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Intervención vaticana ante la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa

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Sobre libertad religiosa y otros desafíos


Intervención del arzobispo Dominique Mamberti, secretario de la Santa Sede para las Relaciones Con los Estados, en el Consejo ministerial de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que se celebró en Madrid del 29 al 30 de noviembre 2007.

En el encuentro participaron ministros de Asuntos Exteriores de 56 países que forman parte de esta institución.


* * *


Señor presidente:

La presidencia española ha guiado con empeño las actividades que, en este año, han marcado el «camino hacia Madrid». Pero las agujas del reloj se siguen moviendo velozmente y el futuro presenta citas inminentes, incluso electorales, asuntos problemáticos con evidentes consecuencias geopolíticas y significativas repercusiones para la seguridad y la democratización. La situación en Kosovo y en el Cáucaso, los nuevos desafíos de los equilibrios militares y de los acuerdos concluidos por la OSCE en este ámbito, reclaman el diálogo y la cooperación. Las persistentes amenazas y los conflictos sin resolver testimonian, sin embargo, que la estabilidad y la paz son «obras» abiertas.

No le corresponde a la Santa Sede entrar en cuestiones estrictamente políticas, y mucho menos quiere hacerlo; sin embargo, desea invitar a cuantos se sientan alrededor de esta mesa al respeto de la verdad y de la justicia, a mantener los compromisos asumidos, y a no perjudicar los legítimos intereses y las justas expectativas de todos.

La voluntad política y el efectivo respeto de cada uno serán también determinantes para alcanzar un acuerdo definitivo sobe las presidencias de los años 2009-2011.

Más en general, la Convención sobre la personalidad jurídica internacional, la capacidad legal, los privilegios y la inmunidad de la OSCE podría reforzar a la Organización e indirectamente contribuir a la seguridad de cuantos queden eventualmente involucrados en sus actividades en Afganistán. 

Por lo que se refiere a la lucha contra el terrorismo, será importante garantizar la seguridad de las infraestructuras energéticas ante los ataques. Desde otro punto de vista de la seguridad, la ambiental, es importante que la Organización apoye las iniciativas sobre la gestión de los recursos hídricos, contribuyendo a la cooperación, estabilidad y desarrollo justo y sostenible de cada país. El agua, de hecho, es necesaria para la vida y la salud, pero constituye también un recurso indispensable en la producción de bienes.

Pero lo que quiero subrayar sobre todo es que la OSCE tiene la vocación de ser un espacio de libertad y de derecho y, por lo tanto, debe esmerarse en impulsar la dignidad humana y sus valores. Desde esta perspectiva, será muy importante no rendirse ante la explotación sexual de los menores y la trata de personas. 


En particular, el tráfico con fines de explotación laboral debe distinguirse claramente de la inmigración irregular. Debemos asegurar que las víctimas tengan acceso a la justicia, a la asistencia legal y social, y a la compensación por los daños sufridos. La Iglesia católica está en primera línea en la lucha contra estos archipiélagos de la vergüenza y sus instituciones, en sus diferentes niveles, han promovidos numerosas iniciativas en este sentido. 

Para promover la dignidad humana de manera integral, la OSCE tiene que combatir también de manera efectiva y eficaz contra la discriminación y la intolerancia hacia los cristianos, los judíos, los musulmanes y los miembros de otras religiones. Esta cuestión se ha convertido en un importante problema político y de seguridad. La discriminación religiosa sólo se puede afrontar con eficacia si todas las religiones son igualmente respetadas y protegidas.

En días pasados, el Parlamento Europeo adoptó una resolución sobre los graves episodios que ponen en peligro la existencia de las comunidades cristianas y de otras comunidades religiosas. La OSCE puede enorgullecerse de ser una de las primeras organizaciones en haber lanzado la señal de alarma y debe permanecer en guardia. 

Los cristianos, de hecho, siguen siendo víctimas de prejuicios, estereotipos, discriminación y violencia. ¡Desentenderse de esos problemas no puede ser una opción! 

No podemos escondernos detrás del principio del «consenso» para evitar actuar de modo efectivo, ni podemos contentarnos con condenas genéricas. Más bien, este consenso debe ser un estímulo para proteger las libertades fundamentales, y por encima de todo, la libertad religiosa de todos los creyentes y de cada comunidad religiosa

Más en general, por lo que se refiere al programa sobre la tolerancia, lo que hace falta es garantizar una renovada energía y esfuerzos para cumplir con los compromisos asumidos en la OSCE y resistir ante la expansión unilateral de estos mismos compromisos. Una atención indebida a otros ámbitos serviría sólo para disipar los esfuerzos de la OSCE y de la Oficina para la Defensa de la Democracia y los Derechos Humanos (ODIHR), así como para hacer más difícil la asunción de medidas eficaces e inmediatas para afrontar todos los compromisos que, en buena parte, todavía tienen que aplicarse. 

Finlandia debe desempeñar un papel especial en la aplicación de los compromisos que han sido tomados en el proceso de Helsinki. Con este objetivo, la Santa Sede se complace en asegurar ya desde ahora su colaboración y apoyo a la próxima presidencia. 

Gracias, señor presidente.