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Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista: Comentarios de Sabios y Santos

Recursos adicionales para la peparación

 


A su disposición

Exégesis: Alois Stöger - Nacimiento e imposición del nombre de Juan el Bautista (Lc 1,57-66)

Comentario Teológico: Catecismo de la Iglesia Católica

Santos Padres: San Agustín - El nacimiento de Juan y el de Cristo.

Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - Precursor y testigo (Lc 1,57-66.80)

Aplicación: Benedicto XVI - La Verdad no admite componendas

Aplicación: Benedicto XVI: Nacimiento de san Juan Bautista

Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Natividad de San Juan Bautista

 

 

¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

Comentarios a las Las Lecturas del Domingo



Exégesis: Alois Stöger - Nacimiento e imposición del nombre de Juan el Bautista (Lc 1,57-66)

57 A Isabel le llegó el tiempo del alumbramiento, y dio a luz un hijo. 58 Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de la gran misericordia con que la había favorecido el Señor, se alegraban con ella.

El nacimiento de Juan está envuelto en alegría. Isabel se alegra, y con ella los vecinos y parientes. Es la alegría de haber nacido un niño, y de una madre que era tenida por estéril y era además de edad avanzada. Esta alegría ignora todavía la hora de la historia de la salvación que ha sonado con este nacimiento.

La alegría del corazón se desborda en un cántico de alabanza: El Señor la ha favorecido con gran misericordia. El reconocimiento agradecido de los grandes hechos misericordiosos de Dios proporciona alegría, no sólo al que ha sido objeto de la misericordia de Dios, sino también a los que lo reconocen y ensalzan. "Y si, además, soy derramado en libación sobre la ofrenda y el ministerio litúrgico de vuestra fe, me alegro y me congratulo con todos vosotros. De igual modo, alegraos también vosotros y congratulaos conmigo" (Flp_2:17s).

59 A los ocho días fueron a circuncidar al niño y querían ponerle el nombre de su padre: Zacarías.

La circuncisión se llevaba a cabo al octavo día del nacimiento. Así lo exigía la ley: "Esto es lo que has de observar tú y tu descendencia después de ti: circuncidad todo varón. Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio, y ésa será la señal del pacto entre mí y vosotros. A los ocho días de nacido, todo varón será circuncidado" (Gen_17:10 ss; cf. Lev_12:3).

A la circuncisión va ligada la imposición del nombre (Lev_2:21). El derecho de fijar el nombre del niño y de imponérselo corresponde al padre y a la madre, pero también los huéspedes podían tomar parte en la elección del nombre (Rut_4:17). Como el joven Tobías se había llamado como su padre (Tob_1:1.9), así querían que el niño se llamase Zacarías, como su padre. En la vida religiosa influye mucho la tradición y el uso. Pero la cuestión decisiva es ésta: ¿Cuál es la voluntad de Dios? No siempre elige Dios lo tradicional, la vieja usanza, el camino trillado...
60 Pero su madre intervino diciendo: De ninguna manera; sino que se ha de llamar Juan. 61 y le replicaron:
¡Pero si nadie hay en tu familia que lleve ese nombre! 62 Preguntaron, pues, por señas a su padre cómo quería que se le llamara.

Isabel elige el nombre de Juan porque con espíritu profético conoce la voluntad de Dios (1,41). Los parientes lo juzgan todo según las usanzas. Ahora alborea un tiempo nuevo. Isabel ha percibido el aura de lo nuevo. Juzga en forma nueva, y esto se hace extraño a los que están completamente enraizados en lo antiguo. El espíritu va por nuevos caminos, que no siempre son fáciles de comprender. En la naciente Iglesia vendrá también sobre los gentiles: "Se maravillaron los creyentes de origen judío que habían venido con Pedro de que también sobre los gentiles se hubiera derramado el don del Espíritu Santo" (Hec_10:45). El Espíritu no guía siempre conforme a los planes de los hombres, sino también contra ellos.

63 él pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Y se quedaron todos admirados. 64 Y en aquel momento se le abrieron los labios, se le desató la lengua y comenzó a hablar, bendiciendo a Dios.

Entonces se escribía en tablillas recubiertas de cera. Isabel y Zacarías están de acuerdo en la elección del nombre. Al pueblo le extraña la decisión y se admira. La voluntad y la palabra de Dios sitúa a los que ha elegido ante la necesidad de salirse de lo acostumbrado: a Abraham, a Moisés, a los profetas. ¿Qué experimentará Cristo cuando sea anunciada su buena nueva? "Nadie que haya probado el vino viejo quiere el nuevo; porque dice: El viejo es mejor" (Hec_5:39).

