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Bautismo y neocatecumenado: 'Sois muy necesarios en la Iglesia de hoy'

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Un "Catecumenado posbautismal"
Pablo VI a las comunidades neocatecumenales, audiencia del 8 de mayo de 1974, Texto en Notitiae 95-96 (julio-agosto 1974) 230, con inclusiones de la grabación.
Saludamos al grupo de sacerdotes y laicos que representan el movimiento - he aquí los frutos del Concilio! - de las comunidades neocatecumenales, llegados a Roma de muchas diócesis de Italia y de otros países para un encuentro sobre el tema de la evangelización en el mundo contemporáneo, tema que será examinado en la próxima asamblea del Sínodo de los obispos.

Cuánta alegría y cuánta esperanza nos dais con vuestra presencia y con vuestra actividad!

Sabemos que en vuestras comunidades os esforzáis todos juntos en comprender y desarrollar las riquezas de vuestro bautismo y las consecuencias de vuestra pertenencia a Cristo. Tal empeño os lleva a daros cuenta de que la vida cristiana no es otra cosa que una coherencia, un dinamismo permanente que deriva del hecho de haber aceptado estar con Cristo y prolongar su presencia y su misión en el mundo.

Este propósito, que para vosotros es un modo consciente y auténtico de vivir la vocación cristiana, se traduce también en un testimonio eficaz para los otros, en un estímulo para el redescubrimiento y la recuperación de los valores cristianos verdaderos, auténticos, efectivos, que de otro modo podrían quedar olvidadas. No! Vosotros los hacéis evidentes, emergen y les dais un esplendor moral verdaderamente ejemplar, precisamente porque así, con este espíritu cristiano vivís esta comunidad neocatecumenal.

Vivir y promover este despertar es considerado por vosotros como una forma de catecumenado posbautismal, que podrá renovar en las comunidades cristianas de hoy aquellos efectos de madurez y de profundización que en la Iglesia primitiva eran realizados en el período de preparación para el bautismo.

Vosotros lo hacéis después: yo diría que el antes o después es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana. Y esto tiene un mérito grandísimo, repito, que nos consuela enormemente y que nos sugiere e inspira los augurios, los votos y las bendiciones más copiosas para vosotros y para todos aquellos que os asisten y para cuantos vosotros podéis con vuestro saludo y con vuestro mensaje saludar de nuestra parte.

Nos alegra saber que ayudáis a tomar conciencia de esto en muchas parroquias. Nos alegra particularmente saber que en toda vuestra iniciativa estáis sumamente atentos a la dependencia de vuestros pastores y a la comunión con todos los hermanos. Os alentamos por esta sensibilidad eclesial, que es siempre garantía de la presencia edificadora del Espíritu.

Actualidad del neocatecumenado
Pablo VI, audiencia general del 12 de enero de 1977. Texto tomado de la grabación original de Radio Vaticano.
La presencia en esta audiencia de un grupo tan notable por su número - sois casi vosotros solos - y por la dignidad de los participantes - vuestros dirigentes y, sobre todo, el grupo de obispos, que habéis traído con vosotros - pertenecientes a las comunidades neocatecumenales, nos ofrece la ocasión de llamar la atención de nuestros visitantes y de cuantos escuchan esta palabra familiar nuestra, por lo tanto, sobre dos acontecimientos de la Iglesia católica. El primero es el Sínodo del episcopado de 1974, de hace tres años, que tuvo entonces como tema la evangelización , la evangelización en nuestro tiempo: cómo hacer hoy para propagar el evangelio.

Este fue el tema del Sínodo del 74, que dio materia a nuestra posterior exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, que fue publicada el 8 de diciembre de 1975. Si tuviésemos la veleidad de hacer propaganda de nuestros documentos, querríamos casi recomendarlo. Porque es tan denso, tan tributario de todo lo que dijeron los obispos en el Sínodo - ha querido interpretar, recoger y ordenar todas sus ideas, haciendo accesible su lenguaje, lo más simple posible -, que nos hace, repito, recomendarlo especialmente a vosotros, que queríais ser los neocatecumenales, es decir, que queréis instruir y evangelizar a esa gran muchedumbre de pueblos que lográis atraer. Creo que haríais un buen servicio, tanto a vosotros como a vuestros seguidores y discípulos.

