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EL AMOR DE LA SABIDURÍA ETERNA

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San Luis María 
Grignion de Montfort
Traducción de 
p. Pío Suárez B., s.m.m.
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San Luís María  Grignion de Montfort

 

 

PRESENTACION

Este libro presenta el contexto fundamental de los demás escritos de san Luis María. Trata de la relación de Dios con la humanidad, poniendo de manifiesto, en primer lugar, el amor de Dios por la humanidad y su designio de salvarle de las consecuencias del pecado. Con la ayuda de numerosos textos de los libros sapienciales del Antiguo Testamento, el santo medita en el deseo extraordinario de Dios de amar a la humanidad y de ser amado por ella. Con san Pablo y san Juan, considera al Salvador, Jesucristo, como la encarnación de la Sabiduría divina y aplica a Jesucristo el título de “Sabiduría eterna y encarnada”. La “Sabiduría eterna” mencionada en el título de este libro designa, pues, a Jesucristo. En su consideración del amor de Dios por la humanidad, san Luis María hace resaltar que la muerte de Cristo en la Cruz  es la manifestación más grande de este amor. Llega incluso  a decir: “La Sabiduría es la Cruz y la Cruz es la Sabiduría”.

Apoyándose en la hipótesis que todos los humanos desean la felicidad, y que la “sabiduría” es el medio para lograrlo, examina las diferentes clases de sabiduría y concluye que la única verdadera sabiduría es la sabiduría de Dios, la Sabiduría eterna y encarnada que es Cristo. Los cristianos durante toda su vida deben buscar y adquirir esta Sabiduría, o en otras palabras, deben buscar conocer y amar a Jesucristo, Sabiduría eterna de Dios. Propone cuatro medios para adquirir y conservar la Sabiduría:

1. Deseo ardiente de la Sabiduría

2. Oración continua para obtener esta gracia

3. Mortificación universal

4. Tierna y verdadera devoción a la Santísima Virgen.

Declara que el cuarto medio, la devoción a la Santísima Virgen, es el medio más poderoso para adquirir y conservar la divina Sabiduría. Este tema lo desarrolla ampliamente en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, lo mismo que en el Secreto de María. Considera el tercer medio, la mortificación universal,  como una participación en la Cruz de Cristo por la aceptación de cada una de las “cruces” y una mayor comprensión del amor de Cristo manifestado en sus sufrimientos. Este tema lo amplía  en la “Carta a los Amigos de la Cruz”.

 

INTRODUCCION DEL PADRE DE MONTFORT

 

1 - ORACION A LA SABIDURIA ETERNA 1

 

1. ¡Oh Sabiduría eterna,

Reina de los cielos y de la tierra!

Postrado humildemente en tu presencia,

te ruego que perdones mi atrevimiento

al tratar de hablar de tus grandezas,

siendo como soy tan ignorante y criminal.

¡No mires, por favor,

las tinieblas de mi entendimiento

ni las impurezas de mis labios!

Y, si las miras, que sea solamente

para destruirlas con una mirada de tus ojos

y el aliento de tu boca.

Posees tantas bellezas y dulzuras,

me has preservado de tantos peligros

y colmado de tantos favores...

Y, sin embargo, ¡eres tan desconocida y despreciada!

¿Cómo podré callar entonces?

No sólo la justicia y el agradecimiento,

sino hasta mi propio interés, me obligan a hablar de ti,

aunque balbuciendo como un niño.

Pero, balbuciendo y todo,

quiero aprender a hablar correctamente

cuando llegue en ti a la madurez perfecta. 2

2. Puede parecer que no hay orden ni concierto

en lo que escribo. Lo confieso.

Es que mi anhelo de poseerte es tan grande,

que –como dice Salomón–

te busco por todas partes,

sin encontrar el camino. 3

Quiero darte a conocer a todos.

Porque tú misma has prometido dar la vida eterna

a cuantos te esclarezcan

y den a conocer a los demás.

Acepta, pues, amable Soberana,

mi humilde balbucir

como si fuera un elocuente discurso.

Acepta los movimientos de mi pluma

como si fueran otros tantos pasos que diera en busca tuya.

Derrama desde tu excelso trono tantas luces y bendiciones

sobre cuanto quiero decir de ti y hacer por ti,

que cuantos lo oigan

se sientan inflamados por un anhelo renovado

de amarte y poseerte

en el tiempo y la eternidad.

 

2 - AVISOS DE LA SABIDURIA A LOS PRINCIPES Y PODEROSOS DE LA TIERRA (Sb 6)

 

3.  (Mejor es la Sabiduría que la fuerza. El prudente vale más que el valiente.) 4

1. Escuchen, reyes, y entiendan; apréndanlo, gobernantes del orbe hasta sus confines;

2.  presten atención los que dominan los pueblos y alardean de multitud de súbditos:

3.  el poder les viene del Señor, y el mando, del Altísimo; El indagará sus obras y explorará sus intenciones;

4.  siendo ministros de su reino, no gobernaron rectamente ni guardaron la ley, ni procedieron según la voluntad de Dios.

5.  Repentino y estremecedor vendrá contra ustedes, porque a los encumbrados se les juzga [implacablemente.

6.  A los más humildes se les compadece y perdona, pero los fuertes sufrirán una fuerte pena;

7.  el Dueño de todo no se arredra, ni le impone la grandeza; El creó al pobre y al rico y se preocupa por igual de todos,

8.   pero a los poderosos les aguarda un control riguroso. Se lo digo a ustedes, soberanos, a ver si aprenden a ser sabios y no pecan;

10. los que observan santamente su santa voluntad serán declarados santos; los que se la aprendan encontrarán quien [los defienda.

11. Ansíen, pues, mis palabras; anhélenlas, y recibirán instrucción.

4. 12 . La Sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad los que la aman, y los que van buscándola la encuentran;

13. ella misma se da a conocer a los que la desean.

14. Quien madruga por ella, no se cansa; la encuentra sentada a la puerta.

15. Meditar en ella es prudencia consumada; el que vela por ella, pronto se verá libre de preocupaciones;

16. ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos

y les sale al paso en cada pensamiento.

17. Su comienzo auténtico es un deseo de instrucción; 
18. el afán por la instrucción es amor; el amor es la observancia de las leyes; la custodia de las leyes es garantía de incorruptibilidad;

19. la incorruptibilidad acerca a Dios;

20. por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino.

21. Así que, si les gustan los tronos y los cetros, respeten la sabiduría y reinarán eternamente.

(Amen la luz de la sabiduría todos los que gobiernan a los pueblos.)

22. Les voy a explicar lo que es la sabiduría y cuál es su origen, sin ocultarles ningún secreto; me voy a remontar al comienzo de la creación, dándola a conocer claramente, sin pasar por alto la verdad.

23. No haré el camino con la podrida envidia, que con la sabiduría ni se trata.

24. Muchedumbre de sabios salva al mundo y rey prudente da bienestar al pueblo.

25. Por tanto, déjense instruir por mi discurso, y sacarán provecho.

 

3 - REFLEXIONES DEL AUTOR

 

5.  No he querido, estimado lector, mezclar mis palabras insignificantes con la autoridad del Espíritu Santo. Permíteme ahora las siguientes reflexiones:

1. La Sabiduría es dulce, sencilla, atrayente y, a la vez, luminosa, excelente y sublime. Convoca a los hombres para enseñarles los medios de ser felices: los busca, les sonríe, los colma de favores, les sale al encuentro de mil maneras, hasta sentarse a la puerta de sus casas para esperarlos y darles pruebas de su amistad. ¿Es posible tener corazón y negárselo a esta dulce conquistadora?

6.  2. ¡Qué desgracia la de los ricos y poderosos, si no aman la Sabiduría! ¡Qué palabras tan aterradoras les dirige ella! ¡Imposible traducirlas a nuestro idioma! Repentino y estremecedor vendrá contra ustedes, porque a los encumbrados se les juzga implacablemente... Los fuertes sufrirán una fuerte pena... A los poderosos les aguarda un control riguroso. 5

Añadamos también a estas palabras las pronunciadas por la Sabiduría, o hechas decir por ella, a los ricos y poderosos después de la encarnación: ¡Ay de ustedes, los ricos! 6 Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja, que no que entre un rico en el Reino de Dios. 7

Estas últimas palabras fueron repetidas tantas veces por la divina Sabiduría durante su vida terrestre, que tres evangelistas las han referido sin diferencia alguna. Lo que debería mover a los ricos a romper en llanto, lamentarse y gemir: Vamos ahora con los ricos; lloren a gritos por la desgracia que se les viene encima. 8

Mas, ¡ay! Ellos tienen su consuelo en este mundo; hechizados como se hallan por los placeres y riquezas, no se dan cuenta de los peligros que penden sobre su cabeza.

7.  3. Salomón asegura que hace una descripción fiel y exacta de la Sabiduría: ni la envidia ni el orgullo –contrarios a la caridad– le impedirán comunicar la ciencia que el cielo le ha dado. No teme, por ello, que otros puedan llegar a igualarlo o superarlo en dicho conocimiento. 9

A ejemplo de este gran hombre, voy a tratar de explicar lo que es la Sabiduría antes de la encarnación, durante la encarnación y después de ella, y los medios para alcanzarla y conservarla.

Pero no teniendo tanta ciencia ni tantas luces como él, tampoco debo temer tanto la envidia y el orgullo cuanto mi incapacidad e ignorancia. ¡Te ruego, pues, que me soportes y disculpes con caridad!

 

 

NOTAS:

 

1  Esta oración, con su título, es de san Luis María, y sirve de dedicatoria a la obra. La oración entera parece inspirada en Is 6,1–6 y en Jr 1,6, y constituye en cierta forma una inclusión oracional con la fórmula de consagración que aparece al final del escrito (Nos. 223–227). Es sintomático que el libro comience no sólo invitando a la oración, sino con una oración y con una oración culmine. En tratándose de la Sabiduría, la oración es el ambiente mejor, el clima connatural del diálogo...

2 Ef 4,13.

3 Sb 8,18.

4 El autor sigue el texto y la numeración de la Vulgata. Aquí seguimos el texto y la numeración correspondientes a los textos originales, como acostumbran la ediciones actuales de la Biblia, y ponemos entre paréntesis [(  )] los versículos que añade la Vulgata.

5  Sb 6,5–8.

6  Lc 6,24.  7  Mt 19,24.

8  St 5,1.

9  Sb 6,24–26.

 

CAPITULO PRIMERO 1

 

PARA AMAR Y BUSCAR A LA DIVINA SABIDURIA,

ES NECESARIO CONOCERLA

 

 

1 - NECESIDAD DE CONOCER A LA DIVINA SABIDURIA

 

8. ¿Se puede, acaso, amar lo que no se conoce? ¿Se puede amar con ardor lo que sólo se conoce imperfectamente?

¿Por qué es tan poco amada la Sabiduría eterna y encarnada, el adorable Jesús? ¡Porque poco o nada se le conoce! Apenas si hay alguien que estudie como es debido –junto con el Apóstol– 2 la sobreeminente ciencia de Jesucristo, la más noble, útil y necesaria de todas las ciencias y conocimientos del cielo y de la tierra.

9. 1. Es, ante todo, la ciencia más noble. Efectivamente, tiene por objeto lo más noble y sublime, a saber: la Sabiduría increada y encarnada, que encierra en sí misma toda la plenitud de la divinidad y de la humanidad, todo lo grandioso que hay en el cielo y en la tierra, todas las criaturas visibles e invisibles, espirituales y corporales.

Dice San Juan Crisóstomo que Nuestro Señor es un compendio de las obras divinas, una síntesis de todas las perfecciones de Dios y de las criaturas.

"Jesucristo, Sabiduría eterna, es todo cuanto puedes y debes desear. Anhela poseerlo. Corre en busca suya. El es, en efecto, la perla incomparable y preciosa por cuya adquisición no debes temer vender todos tus bienes." 3

Quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor.4 Que no se alabe el sabio por su sabiduría, ni el fuerte por su fuerza, ni el rico por sus riquezas. El que se alabe, gloríese en conocerme y no en conocer otras cosas.

10. 2. Nada tan dulce como el conocimiento de la Sabiduría divina.¡Dichosos quienes la escuchan! ¡Más dichosos quienes la desean y buscan! Pero ¡mucho más dichosos los que andan por sus caminos y saborean en su corazón esa dulzura infinita que constituye el gozo y felicidad del Padre y la gloria de los ángeles! 5

Si conociéramos la dicha interior que significa conocer la belleza de la Sabiduría, alimentarse a los pechos del Padre, 6 exclamaríamos con la esposa del Cantar de los Cantares: Son mejores que el vino tus amores.7 La leche de tus pechos es más dulce que vino delicioso y que todas las dulzuras de las cosas creadas, sobre todo cuando dirige a las almas que la contemplan estas palabras: Gusten y vean...8 Coman y beban y embriáguense 9 de mis dulzuras, pues su trato no desazona, su intimidad no deprime, sino que regocija y alegra. 10

11. 3. Este conocimiento es también el más útil y necesario, porque la vida eterna consiste en conocer al Padre y a su Hijo Jesucristo. 11Conocerte a ti –dice el autor sagrado dirigiéndose a la Sabiduría– es justicia perfecta y acatar tu poder es la raíz de la inmortalidad.12¿Quieres, pues, realmente la vida eterna? –Consigue el conocimiento de la Sabiduría eterna.

¿Quieres alcanzar la santidad perfecta en este mundo? –Conoce la Sabiduría.

¿Quieres plantar en tu corazón la raíz de la inmortalidad? –Adquiere el conocimiento de la Sabiduría.

Pues, conocer a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, es saber lo suficiente; pero saberlo todo, y no conocerlo a El, es no saber nada. 13

12. ¿De qué le sirve al arquero saber tirar flechas a los lados del blanco si no sabe tirarlas al propio centro? ¿De qué nos servirán todas las otras ciencias necesarias a la salvación si carecemos de la de Jesucristo, única necesaria, centro y fin de todas ellas?

Aunque el Apóstol de las gentes sabía muchas cosas y era versadísimo en las letras humanas, confesaba que sólo quería conocer a Jesucristo crucificado. Con ustedes decidí ignorarlo todo, excepto a Jesucristo, y a éste crucificado.14

Digamos, pues, con él: Todo eso que para mí era ganancia, lo tuve por pérdida comparado con Cristo; más aún: cualquier cosa tengo por pérdida al lado de lo grande que es haber conocido personalmente a Cristo Jesús, mi Señor. 15

Veo y experimento ahora que esta ciencia es tan excelente, deliciosa, provechosa y admirable, que ya no tengo en cuenta las demás. Aquellas ciencias que en otro tiempo me habían agradado tanto, ahora me parecen tan vacías y ridículas, que entretenerme en ellas sería perder el tiempo. Les digo esto para que nadie los desoriente por discursos capciosos... Cuidado con que haya alguno que los capture con este sistema de vida.16 Les digo que Jesucristo es el abismo de todas las ciencias, con el fin de que no se dejen seducir por los hermosos y magníficos discursos de los oradores ni por los sofismas tan engañosos de los filósofos. Crezcan en el favor y el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo. 17

¡Bien! A fin de que todos crezcamos en la gracia y conocimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Sabiduría encarnada, trataremos de él en los capítulos siguientes, después de distinguir diversas clases de sabiduría.

 

2 - DEFINICION Y DIVISION DEL ARGUMENTO

 

13.  Si nos atenemos al sentido del término "sabiduría" quiere decir "ciencia sabrosa", o sea, el gusto de Dios y de su verdad. 18

Hay varias clases de sabiduría:

En primer lugar, distingamos la sabiduría verdadera de la falsa. La verdadera es el gusto de la verdad, sin mentira ni disfraz. La falsa es el gusto de la mentira, con apariencia de verdad. La falsa es la sabiduría o prudencia humana. A la que el Espíritu Santo divide en terrena, carnal y diabólica. 19

La verdadera sabiduría se divide en natural y sobrenatural. La natural es el conocimiento de las cosas naturales en sus últimos principios. La sobrenatural es el conocimiento de las cosas sobrenaturales y divinas en su propio origen. La sabiduría sobrenatural se divide en sustancial e increada y en accidental y creada. La sabiduría accidental y creada es la comunicación que hace de sí misma a los hombres la Sabiduría increada; en otras palabras: es el don de la sabiduría. La Sabiduría sustancial e increada, a su vez, es el Hijo de Dios, segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, la Sabiduría eterna en la eternidad y Jesucristo en el tiempo.

Hablamos de esta Sabiduría eterna.

14.  La contemplaremos, subiendo hasta su origen en la eternidad, en el seno del Padre, como objeto de sus complacencias. La veremos brillar en el tiempo, durante la creación del universo. Luego la contemplaremos en su encarnación y su vida mortal y, por último, la encontraremos gloriosa y triunfante en el cielo. Terminaremos nuestro estudio examinando los medios necesarios para adquirirla y conservarla.

Dejo, pues, a los filósofos los argumentos de su ciencia. Son inútiles. Y dejo a los alquimistas los secretos de su sabiduría mundana.

Con los hombres hechos, sin embargo, exponemos un saber; pero no un saber del mundo este... 20

Hablaré, pues, a las almas perfectas y predestinadas de la verdadera sabiduría, de la Sabiduría eterna, increada y encarnada.

 

 

NOTAS:

 

1 En forma muy pedagógica insiste el autor sobre la noción mínima que se debe tener de "sabiduría" para poder correr en busca de ella.

2 Ef 3,19.

3 San Bernardo, Vita Mystica seu de Passione Domini c 22 n 75: PL 184,679.

4 Jr 9,23-24.

5 Sabiduría y felicidad. La Sabiduría ofrece todos los dones (Sb 8,1ss). Pero entre los más señalados se halla el de la felicidad... Un hecho significativo en el Nuevo Testamento es que Jesús introduce su mensaje de "vida" proponiendo a sus seguidores las "bienaventuranzas" (Mt 5,3-12).

6 "Mamilla Patris"; la expresión se encuentra en Clemente de Alejandría. Es la experiencia misma de Dios y de sus dones. Es la "ciencia de los santos", la experiencia de Dios.

7 Ct 1,1.

8 Sl 34(33),9.

9 Ct 5,1.

10 Sb 8,16.

11Jn 17,3.

12 Sb 15,3.

13 Adaptación de un texto de San Agustín, Confesiones, 5, c 4, n 7: PL 32,708-709.

14 1Cor 2,2.  15 Flp 3,7-8.

16 Col 2,4.8.

17 2Pe 3,18.

18 La explicación sabiduría = ciencia sabrosa, que hace derivar "sabiduría" de "saber=tener buen sabor", se basa en una etimología popular... muy apropiada a la finalidad que busca el autor. Los términos en torno a "saborear" aparecen muchas veces en el P. de Montfort: cuando, hacia el final de su vida, envía en peregrinación al santuario de Saumur a treinta y tres penitentes, les da una consigna muy precisa: "No tendrán en esta peregrinación otra finalidad que: a) alcanzar de Dios... buenos misioneros...; b) alcanzar el don de sabiduría a fin de conocer, saborear y practicar la virtud y hacerla saborear y practicar por los demás." (BAC 451, 618). Esa etimología se encuentra ya en San Isidoro, Etym. 10: PL 82,392-393; en Santo Tomás, S. Th. I q.43 a.5 ad 2; en San Bernardo, Sermo 85, in Cant. n 8,9: PL 183,1191-1192.

19 St 3,15.17.

20 1Cor 2,6.

 

 

 

CAPITULO SEGUNDO

 

ORIGEN Y EXCELENCIA DE LA SABIDURIA ETERNA

 

 

15.  Aquí es preciso exclamar con san Pablo: ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! 1 Su generación, ¿quién la contará? 2 ¿Habrá un ángel tan iluminado, un hombre tan atrevido, que intente narrar como conviene el origen de la Sabiduría?

