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Somos Misioneros del Sagrado Corazón: Testimonio personal de Valentín Reynoso Hidalgo msc

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Capítulo 16

"Un carisma que anima e impulsa"

Valentín Reynoso Hidalgo (Plinio), 61 años (República Dominicana)

1. Me alegra mucho contestar esta pregunta que considero como algo vital en cuanto que me permite reflexionar sobre mi identidad como consagrado.

En 1961 ingresé al Seminario Misionero y, de hecho, no sabía a qué iba ni qué significaba ser MSC. Llevaba un ideal: buscar la voluntad de Dios en mi vida y servir a mis hermanos como sacerdote.

Llegué a la Pequeña Obra con dos elementos básicos que me ayudaron a consolidar lo que fui descubriendo como mi vocación: una cierta experiencia de práctica de servicio desinteresado, realizada en el trabajo cotidiano de la agricultura para mi propia familia y en la ayuda a personas necesitadas, especialmente enfermos y desvalidos de la comunidad... y un amor grande al Corazón de Jesús, que aprendí desde pequeño de mi papá cuya vivencia manifestaba por medio de la devoción al Corazón de Cristo con jaculatorias, la Hora Santa y la Comunión reparadora de los Viernes primeros del mes.

La formación en el Seminario y especialmente el año de Novicia­do me aportaron nuevos elementos que fueron conformando mi estilo de vida vocacional y que he tratado de plasmar en mi vida sacerdotal en un estilo de ministerio de compasión y caridad, a la luz de las virtudes y las actitudes del Corazón de Jesús.

El estudio del Carisma del Padre Chevalier y la Espiritualidad del Corazón me ha ayudado a forjar una personalidad MSC en la línea de nuestro Fundador, de cuya experiencia he asimilado tres de sus convicciones que han marcado mi vida misionera:

El amor de Dios, manifestado en el Corazón de Jesús es el remedio para los males de la Humanidad

La creencia de que Dios siempre estaría con él

Y cuando Dios quiere una obra, hasta los mismos obstáculos se convierten en medios para alcanzarla.

Estos elementos han servido de motivación y camisa de fuerza a mi vida misionera y sacerdotal y me han animado a trabajar en la Iglesia desde los sentimientos del Corazón de Jesús, comunicando con palabras, con gestos y con la vida el amor que Dios Padre tiene para con nosotros sus hijos.

Ser MSC es un don gratuito y lo soy por esta gracia que Dios me ha concedido para vivir como testigo de su amor, tratando de ser en el mundo el corazón Dios. En este sentido, nuestro carisma ejerce un papel fundamental en cuanto que me da una identidad, una manera de ser y de trabajar, animado por las virtudes del Corazón de Jesús.

La contemplación de Cristo como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y va en busca de la perdida, me ayuda a descubrir al Maestro dulce y humilde que alivia la carga de tos atribulados y proporciona descanso a los que viven sobrecargados con la fatiga de la vida.

Este descubrimiento de la bondad y la misericordia de Jesús me impulsa a tratar de vivir como Él y a amar a mis hermanos con un corazón humano, donde tiene cabida la misericordia, la ternura y la compasión. Siento la necesidad de entregar mi vida, que se va gas­tando como una vela, para la felicidad de otros, para la salvación de todos. Como MSC me siento enviado a remediar los males desde el amor del Corazón de Jesús.

Desde mi ministerio sacerdotal experimento el carisma como una fuerza interior que mueve, anima, fortalece e impulsa mi vida a amar y a servir a mis hermanos desde mi Congregación y a nombre de Cristo y de la Iglesia. Por eso, aún en los momentos de desánimo, de oscuridad y de cruz, me sostiene la esperanza de que Aquél que me llamó, me consagró y me envió, estará siempre conmigo fortaleciendo mi debilidad.

Desde mi ordenación me fijé como meta: "Ser signo e instru­mento de la presencia de Dios entre mis hermanos" y esto me ha servido como "leitmotiv" en mi vida MSC y en el servicio pastoral; esto exige de mí una vida espiritual más profunda, una oración más inten­sa, un compromiso más firme en la vivencia de mi consagración y un conocimiento más hondo del amor misericordioso de Dios.

Como MSC me siento muy feliz de mi vocación y trato de reno­var mi alianza con un sí a la misión que se me confía, mostrando siempre la voluntad firme de trabajar por la justicia y por el bienestar de los más necesitados y mi disposición a emprender acciones encaminadas, en las palabras de Jon Sobrino: "a bajar de la cruz a los crucificados de hoy".

La devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón ha sido para mi un apoyo y una fuerza en el seguimiento de Jesús. Todo esto motiva y anima mi vida MSC y pone de manifiesto por qué soy Misionero del Sagrado Corazón.

2. Inicialmente fueron los MSC de mi Parroquia, particularmente, el Padre Alfredo Lambert, el Hno. Rodolfo Ryan y el Padre Marcelo Simard. Después los PP. Epifanio Plourde, Pedro González y José Quinn.

Todos ellos fueron modelos de sencillez y de amor al Corazón de Jesús, vivido como cercanía a los pobres, acogida de los necesitados, preocupación por la promoción humana y la formación religiosa, com­prometidos con la causa de los pobres. Hombres de fe y de corazón bondadoso, trabajadores incansables, amigos fieles y hombres de bien, consejeros espirituales con gran capacidad de discernimiento; confesores comprensivos, exigentes y misericordiosos, misioneros fieles a su vocación msc y a su compromiso con la Iglesia.

Más tarde, han marcado mi vida dos grandes figuras: Mons. Cuskelly y el Padre Cornelio "Kees" Braun, por su modo de vivir la vocación MSC, por su amor a la Iglesia y a la Congregación y por su empeño en ayudarnos a profundizar el carisma y la Espiritualidad del corazón.