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DECALOGO - DIEZ PALABRAS DE VIDA:   3. MANDAMIENTO 'SANTIFICARAS LAS FIESTAS'


EMILIANO JIMENEZ HERNANDEZ

Páginas relacionadas

         

 

1. Sábado, memorial de la creación


2. Sábado, memorial de la libertad


3. Sábado, signo de la alianza


4. El Hijo del hombre es Señor del sábado


5. El Domingo, plenitud del sábado

 

 

Los diez mandamientos de la Ley de Dios

 

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus tra­bajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el fo­rastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo des­cansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo santo. (Ex 20, 8-11)

 

Guardarás el día del sábado para santificarlo, como te lo ha mandado Yahveh, tu Dios... Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh, tu Dios, te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh, tu Dios, te ha mandado guardar el día del sábado (Dt 5,12-15).

 

El día festivo semanal tiene como fundamento a Dios en cuanto Creador y en cuanto Salvador. El tercer mandamiento es la garantía de la vida y de la libertad, dones fundamentales de Dios al hombre.

Los dos textos, en que aparece el tercer mandamiento (Ex 20,8-11;Dt 5,12-15), subrayan dos aspectos fundamentales del designio de Dios sobre el hombre. El hombre, creado a imagen de Dios, participa del descanso creador de Dios; e, incluso después del pecado con su consecuencia de fatiga y cansancio, liberado por Dios, cada siete días debe recordar y celebrar la libertad que le ha sido dada a él y a todos los que viven con él. Así, cada semana, renuevan en sí mismos la imagen de Dios.

 

Y en ambos textos se destaca el sentido comunitario de la celebración del descanso. Los liberados por Dios, habiendo experimentado en la propia persona la amargura de la esclavitud, desearán que también los demás participen de esa libertad y gocen del descanso.

 

 

Tercer Mandamiento: Santificar las Fiestas

 

 

1. SABADO, MEMORIAL DE LA CREACION

 

Según la narración del Génesis, la creación del mundo y del hombre está orientada al sábado, la "fiesta de la creación". El sábado es el distintivo bíblico de la creación. Dios Creador es el Dios que reposa, que hace fiesta, que se regocija con su creación y, por ello, corona la creación con el sábado. Invitando al hombre a celebrar el sábado, le está invitando a participar de su reposo, a hacer fiesta con El, a festejar la creación y al Creador. El hombre, como imagen de Dios, ha sido creado para el sábado, para reflejar y alabar la gloria de Dios, que penetra en la creación. El hombre puede llamar al sábado "delicia", pues el que lo celebra "hallará en Dios sus delicias" (Is 58,13ss).

 

El Šabbat es la culminación de la obra de los seis días. La creación está hecha con miras al Šabbat y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios. El Šabbat pertenece al corazón de la ley de Israel. Observarlo es corresponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación.[1]

 

El séptimo día es un día dedicado al Señor, Creador y Dador de la vida al hombre: "Dios hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo reposó; por ello el Señor bendijo el día del sábado y lo santificó".[2] El sábado nos dice que la creación no es el fin de sí misma, sino que halla su verdadero sentido en Dios. Su fin es la gloria de Dios, con el hombre como liturgo que dirige las alabanzas de todos los seres a Dios.

 

La creación de Dios tiene como corona y finalidad el Šabbat, la libertad, la fiesta, la alianza del hombre con Dios. El reposo es la invitación que Dios hace al hombre a participar con El en la alegría eterna. El sábado es el gran don de Dios al hombre. Es lo que ha repetido Jesucristo: "El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2,27). De este modo, Jesús ha devuelto al sábado su sentido originario: día de celebrar la bondad de Dios en la fiesta, en la alegría de la comunión.

 

Jesús no anula el Sábado, sino que le devuelve su sentido original según el designio de Dios.[3] El Señor dio al hombre el Sábado como un don, para su descanso y no como carga. Dios no busca el ritualismo, sino la salvación de los hombres: "se puede hacer el bien en sábado".