Aquí es preciso cerrar los ojos para no quedar deslumbrado ante luz tan viva y resplandeciente.

Aquí es preciso que enmudezca toda lengua para no empañar tan acabada hermosura al tratar de darla a conocer.

Aquí es preciso que todo espíritu se anonade y adore, temeroso de verse oprimido por el peso inmenso de gloria de la divina Sabiduría al intentar sondearla.

 

1 - LA SABIDURIA DIVINA EN RELACION CON EL PADRE

 

 

16.  Sin embargo, ésta es la idea que de ella nos ofrece el Espíritu Santo –adaptándose a nuestra debilidad– en el libro de la Sabiduría escrito para nosotros: la Sabiduría eterna es efluvio del poder divino, emanación purísima del Omnipotente. Por eso nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad 3.

17.  Es la idea sustancial y eterna de la divina belleza, manifestada a san Juan Evangelista en el éxtasis maravilloso de la isla de Patmos, cuando exclamó: Al principio ya existía la Palabra –el Hijo de Dios o la Sabiduría eterna– la Palabra se dirigía a Dios, y la Palabra era Dios. 4

18.  En diversos pasajes de los libros salomónicos se habla de ella cuando se lee que la Sabiduría fue creada o, mejor, engendrada desde el principio, antes que todas las cosas y todos los tiempos.

Ella dice de sí misma: Desde el principio me tiene formada, desde el comienzo, antes de la tierra.

Cuando no existía el abismo... ya estaba. 5

19.  En esta belleza soberana encontró el Padre sus complacencias en la eternidad y en el tiempo. Así lo afirmó El mismo el día del bautismo y de la transfiguración de Cristo: Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. 6

Ella es aquella claridad luminosa e incomprensible, parte de cuyos rayos penetraron a los apóstoles, transportándolos en éxtasis durante la transfiguración: "(Ella) es una realidad noble, sublime, inmensa, infinita y más antigua que el universo". 7

Si no hallo palabras con las cuales expresar la infinita idea que me he formado de esta belleza y dulzura soberanas –aun cuando esta idea esté muy por debajo de la realidad– ¿quién podrá hacerse de ella una idea exacta y explicarla como conviene? ¡Solamente tú, Dios soberano! ¡Porque sabes qué es ella! Y puedes revelarla a quien tú quieres 8.

 

2 - ACCION DE LA SABIDURIA EN LAS ALMAS

 

20.   La Sabiduría se define a sí misma, sobre todo considerando sus efectos y acción en las almas 9. No mezclaré mis mezquinas palabras con las suyas para no disminuir su esplendor y sublimidad.

1.  La Sabiduría se alaba a sí misma

se gloría en medio de su pueblo;

2.  abre la boca en la asamblea de Dios

y se gloría delante de sus potestades.

(Será ensalzada en medio de su pueblo,

y admirada en la plena congregación de los escogidos,

y recibirá alabanzas de la muchedumbre de los elegidos,

y será bendita entre los benditos y dirá:)

21.  3.   Yo salí de la boca del Altísimo

y como niebla cubrí la tierra.

(Yo hice nacer en los cielos la luz indeficiente y)

4.   habité en el cielo

con mi trono sobre columnas de nubes;

5.  yo sola rodeé el arco del cielo

y paseé por la hondura del abismo;

6.  regí las olas del mar y los continentes

y todos los pueblos y naciones.

22. 7. Por todas partes busqué descanso

y una heredad donde habitar.

23. 8. Entonces, el creador del universo me ordenó,

el creador estableció mi morada:

"Habita en Jacob, sea Israel tu heredad."

24. 9.   Desde el principio, antes de los siglos me creó,

y no cesaré jamás.

10. En la santa morada, en su presencia ofrecí culto

y en Sión me establecí;

11. en la ciudad escogida me hizo descansar,

en Jerusalén reside mi poder.

25. 12. Eché raíces entre un pueblo glorioso,

en la porción del Señor, en su heredad.

13. Crecí como cedro del Líbano

y como ciprés del monte Hermón;

14. Crecí como palmera de Engadí y como rosal de Jericó,

como olivo crecí en la pradera

y como plátano junto al agua.

15. Perfumé como cinamono y espliego

y di aroma como mirra exquisita, como incienso, y ámbar, y bálsamo,

como perfume de incienso en el santuario.

16. Como terebinto extendí mis raíces,

un ramaje bello y frondoso;

17. como vid hermosa retoñé;

mis frutos y flores son bellos y abundantes.

26. 18. (Yo soy la madre del amor hermoso,

y del temor, y de la ciencia, y de la santa esperanza;

en mí toda gracia y el camino de la verdad;

en mí, toda la esperanza de vida y virtud.)

27. 19. Venid a mí los que me amáis

y saciaos de mis frutos;

20. mi nombre es más dulce que la miel,

y mi herencia, mejor que los panales.

(Se hará memoria de mí en toda la serie de los siglos.)

28. 21. El que me come tendrá más hambre,

el que me bebe tendrá más sed,

22. el que me escucha no fracasará,

el que me pone en práctica no pecará.

(Los que me esclarezcan tendrán la vida eterna.)

23. Todo esto es el libro de vida,

la alianza con el Dios Altísimo

y el conocimiento de la verdad

(Eclo 24,1–23). 10

 29. Todos estos árboles y plantas a las cuales se compara la Sabiduría, y que poseen frutos y cualidades tan diferentes, simbolizan la gran variedad de estados, funciones y virtudes que produce en las almas.

Estas con como cedros, por la elevación de sus corazones hacia el cielo; como cipreses, por la meditación continua de la muerte; como palmeras, por la humildad en soportar sus fatigas; como rosales, por el martirio y efusión de su sangre; como plátanos al borde de las aguas; como terebintos, que extienden sus ramas a lo lejos, por la dilatación de su caridad para con el prójimo; como plantas olorosas (el bálsamo, la mirra, etc.), por la vida apartada y el deseo de ser más conocidos de Dios que de los hombres. 11

30. Después de haberse manifestado como madre y manantial de todos los bienes, la Sabiduría exhorta a todos los hombres a dejarlo todo para desearla solamente a ella. Pues no se da –en expresión de san Agustín– 12 sino a quienes la buscan con el ardor que merece realidad tan maravillosa.

En los versículos 21 y 22, la divina Sabiduría indica tres grados de piedad. El tercero de los cuales constituye la perfección. Son:

1. escuchar a Dios con humilde aceptación;

2. obrar en él y por él con perseverante fidelidad;

3. adquirir la luz y unción necesarias para inflamar a los demás en el amor a la Sabiduría y conducirlos a la vida eterna.

 

 

NOTAS:

 

1 Rm 11,33. El tema del capítulo: excelencia de la Sabiduría vista desde sus relaciones con Dios (16-19) y desde los frutos que produce en las almas (20-30).

2 Is 53,8: que, basados en el texto griego y latino, no en el original hebreo, aplican los Padres de la Iglesia a la generación del Verbo –en la eternidad– y a la concepción virginal del Señor –en el momento de la encarnación. La aplicación de la expresión quiere recalcar el poder  admirable del Señor y el origen misterioso de la Sabiduría.

3 Sb 7,25-26.

4 Jn 1,1.

5 Pr 8,23-24.

6 Mt 3,17.

7 Expresión tomada del antiguo oficio de la Transfiguración (himno de las primeras vísperas, estr. 2).

8 Mt 11,27; Lc 10,22: "Mi Padre me lo ha enseñado todo; quién es el Hijo lo sabe sólo el Padre; quién es el Padre lo sabe sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar."

9 La Sabiduría narra su origen y su historia. El autor sagrado identifica la Sabiduría con la ley de Israel (v 23). El texto fue aplicado en la liturgia a la Santísima Virgen (ver VD 264).

10 Los pasajes entre paréntesis son del texto largo adoptado por la Vulgata y seguido por el P. de Montfort.

11 Ver H. Bonnet, Los Símbolos tradicionales de la sabiduría.

12 San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae I c.17 n. 31: PL 32,1324.

 

 

 

CAPITULO TERCERO

 

MARAVILLAS DEL PODER DE LA SABIDURIA DIVINAEN LA CREACION DEL MUNDO Y DEL HOMBRE

 

EN LA CREACION DEL MUNDO

 

31. La Sabiduría eterna comenzó a brillar fuera del seno de Dios cuando –después de toda la eternidad– creó la luz, el cielo y la tierra.

Dice san Juan que todo fue creado por la Palabra, 1 es decir, por la Sabiduría eterna. Salomón, a su vez, la define como madre y artífice de todas las cosas. 2 Nótese bien que no la llama solamente artífice del universo, sino madre del mismo. Porque el artífice no ama ni cuida su obra, como lo hace la madre con su hijo.

32. Una vez creadas todas las cosas, la Sabiduría permanece en ellas para contenerlas, 3 sostenerlas y renovarlas.4 Esta belleza soberanamente recta, después de crear el mundo, estableció el orden maravilloso que reina en él. Y cuanto hay en él, lo escogió, organizó, sopesó, añadió y contó.

Extendió los cielos, colocó ordenadamente el sol, la luna, las estrellas y los planetas, estableció los fundamentos de la tierra, fijó límites y leyes al mar y a los abismos, moldeó las montañas: lo pesó y equilibró todo, hasta las mismas fuentes.

Finalmente –dice ella misma– yo estaba junto a Dios y dictaba leyes con precisión tan perfecta y con variedad tan agradable a la vez, que todo era como un juego con el cual me divertía y complacía a mi Padre. 5

33. Efectivamente, este inefable juego de la Sabiduría de Dios puede verse en las diferentes criaturas con que pobló el universo.

Porque,  sin hablar de las distintas especies de ángeles –casi infinitas en número–, ni del tamaño diferente de los astros, ni de la desigualdad de los temperamentos humanos, ¡qué admirables cambios no vemos en las estaciones y los tiempos! ¡Qué variedad de instintos en los animales! ¡Qué diversidad de especies en las plantas, de hermosura en las flores y de sabor en los frutos! El que es sabio lo comprenderá.6 ¿A quién se ha manifestado la Sabiduría? En efecto, sólo él comprenderá estos misterios de la naturaleza.

34. La Sabiduría ha revelado estos misterios a los santos, como leemos en sus biografías. Por ello, a veces se maravillaban tanto al contemplar la belleza, suavidad y orden que la divina Sabiduría ha colocado en las cosas más pequeñas, tales como las abejas, las hormigas, la espiga de trigo, una flor, un gusanillo de tierra, que quedaban arrobados y extasiados ante ellas.

 

 

2 - EN LA CREACION DEL HOMBRE

 

1.      El hombre, vivo retrato de la divinidad

 

35. Si el poder y dulzura de la Sabiduría eterna han brillado tanto en la creación, belleza y orden del universo, han fulgurado mucho más en la creación del hombre. Este, en efecto, constituye su obra maestra, la imagen viviente de su belleza y perfecciones, el vaso maravilloso de sus gracias, el tesoro admirable de sus riquezas y su único lugarteniente sobre la tierra: Tú que por tu Sabiduría formaste al hombre para que dominara las criaturas salidas de tus manos .7

36. Para gloria de este maravilloso y poderoso artista, sería preciso explicar aquí la belleza y excelencia originales que el hombre recibió de ella en su creación. Pero el pecado infinito que éste cometió 8 –cuyas tinieblas y manchas recayeron también sobre mí miserable hijo de Eva– ha entenebrecido de tal manera mi entendimiento, que sólo puedo hablar de ella con tremenda imperfección.

37. Hizo –por decirlo así– una copia o imagen resplandeciente de su inteligencia, de su memoria y voluntad para infundirla en el alma del hombre, para que éste fuera un vivo retrato de la divinidad 9. Encendió en su corazón la hoguera del amor puro de Dios. Formó para él un cuerpo totalmente luminoso, y encerró en él, como en síntesis, las múltiples perfecciones de los ángeles, de los animales y de las demás criaturas.

38. Todo en el hombre era luminoso, sin tinieblas; hermoso, sin fealdad; puro, sin mancha alguna; armonioso, sin desorden ni defecto o imperfección. Tenía en la inteligencia la luz de la Sabiduría como patrimonio para conocer con perfección a su Creador y a las criaturas. Tenía en el alma la gracia de Dios, para ser inocente y agradar al Altísimo. Estaba dotado de inmortalidad en el cuerpo. Ardía en su corazón el amor puro de Dios –sin temor a la muerte– y amaba a Dios continuamente y por él mismo, sin interrupción ni segundas intenciones. Por último, era tan divino, que vivía constantemente fuera de sí mismo, arrobado en Dios, sin pasiones que vencer ni enemigos que combatir.

¡Oh generosidad de la Sabiduría eterna para con el hombre! ¡Oh feliz estado el del hombre en la inocencia!

 

2. Desgracia suprema del pecado...

 

39. Pero ¡oh desgracia suprema!... ¡Este vaso de Dios se quiebra en mil pedazos! ¡La hermosa estrella cae por tierra! ¡El radiante sol se cubre de fango! ¡El hombre peca, y al pecar pierde su sabiduría, inocencia, hermosura e inmortalidad! En una palabra: ¡pierde todos los bienes recibidos, mientras le asalta infinidad de males! 10

Su inteligencia queda embotada y entenebrecida: ya no puede ver nada; su corazón se vuelve de hielo para con Dios: ya no lo ama; su alma queda ennegrecida por el pecado: se asemeja al demonio. Surgen desordenadas las pasiones: ya no es dueño de ellas; no le queda otra compañía que la del demonio: se ha convertido en morada y esclavo suyo. Las criaturas se rebelan y le hacen la guerra.

¡En un momento, el hombre se ha convertido en esclavo del demonio, objeto de la ira divina 11 y víctima del infierno!

Se encuentra tan repugnante a sí mismo, que –avergonzado– corre a esconderse. 12 Se siente maldecido y condenado a muerte. Se ve arrojado del paraíso terrenal y pierde su derecho al cielo. Se ve condenado a llevar una vida carente de esperanza y felicidad y llena de desgracias en esta tierra maldita. Tendrá que morir como un criminal. Después de la muerte será condenado –como el diablo– en cuerpo y alma por la eternidad. ¡Y todo esto, para él y su descendencia! 13 Esta fue la espantosa desgracia en que se precipitó el hombre al pecar y ésta, la justa sentencia que la justicia divina pronunció contra él.

40. En semejante estado, la situación de Adán parece desesperada: ni los ángeles ni las criaturas pueden ayudarle. Nada es capaz de redimirlo, porque era demasiado bello y perfecto en su creación, y a consecuencia del pecado quedaba demasiado asqueroso y repugnante. Se ve arrojado del paraíso y de la presencia de Dios. Tiene conciencia de que la justicia de Dios lo perseguirá a él y a toda su descendencia. Ve que se le cierra el cielo y se le abre el infierno, sin que nadie pueda abrirle el primero y cerrarle el segundo.

 

 

NOTAS:

 

1 Jn 1,3.

2 Sb 7,12-21.

3 Sb 1,7.

4 Sb 7,27.

5 Pr 8,30-31.

6 Os 14,10;  ver  Sl 107(106),43: "El inteligente que retenga estos hechos y medite el amor del Señor."

7 Sb 9,2: "Formaste al hombre con sabiduría para que dominara todas tus criaturas". Ver también: Gn 1,28; Sl 8.

8 SANTO TOMAS, S. Th. I-II, q.87 a.4.

9 Gn 1,26.

10 Para el P. de Montfort, el pecado no es otra cosa que la negación del amor, y por tanto del proyecto de la Sabiduría en favor del hombre. Puede verse en la fórmula de consagración, al final del libro, la misma idea (ASE 223.)

11 Ef 2,3.

12 "El hombre y su mujer se escondieron entre los árboles del jardín, para que el Señor no los viera." (Gn 3,8.)

13 El autor hace aquí abstracción de la obra redentora. Vemos al hombre abandonado a sí mismo.

 

 

 

CAPITULO CUARTO

 

PRODIGIOS DE LA BONDAD Y MISERICORDIA DE LA SABIDURIA ETERNA ANTES DE LA ENCARNACION

 

 

41.   La Sabiduría eterna se conmueve vivamente ante la desgracia del pobre Adán y de todos sus descendientes, contempla con sumo dolor su vaso de honor hecho pedazos, destrozado su retrato, destruida su obra maestra, derribado por tierra su lugarteniente.

Tiende amorosamente el oído a sus gemidos y clamores. Mira compasivamente el sudor de su frente, las lágrimas de sus ojos, la fatiga de sus brazos, el dolor de su alma y la aflicción de su corazón.

 

1 - EL DECRETO DE LA ENCARNACION

42. Paréceme ver –por decirlo así– a esta amable Soberana convocando y reuniendo por segunda vez a la Santísima Trinidad para decidir la restauración del hombre, como lo había hecho cuando la creación. 1 E imagino que en este magno consejo se desencadena una especie de combate entre la Sabiduría eterna y la justicia de Dios. 2

43. Me parece oír a la Sabiduría, que en la causa del hombre reconoce que realmente éste y su posteridad merecen ser condenados eternamente con los ángeles rebeldes a causa de su pecado. Pero que es preciso compadecerse de él, porque su pecado obedece más a debilidad e ignorancia que a malicia. Observa, por una parte, que es gran lástima que una obra maestra tan bien lograda permanezca para siempre esclavizada al enemigo y que millones de hombres se vean para siempre condenados por el pecado de uno solo. Muestra, por otra parte, los tronos vacíos del cielo por la caída de los ángeles apóstatas, y que sería bien llenar de nuevo. 3 E indica la gloria inmensa que Dios recibiría en el tiempo y la eternidad si se salva al hombre.

44. Paréceme oír a la justicia contestando que la sentencia de muerte y condenación eterna está dictada contra el hombre y su posteridad, y debe ejecutarse sin remisión ni misericordia, como lo fue la dictada contra Lucifer y sus secuaces; que el hombre es un ingrato después de los beneficios que había recibido; que, habiendo seguido al demonio en la desobediencia y el orgullo, debe también acompañarlo en el castigo, porque el pecado debe ser castigado.

45. Viendo la Sabiduría eterna que nadie en el universo era capaz de expiar el pecado del hombre, satisfacer a la justicia y aplacar la ira divina, y queriendo al mismo tiempo salvar al desventurado, a quien amaba por naturaleza, halla un medio admirable.

¡Proceder asombroso! ¡Amor incomprensible llevado hasta el extremo! 4 La amable y soberana Princesa se ofrece ella misma en holocausto al Padre para satisfacer su justicia, aplacar su cólera, liberarnos de la esclavitud del demonio y de las llamas del infierno y merecernos una eternidad feliz.

46. Su oferta es aceptada; la decisión, tomada y decretada: la Sabiduría eterna, es decir, el Hijo de Dios, se hará hombre en el momento oportuno y en las circunstancias señaladas. Durante los cuatro mil años aproximadamente que transcurrieron desde la creación y el pecado de Adán hasta la encarnación de la divina Sabiduría 5, Adán y sus descendientes murieron, conforme a la ley dictada contra ellos por Dios. Pero, en previsión de la encarnación del Hijo de Dios, recibieron gracias para obedecer a los mandamientos y hacer digna penitencia en caso de trasgresión, y, si murieron en gracia y amistad con Dios, sus almas descendieron al limbo a esperar que su Salvador y Libertador les abriera las puertas del cielo.

