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San Basilio el Grande  sobre la Eucaristía y el Bautismo

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Biografía de San Basilio

 

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San Basilio

 

 

Biografía


Tres grandes figuras encontramos en Capadocia de Cesarea: San Basilio el Grande, su hermano san Gregorio de Nisa y su amigo san Gregorio Nacianceno. Son conocidos como los Padres Capadocios, quienes trabajaron denodadamente junto con san Atanasio y otros contra aquella expansión de arrianismo por Oriente.

San Basilio el Grande, nació de padres nobles, ricos y piadosos, en Cesarea de Capadocia (Asia Menor) hacia el año 329. Su madre, Enmedia, era hija de mártir y hermana de un obispo. Fuero diez hermanos de los que tres eran obispos: san Basilio, san Gregorio Niseno, Pedro de Sebaste y una santa, Macrina la joven (330-379), para distinguirla de santa Macrina la Anciana, abuela de ellos, que huyó a el Ponto donde estuvieron en el bosque para librarse de la persecución de Diocleciano.

San Basilio recibió de su abuela una profunda formación religiosa, y de su padre las ciencias que posteriormente amplió con los maestros de Cesarea, donde conoció a san Gregorio Nacianceno, con quien tuvo una profunda amistad, pues sus itinerarios eran la escuela y la iglesia. Su formación humanística fue anterior al bautismo que lo recibió siendo adulto y su pensamiento helenista lo adaptó al cristianismo, cuando regresando a Capadocia y por influencia de su hermana Macrina despertó de su sopor científico y se entregó de pleno a Cristo.

En el año 357, realiza un largo viaje por Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, y a su regreso da sus bienes a los pobres y se retira a Annesi, en la orilla del Iris, funda un monasterio en el que se dedica a la oración, lectura y trabajo manual en ambiente de completa soledad, rigor y dureza de vida. Pronto comienzan a acudir discípulos ansiosos de seguir a Jesucristo -como en toda época en la que surge un santo-, por lo que entre el año 358 y el siguiente redacta las Grandes Reglas llenas de sabiduría y moderación; aunque posteriormente escribe las Pequeñas Reglas donde se ocupa de consejos y exhortaciones. Hacia el año 359 escribe para sus monjes la Filocalía o antología de Orígenes, que es su modelo para compaginar la ascética y la formación científica.

Al año siguiente, la Providencia le llamaba por otros caminos, y muy a su pesar, tiene que dedicarse, también, a la vida activa en defensa de la Iglesia que se ve amenazada exteriormente por las persecuciones e interiormente por las herejías. A la muerte del obispo Dionisio le sucede Eusebio, quien desea tener cerca a Basilio, le hace lector y posteriormente le ordenó sacerdote. Las envidias, le obliga a retirarse a su monasterio del Ponto; pero la persecución cruenta de Valente a favor del arrianismo le hace volver junto a su obispo y con la ayuda de san Gregorio Nacianceno, toma su cargo anterior de auxiliar de Eusebio, donde permanece durante cinco años, y sin descuidar su vida monástica, realiza un intenso ministerio apostólico, intensifica su lucha contra los arrianos, hace reformas en el clero y monjes, además de las catequesis y servicio al pueblo. Lo que recibe en herencia de su madre, lo entrega nuevamente para acudir a las necesidades del prójimo y recomendó suscripciones para aminorar desgracias.

A la muerte del obispo Eusebio, le sucede en la sede metropolitana, pese a las oposiciones de algunos que la ambicionaban. Su misión era enormemente difícil por tener la responsabilidad de cincuenta diócesis, repartidas en once provincias; era primordial elegir obispos idóneos, convocar sínodos y resolver todo tipo de dificultades. La mayor dificultad era la influencia del arrianismo que estaba protegido por el emperador Valente, pues con las doctrinas de Arrio confundía a los fieles, produciendo gran perjuicio a la Iglesia y sufrir en su autoridad por la nefanda influencia de los obispos arrianos.

A la muerte de Valente, en el año 378, hubo un periodo de paz en la Iglesia. Su sucesor, el emperador Graciano dio libertad religiosa y san Basilio pudo ocuparse a la labor pastoral con mayor intensidad. El pueblo de Constantinopla pidió tener en la sede episcopal a san Gregorio Nacianceno.

San Basilio se encontraba muy deteriorado de salud por una grave dolencia hepática. Fatigado por los trabajos, preocupaciones y penitencias de su vida ascética agotó su vida a la edad de 49 años, el 1 de enero del año 379.