 

El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar el sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día (Mc 1,21;Jn 9,16), sino que con autoridad da la interpretación auténtica a esta ley: "El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2,27). Con compasión, Cristo proclama que "es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla" (Mc 3,4). El sábado es el día de las misericordias y del honor de Dios (Mt 12,5;Jn 7,23). "El Hijo del hombre es Señor del Sábado" (Mc 2,28).[4]

 

Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (Mt 2,25-27;Jn 7,22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio a Dios (Mt 12,5;Nú 28,9) o al prójimo (Lc 13,15-16;14,3-4), que realizan sus curaciones.[5]

 

Esto mismo se puede decir afirmando que "el hombre ha sido hecho para el Sábado", para el descanso, para la fiesta, para el culto a Dios, y no para la opresión del trabajo y de la diversión despersonalizadora.

 

El reposo sabático es un freno a la codicia del hombre, a su afán por acumular bienes, que en su sed esclaviza al hombre, poniéndolo al servicio del dinero, en vez de ser señor de sus posesiones. Por ello, se prohíbe en el sábado toda actividad económica lucrativa. Se trata de salvaguardar al hombre de sí mismo, de su avaricia.

 

Escuchando el mandamiento del reposo, Israel recuerda el don del maná durante su travesía por el desierto (Ex 16,23). El alimento es don de Dios a sus fieles. El día anterior al sábado se recogía ración doble, para vivir el descanso en la acción de gracias a Dios, que provee de alimento todos los días.

 

El reposo sabático une al hombre con Dios en la acción sobre la creación y en el goce de la creación. El hombre es invitado a entrar en el reposo de Dios, que hizo el mundo en seis días y el séptimo descansó:

 

La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios "tomó respiro" el día séptimo (Ex 31,17), también el hombre debe "descansar" y hacer que los demás, sobre todo los pobres, "recobren aliento" (Ex 23,12)... El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel... Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero (Neh 13,15-22;2Cr 36,21).[6]

 

El domingo la Iglesia canta: "Este es el día que ha hecho el Señor, exultemos y gocémonos en él" (Sal 118,24). Dios resucitó de entre los muertos a Jesús "el primer día de la semana" (Mt 28,1;Mc 16,2;Lc 24,1;Jn 20,1). En cuanto "primer día", la celebración de la Resurrección de Cristo recuerda la primera creación. En cuanto "octavo día", día que sigue al sábado (Mc 16,1;Mt 28,1), significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. "Para los cristianos ha venido a ser el primer día de todos los días, la primera de todas las fiestas, el día del Señor, el domingo"[7]:

        Pero para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención. La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera.[8]

 

En el sábado o domingo (para los cristianos) se hace memoria de los acontecimientos salvadores de Dios, pero no como recuerdo del pasado sino como actualización de la bondad salvadora de Dios, que garantiza la vida presente en la paz y anuncia la participación en el descanso perfecto y pleno de Dios (Heb 4,1-11). Santificar, celebrar y agradecer es la forma de vivir la fiesta "regocijándose en presencia de Yahveh" (Dt 12,12.18) y con los hijos de Dios.

 

 

Tercer Mandamiento: Santificar las fiestas

 

 

2. SABADO, MEMORIAL DE LA LIBERTAD

 

El sábado es también el día de la conmemoración de la liberación de Egipto.[9] La libertad es el motivo de la fiesta y del reconocimiento de la libertad de todo hombre, de modo particular del más débil y necesitado. "El séptimo día es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo ni tu sierva..., de modo que puedan descansar, como tú, tu siervo y tu sierva. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh, tu Dios, te ha mandado guardar el sábado" (Dt 5,12-15).

