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Domingo 1 de Cuaresma C- Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

Recursos adicionales para prepararte

 

1. Introducción a las Lecturas del Domingo

2.1 Reflexionemos los Padres

2.2 Con los Hijos

3. Relación con la Santa Misa

4. Vivencia familiar

5. Nos habla la Iglesia (los obispos peruanos)

6. Leamos la Biblia con la Iglesia

 

La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

1. Introducción a las Lecturas del Domingo

1. 1 Primera lectura: Dt 26, 4-10

Somos el resultado de nuestras experiencias, decisiones y vivencias, sean buenas, sean malas. Cuando miramos hacia atrás en nuestra vida, muy pronto descubriremos hitos, momentos claves que han marcado un rumbo determinado a nuestro acontecer humano. También deberíamos descubrir momentos especiales cuando Dios intervino “con mano fuerte y brazo extendido”. Son momentos muy preciosos que marcan nuestra relación con Él. Son ocasiones que nunca se deben borrar de nuestra memoria. Lo que ha hecho en aquel entonces ha hecho de usted lo que es ahora. Y repetimos: nada en su vida sucedió sin que Él lo permitiera. El judío del AT se sabía miembro del pueblo escogido porque Dios intervino en la historia e hizo del grupo de descendientes de Abrahán un pueblo de especial predilección. Nosotros somos cristianos porque Dios intervino en nuestra historia e hizo de nosotros un pueblo santo, de sacerdotes como lo dijera a San Pedro. Por eso le pertenecen a Dios no sólo las primicias, le pertenece todo. La gran tentación que nos amenaza es, precisamente, el deseo de considerar algo exclusivamente nuestro, excluirlo de la esfera de la influencia divina para disponer de ello a nuestro gusto. A ver, ¿qué parte de su vida, de sus gustos, de sus intereses, de sus proyectos y metas no forman parte del patrimonio de Dios? Él lo salva a nosotros hoy y querer apartar algo de Él significa querer salvarse solo. Nuestro Dios es un Dios celoso, no permite que haya ídolos a su lado. O Él o los ídolos. ¡Escoja!

1. 2 Segunda lectura: Rom 10, 8-13

A veces quisiéramos inventar nuevas palabras para decir las cosas de manera distinta. Porque la palabra “amor” está tan gastada por el uso y el abuso que en lugar de una realidad que transforma, todo se parece más bien a una pintura abstracta donde no importa si está colgada de cabeza o no. Tendré que utilizarla, si no corro el riesgo de no hacerme entender. Cuando uno se enamora - no estoy hablando de emociones eróticas, estoy hablando del amor verdadero - , cuando uno considera a la otra persona como la más importante de su vida, se llena el corazón, se transforma nuestra realidad porque la vemos de manera distinta y, tarde o temprano, tenemos que hablar, profesar nuestro amor. Hace algún tiempo cometido la imprudencia de preguntar a una novia por la salud y el carácter de su novio. Me hizo una perorata de media hora sin cansarse ni repetirse y tenía materia para más rato. Ser cristiano no consiste en una serie de mandamientos que cumplir. Ser cristiano, o ser salvo, - que es lo mismo - es tener el corazón lleno de Dios, ver la realidad de otra manera y no poder callarse al respecto. Lo hermoso es que este corazón lleno nos hace buenos ante Dios, no nuestras obras o méritos. Y en cuanto de no poder callarse, esto nos salva. Lea la lectura y descubrirá qué es lo que quiere la Cuaresma de usted: llenar su corazón de Dios de manera que no pueda callarte nunca más cuando hay oportunidad de hablar de él.

