las almas”. Esta pasión debería morir con él y hasta la muerte, se entregaría al ministerio parroquial, con toda la energía que le quedaba. Para esta labor contaba también con un equipo de abnegados vicarios. He aquí un testimonio muy interesante, referido por uno de los hermanos, a propósito de estos últimos años; en 1904 estaba muy enfermo, y sus compañeros temían que fuera a morir, debilitado por las hemorragias y las enfermedades. El hermano dice así:

"En este momento tan critico para su salud, en que uno podía decir que estaba entre la vida y la muerte, el buen padre, sin preocuparse de su enfermedad, llevaba una vida muy activa, como si estuviera en perfecta salud. Nunca omitió ni el Rosario ni el Breviario; recibía visitas, contestaba su abundante correo y a menudo, creo yo, se olvidaba de sus propios sufrimientos, al entregarse totalmente a los demás. Al mejorar su salud el P. Chevalier reanudó sus actividades habituales, entre ellas decir su misa, primero en su propia habitación donde tenía un hermoso altarcito, en el que podía celebrar por especial permiso del Santo Padre. Pero su celo no estaba satisfecho con esto y pronto iba ya a la Iglesia, a oír confesiones y predicar.

"Me parece verlo, casi corriendo, de lo contento que iba para aparecer de nuevo en medio de sus queridos feligreses. Qué alegría para él, pero también para todos, porque, ¿quién no conocía al P. Chevalier? Incluso los más hostiles a la religión o los pobres, se sentían felices de poder encontrarle, cuando iba y venía de la Iglesia, porque no era siempre fácil el visitarle en casa. Durante mucho tiempo continuó su ministerio, pero solo Dios sabe al precio de cuanta fatiga. Los vicarios querían aliviarle, sobre todo de la misa dominical, pero rara vez aceptó su ofrecimiento y eso tan sólo cuando ya no podía absolutamente más. Él consideraba el servicio de la misa parroquial, como un deber personal y quería continuarlo hasta el final.”

El final no estaba lejos. Pero antes, el P. Chevalier tuvo que pasar por lo que en algunos aspectos fue su hora más triste, pero también la más gloriosa. Presionando aún más lejos la separación de la Iglesia y el Estado, el Estado iba reclamando las propiedades del clero y expulsándoles de sus residencias. El 15 de diciembre, incluso Servonnet "el arzobispo republicano", fue expulsado de su palacio. Pero nuestro interés radica menos en el palacio episcopal, que en la casa rectoral de Issoudun.

"El lunes, 21 de enero de 1907, una fecha que quedará grabada para siempre en el recuerdo de muchos feligreses, hacia las ocho de la mañana, un comisario de policía, acompañado de tres gendarmes y dos alguaciles, se dirigió a la residencia del párroco. Encontró la puerta cerrada. A pesar de la fuerte llamada, la puerta permaneció cerrada y entonces, se fue a dar cuenta del fracaso de la misión que le habían encomendado. Regresó a las dos de la tarde, acompañado esta vez además de sus policías, de un especialista en forzar puertas, llamado París, que trabaja con M. Naudin, un cerrajero de la calle Amendier; esos dos nombres pasarían a la posteridad, porque varios cerrajeros rehusaron participar en este acto de brutalidad."

"Después de tres llamadas que no obtuvieron más efecto que las de la mañana, el comisario ordenó a París, que descerrajara la puerta. Este, pálido y tembloroso, pues había una multitud que empezaba a murmurar, tomó un hacha y golpeó la puerta que resistió el golpe. Al instante la gente gritó: ¡Fuera con los ladrones! ¡Viva el P. Chevalier! A cada golpe del hacha, que resonaba lúgubremente, causando una penosa impresión a la gente presente, se repetían los mismos gritos. Finalmente la puerta cedió y el comisario se encontró cara a cara con el arcipreste, rodeado de sus vicarios el conde de Bonneval y algunos hombres de la ciudad. El P. Chevalier protestó valientemente contra las odiosas medidas tomadas contra él, que nunca había transgredido las leyes del país. Los vicarios protestaron igualmente.”