En esos 20 años, aproximadamente, llenos de dificultades, controversias, viajes..., resulta difícil comprender la capacidad de aprovechamiento del tiempo para llevar una vida de asceta, contemplativo, orador, escritor, dejando multitud de cartas, discursos, tratados dogmáticos, reglas de vida... con el único objetivo de llevar almas a Dios. Su oratoria era sencilla y valiente, pues hablaba a los fieles para llegar a sus al almas, sin que su sabiduría ni buena retórica perjudicara a la claridad al alcance de todos. En su conversación era inteligente, claro y rotundo, por lo que el emperador Valente, para amedrentarle, le envío al prefecto Modesto, quien ante las respuestas inflexibles de san Basilio, dijo: “Nunca me habló nadie de esta manera”, a lo que le respondió en santo: “Es que todavía no habías chocado con un obispo”.

Tiene 24 discursos llenos de savia y energía cristiana sobre asuntos morales muy diversos; dos series de homilías sobre el Génesis y los Salmos. Sus cartas constatadas son unas 365, en las que se narra la turbulenta historia de la Iglesia, la vida de los cristianos de su época, trata de disciplinas canónicas, la vida monacal, a sacerdotes infieles,... temas pastorales de su responsabilidad. Escribió tres libros contra el arriano Eunomio, impugnando su doctrina. Fue, también, reformador en la liturgia. Poseemos su liturgia en griego y copto, pero no es su forma primitiva, sino tal como se usaba a mitad del siglo V, llegando su uso hasta nuestros días en la Iglesia griega oriental ortodoxa de los oficios divinos según esta liturgia en las diez fiestas mayores del año.

Doctrinalmente, san Basilio defendió contra Sabelio, la distinción de personas divinas; contra los arrianos, su perfecta igualdad, y contra los indecisos semiarrianos la confesión de formulas trinitarias claras.

Escritos eucarísticos

[1].. Y una terrible noche se había apoderado de la vida, de suerte que todos se desconocían mutuamente, agitados por diabólica locura. Eran destruidas por manos impías las casas de oración, eran destrozados los altares, y no había oblación ni se quemaba incienso; no había lugar para ofre­cer sacrificios, sino que una tristeza inmensa, como una nube, lo tenía invadido todo, se hacia huir a los que daban culto a Dios...

[2]Que es necesario no andar dudando de las cosas que dice el Señor; antes al contrario persuadirse de que toda pa­labra de Dios es verdadera y posible, aunque se oponga la naturaleza, porque aquí está precisamente el combate de la fe.

C.1 .... Se peleaban, pues, entre sí los judíos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hi­jo del hombre y bebiereis su sangre, no. tenéis vida en vos­otros (Jn. 6,53)...

[3]Que es necesaria también para la misma vida eterna la participación del cuerpo y sangre de Cristo.

C.1. En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y beberéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tie­ne la vida eterna (Jn. 6,53s) etc.

Que quien se acerca a la comunión sin considerar que se da la participación del cuerpo y de la sangre de Cristo, no saca ninguna utilidad de ella; y el que la recibe indignamente es condenado.

C.2. En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tenéis vida en vosotros (lbid.) Y un poco más abajo: Mas Jesús, sabiendo por sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? Pues qué, si viereis al Hijo del hombre subir adonde antes estaba? La carne de na­da sirve; el espíritu es quien da la vida, Las palabras que yo os he dicho son espíritu y son vida (lbid. 61ss). De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere este cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Por lo tanto, examínese a sí mismo el hombre; y de esta suerte coma del pan y beba del cáliz. Porque quien come y bebe indignamente, se come y bebe su propia condenación, no haciendo el debido discernimiento del cuerpo del Señor. (1Cor. 11,27ss).

De qué modo se ha de comer el cuerpo y .beber la sangre del Señor en memoria de la obediencia del Señor hasta la muerte, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos (2Cor. 5,15).

C. 3. (Lc 22,19s; 1Cor. 11,23-26; 2Cor. 5,14s; 1Cor. 10,16s)4].

Que debe alabar con himnos al Señor aquel que participa de las cosas santas.

C. 4. Estando ellos comiendo, habiendo tomado Jesús el pan y habiendo dado gracias lo partió y se lo dio a los discípulos (Mt 26,26) etc. A lo que añade: Y dicho el himno sa­lieron hacia el monte de los olivos (Ibid., 30).

[5]Con qué temor o con qué entera persuasión o con qué afecto debemos recibir el cuerpo y la sangre de Cristo.