1. 3 Evangelio: Lc 4, 1-13

Toda persona puede considerarse un supermarket en tentaciones. Las tenemos todos los días, muy variadas y podemos estar seguros que nunca habrá escasez. Alguien me dirá: “No bromee. Se trata de algo muy serio”. Tiene razón, la tentación es el preludio del aborto, de la infidelidad matrimonial, del robo, de la cólera, de la maledicencia y nos sé de cuantas cosas más. Pero no tengo razón de quejarme. Si el Hijo de Dios pasó por ese trance, ¿cómo me voy a quejar yo? Y si Él lo ha pasado como tantas cosas más por amor a mí, entonces creo, mejor dicho, sé que Él puede sacarme de cualquier atolladero. Siempre leo el relato del Evangelio sobre las tentaciones en el desierto con un gozo extraordinario. Por primera vez alguien le enseña a Lucifer cómo son las cosas y desde entonces no yo, creatura desprovista de fuerzas y poder, sino el perdedor predestinado en la batalla será Satanás. Con Cristo soy más fuerte que el ángel de las tinieblas. Me va a torturar hasta el último momento de mi vida. Pero cuando me apoyo en el Señor, tendrá que huir. Muchas veces me apoyo en mí mismo y caigo vergonzosamente. Pero el Señor me saca de la muerte y puedo enfrentar de nuevo al enemigo como si nada hubiera pasado. Esa es la misericordia de Dios. Bendito seas, Señor, que nos prestas tu fuerza, tu serenidad, tu poder para combatir las tinieblas.

 

2. 1 Reflexionemos los Padres

Es interesante observar a un niño como aprende a caminar. ¡Cuánto esfuerzo, cuantas caídas! El niño aprende a superar la fuerza de gravedad. Uno podría decir: “¿Por qué Dios no hace las cosas un poco más fáciles?” Pues, sin la fuerza de gravedad el niño nunca aprendería a caminar.

Hace algunos decenios, cuanto se hizo popular la doctrina de la psiquiatría de los comienzos, los padres de los niños norteamericanos quisieron evitar que sus hijos tengan frustraciones, que no tengan trauma alguno. Ya no los castigaban. Trataban solucionarlo todo por medio del razonamiento. Bueno, hoy en día han cambiado de idea. Se han dado cuenta que el niño necesita frustraciones, límites para aprender a vivir, para conseguir aguante, para que tenga fuerza frente a los embates de la vida.

¿Las tentaciones tienen un lado bueno? Es el simple hecho de que Dios saca de todo algo bueno si nos dejamos guiar. Dicen los padres del desierto, esos sabios que han querido dedicarse totalmente a Dios, que sin tentaciones no hay santidad. Primera reacción: ¡agradezcamos al Señor porque permite que tengamos tentaciones!

Si creemos en la bondad de Dios, tampoco necesitamos rebuscar en la Biblia para asegurarnos que no necesitamos tener miedo de cara a la tentación que es mala en sus consecuencias, perniciosa y destructora. Dios no permite que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas (cf. 1 Cor 10, 13). San Pablo sabía esto antes de nosotros. Segunda reacción: ¡agradezcamos al Señor porque no permite que las pruebas superen nuestras fuerzas!

Ahora bien, no vayamos a quejarnos de Dios cuando caigamos en la tentación. La culpa es nuestra. Nos hemos expuesto demasiado. Para utilizar una comparación: Dios te regala un candado para que podamos mantener cerrada la puerta que da acceso a nuestra persona de manera que no pueda entrar la tentación. No le culpemos, pues, a Dios cuando hemos dejado de cerrar el candado. Cerrar el candado es: evitar la ocasión próxima; evitar situaciones, personas, momentos, lugares que son invitación al pecado y por ende son tentación. Pero al igual que el cónyuge que quiere guardar la fidelidad matrimonial, saca fuerza e inmunidad ante todo del cariño que profesa y vive, también de la comunicación y del diálogo cariñoso, así el cristiano encontrará la fuerza necesaria al mantener una comunicación profunda con Dios. Si tu corazón está lleno de Dios, el diablo no tiene cabida. Tercera reacción: ¡agradezcamos a Dios porque nos ama!

 

2. 2 Con los Hijos

Imaginémonos sólo un momento que podamos vivir una vida sin tener que esforzarnos. ¿Qué cosas dejaríamos de hacer?… No piensen que hay gato encerrado, es para entender mejor el Evangelio. Vamos, ¿qué cosas haríamos y qué cosas dejaríamos de hacer?… De ahí veamos un poco cuáles serían las consecuencias… Si los padres y los hijos dejarían de hacer las cosas que cuestan un esfuerzo, todo sería una gran confusión. Si nos ponemos a pensar en serio, las cosas que cuestan esfuerzo contribuyen a que nosotros y los demás estén más felices. ¿Tengo razón?