 

2 - DURANTE EL TIEMPO ANTERIOR A LA ENCARNACION

47. Durante el tiempo que precedió a la encarnación, la Sabiduría eterna testificó de mil maneras a los hombres la amistad que les tenía y el anhelo de comunicarles sus beneficios y dialogar con ellos: Disfrutaba con los hombres. 6 Ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen, 7 esto es, a personas dignas de su amistad, dignas de sus tesoros, dignas de su persona. Se ha difundido por diversas naciones en las personas santas para transformarlas en amigos de Dios y en profetas. Ella sola formó a todos los santos patriarcas, a los amigos de Dios, a los profetas y santos del Antiguo y del Nuevo Testamento. 8

La Sabiduría eterna inspiró a los hombres de Dios, habló por boca de los profetas, los dirigió en sus caminos, los iluminó en sus dudas, los sostuvo en sus debilidades y los libró de todo mal.

48. El Espíritu Santo lo refiere con estas palabras en el libro de la Sabiduría (10,1–21):

De Adán a Moisés.

1.  Ella fue quien protegió al padre del mundo en su soledad,

a la primera criatura modelada por Dios, es decir, a Adán;

2.  lo levantó de su caída y le dio el poder de dominarlo todo.

3.  Se apartó de ella el criminal iracundo –Caín–

y su saña fratricida le acarreó la ruina.

Por su culpa vino el diluvio a la tierra,

y otra vez la salvó la sabiduría

pilotando al justo –Noé– en un tablón de nada.

5.  Cuando la barahúnda de los pueblos,

concordes en la maldad,

ella se fijó en el justo –Abrahán–

y lo preservó sin tacha ante Dios,

manteniéndolo entero, sin ablandarse ante su hijo.

6.  Cuando la aniquilación de los impíos,

ella puso a salvo al justo –Lot–,

fugitivo del fuego llovido sobre la Pentápolis;

7.  testimonio de su maldad,

aún esta ahí el yermo humeante,

los árboles frutales de cosechas malogradas

y la estatua de sal que se yergue,

monumento al alma incrédula.

8.  Pues, dejando a un lado la sabiduría,

se mutilaron ignorando el bien,

y además legaron a la historia un recuerdo de su insensatez,

para que su mal paso no quedara oculto.

49. 9. La Sabiduría sacó de apuros a sus adictos.

10. Al justo Jacob,

que escapaba de la ira de su hermano Esaú,

lo condujo por sendas llanas;

le mostró el Reino de Dios y le dio a conocer los santos;

dio éxito a sus tareas e hizo fecundos sus trabajos;

11. lo protegió contra la codicia de los explotadores

y lo enriqueció;

12. lo defendió de sus enemigos

y lo puso a salvo de sus asechanzas:

le dio la victoria en una dura batalla

para que supiera que la piedad

es más fuerte que nada.

13. No abandonó al justo vendido –José–,

sino que lo libró de caer en el pecado;

14. bajó con él al calabozo y no lo dejó en prisión,

hasta entregarle el cetro real

y el poder sobre sus tiranos;

demostró la falsedad de sus calumniadores    

y le concedió gloria perenne.

[Exodo]

15. Al pueblo santo, a la raza irreprochable,

[los hebreos,

lo libró de la nación opresora,

16. entró en el alma del servidor de Dios, Moisés,

que hizo frente a reyes temibles

con sus prodigios y señales.

17. Dio a los santos la recompensa de sus trabajos

y los condujo por un camino maravilloso;

fue para ellos sombra durante el día

y resplandor de astros por la noche.

18. Los hizo atravesar el mar Rojo

y los guió a través de aguas caudalosas;

19. sumergió a sus enemigos

y luego los sacó a flote de lo profundo del abismo.

Por eso, los justos despojaron a los impíos y cantaron, Señor,

un himno a tu santo nombre,

ensalzando a coro tu brazo victorioso;

21. porque la sabiduría abrió la boca de los mudos

y soltó la lengua de los niños.

50. En el capítulo siguiente del libro de la Sabiduría, 9 el Espíritu Santo enumera los males de los cuales libró la Sabiduría a Moisés y a los israelitas, mientras atravesaban el desierto. A esto podemos añadir todos aquellos que fueron salvados de grandes peligros en el Antiguo y el Nuevo Testamento: como Daniel, en el foso de los leones; Susana, de la falsa acusación; los tres jóvenes, en el horno de Babilonia; San Pedro, de la cárcel; San Juan, de la tinaja de aceite hirviente, y la multitud de mártires y confesores de la fe en los tormentos infligidos a sus cuerpos, en las calumnias que empañaban su reputación. Añadamos, repito, todos aquellos que fueron liberados y sanados gracias a la Sabiduría: Los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó. 10

 

3 - CONCLUSION

 

51.   Exclamemos, pues: "¡Dichoso una y mil veces aquel en quien la Sabiduría divina ha podido entrar para morar en él! ¡Saldrá victorioso de todos sus combates, se verá libre de todos los peligros que le asalten, será reanimado y consolado en todas las tristezas que le aflijan, y en cualquier humillación en que se encuentre será exaltado y glorificado en el tiempo y en la eternidad!".

 

 

NOTAS:

 

1 Gn 1,26.

2 La idea de semejante combate entre la Justicia y la Misericordia divinas para decretar la encarnación, es frecuente en los autores anteriores al P. de Montfort, quien concretamente ha podido tomarla de Poiré.

3 VD 28: La misión de llenar los tronos vacíos, se la confiere Dios a María.

4 Jn 13,1: "Había amado a los suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo."

5 La suma de cuatro mil años, se tomaba siguiendo la cronología ofrecida por la Biblia, desde la prehistoria bíblica: Gn 1–11. Hoy sabemos que estas fechas, así como las edades de los patriarcas, buscan simplemente llenar el espacio entre la creación y el comienzo de la historia bíblica, en Abrahán, padre de los creyentes (Gn 12).

6 Pr 8,31.

7 Sb 6,17.

8 Sb 7,27; ver 7,14

9 Sb 11.

10 Sb 9,18.

 

 

 

CAPITULO QUINTO

 

EXCELENCIA MARAVILLOSA DE LA SABIDURIA ETERNA

 

52. El Espíritu Santo se ha dignado revelarnos la excelencia de la Sabiduría –en el capítulo 8 del libro de la Sabiduría– en términos tan sublimes, que bastará reproducirlos y acompañarlos de cortas reflexiones.

53. 1. (La Sabiduría) alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna el universo con acierto.

Nada tan dulce como la Sabiduría: dulce en sí misma, sin amargura; dulce para quienes la aman, sin dejar desazón; dulce en su modo de obrar, sin violentar a nadie. Frecuentemente, se diría que no está presente en los accidentes y trastornos que acontecen: tan secreta y suave es la Sabiduría. Pero, siendo una fuerza invencible, lo encamina todo, insensible pero vigorosamente, a su meta por vías que los hombres desconocen. 1

Es preciso que el sabio sea, a ejemplo suyo, suavemente fuerte y fuertemente suave.

54. 2. La quise y la rondé desde muchacho y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura.

Quien desee adquirir el gran tesoro de la Sabiduría debe, a ejemplo de Salomón, buscarla:

1) desde temprano y, a ser posible, desde la infancia;

2) espiritual y castamente, como un casto esposo a su esposa;

3) perseverantemente, hasta el fin, hasta alcanzarla.

Es cierto que la Sabiduría eterna tiene tanto amor a las almas, que llega hasta el extremo de desposarse con ellas y contraer con ellas un matrimonio espiritual, pero auténtico, 2 que el mundo desconoce, pero del cual la historia nos ofrece numerosos ejemplos.

55. 3. Su intimidad con Dios realza su nobleza, siendo el dueño de todo quien la ama.

La Sabiduría es Dios mismo; ésta es la gloria de su origen. El Padre encuentra en ella todas sus complacencias, como El mismo lo asevera. ¡Es así como es amada!

56. 4. Es confidente del saber divino y selecciona sus obras.

Solamente la Sabiduría ilumina a todo hombre que viene al mundo. 3Efectivamente, sólo ella viene del cielo para revelarnos los secretos de Dios. 4 Y no tenemos más verdadero maestro que esta Sabiduría encarnada, que se llama Jesucristo. 5 Unicamente ella conduce a su meta todas las obras de Dios, de modo especial a los santos, dándoles a conocer lo que deben hacer y llevándoles a saborear y realizar cuanto les dio a conocer.

57. 5. Si la riqueza es un bien apetecible en la vida,

¿quién es más rico que la sabiduría,

que lo realiza todo?

6. Y si es la inteligencia quien lo realiza, ¿quién es artífice de cuanto existe más que ella?

 

7.  Si alguien ama la rectitud,

las virtudes son frutos de sus afanes;

es maestra de templanza y prudencia,

de justicia y fortaleza;

para los hombres no hay en la vida

nada más provechoso que esto.

Salomón demuestra que, no debiendo amar más que a la Sabiduría, de ella sola hemos de esperarlo todo: bienes de fortuna, conocimiento de los secretos de la naturaleza, bienes del alma, virtudes teologales y cardinales.

58. 8. Y si alguien ambiciona una rica experiencia,

ella conoce el pasado y adivina el futuro,

sabe los dichos ingeniosos

y la solución de los enigmas,

comprende de antemano los signos y prodigios

y el desenlace de cada momento, de cada época.

Quien desee poseer una ciencia nada común y que no sea árida y superficial, 6 sino extraordinaria, santa y profunda, de las realidades de la gracia y de la naturaleza, debe poner todo su empeño en adquirir la Sabiduría, sin la cual el hombre –aunque sabio delante de los demás– es considerado en nada ante los ojos de Dios: Nadie les hace caso 7.

59. 9. Por eso decidí unir nuestras vidas,

seguro de que sería mi consejera en la dicha,

mi alivio en la pesadumbre y la tristeza.

¿Quién podrá considerarse pobre poseyendo a la Sabiduría, que es tan rica y generosa? ¿Quién podrá estar triste teniendo a la Sabiduría, que es tan dulce, hermosa y tierna? Y, sin embargo, ¿quién –de cuantos buscan la Sabiduría– dice sinceramente con Salomón: Por eso decidí? La mayoría no ha tomado esta sincera resolución: tiene sólo veleidades o, a lo sumo, propósitos vacilantes o indiferentes. ¡Por ello, jamás encontrará la Sabiduría! 8

60. 10. Gracias a ella, me elogiará la asamblea

y, aun siendo joven, me honrarán los ancianos;

11. en los procesos lucirá mi agudeza

y seré la admiración de los monarcas;

12. si callo, estarán a la expectativa;

si tomo la palabra, prestarán atención,

y si me alargo hablando,

se llevarán la mano a la boca.

13. Gracias a ella alcanzaré la inmortalidad

y legaré a la posteridad un recuerdo imperecedero.

14. Gobernaré pueblos, someteré naciones.

Sobre estas palabras, en las que el sabio se alaba a sí mismo, San Gregorio hace la siguiente reflexión: "Los que han sido escogidos por Dios para escribir sus sagradas palabras, estando como están llenos del Espíritu Santo, salen, en cierto modo, de sí mismos para entrar en aquel que los posee, y, transformados así en la lengua de Dios, consideran sólo a Dios en lo que dicen y hablan de sí mismos como si  lo  hicieran de un tercero." 9

61. 15. Soberanos temibles se asustarán al oír mi nombre;

con el pueblo me mostraré bueno,

y en la guerra, valeroso.

16. Al volver a casa descansaré a su lado,

pues su trato no desazona;

su intimidad no deprime, sino que regocija y alegra.

17. Esto es lo que yo pensaba

y sopesaba para mis adentros:

la inmortalidad consiste

en emparentar con la sabiduría;

18. su amistad es noble deleite;

el trabajo de sus manos, riqueza inagotable;

su trato asiduo, prudencia

conversar con ella, celebridad;

entonces me puse a dar vueltas tratando de llevármela a casa.

El autor sagrado, luego de resumir en pocas palabras lo que acaba de explicar, saca esta conclusión: Me puse a dar vueltas... Para adquirir la Sabiduría hay que buscarla con ardor, es decir, es preciso estar dispuestos a dejarlo todo, a sufrirlo todo y a emprenderlo todo para llegar a poseerla. Pocos la encuentran, porque pocos la buscan como ella lo merece.

62. El Espíritu Santo habla en el capítulo 7 de este libro sobre la excelencia de la Sabiduría en los siguientes términos:

22. Es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple,

sútil, móvil, penetrante, inmaculado,

lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo,

23. incoercible, benéfico, amigo del hombre,

firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante,

que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos.

24. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento;

y, en virtud de su pureza,

lo atraviesa y lo penetra todo.

14. Por fin, es un tesoro inagotable para los hombres;

los que la adquieren se atraen la amistad de Dios,

porque el don de su enseñanza los recomienda. 10

63. Tras palabras tan enérgicas y tiernas del Espíritu Santo para hacernos comprender la belleza, valor y tesoros de la Sabiduría, ¿quién no la amará y buscará con todas sus fuerzas? ¡Tanto más cuanto que se trata de un tesoro infinito, propio del hombre, para el cual fue creado el hombre, y que la Sabiduría misma tiene infinitos deseos de darse al hombre!

 

 

NOTAS:

 

1 Ver los cc 10 y 11 en los que el P. de Montfort habla de la dulzura de la Sabiduría encarnada.

2 Os 2,1ss: historia matrimonial de Oseas, que se convierte en símbolo de la alianza entre el Dios siempre fiel y el pueblo reiteradamente infiel; ver también 2Cor 11,2 y ASE 98 y el Cántico 126 del  P.  de  Montfort  y vgr. SANTA TERESA, Castillo interior,  c 2 n 3.

3 Jn 1,9.

4 Jn 1,18: "A Dios nadie lo ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado." Ver también Mt 11,27; 1Cor 2,10.

5 Mt 23,8-10.

6 VD 64.

7  Sb 3,17.

8 Ver No. 60. El autor volverá más detenidamente sobre los medios para alcanzar la Sabiduría, en los cc 15 a 17.

9 San Gregorio Magno, Moralium Libri: PL 75,518.

10 Sb 7,22-24. Este versículo 14 sirve a Montfort para resumir lo anterior, y abrir la reflexión que presenta sobre el mismo tema en el capítulo siguiente.

 

 

 

CAPITULO SEXTO

 

APREMIANTES DESEOS DE LA DIVINA SABIDURÍA

DE COMUNICARSE A LOS HOMBRES

 

64. Existe un vínculo de amistad tan estrecho entre la Sabiduría eterna y el hombre, que resulta incomprensible: la Sabiduría es para el hombre, y el hombre para la Sabiduría. Es un tesoro inagotable para los hombres, 1 no para los ángeles ni para las demás criaturas. Esta amistad de la Sabiduría con el hombre proviene de que éste fue en la creación el compendio de las maravillas, el pequeño y gran mundo, la imagen viviente y el lugarteniente de la Sabiduría sobre la tierra. Y desde que, en exceso de amor por él, se hizo semejante al hombre al encarnarse y se entregó a la muerte para salvarlo, lo ama como a un hermano, un amigo, un discípulo, un alumno, el precio de su sangre y el coheredero de su reino. De modo que se le hace infinita violencia rehusándole o robándole el corazón de un hombre. 

1 - CARTA DE AMOR DE LA SABIDURIA ETERNA

 

65. Esta eterna y regiamente amable belleza tiene deseo tan vivo de la amistad del hombre, que para conquistarlo ha escrito expresamente un libro, manifestando en él sus excelencias y los deseos que tiene de los hombres. Libro que es como una carta de la amante a su amado para ganar su afecto. Los deseos de poseer el corazón del hombre que manifiesta en él son tan apremiantes, la solicitud que revela para ganarse su amistad es tan delicada, sus llamadas y anhelos son tan amorosos, que –al oírla hablar– se diría que no es la reina del cielo y de la tierra y que para ser feliz necesita de los hombres. 2

66. En busca del hombre recorre largos caminos o sube a la cima de las más altas montañas, ora llega a la puerta de las ciudades, ora penetra en las plazas públicas o en medio de las multitudes, y grita a voz en cuello: A ustedes, hombres, los llamo .3 "¡Oh hijos de los hombres! ¡Los estoy llamando desde hace tanto tiempo! ¡A ustedes me dirijo! ¡A ustedes llamo y busco! ¡Por su posesión suspiro! ¡Escúchenme! ¡Vengan a mí: quiero darles la felicidad!"

Y para atraerlos con mayor eficacia, añade: "Por mí y por mi favor reinan los reyes y dominan los príncipes y los potentados, y los monarcas llevan el cetro y la corona .4 Yo inspiro a los legisladores la ciencia de promulgar leyes justas para gobernar los Estados. Doy a los magistrados valor para ejercer, equitativamente y sin temores, la justicia."

67. "Yo amo a los que me aman y los que madrugan por mí me encuentran, 5 y al hallarme, darán con la abundancia de todos los bienes, porque yo traigo riqueza y gloria, honores, dignidad, delicias perdurables y virtudes  auténticas.6 ¡Es incomparablemente mejor para el hombre el poseerme que poseer todo el oro y la plata del mundo, todas las piedras preciosas y los bienes del universo entero! ¡Guío a los que vienen a mí por los caminos de la justicia y la prudencia y los enriquezco con la posesión propia de los verdaderos hijos, hasta colmar sus anhelos! ¡Persuádanse de que mi mayor contento y mis mayores delicias se hallan en poder dialogar y morar con los hijos de los hombres!" 7

68. 32. Por tanto, hijos míos, escúchenme:

dichosos los que siguen mis caminos;

33. escuchen mis avisos, y serán sensatos; no los rechacen;

34. dichoso el hombre que me escucha, velando en mi portal cada día,guardando las jambas de mi puerta.

35. Quien me alcanza, alcanza la vida goza del favor del Señor.

36. Quien me pierde, se arruina a sí mismo; los que me odian aman la muerte. 8

69. Después de palabras tan tiernas y atrayentes de la Sabiduría para granjearse el amor de los hombres, teme que aún –a causa de su maravilloso esplendor y soberana majestad– no se atrevan, por respeto, a acercarse a ella. Por esto, les hace saber:

La sabiduría es radiante e inmarcesible,

la ven sin dificultad los que la aman,

y los que van buscándola la encuentran;

ella misma se da a conocer a los que la desean.

Quien madruga por ella no se cansa:

la encuentra sentada a la puerta. 9

 

2 - LA ENCARNACION, LA MUERTE Y LA EUCARISTIA

 

70. Finalmente para acercarse más a los hombres y testificarles su amor aún más sensiblemente, la Sabiduría eterna llegó hasta encarnarse, hacerse niño y pobre y morir por ellos en la cruz.

¡Cuántas veces no exclamó cuando vivía en la tierra: "Vengan a mí, ¡acérquense a mí todos! 10 ¡Soy yo, no tengan miedo!. 11 ¿Por qué temer? Soy semejante a ustedes y los amo. ¿Temen, quizás, por ser pecadores? –¡Precisamente los busco a ustedes! ¡Amo a los pecadores! ¿Temen por haberse alejado culpablemente del redil? –Pero, ¡yo soy el buen pastor! 12 ¿Temen, quizás, por estar cargados de pecados, cubiertos de manchas y abrumados de tristeza? –Por eso precisamente deben venir a mí, pues yo los liberaré de su carga, los purificaré y aliviaré."

71. Queriendo la Sabiduría, por una parte, manifestar su amor a los hombres hasta morir en lugar suyo para salvarlos, y no pudiendo, por otra, decidirse a abandonarlos, encuentra un secreto admirable para morir y al mismo tiempo seguir viviendo y permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos: es la amorosa institución de la Eucaristía. Y para satisfacer cumplidamente su amor en este misterio, no tiene inconveniente en cambiar y trastornar las leyes naturales.

