LA VOCACION DEL CANTOR
De: A.J. Heschel
(Traducido al Español del original en Italiano: Por James Arosemena)

¿Qué cosa le espera a una persona que entra en una Sinagoga?
 

Para estudiar se frecuenta la Biblioteca,
para adquirir riquezas de valor estético se va al museo de arte,
para escuchar música, se va al concierto.
 

Y, ¿Cuál es la razón para ir a la Sinagoga?
Hay muchas oportunidades para adquirir los valores mundanos, oficios,
técnicas, pero ¿donde se puede ir para aprender las profundidades del
Espíritu? Existen muchas oportunidades para hablar en público, pero ¿donde
encontramos oportunidades para el silencio? Muchos nos enseñaron como ser
elocuentes, pero ¿quién nos enseña a callar?. Ciertamente es importante
desarrollar un sentido de "humorismo" pero ¿no es más importante poseer un
sentido de Reverencia? ¿Dónde se puede adquirir la Sabiduría Eterna de la
compasión? ¿Dónde el miedo de la propia crueldad, volverse sensible al
peligro de la propia torpeza? ¿Dónde se puede aprender y aprehender que la
verdad más profunda se encuentra a través de la contrición?
 

Constantemente nos encontramos necesitados del don de la purificación.
Tenemos necesidad de experimentar momentos en los cuales el Espíritu entra
en nuestra historia. Cada uno posee un sentido de la belleza y es capaz de
distinguir entre lo que es hermoso y lo que es feo, pero tenemos que ser
sensibles no solo a la estética, mas al Espíritu. Y es en la Sinagoga donde
podemos buscar esta interioridad y sensibilidad. Para intentar lograr una
certeza espiritual, uno no puede apoyarse en sus propias fuerzas.
 

Necesitamos una atmósfera en la cual nuestra sed espiritual está
permanentemente condividida por una comunidad. Cierto necesitamos de
estudiantes, de estudiosos, de maestros y de especialistas, pero sobre todo
necesitamos de testigos, de hombres sumergidos en la vida de adoración, que
al menos por un momento, se den cuenta que la vida pierde sentido sin la
estrecha unión a Dios.
 

Es deber del cantor crear la comunidad litúrgica y transformar una
pluralidad de individuos que rezan en una unidad de personas que adoran.
Pensando en su experiencia religiosa, un hebreo se da cuenta que los
momentos religiosos más sobresalientes de su existencia tuvieron lugar
durante la oración.
 

El culto es la fuente de la experiencia religiosa, de lo que llamamos
introspección.
 

En el pasado las horas vividas en la liturgia eran la fuente de nuestra fe y
nos tendríamos que interrogar si estas fuentes están todavía vivas en
nuestros tiempos.
 

Un día, después de una liturgia, escuché decir a una señora anciana: "Fue
una liturgia encantadora, casi lloro". ¿Es esto lo que la oración significa
para nosotros?
 

Dios es serio, no es "cariñoso".
Y nosotros nos imaginamos que el sentimentalismo sea oración. "Servid al
Señor con temor y exultad con terror".
 

La oración es gozo y temor, confianza y terror juntos.
He crecido en una familia donde el espíritu era una cosa concreta.
No había elegancia, pero si contrición,
no había muchas riquezas, pero si un gran deseo de Dios.
Mi familia era un lugar donde, encontrando a un hebreo, encontraba el
hebraísmo y cuando entrábamos en una Sinagoga, cualquier cosa podía suceder.
Todavía hoy, cuando voy a la Sinagoga espero siempre volver a experimentar
nuevamente esta atmósfera. Pero ¿qué cosa encuentro en las Sinagogas de hoy
día? ¿Qué cosa "sucede" en realidad en nuestras liturgias?
 

Uno se tendría que dar cuenta de las dificultades del cantor. Con frecuencia
la invitación a orar se rompe como contra un muro de acero. No siempre la
Asamblea está abierta a la adoración y el cantor está llamado a abrir una
brecha a la indiferencia general, la tiene que conquistar, para poder rezar
en nombre propio, con frecuencia tiene antes que despertar a aquellos que
duermen, antes de poder afirmar que es "Shaliach Tzibur" o sea "el enviado
de la Comunidad".
 

La tragedia de la Sinagoga de hoy es la despersonalización de la oración.

Ser cantor se ha convertido en una destreza, una técnica, un oficio, una
cosa en el fondo impersonal. Como consecuencia de esto los sonidos que
emite el cantor no invitan o no suscitan a la Asamblea a participar, entra
por los oídos, pero no toca el corazón.

La palabra en lengua hebrea mas apropiada para referirse al cantor es "Baal
Tefillah" o sea "Maestro de Oración". La misión del cantor es de conducir a
la oración; no está de pie delante del arca como un artista, aislado,
buscando mostrar su habilidad o su voz y ni siquiera está delante del arca
como un singular individuo, sino que está junto a su comunidad, con la cual
tendría que identificarse. El representa, al mismo tiempo que inspira, a la
comunidad.