Sin esfuerzo no hay premio ni se alcanza la meta

En las prácticas de tiro los submarinos norteamericanos utilizan torpedos recuperables. Cuando se da en el blanco es fácil recuperar el proyectil, pero cuando se yerra el tiro, puede considerarse perdido irremisiblemente. Cuentan de un submarino que tenía la peor fama en la flota por perder torpedos. Por fin, desesperado, el oficial de artillería recogió todas las tarjetas de licencia de los artilleros y los colocó dentro de los torpedos de práctica. Desde entonces ya no erraban ni un solo tiro.

Nuestros esfuerzos son como los torpedos. Si los perdemos, se pierde algo que vale mucho. Si da en el blanco nos trae cosas de mucho provecho. El diablo no quiere que hagamos esfuerzos. También los quiso ahorrar a Jesús. ¿Qué ganamos cuando hacemos los esfuerzos a pesar de sus insidiosas insinuaciones?

 

3. Relación con la Santa Misa

El combate cristiano comienza desde que tenga uso de razón. Siempre habrá pruebas, siempre continúan. La Palabra de Dios nos ilumina para la lucha. La Eucaristía nos fortalece con el cuerpo glorioso del Señor. En humildad y pobreza se nos permite participar de la vida y del poder de Cristo resucitado.

 

4. Vivencia Familiar

Las motivaciones para realizar seriamente un esfuerzo espiritual especial durante la Cuaresma son tres:

-          Queremos acompañar al Señor en su pasión aunque sea sólo en algo muy pequeño, para responder a su amor.

-          Queremos hacer penitencia por nuestros pecados para llegar a la conversión.

-          Nos sentimos solidarios con todos los hombres y sabemos que somos corresponsables por todo lo que pasa en el mundo. Mientras haya guerra, hambre y miseria no podemos ser insensibles.

¿Sería ilusorio, fuera de realidad de pensar, que la familia reduzca sus castos en lo que se refiere a las cosas superfluas?

Estimular en la familia el compromiso cuaresmal, algo que cuesta y que a la vez manifieste nuestra solidaridad con los hermanos, e. d., dejar de fumar durante la Cuaresma y entregar la plata ahorrada a una institución caritativa.

Deberíamos tratar que la vida de la oración tanto familiar como personal sea más intensa.

Es relativamente fácil identificar nuestra falta principal, o sea, lo que en nuestro comportamiento ocurre de negativo con harta frecuencia; es un campo muy propicio para el esfuerzo cuaresmal.

 

5. Nos hablan los Obispos Peruanos

Así como otrora Israel, el primer pueblo, experimentaba la presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto, cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así también nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da el verdadero desarrollo, que es el paso para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del mínimo vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores y de las injusticias en las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. Más humanas, por fin y especialmente, la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres y la unidad en la caridad de Cristo que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida de Dios vivo Padre de todos los hombres (Evangelización 3. 3. 5).

 

6. Leamos la Biblia con la Iglesia

(I. Año impar; II. Año par)

Lunes: I. Hebr 1, 1-6; II. 1 Sam 1, 1-8; Mc 1, 14-20

Martes: I. Hebr 2, 5-12; II. 1 Sam 1, 9-20; Mc 1, 21-28

Miércoles: I. Hebr 2, 14-18; II. 1 Sam tres, 1-10.19-20; Mc 1, 29-39

Jueves: I. Hebr 3, 7-14; II. 1 Sam 4, 1-11; Mc 1, 40-45

Viernes: I. Hebr 4, 1-5. 11; II. 1 Sam 8, 4-7. 10-22 a; Mc 2, 2-12

Sábado: I. Hebr 4, 12-16 II. 1 Sam 9, 1-4. 17-19; 10, 1 a; Mc 2, 13-17

 

 


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