No se oculta en el brillo de un diamante ni de otra piedra preciosa, porque no quiere quedarse sólo exteriormente con los hombres. La Sabiduría se oculta, más bien, bajo las apariencias de un trozo de pan –alimento propio del hombre–, a fin de que, al ser comida por éste, pueda llegar hasta el corazón humano y encontrar allí sus delicias. "Es el invento de un amor intenso." 13 "¡Oh sabiduría eterna! –dice un santo–. 14 ¡Oh Dios realmente pródigo de sí mismo por el deseo que tiene del hombre!"

3 - INGRATITUD DE QUIENES RECHAZAN A LA SABIDURIA

 

72. ¿Cuál no será entonces nuestra insensibilidad e ingratitud, si no nos conmueven los ardientes deseos, los amorosos inventos y las pruebas de amistad de la amable Sabiduría?

Y si, en lugar de escucharla, cerramos el oído; si, en lugar de buscarla, huimos de ella; si, en lugar de honrarla y amarla, la despreciamos y ofendemos, ¿cuál no será nuestra crueldad y cuál el castigo que recibiremos ya desde este mundo? Dejando a un lado a la Sabiduría –dice el Espíritu Santo–, se mutilaron ignorando el bien, y además legaron a la historia un recuerdo de su insensatez, para que su mal paso no quedara oculto. 15

Tres desgracias padecen durante la vida quienes se despreocupan de la adquisición de la Sabiduría, a saber, caen:

1) en la ignorancia y la ceguera;

2) en la insensatez;

3) en el escándalo y el pecado.

Pero ¡qué desdicha tan terrible la suya cuando a la hora de la muerte oigan, a pesar suyo, a la Sabiduría, que les reprocha: "Los llamé, y rehusaron. 16 Les tendí los brazos todo el día, pero ustedes me despreciaron; los esperé sentada a la puerta de su casa, pero nadie vino a mí. Pues yo me reiré de su desgracia, me burlaré cuando les alcance el terror. 17 ¡Seré sordo a sus gritos, ciego ante sus lágrimas, no tendré corazón para conmoverme por sus sollozos ni mano para prestarles ayuda!"

Y ¿cuál no será su desgracia en el infierno? Lean lo que el Espíritu Santo ha dicho sobre las desdichas, llantos, remordimientos y desesperación de los condenados, que en el infierno –ya entonces demasiado tarde– reconocerán su locura y desventura por haber despreciado a la Sabiduría de Dios. 18 Comenzarán a hablar juiciosamente, pero ¡será ya en el infierno!

 

4 - CONCLUSION

 

73. Deseemos y busquemos, pues, solamente a la Sabiduría: Es más valiosa que cualquier cosa. 19

Ninguna joya se le puede comparar. 20

Sean cuales fueren los dones de Dios y los tesoros celestes que puedas desear, si no deseas la Sabiduría, estás deseando algo inferior a ella. ¡Ah! ¡Si conocieras el tesoro infinito de la Sabiduría hecho para el hombre –reconozco que no es nada lo que he dicho–, suspirarías por ella día y noche, volarías presuroso de un extremo al otro del mundo y pasarías gozoso por el fuego y sobre filos cortantes, si fuera necesario, con tal de merecerla! Pero es necesario que seas precavido y no te equivoques al escoger, pues existen varias clases de sabiduría 21.

 

 

NOTAS:

 

1 Sb 7,14.

2 Ver Pr 8,15-31.

3 Pr 8,4.

4 Ver Sb

5 Eclo 24,

6  Ver Sb 8,3ss

7 Ver Pr 8,31.

8 Pr 8,32-36.

9 Sb 6,12-14.

10 Mt 11,28.

11 Jn 6,20.

12 Jn 10,11.14.

13 San Juan Crisostomo, In Iohannen homilia, 46 c 6 n 3: PG 50,260.

14 Abad Guerrico, Sermo 1 in Pentecosten, n 1: PL 185,157: "O Deum... prodigum sui prae desiderium hominis!"

15 Sb 10,8.

16 Pr 1,24.

17 Pr 1,26.

18 Sb 5,1-14.

19 Pr 3,15.

20 Pr 8,11.

21 El P. de Montfort está siguiendo, como en el Tratado de la verdadera devoción...,su método clásico de exposición.

 

 

 

CAPITULO SEPTIMO

 

ELECCION DE LA VERDADERA SABIDURIA

 

 

74. Dios tiene su Sabiduría. Y es la única Sabiduría verdadera y digna de que la amemos y busquemos como un gran tesoro. Pero también el mundo depravado tiene la suya. Y a ésta debemos condenarla y detestarla como malvada y perversa. Los filósofos también tienen su sabiduría. Esta merece nuestro desprecio porque es  inútil y, con frecuencia, peligrosa para la salvación. 1

Hemos hablado hasta aquí de la Sabiduría de Dios a las almas perfectas –como dice el Apóstol–. 2 Pero, ante el temor de que se dejen engañar por el oropel de la sabiduría mundana, mostremos la impostura y malignidad de esta última.

 

1 - LA SABIDURIA MUNDANA

 

75. La sabiduría mundana es aquella de la cual se ha dicho: Anularé el saber de los sabios 3 según el mundo. La sabiduría de la carne es enemiga de Dios. 4 Esta sabiduría no baja de lo alto; ésa es terrestre, animal y diabólica. 5

Consiste esta sabiduría mundana en una perfecta armonía con las máximas y modas del mundo; en una tendencia continua a la grandeza y estimación; en la búsqueda constante y solapada de los propios caprichos e intereses; pero no de modo patente y provocador con algún pecado escandaloso, sino de manera habilidosa, astuta y engañosa; de lo contrario, ya no sería sabiduría ni siquiera según el mundo, sino libertinaje.

76. Sabio según el mundo es:

 

– quien sabe desenvolverse en sus negocios y consigue sacar ventaja de todo, sin dar la impresión de proponérserlo;

– quien domina el arte de fingir y engañar astutamente, sin que nadie se dé cuenta;

– quien conoce perfectamente los gustos y cumplidos del mundo;

– quien sabe amoldarse a todos para conseguir sus propósitos, sin preocuparse ni poco ni mucho de la honra y gloria de Dios;

– quien armoniza secreta pero funestamente la verdad con la mentira, el Evangelio con el mundo, la virtud con el pecado y a Jesucristo con Belial;

– quien desea pasar por honesto, pero no por devoto;

– quien desprecia, interpreta torcidamente o condena con facilidad las prácticas piadosas que no se acomodan a las suyas.  Finalmente, sabio según el mundo es quien, guiándose sólo por la luz de los sentidos y de la razón humana, trata únicamente de salvar las apariencias de cristiano y hombre de bien, sin preocuparse en lo más mínimo por agradar a Dios y expiar, por la penitencia, los pecados que ha cometido contra la divina Majestad.

77. Tiene siete móviles que considera inocentes y en los cuales se apoya para llevar una vida tranquila: la honra y la fama, el qué dirán, la moda, la buena mesa, el interés personal, la afectación en los modales, el chiste fino.

Tiene virtudes particulares que le valen ser canonizado por los mundanos: la valentía, la delicadeza, la diplomacia, la sagacidad, la galantería, la cortesía, la jovialidad. Mira, en cambio, como pecados enormes la insensibilidad, la simplicidad,  la pobreza,  la rusticidad,  la mojigatería.

78. Sigue con la mayor fidelidad los mandamientos dictados por el mundo:

Conoce bien el mundo;

Vive como hombre honrado;

Conduce bien tus negocios;

Conserva bien lo que tienes;

Procura salir del polvo; Procura ganar amigos;

Frecuenta la alta sociedad;

Come y bebe bien;

No seas causa de melancolía;

Evita la singularidad, la rusticidad y la mojigatería.

79. Nunca ha estado el mundo tan corrompido como hoy, porque nunca había sido tan sagaz, prudente y astuto a su manera. Utiliza tan hábilmente la verdad para inspirar el engaño; la virtud, para autorizar el pecado; las máximas de Jesucristo, para justificar las suyas..., que incluso los más sabios según Dios, son víctimas de sus mentiras.

¡El número de los necios es infinito! 6 Es decir, el número de los sabios según el mundo –que resultan necios según Dios– es infinito.

 

2 - TRIPLE ASPECTO DE LA SABIDURIA MUNDANA

80. La sabiduría terrena de que habla Santiago, es el amor a los bienes de la tierra. Los sabios del mundo profesan secretamente esta sabiduría cuando apegan el corazón a sus posesiones; cuando todo lo encaminan a enriquecerse; cuando promueven juicios y litigios inútiles para adquirir o conservar sus riquezas; cuando –la mayor parte del tiempo– no piensan, hablan ni actúan sino con miras a conseguir o conservar algún bien temporal; mientras sólo a la ligera, para salir del paso, a intervalos y para cubrir las apariencias, se aplican a procurar la propia salvación y a utilizar los medios para alcanzarla, como son la confesión, la comunión, la oración, etcétera.

81. La sabiduría carnal es el amor al placer. Los sabios del mundo la profesan cuando no buscan sino el gozo de los sentidos; cuando aman la buena mesa; cuando alejan de sí todo lo que puede mortificar o incomodar el cuerpo, como ayunos, austeridades, etc.; cuando habitualmente sólo piensan en comer, beber, jugar, reír, divertirse y pasarlo lo mejor posible; cuando buscan la molicie en el dormir, los juegos divertidos, los festines agradables y las alegres compañías. Tras haber gozado sin escrúpulo de todas estas satisfacciones conseguidas, sin disgustar al mundo ni perjudicar la salud, buscan al confesor menos escrupuloso –así llaman a esos confesores relajados que no cumplen con su deber– para recibir de él, a bajo precio, la paz de su vida muelle y afeminada y la indulgencia plenaria de todos sus pecados. He dicho "a bajo precio" porque estos sabios según la carne no apetecen, ordinariamente, por penitencia sino alguna oración o limosna y detestan cuanto puede afligir el cuerpo.

82. La sabiduría diabólica es el amor y estima de los honores. Los sabios según el mundo la profesan cuando aspiran –aunque secretamente– a las grandezas, honores, dignidades y cargos importantes; cuando buscan hacerse notar, estimar, alabar y aplaudir por los hombres; cuando en sus trabajos, afanes, palabras y acciones sólo ambicionan la estimación y la alabanza de los hombres al querer pasar por buenos cristianos, sabios eminentes, ilustres militares, expertos jurisconsultos, personas infinitamente meritorias y excepcionales o de gran consideración; cuando no soportan que se les humille o reprenda; cuando ocultan sus propios defectos y alardean de lo bueno que poseen.

83. Con Jesucristo Nuestro Señor, la Sabiduría encarnada, debemos detestar y condenar estas tres clases de falsa sabiduría para adquirir la verdadera. Esta no busca el provecho propio, no arraiga en el terreno ni en el corazón de quienes viven cómodamente, y aborrece todo lo grande y espectacular a los ojos de los hombres.

 

3 - LA SABIDURIA NATURAL

 

84. Además de la sabiduría mundana –reprensible y perniciosa–, existe también una sabiduría natural entre los filósofos.

Los antiguos egipcios y griegos la buscaron con gran empeño. Los griegos buscan saber. 7 Los que alcanzaban esta sabiduría recibían el nombre de magos o sabios. Consiste en un conocimiento eminente de la naturaleza en sus principios. Fue comunicada en plenitud a Adán en su estado de inocencia y otorgada con abundancia a Salomón. En el correr de los tiempos, algunos hombres ilustres recibieron parte de ella, como refiere la historia.

85. Los filósofos ponderan los principios de su filosofía, como medio para adquirir dicha sabiduría. Los alquimistas encomian los secretos de su cábala, como capaz de descubrir la piedra filosofal, en la cual se imaginan que está encerrada esta sabiduría. 8

En verdad, la filosofía de la Escuela, estudiada cristianamente, abre el entendimiento y lo capacita para las ciencias superiores. 9 Pero jamás podrá comunicar la pretendida sabiduría natural, tan alabada en la antigüedad.

86. La química o alquimia –en otras palabras, la ciencia de disolver los cuerpos naturales y reducirlos a sus principios, es aún más vana y peligrosa. Esta ciencia, aunque cierta en sí misma, ha embaucado y engañado a infinidad de gentes con relación al fin que se proponía. Y no abrigo la menor duda –lo digo por experiencia personal– de que el demonio se sirve hoy de ella para hacer perder el dinero, el tiempo, la gracia y hasta el alma so pretexto de hallar la piedra filosofal. No hay ciencia que prometa las mayores realidades con los medios más artificiosos. Promete la piedra filosofal o unos polvos que llaman "de proyección", los que, arrojados sobre cualquier metal en estado de fusión, lo transforman en oro o plata, devuelven la salud o sanan las enfermedades, e incluso prolongan la vida y realizan una infinidad de portentos, que los iletrados consideran como divinos y milagrosos.

87. Legitiman sus afirmaciones:

1) Con la historia de Salomón, quien –aseguran ellos– recibió el secreto de la piedra filosofal, y a quien atribuyen un libro secreto, pero falso y pernicioso, intitulado La clave de Salomón. 10

2) Con la historia de Esdras, a quien Dios habría dado a beber un elíxir celestial que le habría comunicado la sabiduría, como se cuenta en el séptimo libro de Esdras. 11

3) Con la historia de Raimundo Lulio y otros grandes filósofos, quienes –aseguran– encontraron la susodicha piedra filosofal. 12

4) Por último, para encubrir mejor su engaño bajo un velo de piedad, dicen que es un don de Dios, que no lo concede sino a quienes se lo piden por largo tiempo y lo merecen con sus esfuerzos y plegarias.

88. He recordado los desvaríos e ilusiones de esta vana ciencia para que no te dejes engañar como tantos otros, pues conozco a algunos que, después de gastos inútiles y grandes pérdidas de tiempo en busca de este secreto bajo los pretextos más bellos y piadosos del mundo y en la forma más devota, han tenido, finalmente, que arrepentirse, reconociendo sus engaños e ilusiones.

Personalmente, no admito la posibilidad de la piedra filosofal. El sabio Del Río 13 defiende y prueba su posibilidad. Otros la niegan. Sea de ello lo que fuere, no es conveniente, sino peligroso para un cristiano, el dedicarse a buscarla. Sería injuriar a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, en quien se esconden todos los secretos del saber y del conocer, 14 todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria. Sería desobedecer al Espíritu Santo, que dice: No te preocupes por lo que te excede. 15

 

4 - CONCLUSION

 

89. Quedémonos, pues, con Jesucristo, la Sabiduría eterna y encarnada, fuera de la cual todo es extravío, mentira y muerte: Yo soy el camino, la verdad y la vida. 16

Veamos los efectos de esta Sabiduría en las almas.

 

NOTAS:

 

1 No pretende el P. de Montfort negar el valor del estudio de la filosofía y ciencias naturales. Sólo que, en comparación con la ciencia de Jesucristo y la de la caridad (ver 1Cor 12,2.8; GS 15), son como basura (ver Flp 3,8).

2 1Cor 2,6.

3 1Cor 1,19.

4 Rm 8,9.

5 St 3,15.

6 Ecle 1,15.

7 1Cor 1,22.

8 La alquimia, como ciencia oculta, floreció durante la Edad Media. Pretendía buscar la fórmula para convertir en oro todos los metales y el remedio universal de todas las enfermedades físicas.

9 "La Filosofía es sierva de la teología", decían los maestros de las universidades católicas.

10 Quiere la Cábala contar entre sus sabios a Salomón. La Clave de Salomón forma parte del Libro de la creación (Sépher Yezirah). Este, junto con el Libro de la luz (Sépher Zorah), constituye el manual de la Cábala.

11 Libro apócrifo.

12Hubo algunos pensadores cristianos, entre ellos Raimundo Lulio (+ 1315), que (por los siglos XV-XVI) padecieron la influencia de la Cábala.

13 Martín Antonio del Río, s.j. (1551-1608), quien en su libro Disquisitionum magicarum libri sex (1599) defiende la eficacia de la alquimia.

14 Col 2,3.

15 Eclo 3,22.

16 Jn 14,6.

 

 

 

CAPITULO OCTAVO

 

EFECTOS MARAVILLOSOS QUE PRODUCE LA SABIDURIA ETERNA EN QUIENES LA POSEEN 1

90. Siendo por naturaleza amante del bien 2, y en particular del bien del hombre, esta hermosura suprema que es la Sabiduría encuentra su mayor complacencia en comunicarse a él. Por ello dice el Espíritu santo que la Sabiduría busca, a través de las naciones, personas dignas de ella y que se difunde y explaya en las almas santas (Sb 7,27). Precisamente esta comunicación de la Sabiduría eterna ha formado los amigos de Dios y los profetas 3.

Entró en tiempos antiguos en el alma del siervo de Dios Moisés, comunicándole luz abundante para ver cosas magníficas y un poder maravilloso para realizar portentos y alcanzar victorias: Entró en el alma del servidor de Dios, que hizo frente a reyes temibles con sus prodigios y señales 4.

Cuando la Sabiduría divina entra en una persona, le trae toda clase de bienes y le comunica riquezas innumerables: Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables 5. Es el testimonio que Salomón rinde a la verdad después de haber recibido la Sabiduría.

Entre las innumerables operaciones realizadas en el alma por la Sabiduría –muchas veces de manera tan secreta que uno ni siquiera tiene conciencia de ellas 6–, éstas son las más frecuentes:

 

1.  Discernimiento y penetración

92. La Sabiduría comunica su espíritu a quien la posee. Espíritu que es totalmente luminoso: Por eso supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría 7. Con este espíritu sútil y penetrante 8, el hombre –a ejemplo de Salomón– se convierte en juez de todas las cosas, con gran discernimiento y penetración: En los procesos lucirá mi agudeza, y seré la admiración de los monarcas 9 gracias a la Sabiduría que me comunicó su espíritu.

93. Comunica al hombre la ciencia sublime de Los santos 10 y las demás ciencias naturales –incluso las más ocultas–, si le han de ser provechosas: Si alguien ambiciona una rica experiencia, ella conoce el pasado y adivina el futuro, sabe los dichos ingeniosos y la solución de los enigmas 11. A Jacob le dio a conocer los santos 12.

Comunicó a Salomón la verdadera ciencia de toda la naturaleza: Me otorgó un conocimiento infalible de los seres 13. Le reveló multitud de secretos que nadie había descubierto: Todo lo sé, oculto o manifiesto 14.

En esta fuente infinita de luz bebieron los más grandes doctores de la Iglesia –entre otros, Santo Tomás de Aquino, como él mismo lo afirma– 15 aquellos admirables conocimientos que los han hecho dignos de elogio. Es de notar que las luces y conocimientos que comunica la Sabiduría no son áridos, estériles o carentes de devoción, sino luminosos, llenos de unción y piadosos, conmueven y alegran el corazón e iluminan el entendimiento 16 .

 

2. Trasmisión atrayente y eficaz de la Buena Noticia

 

95. La Sabiduría comunica al hombre no sólo las luces para conocer la verdad, sino también la capacidad maravillosa de darla a conocer a otros: la Sabiduría sabe todo lo que se dice 17 y comunica la ciencia de decirlo bien. Efectivamente, la Sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños 18.

Soltó la lengua tartamudeante de Moisés. Comunicó a los profetas la palabra para arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y plantar 19, a pesar de que reconocían que, abandonados a sí mismos, no sabían hablar mejor que un niño 20.

La Sabiduría comunicó a los apóstoles facilidad para predicar por todas partes el Evangelio y anunciar las maravillas de Dios 21,colmando su boca de palabras adecuadas 22.

Dado que la Sabiduría divina es Palabra en la eternidad y en el tiempo, ha hablado siempre, y por su palabra fue creado y restaurado todo 23. Ha hablado por medio de los profetas y de los apóstoles, y seguirá hablando, hasta el fin de los tiempos, por boca de aquellos a quienes se comunique .

