EL SEXTO MANDAMIENTO: No fornicarás-


(cortesía: el observador)



- El sexo a los ojos de Dios

- El amor conyugal

- Riesgos de las relaciones prematrimoniales

- Percepciones falsas de la sexualidad

- Difundir el verdadero sentido del amor entre los jóvenes

- Dudas de los jóvenes sobre moral sexual

- Los alcances del sexto Mandamiento divino

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El pecado que más se comete es el pecado de impureza

 

Éxodo 20, 14
No cometerás adulterio.

Deuteronomio 5, 18
No cometerás adulterio.

Mateo 5, 27-28
Habéis oído que se dijo: «No cometerás adulterio». Pues Yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.


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El sexo a los ojos de Dios
El no siempre bien entendido sexto mandamiento
El Observador / Redacción

Fátima se puso roja como jitomate. Su hijo de diez años le había hecho esa terrible pregunta que a muchos padres y madres les seca la boca: «¿Qué es ‘tener sexo’?». Tartamudeó. Mujer considerada a sí misma de «mente abierta», se enfrentaba a explicar aspectos del mundo de la sexualidad. Lo que dijera o mal dijera repercutiría en el desarrollo de su hijo.

Como guía, a Fátima le vendría bien acercarse al sexto Mandamiento; en efecto, este precepto bien puede llamarse el de la sexualidad. Se encarga de mostrarnos el buen entendimiento y uso de esta capacidad dada por Dios.

Don de Dios

No tenemos un cuerpo, somos cuerpo; «espíritu encarnado», diría un filósofo y afirma el magisterio de la Iglesia. Esto implica que nos mostramos al mundo con una sexualidad: somos hombres o mujeres. Con las particularidades propias de cada sexo nos relacionamos con nuestros prójimos, pensamos y nos movemos en el mundo. Por tanto, el vivir la sexualidad es mucho más que una mera genitalidad.

En esta esfera, como en muchas otras, el ser humano experimenta gozo y placer; algo contemplado y querido por Dios El amor humano abraza también el cuerpo y el cuerpo expresa igualmente el amor espiritual.

La sexualidad no es algo puramente biológico, sino que mira a la vez al núcleo íntimo de la persona. Por tanto, hay que verla de forma natural y transparente, pues todas las cosas que son buenas pueden pervertirse cuando hacemos un uso desordenado de ellas.

Buen uso de la sexualidad-genitalidad

Mientras no se perciba la sexualidad con una óptica eterna, sólo será una práctica pasional. Es decir, pasajera y vacía, y no mensajera de vida. Proyectar la sexualidad a plena luz es restituirla a esa aurora donde ha nacido, pues ha nacido del corazón de Dios. La Iglesia reconoce al matrimonio como el ámbito idóneo de la vivencia de la sexualidad. Allí es donde se «comprende y supera la amistad y se plasma en la entrega total de un hombre y una mujer, de acuerdo con su masculinidad y feminidad». Esto no es una restricción, como muchos pretenden verlo; es crear las condiciones suficientes para que el ser humano alcance su plenitud. El sexo tiene dos fines concretos: unitivo y procreativo, es decir, unirse y crecer en el amor en la pareja, y ser fecundos, esto es, tener hijos, frutos de ese amor dentro del matrimonio estable y ratificado por un serio compromiso, como es el casamiento civil y religioso.

¿Un mandamiento caduco?

Hay quienes piensan que este precepto es de tiempos ancestrales, de mentalidades ahora ya superadas. Algo muy alejado de la realidad. Hoy, como desde que el hombre es hombre, la sexualidad es parte constitutiva de nuestro ser; el buen uso o desviaciones que podamos tener siguen vigentes. Generaciones pasadas, modernas y futuras necesitaron y seguirán necesitando una guía que les permita vivir su sexualidad con la libertad dignificada de los hijos de Dios. He aquí la importancia de este precepto. Finalmente, vivirlo nos hace más humanos y mejores cristianos.


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El amor conyugal
El Observador / Redacción

Nos humanizamos en la medida en que amamos. Por eso las personas de las que decimos que tienen «calidad humana» son aquellas cuya capacidad de dar y recibir amor está bien desarrollada. Una de las muchas caras del amor es la vida conyugal. El amor conyugal es recíproco y es fecundo, abarca la totalidad de la persona: alma, sentimientos y cuerpo. El hombre y la mujer involucrados se comprometen a un proyecto de vida, a un mutuo acompañamiento y crecimiento.