 

La liberación de la esclavitud de Egipto, fundamento de la historia de la salvación, determina también la conducta de Israel con los débiles. Israel ha conocido por experiencia propia qué significa ser esclavo, ha pasado por el crisol de la esclavitud, por ello puede comprender al débil, al esclavo, y concederle el reposo, como Dios se lo ha concedido a él. Así el sábado es el día de la libertad. Ante Dios, celebrando el sábado, todos los hombres son iguales. En la celebración vuelven los hombres a sentirse como Dios les pensó y creó, como Dios quiere que sean. Para ello hizo el sábado, -el único día de la semana que en la Escritura tiene nombre-, lo bendijo y lo hizo santo (Ex 20,11;Gén 2,1-3). El sábado es el día de reposo de Dios. Y Dios quiere que el sábado sea el día en que todos los hombres participen del reposo de su Creador.

 

El reposo sabático se ilumina a la luz de la Pascua, el gran sábado anual. En la Escritura la Pascua aparece ligada a la historia de salvación, como "memorial perenne del paso salvador de Dios, liberando a Israel de la esclavitud de Egipto": "Este día será para vosotros un memorial y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación" (Ex 12,14).

 

La narración de los hechos salvadores de Dios ocupa el centro del ritual de la Pascua: "Y cuando vuestros hijos os pregunten: ¿Qué significa para vosotros este rito?, responderéis: Este es el sacrificio de la Pascua de Yahveh, que pasó de largo por las casas de los israelitas en Egipto cuando hirió a los egipcios y salvó nuestras casas" (Ex 12,26-27).

 

El tercer mandamiento busca propiciar la experiencia de la libertad. Pero, al regular el sábado hasta en sus menores detalles, se tergiversó su sentido original según el designio de Dios. Jesús se opuso abiertamente a esta concepción legalista del sábado. Defendió el sentido original del sábado, como el gran don de Dios a los hombres.

 

También en la tradición judía han resonado muchas voces defendiendo el verdadero sentido del sábado. Dice el rabino Natán: "Fijaos en lo que dice el libro del Exodo (31,16): 'Los hijos de Israel guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua'. Esto significa que, si hay que salvar una vida, deberás profanar el sábado, a fin de que pueda guardar muchos sábados aquel a quien salvas la vida".[10] En la Escritura, según el comentario rabínico, se habla únicamente de "que no realices tus negocios ni prosigas tu camino en sábado. En cambio, está permitido actuar en las cosas de Dios".[11]

 

En el culto judío se celebra la liberación llevada a cabo por Yahveh. Para los cristianos, esto significa que el mismo Dios, que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, es el que nos ha liberado en Jesucristo, primogénito de una nueva humanidad, de las ataduras de la muerte. El domingo es el memorial de la resurrección de Jesucristo, a través del cual Dios Padre nos abrió las fuentes de la vida. A Jesús vencedor de la muerte le han sido sometidos todos los poderes que esclavizan a los hombres. El cristiano, bajo el señorío de Jesucristo, encuentra la genuina libertad y la celebra en la fiesta del domingo.

 

La celebración del domingo, actualización semanal de la Pascua, hace que la comunidad cristiana se asocie al gesto pascual y, junto con Cristo, pase de la muerte a la vida. El sábado convocaba a Israel a gozar del don divino de la libertad (Dt 5,15); "el domingo, día de alegría y libertad" (SC 106), convoca al cristiano a gustar el descanso y la libertad como don pascual de Cristo a su Iglesia, rescatada de la muerte. Por ello, no hay domingo sin Eucaristía. La nueva alianza es sellada en la sangre de Cristo derramada para el perdón de los pecados y renovada en la Eucaristía.

 

Pero reducir el tercer mandamiento al "cumplimiento dominical" es convertir el don liberador de Dios en una carga. Cuando la relación con Dios se reduce a cumplir con la obligación de acudir a la iglesia, la celebración no es celebración, la fiesta no es fiesta. En la liturgia no es el hombre el que cumple con Dios, sino Dios quien cumple con el hombre, dándole el gozo de la fiesta, invitándolo al banquete del Reino, sentándolo a su mesa. Jesús en cada celebración se hace de nuevo presente "en medio de nosotros como el que sirve" (Lc 22,27), "pues El no ha venido a ser servido, sino a servir" (Mt 20,28). De aquí que la celebración de los cristianos sea Eucaristía: acción de gracias.