96. Pero las palabras que comunica la divina Sabiduría no son palabras ordinarias, naturales y humanas. Son palabras divinas: El mensaje de Dios no lo acogieron como palabra humana, sino como lo que es realmente, como palabra de Dios 24. Son palabras enérgicas, conmovedoras, penetrantes: La palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos 25. Son palabras que parten del corazón de quien habla y penetran hasta el fondo del corazón del oyente. Salomón había recibido este don de Sabiduría cuando escribe que Dios le había concedido expresar con claridad lo que le dictaba el corazón: Me concedió Dios saber expresarme 26.

97. Y éstas son las promesas de Nuestro Señor a los apóstoles: Yo les daré palabras tan acertadas, que ningún adversario les podrá hacer frente... 27.

¡Oh! ¡Cuán pocos son hoy día los predicadores que poseen este inefable don de la palabra y pueden decir con San Pablo: Exponemos un saber divino, enseñamos la Sabiduría de Dios 28. La mayor parte hablan guiados por las luces naturales de su inteligencia o según lo que han aprendido en sus lecturas, pero no según los dones recibidos de lo alto 29, es decir, no según la divina Sabiduría les hace sentir, ni según la abundancia del corazón 30, o sea, según la abundancia que reciben de la divina Sabiduría. Por eso son tan raras las conversiones logradas con la predicación. Si el predicador hubiera recibido de la Sabiduría el don de la palabra en forma eficaz, el auditorio no podría resistirlo, como sucedía en otro tiempo: los oyentes no podían resistir a la Sabiduría y al Espíritu que hablaba por boca de él 31. Un predicador lleno de esta Sabiduría hablaría con tanta suavidad y autoridad –Jesús enseñaba con autoridad 32–, que su palabra no regresaría vacía sin haber realizado su misión 33.

 

3. Fuente de gozo y de consuelo

 

98. Siendo la Sabiduría eterna el objeto de la felicidad y complacencia del Padre eterno y la alegría de los ángeles, constituye, para el hombre que la posee, el principio de los más suaves deleites y consuelos. Le comunica el gusto por las cosas de Dios y le hace perder el de las criaturas. Alegra su espíritu con el resplandor de sus luces. Derrama en su corazón la alegría, la dulzura y la paz más indecibles, como lo atestigua San Pablo al decir: Reboso alegría en medio de todas mis penalidades 34. Y, antes de él, Salomón: Al volver a casa, aunque esté solo, descansaré a su lado, pues su trato no desazona, su intimidad no deprime, sino que regocija y alegra 35. Y no sólo en casa, sino en todas partes, porque camina delante de mí. Su amistad es noble deleite 36. En cambio, las alegrías y goces que pueden hallarse en las criaturas no son más que apariencia de placer y aflicción de espíritu 37.

 

4.  Dones y virtudes del Espíritu santo

 

99. Cuando la Sabiduría eterna se comunica a una persona, le infunde, en grado eminente, todos los dones del Espíritu Santo y todas las grandes virtudes, a saber: las virtudes teologales: fe viva, firme esperanza y caridad ardiente; las virtudes cardinales: templanza sobria, prudencia consumada, perfecta justicia y fortaleza invencible; las virtudes morales: religión perfecta, humildad profunda, mansedumbre atrayente, obediencia incondicional, desapego total, mortificación continua, oración sublime, etc. Virtudes admirables y dones celestiales que el Espíritu Santo enumera maravillosamente en pocas palabras al decir: Si alguien ama la rectitud, las virtudes son fruto de sus afanes; es maestra de templanza y prudencia, de justicia y fortaleza; para los hombres, no hay en la vida nada más provechoso que esto 38.

 

5. Inspira grandes empresas... Da pesadas cruces

 

100. Por último, no habiendo nada más dinámico que la Sabiduría –la Sabiduría es más móvil que cualquier movimiento 39–, no permite que quienes se honran con su amistad se adormilen en la tibieza y la negligencia. Les inflama e inspira grandes empresas por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Y, para ponerlos a prueba y hacerlos aún más dignos de sí misma, les proporciona grandes combates y les reserva contradicciones y obstáculos en casi todo lo que emprenden 40.

En efecto, permite ya que el diablo los tiente o el mundo los calumnie o desprecie, ya que sus enemigos los superen y derriben, ya que sus amigos y parientes los abandonen y traicionen. Aquí permite que los aflija la pérdida de sus bienes, allá que los atormente la enfermedad; más allá, una injusticia; y más allá aún, la tristeza y el desaliento. En una palabra: los prueba de mil maneras en el crisol de la tribulación.

Pero el Espíritu Santo dice: Sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio de holocausto; a la hora de la cuenta resplandecerán como chispas que prenden por un cañaveral 41.

La Sabiduría dio éxito a las tareas del justo e hizo fecundos sus trabajos; lo protegió contra la codicia de los explotadores y lo enriqueció; lo defendió de sus enemigos y lo puso a salvo de sus asechanzas; le dio la victoria en la dura batalla para que supiera que la Sabiduría es más fuerte que todo 42.

101. Se lee en la vida del Beato Enrique Suso, religioso dominico, que su deseo de adquirir la Sabiduría eterna era tan vivo, que él mismo se ofreció varias veces a padecer toda clase de tormentos con tal de alcanzar sus favores. "Pues, ¡qué! – reflexionaba–. ¿No sabes que los enamorados soportan miles y miles de sufrimientos por el objeto de su amor? Consideran dulces los desvelos, agradables las fatigas y el trabajo como un descanso, cuando tienen la seguridad de que la persona amada se sentirá obligada y satisfecha. Si los hombres hacen todo esto para dar gusto a una pobre criatura, ¿no te avergüenzas de tu falta de empeño cuando se trata de adquirir la Sabiduría? ¡Oh Sabiduría eterna! ¡No, no retrocederé jamás en tu amor, aunque para llegar a tu mansión tenga que caminar entre zarzas y barzas que me envuelvan hasta la cabeza! Aunque me vea expuesto a mil crueldades en el cuerpo y en el alma, ¡preferiré tu amistad a todo y te haré reinar como soberana absoluta sobre todos mis afectos!"

 

102. Algunos días después, yendo de camino, cayó en manos de unos ladrones, que lo golpearon y redujeron a estado tan lamentable, que ellos mismos se sintieron movidos a compasión. Enrique, al verse en tan deplorable situación y desprovisto de todo socorro, cayó en profunda melancolía y, olvidando su propósito de mantener el valor en las pruebas, comenzó a llorar, preguntándose por qué le afligía Dios de esa manera. Pensando esto, se durmió. Al clarear la mañana, oyó una voz que le reprendía, diciendo: "¡Miren a nuestro héroe! Ese que hiende las montañas, trepa por las rocas, asalta ciudades, mata y despedaza a todos los enemigos cuando goza de prosperidad... ¡Pero en la adversidad no tiene ni coraje, ni brazos, ni piernas! ¡En tiempo de consolación es un león; en la tribulación, un ciervo pusilánime! ¡La Sabiduría no ofrece su amistad a cobardes e indolentes como éste!"

Ante tal reprimenda, el Beato Enrique confesó la falta que había cometido al afligirse en forma exagerada, y suplicó a la Sabiduría que le permitiera desahogar su corazón llorando amargamente. "¡No, no! –replicó la voz– Nadie en el cielo te estimará en nada si –como un pequeñuelo o una mujercilla– te pones a llorar. ¡Enjuga tus ojos y muestra un rostro sereno!"

103. La cruz es, pues, el patrimonio y recompensa de cuantos desean y poseen la Sabiduría eterna. Pero esta amable Soberana – que lo hizo todo con número, peso y medida– sólo envía a sus amigos cruces proporcionadas a sus fuerzas y vierte tan suave unción sobre los sufrimientos, que en ellos encuentran sus delicias 43.

 

 

NOTAS:

 

1 En pocos textos, como en este capítulo, habla la experiencia personal del P. de Montfort.

2 Sb 7,22.

3 Sb 7,27c-d.

4 Sb 10,16.

5 Sb 7,11.

6 Ver ASE 53; SM 55.

7 Sb 7,7.

8 Ver Sb 7,22-24.

9 Sb 8,11.

10 Su amigo y compañero Juan Bautista Blain dice de Montfort: "Poseía gran inteligencia y penetración. Habría sobresalido, ciertamente, si hubiera continuado sus estudios en la universidad. Pero prefirió la ciencia de los santos a la teología" (BLAIN, 56).

11 Sb 8,8.

12 Sb 10,10.

13 Sb 7,17.

14 Sb 7,21.

15  Ver, por ejemplo, Guilermo de Tocco, Vida de Santo Tomás c.32: "Efectos admirables de su oración".

16 Ver ASE 58.

17 Sb 1,7.

18 Sb 10,21.

19 Jr 1,10.

20 Ver ASE 1-2.

21 Hch 2,11.

22 Himno Veni, Creator Spiritus.

23 El P. de Montfort poseyó este don, según testifica él mismo a su director, el P. Leschassier (Carta11).

24 1Tes 2,13.

25 Heb 4,12.

26 Sb 7,15 (Vulgata).

27 Lc 21,15.

28 1Cor 2,7.

29 Ver Sb 7,15.

30 Mt 12,34.

31 Hch 6,10.

32 Mt 7,29.

33 Is 55,11.

34 2Cor 7,4.

35 Sb 8,16.

36 Sb 8,18.

37 Ver CT 126,7.

38 Sb 8,7.

39 Sb 7,24.

40 Cartas 15 y 16

41 Sb 3,4-7.

42 Sb 10,10-12.

43 Ver VD 153-154: la Virgen María es la dulzura de las cruces.

 

 

 

CAPITULO NOVENO

 

ENCARNACION Y VIDA EN LA TIERRA DE LA SABIDURIA ETERNA

 

 

1 - ENCARNACION DE LA SABIDURIA ETERNA

 

104. El Verbo eterno, la Sabiduría eterna, dio a conocer a Adán –como es creíble– y prometió a los antiguos patriarcas –como lo atestigua la Sagrada Escritura– que se haría hombre para salvar a la humanidad, de acuerdo a la decisión tomada en el consejo de la Santísima Trinidad. 1

Por ello –durante los cuatro milenios que siguieron a la creación–, 2todos los santos del Antiguo Testamento pedían con insistentes plegarias la llegada del Mesías. Gemían, lloraban, suplicaban: Cielos, destilen el rocío; nubes, derramen la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación. 3 "¡Oh Sabiduría, que procedes de la boca del Altísimo..., ven a liberarnos!" 4

Pero sus gritos, plegarias y sacrificios no tenían la fuerza suficiente para hacer descender del seno del Padre a la Sabiduría eterna, el Hijo de Dios. 5 Alzaban los brazos al cielo, pero éstos no eran lo suficientemente largos para llegar hasta el trono del Altísimo. Ofrecían a Dios continuos sacrificios, incluso el de sus corazones, pero su precio no alcanzaba a merecer la gracia de las gracias. 6

105. Por último, cuando llegó el momento de realizar la redención de los hombres, la Sabiduría divina se construyó una casa, 7 una habitación digna de ella misma. Creó y formó en el seno de Santa Ana a la divina María, con mayor complacencia que la que había experimentado en la creación del universo. Es imposible expresar las inefables comunicaciones de la Santísima Trinidad a tan hermosa criatura, lo mismo que la fidelidad con que María respondió a las gracias de su Creador. 8

106. El torrente impetuoso de la bondad de Dios, estancado violentamente por los pecados humanos desde el comienzo del mundo, se explaya con toda su fuerza y plenitud en el corazón de María. La Sabiduría eterna le comunica todas las gracias que hubieran recibido de su liberalidad Adán y sus descendientes si hubieran conservado la justicia original. En fin –como dice un santo–, 9 toda la plenitud de la divinidad se derrama en María, en cuanto una pura criatura es capaz de recibirla.

¡Oh María! Obra maestra del Altísimo, milagro de la Sabiduría, prodigio del Omnipotente, abismo de la gracia... Confieso, con todos los santos, que solamente tu Creador puede comprender la altura, anchura y profundidad de las gracias que te comunicó. 10

107. La divina María realizó en catorce años tales progresos en la gracia y sabiduría de Dios, su fidelidad al amor del Señor fue tan perfecta, que llenó de admiración no sólo a los ángeles, sino también al mismo Dios. Su humildad, profunda hasta el anonadamiento, embelesó al Creador; 11 su pureza, enteramente divina, lo cautivó; su fe viva y sus continuas y amorosas plegarias le hicieron violencia. La Sabiduría se encontró amorosamente vencida por tan amorosa búsqueda: "¡Oh! ¡Cuán grande fue el amor de María que venció al Omnipotente!", exclama San Agustín. 12

¡Cosa admirable! Queriendo la Sabiduría descender del seno del Padre al seno de una virgen para descansar entre los lirios de su pureza; queriendo hacerse hombre en Ella y darse enteramente a Ella, envió al arcángel Gabriel a llevarle su saludo y manifestarle que le había conquistado el corazón, por lo cual deseaba hacerse hombre en su seno, siempre que Ella diera su consentimiento.

El arcángel cumplió su misión. Aseguró a María que conservaría su virginidad a pesar de ser madre, y obtuvo –no obstante la resistencia de su profunda humildad– el consentimiento inefable que la santísima Trinidad, los ángeles y todo el universo esperaban desde hacía tantos siglos. María, humillándose ante su Creador, respondió: Aquí está la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho. 13

108. Observa cómo, en el instante en que María otorgó su consentimiento de ser Madre de Dios, se obraron múltiples prodigios. El Espíritu Santo formó de la purísima sangre de María un cuerpecito y lo organizó con perfección. Dios creó el alma más perfecta que jamás ha creado. La Sabiduría increada, el Hijo de Dios, se unió en realidad de persona a ese cuerpo y esa alma. Y así se realizó este gran portento del cielo y de la tierra, este prodigioso exceso del amor de Dios: El Verbo se hizo carne. 14 La Sabiduría eterna se ha encarnado. Dios se ha hecho hombre, sin dejar de ser Dios. Este Hombre-Dios se llama Jesucristo, es decir, Salvador. 15

A continuación, el compendio de su vida divina en este mundo.

 

2 - VIDA DE LA SABIDURIA ENCARNADA

 

1. Nace de una madre virgen

 

109. El Hijo de Dios quiso nacer  de una mujer casada –aunque realmente virgen– con el fin de que no pudiera reprochársele el haber nacido de una unión ilegítima y por otras razones importantísimas que nos explican los Santos Padres. Su concepción fue anunciada a la Santísima Virgen por el arcángel Gabriel –como acabamos de ver–. Jesucristo se hizo hijo de Adán, pero sin heredar su pecado.

 

2. Nace en Belén de Judá

 

110. La encarnación tuvo lugar un viernes 25 de marzo. El Salvador del mundo nació el 25 de diciembre en la ciudad de Belén, en un establo destartalado, donde tuvo por cuna un pesebre. Un ángel anunció, a unos pastores que guardaban sus rebaños en el campo, el nacimiento del Salvador, recomendándoles que fueran a Belén a adorarlo. En ese instante oyeron un coro de ángeles que cantaban: Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra a los hombres, que él quiere tanto. 16

 

3. Se somete a la circuncisión – los magos lo adoran

 

111. El octavo día de su nacimiento, y para conformarse a la ley de Moisés, aunque no estaba sujeto a ella, fue circuncidado, y se le impuso el nombre de Jesús, dado de antemano por el cielo. Tres magos de Oriente vinieron a adorarlo, avisados por una estrella extraordinaria que los condujo a Belén. Esta fiesta se llama Epifanía, es decir, manifestación de Dios. Y se celebra el 6 de enero.

 

4. Es presentado en el templo y huye a Egipto

 

112. Quiso ser presentado en el templo cuarenta días después de su nacimiento y observar toda la ley de Moisés, para el rescate de los primogénitos. Poco después, un ángel advirtió a José, esposo de la Santísima Virgen, que tomara al Niño y a la Madre y huyera a Egipto para evitar el furor de Herodes. José obedeció. Opinan algunos autores que Nuestro Señor permaneció en Egipto dos años. Otros, que tres, y otros –como Baronio– que hasta ocho. Su presencia santificó todo aquel país, haciéndolo digno de verse más tarde poblado de santos anacoretas. Dice Eusebio que al entrar Jesús en Egipto huyeron los demonios. Y San Atanasio añade que los ídolos se hicieron añicos.

 

5. Se manifiesta como sabio, es bautizado

 

113. A la edad de doce años, el Hijo de Dios discutió con un grupo de doctores de la ley, manifestando tal sabiduría que dejó admirado a todo su auditorio. Después de este acontecimiento, el Evangelio no nos dice nada de él hasta su bautismo, que recibió cuando tenía treinta años. Retiróse inmediatamente al desierto, donde ayunó cuarenta días, sin comer ni beber; y, al ser tentado por el demonio, triunfó sobre éste.

 

6. Realiza su misión: vida pública

 

114. Comenzó entonces su predicación en Judea, llamando a sus apóstoles, y realizó todos los adorables portentos que mencionan los textos sagrados. Basta recordar que el tercer año de su vida pública –trigésimo tercero de su edad– Jesucristo resucitó a Lázaro. Entró triunfante en Jerusalén el 29 de marzo. El 2 del inmediato mes de abril, 14 de Nisán, celebró la Pascua con sus discípulos, lavó los pies a los apóstoles e instituyó el santísimo sacramento de la Eucaristía, bajo las especies de pan y vino.

 

7. Se somete a la pasión y a la muerte

 

115. La tarde del mismo día, sus enemigos, guiados por Judas, el traidor, lo pusieron preso. Al día siguiente –3 de abril–, a pesar de ser fiesta, fue condenado a muerte después de haber sido flagelado, coronado de espinas y tratado con extrema ignominia. Ese mismo día fue conducido al Calvario y clavado en una cruz entre dos malhechores. Así quiso morir el Dios de la inocencia, con la muerte más vergonzosa, y padecer el suplicio que merecía un ladrón llamado Barrabás, a quien los judíos le pospusieron.

Los Santos Padres dicen que Jesús fue clavado en la cruz con cuatro clavos y que en medio de ella sobresalía un tosco madero en forma de asiento, sobre el cual podía apoyarse.

 

8. Es sepultado, resucita y sube al cielo

116. Después de tres horas de agonía, el Salvador del mundo murió a la edad de treinta y tres años. José de Arimatea tuvo el valor de pedir su cuerpo a Pilato y lo colocó en un sepulcro nuevo, excavado en la roca. No se puede olvidar que la naturaleza manifestó su dolor ante la muerte de su propio Autor, mediante una serie de prodigios acaecidos en el momento en que expiraba.

La resurrección de Jesucristo tuvo lugar el 5 de abril. Se apareció varias veces a su santísima Madre y a los discípulos durante cuarenta días, hasta el jueves 14 de mayo, en que condujo a los discípulos al monte de los Olivos, donde en presencia suya subió a los cielos, por su propia virtud, a la diestra del Padre, dejando sobre la roca las huellas de sus sagrados pies.

 

 

NOTAS:

 

1 ASE 46. Todo el Antiguo Testamento es un largo adviento–preparación a este paso de la Sabiduría, que se acerca al hombre en la encarnación.

2  Sobre esto y otras fechas ver ASE 110: encarnación, y 116, muerte y resurrección.

3 Is 45,8: Resumen del Antiguo Testamento, como grito y preparación a la venida de la Sabiduría, que da sentido a la vida del hombre (ver Libros "sapienciales"  y Jn 1,1-18).