La imposición del nombre revela el misterio de la misión del niño que acaba de nacer; en efecto, el nombre del niño significa: Dios es misericordioso. El tiempo del castigo ha terminado para Zacarías; ya no tiene necesidad de signo. Las graves palabras que pronuncian los labios abiertos y la lengua suelta, son alabanza de Dios. En el nacimiento del Precursor se anuncia -todavía en un círculo reducido- el tiempo de salvación, tiempo para proclamar los grandes hechos de Dios.

65 Y un temor se apoderó de todos sus vecinos, y todas estas cosas se comentaban por toda la región montañosa de Judea; 66 y cuantos las oían, las grababan en su corazón preguntándose: ¿Pues qué llegará a ser este niño? Porque, efectivamente, la mano del Señor estaba con él.

Del pequeño círculo de los vecinos y parientes de la casa sacerdotal sale y se extiende por toda la montaña de Judea la noticia de los acontecimientos extraordinarios. La noticia y el mensaje de salvación pugna por extenderse a espacios cada vez más amplios. Tiene el destino y la fuerza de conquistar el mundo. El que es alcanzado por ella se convierte también en su heraldo (Hec_8:17).

No basta, sin embargo, con haber experimentado y oído los hechos portadores de la salud. Deben además grabarse en el corazón. El que los percibe tiene que enfrentarse con ellos en su interior. En el niño Juan se revela el poder, la guía y la dirección de Dios. Quien tome esto en serio y lo considere en su interior se asombrará y se preguntará: ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué acompaña a este niño la poderosa mano de Dios?
¿Quién da solución a estas preguntas? En la historia de la infancia hay hombres llenos de Espíritu que interpretan los acontecimientos por los pensamientos y palabras de la Escritura.
(STÖGER, ALOIS, El Evangelio según San Lucas, en El Nuevo Testamento y su Mensaje, Editorial Herder, Madrid, 1969)

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Comentario Teológico: Catecismo de la Iglesia Católica

Juan, Precursor, Profeta y Bautista
717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).

718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).

719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas".
Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).

720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).

523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último (cf.Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).

524 Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida (cf. Ap 22, 17). Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30).

608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53,7; cf. Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14;cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, nº 717 - 720. 523 - 524. 608)

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Santos Padres: San Agustín - El nacimiento de Juan y el de Cristo.

1. El relato ha sido largo, pero la fatiga del oyente queda compensada por la dulzura de la verdad. Cuando se leyó el santo evangelio, escuchamos el glorioso nacimiento del bienaventurado Juan, heraldo y precursor de Cristo. Puede deducir de aquí vuestra caridad cuán grande es el hombre que ha nacido. La Iglesia no celebró nunca el nacimiento carnal de ningún patriarca, profeta o apóstol; sólo celebra dos nacimientos: el de Juan y el de Cristo. Las mismas fechas en que ambos nacieron encierran un gran misterio. Juan era un gran hombre, pero hombre al fin. Era hombre tan grande que para superarlo sólo se podía ser Dios. Quien viene detrás de mí es mayor que yo. Son palabras de Juan: Él es mayor que yo. Si es mayor que tú, ¿qué significa lo que hemos escuchado de boca de quien es mayor que tú: Entre los nacidos de mujer, nadie ha habido mayor que Juan bautista? Si ningún hombre es mayor que tú, ¿qué es quien es mayor que tú? ¿Quieres oír quién es? En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

2. Y la Palabra de Dios, Dios ella misma, por quien fueron hechas todas las cosas, nacida sin comienzo temporal, autora de los tiempos, ¿cómo halló en el tiempo un día para nacer? ¿Cómo, repito, encontró en el tiempo un día para nacer la Palabra por la que fueron hechos los tiempos? ¿Buscas el cómo? Escucha el evangelio: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. El nacimiento de Cristo se refiere al nacimiento de su carne, no de la Palabra; y por eso mismo se habla del nacimiento de la Palabra, puesto que la Palabra se hizo carne. Nació la Palabra, pero no en sí misma, sino en la carne. En sí misma procede ciertamente del Padre, pero carece de nacimiento temporal.

3. Nació Juan, nació Cristo. Tanto el nacimiento de Juan como el de Cristo lo anunció un ángel. En ambos casos, el milagro es grandioso. Una mujer estéril da a luz, de un anciano varón, al siervo precursor, mientras que al Dueño y Señor lo alumbra una virgen sin obra de varón. Gran hombre es Juan, pero Cristo es más que hombre, puesto que es hombre y es Dios. Gran hombre, pero que como hombre había de ser humillado para ser exaltado como Dios. Finalmente, puesto que era hombre que iba a ser humillado, escucha al mismo hombre: No soy digno de desatar la correa de su calzado. Si se hubiese declarado digno, ¡qué humildad sería la suya! Pero ni de esto se consideró digno. Se prosternó completamente y se ocultó bajo la piedra. Era una lámpara, y temía que la apagase el viento de la soberbia.