Respuesta . El temor, ciertamente, nos lo enseña el Apóstol cuando dice: El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación (1Cor. 11,29); y la persuasión integra la engendra la fe en las palabras del Señor, que dijo: Este es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria mía (Lc. 22,19), y también [la fe] en .el testimonio de Juan, que ,habiendo conmemorado primeramente la glo­ria del Verbo, introdujo después el modo de la encarna­ción con estas palabras: El Verbo se hizo carne y habitó en medio de nosotros, y nosotros hemos visto su gloria, gloria cual del Unigénito procedente del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn. 1,14), y [la fe] en el Apóstol, que escribió: El cual, subsistiendo en la forma de Dios, no consideró como una presa arrebatada el ser al igual de Dios; antes se ano­nadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho seme­jante a los hombres y en su condición exterior presentándo­se como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fip. 2,6ss). ... El que participa del pan y del cáliz debe te­ner tal disposición y preparación.

[6]Si conviene que se atreva a acercarse a la comunión de las cosas santas aquel a quien acaeciesen los fenómenos acostumbrados y según la naturaleza.

Respuesta. Mostró el. Apóstol que el que fue sepultado juntamente con Cristo en el bautismo es superior a la natu­raleza y a la costumbre. Pues por una parte dice en aquel pasaje donde trata del bautismo de agua, después de otras cosas: Sabemos de esto que nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con él, para que sea destruido el cuerpo del pecado, y ya en adelante no sirvamos más al pecado (Rom. 6,6). ... Pues si aquí está lo que es más que el tiempo, a nosotros, evidente­mente nos enseñará el Apóstol de modo más temible, dicien­do: El que come y bebe indignamente, se come y bebe su propia condenación (1Cor. 1,29).

[7]Si conviene celebrar en una casa ordinaria la oblación.

Respuesta . Así como no permite la Escritura que ningún vaso ordinario se use para las cosas santas, así tampoco [permite] celebrar los misterios santos en una casa ordina­ria, ya que por mandato de Dios el Antiguo Testamento abier­tamente prohíbe que se haga nada de eso. Por su parte, dice el Señor: Aquí está lo que es más que el templo (Mt. 12,6), y el Apóstol: ¿Acaso no tenéis casas para comer y beber? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo; porque yo os tras­mití a vosotros lo que yo recibí (1Cor. 11,22s) etc. Aquí se nos enseña que no debemos comer ni beber la cena ordina­ria en la iglesia, ni mancillar la cena del Señor en casa, fuera del caso en que alguno, obligado por la necesidad, eligiere un sitio o casa más dignos en tiempo conveniente.

[8] De los dogmas y predicaciones conservados en la Iglesia, unos los tenemos por la enseñanza escrita, otros, en cambio, los hemos recibido transmitido a nosotros en misterio por la tradición de los apóstoles; y ambos tienen la misma fuer­za para la piedad. Y ninguno que tenga alguna experiencia de lo que son las instituciones eclesiásticas contradiga a nin­guno de ellos. Porque si intentamos rechazar las costumbres que no se nos han trasmitido por escrito, como si no tuvieran gran fuerza, perjudicaremos sin darnos cuenta el evangelio en las mismas cosas principales; más aún, reduciremos la predicación a un nombre vacío. ... ¿Quién de los santos nos dejó por escrito las palabras de la invocación [epíclesis] en la manifestación del pan de la Eucaristía y del cáliz de la bendición? Porque no nos contentamos con las [palabras] que recordó el Apóstol o el evangelio, sino que antes y después decimos otras por tener gran fuerza para el misterio, las cual se hemos recibido por tradición no escrita...

[9]Y el comulgar cada día y participar del santo cuerpo y sangre de Cristo es bueno y muy útil; pues dice Él claramente: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna (Jn. 6, 54). Porque ¿ quién pone en duda que participar continuamente de la vida no es otra cosa que vivir de muchos modos? Nosotros ciertamente comulgamos cuatro veces a la semana: el domingo, el miércoles [la feria cuarta], el viernes [la parasceve] y el sábado. y otros días sí es la conmemoración de algún santo. Y el que alguno se vea forzada en tiempo de persecución a recibir la comunión con su propia mano, no estando presente el sacerdote o el ministro, es superfluo el mostrar que de ninguna manera es grave, pues lo confirma con su práctica una larga costum­bre. Porque todos los monjes que viven en los desiertos donde no hay sacerdote, conservando la comunión en casa la reciben por sí mismos. En Alejandría y en Egipto cada uno, aun de los seglares, por lo común tiene comunión en su casa y comulga por sí mismo cuando quiere. Porque, des­pués que el sacerdote ha realizado una vez el sacrificio y lo ha repartido, el que lo recibe todo de una vez, debe creer con razón al participar de él después cada día, que partici­pa y la recibe del que se lo ha dado. Pues también el sacer­dote en la iglesia distribuye una parte, la cual retiene con todo derecho el que la recibe, y así se la lleva a la boca con su propia mano. Pues la misma fuerza tiene si uno recibe del sacerdote una parte o si se recibe muchas al mismo tiempo.