El segundo acontecimiento es futuro todavía, pues tendrá lugar este año, empezando el 30 de septiembre: el próximo Sínodo episcopal. Tendremos aquí unos doscientos obispos, procedentes de todas las partes del mundo, nombrados por sus respectivas conferencias episcopales. Cuál será el tema ? Nuevamente el tema de la evangelización, bajo otro aspecto, que es el de la catequesis, es decir, cómo enseñar la religión, especialmente a los niños, a los adolescentes, a la juventud y también a los hombres maduros, en este momento de nuestra civilización; cómo llegar a ser maestros de catecismo. Son los obispos los que han querido este tema. Lo tomaremos de nuevo y lo desarrollaremos. Digo esto para afirmar cómo vosotros, catecumenales, estáis de actualidad.

Esto demuestra hasta qué punto la conciencia de la misión fundamental de la Iglesia, que es la de difundir el mensaje evangélico, según el último mandato de Jesús, al término de su presencia visible sobre la tierra - cuáles fueron sus palabras ? Id y predicad !, "Id y enseñad a todas las naciones" - esta conciencia, repito, está vigilante y operante en nuestra Iglesia de hoy. Cuántas veces, al examinar la historia pasada, que ha caracterizado los períodos de la historia de la Iglesia, se dice: "Pero, de qué se ocupaban?" Había guerra entre ciertos estados, o bien había las famosas cuestiones dogmáticas, etc., que interesaban, sí y no, a la opinión pública y al apostolado pastoral. La Iglesia ha vuelto de nuevo a sus funciones y sus deberes pastorales, y el primer deber pastoral es el de anunciar el evangelio, ir al encuentro del mundo y decir: "Mira, te traigo el mensaje"; el mensaje que los ángeles trajeron a la tierra: "Gloria a Dios y paz en la tierra" y después el mensaje de Cristo de anunciar el evangelio, es decir, la palabra buena, que Jesucristo nos enseñó.


El catecumenado: preparación al bautismo  El neocatecumenado: después del bautismo
Pablo VI, audiencia general del 12 de enero de 1977. Texto tomado de la grabación original de Radio Vaticano.
La palabra catecumenado hace referencia al bautismo. Catecumenado era el período de preparación al bautismo. El bautismo, ahora, no tiene ya, por lo menos difusiva y didácticamente, este desarrollo. Entonces estos (los catecumenales) dicen: "Bien, lo haremos después del bautismo". No ha sido suficiente la gracia santificante. Es más: la gracia santificante no ha hecho más que encender un fuego, que debe ser después luz, que se propaga durante la vida. San Agustín hace referencia a esto: "No podemos anticipar? Hagamos después el catecumenado", es decir, la instrucción, la educación, la madurez, todo el arte educativo de la Iglesia, después del bautismo.

El sacramento de la regeneración cristiana debe volver a ser lo que era en la conciencia y en la costumbre de las primeras generaciones del cristianismo. La praxis, la práctica, que es norma de la Iglesia, introdujo la santa costumbre de dar el bautismo a los recién nacidos. Por eso es necesario el padrino que suple y habla en nombre del bautizado.

Pero el bautizado no saca ningún provecho de esta atestación que el padrino da al sacerdote, dejando que el rito bautismal concentrase ahora litúrgicamente - en efecto la liturgia todavía conserva vestigios de esta iniciación preparatoria - la preparación que, en los primeros tiempos, cuando la sociedad era profundamente pagana, precedía al bautismo y que se llamaba catecumenado. Más tarde la Iglesia concentró este período. Por qué? Porque las familias eran todas católicas, eran todas buenas, todas cristianas; la sociedad, en el fondo, estaba orientada cristianamente; se aprendía a lo largo de la vida. Pero ahora que la sociedad ya no es uniforme, homogénea, sino que es pluralista, es más, está toda ella llena de contradicciones y de obstáculos al evangelio en sí mismo, en el ambiente social de hoy, es necesario que este método sea integrado por una instrucción, por una iniciación posterior, como decía, al estilo de vida propio del cristiano, que debe ser hecha después del bautismo.