 

El Sábado, día de fiesta y santificación, en la interpretación farisea, se había convertido en una carga pesada, con 39 prohibiciones. El don del Sábado, corona de la creación, expresión de la libertad de los hijos de Dios, que descansan y festejan la creación y al Dios de la creación, se había transformado en una esclavitud. Jesús se opondrá a este abuso del Sábado, en el que no estaba permitido ni hacer el bien. Jesús entro un sábado en la sinagoga y encontró en ella a un hombre que tenía la mano paralizada. Los fariseos le acechaban para ver si le curaba. Puesto el hombre en medio, Jesús les dice: "¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?". Como los fariseos callaban, Jesús les miró con ira, apenado por la dureza de su corazón, y luego curó al paralítico (Mc 3,4-5).

 

Y sin embargo, a pesar de las tergiversaciones del tercer mandamiento, al estudiar el influjo del judaísmo y de la Iglesia primitiva, los historiadores resaltan el reposo festivo como uno de los grandes aportes de la revelación a la humanidad. El paganismo no conocía el domingo. "Ni los pueblos de la antigüedad clásica ni nuestros antepasados paganos conocían un día de descanso semanal". El descanso semanal es una herencia que la Escritura ha dado a la humanidad.[12]

 

La institución del día del Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo de descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar su vida familiar, cultural, social y religiosa (GS,n.67). Durante el domingo y las otras fiestas de precepto, los fieles se abstendrán de entregarse a trabajos o actividades que impidan el culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de las obras de misericordia, el descanso necesario del espíritu y del cuerpo (CIC can. 1247).[13] "Los cristianos deben santificar el domingo dedicando a su familia el tiempo y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la semana".[14]

 

 3. mandamiento - santificar las fiestas

 

 

3. SABADO, SIGNO DE LA ALIANZA

 

A diferencia de los cultos paganos, la celebración pascual no busca aplacar a Dios o merecer sus favores. Se parte ya del hecho de que Dios ama a su pueblo y ha mostrado este amor en los prodigios salvadores. La celebración pascual celebra a Dios y su salvación ya realizada, suscitando en el pueblo la alabanza y el amor agradecido a Dios. Y el reconocimiento de todo lo que Dios ha hecho suscita la certeza de que su amor seguirá salvando a su pueblo, "pues su amor es eterno" (Sal 136).

 

El sábado es la pascua semanal. Por ello "los israelitas no dejarán de guardar mis sábados; porque el sábado es una señal entre Yo y vosotros de generación en generación, para que sepáis que Yo, Yahveh, soy el que os santifico. Guardad el sábado, porque es sagrado para vosotros. Seis días se trabajará; pero el día séptimo será día de descanso completo, consagrado a Yahveh. Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua. Será entre Yo y los israelitas una señal perpetua; pues en seis días hizo Yahveh los cielos y la tierra, y el séptimo descansó y tomó respiro" (Ex 31,12-17).[15]

 

Celebrar el Sábado cada siete días es característico de Israel, que hace memorial de la alianza con Dios, santificando o "consagrando" ese día totalmente a Dios (Neh 13,15-22; 1Mac 2,32-41). La celebración del sábado es signo de la primera alianza de la historia de la salvación, que es la creación, como el arco iris lo será de la segunda alianza con Noé después del diluvio (Gén 9,12-13), y la circuncisión lo será de la alianza con Abraham (Gén 15,7-18).

