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La identidad sacerdotal y los desafíos culturales

Prof. Louis Aldrich

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Santidad y desafíos culturales

 

Para afrontar los desafíos actuales, el sacerdote necesita una comprensión clara de su propia identidad. ¿Qué es una identidad sacerdotal auténtica? Podemos comenzar recordando brevemente lo que no es: no es ser un trabajador social, un maestro, un investigador, un consejero o cualquier otro tipo de profesional.

Al contrario, esta identidad puede ser comprendida de manera adecuada sólo según sus dimensiones cristológicas y trinitarias. Aunque los papeles desempeñados por el sacerdote puedan cambiar según los desafíos de los nuevos tiempos, «existe un aspecto esencial del sacerdote que no cambia: el sacerdote de mañana, no menos que el sacerdote de hoy, debe semejar a Cristo. Cuando vivía en esta tierra, Jesús manifestó en su misma persona el papel definitivo del sacerdocio (...) el sacerdote del tercer milenio (...) seguirá siendo el llamado a vivir el sacerdocio único y permanente de Cristo» (Pastores Dabo Vobis, n° 5).

Además, la dimensión «relacional» fundamental de la identidad sacerdotal «surge de las profundidades del misterio inefable de Dios, es decir, por el amor del Padre, la gracia de Jesucristo y el don de la unidad del Espíritu Santo, el sacerdote entra de manera sacramental en la comunión con el obispo y con los demás sacerdotes (24) para servir al Pueblo de Dios que es la Iglesia y llevar a toda la humanidad a Cristo» (PDV, n° 12).

Afianzado en un concepto adecuado de su identidad, el sacerdote está preparado a confrontarse con los desafíos de hoy, algunos de los cuales son positivos y otros negativos. En lo positivo, hay un gran deseo de paz y justicia, de protección de la dignidad humana, de cooperación y solidaridad internacional; a ello se agrega un desarrollo rápido y continuo de la ciencia y la tecnología, en particular de la tecnología de la información, que lleva a una interacción positiva entre las culturas. Además, a medida que se debilitan las ideologías, aparecen nuevas oportunidades de evangelizar o volver a evangelizar. En la Iglesia moderna, se registra «el testimonio formidable ofrecido por las Iglesias de Europa central y oriental y también la fidelidad y la valentía de otras Iglesias, obligadas aún a soportar persecución y tribulación por la fe» (Pastores Dabo Vobis, n° 6).

Junto con estos elementos positivos de la cultura actual que desafían al sacerdote en el ejercicio de su identidad como alter Christus, se observan desafíos negativos muy poderosos. Enumeremos los siguientes: el racionalismo, que embota la sensibilidad ante la revelación divina; un individualismo solitario, autoreferencial, que conduce al hedonismo y al consumismo y, además, a una capacidad cada vez menor para relacionar lo humano con lo divino; el temor hacia los compromisos de por vida; una prosperidad material y un sentido de autosuficiencia que hacen que muchos no sientan la necesidad de Dios; la ruptura cada vez más acentuada de los valores familiares tradicionales, a través de la contracepción, el aborto y el sexo extramatrimonial. En la Iglesia se observan los siguientes desafíos: el monopolio que las escuelas laicas y los medios de comunicación detentan sobre el tiempo de los jóvenes vuelven muy difícil una catequesis adecuada; un concepto equivocado del ecumenismo y el pluralismo teológico; en algunos lugares, la difusión de una falta de lealtad hacia la enseñanza del magisterio.

¿De qué manera podrá obrar el sacerdote ante los desafíos que acabamos de enumerar? Es imposible prever cómo, en la fidelidad a su identidad, cada sacerdote ha de responder a su situación concreta e individual; pero podemos afirmar, en cambio, que toda solución requiere su cooperación plena con las gracias trinitarias y cristológicas conferidas por medio del sacramento del Orden Sagrado.


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