Este es el secreto de vuestra fórmula. Es decir: da una asistencia religiosa, confiere una preparación práctica a la fidelidad cristiana y realiza una inserción efectiva en la comunidad de los creyentes, que es la Iglesia, después de que uno ya ha entrado, efectiva y sobrenaturalmente, en la Iglesia; ha sido como una semilla que no ha tenido todavía tiempo de desarrollarse.

He aquí pues, el renacer de la palabra catecumenado que, ciertamente, no quiere invalidar ni disminuir la importancia de la disciplina bautismal vigente, sino que la quiere aplicar con un método de evangelización gradual e intensivo, que recuerda y renueva, en cierto modo, el catecumenado de otros tiempos. El que ha sido bautizado necesita comprender, pensar de nuevo, apreciar y decir amén a la inestimable riqueza del sacramento recibido.


Lo que hacían los catecúmenos en la Iglesia primitiva lo hacen ahora las comunidades neocatecumenales.
Juan Pablo II: visita a la parroquia de San Timoteo, Roma 10 de febrero de 1980. Cf L'Osservatore Romano, 11-12 de febrero de 1980.

Los catecúmenos, especialmente en los pueblos tradicionalmente católicos, son los niños pequeños, los recién nacidos. Pero estos no son catecúmenos porque no pueden ser preparados para el bautismo. Los catecúmenos de los primeros siglos constituían una realidad muy importante en la Iglesia: yo creo que, lo que hacían ellos para la fe en aquella época, lo hacen ahora las comunidades neocatecumenales. Pero lo hacen porque han sido bautizados por otros al comienzo de la vida. El sentido del catecumenado es el de prepararse al bautismo: prepararse, en el sentido pleno de la palabra, quiere decir ser introducidos en los misterios de Dios viviente, porque en el bautismo se recibe no sólo el nombre de cristiano, sino también la participación en Cristo mismo, en el misterio de Dios viviente para el hombre.

Los testimonios que me habéis traído prueban todos que hay un momento de la gracia, un momento de iluminación, un momento en el que se encuentra a Dios viviente que quiere vivir en vuestra vida, vivir vuestra vida. Esto es de mucho valor para vuestra experiencia personal de cristianos, pero sobre todo es de mucho valor para la formación apostólica. Esta experiencia debe estar como base de toda formación apostólica, digamos catequética. No solamente hay que conocer fórmulas de fe y teología, sino que hay que entrar también en contacto con el misterio de la vida divina, abierta a todos nosotros con Jesucristo. Solo después de la experiencia personal se puede dar testimonio. Os deseo que profundicéis cada vez más vuestra fe y que reine siempre en vosotros la alegría.

Neocatecumenado: camino para descubrir el propio bautismo.
Juan Pablo II: visita a la parroquia de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento y de los Santos Mártires Canadienses, 2 de nombre de 1980. Cf L'Osservatore Romano, 2-4 de noviembre de 1989, con inclusiones de la grabación.

El domingo 2 de noviembre, el santo padre se trasladó a visitar la parroquia del Santísimo Sacramento y de los Santos Mártires Canadienses en Villa Massimo. En la iglesia, celebró la eucaristía en presencia de los cardenales Poletti y Roy, del obispo auxiliar Oscar Zanera y de la comunidad parroquial.

El Papa descendió a la cripta de la iglesia, de ambiente altamente sugestivo; a la entrada hay una gran piscina bautismal, excavada en el pavimento y de donde mana una fuente de agua viva. Al fondo, en la parte opuesta, la cátedra, adosada a un largo muro "afrescado" con escenas sagradas. Delante de la cátedra una gran mesa eucarística sobre la que lucía el cirio pascual. Alrededor unas quinientas personas: los hermanos de las comunidades neocatecumenales que, desde hace doce años, recorren el camino en esta parroquia.

El padre Guillermo Amadei presentó al santo padre las once comunidades que actualmente recorren su camino: la primera formada en 1968 y las dos últimas en la pascua pasada. El padre Amadei subrayó también la ayuda enorme dada por los catequistas, que han surgido de estas comunidades, al plan pastoral de la parroquia, centrado todo él en la evangelización, así como a muchas otras parroquias de Roma, de Italia y de otros muchos países de distintos continentes.

