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Historicidad de los Evangelios

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 (cortesía http://personal5.iddeo.es/magolmo/primavera.htm)

 

 

Primavera del cristianismo

Hace unos años, el papa Juan Pablo II pronosticaba que nos hallábamos a las puertas de una nueva primavera del cristianismo. Tras años de secularismo, materialismo, persecución y desprecio, la fe cristiana estaba a punto de experimentar un renacer en los corazones de mucha gente. Es obvio para todo el que afine el oído y sepa interpretar el signo de los tiempos que, en el sentido pastoral, esto es más que cierto: se palpan ya los primeros frutos de la Nueva Evangelización de Europa; la fe católica se propaga en el Tercer Mundo, lo que prueba el gran aumento de conversiones y de vocaciones; la creencia se purifica y los creyentes se comprometen, como bien se deja de ver cuando comprobamos la valentía con que tantos católicos -perseguidos, por causa de su fe en las postrimerías del siglo XX- acaban dando la vida por Cristo; y, en fin, las corrientes ideólogicas que con tanto ahínco pretendieron reducir a escombros a la Iglesia de Jesucristo, languidecen ahora, víctimas de su propia demencia, perdidas en un océano de corrupción, falsedades y crímenes.

Mas hay un locus amoenus en esta incipiente primavera, que aún frecuentan pocos, pero que, sin embargo, hace mis delicias. Me refiero a los extraordinarios avances científicos producidos en sede de historicidad y veracidad de los Evangelios. A partir de 1836 y desde la Vida de Jesús de STRAUSS, continuada luego por la obra del francés Ernest RENAN y por muchos otros, pero muy en especial por el alemán Rudolf BULTMANN, ya en nuestro siglo, se ha venido negando con extraordinaria insistencia el que fuera posible conocer la persona y el mensaje del Jesús histórico a partir del testimonio de los Evangelios. Es decir, se sostiene por estos autores que medió tanto tiempo entre la muerte y -añado yo- la resurrección de Jesús, y la redacción de los cuatro Evangelios, que, a la postre, éstos no eran ya sino idealizaciones míticas, producto de tradiciones orales diversas, muy alejadas de la figura del verdadero Jesús.

Hasta que llegó nuestro compatriota, el jesuita José O'CALLAGHAN, bibliólogo y papirólogo de probada competencia, quien, a partir de una intuición científica, identificó el papiro 7Q5 y tiró, como dijo un seguidor de Bultmann, una tonelada de erudición germánica a la basura. En efecto, el fragmento 7Q5, hallado a mediados de este siglo en la cueva 7 de Qumrán (junto al Mar Muerto) había sido datado por el prestigioso paleógrafo oxoniense dr. ROBERTS como escrito el año 50 d. C., como mucho. En 1972, O'Callaghan lo identificó como perteneciente al Evangelio de Marcos, concretamente al capítulo 6, versículos 52 y 53.

Inmediatamente se desató una tremenda campaña internacional de desprestigio contra el papirólogo, pero el fragmento sigue ahí, sin refutar: desafiante. Tan es así que recientemente el prof. dr. Alberto DOU, miembro de la Real Academia de las Ciencias de Madrid ha hecho un prolijo cálculo matemático de la probabilidad que tiene el fragmento de pertenecer a Marcos 6, 52-53, dando el resultado de 1 contra 36 mil billones. El propio O'Callaghan lo explica en una entrevista y en el epílogo de una obra suya de 1996:

 

Para entender esto se puede explicar que cuando se tira una moneda al

aire la probabilidad de que salga cara es 1 contra 2. Así, la probabilidad

en este caso es 1 vez entre 36,000'000,000'000,000 de posibilidades. Esta

cifra se reduce, es decir que la probabilidad es mayor, cuando se atiende al

conjunto de letras de un texto expresivo literario, que es diferente de la

hipótesis anterior de un texto inexpresivo matemático.

 

Por si esto fuera poco, el Simposio celebrado en la Universidad alemana de Eichstätt, en octubre de 1991 (casi veinte años después de la identificación de O'Callaghan), así como el posterior libro de F. ROHRHIRSCH en contra de la postura de Kurt ALAND, han acabado por dar la razón al investigador español. No hace mucho que la que fue presidenta de la Asociación Internacional de Papirología, Orsolina MONTEVECCHI, apelaba a la comunidad científica:

 

<<Ya es tiempo de incluir el 7Q5 en la lista oficial de papiros del Nuevo Testamento>>.