En la Sinagoga la música no tiene una finalidad en sí misma, sino que es un
medio que debe ayudar a la experiencia religiosa. Su función es de ayudarnos
a vivir por un momento en La Presencia de Dios: a abrirnos hacia Él en la
alabanza, en el conocimiento de nosotros mismos y en la esperanza…

Nos hemos acostumbrado a creer que el mundo es un vacío espiritual y que son
solo los ángeles que proclaman: "llena está la tierra de Su Gloria". Como si
solo los serafines estuviesen dotados de la capacidad de glorificar. Los
cielos proclaman la gloria de dios. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo lo manifiestan?
No emiten discursos, no dicen palabras, ni siquiera se siente su voz. Los
cielos no tienen voz, no se puede escuchar la gloria. Es deber del hombre
revelar lo que está escondido, de ser voz de la gloria, de cantar su
silencio, de exprimir, de decir lo que está en el corazón de todas las
criaturas. La gloria está acá, invisible y silenciosa pero el hombre es su
voz. Su deber es de ser el canto, así todo el cosmos es una asamblea en
busca de un cantor. De tal manera que cada séptimo día proclamamos: todos te
bendecimos, todos te alaban, todos dicen: ninguno es Santo como el Señor.
 

¿Qué oído ha escuchado como los árboles cantan a Dios? ¿Alguna vez ha
pensado nuestra razón de invitar el sol a alabar al Señor? Con todo lo que
el oído no escucha, y que la razón no percibe, nuestra oración lo explica a
nuestra alma. Se trata de una verdad que solo el espíritu puede acoger:
"todas tus obras te bendicen, Señor". No estamos solos en nuestra alabanza y
culto. Donde quiera que exista la vida, existe una liturgia silenciosa. El
universo busca continuamente la unidad a través de la adoración y el hombre
es el cantor del universo y a él le fue conferida la facultad de subir a
Dios a través de esta cósmica oración. Cantar es intuir y afirmar que el
espíritu es real y que la gloria está presente.
 

Cantando percibimos lo que está "más allá" de cualquier percepción. El
canto, y particularmente el canto litúrgico, no es únicamente un modo de
expresión, sino una forma de descender el cielo sobre la tierra. El valor
numérico de la palabra shirah (= canto), equivale al valor numérico de la
palabra tefillah (=oración).
 

La música sinagogal es ante todo música al servicio de la palabra litúrgica.
Su alma es el nussach (=unción) y su integridad depende del cultivo del
nussach. Una de las razones principales del decaimiento de la oración
sinagogal es la pérdida del nussach, la pérdida del sentido del verdadero
canto.
 

Rezar sin la nussach significa perder la participación activa en la
comunidad. Si la gente no es capaz de rezar, sin duda será capaz de cantar,
y el canto lo conducirá a la oración. Lo que entiendo como desapego entre la
música sinagogal y la palabra litúrgica, no es un cantar sin palabras, sino
un cantar que contradice la palabra litúrgica. Un problema que es a su vez
espiritual y técnico. La voz del cantor no debe reemplazar, y ni siquiera
interpretar erróneamente el espíritu de las palabras.

El cantor que prefiera hacer sentir su voz más que ser aquel que transmite la palabra,
alejándose así del espíritu de las palabras, no logrará nunca acercar la
comunidad al espíritu de las palabras, no podrá acercar la comunidad a la
oración."Se humilde frente a las palabras", esta frase tendría que ser un
imperativo para el cantor. Delante de la Santidad del Arca, un auténtico
cantor se daría cuenta que su auditorio no son los hombres, sino Dios mismo;
se dará cuenta que no está allí para entretener a la gente, sino para
representar el pueblo de Israel y le sucederá que llegará a momentos en los
cuales olvidará el mundo entero, ignorará la comunidad, y será invadido de
la conciencia de saber que está en presencia de Dios. Entonces la comunidad
se dará cuenta que el cantor no da un concierto, sino que adora a Dios; que
rezar no significa escuchar a un cantor, sino identificarse con aquello que
viene proclamado. Oración es canto. "Cantad a Él, salmodiad para Él, meditad
sobre todas sus maravillas, sobre el misterio que nos encierra.


La maravilla supera cualquier descripción, el misterio sobrepasa las
facultades de cualquier forma lingüística. La única forma lingüística que
parece compatible con el milagro y el misterio de la existencia es el
lenguaje de la música, por ello la música es más que la sola expresividad.
Es mas bien, una forma de penetrar en un reino que está más allá de todo
aquello que se puede expresar verbalmente.
 

