CAPÍTULO IV. DE LAS OTRAS SIETE MEDITACIONES DE LA SAGRADA PASIÓN Y DE LA MANERA QUE HABEMOS DE TENER EN MEDITARLA

Después de éstas, se siguen las otras siete meditaciones de la. Sagrada Pasión, Resurrección y Ascensión de Cristo, a las cuales se podrán añadir los otros pasos principales de su vida sacratísima.

Aquí es de notar que seis cosas se han de meditar en la pasión de Cristo: La grandeza de sus dolores, para compadecernos de ellos. La gravedad de nuestro pecado, que es la causa, para aborrecerlo. La grandeza del beneficio, para agradecerlo. La excelencia de la Divina bondad y caridad, que allí se descubre, para amarla. La conveniencia del misterio, para maravillarse de él. Y la muchedumbre de las virtudes de Cristo, que allí resplandecen, para imitarlas. Pues conforme a esto, cuando vamos meditando debemos ir inclinando nuestro corazón, unas veces a compasión de los dolores de Cristo, pues fueron los mayores del mundo, así por la delicadeza de su cuerpo, como por la grandeza de su amor, como también por padecer sin ninguna manera de consolación, como en otra parte está declarado. Otras veces debemos tener respeto a sacar de aquí motivos de dolor de nuestros pecados, considerando que ellos fueron la cause de que Él padeciese tantos y tan graves dolores como padeció. Otras veces debemos sacar de aquí motivos de amor y agradecimiento, considerando la grandeza del amor que Él por aquí nos descubrió y la grandeza de beneficio que nos hizo redimiéndonos tan copiosamente, con tanta costa suya y tanto provecho nuestro.

Otras veces debemos levantar los ojos a pensar la conveniencia del medio que Dios tomó para curar nuestra miseria, esto es, para satisfacer por nuestras deudas, para socorrer nuestras necesidades, para merecernos su gracia y humillar nuestra soberbia, e inducirnos al menosprecio del mundo, al amor de la cruz, de la pobreza, de la aspereza, de las injurias y de todos los otros virtuosos y honestos trabajos.

Otras veces debemos poner los ojos en los ejemplos de virtudes que en su sacratísima vida y muerte resplandecen, en su mansedumbre, paciencia, obediencia, misericordia, pobreza, aspereza, caridad, humildad, benignidad, modestia y en todas las otras virtudes, que en todas sus obras y palabras, más que las estrellas en el cielo, resplandecen, para imitar algo de lo que en Él vemos, porque no tengamos ocioso el espíritu y gracia,que de El para esto recibimos, y así caminemos a El por Él. Ésta es la más alta y la más provechosa manera que hay de meditar la pasión de Cristo, que es por vía de imitación, para que por la imitación vengamos a la transformación, y así podamos ya decir con el Apóstol (Gal.2,20): Vivo yo, ya no yo, más vive en mí Cristo.

Demás de esto, conviene en todos estos pasos tener a Cristo ante los ojos presente y hacer cuenta que le tenemos delante cuando padece, y tener cuenta, no sólo con la historia de su pasión, sino también con todas las circunstancias de ella, especialmente con estas cuatro: ¿Quién padece? ¿Por quién padece? ¿Cómo padece? ¿Por qué causa padece? ¿Quién padece? Dios Todopoderoso, infinito, inmenso etc. ¿Por quién padece? Por la más ingrata y desconocida criatura del mundo. ¿Cómo padece? Con grandísima humildad, caridad, benignidad, mansedumbre, misericordia, paciencia, modestia, etc. ¿Porqué causa padece? No por algún interés suyo ni merecimiento nuestro, sino por solas las entrañas de su infinita piedad y misericordia. Demás de esto, no se contente el hombre con mirar lo que por fuera padece, sino mucho más hay que contemplar en el ánima de Cristo que en el cuerpo de Cristo, así en el sentimiento de sus dolores, como en los otros afectos y consideraciones que en ella había.

Presupuesto, pues, ahora este pequeño preámbulo, comencemos a repetir y poner por orden los misterios de esta Sagrada Pasión.

Síguense las otras siete Meditaciones de la Sagrada Pasión




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