Características del amor conyugal

El amor conyugal tiene una doble finalidad. En primer lugar, la unión de los esposos es para su propio bien; en otras palabras, la ayuda mutua es el empeño constante por desarrollar una auténtica comunidad de personas para hacer frente a todas las eventualidades, vencer los obstáculos que surgen inevitablemente en el transcurso de toda existencia humana, por más afortunada que ésta sea, y para construir la felicidad. Son dos los que deciden apoyarse y enfrentar los sinsabores y alegrías que les depara la vida. En segundo lugar está la procreación, en la que el amor conyugal está al servicio de la vida. Es una forma de cooperar con el amor de Dios Creador.

La unión sexual de los esposos

Es la expresión más profunda y completa de amor conyugal, y, por lo tanto, tiene los mismos fines: el unitivo y el procreativo.

Con respecto a la primera finalidad, tenemos que dejarlo bien claro: el placer de la unión sexual es un medio bueno y lícito para favorecer la unión de los esposos, pero no es el fin de la unión sexual. El encuentro sexual debe reunir ciertas características para que cumpla con su papel coadyuvante en el crecimiento personal y amoroso. Debe ser entrega total u oblación total de los cónyuges, dominio de sí para transformar el impulso sexual en auténtica manifestación de amor con la delicadeza del corazón que se traduce en delicadeza de gestos.

Con respecto al fin procreativo, es necesario reconocer que los hijos son la «materialización o concreción» del amor profundo que se tienen los esposos. Dios hace a los padres partícipes de su poder creador. El acto conyugal hace a los esposos co-creadores con Dios, mostrando en cada criatura la nueva acción de Dios. Es una historificación de Dios, un permitirle hacerse nuevamente presente en el mundo como creador.

Por tanto, la procreación debe ser responsable. Esto implica: 1) Uso de la inteligencia y libertad para usar responsablemente la capacidad procreadora. 2) Pueden existir razones válidas para posponer temporalmente un nuevo nacimiento, pero hay que juzgar con rectitud, evitando sobre todo el egoísmo.


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Riesgos de las relaciones prematrimoniales

Luisa y Arturo son novios. Desde hace meses habían tenido su primer encuentro sexual, situación que se venía repitiendo con cierta frecuencia. Cuando Luisa se lo contó a su mejor amiga, Jimena, ésta, una joven católica comprometida, la exhortó a dejar esas prácticas pues eran contrarias a las enseñanzas de la Iglesia. «Ya empiezas de mocha», le contestó Luisa.

Lo que desconocía Luisa es que la relación íntima al margen del matrimonio no sólo es una cuestión moral o religiosa sino una cuestión de tipo humana muy profunda, pues esto genera consecuencias negativas en la psicología, comportamientos y emociones de los involucrados.

Las consecuencias

Una de las consecuencias más comunes de esta práctica es el hecho de que el noviazgo se va tornando no en un encuentro de dos corazones que se buscan, que se comprenden y que se aman, sino en dos cuerpos que se desean. Cada encuentro de la pareja deja de ser una oportunidad para conocerse y amarse, y se transforma en pasión y placer. De esa manera las bases del matrimonio se ponen no en el amor, el afecto, el servicio y la renuncia sino en el sexo. Quizás es porque no se dan cuenta de que el sexo es un elemento muy débil para sostener una relación de toda la vida. Sin embargo, ya en la vida de casados, poco a poco se van percatando de que gran parte de su relación está fincada en su sensualidad y que difícilmente encuentran otro punto de encuentro que no sea la «cama». Esto hace que se vaya perdiendo el interés en la persona, en su vida, en sus intereses y problemas, elementos fundamentales de una sana relación humana. Con el tiempo se darán cuenta de que nunca se amaron, solamente se desearon. Los efectos de estos problemas se ven evidentes en las estadísticas, ya que de los matrimonios que se presentan ante el tribunal eclesiástico para que se revise la causa de nulidad de su matrimonio el 70 % han tenido relaciones prematrimoniales. ¿Coincidencias?