 

Israel es el "Pueblo de la Alianza". Al ser el sábado signo de la alianza, su observancia es prenda de salvación (Is 58,13-14;56,2;Jr 17,27). No celebrar el sábado supone la expulsión de la comunidad o incluso la muerte (Ex 31,14;35,2;Nú 15,32-36). Ezequiel, -para quien profanar el sábado es como profanar el Nombre de Dios-, recuerda a los israelitas el don del sábado como signo de la alianza de Dios y de la consagración del pueblo a Dios:

 

Les saqué del país de Egipto y los conduje al desierto. Les di mis preceptos y les di a conocer mis normas, por las que el hombre vive, si las pone en práctica. Y les di además mis sábados como señal entre ellos y Yo, para que supieran que yo soy Yahveh, que los santifico (20,11-12).[16]

 

En la Escritura el Sábado aparece como un día de reposo y de festividad alegre (Is 1,13;Os 2,13-14). En él cesan las transacciones comerciales (Am 8,5;Neh 10,32) y los viajes largos (Ex 20,9-10;Dt 5,13-14;Ex 23,12;34,21), permitiéndose sólo los viajes cortos (2Re 4,23). Es el día de la asamblea santa (Lv 23,3). Isaías dirá: "Si llamas al sábado Delicia, al día santo de Yahveh Honorable, si dejas de hacer tu negocio en el día santo, y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, entonces te deleitarás en Yahveh" (58,13-14).

 

Como don de Dios, el sábado es día santo y festivo, que se alarga por delante y por detrás, a la entrada y a la salida.[17] Se le recuerda desde el primer día de la semana y a partir de él se cuentan los demás días. Sólo el sábado tiene nombre propio; los demás días serán el "primero a partir del sábado" (Mt 28,1), el segundo,etc... La llegada del sábado se celebra con una bendición sobre el vino, mientras los demás días la bendición se hace sobre el pan. Dios ha bendecido el sábado con el maná y lo ha santificado con la luz y la alegría del rostro humano.[18] 

 

El sábado, como memorial de la libertad donada por Dios, el legalismo lo transformó en una nueva forma de esclavitud.[19] Por ello, Jesús, en cuanto Hijo de Dios, como señor del sábado, se opondrá a los fariseos, para rescatar al sábado y devolverle su significado original: ser signo de la alianza de amor de Dios al hombre. Este es el significado del culto cristiano, expresado en la Eucaristía, memorial de la Nueva Alianza, de la Pascua de Jesucristo, que pasa de la muerte a la vida, rescatando a los hombres de la esclavitud de la muerte (Heb 2,14-15).

 

Por ello, ya los profetas, al mismo tiempo que anunciaban una nueva alianza y una ley nueva, anunciaba un nuevo culto, expresión de un corazón nuevo, grato al Señor:

 

He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis... Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. Entonces será grata a Yahveh la oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño, como en los años antiguos (Ml 3,1ss).

 

Y este nuevo culto no será ya exclusivo de Israel, sino que se elevará a Dios desde todos los pueblos de la tierra: "Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura" (Ml 1,11).

 

Con Jesucristo llega el tiempo anunciado por Malaquías: "Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Pues llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad" (Jn 4,21-24).

 

 

Domingo Resurrección de Cristo - Pascua - tercer mandamiento

 

4. EL HIJO DEL HOMBRE ES SEÑOR DEL SABADO

 

Los profetas, frecuentemente, levantan la voz contra el divorcio entre el culto a Dios en el templo y la vida.[20] El culto a Dios abarca toda la vida. A Dios no le agradan los holocaustos que se le ofrecen con manos manchadas de sangre. Dar culto a Dios es, en primer lugar, hacer su voluntad. Con fuerza dirá Jeremías:

 

Así dice el Señor: Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. No os confiéis en palabras engañosas, repitiendo: "Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor". Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo, si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar... (7,3-11).

 

Estas palabras, pronunciadas en el mismo templo, provocaron reacciones violentas en los oyentes, hasta querer matar al profeta (Jr 26). No soportan que Jeremías denuncie la incoherencia de su vida. Por una parte, frecuentan el templo y "cumplen sus obligaciones religiosas" y, por otra, siguen sus propios intereses sin tener en cuenta la voluntad de Dios reflejada en el Decálogo. Yahveh, el Dios revelado, es un Dios "que prefiere la misericordia a los sacrificios" (Pr 21,3;Mc 12,33).[21]

 