4. Además, que todo hombre debía humillarse ante Cristo, y, en consecuencia, también Juan, y que el hombre Cristo debía ser exaltado como Dios, lo demuestra tanto el día de sus respectivos nacimientos como el género de muerte de uno y otro. Juan nació en el día de hoy, fecha en que comienzan a disminuir los días; Cristo nació el 25 de diciembre, fecha a partir de la cual comienzan a crecer. En su pasión, Juan fue decapitado, Cristo levantado sobre un madero. ¡Cuán justa, cuan verídica y santamente fue anunciado a la virgen María! ¿Cómo será eso, si no conozco varón? Lo creía, pero preguntaba el cómo. ¿Qué se le dijo? El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo, el mismo Espíritu Santo, o sea, el poder del Altísimo, te cubrirá con su sombra. En consecuencia, lo que nacerá de ti será santo y llamado Hijo de Dios. El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Concebirás, pero sin la libido de la concupiscencia. No habrá ardor alguno donde esté presente la sombra del Espíritu Santo. Mas como nuestros cuerpos están sufriendo el excesivo calor, baste lo dicho a vuestra caridad. Bien rumiado será mucho.
(SAN AGUSTÍN, Sermones (5º) (t. XXV), Sobre los mártires, Sermón 287, 1-4, BAC Madrid 1984, 127-29)

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Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - Precursor y testigo  (Lc 1,57-66.80)

Al caer en domingo la solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista, la Iglesia, al contrario que con otros santos, quiere que se celebre dicha solemnidad. Este hecho ya nos habla de la importancia que tiene para la Iglesia la figura y el mensaje de San Juan Bautista.

1. El Pre-cursor

San Juan Bautista siempre aparece en los evangelios precediendo las venidas del Señor. Por eso, el mejor calificativo que puede aplicársele a San Juan Bautista es el de 'Pre-cursor', es decir, el que va delante (pre-) en el camino (-curso) preparando la llegada de Cristo (cf. Mt 3,3).

En efecto, San Lucas en su Evangelio, para relatar la anunciación del Ángel a María Santísima (Lc 1,26-
38), relata primero la anunciación del Ángel a Zacarías, padre de Juan Bautista (1,5-25). Para relatar el nacimiento de Jesús (2,1-20), relata primero el nacimiento de Juan Bautista (1,57-58)1. Y para relatar el inicio de la predicación de Jesús (3,21ss), relata primero el inicio de la predicación de Juan Bautista (3,1-18). Esta precedencia de Juan Bautista en la predicación de Cristo era parte de la misión que Dios le había asignado y que había sido anunciada por el ángel a su padre Zacarías: "Irá delante de Dios con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1,17). Finalmente, la muerte de Juan Bautista (Mt 14,3-13) tiene como función en el texto del evangelio ser un anuncio de la muerte que iba a sufrir Jesucristo. Respecto a esto, dice el Directorio Homilético: "La muerte de Juan fue interpretada por Jesús como la señal para dirigirse resolutivamente hacia Jerusalén, donde sabía que le esperaba la muerte"2.

Por lo tanto, San Juan Bautista fue el triple Pre-cursor de Jesucristo: en su nacimiento, en su predicación y en su muerte.

Pero ser pre-cursor no es solamente ocupar un lugar de anterioridad en el tiempo. Ser pre-cursor implica una acción positiva de preparación del camino. Esta acción positiva de San Juan Bautista para preparar el camino de Jesús está manifestada con claridad en los evangelios. Los evangelios lo presentan como aquel de quien se dijo: "¡Prepárame un camino en el desierto!" (cf. Mt.3,3 y paralelos). ¿Cuál era el mejor modo de preparar el corazón de los hombres para que aceptaran la Encarnación del Verbo y la Redención del Verbo Encarnado? Inducir a la conversión. Esa fue la labor de San Juan Bautista. Él predicaba la conversión, es decir, exhortaba a que los hombres se arrepintieran de sus pecados y cambiaran de conducta; exhortaba a un cambio de vida para reconciliarse con Dios. Esa 'conversión' en griego se dice metánoia (cf. Mt 3,8 y muchas otras citas más). Metánoia significa literalmente un cambio de mente (nóia viene de noûs, y noûs en griego significa mente) o un cambio de mentalidad.