La información científica lo corrobora

Cada vez son más los estudios que corroboran la correlación entre fracaso matrimonial y relaciones prematrimoniales. El más reciente fue elaborado en Estados Unidos y arrojó que los niños que han nacido en parejas cohabitadoras multiplican por cinco su riesgo de vivir la separación de sus padres, con respecto a los niños nacidos dentro del matrimonio. A la misma conclusión llegan numerosos estudios similares en Canadá, Suecia y Alemania.

Como católicos tenemos claro que las relaciones prematrimoniales son una falta contra el sexto Mandamiento. Esperemos que esta sociedad laicista que algunos se esfuerzan por imponer tenga en cuenta que la castidad en el noviazgo no es mera cuestión «religiosa», sino una verdad humana.

Con información de P. Ernesto María Caro Osorio


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Percepciones falsas de la sexualidad
Por Víctor García Hoz / Vidahumana.org

El asunto sexual no es un asunto meramente biológico; la educación correspondiente no es un tipo de materia que pueda realizarse con independencia de los otros aspectos educativos: el intelectual, el social, el moral. Tal vez las ideas falsas más difundidas se pueden reducir a tres:

1. Considerar la tendencia sexual como un impulso inocente en cuya satisfacción estaría la felicidad del hombre. La satisfacción del impulso sexual sería una fuente de placer físico que se encontraría en una especial clase de juego por el cual no hay que preocuparse.

2. Entender que la no conjugada tendencia sexual es un impulso puramente natural que no tendría nada de misterioso ni complicado en su origen, pero que habría sido reprimido constantemente por «supersticiones religiosas», por coacciones legales y tabúes convencionales, que han creado una atmósfera de temor y miedo hacia todo lo que se refiere a la sexualidad.

3. Sostener que la tendencia sexual no podría ser reprimida sin consecuencias funestas para el armónico desarrollo del hombre.

Con el pretexto de la madurez psicológica no se ponen obstáculos, y aun se dan facilidades a cualquier clase de experiencias sexuales, cayendo también aquí en otro error; porque la madurez significa desarrollo, capacidad de producir frutos. La madurez emocional y biológica no consiste únicamente en la capacidad de reaccionar biológicamente, sino también y de modo principal, en la capacidad de someter los impulsos biológicos a la ordenación de la razón. Madurez psicológica tiene no el que se deja llevar de sus impulsos, sino el que es capaz de regularlos integrándolos de modo acorde con la dignidad humana. A la desorientación doctrinal, nacida de falsos planteamientos intelectuales de la sexualidad humana, viene a añadirse la acción de intereses comerciales y de otra índole que explotan las tendencias sexuales para erotizar la sociedad en interés de unos cuantos. Así el erotismo en la publicidad, para atraer la atención del consumidor, y la ligereza en el vestir, orientada principalmente a la atracción sexual, son incompatibles con la doctrina moral u ascética; a cuya doctrina no se la combate actualmente por vía racional, sino por el camino fácil del ridículo.

También el desprecio de las virtudes, tanto las humanas como las sobrenaturales, arranca del falso concepto naturalista de la sexualidad.

En la unidad humana

El error común a todas estas concepciones está en considerar a la sexualidad como algo puramente biológico, exclusivamente natural, sin tener en cuenta que en el hombre no hay ningún factor de su vida que pueda ser considerado exclusivamente natural o biológico, sino que cualquier manifestación de la vida revela que el hombre es un ser complejo en el cual se unen la materia y el espíritu.

El sexo es un hecho biológico; pero en el hombre expresa el deseo de lo absoluto, del amor sin límites de tiempo. Es una manifestación del deseo de unión que el hombre tiene para realizar el afán de prolongarse mas allá de su propia vida El profundo deseo humano de paternidad está insertado en la sexualidad humana.

Cuando se habla de amor sin límite de tiempo, de prolongación de la vida personal, se está haciendo referencia a realidades que están más allá de la experiencia del hombre. Nada tiene de extraño que el hombre haya experimentado la sexualidad siempre como algo sagrado, algo que lo pone frente al misterio de la vida.


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Difundir el verdadero sentido del amor entre los jóvenes
Por Fernando del Castillo

Pensamos que la educación en el verdadero amor es clave en la defensa de la vida y la familia. Desde hace ya unos años, en no pocos países, se lanza a la juventud por un camino de halago de los sentidos. Se trivializa el amor hacia lo exclusivamente sexual.

Por medio de la publicidad, de filmes, publicaciones, falsas campañas de prevención del SIDA... se invade la sociedad con sucedáneos del amor; se la conduce por la búsqueda del placer inmediato.

