Sagrado Corazón de Jesús y Santa Margarita María Alacoque
Escrito por Autores varios
El Observador de la Actualidad 849
Contenido
Ella fue la mensajera del Sagrado Corazón
-
Enseñanzas de esta santa
- Lo que pidió Jesús está al alcance de todos
- Las doce promesas que el Sagrado Corazón anunció para sus almas devotas
- Hay tres condiciones que cumplir
- Más consideraciones en torno al Sagrado Corazón de Jesús
- Por qué el Corazón y no Jesús entero
- Sí, la Biblia habla del Corazón de Jesús
-
TESTIMONIO - No podía morirse sin absolución
Ella fue la
mensajera del Sagrado Corazón
Hablamos de santa Margarita María Alacoque, cuya fiesta la Iglesia de
Jesucristo celebra el 16 de octubre
Hoy no es extraño oír hablar del Sagrado Corazón. En tiempos medievales
santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helftaantes y la beata Ángela
de Foligno dieron los primeros testimonios de esta devoción.
Pero no fue sino con santa Margarita María Alcoque, cuya memoria se celebra
el 16 de octubre, que la Iglesia comenzó a poner verdadera atención en el
Corazón amoroso del Señor y todo lo que ello implica.
PERTENECER A DIOS Y A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Santa Margarita María Alacoque perteneció a la Orden de la Visitación de
Santa María. Nació el 22 de julio de 1647 en la aldea de Hautecour, en
Verosvres de la Borgoña, Francia (aunque en ese entonces pertenecía a
España).
Era la quinta entre siete hermanos, y su nombre de pila fue sólo Margarita.
Su padre era el notario real Claudio Alacoque.
Entre los 4 y 8 años vivió en el castillo de Corcheval, que pertenecía a su
madrina. Pero cuando tenía 8 años su padre murió, y su madre la puso en un
internado con las clarisas urbanistas de Charolles, que le permitieron hacer
la Primera Comunión a los 9 años de edad. Estando ahí comenzó a sentir
hastío por la vida mundana y una gran inclinación por la vida religiosa.
Poco después cayó en un estado de enfermedad tal que la tuvo entre los diez
y los 14 años casi sin poderse mover, por lo que tuvo que volver a su casa;
ella recordaría más tarde: «Los huesos me rasgaban la piel por todos lados».
Estando en esa situación, le hizo un voto a la Santísima Virgen de
convertirse algún día en una de sus hijas consagradas si recobraba la salud.
Y se curó milagrosamente: «La Santísima Virgen tuvo siempre grandísimo
cuidado de mí; yo recurría a Ella en todas mis necesidades y me salvaba de
grandísimos peligros».
Las angustias económicas hicieron que su madre la urgiera a encontrar un
buen partido para casarse, a fin de aliviar la situación familiar que era
insostenible. Pero ella anhelaba otra cosa.
Un día, después de comulgar, respondió a su Señor que, aunque hubiese de
costarle mil vidas, sólo sería religiosa. Luego declaró este deseo a sus
familiares, pidiéndoles que despidieran a todos sus pretendientes. Tenía 22
años.
El obispo de Chalons la confirmó en su vocación; entonces Margarita le pidió
permiso para añadir a su nombre el de María, por devoción a la Santísima
Virgen; el obispo se lo concedió. Desde entonces se llamó Margarita María.
El 20 de junio de 1671, a los 24 años de edad, entró al convento del
Monasterio de la Visitación de Paray le Monial, pues Jesús le dijo: «Es aquí
donde te quiero». Luego de dos meses de ser postulante, hizo la profesión de
sus votos.
Corazón abierto
En la festividad de san Juan Evangelista de 1673, sor Margarita María, que
tenía 25 años, estando en adoración ante el Santísimo Sacramento, tuvo la
primera de las manifestaciones visibles de Jesús, que se repetirían durante
dos años, todos los primeros viernes de mes.
En 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús se le manifestó con el
Corazón abierto, y, señalándolo con la mano, dijo a Margarita María: «He
aquí el Corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado
nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en
reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud».
Incomprensiones
La madre superiora no era contraria a Margarita María, pero era su deber
discernir la autenticidad de sus vivencias, por lo que llamó a algunas
personas doctas para que examinaran el asunto. Como suele ocurrir en casos
parecidos, estos supuestos grandes doctores demostraron gran cerrazón,
prohibiendo tanto a la hermana como a la madre superiora a hacer caso a las
maravillas que Dios estaba revelando en el convento, y hasta castigaron a
Margarita María. Ella, obediente, se sometió ofreciendo sus sufrimientos al
Señor.