Por otro lado, el mismo San Juan Bautista se presenta de la siguiente manera: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías" (Jn 1,23). 'Enderezar el camino del Señor' significa hacer recta nuestra conducta. Hay una clara analogía entre el camino y la conducta moral, entre la rectitud del camino y la rectitud de la conducta moral.

Por eso dice Santo Tomás: "El camino preparado y recto para recibir a Dios es el camino de la justicia y de la santidad, según aquello del profeta Isaías: 'La senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo. En la

senda de tus juicios, Señor, te esperamos' (Is 26,7-8). Pues la senda del justo es recta cuando el hombre se somete completamente a Dios, es decir, cuando se someten a Dios la inteligencia por la fe, la voluntad por el amor y el obrar por la obediencia. Y esto 'según dijo el profeta Isaías', es decir, según él lo predijo. Que es como si dijera: 'Yo soy aquel en quien se cumplen estas cosas'"3.

2. Mártyr

San Juan Evangelista caracteriza la figura de San Juan Bautista con esta palabra griega: mártyr, que significa 'el que da testimonio'. Dice San Juan: "Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz" (Jn 1,6-8). En este breve texto se dice tres veces que Juan Bautista es mártyr4. Además, un poco más adelante, en un mismo versículo, dos veces aplica a Juan Bautista la acción propia de un 'testigo': confesar la verdad. En efecto, dice: "Confesó y no negó, sino que confesó: Yo no soy el Cristo" (Jn 1,20). Este es el rasgo fundamental de la persona y de la misión de Juan Bautista. Santo Tomás de Aquino le dedica un largo y brillante desarrollo a este aspecto fundamental de la figura del Pre-cursor.

"El evangelio describe la misión de San Juan Bautista cuando dice: 'Vino para un testimonio'. (…) Pues su misión es la de testificar. (…) Dios hizo a los hombres y a todas las cosas por sí y para sí (…), para que su bondad sea manifestada en todas las cosas hechas por Él. (…). Pero de un modo especial se ordenan a Dios los hombres. Y no sólo naturalmente, en cuanto son, sino también espiritualmente, en cuanto por sus buenas obras dan testimonio de Dios. Por eso es que todos los hombres santos son testigos de Dios, en cuanto por sus buenas obras hacen que Dios sea glorificado ante los hombres. Esto es lo que significa aquella frase de Jesucristo: 'Que vuestra luz brille ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y así glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo' (Mt 5,16).

"Pero, sin embargo, aquellos que no sólo en sí mismos participan de los dones de Dios haciendo el bien por la gracia de Dios, sino que, además, a esos dones de Dios los difunden a otros predicando, moviendo y exhortando, éstos son más especialmente testigos de Dios. (…). Juan, precisamente, vino para ser testigo en este sentido, es decir, para difundir los dones de Dios en otros, y, de esta manera, dar gloria a Dios.

"Esta misión de Juan, es decir, la misión de testificar, es muy grande, porque nadie puede dar testimonio de otro, sino en la medida en que participa de aquel del cual da testimonio, tal como dice Cristo: 'De lo que sabemos, hablamos; y de lo que vimos, damos testimonio' (Jn 3,11). Por lo tanto, dar testimonio de la verdad divina, es signo de que se conoce a la verdad misma.

"Y por eso es que también Cristo tuvo esta misión, como Él mismo dice: 'Para esto vine, y para esto he nacido, para dar testimonio de la verdad' (Jn 18,37). Aunque Cristo de una manera, y Juan Bautista de otra. Cristo, abarcando totalmente a la misma luz; aún más, siendo la misma luz. En cambio, Juan, sólo como participando de esa misma luz. Y por eso Cristo da un testimonio perfecto, y manifiesta perfectamente la verdad. En cambio, Juan y los otros santos, sólo dan testimonio de la verdad en cuanto participan de la misma verdad divina. Por lo tanto, es una gran misión la de Juan ya que por su participación de la luz divina y por su semejanza con Cristo, fue destinado por Dios a tal misión"5.

3. Mártyr de la vida

San Juan Bautista murió inmolado por un rey pagano, no-judío, Herodes Antipas, por dar testimonio de una verdad natural. Esa verdad natural era que no le es lícito al hombre tener por esposa a la que fue mujer de su hermano. Por denunciar este pecado Juan Bautista será llevado a la cárcel y será odiado por la esposa de Herodes Antipas era hijo de Herodes el Grande, que fue el que mató a los niños de Belén con el deseo de matar al Niño Jesús. A esos niños hoy los veneramos como santos, los Santos Inocentes, porque dieron su sangre por Cristo. Herodes el Grande era, entonces, un infanticida. Ahora su hijo, Herodes Antipas, colma las abominaciones de su padre y mata a Juan Bautista.

