¡Gracias, Juan Pablo II, por darle a Dios mi recado!
Piluca es una amiga de esta casa. Hace 8 años, escribió desde aquí a
Juan Pablo II para pedirle un favor: que le hablara a Dios de ella. Ocho
años después, quiere darle las gracias. Y a mucha gente más: a sus
profesores de Bachillerato, por su comprensión, ahora que por fin ha
terminado los estudios; a su familia, al personal del hospital de La Paz…
"Ha sido como tener a mi alrededor un ejército de ángeles dando vida y
simpatía a ratos tan largos y duros", dice.
Piluca Rodríguez-Avial Juste, Alfa y Omega
Dolor, operaciones y alegría
Cuando sólo tenía 12 años, pedí en una carta que se publicó en este
periódico a Juan Pablo II que por favor hablara a Dios de Piluca. Soy una
chica que tuve muchos problemas al nacer y desde entonces tengo parálisis
cerebral, grandes limitaciones y una gran discapacidad.
Años más tarde le dejé una nota en Nunciatura, pues me enteré que todo el
que tuviera interés y quisiera dejar unas líneas a la muerte del Papa Juan
Pablo II podía hacerlo, y por supuesto que yo tenía muchísimo interés. Le
volví a recordar que ya en el Cielo volviera a hablar a Dios de mí. Tengo ya
20 años, y la certeza de que le ha dado mi recado. Lo ha hecho, y desde esta
carta estoy deseando dar las gracias por todo su interés. ¡Gracias,
Santidad!
He tenido que hacer frente a más intervenciones muy dolorosas y traumáticas.
Me he sentido… tan querida por Dios, protegida y acompañada hasta en el
quirófano, por María. Sólo notar Su presencia me daba las fuerzas inmensas
que tanto necesitaba. Con su cariño y consuelo he podido soportar los
tremendos dolores y la lenta recuperación, con paciencia...
Aún tengo muy reciente la última operación; la reconstrucción entera de mi
boca. Bien me explicó el cirujano maxilo-facial en qué consistía la
intervención: cortar la mandíbula, abrir el paladar, meter unas finas placas
de titanio… También me habló de lo importante que era dejar la boca cosida
para asegurarme de que nada se moviera, llevar una férula en los dientes,
aunque esto significó comer con una pajita durante meses. ¡Con lo que a mí
me gusta comer!
Ofrecido duele menos
Fue laborioso y complicado. Lo que más me costó fue aceptar antes de los
tres meses una nueva intervención. Era demasiado. Estaba agotada. Todo
pasaba muy deprisa. Recuerdo que pocas veces había rezado con tantas
fuerzas, pero también recuerdo la gran tranquilidad al sentir de qué manera
se preocupan por cada uno de nosotros en el Cielo y están pendientes de
nuestras oraciones. Las oraciones no sólo mías, sino de amigos, de mi
familia, que me consta lo hicieron, dieron su fruto. Ya no fue tan duro
volver al hospital. Aceptar el dolor de nuevo.
Conocí una compañera maravillosa la noche que me ingresaron. Rezó el Rosario
con nosotras y hasta cantamos villancicos ante un Portalito chiquitín, que
nada más llegar coloqué en la mesilla. Sentía paz, y el sufrimiento lo iba
ofreciendo por todas las intenciones que muchos amigos me habían pedido:
parece que el sufrimiento y el dolor, cuando les doy un sentido cristiano,
duele menos. Yo creo que de otra manera me costaría o no podría soportarlo.
Estaba muy preocupada por mis estudios, pues en Segundo de Bachillerato hay
que dedicar muchas horas. Pasé algunos exámenes, otros quedaron para
septiembre, siempre soñando con un veranito de los de verdad, o sea, de los
que se veranea y no se estudia nada de nada.
Tengo tanto que agradecer...
Le dedico a Jesús en la Cruz lo mejor que tengo: mi sonrisa
Todo llega, y este verano de 2008 por fin conseguí terminar del todo. Han
sido muchos los fines de semana encerrada para sacar adelante la Filosofía,
clases particulares para aprender las dichosas Matemáticas, tan complicadas,
por no decir nada sobre Economía… Tengo que reconocer que me han exigido,
pero ha merecido la pena, he aprendido; el éxito final hace que se me olvide
el esfuerzo. Por parte de mis profesores de Bachillerato siempre he recibido
comprensión y mucha paciencia. Desde aquí, gracias. Además, si me cansaba,
ahí he tenido siempre el apoyo de mis padres, explicaciones de mi hermano y
el ánimo y la alegría de Javier el pequeño. Ha sido como tener a mi
alrededor un ejército de ángeles dando vida y simpatía a ratos tan largos y
duros. Gracias a todos.
Hoy ya no llevo braquets, ni férulas, ni tan siquiera tengo llagas (las tuve
constantemente a lo largo de tres años). Todo ha sido para mejorar, puedo
comerme unos bocadillos riquísimos que antes no podía, hablo mucho mejor,
con más claridad, al menos todos los que me escuchan es lo que dicen. Lo
mejor de todo es que yo soy muy alegre y ahora tengo una sonrisa que
desarma. De verdad me comentan que es una sonrisa contagiosa. La felicidad
de corazón yo también creo que llega a los demás de una manera especial.
Tengo tanto que agradecer a Dios, es tanto lo que me está ayudando y tanto
lo que me ha dado, que no puedo explicar con palabras, pero Él sabe que,
cuando le miro en la Cruz, le digo que cuente conmigo para lo que quiera, y
para mostrarle mi agradecimiento, le dedico lo mejor que tengo: mi sonrisa.