Tomó después la palabra Kiko Argüello, que habló ampliamente de su experiencia espiritual y del largo itinerario que le llevó a la conversión:
"El Señor me permitió hacer una experiencia de absurdo, de ateísmo, hasta que al fin tuvo misericordia de mí: me humilló hasta hacerme suficientemente pobre como para pedirle ayuda a él, y después me llevó a vivir entre los pobres sin que yo supiera cuál era verdaderamente el camino del Señor. Me fui a vivir entre los pobres de las chabolas de Madrid, sin saber que Dios tenía preparado un proyecto del cual hoy yo mismo estoy sorprendido, maravillado y, al mismo tiempo, asustado; porque sé que esto probablemente no se hace sin muchísimo sufrimiento".

Kiko habló también del gran esfuerzo de síntesis teológica y catequética al que fue obligado dada la humildad de la gente que lo escuchaba y que no estaba capacitada para comprender abstracciones. Con la ayuda de Carmen Hernández y siguiendo la línea del Concilio, la levadura nacida en el corazón de Kiko se transformó en un itinerario de fe, en un catecumenado progresivo, por etapas, en obediencia total, que se propone como una ayuda a las parroquias para la catequesis: para llevar a los adultos dentro de la comunidad cristiana a revivir de modo pleno el evangelio, a través del descubrimiento de los dones del bautismo.

Profundamente interesado en la larga narración de la experiencia espiritual de Kiko Argüello y de los orígenes del Camino neocatecumenal, el santo padre habló a su vez largamente, profundizando con sinceridad y con espíritu de amor el sentido eclesial de las comunidades neocatecumenales, improvisando el siguiente discurso, recogido de viva voz durante el encuentro:

Deseo sobre todo deciros que os quiero, viéndoos en tan gran número, reunidos todos juntos: adultos, jóvenes, muchachos, niños, con vuestros sacerdotes. Os quiero. He seguido con interés las informaciones facilitadas por vuestro presbítero. Debo deciros que no es la primera vez que escucho su palabra y también su entusiasmo por el movimiento neocatecumenal que, al ser "camino", es también movimiento. Luego he escuchado con interés el testimonio de vuestro primer catequista.

Qué puedo deciros? Sobre todo esto: que la palabra pronunciada más a menudo ha sido la palabra fe. Y todos vosotros sois fieles; quiero decir: poseéis la fe. Pero hay algo más: muchos poseen la fe, pero vosotros habéis recorrido un camino para descubrir vuestra fe, para descubrir el tesoro divino que lleváis en vosotros, en vuestras almas. Y habéis hecho tal descubrimiento descubriendo el misterio del bautismo. Es verdad que son muchos los bautizados en el mundo. Ciertamente todavía son una minoría entre los ciudadanos del mundo, pero son muchos. Entre estos bautizados no sé cuántos son conscientes de su bautismo, no simplemente del hecho de ser bautizados, sino de qué quiere decir ser bautizados, de qué quiere decir el bautismo.

La senda o el camino para descubrir la fe por medio del bautismo, es el camino que todos nosotros encontramos en la enseñanza de Cristo, en el evangelio.

Lo encontramos, y diría incluso de modo profundo, mediante la reflexión, en las cartas de Pablo. El nos ha mostrado cuál es la profundidad inmensa del misterio del bautismo, qué quiere decir esta inmersión en el agua bautismal, comparando la inmersión en la muerte de Cristo, muerte que nos ha traído la redención y muerte que nos trae la resurrección. De esta forma todo el misterio pascual está como resumido en el sacramento, quiero decir en el misterio del bautismo.

Así pues, descubrir la profunda dinámica de nuestra fe es descubrir el pleno contenido de nuestro bautismo. Si entiendo bien, vuestro camino consiste esencialmente en esto: descubrir el misterio del bautismo, descubrir su pleno contenido y así descubrir qué quiere decir ser cristiano, creyente.

Este descubrimiento está, podemos decir, en la línea de la tradición, tiene raíces apostólicas, paulinas, evangélicas. Este descubrimiento es al mismo tiempo original. Ha sido siempre así y así seguirá siendo. Siempre que un cristiano descubre la profundidad del misterio de su bautismo, realiza un acto totalmente original y esto no se puede hacer sino con la ayuda de la gracia de Cristo, con la ayuda de la luz del Espíritu Santo, porque es misterio, porque es realidad divina, realidad sobrenatural y el hombre natural no puede comprenderla, descubrirla, vivirla. En resumen, se debe decir: todos vosotros, que habéis obtenido la gracia de descubrir la profundidad, la plena realidad de vuestro bautismo, debéis estar muy agradecidos al dador de la gracia, al Espíritu Santo, que os ha concedido esa luz, la ayuda de la gracia para obtener este don una vez y después continuar. Esta es la conclusión de la primera parte de la reflexión.