Contra lo que protesta el profeta no es contra el culto, sino contra la corrupción del culto. Quienes creen que, con repetir "templo del Señor, templo del Señor", ya se salvan, hacen del culto algo mágico. Su confianza en el templo, sin tener en cuenta la voluntad de Dios en la vida, hace de la fe revelada, una religión natural, contaminada de la superstición del paganismo. Supone pensar que Yahveh es como los dioses de los pueblos vecinos, de los que se espera favores y beneficios a cambio de ofrendas y sacrificios. Este culto externo, que no responde a un corazón sincero, también es condenado con fuerza por Isaías:

 

¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? -dice Yahveh-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; la sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana... Pues, al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos para no veros...Vuestras manos están llenas de sangre (1,11ss).

 

Jesús, en línea con los profetas, se opone también a esta falsa concepción del culto: "No todo el que me diga 'Señor, Señor' entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7,21). Como Jeremías, también sale en defensa del verdadero culto a Dios: "¿Creéis que el templo, que lleva mi Nombre -oráculo del Señor-, es una cueva de ladrones?" (Jr 7,11), o en palabras de Jesús:

 

Jesús llegó a Jerusalén y entrando en el templo empezó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y de los que vendían palomas, diciéndoles: ¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración? ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de ladrones"! (Mc 11,15-17).

 

En otra ocasión, citando al profeta Isaías, dirá a los escribas y fariseos: "Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí; en vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres'" (Mc 7,6-7). Jesús, "como Señor del sábado", defiende el honor del sábado, liberándolo de todas las deformaciones del legalismo.

 

En definitiva, el culto que Dios espera nos lo ha manifestado en la plenitud de los tiempos en Jesucristo, que se ofrece en la cruz al Padre por la salvación de los hombres. Es el culto "en espíritu y verdad". Es lo que propone San Pablo a los cristianos:

 

Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual (Rom 12,1).[22]

 

 Santificar las fiestas - 3 mandamiento

 

 

 

5. DOMINGO, PLENITUD DEL SABADO

 

"El domingo realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso eterno del hombre en Dios".[23] "El culto dominical realiza el precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y espíritu recoge celebrando cada semana al Creador y Redentor de su pueblo".[24]

 

Los que vivían según el orden de cosas antiguo, han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el Día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por El y por su muerte. El Verbo trasladó la fiesta del sábado a la aparición de la luz y nos dio, como imagen del verdadero reposo, el día salvador, dominical y primero de la luz, en el que el Salvador del mundo, después de haber realizado todas su obras entre los hombres y haber vencido la muerte, franqueó las puertas del cielo, superando la creación en seis días y recibiendo el bienaventurado sábado y el reposo beatífico.[25]

 

En realidad todo el tiempo del hombre es don de Dios y lugar donde se desarrolla el culto de la vida, es decir, el diálogo con Dios, que se nos comunica en los hechos de la historia. Pero el día del Señor (Domingo) es el día en que la actuación de Dios, resucitando a Jesús de la muerte, es el don por excelencia, la salvación plena del hombre, la invitación gozosa a la fiesta. No es nunca un tiempo nuestro, que damos a Dios, sino que, como canta la liturgia pascual: "éste es el día en que actuó el Señor", es el día del Señor, en el que nos hace participar, para celebrar con El la victoria de su Hijo Jesucristo. El Šabbat que el Decálogo nos invita a celebrar es la invitación a participar en la celebración gozosa de la libertad que Cristo nos ha conquistado.

 

"La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene su origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual, en el día que se llama con razón 'día del Señor' o domingo" (SC 106). El día de la Resurrección de Cristo es a la vez el "primer día de la semana", memorial del primer día de la creación, y el "octavo día" en que Cristo, tras su "reposo" del gran Šabbat, inaugura el Día "que hace el Señor", el "día que no conoce ocaso" (Liturgia bizantina). El "banquete del Señor" es su centro, porque es aquí donde toda la comunidad de los fieles encuentra al Señor resucitado que los invita a su banquete (Jn 21,12;Lc 24,30).[26]

 

Celebramos con Dios el triunfo de su Hijo, que es nuestro triunfo. Así glorificamos a Dios y convertimos nuestra persona y nuestra vida en gloria de Dios, "en alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,6). La Eucaristía es celebración que, al mismo tiempo, nos enseña a vivir en la gratuidad. El cristiano, que en familia canta los "salmos de la creación", con su alabanza y acción de gracias al Creador, experimenta que el mundo es creación y regalo de Dios y halla reposo de todos sus afanes.

