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VITA CHRISTI: La Huida a Egipto

Fray Luís de Granada

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Huida a Egipto

 

Después que los santos Magos se volvieron a su tierra por otro camino, según que les fue dicho por el ángel, viendo Herodes burladas sus esperanzas, como no tuviese nueva cierta del Niño, determinó matar todos los niños que había en la tierra de Betlem, por matar entre ellos éste que tanto deseaba. Entonces, apareciendo el ángel en sueños a Josef, le dijo que tomase al Niño y a su Madre, y huyese con ellos a tierra de Egipto, porque Herodes andaba en busca del Niño para lo matar. El cual, levantándose de noche, tomo al Niño y a su Madre, y fuese a Egipto: y estuvo allí siete años, hasta la muerte de Herodes: después de la cual, fue otra vez por el mismo ángel amonestado que se volviese a la tierra de Israel, porque ya eran muertos los que procuraban la muerte del Niño.

Aquí puedes primeramente considerar cual sería el sobresalto que la Virgen recibiría con ésta nueva, viendo que un rey tan poderoso andaba en busca del Hijo que ella tanto amaba, para matarlo, y cuán ligeramente se levantaría y desampararía toda esa pobreza que tenía, por poner en cobro aquel tan precioso tesoro, y que lágrimas de compasión iría derramando por todo aquel camino sobre el rostro del Niño que en sus virginales brazos llevaba, viendo como ya comenzaban a cumplirse las profecías dolorosas de aquel santo viejo Simeón, que eran las persecuciones y trabajos que aquel Señor había de padecer.

Mira también cuál sería la vida y los trabajos de aquella Señora todos aquellos siete años que estuvo en tierra de gentiles: donde veía adorar piedras y palos en lugar del verdadero Dios, y donde tan poco refrigerio hallaría entre gente pagana para todas las necesidades que se le ofreciesen, especialmente siendo ella extranjera y pobre; y tan pobre, que por falta de cordero ofreció el día de su purificación un par de tórtolas o palominos, que era la ofrenda de los pobres.

Y juntamente con esto considera cuán temprano comenzó este Señor a padecer destierros, y persecuciones, y contradicciones del mundo: para que por aquí entiendan los que fueren miembros suyos y participaren su mismo espíritu, que no han de esperar menos del mundo de lo que el Señor de ellos esperó. Y así también entiendan que como después de nacido Cristo, no faltó un Herodes que lo persiguiese, así después de haber nacido Él espiritualmente en nuestras ánimas, no han de faltar muchos otros Herodes que le persigan y le quieran matar en ellas, para que no viva en nuestro corazón.

Cuando se perdió el Niño Jesús

Y siendo ya el Niño de doce años, subiendo sus padres a Jerusalén, según la costumbre del día de la fiesta, quedóse el Niño Jesús en el templo, sin que ellos lo supiesen. Y después que lo hallaron menos y lo buscaron tres días con grandísimo dolor, vinieron a hallarlo en el templo, asentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándolos muy sabiamente, y poniendo a todos en admiración con la grandeza de su prudencia y con sus respuestas.

Aquí puedes considerar primeramente cuán grande sería el dolor que la sacratísima Virgen en estos tres días padecería, habiendo perdido un tan grande y tan incomparable tesoro, y con cuánta diligencia, con cuánto cuidado y con cuántas lágrimas lo buscaría por todas partes, y con cuánta devoción y humildad por una parte suplicaría a Dios le deparase aquel tesoro, y con cuánta obediencia por otra se resignaría en sus manos y haría sacrificio de sí y de su amantísimo Isaac al común Señor de ambos.

Pues ya, cuando pasados estos tres días de tan grande martirio, lo viniese a hallar en auto de tanta admiración, Cuál sería allí su gozo y su alegría! ¡Cuán dulces abrazos le daría! ¡Cuántas lágrimas derramaría! ¡Cómo se encontrarían allí las lágrimas del dolor y del alegría juntamente, las del dolor, por haberlo perdido, y las del alegría, por haberle hallado de la manera que le halló! Por donde conocerás cómo no es perpetua la consolación ni la desconsolación de los siervos de Dios en este mundo: porque el Señor que a tiempos los aflige y ejercita, a tiempos también los consuela, y según la muchedumbre de los dolores de su corazón, así y mucho mayor es la de su consolación.

Aprende también de aquí a no desmayar cuando algunas veces perdieres de vista este Señor (quiero decir, el alegría y consolación espiritual que de él nos viene), pues esta sacratísima Virgen lo perdió sin culpa suya, por sola voluntad y dispensación divina. Y aprende también de ella a resignarte en las manos del mismo Señor, cuando así le perdieras, estando aparejado a padecer el martirio de esta ausencia por todo el tiempo que Él fuere servido: aunque no por eso debes aflojar ni descuidarte cuando así te vieres, antes en este tiempo debes andar con mayor recaudo, y buscar lo que perdiste, con mayor cuidado, como lo hizo esta Virgen, la cual perdió a tiempos este tesoro para nuestro consuelo, y después lo buscó para nuestro ejemplo, y finalmente lo halló para nuestro esfuerzo. Porque por esta causa hace el Señor estas ausencias, para darnos materia de todos estos ejercicios de virtudes. Vase, para humillarnos; viene, para consolarnos; y entretiénese para probarnos, y purgarnos, y ejercitarnos, y darnos conocimiento de lo que somos.

Lo último, considera la sujeción y obediencia de este Señor para con sus padres, de que hace mención el evangelista, para que espantado de tan grande obediencia y confundido de tu gran soberbia, aprendas de aquí a sujetarte y obedecer no solamente a los iguales y mayores, sino también a los menores, por ejemplo de este Señor. Y mira como desde esta edad hasta los treinta años de su vida no se escribe ni que predicase ni que hiciese alguna maravilla: aunque no hizo poco en callar todo este tiempo, para enseñarnos a no hablar ni predicar antes de tiempo, para que el mismo Señor que es maestro de hablar nos lo fuese también del silencio, que no es menos necesario.

 

 


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