Antes de irme: carta de una enferma terminal
Marina Moraleja dictó esta carta a su hija, en noviembre del año 2004,
un mes antes de su muerte, a causa de esclerosis lateral amiotrófica:
Queridos amigos:
Estoy sintiendo cómo pasan los días, los lentos minutos sujeta a esta silla…
No puedo tumbarme porque siento que me asfixio; mi cuerpo ya no tiene
fuerzas, mi cuello se ha doblado; me cuesta tanto escribir... Apenas puedo
andar, hace meses que dejé de hablar, comer, beber…, me cuesta tanto
respirar… Movimientos involuntarios hacen convulsionar mi mandíbula,
atrapando con fuerza mi lengua, que no puedo soltar. Mis flemas me ahogan
cada vez más. Siento cómo lentamente se va apagando mi vida…
Es fácil pensar que esta situación pueda ocasionarme un grave sufrimiento, y
así es; pero el sufrimiento mayor para mí es saber lo mucho que está
padeciendo mi familia, el verles luchar de manera incansable, sin tregua,
noche y día; desde los más mayores hasta los más pequeños.
Siento cómo sus fuerzas se van debilitando junto con las mías, sabiendo que
el tiempo se acaba…, pero en medio de tanta angustia puedo respirar el más
puro de los aromas, el que emana del mayor de los tesoros divinos, el aroma
del amor que nace del espíritu, al que nada ni nadie puede poner barreras,
ni siquiera esta atroz enfermedad que aprisiona mi cuerpo. Mi alma,
alejándose de la materia, permanece serena, la fe no me ha abandonado; sé
que todo aquí es pasajero, el dolor, la alegría…, y que lo único que
permanece es el verdadero sentimiento, ese que da el sentido a la vida, el
Amor Incondicional, sin límites, sin barreras, el que nos une a lo divino, y
eso lo tengo y nada puede arrebatármelo.
Sé que, cuando me haya ido, permaneceré en el corazón de los que amo y a la
vez me aman, y éste es un valor infinito, que sobrevive a la muerte. Por eso
me siento muy afortunada siendo acreedora del mayor de los tesoros que se
pueden conseguir en la tierra. Por eso sé que todo ha merecido la pena, y
que ha tenido sentido mi vida. Ahora siento mi unión a Dios con mucha más
fuerza, dándome el valor necesario para afrontar lo que venga.
Quiero deciros que, hasta el final, he estado aprendiendo un poco más…,
sobre la paciencia, el respeto, la humildad…, que no debemos olvidar jamás
el inmenso poder de la palabra y el pensamiento, con los que podemos
construir o destruir tantas cosas…
Sólo me queda dar gracias a todos los que me habéis acompañado en esta dura
fase del camino. Dar gracias a la vida por haberme permitido aprender y
crear tantas cosas, y dar gracias a Dios por haber estado siempre conmigo.
Con cariño,
Marina Moraleja (A&O 434)