La expresión verbal tiene el peligro de hacer o transmitir una cosa
"de forma literal o literalmente" y de servir como sustituto para
laintuición. Las palabras humanas se convierten en "slogans" y estos
se transforman en ídolos. Pero la música es el rechazo de la poquedad y
limitación humanas. La música es un antídoto contra la idolatría de las
palabras humanas. Mientras otras fuerzas en la sociedad se alían para
ocultar nuestra mente, la música nos regala momentos en la cual el Inefable
se convierte en vida.Fue dicho que cuando el templo estaba todavía
en pie, quien transgrediera la ley, llevaría su sacrificio de expiación a Jerusalén,
el sacerdote lo escrutaba y discernía todos sus pensamientos, y si percibía
que el hombre aquel no se había arrepentido completamente, lo mandaba donde
los levitas que comenzaban a cantar salmos para llevar al pecador a la
Teshuvá, o sea, al arrepentimiento, al dolor de los pecados, a la contrición.
La música tiene el poder dconducirnos a las sombras del arrepentimiento, a
una insoportable toma de conciencia de nuestra vanidad y fragilidad,
y a la tremenda reverencia debida a Dios.

Sin embargo, la música es un vehículo que puede transmitir cualquier cosa:
Puede expresar ya sea vulgaridad como posibilidad de participación de lo que
es sublime; puede transmitir vanidad o inspirar humildad, puede generar
furor o puede estimular a la práctica de la compasión; puede incitar al
vacío o llenar de sentido y de maravilla una determinada situación; con
frecuencia es la voz de la más alta reverencia; pero frecuentemente es la
expresión más alta de la arrogancia.


Antes de entrar a la sinagoga, olvido todo aquello que sé y busco iniciar
desde el inicio. Algunas veces las palabras se abren, otras veces permanecen
cerradas, pero aún así es el canto que introduce aquel que se encuentra y
reconoce con una fe pobre, y la voz del cantor puede ser una puerta.

Una de las cosas que contaminan el canto de los cantores de hoy día es la
falta de sentido del misterio que está a la raíz de toda conciencia
religiosa.
 

La música alcanza su dimensión religiosa cuando cesa de satisfacerse del
sentimiento y de la imaginación.

La música religiosa es una tentativa de transmitir aquello que está cerca de
nosotros, pero que no podemos percibir con nuestros sentidos.

La progresiva pérdida de esta tensión somete todo el canto sinagogal a un
peligro que es el de convertirse en una distorsión del espíritu. La música
es el alma del lenguaje. Una buena frase es mucho más que simples palabras
unidas entre sí. Una frase sin tono, sin una cualidad musical es como un
cuerpo sin alma. El secreto de una frase bien concebida se encuentra en la
creación de una cualidad tonal que corresponda al sentido profundo de las
palabras que se dicen. Desgraciadamente esta armonía falta muchas veces en
la expresión de los cantores.
 

Algunas veces quedamos y probamos el sin sabor cuando escuchamos frases y
conjuntos de maravillosos pensamientos expresados con tonos falsos: palabras
sublimes pero melodías vulgares. Cuántas cosas que se escuchan en nuestras
sinagogas no tienen nada que ver con nuestra liturgia. Cuánta música que
escuchamos distorsiona y además contradice las palabras, en vez de ofrecer
una debida connotación. Una música de este género tiene un efecto
desastroso en nuestro deseo de oración; escuchando algunas melodías
sinagogales modernas con frecuencia uno se siente incómodo y no a gusto.
Para que nuestra música religiosa adquiera nuevamente su dignidad, no nos
bastará estudiar la tradición musical. Lo que en realidad nos urge es una
renovación litúrgica. Esto no sólo requiere un nuevo significado de lo
sagrado y una fe renovada, sino también un escrutinio integral, mejorando la
comprensión del sentido más profundo de las palabras litúrgicas y del modo
de apropiarse y proclamar estas palabras.

El declive de los cantores continuará hasta que no nos demos cuenta que el
significado del "sacro" y la fe son más importantes que el talento y que la
técnica; y la música no debe en ningún momento perder la relación con el
espíritu de las palabras.

En el judaísmo el estudio es una forma de culto (adoración), pero se puede
también decir que el culto es una forma de estudio e incluye la meditación.
No basta, por eso, que uno se apoye en la propia voz.
Urge de parte del cantor un constante esfuerzo para encontrar acceso a la
sublimidad de las palabras litúrgicas. ¿A que cosa nos exponemos en la
misteriosa atmósfera que cubre la Sinagoga?
 

No solo a palabras sagradas y no sólo a tonos sagrados. Esto ciertamente es
la esencia de nuestra liturgia: Una combinación de palabras y de música.
Pero aunque grande sea la música, ella nunca será el fin último. El último y
supremo fin es Dios y el medio a través del cual Él nos guía e la palabra.
Nosotros no poseemos música sagrada. La música es sólo el lenguaje del
misterio. Pero hay algo que es más grande que el misterio (en el sentido de
la inaccesibilidad).
 