Camino del hombre nuevo
Juan Pablo II: visita a la parroquia de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento y de los Santos Mártires Canadienses, 2 de noviembre de 1980. Cf L'Osservatore Romano 3-4 de noviembre de 1980, con inclusiones de la grabación.

Y he aquí brevemente la segunda parte: descubrir el bautismo como comienzo de nuestra vida cristiana, de nuestra inmersión en Dios, en el Dios viviente, y en el misterio de redención, en el misterio pascual, descubrir nuestro bautismo como comienzo de nuestra vida simplemente cristiana, debe constituir el comienzo del descubrimiento de toda nuestra vida cristiana, paso a paso, día a día, semana tras semana, período de vida tras período de vida, porque la vida cristiana es un proceso dinámico. Se comienza, se bautizan normalmente los pequeños, los niños poco después del nacimiento, pero luego crecen; crece el hombre, debe crecer también el cristiano. Entonces se debe proyectar el descubrimiento del bautismo sobre toda la vida, sobre todos los aspectos de la vida; se debe ver también, teniendo como base este comienzo sacramental de nuestra vida, toda su dimensión sacramental porque la vida entera tiene una pluriforme dimensión sacramental.

Tenemos los sacramentos de la iniciación: bautismo, confirmación, para alcanzar la plenitud, el punto central de tal iniciación es la eucaristía. Sabemos bien, sin embargo, que los padres de la Iglesia han hablado del sacramento de la penitencia como nuevo bautismo, como segundo bautismo, segundo, tercero, décimo, etc.
Podemos hablar también del último bautismo de la vida humana, el sacramento de los enfermos; y tenemos, además, los sacramentos de la vida comunitaria: sacerdocio, matrimonio. La vida cristiana tiene toda una estructura sacramental y debe ir encuadrada en el descubrimiento del propio bautismo, en una estructura que es esencialmente santificante, porque lo sacramentos abren camino al Espíritu Santo. Cristo nos ha dado el Espíritu Santo en su plenitud absoluta. Solamente hay que abrir los corazones, hay que abrir camino. Los sacramentos abren camino al Espíritu Santo que actúa en nuestras almas, en nuestros corazones, en nuestra humanidad, en nuestra personalidad; nos construye de nuevo, crea un hombre nuevo.

Así pues, este camino, camino de la fe, camino del bautismo descubierto de nuevo, debe ser un camino del hombre nuevo; este ve cuál es la verdadera proporción, o mejor la desproporción de su entidad creada, de su creaturalidad respecto al Dios creador, a su majestad infinita, al Dios redentor, al Dios santo y santificador, y trata de realizarse bajo aquella perspectiva.

Se impone así el aspecto moral de la vida que debe ser otro e incluso yo diría el mismo fruto, si se descubre de nuevo la estructura sacramental de nuestra vida cristiana: sacramental quiere decir en efecto santificante. Se debe descubrir al mismo tiempo la estructura ética, porque lo que es santo es siembre bueno, no admite el mal, el pecado: sí, el santo, el más santo de todos, Cristo, acepta a los pecadores, los acoge, pero para hacerlos santos. Todo esto es, pues, el programa. Y así tenemos el punto segundo, la segunda conclusión; descubriendo el bautismo como comienzo de nuestra vida cristiana en toda su profundidad, debemos descubrir después las consecuencias, paso a paso, en toda nuestra vida cristiana. Por tanto debemos hacer un camino, debemos hacer un camino.


Camino para vivir profundamente el misterio de ser hijos de Dios
Juan Pablo II: visita a la parroquia de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, Roma, 14 de diciembre de 1980. Cf L'Osservatore Romano, 15-16 de diciembre de 1980.
Nos hemos encontrado muchas veces en varias parroquias de Roma, la última vez fue en la parroquia de los Mártires Canadienses. Al llegar aquí he encontrado a muchos niños y los he abrazado. Esto me ha hecho pensar rápidamente en las palabras del Señor que dijo que todos nos debemos "hacer como niños" (Mt 18,3), aunque tengamos cincuenta o sesenta años como yo, o más; debemos ser como niños. Se trata precisamente de la filiación sobrenatural, que echa raíces en nosotros y comienza en el momento del bautismo.