"Habiendo escuchado sus protestas, el comisario ordenó al arcipreste que saliera; él dijo que estaba imposibilitado de hacerlo y que si querían expulsarlo de su casa, tendrían que llevarle en vilo. A una orden del comisario, dos policías, quitándose la capa y las gorras, empuñaron la silla de brazos donde el venerable sacerdote estaba sentado. Como entre ambos no tenían bastante fuerza, fueron ayudados por el mismo comisario. Durante toda la escena, París, el forzador de puertas, con un aire grosero, tenía la gorra en la cabeza y fumaba un cigarrillo." "Cuando el P. Chevalier apareció en la puerta, acarreado por la policía, la multitud, descubriéndose, gritaba: ¡Viva el P. Chevalier! ¡Viva el P. Chevalier! ¡Abajo los ladrones! El P. Chevalier fue colocado en un carruaje, que le llevó a la calle Daridan, a una casa puesta a su disposición por el conde de Bonneval. Se cantó el "Parce Domine", mientras resonaban en la calle los gritos de: ¡Viva el P. Chevalier!

"Tan pronto como el P. Chevalier fue trasladado a su nueva morada, recibió muchas visitas; cada día, una fila interminable de gente, de todas las condiciones sociales, fue a rendirle homenaje y decirle qué pesarosos estaban por lo que había acontecido.

"Habiendo expulsado al párroco de su residencia, el comisario desalojó también a los vicarios, PP. Hériault y Brunet; fueron cogidos por el brazo y conducidos a la puerta, porque ellos tampoco hubieran dejado la casa rectoral, si no es por la fuerza.”

Es este un relato emocionante y conmovedor. Muestra que ni la edad, ni la enfermedad, ni la persecución consiguieron doblegar el indomable espíritu del P. Chevalier. Pone en evidencia también, la lealtad y total adhesión de sus hermanos y nos permite ver la veneración del pueblo, que le amaba.

El P. Chevalier iba a morir unos meses más tarde, pero aún le quedaba algo por realizar. Continuó y llevó a término felizmente el asunto de recomprar las propiedades M.S.C. Tenía aún que dar a sus feligreses todo el poco tiempo que le quedaba, tenía también que visitar viejos amigos, sabiendo que era por última vez. Con anticipación había ya redactado sus Testamentos Espirituales. Ellos reflejan algo de las graves preocupaciones de los años 1880 en adelante. Son la expresión de la solícita preocupación de un padre al despedirse de sus hijos por última vez, deseando - tal vez vanamente, pero impulsado sólo por su deseo de protegerles - de eliminar en lo posible cualquier daño. Hay que leerlos con estas consideraciones en vista. Los Testamentos son tres, e indican los grandes amores de su vida: los M.S.C., las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y el pueblo de la parroquia de Issoudun. Había uno para cada grupo.

El lunes, 21 de octubre de 1907, exactamente nueve meses después de su expulsión, murió el P. Julio Chevalier. Murió fortificado por los últimos sacramentos de la Iglesia, con sus amigos y hermanos en la cabecera de su lecho. Entre ellos estaba el P. Meyer, Superior General de los M.S.C. Otros amigos suyos estaban lejos y la mayoría de sus hermanos en el exilio.

En Bélgica, el P. Piperon pensaba en él y rezaba por él. Era también un anciano, pero dispuesto a ir -probablemente muy deseoso de ir- a Issoudun, si su superior le daba permiso. Al oír que el P. Chevalier estaba gravemente enfermo, el 11 de octubre había escrito al P. Meyer: "Durante todos esos días, nuestras oraciones han sido para el Rdo. P. Chevalier y hoy más que nunca. ¿Piensa Reverendo Padre, que mi presencia podría serle útil de alguna forma? No veo como podría serle útil, pero si usted piensa que sí, deme sencillamente la orden, pues yo no deseo emprender este viaje, si no es por obediencia."

No se le impuso esta obediencia y el humilde P. Piperon, que nunca hizo presión para conseguir lo que deseaba, hizo su último sacrificio. Y lo hizo con virtuoso donaire, escribiendo en estos términos al P. Meyer:

"Quedé muy consolado al saber que usted estaba en Issoudun para recibir las últimas palabras y el último suspiro de nuestro bien amado Padre... Nadie mejor que usted para confortarle en sus últimos momentos."