 

Pero a esta bomba le ha seguido otra que aún está trayendo mucha más cola. Me refiero a la revolucionaria datación que otro papirólogo, el alemán de confesión anglicana Carsten Peter THIEDE, ha realizado de tres fragmentos de un papiro de Egipto -el Magdalen Gr. 17, del que tenemos otro fragmento en Barcelona- que yacían olvidados en la biblioteca del Magdalen College de la Universidad de Oxford. Resulta que no van más allá del año 60 de nuestra era y que pertenece a un codex, es decir que con seguridad es copia de un rollo anterior.

Si a todas estas evidencias papirológicas añadimos:

 

Que el Evangelio de San Juan, al que siempre se ha atribuido menor historicidad, por ser el más tardío y el más teológico, resulta que es absolutamente veraz en los hechos que narra, según está demostrando la arqueología. Piénsese en el siguiente pasaje:

 

Juan 5:2

          Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se

          llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.

 

Pues bien, la arqueología ha sacado a la luz la piscina, y es tal y como la describe el evangelista. Pero, cuidado, fue destruida en la invasión de Tito del año 70, y, sin embargo, Juan dice hay, prueba inequívoca de que escribió antes de dicho año.

 

Que la ciudad de Genesaret, acaba de ser excavada en el lugar exacto en que la ubica el Evangelio de San Marcos.

 

Que la investigadora italiana Ilaria RAMELLI aporta pruebas contundentes de que Petronio, el autor del Satiricón, muerto en 66 d. C., conocía perfectamente el Evangelio de San Marcos, confirmando así la tradición de la Iglesia, que afirmaba que lo había compuesto en Roma a partir de la predicación de Pedro.

 

Que de Virgilio, un autor clásico ampliamente atestiguado, de la autenticidad de cuyas obras nadie sospecha, en realidad sólo poseemos tres códices unciales. Mientras que de los Evangelios tenemos doscientos diez.

 

Que de Platón, los manuscritos que se conservan son 1500 años posteriores a él y nadie lo cuestiona.

 

Que de Aristóteles, el manuscrito más antiguo que conservamos es 1400 años posterior y nadie duda de su autenticidad.

 

Que de la Germania , de Tácito , el códice más antiguo que nos ha llegado es 1340 años posterior a él y todo el mundo cita esa obra como perteneciente a Tácito.

 

Que de Polibio, el manuscrito más antiguo que de él conservamos es 1067 años posterior a su muerte, y a nadie se le ocurre poner en entredicho su autoría.

 

En cambio, de los Evangelios, además de los prodigiosos 7Q5 (escrito como máximo 20 años después de la muerte y Resurrección de Cristo) y Magdalen Gr. 17 (máximo treinta años después), conservamos el papiro Rylands (escrito hacia el año 130), el papiro Bodmer II, que contiene casi todo el Evangelio de San Juan y es 100 años posterior a él, así como 30 papiros más de los tres siglos posteriores a Jesucristo, lo que resulta algo inaudito en toda la historiografía grecorromana.

 

Sólo por las citas que aportan los autores antiguos (Justino, Ireneo, Clemente, Orígenes, Tertuliano, Hipólito y Eusebio) se podrían reconstruir en toda su integridad los cuatro evangelios: se conservan de ellos 26.487 citas.

 

Por todo ello, lo que antes hubiese podido parecer una locura -también en ámbitos católicos, influidos por la corriente negadora de la autenticidad-, ahora se presenta como una realidad tangible: la tremenda rebaja que hay que hacer a las cifras de elaboración de los Evangelios, con lo que eso conlleva de autenticidad, y de verdad histórica.

El Padre B. Manzano S.I., por su cuenta, propone las siguientes fechas de redacción de los Evangelios:

 

El Evangelio de San Mateo , entre el 37 y el 42.

 

El Evangelio de San Marcos , entre el 40 y el 45.

 

El Evangelio de San Lucas , entre el 47 y el 56.

 

El Evangelio de San Juan , el año 95.

 

A partir de ahora, y en especial, de las investigaciones de O'Callaghan y Thiede, se podrá aceptar o no la figura de Jesucristo y su mensaje de salvación, pero no se podrá decir que los textos mienten. Se tomará o no a Jesús tal cual nos lo transmiten los Evangelios, testigos oculares del Señor, es decir tal cual ES. Sin cargar la responsabilidad de la no adhesión a otros. Respecto a la Iglesia católica, como la fundada por el propio Cristo, todos conocéis Mateo 16, 17-19. Sabéis también que no hay códice en el que falte este pasaje. Jamás ha podido ser puesto en tela de juicio por nadie.

El Espíritu Santo ha querido que al final todo esto se venga a saber a las puertas del Jubileo del año 2000...