Vosotros que, como neocatecúmenos, estáis centrados en vuestra espiritualidad en el misterio del bautismo, debéis vivir profundamente el misterio de la filiación divina, el misterio de ser hijos de Dios y todo lo que procede de esta realidad que constituye el auténtico dinamismo de la filiación divina.

Esto es esencialmente lo que os quería decir; pero os lo digo de una manera particular porque sois parroquianos de la parroquia de la Natividad, donde el misterio del Hijo de Dios hecho hombre está en el centro de la vida comunitaria y también porque ya está próxima la fiesta de navidad. Os deseo que caminéis siempre, y progreséis siempre en esa realidad interior y sobrenatural que es la realidad de la gracia, de la gracia de los hijos adoptivos de Dios, hechos semejantes a su Hijo unigénito que se hizo hombre para atraernos y para hacernos semejantes a él.

Cuando el Papa acabó de pronunciar estas palabras, Kiko le presentó a algunos catequistas itinerantes que, formados en la parroquia de la Natividad, están ahora llevando su testimonio a varios países del mundo. Entre ellos había un joven sacerdote que acababa de volver de América Latina. El sacerdote quiso explicar a Juan Pablo II la dramática situación con que misioneros y catequistas tienen que enfrentarse especialmente en Centroamérica y en América del Sur.

"Necesitamos, dijo el sacerdote, ser alentados, santo padre, porque es muy difícil la situación que Centroamérica está viviendo. Volvemos aquí como san Pablo preguntándonos si corremos en vano, porque nos encontramos en una situación en que no sabemos si la Iglesia es la de la revolución, como muchos dicen allí, o si es anunciar a Jesucristo".

Antes de que el sacerdote hubiese acabado de hablar, el Papa dijo con voz fuerte y clara:
"Te doy ya la respuesta: ANUNCIAD A CRISTO! A CRISTO SOLAMENTE!"
(Un caluroso aplauso subrayó las palabras del supremo Pastor).
Puedo añadir - continuó el Santo Padre - que no pasa un solo día sin que yo rece por esos países, sobre todo por los más atormentados, a los cuales sigo con amor y confianza. Tenéis que saber - concluyó el Papa después de una breve pausa - que allí hay también una Madre muy fuerte!


No basta ser cristianos, es necesario hacerse cristianos cada día
Juan Pablo II: Visita a la parroquia de Santa Francesca Cabrini, Roma, 4 de diciembre de 1983. Cf L'Osservatore Romano, 5-6 de diciembre de 1983, incluida la grabación.
Me complace veros a vosotros, a vuestras familias y a vuestros hijos. Todos nosotros somos hijos de Dios, llegamos a serlo por el bautismo, sacramento grande y yo diría que tremendo; no lo parece porque es un sacramento muy suave que se realiza con agua, con aceite, con el santo crisma (esta mañana he bautizado a una niña). Y además este sacramento tan suave y que estamos acostumbrados a conferirlo a los recién nacidos, este sacramento tiene una profundidad tremenda, estupenda, porque nos sumerge en la muerte redentora de Cristo, nos sumerge en esta muerte para hacernos resucitar con Cristo y así participar en su obra. Es el único camino para llegar a ser hijos de Dios, el único camino sacramental para llegar a ser hijos de Dios, el único camino sacramental para llegar a ser hijos, para participar en la vida que Cristo nos ha traído, manifestándola en su resurrección.

Lo que os digo toca lo más profundo de vuestro movimiento que se llama neocatecumenal. El catecumenado era una institución muy antigua en la Iglesia. Cuántos catecúmenos han pasado por esta Roma antigua de los césares, por esta Roma romana, pagana!, y cuántos se han preparado con el catecumenado al bautismo ya de mayores! Pero hoy el bautismo, el mismo sacramento, se ha convertido en un sacramento de pequeños, de niños recién nacidos y este camino catecumenal viene pospuesto al bautismo: el catecumenado se convierte así en algo de toda la vida, sí toda la vida somos catecúmenos!
Falta el catecumenado institucional, el de la primera época cristiana, pero así el catecumenado ha llegado a ser una misión de nuestra vida cristiana, de nuestra vida de fe. He aquí vuestro movimiento, y desde aquí saludo a su inspirador (lo conozco bien!), vuestro movimiento está centrado sobre este proceso de llegar a ser hijos de Dios, de llegar a ser cristianos, y esto es muy importante!

