Mi primera vez: «Lo hacíamos por las noches»,«mis padres me gritaron», «estaba prohibido»
P. J Ginés/ T. Fedótova /ReL
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Muchas veces los padres no entienden
Hoy tienen más de 30 años, o más de 40, y pueden hablar con libertad de cómo
fue su primera vez.
Hablan de cómo "lo hicieron" a escondidas, de noche, a veces con
desconocidos, en sitios extraños o en su casa.
Por lo general lo hicieron a escondidas de sus padres, aunque algunos padres
sabían lo que estaban haciendo sus jóvenes hijos e hijas. Muchos lo hicieron
¡incitados por su abuela!
Decían que podías infectarte, que te perjudicaría, y de hecho casi todos
arrastran las consecuencias hoy.
El riesgo, el temor a ser descubiertos, saber que era algo prohibido, que
"no se podía hablar de ello"... hacía correr la sangre, o la congelaba de
miedo. Era necesario superar la represión. También era excitante.
En webs como http://tikkey.livejournal.com y http://vespro.livejournal.com
cuentan su primera vez, con pelos y señales.
La primera vez que pudieron leer la Biblia en la Unión Soviética, con miedo
a ser descubiertos, con Biblias casi imposibles de conseguir, en
clandestinidad y bajo represión...
Eran los años 80, mientras España celebraba el Mundial de Fútbol o se
alegraba con el anuncio de las Olimpiadas de Barcelona, la época de la
televisión en color. Y la Unión Soviética, casi una quinta parte de la
superficie terrestre, hacía imposible leer el libro fundacional de
Occidente.
Tatiana, 49 años: "no lo saques del bolso"
»Mi primer evangelio me lo pasaron unos conocidos del padre Alexander Men.
Era un librito diminuto, hecho de papel de de fumar. Me lo entregaron como
si fuera una bomba, un folleto de ´agitprop´, el secreto más temible. ”No lo
enseñes a nadie. No lo abras en el metro. No lo saques del bolso. Si te
detienen y preguntan de dónde lo sacaste, contesta: ´de Mateo´."
»Y lo leíamos por las noches en las catacumbas de nuestras cocinas, y Dios
caminaba por las páginas como un vendaval. Luego detuvieron a la persona que
me había pasado el Librito, presionaron a toda su familia y le obligaron a
´arrepentirse´.
Tikkey, 41 años: "¡con pelos y señales!"
»A los 16 años me la prestó mi compañera de clase, una hippy. Era su
reliquia familiar. Desde luego, estaba loca. Cosas así no se podían sacar de
casa, ¡y ni hablar de prestarlas a otros imprudentes!
»Por supuesto, tuve que devolver el Librito, pero para entonces ya no me
importaba: ya tenía mi secreto, mi orgullo, mi enorme y nueva luz imposible
de ocultar, por la que merecía la pena vivir.
»Naturalmente, antes de eso accedí a “El diccionario del Ateo”. Era
propaganda atea, pero al principio de cada entrada ¡lo explicaba todo con
pelos y señales! Después ya comentaban que todo era opio y mentiras
trasnochadas.
Andrey, 39 años: dos meses de barrendero
»Cuando a la edad de 12 años tuve que examinarme en una academia de Artes
Plásticas de cultura de contenido bíblico, sólo había un lugar donde era
posible comprar la Biblia legalmente: en el monasterio moscovita de San
Daniel, a 80 rublos. Recuerdo que me enrolé a trabajar de barrendero, con un
sueldo de 30 rublos. ¡No sé cómo los profesores de la academia se imaginaban
los exámenes de los alumnos incapaces de pagar tanto dinero! En nuestra
clase había una chica que tenía en su casa una Biblia editada antes de la
revolución, y nos reuníamos en su casa unos 15 para buscar citas y tomar
notas necesarias.
Laska: "me convenció el mapa"
»Mi abuela me regaló un Evangelio editado antes de la revolución que había
pertencido a su madre. Luego, una edición moderna, un librito diminuto, en
un papel finísimo y transparente, de bolsillo. Tenía un mapa. ¡Un mapa de
verdad, de una tierra real! Era este mapa lo que me terminó de convencer…
Alumen10: "¡escóndelo ya!"