En Argentina estamos viviendo hoy un ambiente semejante al creado por Herodes el Grande y Herodes Antipas. El día miércoles 14 de junio de 2018 en la Cámara de Diputados se le dio media sanción al proyecto de despenalización del aborto. La votación estuvo signada por muchísimos actos de amedrentamiento contra aquellos que se oponían a la ley. Por poner sólo un ejemplo, el jefe de uno de los bloques de diputados echó de dicho bloque a uno de sus miembros por haberse decidido a votar en contra del aborto.

En Argentina estamos ante una situación parecida a la que generaron estos reyes paganos y homicidas. Por un lado, tenemos, como en los tiempos de Jesús y San Juan Bautista, una verdad natural que hay que defender. Esa verdad se expresa con esta simple fórmula: el aborto es un delito. Por otro lado, tenemos 'reyes' paganos capaces de llevar a fondo su desprecio de la ley natural. Quizá el momento actual en Argentina sea más grave que aquel de los Herodes por cuanto los medios masivos de comunicación, que tienen mucho poder, han logrado enardecer una gran masa de ciudadanos que piensan como los Herodes y están dispuestos a secundarlos.

Hoy en Argentina se verifica a la letra lo que San Juan Pablo II decía hace aproximadamente 25 años: "La humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo verdaderamente alarmante, si consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se producen los atentados contra la vida, sino también su singular proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la implicación de una parte del personal sanitario.

"Como afirmé con fuerza en Denver, con ocasión de la VIII Jornada Mundial de la Juventud: "Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. No se trata sólo de amenazas procedentes del exterior, de las fuerzas de la naturaleza o de los 'Caínes' que asesinan a los 'Abeles'; no, se trata de amenazas programadas de manera científica y sistemática. El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes. Los falsos profetas y los falsos maestros han logrado el mayor éxito posible". Más allá de las intenciones, que pueden ser diversas y presentar tal vez aspectos convincentes incluso en nombre de la solidaridad, estamos en realidad ante una objetiva "conjura contra la vida", que ve implicadas incluso a Instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Finalmente, no se puede negar que los medios de comunicación social son con frecuencia cómplices de esta conjura, creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida"6.

Para hacer todavía más idéntica la situación de Argentina con la humanidad descripta por San Juan Pablo II, Argentina, junto con la media sanción de la ley de aborto legal y gratuito, acaba de recibir un crédito de más de cincuenta mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional. Escuchemos las palabras de San Juan Pablo II y notemos las impresionantes coincidencias: "El antiguo Faraón, viendo como una pesadilla la presencia y aumento de los hijos de Israel, los sometió a toda forma de opresión y ordenó que fueran asesinados todos los recién nacidos varones de las mujeres hebreas (cf. Ex 1, 7-22). Del mismo modo se comportan hoy no pocos poderosos de la tierra. Estos consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el  bienestar y la tranquilidad de sus Países. Por consiguiente, antes que querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista"7.

Y un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe dice: "En muchos países los poderes públicos que se resisten a una liberalización de las leyes sobre el aborto son objeto de fuertes presiones para inducirlos a ello"8.

Conclusión

¿Cuál es la solución para una situación tan dramática? Precisamente, ser como San Juan Bautista. Esto implica, en primer lugar, como diría un gaucho, no ceder 'ni un tranco 'e pollo'; o, como diría alguien con un espíritu más matemático, no ceder ni un milímetro. San Juan Bautista no cedió ni una milésima de milímetro y se mantuvo firme en su denuncia del pecado contra la ley moral natural.

En segundo lugar, este no ceder implicará sufrimientos. Dice el mismo documento recién citado: "Seguir la propia conciencia obedeciendo a la ley de Dios, no es siempre un camino fácil; esto puede imponer sacrificios y cargas, cuyo peso no se puede desestimar; a veces se requiere heroísmo para permanecer fieles a sus exigencias"9. Es muy probable que los estrategas del aborto y cultores de la muerte hayan programado el tratamiento de la ley durante el Mundial de fútbol porque los ciudadanos se encontrarían (todavía más) adormecidos y, así, sería más fácil hacerlos ceder. Pero el Estratega y Cultor de la Vida, que es Dios, quiso que, en medio del Mundial de fútbol y del tratamiento de la ley del aborto, apareciera esta solemnidad de San Juan Bautista para recordarnos cómo debemos actuar. No retrocedamos ante la posibilidad de que la cabeza de San Juan Bautista sea presentada en una bandeja en medio del festín y la diversión de un Mundial de fútbol.