Muchos piensan: "Pero nosotros ya somos cristianos". Dicen "somos cristianos" sin saber de qué se trata, porque hay que llegar a ser cristiano, llegar a serlo cada día, descubrir cada día qué quiere decir christianus, Christo adscriptus. En la ciudad de Antioquía se comenzó por vez primera a llamar "cristianos" a los discípulos de Cristo, los secuaces cristianos. Esto hay que descubrirlo, descubrirlo cada día, descubrirlo cada vez más, porque el misterio del bautismo es muy profundo; es un misterio divino y al mismo tiempo humano; la realidad divina toca al ser humano, al mismo ser humano, y este llega a ser hijo de Dios adoptivo..., basta!

Vosotros concretamente reflexionáis mucho, meditáis mucho en estas verdades, en estas realidades. Yo tengo que hacer notar aquí en la parroquia de Santa Francesca Cabrini que vuestro movimiento constituye aquí un fermento, fermento que debe penetrar en la masa y en el mundo de los cristianos en general. No todos son conscientes de esto ni todos lo cumplen: sois levadura, debéis fermentar esta comunidad - son cerca de veinte mil personas - fermentarla con una conciencia de la dignidad humana envuelta en la realidad de la filiación divina.


Realizar la dimensión bautismal significa vivir la auténtica identidad del ser cristiano
Juan Pablo II: audiencia particular a dos mil sacerdotes de las comunidades neocatecumenales, Ciudad del Vaticano, 9 de diciembre de 1985. Cf L'Osservatore Romano, 11 de diciembre de 1985.

He escuchado con vivo interés las palabras que, en nombre de todos vosotros, me ha dirigido Kiko Argüello, el cual ha querido explicar cómo todas las comunidades del Camino neocatecumenal, esparcidas por diversas naciones, se han comprometido en continua oración y meditación por el Sínodo extraordinario, que se ha celebrado a los veinte años de la conclusión del concilio Vaticano II.

Vuestra participación espiritual en la preparación y vuestra presencia en la ceremonia conclusiva del Sínodo han sido una manifestación significativa y solemne de vuestra fidelidad a Cristo redentor y a la Iglesia peregrina, que transmite a los hombres la gracia, especialmente con los signos sacramentales, los cuales recuerdan y hacen actual la eficacia de la redención.

Tengo la satisfacción de recordar en esta audiencia los muchos encuentros que he tenido con varias de vuestras comunidades, sobre todo en las visitas pastorales en mi diócesis de Roma, encuentros en los que he estimulado vuestra experiencia espiritual, que se funda en el valor básico del sacramento del bautismo, con la conciencia de que realizar la dimensión bautismal significa, principalmente, vivir la realidad auténtica del ser cristiano; significa unirse íntimamente con Cristo eucaristía; significa amar concreta y eficazmente a todos los hombres como hermanos en Cristo; significa plantear y dirigir las propias opciones morales en conformidad y sintonía con las promesas bautismales.

Este camino, camino de la fe, camino del bautismo descubierto de nuevo - dije a vuestros amigos de la Iglesia de los Santos Mártires Canadienses en Roma - debe ser un camino del hombre nuevo; este ve cuál debe ser la verdadera proporción o, mejor, la desproporción de su entidad creada, de su carácter de criatura, respecto del Creador, a su majestad infinita, al Dios redentor, al Dios santo y santificador, y trata de realizarse en esa perspectiva.

Por medio de vuestro "Camino" se comprende el tesoro que fue el catecumenado para la Iglesia
Juan Pablo II: visita a la parroquia de Santa María Goretti, Roma, 31 de enero de 1988. Cf L'Osservatore Romano, 1-2 de febrero de 1988.
Os doy las gracias por este encuentro y por todos los testimonios que habéis dado. Escuchándoos y encontrándome con vosotros, pienso en el Catecumenado en general, no sólo con categorías históricas. El Catecumenado ciertamente pertenece a la historia de la Iglesia primitiva y misionera, pero a través de vuestro camino y de vuestras experiencias se ve qué tesoro ha sido para la Iglesia el Catecumenado como método de preparación del bautismo.