»En mi casa, hasta “La Bible amusante” [clásico anticlerical de 1882 de Léo
Taxil] se escondía en la segunda fila del armario, para que nadie lo viera.
Recuerdo que a unos 7 años lo leí, y tuvo que venir un médico. Cuando lo vio
mi abuela, tuvo casi un ataque histérico: “¡Escóndelo ya, o nos tomarán por
unos creyentes!” Ella no quería escuchar ningún argumento, y ya era 1979.
Cuánto miedo les habían metido en su tiempo…
Moire Rebma: robo masivo de biblias
»Era al final de los 80, cuando se celebraba el Milenario del Bautismo de
Rusia, y la URSS aún existía. Una amiga mía, que entonces era aún
adolescente, trabajaba con su padre en la imprenta estatal de “Goznak”. La
imprenta acababa de recibir su primer pedido de unas mil biblias. El pedido
era de un cura ortodoxo típico, con sotana y barba.
»Imprimieron las biblias, las guardaron en el almacén... Y cuando llega el
plazo de entrega, resulta que las Biblias han desaparecido del almacén. Los
jefes se llevaron las manos a la cabeza: ¡un robo! Y ordenaron imprimir
otras mil biblias. Las imprimieron, guardaron... ¡y otra vez desaparecieron
muchas! Así que cuando vino el sacerdote, le entregaron, con muchas
disculpas, sólo 300 ejemplares y le explicaron la situación. El cura se rió
mucho, pidió mil biblias más y aquellas 300 dijo que las dejaran
abiertamente a la entrada de la imprenta, para que las gente las cogiera “ya
que tenían tanta necesidad”. Al final de la jornada no quedaba ni una.
Dyk de Bosch, 37 años: en una familia sin dios
»No me acuerdo de dónde ni cuando apareció un librito del Nuevo Testamento
en mi casa en los 90. Mi familia estaba muy lejos de la fe. Papá hoy sigue
declarándose un "sin dios", porque recibió de su padre una educación atea de
la vieja escuela.
Mamá era de aquellos que dicen ser “creyentes” sólo por pintar huevos en
Pascua, sin haber leído jamás la Biblia, y sin proponérselo en el futuro.
Ella casi nunca había leído un libro, sólo a veces algún periódico. Era de
pueblo y creía que leer era un pasatiempo para vagos. Pero mi abuela tenía
un icono antiguo. No sé de dónde había aparecido, pero estaba colocado,
visible, en su rincón, a pesar de todo el ateísmo de su marido. Tampoco ella
nunca tuvo una Biblia.
Rinel, 42 años: ¡un enemigo, para inculparnos!
»La Biblia apareció en nuestra casa como un regalo de un enemigo. Una
persona de otra ciudad que activamente nos odiaba, nos hizo llegar, a través
de unos conocidos comunes, una Biblia de tapas negras (con un propósito
desconocido, dado que solía reírse de la religiosidad de alguien). Según las
notas hechas en las páginas con una letra “vieja”, podría haber pertenecido
a su abuela u otra familiar de generaciones anteriores.
Nutuzh, 41 años: "mi padre se enfureció"
»Primero yo tenía todo esto: “El Diccionario del Ateo”, “El Libro de
Cabecera del Ateo”, Léo Taxil con su “La Bible amusante” (en aquel tiempo le
llamábamos “León Pasquín”), y Yemelián Yaroslávskiy, el jefe de la Unión de
los Sin Dios Militantes, con su “Biblia para no creyentes”.
»Mi primera Biblia la adquirí a finales de 1988, una edición del Patriarcado
de Moscú dedicado al Milenario del Bautismo de Rusia. La compré por un
precio escalofriante de 120 rublos (un sueldo mensual). Mi madre me dio este
dinero, y mi padre, al saberlo, se enfureció. Más tarde supe que se podía
comprar la misma Biblia en la administración de nuestro exarcato. Pero, para
eso se tenía que dirigir una solicitud especial a nombre del metropolita
[obispo].