Parece como si en una intencionada maniobra política se pretendiera narcotizar las mentes, haciendo de los individuos seres pasivos y acríticos, hombres de masa. Si alguien levanta la voz en otra dirección es dejado a un lado bajo la excusa de la «libertad», de la superación de lo sacro y de los valores tradicionales.

Por desgracia, muchos están cayendo en un camino de vértigo, en un callejón sin salida donde sólo encuentran penas físicas, como es el SIDA, la droga, el aborto..., y sufrimientos espirituales, que suelen ser más dolorosos: como la soledad, angustia, desesperación..., familias destrozadas. En efecto, es un panorama nada alentador, vistas las cosas con objetividad y realismos únicamente humanos.

Debajo de estos problemas marginales, emergen, como puntas de iceberg, toda una serie de causas estructurales que hay que estudiar y acometer, aunque esta sea una empresa difícil y de largo plazo.

La educación sexual integral, en el auténtico camino del amor verdadero, pasa por la adquisición de pautas para encontrar esa otra senda que lleva a la generosidad, a la entrega, al descubrimiento de los otros valores de la persona y su dignidad, el verdadero encuentro amoroso. Hace del amor algo grande, abierto al tú y a los demás. Es el camino de la generosidad, de la amistad, de la solidaridad.

Se hace necesario orientar a los padres en la formación de sus hijos para el Amor, pues ellos son los primeros educadores; y a los jóvenes, como forjadores de nuevas familias. Como ven, se trata de dos pilares fundamentales para los nuevos tiempos: la familia como núcleo vital de la comunidad humana, y los jóvenes que son el baluarte y el futuro de la sociedad.


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«En el mundo y a vuestro alrededor hay una manera de comportarse que es absolutamente incompatible con la dignidad de cristianos bautizados, hijos de Dios, hermanos y hermanas de Cristo. Con frecuencia intentará
convenceros el mundo de que sigáis un camino ajeno al
pensamiento de Cristo. En efecto, algunas personas os dirán
que los mandamientos están pasados de moda y que las
bienaventuranzas son desatinadas, y que el placer de la
permisividad es el objeto de vuestra vida. En otros
ambientes se os dirá que las enseñanzas de Cristo son
un ideal, pero no están adecuadas a la situación del mundo
de hoy. Sin embargo, vosotros debéis seguir testimoniando
el gozo que nace de aceptar la Palabra de Dios,
la alegría que brota de decir ‘sí’ a Cristo»
(Juan Pablo II, 23-VIII-83).




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Tres preguntas de jóvenes a un sacerdote

Resumimos tres respuestas del padre Jordi Rivero, fundador de www.corazones.org, a dudas expresadas por personas jóvenes sobre la inmoralidad sexual:

1) ¿Por qué está mal la entrega sexual antes del sacramento del matrimonio, si el Señor es Amor? No entiendo por qué tengo que estar en enemistad con Jesús y no poder comulgar solo por hacer el amor con el ser que más amo, si es justamente la más grande manifestación de amor que se podría llegar a mostrar entre dos personas.

RESPUESTA: Ciertamente, el Señor es Amor. Pero no confundas el amor de Dios con el deseo que tienes por tu novia. El amor sexual no es «la más grande manifestación de amor que se podría llegar a mostrar entre dos personas». Más bien, el mayor amor es el que se niega a sí mismo por el bien del otro. No se entiende el amor hasta que abrimos el corazón a Cristo. Entonces descubrimos que el amor no se «hace», como si se tratara sólo de un acto biológico. Nosotros no «hacemos el amor» sino que lo compartimos con otros a la medida que hayamos entregado nuestro corazón y voluntad a Dios, amándolo sobre todas las criaturas y sobre todas las cosas.

El noviazgo es una escuela en madurez, auto-control y capacidad de sacrificio por el bien del otro. Para amar es absolutamente necesario tener dominio de sí mismo. Deja de pensar en ti y piensa que amar requiere entrenamiento y sacrificio. ¿No se sacrifican los atletas? Pues tu novia vale mucho más que un partido de futbol.

2) ¿Es pecado mortal hacer actos impuros con mi novia?Yo la amo con todo mi ser... No hablo de tener relaciones, pero cosas por el estilo... ¿Está mal si lo que hago es totalmente con amor?