Cuando estudiamos el bautismo, cuando administramos este sacramento principal de nuestra fe, cuando leemos las palabras de san Pablo a los romanos, vemos más claramente que la práctica en el día de hoy se ha convertido en insuficiente y superficial. Si se trata de la naturaleza sacramental del bautismo, si se trata de las promesas bautismales, que son en su esencia un programa de toda la vida nueva, la vida en Cristo, todo eso se practica y se realiza en la liturgia de la Iglesia hoy. Pero al mismo tiempo vemos también cómo, sin el catecumenado previo, esta es insuficiente, inadecuada al gran misterio de la fe y del amor de Dios que es el sacramento del bautismo: la inmersión en la muerte de Cristo y en su resurrección que es inmersión en la misma vida de Dios, inmersión en la Santísima Trinidad.

Naturalmente hay una explicación de las circunstancias por las cuales el catecumenado de la Iglesia primitiva y misionera desapareció con el tiempo. Fue a partir de un momento en que el bautismo estuvo más presente en las familias y los padres - impulsados por la fe - querían bautizar a sus hijos. Ciertamente estos niños no podían estar preparados al bautismo con la metodología del catecumenado, eran muy pequeños. Esta metodología ha sido mantenida en los países de misión y, a veces, da la impresión de que la fe de esos neófitos, de esos nuevos cristianos de Africa y de otros países del mundo que deben pasar por una experiencia de catecumenado casi análoga a la del catecumenado primitivo, que dura más de dos años, es más madura y ellos mismos parecen cristianos más maduros que nosotros, que pertenecemos a naciones y países en los que nos gloriamos de una vieja cristiandad y en los que el catecumenado, en su sentido primitivo y misionero, ha desaparecido.

El catecumenado no ha desaparecido del todo, pero ha sido sustituido por una catequesis llevada adelante por la Iglesia, con una información, una enseñanza y una educación cristiana en las familias. Todo esto es un equivalente del catecumenado en el sentido primitivo y misionero de la palabra. Pero es algo que se hace después del sacramento. Vosotros pertenecéis a la categoría de cristianos porque habéis recibido el bautismo tal como se hace hoy: en la familia, en la parroquia, en la Iglesia contemporánea.

La palabra "camino" es muy apropiada. Incluso el nombre es bonito: "neocatecumenal"
Juan Pablo II: visita a la parroquia de Santa María Goretti, Roma, 31 de enero de 1988. Cf L'Osservatore Romano, 1-2 de febrero de 1988.

A través de vuestro camino catecumenal - y debo decir que la palabra "camino" es muy apropiada -, se puede reconstruir lo que una vez era el verdadero catecumenado, más aún, se puede profundizar más en él. Porque es así como se puede llegar a recibir todos los frutos del bautismo vividos como se vivían en las comunidades primitivas, por los primeros cristianos, por las primeras generaciones cristianas que estaban dispuestas a todo, incluso al martirio por Cristo y llevaban una vida muy coherente.

También eran pecadores, porque el hombre, incluso después del bautismo, sigue siendo un pecador potencial. Pero en la vida de los primeros cristianos había una fuerza que podía, en una época que le era adversa como la de las persecuciones, la del paganismo, la de una cultura pagana y, diría, muy mundana (sabemos muy bien cómo era la vida de Roma en los primeros años de la era cristiana) había una fuerza que podía animar una cristianización que se difundía, no sólo entre las personas y las familias, sino que llegaba hasta naciones enteras. Ciertamente, cuanto más aumentaba la cantidad de la cristianización, más decaía la calidad de la misma.

Claro que nosotros hoy, en los países de la vieja cristiandad, sobre todo en los países de Europa, advertimos el agotamiento de nuestro cristianismo interior, de lo que debería ser el fruto de nuestro bautismo. El bautismo es el sacramento que contiene todo el proyecto de la vida cristiana, no es el único sacramento, pero es el sacramento de iniciación y del fundamento, y sabemos bien que un edificio crece según sean sus cimientos.