San Juan Pablo II insiste sobre este punto: "Así pues, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13,1-7, 1Pe 2,13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5, 29). Ya en el Antiguo Testamento, precisamente en relación a las amenazas contra la vida, encontramos un ejemplo significativo de resistencia a la orden injusta de la autoridad. Las comadronas de los hebreos se opusieron al faraón, que había ordenado matar a todo recién nacido varón. Ellas "no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños" (Ex 1, 17). Pero es necesario señalar el motivo profundo de su comportamiento: "Las parteras temían a Dios". Es precisamente de la obediencia a Dios -a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía- de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres. Es la fuerza y el valor de quien está dispuesto incluso a ir a prisión o a morir a espada, en la certeza de que "aquí se requiere la paciencia y la fe de los santos" (Ap 13, 10)"10.

Pidámosle esa gracia a la Santísima Virgen.


Notas
1 En medio de estos dos relatos está el relato del encuentro de ambos todavía en el vientre de sus madres (Lc 1,39-45).
2 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, nº 88.
La predicación y bautismo de San Juan Bautista tienen una importancia tan grande que pasarán a formar parte del kerygma, es decir,del núcleo más importante e indispensable del anuncio evangélico, como queda claro en Hech 1,21-22. Allí dice Pedro: "Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección".
3 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 1, lectio 12; traducción nuestra.
4 Esas tres veces son: 1. "Vino para un testimonio" (êlthen eis martyrían; Jn 1,7). 2. "Para dar testimonio acerca de la Luz" (martyrése perì toû photós; Jn 1,7). 3. "Él no era la Luz, sino que (vino) para dar testimonio acerca de la Luz" (martyrése perì toû photós; Jn 1,8; exactamente la misma fórmula que en 1,7). Un poco más adelante lo dirá por cuarta vez: "Y este es el testimonio de Juan" (kaì haute estìn he martyría toû Ioánnou; Jn 1,19).
5 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 1, lectio 4; traducción nuestra.
Herodes Antipas; ella fue la que exigió su muerte en un banquete mundano. Fue degollado y su cabeza fue presentada en una bandeja en medio del festín (Mt 14,11).
7 SAN JUAN PABLO II, Encíclica Evangelium Vitae, 1995, nº 16.
8 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración sobre el aborto procurado, 1974, nº 2.
9 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración sobre el aborto procurado, 1974, nº 24.

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Aplicación: Benedicto XVI - La Verdad no admite componendas

Queridos hermanos y hermanas:

Este último miércoles del mes de agosto se celebra la memoria litúrgica del martirio de san Juan Bautista, el precursor de Jesús. En el Calendario romano es el único santo de quien se celebra tanto el nacimiento, el 24 de junio, como la muerte que tuvo lugar a través del martirio. La memoria de hoy se remonta a la dedicación de una cripta de Sebaste, en Samaría, donde, ya a mediados del siglo iv, se veneraba su cabeza. Su culto se extendió después a Jerusalén, a las Iglesias de Oriente y a Roma, con el título de Decapitación de san Juan Bautista. En el Martirologio romano se hace referencia a un segundo hallazgo de la preciosa reliquia, transportada, para la ocasión, a la iglesia de San Silvestre en Campo Marzio, en Roma.

Estas pequeñas referencias históricas nos ayudan a comprender cuán antigua y profunda es la veneración de san Juan Bautista. En los Evangelios se pone muy bien de relieve su papel respecto a Jesús. En particular, san Lucas relata su nacimiento, su vida en el desierto, su predicación; y san Marcos nos habla de su dramática muerte en el Evangelio de hoy. Juan Bautista comienza su predicación bajo el emperador Tiberio, en los años 27-28 d.C., y a la gente que se reúne para escucharlo la invita abiertamente a preparar el camino para acoger al Señor, a enderezar los caminos desviados de la propia vida a través de una conversión radical del corazón (cf. Lc 3, 4). Pero el Bautista no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como "el Cordero de Dios" que vino a quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de mostrar en Jesús al verdadero Enviado de Dios, poniéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido. Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión hasta las últimas consecuencias. San Beda, monje del siglo IX, en sus Homilías dice así: "San Juan dio su vida por Cristo, aunque no se le ordenó negar a Jesucristo; sólo se le ordenó callar la verdad" (cf. Hom. 23: CCL122, 354). Así, al no callar la verdad, murió por Cristo, que es la Verdad. Precisamente por el amor a la verdad no admitió componendas y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a quien había perdido el camino de Dios.

