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Somos Misioneros del Sagrado Corazón: Testimonio personal de Warren Perrotto msc

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Capítulo 19

"Del idealismo a la realidad"

Warren Perrotto, 55 años (USA)

Uno de nuestros más santos y venerables hermanos de Irlanda, el hermano Pat O'Rourke MSC (el primer candidato a hermano de la provincia de USA) preguntó a otro hermano, John Rose MSC : ¿Te has preguntado por qué nosotros permanecemos en la congregación mientras tantos otros la han dejado?

Estoy seguro que esta misma cuestión viene a la mente de aquellos que han visto hermanos entrando y saliendo de la Congregación, me incluyo a mí mismo. Por supuesto, la propia vocación es una gracia de Dios que nos llama a ser fieles a su voluntad. Reflexionando en todo esto, de alguna manera, me empuja a compartir mi propia experiencia.

Mi primera inclinación a la Vida religiosa vino cuando tenía 10 años. No lo tomé en serio en ese momento hasta que llegué a la secun­daria. Fue entonces, por medio de un amigo, cuando escuché por primera vez algo de la vida religiosa. Recuerdo que estaba muy emoci­onado pensando en esta vocación particular. También ocurrió que la Iglesia a la que yo asistía tenía una imagen del Sagrado Corazón en el centro del altar. De todos modos, aunque nunca oré a esta devoción tenía una preferencia por honrar a nuestro Señor bajo el titulo del Sagrado Corazón. De igual modo, sentía una profunda devoción por Nuestra Señora y su esposo, San José.

Los MSC además, habían venido a la Parroquia y celebrado la liturgia los domingos y confesaban los sábados por la tarde. Recuerdo que sus homilías estaban siempre imbuidas por la devoción al Sagrado Corazón. También escogí a los MSC como confesores porque siempre ejercían la compasión y el amor de Dios por los pecadores y nunca caían en la tediosa lista de preguntas al penitente... De hecho, fue un MSC quien me dijo que no era necesario confesarse cada semana, que mensualmente era suficiente.

A partir de aquí la semilla estaba plantada y fue Cristo el que empezó a hacerla crecer a pesar de que yo no le acababa de entender plenamente. Empecé a buscar comunidades religiosas pero sin decantarme por ninguna.

Un día estaba jugando a baloncesto en la calle cuando un amigo me avisó que un sacerdote estaba llamando a la puerta de mi casa. Sentí pánico porque vivía en la casa de mis abuelos protestantes que no tenían un cariño especial por los católicos. Me apresuré a llegar a casa y descubrí que era el padre Robert Tobolski, MSC. Este padre solía colaborar en mi parroquia. Me planteo si tenía interés por la vocación o no. Le dije que sí lo sentía y me invitó a su casa (yo nervioso) donde hablamos mucho. Varias semanas después recibí materiales vocacionales e incluso la visita del promotor de vocaciones. Fue entonces cuando manifesté mi deseo de ser hermano MSC, y el 10 de junio de 1965, en la mañana que me graduaba en el instituto recibí la carta que aceptaba mi petición.

Cuando es la primera vez que se entra en un programa de formación para la Vida Religiosa se siente uno lleno de idealismo sobre su vocación. Con el paso del tiempo, a través de la Gracia de Dios, de la perseverancia y la vida de los votos, el idealismo se va convirtiendo en una visión cada vez más clara y realista de la vocación. Y de este modo, a los 17 años entré en los MSC, el 11 de septiembre de 1965, coincidiendo con la última sesión del Vaticano II.

No hace falta en este momento comparar el idealismo y la dura realidad de las promesas de los hermanos MSC con la que me encontré al entrar a la comunidad. Pero esto es otra historia. Mi venerable director de novicios, el P. Willie Gles, MSC sin embargo preguntó si este nuevo, nostálgico y enfadado candidato seguiría adelante sin importarle lo difícil que pudiera ser. Más tarde aprendí que nuestro fundador, Julio Chevalier, hizo lo mismo. Él tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos que venían bien de su Iglesia, su país e incluso de su propia Congregación. Gracias a su coraje, sin perder jamás la esperanza y, sobre todo, su convicción de que Dios le llamaba a una misión única dentro de la Iglesia, el Fundador fue capaz de tirar para adelante en su camino de Fe a pesar de estas dificultades.

Otro valioso consejo llegó cuando me estaba preparando para mis primeros votos. Me dijeron que cuando hacemos nuestra primera

60profesión deberíamos hacerlo con el propósito de profesar tos votos perpetuos. Julio Chevalier hizo lo mismo. Cuando él tomó los votos el 25 de Diciembre de 1856 lo hizo con la firme intención de que fuera un compromiso para toda la vida.

Mientras me iba comprometiendo con los consejos del padre Willie, la mayor gracia de la perseverancia me venía de la firme convicción y compromiso de vivir el don que suponía la visión, el espíritu y el carisma del P. Chevalier. Esto trascendía las debilidades personales, comunitarias e institucionales. Esto mantenía vivo el idealismo, que nunca debería perderse; Esto me llenaba de paz en lo más profundo con el convencimiento de que Dios me llamaba realmente a ser MSC, a vivir en comunión con unos hermanos en el amor compasivo de Cristo y a ser su Corazón en este mundo tan frágil y roto.

El sueño de Julio Chevalier está vivo y bien repartido en todo el mundo. Esto estaba tan visiblemente de manifiesto en el Capítulo General de 1999 donde la familia de los MSC, las hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, las Misioneras del Sagrado Corazón y los laicos asociados de los seis continentes estaban reunidos en Issoudun para reflexionar en su llamada como MSC. "En la familia MSC nadie es extraño, ni forastero sino todos hermanos y hermanas en el Corazón de Cristo". (Cf. Julio Chevalier, 1987)

Volviendo al hermano Patrick O'Rourke, Él fue para mi el primer ejemplo de que nuestra espiritualidad y carisma pueden ser vividos plenamente en el día a día. El fue una inspiración no sólo para los hermanos sino también para todos los seminaristas y sacerdotes, es­pecialmente en el tiempo de formación. El siempre apoyaba esos cambios dentro de la comunidad que acrecentaba el rol de la hermandad MSC y de los miembros de la Iglesia universal. Nunca sentí temor de acercarme a él para comentarle nuestros progresos. Y él nunca criticó a esos hermanos que intuían la auténtica renovación dentro de la comunidad, que incluía nuevos ministerios fuera de los roles domésti­cos. Verdaderamente, fue una fuente de humildad y esto no tiene que ver con ese rol tradicional que los hermanos se veían relegados a "ser tenidos en nada", cuánto fruto de su tremenda caridad hacia sus hermanos y hacia los demás en general. Palabras duras nunca salieron de su boca. Siempre tuvo una gran compasión hacia aquellos que estaban heridos. Tenía un corazón generoso, sentido del humor, espíritu educador acompañado de una calurosa y reafirmante sonrisa que transmitían que las cosas siempre sucedían para lo mejor. Fue un profundo hombre de espíritu y verdadero amigo de jóvenes y mayores. En el hermano Pat no había una agenda oculta. Su ejemplo impresionó a todos.

En este día, continúo rezando a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a San José, a Julio Chevalier y al hermano Pat para que la familia Chevalier siga creciendo, que su espiritualidad siga nutriéndose de los sentimientos del Corazón de Dios y que nunca nos cansemos en proclamar el amor y la bondad de Dios hacia el mundo con nuestras propias vidas. ¡Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús!