Disfruten de  la Palabra Divina de los Domingos

tomados de la mano de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y del Catecismo de la Iglesia Católica

(Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los números del Catecismo).También puede saltar a:

 


 

DOMINGO III DE PASCUA B

 

Creer en la Resurrección es sentirse impulsado por la fe a proclamarla en todo tiempo y lugar”

 

Hch 3,13-15.17-19: “Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos”

 

Sal 4,2.4.7.9: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor”

 

1 Jn 2,1-5: “Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero”

 

Lc 24, 35-38: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día”

 

Lo fundamental del discurso de san Pedro es que el llamamiento a la conversión se realiza sólo a partir del anuncio de la Resurrección. El asombro de quienes se preguntaban cómo san Pedro había hecho andar al paralítico, había servido de apoyo para invitar a la conversión.

La misma conversión continuada se pide en la segunda lectura. Del conocimiento de Jesucristo se desprende que el creyente se compromete a cumplir fielmente lo que Dios quiere.

 

El valor del testimonio está en darlo, es decir, en vivir de tal manera que los demás se sientan interpelados por una determinada manera de actuar. La diferencia con el “ejemplo” es que éste es más ocasional y pretende enseñar algo. El testigo no pretende enseñar _y menos dar lecciones_. Se limita a ser consecuente.

Tal vez nunca la sociedad ha hablado tanto de coherencia y la demanda tanto. Ser coherente, sin más, no es ni bueno ni malo; depende de con qué se es coherente, la coherencia pide un fundamento para el obrar. Hoy nuestra sociedad necesitaría cuidar más la correlación entre el “obrar” y el “ser”.

 

_ Cumplimiento en Cristo de las Promesas:

“Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Ésta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios ``a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida'' (Rm 6,4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia. Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: ``Id, avisad a mis hermanos'' (Mt 28,10; Jn 20,17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección” (654).

 

_ Ser testigo de Cristo es serlo de su Resurrección:

“Ser testigo de Cristo es ser ``testigo de su Resurrección'' (Hch 1,22); ``haber comido y bebido con Él después de su Resurrección de entre los muertos'' (Hch 10,41). La esperanza cristiana en la Resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él” (995; cf. 1303).

 

_ “Los Apóstoles, palabra que significa ``enviados'', después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de doce, y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe... Y, por esto, toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras” (Tertuliano, de presc. haer 20).

 

El testimonio cristiano puede no ir acompañado de palabras. Pero es imprescindible que vaya siempre apoyado y avalado por la Palabra de Dios.

 

 

 

 

vea: clerus.org

 

 

 

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