RESPUESTA: Dios es nuestro Padre y nos creó para amar. Pero el amor verdadero sólo se da a la medida que nos unimos a la voluntad de Dios. Nada esta hecho con verdadero amor si no está en la voluntad de Dios.

3) U sted entiende mucho del amor a Dios, pero es distinto amar a una chica. A uno le late el corazón a mil... No me arrepiento de andar con la chica de otro, y juraría que lo volvería a hacer mil veces más. En síntesis, no me importa mucho saber si estoy errado o acertado; Dios me lo dirá cuando me muera.

RESPUESTA: Si no te importa saber si estas errado, has renunciado a conocer la verdad. Es para conocer la verdad y actuar según ella que tenemos uso de la razón. Si renuncias a buscar la verdad renuncias a tu dignidad como ser humano. Te reduces a vivir por el placer animal. No puedes, entonces, hablar de amor propiamente sino tan sólo de instintos y de placer.

Se debe distinguir entre el amor a Dios y al amor a una mujer. Dios es amor infinito y eterno. Sólo con Su amor podemos amar a otros. De modo que si un hombre verdaderamente ama a una mujer es porque el amor de Dios está en su corazón y lo transmite. Lamentablemente tu carta revela que éste no es el caso. Prefieres postergar a Dios hasta después de muerto. No comprendes que es ahora cuando decidimos la eternidad.

Me dices que te sientes atraído hacia una chica, que la deseas. Sentir el corazón a mil es algo natural, pero no es, por sí mismo, amor. Yo te digo que si no eres capaz de dominarte y de respetarla, de reconocerla como persona, de renunciar a tus egoísmos por su bien, entonces en ningún modo la amas. Cuando ames de verdad a una chicha lo sabrás porque serás capaz de esperar, de abnegarte por ella. Al amarla ya no te pondrás a ti mismo por delante. Pensarás en lo que es bueno para ella, aunque eso requiera separarte de ella si es para su bien.


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Los alcances del sexto Mandamiento divino

Según se lee en el Catecismo de la Iglesia Católica, este mandamiento implica dos principios fundamentales:

1) Que cada varón y cada mujer debe reconocer y aceptar su propia identidad sexual. Por más que se quiera negar el sexo con el que se fue dotado en el momento de la concepción, éste jamás cambiará. Se podrán realizar cirugías transexuales, cambiar el aspecto con vestimenta y maquillaje, e incluso podrán expedir actas que avalen de manera oficial el «cambio» de sexo; pero los genes que lo determinan jamás podrán ser sustituidos, de manera que el varón seguirá siendo varón y la mujer seguirá siendo mujer. Dios no se equivocó al otorgar a la persona humana un sexo determinado.

2) Que toda persona, casada o soltera, debe ser casta. Es que, como explica el Catecismo, la castidad implica un aprendizaje del dominio de sí mismo, es decir, el control de las pasiones. Ciertamente no es algo que se logra en un día, sino que es una «obra que dura toda la vida».

Dados estos dos principios, se entiende por qué las siguientes expresiones violan la orden divina del sexto Mandamiento; sin embargo, no son las únicas, pues, desgraciadamente, hay una gama casi infinita de modalidades del pecado de impureza:

- La masturbación. También llamada autoerotismo, es el hecho de procurarse físicamente placer sexual a sí mismo. Hay «educadores» que se atreven a enseñar a los niños y jóvenes que la masturbación es una «etapa normal» del desarrollo sexual, por lo cual no tendría nada de malo, y que prueba de ello es que la mayoría lo hace al menos una vez en su vida. Semejante conclusión es tan absurda como decir que la mentira no es mala puesto que quizá la totalidad de las personas mienten.

- La pornografía. «Consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada», explica el Catecismo.

- La fornicación. «Es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio». Y es todavía más grave cuando hay de por medio corrupción de menores de edad. Las relaciones prematrimoniales son un caso clásico de pecado de fornicación. Cuando la unión sexual se da entre personas unidas por lazos cercanos de parentesco el pecado se llama incesto. Las parejas que deciden vivir juntas, como si estuvieran casadas pero sin estarlo, cometen pecado de fornicación con la llamada «unión libre».

- La violación.- «Es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona». El pecado se agrava más todavía si la violación es ejecutada por los padres o los educadores de la víctima. Si el que sufre el abuso sexual es un menor de edad, el acto recibe el nombre de estupro.

- La prostitución. No sólo peca quien vende su cuerpo por dinero, sino que peca todavía más el que paga por pecar. Sin embargo, el Catecismo indica que puede haber atenuantes en quien ejerce la prostitución por «la miseria, el chantaje y la presión social».

- La homosexualidad. «Designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo». Este pecado «no puede recibir aprobación en ningún caso». Igual que el resto de la humanidad, las personas con tendencia homosexual están llamadas a vivir una vida de castidad, y, en su caso específico, «unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición».

- El uso de métodos anticonceptivos.- Dios quiso que el encuentro sexual tuviera unidas estas dos finalidades: la unión matrimonial y la posibilidad de procreación. La anticoncepción busca precisamente separarlas. El acto sexual supone la entrega absoluta de los esposos, pero, como dice Victor Galeone, obispo de Saint Augustine, Florida (EU), el empleo de anticonceptivos implica que, mientras «el lenguaje del cuerpo del acto conyugal dice: ’Yo soy todo tuyo’, el anticonceptivo agrega: ‘Excepto en cuanto a mi fertilidad’». Sin embargo, Dios no pide que la pareja se llene de hijos a los que no puede mantener ni atender —por algo hizo mucho más días infértiles que días fértiles—. Explica el Catecismo que, «por razones justificadas, los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos»; y la manera correcta de lograrlo será mediante la planificación natural, y no mediante la anticoncepción.

+ Inseminación y fecundación artificiales.- Son gravemente deshonestas la donación de esperma o de óvulos, la inseminación y las fecundaciones artificiales heterólogas (con donantes de una tercera persona). Si estas prácticas se realizan sólo con semen y óvulos de los cónyuges, «son quizá menos perjudiciales, pero no dejan de ser moralmente reprobables», advierte el Catecismo, pues «disocian el acto sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo ya no es un acto por el que dos personas se dan una a otra, sino que confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos». Aquí el problema es que se deja de ver al hijo como lo que es, un «don», y se le empieza a ver equivocadamente como un «derecho».

+ El adulterio. «Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, cometen un adulterio».

+ El divorcio. «Entre bautizados católicos, el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte». En cambio, «la separación de los esposos con permanencia del vínculo matrimonial puede ser legítima en ciertos casos previstos por el Derecho Canónico». En cuanto al divorcio civil , si «representa la única manera posible de asegurar ciertos derechos legítimos, el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado». Sin embargo, el divorciado que contrae segundas nupcias en el orden civil o que se une sexualmente a otra persona, peca gravemente.

- Otros.- La poligamia, la sodomía, la bestialidad, ciertos besos y caricias, chistes y lenguaje inmoral, vestir ropa escandalosa, etc.

D. R. G. B.


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El pecado que más se comete es el pecado de impureza

No hay camino más placentero para alcanzar la condenación eterna. __ El cine y la TV, sus grandes promotores.

La Virgen María se apareció por última vez a la beata Jacina Marto, la más pequeña de los tres videntes de las apariciones de Fátima, tres días antes de que ésta muriera. Después de ello, la niña dijo a su madrina, quien la acompañaba en el hospital, que la Virgen le había comunicado lo siguiente: «Los pecados que llevan más almas al Infierno son los de impureza».

Pero dos siglos antes san Alfonso María de Ligorio, ya fuera por revelación o por simple intuición, había afirmado lo mismo: «A este pecado [el de impureza] deben atribuir su condenación la mayor parte de los réprobos».

Los sueños de don Bosco

A san Juan Bosco se le concedieron sueños proféticos, es decir, de carácter sobrenatural. En 1860 uno de éstos estaba relacionado con el Infierno. Ahí vio a muchos alumnos suyos, envueltos en la condenación. Dice el santo: «Mientras lleno de horror contemplaba el estado de muchos de mis jóvenes, de pronto una idea floreció en mi mente. ‘¿Cómo es posible —dije— que los que se encuentran aquí estén todos condenados? Esos jóvenes, ayer por la noche estaban aún vivos en el Oratorio’. Y el guía me contestó: ‘Todos ésos que ves ahí son los que han muerto a la gracia de Dios y si les sorprendiera la muerte y si continuasen obrando como al presente, se condenarían’».