Pero ocurrió por disposición divina que un día se le asignara como director
espiritual al jesuita san Claudio de Colombière, quien declaró la veracidad
de las visiones de ella. Y en el último periodo de su vida, Margarita María
no sólo fue elegida maestra de novicias —lo que demostraba que ya no era
vista como una especie de loca peligrosa—, sino que tuvo el consuelo de ver
difundida la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y los mismos que antes se
habían opuesto a ella se volvieron fervorosos propagandistas.
Santa Margarita María murió a los 43 años de edad, el 17 de octubre de 1690.
Su cuerpo s e conserva incorrupto en la misma capilla donde Jesús se le
manifestaba.
Enseñanzas de esta santa
«¡Si supieran de cuánto mérito y gloria es honrar a este amable Corazón de
Jesús, y cuán grande será el galardón que dará a los que, después de haberse
consagrado a Él, sólo pretendan honrarle...!».
«Este Divino Corazón... tendrá eterna memoria de lo que se hace por su
gloria».
«Si ven en ustedes s un sinnúmero de impaciencias y enojos, arrójenlos en la
mansedumbre del amable Corazón de Jesús, para que les haga mansos y
humildes».
«¿No pueden hacer nada en la oración? Conténtense con ofrecer la que este
Divino Salvador hace por nosotros en el Sacramento del Altar... y digan en
cada acción: ‘Dios mío, yo quiero hacer o padecer esto en el Sagrado Corazón
de tu Hijo, y según sus santas intenciones, las cuales te ofrezco para
resarcir las miserias e imperfecciones de las mías’».
«Cuando les sobrevenga alguna pena o mortificación, aliéntense diciéndose:
‘Toma lo que el Sagrado Corazón te envía para unirte a Él’. Y procuren, ante
todo, conservar la paz del corazón».
»A pesar de toda oposición, este Divino Corazón eventualmente triunfará.
Dichosos los que han sido instrumentos para establecer su Reinado».
Lo que pidió
Jesús está al alcance de todos
«Mira este Corazón mío, que a pesar de consumirse en amor abrasador por los
hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que sacrilegio, desprecio,
indiferencia e ingratitud, aun en el mismo sacramento de mi Amor. Pero lo
que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos insultos los recibo
de personas consagradas especialmente a mi servicio». Éstas son las palabras
con las que Jesucristo se dirigió a su sierva Margarita María Alacoque.
A pesar de ser Dios el ofendido, es Él quien toma la iniciativa para la
reconciliación con el hombre, pues a pesar del inmenso pecado de éste, no
puede dejar de amarlo. «Mi Corazón —reveló Jesús a Margarita María— está tan
apasionado de amor a los hombres, que no pudiendo contener en él las llamas
de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndome de ti».
Escribe la santa: «Se me presentó Jesús bajo la figura de un Ecce Homo,
cargado con su cruz, cubierto de llagas y de heridas. Su sangre adorable
brotaba de todas ellas, y luego, con voz desgarradora y triste, me dijo:
“¿No habrá, por ventura, nadie que se compadezca de Mí, y que teniéndome
piedad, comparta el dolor que sufro en este estado lamentable en que me
tienen sumido tantos pecadores? Aquí tienes el Corazón que ha amado tanto a
los hombres, y que no ha perdonado medio alguno de probarles su amor, hasta
el extremo de agotarse y consumirse por ellos. Y en retorno, no recibo de la
mayor parte sino ingratitud y menosprecio, lo que me amarga mucho más que
todo cuanto he sufrido en mi Pasión. Si los hombres me correspondieran,
siquiera en parte, consideraría poco lo que he hecho, y desearía, si posible
fuera, sufrir más todavía... Pero, ¡ay!, no tienen sino frialdad y rechazos
para cada una de las solicitaciones de mi amor. Al menos tú, hija mía,
concédeme el consuelo de verte reparar, en cuanto puedas y de ti dependa,
esa ingratitud”».
PETICIONES DE JESÚS
A continuación el Señor Jesús le hizo una serie de peticiones que santa
Margarita María debía vivir y enseñar a los demás cristianos:
1) La Comunión reparadora: «Me recibirás Sacramentado tantas veces cuantas
la obediencia quiera permitírtelo».
2) La celebración de todos los primeros viernes de mes: «Comulgarás todos
los primeros viernes de mes».
3) La Hora Santa. «Todas las noches del jueves al viernes haré que
participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de
los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de
sufrir que la muerte».