4 Antífona de vísperas [cántico evangélico] correspondiente al 17 y 18 de diciembre.

5 Ver SM 7.

6 VD 16.72

7 Pr 9,1: "La Sabiduría se ha edificado una casa, ha labrado siete columnas."

8  María: su colaboración con la gracia y progreso en la virtud han ido en ascenso continuo.

9  Abad Guerrico, Sermón 3 para la Asunción de María, n.4: PL 185,196; San Bernardo, Hom 4 super Missus est, n.3: PL 183,81.

10 VD 7: Dios se ha reservado a sí mismo el conocimiento perfecto de María.

11 Ver VD 2ss.

12 No hay evidencia de que se trate de un texto de San Agustín. Quizás sea de Ricardo de San Víctor (en su Comentario al Cantar de los cantares 26: PL 196,483). Ver Juan Morinay, s.m.m., María y la debilidad de Dios

13 Lc 1,38.

14 Jn 1,14.

15 Mt 1,21; Lc 1,31. 16 Lc 2,14.

 

 

 

CAPITULO DECIMO

 

ENCANTADORA BELLEZA E INEFABLE DULZURA DE LA SABIDURIA ENCARNADA 1

 

 

117. La Sabiduría se encarnó con la única finalidad de atraer a su amor e imitación los corazones humanos. Por ello se ha complacido en adornarse con todas las amabilidades y dulzuras humanas más atrayentes y delicadas, sin defecto ni fealdad alguna.

 

1 - LA SABIDURIA ES DULCE EN SU ORIGEN

 

118. Considerada en su origen, la Sabiduría es toda bondad y dulzura. Es el don del amor del Padre eterno y fruto del amor del Espíritu Santo. El amor nos la da y el amor la forma: Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único .2 De suerte que es toda amor, o mejor, el amor mismo del Padre y del Espíritu Santo.

Nació de la más dulce, tierna y hermosa de todas las madres, la divina María. 3 ¿Quieres conocer la dulzura de Jesús? Trata de conocer antes la dulzura de María, su Madre, a quien se asemeja en la dulzura del temperamento. Jesús es el Hijo de María, y por ello no puede haber en El arrogancia, ni severidad, ni fealdad. Infinitamente menos aún que en su Madre, por cuanto es la Sabiduría eterna, la dulzura y la belleza personificadas.

 

2 - LA SABIDURIA ES DULCE, SEGUN LOS PROFETAS

 

119. Los profetas, a quienes fue revelada de antemano la Sabiduría encarnada, la llaman oveja y cordero manso. 4 Predicen que, gracias a su dulzura, la caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará;  5 es decir, que su bondad será tal que, aun cuando un desdichado pecador se halle medio destrozado, enceguecido y extraviado por sus pecados y ya con un pie en el infierno, Ella no consumará su perdición, a no ser que le obliguen a ello.

San Juan Bautista, que vivió cerca de treinta años en el desierto para merecer con sus austeridades el conocimiento y el amor a la Sabiduría encarnada, tan pronto la vio, exclamó –mostrándola con el dedo a sus discípulos–: Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo 6. No dice, en efecto, como hubiera debido: "Este es el Altísimo, éste es el Rey de la gloria, éste es el Omnipotente...", sino que, conociéndola mejor que nadie la ha conocido ni conocerá jamás, exclama: "Este es el Cordero de Dios. Ahí viene la Sabiduría eterna, que para conquistar nuestros corazones y borrar nuestros pecados ha compendiado en sí todas las dulzuras divinas y humanas, celestes y terrenas."

 

3 - LA SABIDURIA ES DULCE EN SU NOMBRE

 

120. Y ¿qué nos indica el nombre de Jesús –que es el nombre propio de la Sabiduría encarnada– sino una caridad ardiente, un amor infinito y una dulzura encantadora? ¡Jesús, Salvador, es decir, el que salva al hombre, aquel cuya característica es amar y salvar al hombre!

Nada se canta más suave,

nada se oye con más gozo,

nada se piensa más dulce

que Jesús, Hijo de Dios.7

¡Oh! ¡Cuán dulce es al oído y al corazón de los predestinados el nombre de Jesús!

Dulce miel en la boca,

melodía en el oído,

júbilo en el corazón. 8

 

4 - LA SABIDURIA ES DULCE EN SU SEMBLANTE

121. "Jesús es dulce en el semblante, dulce en las palabras, dulce en las acciones." 9 El amabilísimo Salvador tenía un rostro tan dulce y bondadoso, que cautivaba los ojos y los corazones de cuantos le veían. Los pastores que fueron a visitarlo en el pesebre quedaron tan encantados de la dulzura y hermosura de su semblante, que hubieran permanecido días enteros contemplándolo, como fuera de sí mismos. Los reyes –aun los más arrogantes–, tan pronto como vieron los rasgos maravillosos de tan hermoso Niño, depusieron su altivez y se postraron sin dificultad a los pies de su cuna. ¡Cuántas veces se dijeron uno a otro: "Amigos, ¡qué agradable es estar aquí! ¡No existen en nuestros palacios delicias semejantes a las que se experimentan en este establo al contemplar al querido Niño Dios!"

Siendo Jesús muy joven, las personas afligidas y los niños del contorno iban a verle para alegrarse con él y se decían uno a otro: "¡Vamos a ver al Niño Jesús, al Hijo maravilloso de María!" La belleza y majestad de su semblante –decía San Juan Crisóstomo– 10 eran tan dulces e imponentes a la vez, que cuantos lo veían no podían menos de amarlo. Reyes hubo de países muy remotos que quisieron poseer su efigie. Dicen que el Señor mismo, por especial favor, la hizo enviar al rey Abogaro. Y aseguran algunos autores que los soldados romanos y los judíos le velaron el rostro a Jesús para abofetearlo y maltratarlo con mayor libertad, porque sus ojos y su semblante despedían tan suave y encantadora luz, que desarmaba aun a los más crueles.

 

5 - LA SABIDURIA ES DULCE EN SUS PALABRAS

122. Jesús es dulce en las palabras. Mientras vivía en la tierra, conquistaba a todo el mundo con la dulzura de sus palabras. Jamás se le oyó gritar ni disputar acaloradamente. Precisamente así lo habían anunciado los profetas: No gritará, no clamará, no voceará por las calles. 11 Quienes lo escuchaban desapasionadamente, se sentían tan penetrados por las palabras que salían de su boca, que exclamaban:  ¡Nadie ha hablado nunca como ese hombre! 12 Y sus propios enemigos, sorprendidos de su elocuencia y sabiduría, se preguntaban: ¿De dónde saca éste ese saber? 13 Nadie ha hablado nunca con tanta dulzura y gracia. ¿De dónde saca tanta sabiduría en sus palabras?

Las personas humildes dejaban a millares sus hogares y familias para ir a escucharlo hasta en los desiertos y pasaban días y días sin comer ni beber, saciándose únicamente con la dulzura de sus palabras. Dulzura con la cual atrajo en seguimiento suyo a los apóstoles como con un imán, curó a los enfermos más incurables, consoló a los afligidos. Bastó que dijera a la atribulada Magdalena la sola palabra: ¡María!, para que ella quedara colmada de dicha y de dulzura. 14

 

 

NOTAS:

 

1 La dulzura de la Sabiduría es uno de los temas predilectos de Montfort.

2 Jn 3,16.

3 La expresión María divina puede parecer sorprendente. Quiere subrayar la cercanía de la Madre de la Sabiduría a la divinidad: es morada de Dios, templo de Dios, ciudad de Dios, paraíso de Dios... (Ver VD 2ss; 264.)

4 Jn 11,19.

5 Is 42,3.

6 Jn 1,29.

7 Del himno "Iesu dulcis memoria", atribuido, sin razón, a San Bernardo (ver PL 184,1307).

8 San Bernardo, Sermo 15 in Cantica: PL 183,847.

9 Ver san Agusíin, Enarratio in Ps. 44,3: "Iesus dulcis in facie, dulcis in ore, dulcis in opere."

10 Homilia 27 in Matthaeum, n 2: PG 57,346.

11 Is 42,2.

12 Jn 7,46.

13 Mt 13,54.

14 Jn 20,16.

 

 

 

CAPITULO UNDECIMO

 

DULZURA DE LA SABIDURIA ENCARNADA EN SU CONDUCTA

 

 

6 - LA SABIDURIA ES DULCE EN TODA SU CONDUCTA

123. Jesús es dulce en las acciones y en toda su conducta: ¡Qué bien hizo todas las cosas! 1 Es decir, todo lo que hizo Jesucristo lo realizó con tal precisión, sabiduría, santidad y dulzura, que no es posible encontrar en ello ningún defecto ni deformidad.

Veamos ahora cuál fue la dulzura de esta amable Sabiduría encarnada en toda su conducta.

124. Los pobres y los niños le seguían por todas partes como si fuera uno de ellos. Encontraban en el amable Salvador tanta sencillez, benignidad, condescendencia y caridad, que se atropellaban para acercarse a él. Un día, mientras predicaba en una calle, los niños, que acostumbraban colocarse junto a él, querían abrirse paso a empujones. Los apóstoles, que estaban más cerca a Jesús, los rechazaron. Jesús se dio cuenta y reprendió a los apóstoles, diciéndoles: Dejen a los niños que se acerquen a mí. 2 Y, cuando estuvieron cerca, los abrazó y bendijo. ¡Oh! ¡Qué dulzura y benignidad!

Los pobres, al ver que vestía pobremente y actuaba sin altivez ni arrogancia, se complacían en estar con él y lo defendían ante los ricos y orgullosos, que lo calumniaban y perseguían. Jesús, por su parte, les prodigaba mil alabanzas y bendiciones en toda ocasión. 3

125. Y ¿quién podrá explicar la dulzura de Jesús para con los pobres pecadores? ¡Con cuánta dulzura trataba a Magdalena la pecadora! 4¡Con qué amable condescendencia convirtió a la Samaritana! 5 ¡Con cuánta misericordia perdonó a la mujer adúltera! 6 ¡Con cuánta caridad iba a sentarse a la mesa de los publicanos para convertirlos! 7 Sus enemigos aprovecharon esta dulzura suya para perseguirlo, diciendo que con su condescendencia hacía quebrantar la ley de Moisés. 8 Para insultarlo, lo llamaron amigo de pecadores y publicanos. 9 ¡Con cuánta bondad y humildad trató de conquistar el corazón de Judas, que intentaba traicionarlo! 10 ¡Le lavó los pies 11 y lo llamó amigo suyo! 12Por último, ¡con cuánta caridad pidió perdón a Dios, su Padre, por sus verdugos, disculpándolos por no saber lo que hacían! 13

126. ¡Oh! ¡Cuán bella, dulce y cariñosa es la Sabiduría encarnada, Jesucristo! Bella en la eternidad, por ser el esplendor del Padre, el espejo sin mancha y la imagen de su bondad, 14 más radiante que el sol y más resplandeciente que la misma luz! ¡Bella en el tiempo, por haber sido formada pura, libre de pecado y fulgurante de belleza por el Espíritu santo, por haber enamorado durante su peregrinar terreno la vista y el corazón de los hombres y ser hoy la gloria de los ángeles. ¡Tierna y dulce con los hombres, y especialmente con los pobres pecadores, a los cuales vino a buscar visiblemente sobre la tierra y a quienes sigue buscando todos los días de manera invisible!

 

7 - LA SABIDURIA ES DULCE EN LA GLORIA

 

127. Nadie imagine que, por hallarse ahora Jesús triunfante y glorioso, sea menos dulce y condescendiente. Al contrario, su gloria perfecciona, en cierto modo, su dulzura. Desea más perdonar que brillar. Desea más mostrar la abundancia de su misericordia que ostentar las riquezas de su gloria.

128. Si atiendes el testimonio de los acontecimientos, verás que, cuando la Sabiduría encarnada y gloriosa se apareció a sus amigos, no lo hizo entre truenos y relámpagos, sino benigna y dulcemente; no asumió la majestad de un soberano o la del Dios de los ejércitos, sino la ternura del esposo y la dulzura del amigo.

Algunas veces se muestra en la Eucaristía, pero no recuerdo haber leído jamás que se presentara en forma distinta a la de un tierno y gracioso niño.

129.  Hace algún tiempo, un desdichado se enfureció por haber perdido en el juego toda su fortuna. Desenvainó la espada contra el cielo, culpando al Señor por la pérdida de sus bienes. Y ¡cosa extraña! En lugar de los rayos y truenos que hubieran debido caer sobre él, vio descender del cielo un papelito que, revoloteando, vino a caer cerca de él. Sorprendido, lo recoge, lo despliega y lee: Misericordia, Dios mío. 15Cayósele la espada de las manos, y, conmovido hasta lo profundo del corazón, se postró en tierra y pidió perdón.

130. Cuenta San Dionisio Areopagita que un obispo, llamado Carpio, había convertido a un idólatra a costa de grandes trabajos. Pero, enterado de que otro pagano le había hecho apostatar en un instante, se dirigió a Dios rogándole durante toda una noche con insistentes plegarias que castigara al culpable de la injuria inferida a la divina Majestad. Y mira que, hallándose en lo más ferviente de su plegaria y de su celo, vio que se abría la tierra y que los demonios trataban de arrojar al infierno al pagano y al apóstata. Al alzar los ojos, vio que se abrían los cielos y que Jesucristo avanzaba hacia él rodeado de multitud de ángeles. El Señor le dice:  – Carpio, ¿tú me pides venganza? ¡No me conoces! ¿Sabes lo que pides y cuánto me han costado los pecadores? ¿Por qué deseas que los condene? ¡Los amo tanto que estaría dispuesto, si fuera necesario, a morir de nuevo por cada uno de ellos!

Y, acercándose a Carpio, le mostró las espaldas desnudas y añadió:

– Carpio, si quieres venganza, ¡véngate en mí, no en los pobres pecadores! 16

131. Al considerar todo esto, ¿cómo no amar a esta Sabiduría eterna, que nos ha amado y nos sigue amando más que a su propia vida y cuya belleza y dulzura superan a todo lo más bello y dulce que hay en el cielo y en la tierra?

 

132. Refiérese en la vida del Beato Enrique Suso que un día la Sabiduría eterna –tan tiernamente amada por él– se le apareció de la siguiente manera: había tomado forma corporal, estaba rodeada por una nube clara y transparente y se hallaba sentada sobre un trono de marfil. Sus ojos despedían un fulgor semejante al sol de mediodía. Su corona era la eternidad; sus vestidos, la felicidad; su palabra, la suavidad; de sus abrazos brotaba la dicha de todos los bienaventurados. Enrique la contempló en toda esta pompa. Lo que más le maravilló fue el contemplar que tan pronto parecía una hermosa doncella, portento de la hermosura del cielo y de la tierra; tan pronto un gallardo joven que hubiese agotado todas las bellezas creadas para hermosear su rostro. Unas veces, la veía elevar la cabeza por encima de los cielos y al mismo tiempo hollar con sus pies los abismos de la tierra. Ya la veía cerca; ya, lejos de sí. Unas veces majestuosa, otras condescendiente, benigna, dulce y llena de ternura para cuantos se acercaban a ella. Contemplábala así, cuando –dirigiéndose a él– le sonrió amablemente y le dijo:

– Hijo mío, ¡dame tu corazón! 17

Postrándose en seguida a sus pies, Enrique le entregó, irrevocablemente, el corazón.

A ejemplo de este santo varón, hagamos también nosotros entrega irrevocable de nuestro corazón a la Sabiduría eterna y encarnada. ¡Ella no ansía otra cosa de nosotros!

 

 

NOTAS:

 

1 Mc 7,37.

2 Mc 10,14.

3 Mt 5,3ss

4 Ver Lc 7,36-50; 8,2.

5 Ver Jn 4,4ss.

6 Ver Jn 8,2ss.

7 Ver Mt 9,10-13.

8 Ver Jn 5,1-18.

9 Mt 9,11.

10 Mt 26,50; Lc 22,48...

11 Jn 13,2ss.

12 Mt 26,50.

13 Lc 23,34.

14 Sb 7,26; (ver también n 16.)

15 Sl 50(51),1.

16 Dionisio Areopagita, Espistola 8, & 6: PG 3,1097-1103.

17 Pr 23,26

 

 

 

CAPITULO DUODECIMO

 

PRINCIPALES ORACULOS DE LA SABIDURIA ENCARNADA,

QUE ES PRECISO CREER Y PRACTICAR PARA SALVARNOS 1

133. 1. El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y me siga (Lc 9,23).

2. Uno que me ama hará caso de mi mensaje, mi Padre lo amará, y los dos nos vendremos con él y viviremos con él (Jn 14,23).

3. Si, yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano (Mt 5,23-24).

134. 4. Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío (Lc 14,28).

5. Todo aquel que por mí ha dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierra, recibirá cien veces más y heredará vida eterna (Mt 19,29).

6. Si quieres ser un hombre logrado, vete a vender lo que tienes y dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza (Mt 19,21).

135. 7. No basta decirme: "¡Señor, Señor!", para entrar en el Reino de Dios; no, hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo (Mt 7,21).

8. Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca (Mt 7,24).

9. Les aseguro que, si no cambian y se hacen como estos chiquillos, no entrarán en el Reino de Dios (Mt 18,3).

10. Aprendan de mí, que soy sencillo y humilde; encontrarán su respiro (Mt 11,29).

136. 11. Cuando recen, no sean como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas... para exhibirse ante la gente (Mt 6,5).

12. Cuando recen, no sean palabreros..., que el Padre sabe lo que les hace falta antes que se lo pidan (Mt 6,7-8).

13. Cuando estén de pie orando, perdonen lo que tengan contra otros, para que también el Padre del cielo les perdone las culpas de ustedes (Mc 11,25).

14. Cualquier cosa que pidan a Dios en su oración, crean que se la han concedido, y la obtendrán (Mc 11,24).

137. 15. Cuando ayunen, no se pongan cariacontecidos como los hipócritas, que se afean la cara para ostentar ante la gente que ayunan. Ya han cobrado su paga, se lo aseguro (Mt 6,16).

138. 16. En el cielo, da más alegría un pecador que se enmienda que noventa y nueve justos que no necesitan enmendarse (Lc 15,7).

17. No he venido a invitar a la enmienda a los justos, sino a los pecadores (Lc 5,32).

139. 18. Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey (Mt 5,10).

19. Dichosos ustedes cuando los odien los hombres y los expulsen... por causa de este Hombre. Alégrense..., que les va a dar Dios una gran recompensa (Lc 6,22-23).

20. Cuando el mundo los odie, tengan presente que primero me ha odiado a mí. Si pertenecieran al mundo, el mundo los querría como a cosa suya, pero... al elegirlos yo... el mundo los odia (Jn 15,18-19).

140. 21. Acérquense a mí todos los que están rendidos y abrumados, que yo les daré respiro (Mt 11,28).

22. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma pan de éste vivirá para siempre. Pero, además, el pan que voy a dar es mi carne... (Jn 6,51).

23. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre, sigue conmigo, y yo con él (Jn 6,55-56).

141. 24. Todos los odiarán por causa mía, pero no perderán ni un pelo de la cabeza (Lc 21,17-18).

142. 25. Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro (Mt 6,24).

143. 26. Del corazón salen las malas ideas... Eso es lo que mancha al hombre; comer sin lavarse las manos, no (Mt 15,19–20).

27. El que es bueno, saca cosas buenas de su almacén de bondad; el que es malo, saca cosas malas de su almacén de maldad (Mt 12,35).

144. 28. El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios (Lc 9,62).

29. Hasta los pelos de su cabeza están todos contados. No tengan miedo; valen más que todos los gorriones juntos (Lc 12,7).

30. Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo por él se salve (Jn 3,17).

145. 31. Todo el que practica lo malo, detesta la luz, y no se acerca a la luz para que no se descubran sus acciones (Jn 3,20).