Vemos esta gran figura, esta fuerza en la pasión, en la resistencia contra los poderosos. Preguntamos: ¿de dónde nace esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, entregada de modo tan total por Dios y para preparar el camino a Jesús? La respuesta es sencilla: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino durante largo tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel (cf. Lc 1, 13); un don grande, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada e Isabel era estéril (cf. Lc 1, 7); pero nada es imposible para Dios (cf. Lc 1, 36). El anuncio de este nacimiento se produce precisamente en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén; más aún, se produce cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar más sagrado del templo para hacer la ofrenda del incienso al Señor (cf. Lc 1, 8-20). También el nacimiento del Bautista está marcado por la oración: el canto de alegría, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor y que rezamos cada mañana en Laudes, el "Benedictus", exalta la acción de Dios en la historia e indica proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne para prepararle los caminos (cf. Lc 1, 67-79). Toda la vida del Precursor de Jesús está alimentada por la relación con Dios, en especial el período transcurrido en regiones desiertas (cf. Lc 1, 80); las regiones desiertas que son lugar de tentación, pero también lugar donde el hombre siente su propia pobreza porque se ve privado de apoyos y seguridades materiales, y comprende que el único punto de referencia firme es Dios mismo. Pero Juan Bautista no es sólo hombre de oración, de contacto permanente con Dios, sino también una guía en esta relación. El evangelista san Lucas, al referir la oración que Jesús enseña a los discípulos, el "Padrenuestro", señala que los discípulos formulan la petición con estas palabras: "Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos" (cf. Lc 11, 1).

Queridos hermanos y hermanas, celebrar el martirio de san Juan Bautista nos recuerda también a nosotros, cristianos de nuestro tiempo, que el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad, no admite componendas. La Verdad es Verdad, no hay componendas. La vida cristiana exige, por decirlo así, el "martirio" de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, la valentía de dejar que Cristo crezca en nosotros, que sea Cristo quien oriente
nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede tener lugar en nuestra vida si es sólida la relación con Dios. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las actividades apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de tener una vida de oración fiel, constante, confiada, será Dios mismo quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de un modo feliz y sereno, para superar las dificultades y dar testimonio de él con valentía. Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre el primado de Dios en nuestra vida. Gracias.
(BENEDICTO XVI, Audiencia General, Castelgandolfo, Miércoles 29 de agosto de 2012)

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Aplicación: Benedicto XVI: Nacimiento de san Juan Bautista

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, 24 de junio, celebramos la solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Con excepción de la Virgen María, el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De hecho, desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesús: el ángel anuncia a María su concepción prodigiosa como una señal de que "para Dios nada hay imposible" (Lc 1, 37), seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, al Consagrado del Señor. De hecho, será Jesús mismo quien hablará de Juan con estas palabras: "Este es de quien está escrito: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él" (Mt 11, 10-11).

El padre de Juan, Zacarías -marido de Isabel, pariente de María-, era sacerdote del culto del Antiguo Testamento. Él no creyó de inmediato en el anuncio de una paternidad tan inesperada, y por eso quedó mudo hasta el día de la circuncisión del niño, al que él y su esposa dieron el nombre indicado por Dios, es decir, Juan, que significa "el Señor da la gracia". Animado por el Espíritu Santo, Zacarías habló así de la misión de su hijo:

"Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados" (Lc 1, 76-77). Todo esto se manifestó treinta años más tarde, cuando Juan comenzó a bautizar en el río Jordán, llamando al pueblo a prepararse, con aquel gesto de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado durante su permanencia en el desierto de Judea. Por esto fue llamado "Bautista", es decir, "Bautizador" (cf. Mt 3, 1-6). Cuando un día Jesús mismo, desde Nazaret, fue a ser bautizado, Juan al principio se negó, pero luego aceptó, y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celestial que lo proclamaba su Hijo (cf. Mt 3, 13-17). Pero la misión del Bautista aún no estaba cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes, y así dio testimonio pleno del Cordero de Dios, al que antes había reconocido y señalado públicamente.

Queridos amigos, la Virgen María ayudó a su anciana pariente Isabel a llevar a término el embarazo de Juan. Que ella nos ayude a todos a seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, a quien el Bautista anunció con gran humildad y celo profético.
(BENEDICTO XVI, Ángelus, Solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista, Domingo 24 de junio de 2012)

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Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Natividad de San Juan Bautista


La palabra de Dios habla de cómo Dios conoce a sus elegidos desde toda la eternidad. Y a algunos, como Juan, los santifica en el seno materno. Los elige para una misión y les da la gracia para que la lleven adelante.