Por esa época también escuchaba emisoras cristianas de onda corta (Radio
MonteCarlo y La Voz de los Andes de la lejana Ecuador que, no sé por qué, se
oían perfectamente) y tomaba notas. Aquellas notas aún deben de estar en la
casa de mis padres.
Knyaz_myshkin: "El Maestro y Margarita"
»En los 70, durante años, no pude encontrar un Nuevo Testamento. Sólo
conocía los fragmentos que usa Bulgákov en la variante por fascículos de “El
Maestro y Margarita”. ["El Maestro", en esta novela de Mijaíl Bulgákov de
los años 30, es el Demonio, que comenta algunos pasajes bíblicos, sobre todo
el encuentro entre Jesús y Poncio Pilato]. Así que tuve que escribir mi
propia versión de la Buena Nueva hasta que llegué al original.
Joni: "sólo Mateo 18:20"
»Todos estos años yo creí que en mi casa no había Biblia, pero hace unas
semanas descubrí un Nuevo Testamento que se utilizó para apoyar una taza
decorativa hasta que lo rescaté. Parece más antiguo que yo, aunque no tiene
ninguna información de editorial: sólo “Mateo 18:20”.
Red_kak: libros en rincones
»En los 70-80, en nuestra casa había un icono antiguo en la pared.
Abiertamente, con el derecho de ser una “antigüedad”. Mientras que todo lo
“moderno” se escondía detrás de un plano de Moscú. Los libros se metían en
los rincones más lejanos. Una cruz estuvo todos aquellos años cosida dentro
de mi solapa. No era una paranoia: si te acusaban de ´propaganda religiosa´
te reducían en el escalafón y te despedían del trabajo. Para la gente más
activa [en su actividad cristiana], el manicomio. En el colegio, si llevabas
una crucecita en el cuello, los compañeros te pegaban y lo profesores te
presionaban. Mis parientes intentaron quitar a mi madre su patria potestad
porque me llevaba a una iglesia. En la liturgia de la Noche de Pascua,
hombres vestidos de civil te cogían por el cuello y te arrastraban a la
comisaría.
Odalizka, 43 años: "impregnarme"
»En el 84, me prestaron la Biblia por una sola noche. Recuerdo cómo la leía
frenéticamente, intentando impregnarme de todo.
Rakugan: "buscaba gota a gota en libros ateos"
»Recuerdo muy bien mi primer choque de la primera lectura a los 12 años.
¿Acaso era posible todo aquello? Pensaba que se me iba a parar el corazón de
asombro y felicidad. Yo también pertenezco a aquella generación que buscaba
la información sobre el cristianismo, gota por gota, en los libros de texto
del ateísmo científico y copiaba el Nuevo Testamento en los cuadernos
escolares.
Feliz_mencat, 39 años: contrabando de Corea
»Mi madre trajo una Biblia de Corea, en el 1988. Tal vez, allí las
repartían, y ella la trajo a casa. La leí de pe a pa.
Alpamare: "lo pegó trocito a trocito"
»La única manera de aguantar este horror es volver una y otra vez,
con el alma, a nuestras cocinas de catacumbas. Tenemos que recordar nuestros
libritos de oraciones que escribimos a mano, nuestros cuadernos gastados con
vidas de los santos (un cuaderno así, una amiga mía lo escondía de sus
padres ateos en el interior de un butacón, ellos lo encontraron, lo
partieron en pedazos, pero ella lo volvió a pegar todo, trocito por
trocito), los primeros rosarios de plástico de Czestochowa, papel de fumar
con los textos de Lewis y del metropolita Antonio.
»Y siempre recordar el sabor del té artesanal en el grupo casero de lectura
del Evangelio. Y contarlo a los demás. Sobre todo, a los hijos. Y no
enfadarnos.
Leer la Biblia es como subir al cielo con el
profeta Elías en el carro de fuego