El P. Chevalier no quiso flores sobre su féretro, ni quiso se predicara ningún panegírico. Concluyamos solamente esta sección, con dos breves citas:

"Pastor de almas en el más alto y noble sentido de la palabra, el P. Chevalier fue durante 60 años el buen consejero, el amigo fiel y seguro de todos aquellos que buscaban la luz de su profunda fe o apelaron a su corazón, que era una fuente inagotable de amabilidad y compasión. Perseguido junto con muchos de sus hermanos, permaneció sonriendo pero inalterable en la adversidad; nunca dejó escapar una palabra de rencor contra aquellos, que parecía se habían propuesto destruir su obra”.

"Los fieles de su parroquia, lloraron por él, como por un padre y le rogaron a él, como a un santo."

 

 

3. DATOS Y NÚMEROS

En los primeros años de la vida del P. Chevalier, su visión y su entusiasmo son los que dominan. Más tarde es la "agonía" de enfrentarse con las dificultades, que le acosaban de todas partes. Pero en los últimos años es el hombre, que sobresale por lo que es. De aquí, que de alguna forma, el hombre ha dominado la historia, que se ha reducido a una especie de telón de fondo, dentro del que se desenvuelve. Para no dejar desvaídos muchos detalles históricos, damos ahora algunos datos y realizaciones, a la vez que algunas cifras hasta la fecha de 1907, datos y números que no encajan fácilmente en el texto del capítulo.

En 1905, durante el Capítulo General de la Congregación, el P. Lanctin, sucesor del P. Chevalier, presentó un documento que había recibido de la Santa Sede, permitiéndole dimitir como Superior General. Las razones eran mala salud y la convicción de que el cargo rebasaba sus fuerzas. El P. Meyer fue elegido como sucesor suyo y continuó en el cargo de Superior General hasta 1920. El mismo Capítulo de 1905 decidió que la Casa Generalicia fuera trasladada a Roma, lo que se verificó poco después del Capítulo. Un poco más tarde, el P. Meyer escribía a su amigo el P. Julio Vandel, en Sydney:

"Si el P. Treand hubiera estado en el Capitulo, apostaría ciento contra uno, que hubiera sido él el sustituto del P. Lanctin, porque él es un hombre que tiene el don de unir, mientras que usted y yo, somos gente de un partido y tenemos algunos de nuestro lado y otros en contra. De todas formas las cosas se desarrollaron muy bien durante el Capítulo; fue incomparablemente mejor que el de 1900, sin cuestiones personales, sin disputas, en completa armonía, con un interés sostenido en todas las cuestiones y un esfuerzo intenso de parte de todos... Cambio de Asistentes... el buen P. Piperon era realmente demasiado anciano, hubiera sido cruel obligarle a ir a Roma".

La Congregación estaba entonces dividida en cinco Provincias:

La Provincia del Norte, erigida el 5 de mayo de 1894.

La Provincia Alemana, erigida el 1 de septiembre de 1897.

La Provincia Italiana, erigida el 1 de septiembre de 1900.

La Provincia Francesa, erigida el 25 de agosto de 1905.

La Provincia Australiana, erigida el 8 de diciembre de 1905.

Un nuevo Capítulo General, se reunió en Roma del 5 de septiembre al 4 de octubre de 1907, para la revisión de las Constituciones.

En 1906, las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón trasladaron su casa Generalicia a Thuin, en Bélgica. Mantuvieron siempre estrecho contacto por correspondencia con el P. Chevalier. La Madre María Luisa Hartzer no sobrevivió mucho al P. Chevalier. Murió el 22 de febrero de 1908.

He aquí las principales estadísticas de ambas Congregaciones, en el momento del fallecimiento del P. Chevalier.

Al final de 1907, la Congregación de M.S.C., fundada por el P. Chevalier, tenía alrededor de 800 miembros:

4 obispos.

325 sacerdotes.

272 hermanos.

201 estudiantes.

Los datos y números el 8 de diciembre de 1907 eran:

Superior General: P. Eugenio Meyer... Via di Porta Pinciana, 32, Roma.