Juan fue santificado en el seno materno por el mismo Jesús desde el seno materno. Ambos tomaron contacto por primera vez cuando sus madres estaban embarazadas. Este encuentro fue en Ain Karin en la casa de Isabel. Jesús, el Santo de Dios, santifica a Juan y su nacimiento fue una gracia para sus padres, pues, Isabel era estéril y anciana, lo mismo que su esposo; pero el mismo niño era una gracia para todos los hombres porque tenía por misión preparar el camino del Mesías y orientar a los hombres, por medio de su bautismo, al encuentro con Jesús. Juan significa "Yahvé hizo gracia" y Juan recibió la gracia de ser santificado en el seno materno y nacer santo. Por eso celebramos su nacimiento.

Los demás santos al morir son confirmados en su santidad porque entran en el cielo. Juan fue santo desde su nacimiento.

La imposición de su nombre tiene algo de misterio porque el niño no fue llamado Zacarías como su padre, según acostumbraban, sino Juan, nombre que su madre conocía y su padre también conocía. Zacarías por el ángel pero Isabel podría conocerlo porque se lo había comunicado Zacarías pero el evangelio dice que "todos se admiraban". Parece probable que también haya sido revelado a Isabel el nombre de Juan. En el momento que dijeron el nombre del niño, Zacarías comenzó a hablar después de varios meses de mudez.

Un gran temor, un temor reverencial, un temor religioso se apoderó de los que vieron y oyeron estos sucesos y la razón es porque la mano de Dios estaba allí. Ya desde entonces se preguntaban todos qué sería este niño.

Juan fue grande. El Señor lo considera el más grande de los nacidos de mujer.

Juan se preparó para su misión como narra el evangelio. Vivió en la soledad hasta que comenzó su misión.

El libro de los Hechos12 nos recuerda la misión de Juan. Fue precursor de Jesús y preparó al pueblo por medio de un bautismo de conversión. Fue humilde y supo ser fiel a su misión reconociendo en toda su vida la supremacía del que venía detrás de él. Él es el más fuerte y yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias.

Dios da la gracia de la vocación y da las gracias para cumplir con las exigencias de la vocación. Tenemos que apoyarnos en la gracia de Dios y no temer lo que nos exija Jesús. Él ha pensado en una misión para cada uno de nosotros y nos da su gracia para que la cumplamos.

Es cierto que no nos ha santificado en el seno materno como a Juan pero nos da su gracia para que nos santifiquemos en la vocación a la cual nos ha llamado.

Juan es el más grande de los nacidos de mujer porque nació santo y nació participando del reino de Cristo. Nosotros no hemos sido santificados en el seno de nuestra madre pero sí en el bautismo y podemos ser santos perseverando en la gracia de Dios.

Vivir nuestra vocación en gracia de Dios nos anticipa el cielo. Nos hace santos. Y con la gracia de Dios debemos esperar el nacimiento para el cielo.

El nacimiento de un santo es una gracia para la Iglesia pero también para toda la humanidad. El nacimiento de un santo es un modelo para imitar y es una participación de la vida de Jesús en la tierra.

El nacimiento de cada santo trae muchísimas gracias sobre todos los hombres pero principalmente sobre los creyentes. Cuántas cosas nos alcanzan los santos porque se lo piden a Dios, sobre todo, las gracias espirituales.

Con razón la gente de la montaña se alegraba por el nacimiento de Juan porque el traería muchas bendiciones a su tierra.

Siempre debemos celebrar las fiestas de los santos. Su nacimiento para el cielo nos mueve a la congratulación y a la imitación. Se nos manifiestan muy cercanos porque han sido hombres como nosotros y si ellos pudieron nacer para el cielo, ¿por qué yo no?

El nacimiento de los santos para el cielo nos mueve a desear la santidad.

San Juan Bautista nació confirmado en gracia pero su vida manifestó la fidelidad a la gracia y su crecimiento en ella. Además, él, sello su vida santa con el sello de la perfecta fidelidad que es el martirio porque a la gracia de Dios correspondemos siendo fieles. Así fue la respuesta de Juan a la gracia de Dios y así fue la respuesta de cada santo que nació para el cielo.
También la fidelidad y la perseverancia son una gracia y principalmente la perseverancia final que abre las puertas del cielo y concede el nacimiento a la santidad.

Dios nos ha llamado a todos a la santidad y es nuestra principal vocación: "porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación"13. Nos ha dado las gracias necesarias y nos va a dar las gracias necesarias para cumplir con nuestra vocación. Deseemos la santidad y pongámonos desde ya a ser fieles a esta vocación.


 (cortesía iveargentina.org)

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