Don Bosco vio un velo en el cual se veía escrito: «Sexto Mandamiento». Y su guía le explicó lo que aquella visión significaba: «—La falta contra este Mandamiento: he aquí la causa de la ruina eterna de tantos jóvenes. —Pero, ¿no se han confesado?. —Se han confesado, pero las culpas contra la bella virtud las han confesado mal o las han callado de propósito. Por ejemplo: uno, que cometió cuatro o cinco pecados de esta clase, dijo que sólo había faltado dos o tres veces. Hay algunos que cometieron un pecado impuro en la niñez y sintieron siempre vergüenza de confesarlo, o lo confesaron mal o no lo dijeron todo. Otros no tuvieron el dolor o el propósito suficiente. Incluso algunos, en lugar de hacer el examen, estudiaron la manera de engañar al confesor. Y el que muere con tal resolución lo único que consigue es contarse en el número de los réprobos por toda la eternidad».

Antes no había televisión...

Sin embargo, las tres anotaciones anteriores fueron pronunciadas por primera vez cuando no había televisión. Y si bien el cine apareció a finales del siglo XIX, el cine sonoro fue creado en 1922, y sólo hasta 1928 se superó la mayoría de la fallas técnicas que dificultaban su utilización. Así las cosas, las malas publicaciones eran prácticamente el único mass media que fomentaba el pecado contra el sexto Mandamiento. Y hacían tan bien su papel que ya era el pecado más cometido.

No hace falta tener un canal de TV pornográfico

¿Qué habría de decirse entonces de la época contemporánea, con tantas películas y televisión lascivos? Porque hoy no hace falta entrar al cine a ver una película XXX o contratar el canal Playboy de televisión por cable para estar en contacto con toda una promoción del sexo desde la más tierna infancia. Basta ver los anuncios exhibidos durante el horario de la «barra infantil» para corroborarlo.

¿Qué tiene que ver el papel higiénico o la goma de mascar con el erotismo? Nada, ciertamente, pero los publicistas se encargan de hallarle relación. Instituciones como la estadounidense Stanford Graduate School of Business ofrecen consejos para emplear el sexo como arma mercantil, pues ciertos estudios asegurarían que someter a un grupo de varones a estímulos sexuales de carácter visual activaría las áreas del cerebro vinculadas con el sistema de recompensas; aunque a la vez reconoce la misma institución que las temáticas sexuales tienen una reducidísima efectividad en la venta de automóviles.

Estudios recientes han demostrado que, en realidad, el sexo es contraproducente en los anuncios, pues distrae de la marca que se pretende promocionar.

Algo similar viene ocurriendo en el mundo del cine. Hoy casi no hay película sin escenas de sexo o al menos alusiones sexuales. Si bien la trama de una cinta pudiera requerir tocar el tema de la sexualidad, en la inmensa mayoría de las cintas tales escenas son del todo innecesarias pues no tienen ninguna relevancia en la historia, sino que sólo satisfacen la morbosidad de los creadores de la cinta y, si la hubiera, de los espectadores.

Un estudio realizado en 2009 examinó 900 películas filmadas entre 2001 y 2005. Las conclusiones fueron claras: el sexo y la desnudez no influyen positivamente en la popularidad de la película, y tampoco garantizaron una gran recaudación.

La lección es clara: el sexo no vende. Entonces, ¿por qué los productores, directores y publicistas insisten en lo mismo? Es un misterio. Quizá en el fondo lo que más temen es pasar por «mochos», por eso no se atreven a contradecir al mundo.

Y a fin de cuentas esos anuncios, series de TV y películas sólo sirven para sugerir malos pensamientos. Y si bien los pensamientos que nos vienen a la mente contra la pureza, por sí mismos no son pecados, sino tentaciones e incentivos de pecado, se vuelven una real y grave falta cuando se les da consentimiento. Y una vez que se comienza a caer en la lujuria, es difícil escapar de ella.

«Desafortunadamente, muchos jóvenes pierden la fe porque no consiguen ser castos —decía el padre san Pío de Pietrelcina—. La lujuria es el camino más breve y más fácil para ir al infierno, porque quita el gusto de la oración, debilita la fe hasta extinguirla, predispone a todo tipo de pecado, endurece el corazón y, sin una gracia específica, lleva a la impenitencia final». Y advierte santa Faustina Kowalska: «Que sepa el pecador que será torturado por toda la eternidad en aquellos sentidos que utilizó para pecar».

El que tenga oídos, que oiga.

D. R. G. B.