 

Ningún mandamiento ha sido quizás más tergiversado que éste. Tanto entre los judíos como entre los cristianos, el tercer mandamiento ha suscitado una casuística mayor que todos los demás mandamientos juntos. No es por casualidad que los más duros choques de Jesús con los doctores de la ley fueron a causa de la interpretación del reposo sabático. De fiesta de la vida y de la libertad, el sábado -o el domingo- se ha transformado frecuentemente en un fardo pesado.

 

Y no han mejorado nada las cosas con la "liberación del domingo" llevada a cabo por el secularismo de nuestro tiempo. Liberado de la disciplina eclesiástica, el domingo ha desencadenado unos modelos de vida que han generado toda una serie de imposiciones. La industria del "tiempo libre" ha llevado a que los días festivos se pasen insensatamente, como tiempo perdido, agitado, que cansan o aburren más que los demás días de la semana. Al hombre que no tiene nada que celebrar ni a Quien celebrar, en el descanso le afloran de forma agobiante la pobreza o falta total de sentido de su existencia. El absurdo de un tiempo vacío se le hace insoportable y necesita aturdirse con el licor, las orgías, la droga y la música y bailes ensordecedores. Es la enfermedad del llamado "síndrome del fin de semana".[27]

 

La existencia del hombre no se justifica por lo que produce, sino por lo que acepta recibir de Dios, celebrándolo. En la gratuidad de la "pérdida del tiempo" el hombre experimenta la libertad salvadora. Pero para que la fiesta sea fiesta liberadora no basta con la interrupción del trabajo, es preciso además "santificarla" y vivirla en el gozo de la comunidad de hombres salvados. Es lo que propone el tercer mandamiento del Decálogo. El descanso que Dios ofrece al hombre es el del júbilo y no el de la "jubilación".[28]

 

Santificar las fiestas no significa sólo reposar, descansar de las fatigas de los demás días. El sábado no está hecho para los días laborables, sino éstos para el sábado (Zohar I,75). No se trata, pues, de reposar para recuperar fuerzas para mejorar la eficacia productiva. El sábado es fin y no medio. Es el día para cantar la vida y a Dios Creador de la vida. Significa siempre reposo, pero reposo ante el Señor, en el Señor. Este es el verdadero reposo liberador, realmente festivo, según la conocida frase de San Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". Y la carta a los Hebreos nos dice: "Hay un descanso sabático para el pueblo de Dios. Pues quien entra en su descanso, también él descansa de sus trabajos, al igual que Dios de los suyos" (Heb 4,9-10).

 

Ni el descanso ni el culto a Dios bastan para que brille en toda su plenitud el mandamiento del sábado. Para su cumplimiento es necesaria la experiencia de la "comunidad de hombres salvados". El desbordante amor de Dios desea que los hombres crezcan a través de la comunión con El y con los demás. La celebración comunitaria y la vivencia de la alegría en la comunidad familiar hacen brillar el Šabbat en todo su esplendor.

 

La participación en la celebración de la Eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Y se reconfortan mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.[29]

 

El domingo es el día por excelencia de la asamblea litúrgica, en que los fieles "se reúnen para, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los 'hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos'" (SC 106).[30]

 



     [1] Cfr. Cat.Ig.Cat., n. 345-348.

     [2] Cfr. Cat.Ig.Cat., n. 2169.

     [3] Ya en la formulación del Deuteronomio el tercer mandamiento dice: "Guardarás el sábado para santificarlo, como te lo ha mandado Yahveh, tu Dios" (5,12)

     [4] Cat.Ig.Cat., n.2173.