4) El culto a su Corazón Divino: El Señor ha pedido la «entronización del
Sagrado Corazón de Jesús en los hogares».
5) El establecimiento de una fiesta solemnísima en honor de su Sagrado
Corazón: «El viernes siguiente a la Octava de Corpus será llamado el Día de
mi Sagrado Corazón. Es mi voluntad que sea la gran fiesta de la Tierra».
Las doce promesas que el Sagrado Corazón anunció para sus almas
devotas
1) Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
2) Les daré paz a sus familias.
3) Las consolaré en todas sus penas.
4) Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5) Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6) Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
7) Las almas tibias se volverán fervorosas.
8) Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9) Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10) Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de
mover los corazones más endurecidos.
11) Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen
esta devoción.
12) Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor
omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes
de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia
mía, ni sin recibir sus sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en
aquel último momento.
Hay tres condiciones que
cumplir
Las condiciones para ganar las gracias que el Señor Jesús comunicó a santa
Margarita María Alacoque son tres:
1. Recibir la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes de mes de
forma consecutiva y sin ninguna interrupción.
2. Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la
perseverancia final.
3. Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas
cometidas contra el Santísimo Sacramento.
Vea otra versión acerca de las promesas
MÁS CONSIDERACIONES EN TORNO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Escribe santa Margarita María:
«Aunque Dios quiera salvarnos, quiere que ayudemos de nuestra parte, si no,
nada hará sin nosotros».
«No os espanten los muchos contratiempos que se os ofrecerán en el
establecer el reinado de este amable Corazón; las contrariedades son prendas
seguras de ser de Dios la cosa, pues que sus obras se llevan a ejecución,
por lo común, entre contradicciones y trabajos».
«Abrazaos humildemente con las cosas que más os humillen y anonaden, como
medios muy al caso para hacer que triunfe el dulce y amable Corazón de
Jesús, y reine el vuestro en el suyo».
«En sobreviniendo la humillación, regocijaos, porque entraréis muy adentro
en el Corazón de Jesús».
«Sólo el corazón humilde puede entrar en el Sagrado Corazón de Jesús,
conversar con Él, amarle y ser amado de Él».
Por qué el Corazón y no Jesús entero
NO HAY INTENCIÓN DE CERCENAR LA ADORACIÓN A CRISTO
Es verdad: en la Iglesia el Sagrado Corazón es la devoción referida al
corazón físico de Jesús de Nazaret. Pero, ¿por qué adorar su Corazón y no a
Jesús entero?,¿por qué no iniciar, por ejemplo, una devoción de adoración a
sus manos y pies traspasados, o a su cabeza coronada de espinas o a
cualquier otro aspecto físico del Señor? En primer lugar hay que aclarar que
las Iglesia no adora a un Dios cercenado: su cabeza sí, sus manos no, sus
rodillas sí, sus ojos no. A Jesús se le adora completo, siempre completo.
San Pablo compara el cuerpo místico de Cristo (la Iglesia) con el cuerpo
humano (cfr. I Co 12, 12-27), en el cual, si un miembro sufre, el resto del
cuerpo sufre con él; y si es enaltecido, todos los demás miembros se alegran
con él.
El caso de la adoración a Cristo no es diferente: si se da culto a su Divino
Corazón, se está adorando no sólo a su Corazón sino a todo su Cuerpo físico,
pero también al Cristo entero, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad.
El propio Señor le enseñó a san Bernardo una devoción a una parte específica
de su santo cuerpo: el santo le había preguntado cuál había sido, durante la
Pasión, su dolor más desconocido por los hombres, y Jesús le respondió:
«Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargué mi pesada
cruz; esa llaga era la más dolorosa de todas. Los hombres no la conocen.
Honrad pues esta llaga y haré todo lo que por ella pidáis».
Al adorar la llaga del hombro de Jesús se honra a Jesús entero. Al adorar el
Sagrado Corazón de Jesús se adora a Jesús entero.
¿Y por qué Jesús mismo escogió específicamente su Corazón para ser adorado,
según se lo reveló a santa Margarita María de Alacoque? Porque el corazón,
en todas las culturas de todos los tiempos, siempre ha simbolizado el amor;
así el Sagrado Corazón de Jesús simboliza el Amor divino, aquel que no tiene
medida y que cubre todo y a todos.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 2669: «La oración de
la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo
Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres,
se dejó traspasar por nuestros pecados». Y en el número 478: «Jesús, durante
su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno
de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros... Nos ha amado a
todos con un corazón humano. Por esta razón, el Sagrado Corazón de Jesús...
es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el
divino Redentor ama continuamente».