32. Dios es espíritu, y los que lo adoran han de dar culto con espíritu y verdad (Jn 4,24).

33. Sólo el Espíritu da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que yo les he dicho son espíritu y vida (Jn 6,63).

34. Quien comete ese pecado es esclavo, y el esclavo no se queda para siempre en la casa (Jn 8,34–35).

35. Quien es de fiar en lo de nada, también es de fiar en lo importante; quien no es honrado en lo de nada, tampoco es honrado en lo importante (Lc 16,10).

36. Más fácil es que pasen el cielo y la tierra que no que caiga un acento de la ley (Lc 16,17).

37. Alumbre también la luz de ustedes a los hombres; que vean el bien que hacen y glorifiquen al Padre del cielo (Mt 5,16).

146. 38. Si la fidelidad de ustedes no sobrepasa la de los letrados y fariseos, no entrarán en el Reino de Dios (Mt 5,20).

39. Si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego (Mt 5,29).

40. El Reino de Dios se alcanza a la fuerza, y solamente los esforzados lo arrebatan (Mt 11,12).

41. Déjense de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren boquetes y roban. En cambio, amontonen riquezas en el cielo..., donde los ladrones no roban (Mt 6,19–20).

42. No juzguen, y no los juzgarán; porque los van a juzgar como ustedes  juzguen (Mt 7,1-2).

147. 43. Cuidado con los profetas falsos, esos que se les acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán (Mt 7,15-16).

44. Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de ésos, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial (Mt 18,10).

45. Estén en vela, que no saben el día ni la hora (Mt 25,13).

148. 46. No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer más... Teman al que tiene poder para matar y después echar en el fuego (Lc 12,4-5).

47. No anden agobiados por la vida, pensando qué van a comer; ni por el cuerpo, pensando con qué lo van a vestir... Ya sabe su Padre que tienen necesidad de eso (Lc 12,22.30).

48. Nada hay oculto que no deba descubrirse ni nada secreto que no deba saberse o hacerse público (Lc 8,17).

149. 49. El que quiera subir, sea servidor suyo, y el que quiera ser primero, sea esclavo suyo (Mt 20,26-27).

50. ¡Con qué dificultad van a entrar en el Reino de Dios los que tienen el dinero!(Mc,10,23).

51. Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el Reino de Dios (Lc 18,25).

52. Pues yo les digo: Amen a sus enemigos (hagan el bien a los que los odian) y recen por los que los persiguen (y odian) (Mt 5,44).

53. ¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! (Lc 6,24).

150. 54. Entren por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición, y muchos entran por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos (Mt 7,13-14).

55. Los últimos serán primeros, y los primeros últimos (Mt 20,16). Porque hay más llamados que escogidos (Mt 22,14).

Hay más dicha en dar que en recibir (Hch 20,35).

56. Si uno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera poner pleito para quitarte la túnica, déjale también la capa (Mt 5,39-40).

57. Hay que orar siempre y no desanimarse (Lc 18,1).

Estén en vela y pidan no caer en la prueba (Mt 25,41).

58. A todo el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja lo encumbrarán (Lc 14,11).

59. Den lo de dentro en limosna, y así lo tendrán limpio todo (Lc 11,41).

60. Si tu mano o tu pie te pone en peligro, córtatelo y tíralo: más te vale entrar manco o cojo en la vida que ser echado al fuego eterno con dos manos o dos pies. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te vale entrar tuerto en la vida que ser echado con los dos ojos en el fuego del quemadero (Mt 18,8-9).

151. 61. LAS OCHO BIENAVENTURANZAS

1.   Dichosos los que eligen ser pobres,

       porque ésos tienen a Dios por Rey.

2.   Dichosos los que sufren,

       porque ésos van a recibir el consuelo.

3.   Dichosos lo no violentos,

       porque ésos van a heredar la tierra.

4.   Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,

       porque ésos van a ser saciados.

5.      Dichosos los que prestan ayuda,

       porque ésos van a recibir ayuda.

6.   Dichosos los limpios de corazón,

       porque ésos van a ver a Dios.

7.   Dichosos los que trabajan por la paz,

       porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.

8.   Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad,

       porque ésos tienen a Dios por Rey (Mt 5,3-10).

152. 62. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien (Mt 11,25) 2.

153.  Este es un resumen de las grandes e importantes verdades que la Sabiduría eterna vino personalmente a enseñarnos, después de ponerlas en práctica ella misma, con el fin de arrancarnos de la ceguera y desconcierto en que nos habían sumido nuestros pecados.

¡Felices quienes comprenden estas verdades eternas!

¡Más felices los que las aceptan!

¡Pero mucho más felices quienes creen en ellas, las ponen en práctica y las enseñan a los demás! ¡Brillarán como estrellas en el cielo por toda la eternidad! 3.

 

 

NOTAS:

 

1 Este capítulo constituye la parte culminante de esta obra monfortiana. En la voz de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, oímos resonar las directivas básicas que debe llevar a la práctica el discípulo de la Sabiduría que quiere caminar en seguimiento del Señor.

2 Ver ASE 174.

3 Ver Dn 12,3.

 

 

 

CAPITULO  DECIMOTERCERO

 

RESUMEN DE LOS INEXPLICABLES DOLORES QUE LA SABIDURIA ENCARNADA QUISO PADECER POR AMOR NUESTRO

 

 

1 - EL MOTIVO MAS PODEROSO PARA AMAR LA SABIDURIA

154. La razón más poderosa que puede impulsarnos a amar a Jesús, la Sabiduría encarnada, es, a mi juicio, la consideración de los dolores que quiso padecer para mostrarnos su amor. "Hay –dice San Bernardo– un motivo que los supera a todos, que me aguijonea más sensiblemente y me apremia a amar a Jesucristo: es, ¡oh Señor!, el cáliz de amargura que quisiste apurar por nosotros. Sí, ¡la obra de nuestra redención te hace amable a nuestros corazones! Porque este beneficio supremo e incomparable testimonio de tu amor conquista fácilmente el nuestro. ¡Nos atrae más suavemente, nos obliga más justicieramente, nos liga más íntimamente y nos afecta más poderosamente!" Y en pocas palabras resume las razones: "Porque este amable Salvador ha trabajado y sufrido mucho para lograr nuestra salvación. ¡Oh! ¡Cuántas penas y amarguras tuvo que soportar!" 1

 

2 - LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA PASION DE LA SABIDURIA

 

155. Pero donde podemos ver más claramente el amor infinito de la Sabiduría hacia nosotros, es en las circunstancias que acompañan sus dolores.

 

1. Excelencia de su persona

La primera es la excelencia de su persona, que comunica valor infinito a cuanto sufre en su pasión. Si Dios hubiera enviado un serafín o un ángel del último coro para que, haciéndose hombre, muriera por nosotros, hubiera sido, en verdad, algo admirable y digno de nuestra eterna gratitud. Pero que el mismo Creador del cielo y de la tierra, el Hijo único de Dios, la Sabiduría eterna, se haya encarnado y haya dado su vida –a cuyo lado las vidas de todos los ángeles, de todos los hombres y de todas las criaturas juntas son infinitamente menos importantes de lo que sería la de un mosquito comparada con la de todos los reyes–, ¡qué exceso de amor no resplandece en este misterio y cuál no debe ser nuestra admiración y gratitud!

 

2. Padecimientos, incluso por sus enemigos

 

156. La segunda circunstancia es la condición de las personas por quienes padece. Son hombres, criaturas despreciables, enemigos suyos, de quienes nada podía temer ni esperar. Se han dado casos de personas que mueren por sus amigos. Pero ¿se dará jamás el caso –excepto el del Hijo de Dios– de que alguien muera por sus enemigos? Pero Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores –es decir, enemigos suyos–; así demuestra Dios el amor que nos tiene . 2

 

3. Enormidad y duración de sus múltiples padecimientos

157. La tercera circunstancia es la multitud, enormidad y duración de sus padecimientos. Fue tal el torrente de sus dolores, que se le llamó hombre de dolores, 3 en quien desde la planta del pie hasta la cabeza no queda parte ilesa. 4

Este gran amante de nuestras almas sufrió en todo: dolores externos e internos, en el cuerpo y en el alma. 5

158. Padeció en sus bienes. Sin recordar la pobreza de su nacimiento, la huida a Egipto y su permanencia allí, la pobreza de toda su vida, pensemos que en su pasión fue despojado de sus vestiduras por los soldados, que las sortearon entre sí, y luego clavado en la cruz, sin que le dejasen un pobre harapo para cubrirse.

159. Sufrió en su honor y reputación. Fue saturado de oprobios, tratado de blasfemo, sedicioso, borracho, comilón y endemoniado.

Fue menospreciado en su sabiduría, al ser considerado como ignorante e impostor y tratado de loco e insensato.

Fue ultrajado en su poder, al ser considerado como mago y hechicero, capaz de hacer falsos milagros en unión de Satanás.

Sufrió a causa de sus discípulos: el uno lo vendió y traicionó; el primero de ellos lo negó, y los demás lo abandonaron.

160. Sufrió de parte de toda clase de personas: reyes, gobernantes, jueces, cortesanos, soldados, pontífices, sacerdotes, eclesiásticos y seglares, judíos y gentiles, hombres y mujeres; de todos, sin excepción. Incluso, su santísima Madre aumentó de manera terrible sus aflicciones cuando la vio presenciando su muerte junto a la cruz, anegada en un mar de tristeza.

161. Nuestro amantísimo Salvador padeció en todos los miembros de su cuerpo: su cabeza fue coronada de espinas; sus cabellos y la barba, mesados; sus mejillas, abofeteadas; su rostro, cubierto de salivazos; su cuello y sus brazos, torturados con cuerdas; sus espaldas, cargadas y desolladas por el peso de la cruz; sus manos y pies, taladrados por los clavos; su costado y corazón, atravesados por la lanza. En una palabra: todo su cuerpo fue desgarrado sin misericordia por más de cinco mil azotes, de forma que se veían sus huesos medio descarnados. Todos sus sentidos se vieron sumergidos en este mar de dolor: sus ojos, al contemplar las mofas y burlas de sus enemigos y las lágrimas y desolación de sus amigos; sus oídos, al escuchar las injurias, los falsos testimonios, las calumnias y horrendas blasfemias que aquellas bocas malditas vomitaban contra él; su olfato, al percibir la fetidez de los salivazos que le lanzaban; su gusto, al padecer aquella sed abrasadora que, en son de burla, pretendieron mitigar dándole a beber hiel y vinagre; y su tacto, al experimentar el exceso de dolor que le causaron los azotes, las espinas y los clavos.

162. El alma santísima de Jesús se vio cruelmente atormentada por los pecados de todos los hombres –como otros tantos ultrajes inferidos al Padre, a quien amaba infinitamente– y a causa de la perdición de tantas almas que, no obstante su pasión y muerte, se condenarían. Sentía compasión no sólo de todos en general, sino de cada uno en particular, dado que los conocía a todos distintamente.

Contribuyó a aumentar sus dolores la duración de los mismos. Sufrió desde el momento de su concepción hasta su muerte, puesto que, gracias a la luz infinita de su sabiduría, veía distintamente y siempre tenía presentes todos los males que debía soportar.

Añadamos a estos tormentos el más cruel y espantoso de todos: el abandono en la cruz cuando exclamó: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 6

 

3 - AMOR SUPREMO DE LA SABIDURIA EN SUS DOLORES

163. De lo anterior debemos inferir –con Santo Tomás y los Santos Padres– que el buen Jesús padeció más que todos los mártires que han existido o existirán hasta el fin del mundo.

Si, pues, el menor de los dolores del Hijo de Dios es más valioso y debe conmovernos más que si todos los ángeles y hombres hubieran muerto y sido aniquilados por nosotros, ¿cuál no debe ser nuestro dolor, agradecimiento y amor para con El, ya que padeció por nosotros cuanto es posible y con tales excesos de amor, sin estar obligado a ello? Por la dicha que le esperaba sobrellevó la cruz. 7 Es decir, que Jesucristo, la Sabiduría eterna, habiendo podido permanecer en la gloria del cielo, infinitamente alejado de nuestra indigencia, prefirió, por nuestro amor, bajar a la tierra, encarnarse y ser crucificado –según afirman los Santos Padres–. Una vez hecho hombre, podía comunicar a su cuerpo el gozo, la inmortalidad y la alegría de que ahora goza. Pero no quiso obrar así para poder padecer.

164. Añade Ruperto que el Padre ofreció a su Hijo, en el momento de la encarnación, la alternativa de salvar el mundo por el placer o por el dolor, por los honores o por los desprecios, por la riqueza o por la pobreza, por la vida o por la muerte. De modo que, si hubiera querido, hubiera podido redimir a los hombres y llevarlos al paraíso por medio de goces, delicias, placeres, honores y riquezas, gloria y triunfos. Pero El escogió los dolores y la cruz para dar mayor gloria al Padre, y a los hombres el testimonio de un amor más grande.

165. Más aún, nos amó tanto que, en lugar de abreviar sus dolores, deseaba prolongarlos y soportarlos mil veces más. Por ello, sobre la cruz, colmado de oprobios y abismado de dolores, como si los que padecía no fueran bastantes, exclamó: Tengo sed . 8 Pero ¿de qué? "Su sed –dice San Lorenzo Justiniano– provenía del fuego de su amor, de la fuente y abundancia de su caridad. Tenía sed de nosotros, de entregarse a nosotros y padecer por nosotros". 9

 

4 - CONCLUSION

 

166. Después de considerar todo esto, ciertamente hallamos motivos sobrados para exclamar con San Francisco de Paula: "¡Oh caridad! ¡Oh Dios de caridad! ¡La caridad que demostraste al sufrir, y padecer y morir, es, en verdad, excesiva!". O con Santa Magdalena de Pazzis, abrazada al crucifijo: "¡Oh amor! ¡Amor! ¡Cuán poco conocido eres!". O, finalmente, con San Francisco de Asís, arrastrándose por el fango de las calles: "¡Jesús, mi amor crucificado, no es conocido! ¡Jesús, mi amor, no es amado!".

Sí, en efecto, la santa Iglesia hace repetir todos los días con sobrada razón: El mundo no lo conoció. 10 El mundo no conoce a Jesucristo, la Sabiduría encarnada. Y, hablando razonablemente, conocer lo que Nuestro Señor ha padecido por nosotros y no amarlo con ardor –cosa que hace el mundo–, es algo moralmente imposible.

 

 

NOTAS:

 

1 San Bernardo.

2  Rm 5,8.

3  Is 53,3.

4  Is 1,6.

5  S. Th. III, q.46 a.5-7.

6  Mt 27,46.

7  Heb 12,2.

8  Jn 19,28.

9  De triumphali Christi agone, c 19.

10Jn 1,10.

 

 

 

CAPITULO DECIMOCUARTO

 

EL TRIUNFO DE LA SABIDURIA ETERNA EN LA CRUZ Y POR LA CRUZ

 

 

167. Este es, a mi modo de ver, el mayor secreto del rey, 1 el misterio más sublime de la Sabiduría eterna: la cruz.

 

1 - LA SABIDURIA Y LA CRUZ

¡Oh! ¡Cuán distantes y diferentes son los pensamientos y caminos de la Sabiduría eterna de los de los hombres, incluso de los más inteligentes!

Dios quiere rescatar al mundo, ahuyentar y encadenar a los demonios, cerrar el infierno a los hombres y abrir para éstos el cielo y tributar al Padre eterno una gloria infinita. ¡Proyecto grandioso! ¡Obra difícil! ¡Ardua empresa! ¿Qué medio empleará la Sabiduría, cuyo conocimiento abarca de un extremo al otro del universo, disponiéndolo todo con suavidad y fuerza? 2 Su brazo es omnipotente: puede con toda facilidad destruir cuanto se le opone y hacer cuanto quiere; puede aniquilar y crear con una sola palabra de su boca... ¿Qué digo? ¡Le basta querer para hacerlo todo!

168. Pero su amor dicta leyes a su omnipotencia. Quiso encarnarse para testificarle al hombre su amistad. Quiso descender personalmente a la tierra para hacerlo subir al cielo. ¡Está bien! Pero desde luego que esta Sabiduría encarnada se presentará gloriosa y triunfante, acompañada de millones y millones de ángeles, o al menos de millones de hombres escogidos, y con estos ejércitos, esplendor y majestad, lejos de la pobreza, los oprobios, las humillaciones y las debilidades, arrollará a todos sus enemigos y conquistará los corazones de los hombres con sus encantos, delicias, nobleza y tesoros.

¡Pero no! ¡Nada de eso! ¡Cosa sorprendente! Ve algo que para los judíos es motivo de escándalo y horror, y para los paganos, objeto de locura: 3 un vil e infame madero, destinado a la confusión y suplicio de los mayores criminales, al que llaman patíbulo, horca o cruz. Y en la cruz detiene su mirada. En ella se complace, la prefiere a lo más sublime y brillante del cielo y de la tierra, para hacer de ella el arma de sus conquistas y el atavío de su majestad, la riqueza y complacencia de su imperio, la amiga y esposa de su corazón. ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! 4 ¡Qué elección tan sorprendente! ¡Qué designios tan sublimes e incomprensibles! ¡Qué amor a la cruz tan inefable!

169. La Sabiduría encarnada amó la cruz desde sus más tiernos años: La quise desde muchacho. 5 Apenas entró en el mundo, la recibió de manos del Padre en el seno de María. La colocó en su corazón, como soberana, diciendo: Dios mío, lo quiero; llevo tu ley en mis entrañas. 6 ¡Oh Dios y Padre mío, escogí la cruz cuando estaba en tu seno! ¡La vuelvo a elegir ahora en el de mi Madre! ¡La amo con todas mis fuerzas y la coloco en medio de mi corazón para que sea mi esposa y soberana! 7

170. La buscó fervientemente durante toda la vida. Si corría de pueblo en pueblo como ciervo sediento; 8 si caminaba a pasos de gigante 9 hacia el Calvario; si hablaba tan frecuentemente de sus futuros padecimientos y de su muerte a los apóstoles y discípulos y hasta a los profetas en su transfiguración; 10 si con tanta frecuencia exclamaba: ¡Cuánto he deseado!, 11 todos sus caminos, todos sus afanes, todas sus pesquisas, todos sus anhelos, tendían hacia la cruz, llegando a considerar como el punto culminante de su gloria y felicidad el morir en sus brazos.

Se desposó con ella con amor inefable en la encarnación. La buscó y llevó con indecible gozo durante toda su vida, que fue cruz continua, 12y, después de haber hecho tantos esfuerzos para llegar a ella y morir en ella sobre el Calvario –¡Qué angustia siento hasta que se haya cumplido!–, 13 decía: "Y ¿quién me lo impide? ¿Qué me detiene? ¿Por qué no estoy ya abrazado a ti, amada cruz del Calvario?".

171. La Sabiduría logró, al fin, lo que tanto anhelaba: se vio cubierta de oprobios, cosida y fuertemente adherida a la cruz, y murió con alegría en los brazos de su idolatrada amiga, como si fuera un lecho de honor y de triunfo.

172. No vayamos a pensar que, después de su muerte, la Sabiduría se haya desprendido de la cruz o la haya rechazado para triunfar mejor. ¡Todo lo contrario! Se ha unido y como incorporado a ella, en tal forma que ni ángel, ni hombre, ni criatura alguna del cielo o de la tierra puede separarla de la cruz. Su enlace es indisoluble, y eterna su alianza. ¡Jamás la cruz sin Jesús ni Jesús sin la cruz!