Dios es el significado más allá de todo misterio y este significado se
esconde en las palabras de la Biblia, mientras que nuestra oración es un
intento de llevar a la luz lo que está oculto en estas palabras.
Difícilmente hay pruebas de la existencia de Dios, pero sí hay testigos.
Como primicias de estos testigos encontramos la escritura y luego, aquellos
que la meditan y la cantan.
 

Nuestra liturgia es un momento en el cual estos dos testigos se unen y se
manifiestan. Por el testimonio de dos testigos todo será decidido. Quizá
este es el modo de definir la figura del cantor. Es una persona en la cual
se encuentran estos dos testigos. En el cual el yo y la oración son uno
solo.
 

Quisiera definir la esencia de la figura del cantor como el arte de la
exégesis litúrgica, el arte de interpretar la palabra de la liturgia. Las
palabras mueren en la rutina: es deber del cantor concederles la vida. El
cantor es una persona que conoce el secreto de la resurrección de las
palabras. Este arte no sólo exige que el cantor ofrezca la propia vida sino
también la vida contenida en la piedad de todas las generaciones pasadas.
Nuestra liturgia contiene infinitamente mucho más de lo que nuestros
corazones puedan "sentir". La liturgia hebrea tanto en palabras como en
canto es un sumario de nuestra historia. Existe una Torá escrita (la
escritura) y una Torá oral (la tradición). Los hebreos afirmamos que la una
sin la otra son incomprensibles.

Del mismo modo podemos decir que hay una liturgia escrita y una
liturgia vivida. Existe la liturgia, pero existe también una contribución interior
y una respuesta a ella, una vía para dar vida a las palabras, un estilo
por el cual las palabras generan una proclamación personal y única. El Señor
ordenó a Noé: "Entra en la Tevah, tú y toda tu familia". Tevah significa arca,
pero también significa palabra.
 

Rezando, una persona debe entrar en la palabra con todo aquello que posee,
con el corazón y el alma, con el pensamiento y la voz."Haz una luz para la
palabra". La palabra es oscura y el deber de aquel que reza es de encender
la luz de la palabra. Humildemente tenemos que acercarnos ya sea a la
palabra como al canto. No tenemos que olvidar nunca que la palabra es más
profunda que nuestro pensamiento y que el canto es más sublime que nuestra
voz. Es la palabra la que nos lleva. Los rabinos dicen que "aquellos que
llevaban el Arca de la Alianza eran llevados por el Arca". Y en efecto,
quien sabe llevar la palabra en todo su esplendor, es llevado por esta misma
palabra y, quien ha encendido una luz a lo interno de la palabra, descubrirá
que ha encendido una luz dentro de su alma.
 

¿Dónde está la Shekinah? ¿Dónde encontramos la presencia de Dios?
Según el Zohar, la Shekinah se encuentra en la palabra. Dios está presente
en la palabra sagrada. Rezando descubrimos la santidad de las palabras. El
canto es la expresión mas íntima del hombre. De ningún modo el hombre se
descubre tan completamente como cuando canta; porque la voz de una persona,
en particular cuando canta, es el alma en toda su desnudez. Cuando cantamos
exprimimos y confesamos todos nuestros pensamientos. En todo sentido al
esencia del cantor es una efusión que emana del corazón.

Se cuenta que el Baal Shem Tov estaba escuchando intensamente un músico que
cantaba. Sus discípulos le preguntaron por que estaba tan sumergido en la
escucha del canto. Respondió: "Cuando uno canta, expulsa de dentro de sí
todo aquello que ha hecho".

Se cuenta que muchos cantores frecuentaban al escuela de un rabí casidico.
Todos se reunían donde él para las fiestas. Antes del Yom Kipur, un cantor
vino hacia el rabí pidiendo la bendición porque tenía que ir a su casa a
preparar los cantos para el día del perdón. El rabí le dijo: "Porque tienes
que revisar los cantos y las notas, son los mismos del año pasado. Es más
importante que tú revises tu vida y observes tus obras, porque no eres el
mismo del año pasado".

Un hombre piadoso de la comunidad había perdido el trabajo y buscaba como
sobrevivir. Los miembros de su comunidad, que lo admiraban por sus
conocimientos de la Torá y su piedad, le sugirieron de fingir como el cantor
en aquellos "diez tremendos días". Pero este se consideraba indigno de
servir como mensajero de la comunidad, como aquel que eleva la oración de
sus compañeros delante del Santo. Fue a consultar a su maestro, el rabí Di
Husiatin, le expuso su triste situación e hizo alusión a la invitación de
servirlo como cantor, pero que tenía miedo de aceptar aquella invitación
porque se sentía indigno. "Ten miedo y canta", le respondió el rabí.