     [5] Cat. Ig.Cat., n.582.

     [6] Cat.Ig.Cat., n. 2171-2172.

     [7] Cat.Ig.Cat., n.2174.

     [8] Cat.Ig.Cat., n. 349.

     [9] Cat.Ig.Cat., n.2170.

     [10] Citado por A. EXELER, o.c.,p. 115.

     [11] "A vosotros ha sido dado el sábado, y no vosotros habéis sido dados al sábado", dice la Mekilta de R. Ishmael, p.341. 

     [12] Cfr. M. GARCIA CORDERO, Biblia y legado del Antiguo Oriente, Madrid 1977, p.324.

     [13] Cat.Ig.Cat., n. 2184-2185.

     [14] Cat.Ig.Cat., n.2186.

     [15] Cat.Ig.Cat., n. 2171.

     [16] Se repite en los v. 19-20: "Yo soy Yahveh, vuestro Dios. Seguid mis preceptos, guardad mis normas y ponedlas en práctica. Santificad mis sábados; que sean una señal entre Yo y vosotros, para que se sepa que yo soy Yahveh, vuestro Dios".

     [17] A esto corresponde el que la Iglesia considere el comienzo del domingo con las Iª Vísperas y que la Eucaris­tía dominical se pueda celebrar "tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde" (CIC can. 1248,1).

     [18] Cfr. Mekilta, o.c.,p. 86-91.

     [19] Los fariseos no permitían llevar una camilla a cuestas (Jn 5,10), ni cuidar a un enfermo (Mc 3,2;Lc 13,14), ni coger espigas (Mt 12,2), ni caminar más del "camino de un sábado" (He 1,12). Esta casuística farisaica es la que condena Jesús (Lc 4,16;Mt 24,20).

     [20] Cfr. Am 4,4s;5,21-25;Os 8,13;Is 1,10-17;Jr 6,16-21;7,1-15;7,21-23;Miq 6,2-8.

     [21] Cuando Dios rechaza a Saúl, le dice por boca del profeta Samuel: "¿Acaso se complace el Señor en los holo­caustos y sacrificios, como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de carneros... Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza hoy como rey" (1Sam 15,22-23).

     [22] Cfr. Nota de la Biblia de Jerusalén a este texto. La vida cristiana animada por la caridad es la expresión de este culto agradable a Dios: Filp 2,17;3,3;4,18;He 13,2;2Tim 1,3;4,6;Heb 9,14;12,28;13,15;1Pe 2,5.

     [23] Cat.Ig.Cat., n. 2175.

     [24] Cat.Ig.Cat., n. 2176.

     [25] SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Ad Magnesios 9,1. Cfr. el primer cap. de mi libro Hombre en fiesta, Bilbao 1992.

     [26] Cat.Ig.Cat., n.1166.

     [27] El sábado no es una ocasión para la frivolidad: "El trabajo sin dignidad es causa de miseria, pero el descanso sin espíritu es origen de depravación. Por eso la oración judía de la tarde para acoger al Sabbat dice: Que tus hijos se den cuenta y entiendan que el descanso viene de ti y que descansar significa santificar tu nombre": A.J. HESCHEL, El Sabbat, Bilbao 1989,p. 29-31.

     [28] Un relato rabínico narra lo siguiente: En cierta ocasión el emperador de Roma preguntó a R. Yehudah:  -¿Como es que vuestra comida sabática huele tan deliciosa­mente? -Muy sencillo: porque le echamos un condimento que no hay en las despensas reales. -¡Cómo! ¿Qué falta en mi despensa? -El sábado. De él viene ese delicioso aroma. -Dame un poco de ese condimento. -Es inútil. Tal condimento sólo sirve a quien celebra el sábado.

     [29] Cat.Ig.Cat., n. 2182.

     [30] Cat.Ig.Cat., n. 1167.

Santificar las Fiestas 3 mandamiento

 


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