D. R. G. B.
Sí, la Biblia
habla del Corazón de Jesús
Del Corazón del Mesías hablan los Profetas, poniendo en su boca estas
expresiones: «Porque Yahveh está a mi diestra, se alegra mi Corazón» (Sal
16,9). «Todos mis huesos están dislocados, mi Corazón es como cera que se
derrite dentro de mis entrañas» (Sal 22,15). «El oprobio me destroza el
Corazón» (Sal 69,21).
También el Nuevo Testamento hace referencias al Corazón de Cristo: «Aprende
de Mí, que soy de Corazón manso y humilde» (Mt 11,29). «Un leproso se le
acercó, suplicándole de rodillas: ‘Si quieres, puedes curarme’. A Él se le
conmovió el Corazón» (Mc 1,41). «Se le conmovió el Corazón porque estaban
como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). «Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba,
si cree en Mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de
agua viva» (Jn7,37-39). «Dios es testigo de cómo os quiero en el Corazón de
Cristo Jesús» (Flp 1,8). Es interesante observar en esta última cita cómo
san Pablo toma como modelo y centro del amor entre los cristianos el amor de
Cristo simbolizado en una parte de su cuerpo: su Corazón. Y en el texto de
san Juan, aparece su Corazón como la fuente del Espíritu que nos había de
enviar (cfr. Jn. 15,26) y a la que nos invita a acudir. Esto es ya iniciar
toda una espiritualidad del Corazón de Jesús. .
Pero queda otro texto, el más profundo, aunque no mencione expresamente el
Corazón: «Al llegar a Jesús, como vieron que ya había muerto, no le
rompieron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le atravesó
el costado, y salió entonces sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y
su testimonio es verdadero, y el sabe que dice la verdad, para que vosotros
creáis también...» (Jn 19, 33-37).
San Juan, sobre la lanzada que hace brotar sangre y agua, con toda
solemnidad apela repetidamente a la veracidad de su testimonio; y todo para
que creamos. ¿Qué hemos creer?
En Juan 7,39, se anuncia el misterio del Espíritu que se nos había de dar.
Aquí, en Jn19,34, se nos da ese Espíritu. Es decir, con la muerte de Cristo,
muerte por amor completada y simbolizada en el Corazón traspasado, se
consuma nuestra redención y el nacimiento de la Iglesia, del cuerpo místico
de Cristo, o sea de nuestra incorporación a Cristo.
Misterio de salvación, razón última de Cristo y suprema lección para
nosotros. Fundamento bíblico de la espiritualidad del Corazón de Cristo.
Fuente: www.mercaba.org
TESTIMONIO -
No podía morirse sin absolución
El Sagrado Corazón cumple sus promesas
Por el P. Jorge Bugallo, L.C.
Recibí la ordenación el 12 de diciembre de 2009 en Roma. El lunes 14 viajé
con mi familia a San Giovanni Rotondo. A las 18:45 horas nos subimos al auto
para regresar a Roma. Bajábamos la montaña por la carretera. Tanto por la
oscuridad como por la lluvia, la bajada era lenta; además una motocicleta,
guiada por una chica y a velocidad muy prudente, nos iba marcando el ritmo a
los al menos siete vehículos que la seguíamos. De repente la moto
«desapareció» en una curva y los autos avanzaron más rápido.
Más abajo vi la moto tirada como a cinco metros de la carretera. Paré el
auto a un lado y les dije a mi mamá y a mi hermano que me esperaran.
Bajé y encontré a la chica. Tenía amputado el brazo izquierdo; del otro
brazo sólo conservaba la mitad, hasta el codo; las piernas las tenía
totalmente empotradas hacía sí misma; el casco se había incrustado en su
cabeza, oprimiendo y aplastando la mitad derecha. Le hablé al oído: «Soy
sacerdote. Si quieres, puedo darte la absolución, basta que lo indiques con
alguna señal». Noté un movimiento de cabeza y entonces le di la absolución,
era la primera persona a la que le administraba este sacramento. Mi hermano
pidió por celular una ambulancia, que llegó en 15 minutos; pero ella murió
en mis brazos. Su nombre era Rosanna y tenía 17 años.
Fuimos a su casa a darle la difícil noticia a su mamá. Entre lágrimas me
agradeció y dijo: «Mi hija es muy devota del Sagrado Corazón y ha comulgado
y se ha confesado los nueve viernes primeros de mes un par de veces. Por
eso, no podía morirse sin la ayuda del Corazón de Jesús. Gracias, padre».
Testimonio resumido