[10]... Desapareció el gozo y alegría espiritual. Nuestras fíestas se convirtieron en dolor; se cerraron las casas de oración; los altares estaban privados de culto espiritual. Ya no hay reuniones de cristianos, ni presidencia de doctores, ni docu­mentos saludables, ni solemnidades, ni cantos de himnos nocturnos, ni aquel dichoso entusiasmo de las almas que brota en las sinaxis y comunicación de los carismas espiri­tuales para las almas de los que creen en Cristo. Nos está bien el decir: No hay en este tiempo príncipe, ni profeta., ni caudillo, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde presentar las primicias en la presencia del Señor, y encontrar miseri­cordia (Dan 3,38s).

Sobre el bautismo[11]

[12]21 Si carece de peligro el que uno que no está limpio de toda mancha de cuerpo y espíritu, coma el cuerpo y beba la san­gre del Señor.

Respuesta . Ya que Dios dispuso en la ley la última pena contra aquel que no estando limpio se atreviere a tocar las cosas sagradas, pues está escrito típicamente para ellos, mas para amonestación nuestra: Y habló nuevamente el Señor a Moisés, diciendo: Di a Aarón y a sus h ijos que se abstengan de las oblaciones sagradas de los hijos de Israel, que ellos me consagran a mí y no profanen mi santo nombre. Yo el Señor. Diles a ellos: en la serie de vuestras generaciones to­do hombre de vuestra estirpe que teniendo sobre sí impure­za, se acerque a las cosas santas que han santificado los hijos de Israel al Señor, será exterminada aquella alma de delante de Mí. Yo el Señor (Lev. 22,1ss). Si hay tales ame­nazas contra aquellos que temerariamente se acercan a las cosas que han sido santificadas por los hombres, ¿qué di­remos contra aquel que no teme acercarse a un tal y tan grande misterio? Pues cuanto aquí está lo que es más que el templo (Mt. 12,6), según la palabra del Señor, tanto es más grave y de temer el atreverse con el alma manchada a comer la carne de Cristo que el comer carneros o toros, ya que dice el Apóstol: De! manera que cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor (1Cor. 11,27). Y mediante una repetición declara el mismo juicio de modo más vehemente y más de temer a la vez. Dice: Y examínese a sí mismo cada uno y de esta suerte coma del pan y beba del cáliz. Porque quien come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación, no haciendo discernimiento del cuerpo del Señor (Ibi., 28s).

Porque si aquel que se encuentra en sola impureza –legal- (y por la ley sabemos típicamente la propiedad de la impure­za), está sujeto a un juicio tan terrible, ¿cuánto más grave juicio se atraerá sobre sí el que estando en pecado sé atreve a comer el cuerpo de Cristo? Limpiémonos, pues, de toda mancha (la diferencia que existe entre mancha e impureza es cosa manifiesta para los prudentes y sabios), y así acerquémonos a las cosas sagradas, para que escapemos del jui­cio de aquellos que mataron al Señor, pues, cualquiera que comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor [(bid., 27); y poseamos la vida eterna, como prometió el Señor veraz y Dios nuestro Jesucristo, si al comer y al beber nos acordá­remos de Él, que murió por nosotros, y Observáremos la sentencia del Apóstol, que dice. Porque la caridad de Cristo nos urge al considerar que si uno murió por todos, luego todos murieron; y murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos (2Cor. 5,14s], lo cual pactamos en el bautismo (cf. Rom. 6,11).


[1]Homilía en honor del mártir Gordio. N.2 (MG 31,496 A-B).
[2]Regla 8 (MG 31,712 C-D. 713 A-B).
[3]Regla 21 (MG 31,737 C-741 A).
[4]En este capítulo transcribe el texto de la Sagrada Escritura.
[5]Cuestión 172 (MG 31,1196 A-C).
[6]Cuestión 309 (MG 31,1301 C-1304 B).
[7]Cuestión 310 (MG 31,1304 B-C).
[8]Sobre el Espíritu Santo . C.27 n.66 (MG 32,183 A-E).
[9]Cartas. Serie 2: Carta 93 ( MG 3 2,484 B- 185 B). A Cesárea, patricia, acerca de la comunión.
[10]Carta 243 n.2 (MG 32.905 B-C).
[11]Nos dice el P. Solano. S.I. que no es segura la autenticidad de este escrito, y que posiblemente él trazara el plan de la obra, dejando a otro su desarrollo.
[12]L.2 cuestión 3 (MG 31,1584 B-1585 C).


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