Asistentes:

P. G. Genocchi.

P. J. Field.

P. J. Wemmers.

P. E. Kuntz.

 

 

PROVINCIAS

 

1.    Provincia del Norte:

Provincial: P. T. Okhuijzen.

Casas: en Holanda: Tilburg, Arnhem. En Bélgica: Borgerhout-Anvers, Heverlee.

 

Misión de la Provincia:

 

Prefectura Apostólica de Nueva Guinea holandesa.

Prefecto Apostólico: P. Neyens, 14 sacerdotes, 11 hermanos.

 

2. Provincia alemana

Provincial:    P. H. Linckens.

Casas: Hiltrup. Oeventrop. Salzburgo.

 

Misiones de la Provincia:

 

Vicariato Apostólico de Nueva Pomerania:

Obispo Couppé, 27 sacerdotes, 41 hermanos.

Vicariato Apostólico de las Islas Marshall:

Superior Religioso y eclesiástico: P. Erdland, 2 sacerdotes, 4 hermanos.

 

3. Provincia Italiana:

Provincial:    P. N. Nicoló.

Casas: Roma, Omegna, Florencia.

 

4. Provincia Francesa

Provincial:    P. P. Carrière.

Casas: Issoudun: Basílica y Secretariado; París; Canet de Mar y Barcelona en España; Friburgo (Suiza); Thuin (Bélgica); Québec, Beauport (Canadá).

 

 

Misiones de la Provincia:

 

Vicariato Apostólico de Nueva Guinea Inglesa: Arzobispo Navarre; Coadjutor Obispo de Boismenu: 26 sacerdotes, 23 hermanos.

 

Vicariato Apostólico de las Islas Gilbert e Islas Ellice; Obispo Leray, 23 sacerdotes y 14 hermanos.

 

5. Provincia Australiana:

Provincial:    P. Tréand.

Casas: Randwick, Douglas Park, Fingal (Tasmania) Port Darwin, que dependía de Randwick.

 

Casas bajo la autoridad directa del Superior General:

Inglaterra:    Glastonbury, S. Albans, Braintree.

U.S.A.: Watertown, Natick.

 

La Congregación de Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, fundada veinte años más tarde que los M.S.C., tuvo también un lento comienzo. Sin embargo, hacia el año 1907, había hecho un firme progreso y se habían destacado como hermanas misioneras. El estado de su Congregación era el siguiente:

 

FRANCIA

 

Issoudun - 4 hermanas.

No podía expansionarse en Francia> a causa de las persecuciones.

 

BÉLGICA

 

Thuin - Casa Generalicia y Noviciado. 22 hermanas; 6 novicias y postulantes.

Superiora General: Madre M. Luisa Hartzer.

Asistentes: Madre M. Valeria, Madre M. Stanislas, Madre M. Eugenia.

La cuarta Asistente era la Madre M. Gertrudis, que residía en Issoudun, para mantener a la Congregación en contacto con el P. Chevalier.

Tongre Notre Dame - 3 hermanas.

Dour - 5 hermanas.

Ham sur Heure - 2 hermanas.

Couillet - 3 hermanas.

 

Un total de 39 hermanas, la mayoría ocupadas en el cuidado de los enfermos.

 

 

AUSTRALIA

 

Kensington - 15 hermanas; 10 novicias y postulantes.

Botany Bay - 5 hermanas.

Bowral - 4 hermanas.

Bowraville - 5 hermanas.

Mathinna - 4 hermanas.

Campbelltown - 4 hermanas.

Gormanston - 3 hermanas.

Queenstown - 5 hermanas.

Un total de 45 hermanas, la mayoría dedicadas a la educación.

 

MISIONES

 

Thursday Island - 5 hermanas.

Nueva Guinea Inglesa - 27 hermanas, distribuidas en 6 Estaciones.

Nueva Pomerania - 13 hermanas, distribuidas en 3 Estaciones.

Islas Gilbert - 18 hermanas, distribuidas en 8 Estaciones.

Un total de 63 hermanas trabajando en las Misiones.

Son así 32 casas con 151 hermanas, 16 postulantes y novicias.

 


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