Disfruten de
la Palabra Divina de los Domingos
tomados de la mano de los Padres de la
Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y del Catecismo de la
Iglesia Católica
(Nota
Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los
números del Catecismo).También puede saltar a:
DOMINGO DE
PENTECOSTÉS B
(Misa vespertina de la Vigilia)
“En aquellos días derramaré mi Espíritu
sobre mis siervos y siervas”
Jl 3,1-5: “Sobre
mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu”
Sal 103,1-2a.24.27-28.29bc-30:
“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”
Rm 8,22-27: “El
Espíritu intercede con gemidos inefables”
Jn 7,37-39:
“Manarán torrentes de agua viva”
El pueblo, que
había sufrido penuria y hambre, ha recibido ya bienes materiales que le han
sacado de la pobreza. Ahora se le prometen bienes de carácter espiritual.
San Pablo
considera la entrega del Espíritu como inicio de la nueva vida. Al compararla
con las “primicias” o primeros frutos de la cosecha, se está refiriendo a la
cosecha entera. El cristiano es hijo de Dios en virtud del Espíritu recibido, y
teniendo ya en su poder las “primicias”, espera conseguir la gloria (“redención
de nuestro cuerpo”).
La imagen del
agua cabría aquí por el uso de las abluciones tradicionales. Podemos pensar
también que la referencia “todavía no había sido dado el Espíritu” haga creer
al autor del IV Evangelio que ha llegado la “era del Espíritu”, la “etapa de la
Iglesia”.
Dice Antoine de
Saint Exupery: “Estamos hartos de frigoríficos, de lavadoras, de
electrodomésticos; ya es hora de recuperar valores espirituales, inquietudes
espirituales. Tal vez lo peor de nuestro tiempo no sea haber perdido valores
trascendentes y morales, sino haber perdido el norte de ``lo espiritual'', de
lo que no se toca. El día en que se recobre esa sensiblidad, estará más
expedito el camino hacia el encuentro con Dios, el Trascendente, el
``Totalmente Otro''.”
_ “Nadie conoce
lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2,11). Pues bien, su
Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva,
pero no se revela a sí mismo. El que “habló por los profetas” nos hace oír la
Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra
mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe.
El Espíritu de verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de sí mismo” (Jn
16,13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué “el
mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce”, mientras que los que
creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14,17)” (687; cf. 686 y
688).
_ “Los siete
dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza,
ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de
David. Completan y llevan a su perfección la virtud de quienes los reciben.
Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones
divinas” (1831; cf. 1830 y 1832).
_ “El Antiguo
Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más obscuramente al Hijo. El
Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la divinidad del Espíritu.
Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre nosotros y nos da una
visión más clara de sí mismo. En efecto, no era prudente, cuando todavía no se
confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo y, cuando
la divinidad del Hijo no era aún admitida,
añadir el Espíritu Santo como un fardo suplementario si empleamos una
expresión un poco atrevida... Así por avances y progresos ``de gloria en
gloria'', es como la luz de la Trinidad estalla en resplandores cada vez más
espléndidos” (San Gregorio Nacianceno, or. theol. 5,26) (684).
Cristo ha dicho
que el Espíritu hará fecundo el interior
del creyente. Nos toca a nosotros beber de esa fuente.
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