Con su muerte, la Sabiduría hizo tan gloriosas las ignominias de la cruz, tan rica su desnudez y su pobreza, tan agradables sus dolores, tan atrayentes sus rigores... hasta llegar a divinizarla y hacerla adorable a los ángeles y a los hombres. Y ha ordenado que todos sus súbditos la adoren también. No quiere que los honores de adoración –aunque relativa– se tributen a las demás criaturas, por sublimes que ellas sean, como su misma Madre. Semejante distinción está reservada, y sólo se tributa a su amada cruz.

En el día del juicio final desaparecerán todas las reliquias de los santos, incluso las de los más eminentes, pero no las de la cruz. La Sabiduría ordenará a los primeros serafines y querubines que recorran el mundo y recojan los trozos de la verdadera cruz, que, gracias a su amorosa omnipotencia, quedarán también tan maravillosamente unidos, que no formarán sino la única cruz sobre la cual murió. Hará que los ángeles la lleven en triunfo y entonen en su honor cánticos de alegría. Se hará preceder por esta cruz, que descansará sobre la nube más brillante, y con ella y por ella juzgará al mundo. 14 ¡Qué alegría experimentarán al verla los amigos de la cruz! 15 Pero ¡qué desesperación la de sus enemigos, que, no pudiendo soportar la vista de esa cruz tan brillante y aterradora, gritarán a las montañas que caigan sobre ellos, y al infierno que los devore!

 

2 - LA CRUZ EN RELACION CON NOSOTROS

 

173. En espera de que amanezca el día glorioso de su triunfo en el juicio final, la Sabiduría eterna quiere que su  cruz sea la insignia, el distintivo y arma de todos sus elegidos.

En efecto, no reconoce como hijo a quien no posea esta insignia, ni como discípulo sino a quien la lleva en la frente sin avergonzarse, en el corazón sin protestar y sobre los hombros sin arrastrarla o rechazarla. Y exclama: El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. 16

No admite como soldado sino a quien esté dispuesto a armarse con ella para defenderse, atacar, derribar y aplastar a todos sus enemigos. Y dice: Animo, que yo he vencido al mundo. 17 "Confíen en mí, soldados míos; ¡soy yo, su capitán! Por la cruz he triunfado de mis enemigos. ¡Con este signo los vencerán también ustedes!" 18

174. Ha concentrado en la cruz tantos secretos, gracias, vida y alegría, que no la da a conocer sino a sus preferidos. Como a los apóstoles 19 revela con frecuencia a sus amigos todos sus secretos, pero no los de la cruz, a menos que lo hayan merecido por su gran fidelidad y trabajo. ¡Oh! ¡Cuán humilde, pequeño, mortificado, interior y despreciado del mundo has de ser para conocer el misterio de la cruz, que aún sigue hoy –no sólo entre judíos, paganos, turcos y herejes, sabios según el mundo y malos cristianos, sino también entre los que se creen devotos y muy devotos– objeto de escándalo, locura, desprecio y deserción; no en teoría –pues nunca como hoy se ha hablado y escrito tanto sobre la hermosura y excelencia de la cruz–, sino en la práctica, ya que tanto se teme, lamenta, excusa y huye cuando se trata de sufrir algo!

Contemplando cierto día la belleza de la cruz, la Sabiduría encarnada exclamó en un transporte de gozo: Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla . 20

175. Si el conocimiento del misterio de la Cruz es una gracia tan excepcional, ¿qué no serán su gozo y posesión efectiva? Son un regalo que la Sabiduría eterna hace solamente a sus mejores amigos como respuesta a sus constantes plegarias, anhelos y súplicas. Por excelente que sea el don de la fe –con la cual agradamos a Dios, nos acercamos a El y vencemos a nuestros enemigos, y sin la cual nos condenaríamos–, la cruz es un don todavía mayor. 21

San Pedro –dice San Juan Crisóstomo– es más feliz al verse encarcelado por Jesucristo que en la gloria del Tabor; se siente más glorioso por llevar en los pies las cadenas, que en las manos las llaves del paraíso. 22 San Pablo se gloría más de hallarse encadenado por su Salvador que de ser elevado al tercer cielo. 23 Dios favorecía más a los apóstoles y a los mártires haciéndolos partícipes de su cruz en las humillaciones, la pobreza y los más crueles tormentos, que otorgándoles el don de hacer milagros y convertir el mundo entero. Todos aquellos a quienes se ha comunicado la Sabiduría eterna, se mostraron deseosos de la cruz, la buscaron, la abrazaron, y, cuando tenían ocasión de padecer, exclamaban desde el fondo del corazón, como San Andrés: "¡Oh cruz amada y por tanto tiempo deseada!" 24

176. La cruz es buena y preciosa por infinidad de razones:

1) nos asemeja a Jesucristo;

2) nos hace dignos hijos de Dios Padre, dignos miembros de Jesucristo y templos dignos del Espíritu Santo. Dios Padre corrige a cuantos adopta por hijos: El Señor educa a los que ama y da azotes a los hijos que reconoce por suyos. 25 El Hijo recibe como suyos solamente a los que llevan la cruz. El Espíritu Santo talla y pule las piedras vivas de la Jerusalén celeste, es decir, los predestinados; 26

3) ilumina el entendimiento y le comunica una sabiduría que no le podrán dar todos los libros de la tierra: Quien no ha sido probado, sabe bien poco; 27

4) la cruz, llevada dignamente, se convierte en fuente, alimento y testimonio de amor. Enciende en los corazones el fuego del amor divino, desapegándolos de las criaturas. Mantiene y acrecienta ese amor, y así como la leña alimenta el fuego, la cruz alimenta el amor. Comprueba del modo más claro que se ama a Dios. Porque es la misma prueba de que Dios se sirvió para manifestarnos su amor. Y la que Dios nos pide para demostrarle el nuestro.

5) es fuente abundante de toda suerte de dulzuras y consolaciones y engendra en el alma la alegría, la paz y la gracia;

6) por último, produce en quien la lleva una riqueza incomparable de gloria para la eternidad. 28

177. Si conocieras el valor de la cruz, mandarías hacer novenas – a ejemplo de San Pedro de Alcántara– 29 para conseguir esa exquisita porción del paraíso; dirías con Santa Teresa: "¡O padecer o morir!"; 30con Santa María Magdalena de Pazzis: "¡No morir, sino padecer!" O pedirías, con San Juan de la Cruz, solamente la gracia de padecer por Jesucristo: "¡Padecer y ser despreciado por ti!".

Entre todas las cosas terrenas, la única que se aprecia en el cielo es la cruz, decía este Santo, después de su muerte, a una sierva de Dios.

Nuestro Señor dijo a uno de sus servidores: "Tengo cruces tan preciosas, que es todo cuanto mi queridísima Madre –siendo tan poderosa como es– puede alcanzar de mí en favor de sus fieles servidores.".

178. ¡Oh sabios del mundo! ¡Varones ilustres de la tierra! ¡Ustedes son incapaces de comprender este lenguaje misterioso! ¡Aman demasiado los placeres, se preocupan excesivamente de sus comodidades, aprecian demasiado los bienes de este mundo, temen demasiado los desprecios y las humillaciones! En una palabra: ¡son demasiado enemigos de la cruz de Jesucristo!

Sí, estiman y alaban la cruz, pero en general, no en concreto la suya, de la cual huyen cuanto más pueden o la llevan arrastrando de mala gana, entre murmuraciones, impaciencias y lamentos. Me recuerdan aquellas vacas que, mugiendo y muy a pesar suyo, arrastraban el Arca de la Alianza, que contenía lo más precioso del mundo: Caminaban mugiendo. 31

179. El número de los necios e infelices es infinito, dice la Sabiduría, 32 porque es infinito el de aquellos que no conocen el precio de la cruz y la llevan a regañadientes.

Pero Ustedes, los verdaderos discípulos de la Sabiduría eterna, que han experimentado tantas tentaciones y aflicciones, que padecen persecuciones por la justicia, que son considerados como la basura del mundo..., ¡consuélense, regocíjense, salten de alegría! Porque la cruz que llevan es un don tan valioso, que lo envidian los bienaventurados, sin poder participar ya de él. Sobre ustedes descansa cuanta honra, gloria y virtud hay en Dios, y aun el Espíritu Santo reposa sobre ustedes, 33 porque su recompensa es grande en los cielos, y aun ya sobre la tierra, a causa de las gracias espirituales que la cruz les obtiene.

 

3 - CONCLUSION PRACTICA

180. ¡Amigos de Jesucristo, beban, sí, beban del cáliz de amargura que El les brinda, y llegarán a ser cada día más amigos suyos! ¡Sufran con El, y con El serán glorificados! ¡Sufran con paciencia y hasta con alegría! Un poco más, y ¡se les dará una eternidad gozosa por un momento de dolor!

¡Nada de ilusiones! ¡Desde que la Sabiduría encarnada tuvo que entrar en el cielo por medio de la cruz, por ella tendrán que entrar cuantos la sigan! "A cualquier parte que fueres –dice la Imitación de Cristo–, siempre encontrarás la cruz": 34 la del predestinado, si la aceptas como debes, es decir, paciente y gozosamente y por amor de Dios; o la del réprobo, si la llevas con impaciencia y a pesar tuyo, como tantos doblemente miserables, que se verán obligados a decir durante toda la eternidad en el infierno: ¡Trabajamos y padecimos tanto en la tierra; y, al final de cuentas, estamos condenados! 35

Ciertamente, la verdadera Sabiduría no se halla en la tierra ni en el corazón de quienes viven a sus anchas. Reside en la cruz, en forma tal que fuera de ella es imposible hallarla en este mundo. Se ha incorporado y unido a la cruz de tal manera, que podemos decir con toda verdad: ¡la Sabiduría es la cruz, y la cruz es la Sabiduría!

 

 

NOTAS:

 

1 Tb 12,7. La ascesis, el entrenamiento, las renuncias, la organización de la persona en la unidad interior son necesidades experimentadas para el triunfo en la vida. ¡Cuánto más tratándose de la Sabiduría, don por excelencia! (Ver Eclo 51,33ss).  

2 Sb 8,1.

3 1Cor 1,23.

4 Rm 11,33.

5 Sb 8,2: ver CT 126.

6 Sl 40(41),9.

7 Sb 8,2.

8 Sl 42,1-2.

9 Sl 19 (18),6.

10 En tres ocasiones anuncia Jesús su pasión a los discípulos (Mc 8,31; 9,31; 10,33-34 y paralelos). Los discípulos reaccionan negativamente. Pero la cruz asumida por amor entraba en el proyecto de sabiduría del Padre, a la que se opone nuestra sabiduría orgullosa.

11 Lc 22,15.

12 Imitación de Cristo, l 2, c 12 n 7.

13 Lc 12,50.

14 Ver Breviario Romano, 14 de sept., a nona.

15 El P. de Montfort amplía su doctrina sobre la cruz, en su Carta circular a los Amigos de la Cruz.

16 Mt 16,24.

17 Jn 16,33.

18 Frase sustancialmente del lábaro de Constantino.

19 Jn 15,15.

20 Lc 10,21.

21 Comparar con LG 16.

22 Hom. 8 in Ep. ad Ephesios n 2: PG 62,55–58.

23 Gál 6,14.

24 Acta et martyrium S. Andreae Apostoli, PG 2, 1235-1238; ver San Bernardo Sermo in vigilia Sancti Andreae, nº 3, PL 183.503.

25 Heb 12,6.

26 Breviario Romano: dedicación de una iglesia, himno de las II vísperas.

27 Eclo 34,10.

28 2Cor 4,17.

29 Nacido en 1499, en Extremadura, franciscano, inició en 1540 la reforma de su Orden.

30 Ver Vida, c 40, n 20.

31 1Sam 6,12.

32 Ecle 1,15.

33 1Pe 4,14.

34 L 2 , c 12, n 4.

35 Sb 5,7; ver Carta a los Amigos de la Cruz, 45.

 

 

 

*  *  *  *  *  *  *

 

 

 

MEDIOS PARA ALCANZAR LA SABIDURIA

 

 

CAPITULO DECIMOQUINTO

 

PRIMER MEDIO: DESEO ARDIENTE

 

1 - TE ES NECESARIO DESEAR LA SABIDURIA

 

181. ¿Hasta cuándo, hijos de los hombres, tendrán el corazón endurecido y apegado a la tierra? ¿Hasta cuándo amarán la vanidad y buscarán el engaño? 1 ¿Qué esperan para abrir los ojos y los corazones a la divina Sabiduría, que es la más deseable de todas las realidades, que para ganarse el corazón de los hombres revela su propio origen, manifiesta su belleza, ostenta sus tesoros y atestigua de mil maneras sus anhelos de que la deseen y busquen? Ansíen, pues, mis palabras. 2Ella misma se da a conocer a los que la desean .3 El deseo de la Sabiduría conduce al Reino eterno. 4

 

2 - COMO DESEAR LA SABIDURIA

 

182. Desear la Sabiduría debe ser un gran don de Dios, puesto que es la recompensa de la fiel observancia de sus mandamientos: Si deseas la Sabiduría, cumple los mandamientos, y el Señor te la dará. 5Reflexiona sobre el temor del Altísimo y medita sin cesar sus mandamientos; él te dará la inteligencia y, según tus deseos, te hará sabio. 6

En efecto, la Sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado . 7

Conviene que el deseo de la Sabiduría sea santo y sincero y vaya acompañado de la fiel observancia de los mandamientos de Dios. Porque existe una multitud de insensatos y perezosos que tienen millares de deseos, o mejor, de veleidades por el bien, que no los impulsan a apartarse del pecado ni hacerse violencia, y, por lo mismo, son ineficaces y engañosos, matan y conducen a la condenación: Los deseos dan muerte al holgazán, porque sus manos se niegan a trabajar. 8 El Espíritu santo, Maestro de ciencia, rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos  sin  sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia. 9

 

3 - EJEMPLOS CONVINCENTES

 

183. Salomón –modelo que nos ofrece el Espíritu santo en la empresa de adquirir la Sabiduría– sólo la recibió después de haberla deseado, buscado y pedido durante largo tiempo: Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. 10La quise y la rondé desde muchacho y la pretendí como esposa, enamorado de su hermosura. 11 Me puse a dar vueltas, tratando de llevármela a casa. 12 Para obtener el gran tesoro de la Sabiduría, debes ser hombre de deseos, como Salomón y Daniel. 13

 

SEGUNDO MEDIO: ORACION CONTINUA

 

1 - TE ES NECESARIA LA ORACION CONTINUA

 

184. Cuanto mayor es un don de Dios, tanto más difícil es alcanzarlo. ¿Cuántas plegarias y trabajos no implicará, entonces el don de la Sabiduría, que es el mayor de todos los dones de Dios?

Escuchemos lo que dice la misma Sabiduría: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y les abrirán.14 Como si dijera:

– ¿Quieres hallarme? ¡Búscame!

– ¿Quieres entrar en mi palacio? ¡Llama a mi puerta!

– ¿Quieres poseerme? ¡Tienes que buscarme! Nadie me encuentra si no me busca. Nadie llega a poseerme si no me pide. Todo lo alcanzarás con la oración.

La oración es el canal por el cual comunica Dios ordinariamente sus gracias, y de modo especial la Sabiduría. El mundo imploró por milenios la Sabiduría. María se preparó durante catorce años con la oración para recibirla en su seno. Salomón sólo la alcanzó después de haberla pedido por largo tiempo con ardor extraordinario: Al darme cuenta de que sólo me la ganaría si Dios me la otorgaba..., me dirigí al Señor y le supliqué 15... Dame la Sabiduría entronizada junto a ti .16

Si alguno de vosotros se ve falto de Sabiduría, pídasela a Dios, que da sin regatear y sin humillar; El se la dará .17 Advierte, de paso, que el Espíritu santo no dice: "Si alguno se ve falto de caridad, de humildad, de paciencia", etc., que son virtudes ciertamente tan excelentes, sino: "Si alguno se ve falto de Sabiduría." Porque, al pedir la Sabiduría, pedimos todas las virtudes que ella encierra.

Para alcanzarla hay, pues, que pedirla. Pero ¿cómo?

 

2 - COMO PEDIR LA SABIDURIA

 

185. 1. Debes pedir la Sabiduría con fe viva y firme, sin titubear: Tienes que pedir con fe, sin titubear lo más mínimo,18 pues quien tiene una fe vacilante no debe esperar alcanzarla: No se piense ese individuo que va a recibir nada del Señor. 19

186. 2. Debes pedirla con fe pura, sin apoyar la oración en consolaciones sensibles, en visiones o revelaciones extraordinarias.

Aunque esto pueda ser bueno y valedero –como lo fue para algunos santos–, no deja de ser peligroso apoyarse en ello. La fe es menos pura y meritoria cuanto más se fundamenta en estas gracias extraordinarias y sensibles.

Razón más que suficiente para animarnos a pedirla al Señor con toda la fe y ardor posibles, la constituye cuanto nos revela el Espíritu santo acerca de la grandeza y hermosura de la Sabiduría, de los deseos que Dios tiene de dárnosla y de la necesidad que tenemos de poseerla.

187. La fe pura es el principio y el fruto de la Sabiduría en el alma; a mayor fe corresponde mayor Sabiduría, y a mayor Sabiduría, mayor fe.

El justo –o el sabio– no vive sino de la fe, 20 sin ver, sentir, gustar ni vacilar. "Dios lo ha dicho o prometido"; éste es el fundamento de todas sus plegarias y acciones, aunque naturalmente le parezca que Dios no tiene ojos para ver las miserias, ni oídos para escuchar las plegarias, ni brazos para aplastar a sus enemigos, ni manos para prestar ayuda, y aunque se vea asaltado por distracciones, dudas y tinieblas interiores, por ilusiones en la imaginación, hastío y tedio en el corazón, tristeza y agonía en el alma.

El sabio no pide ver cosas extraordinarias –como las vieron los santos–, ni experimentar dulzuras sensibles en la oración y prácticas de piedad. Implora con fe la divina Sabiduría, seguro de que la alcanzará; 21 sí, mucho más seguro que si descendiera un ángel del cielo a revelárselo, porque Dios ha dicho: Todo el que pide recibe. 22 Todo el que pide debidamente a Dios, recibe lo que pide: Si ustedes, malos como son, saben dar cosas buenas a sus niños, ¿cuánto más su Padre del cielo dará Espíritu santo –el Espíritu de Sabiduría– a los que se lo piden? 23

 

3 - DEBES PEDIRLA CON PERSEVERANCIA

 

188. Para lograr esta perla preciosa e infinito tesoro, debes utilizar una santa importunidad ante Dios. De lo contrario, no la alcanzarás nunca.

No debes portarte como muchas personas cuando piden a Dios alguna gracia. Después de pedir por algún tiempo, quizás por años enteros, al no ver el resultado, se desaniman y dejan de orar, pensando que Dios nos las escucha. Así pierden el fruto de sus plegarias e injurian al Señor, quien se complace en dar y atiende siempre, de un modo u otro, las oraciones bien hechas. Por tanto, si deseas alcanzar la Sabiduría, debes solicitarla día y noche, sin cansarte ni desanimarte. ¡Mil y mil veces dichoso si, después de diez, veinte o treinta años de súplicas, logras alcanzarla, aunque fuera una hora antes de morir! Y si sólo la obtienes después de haber pasado toda la vida buscándola, pidiéndola y mereciéndola con toda clase de trabajos y padecimientos, persuádete de que no se te ha concedido con derecho propio, como una recompensa, sino por misericordia, como una limosna.

189. ¡No! ¡Los negligentes e inconstantes en la oración y búsqueda de la Sabiduría no lograrán alcanzarla! Solamente la consiguen quienes imitan al amigo que de noche va a golpear a la puerta de su amigo para pedirle prestados tres panes. Advierte que la Sabiduría misma nos indica en esta parábola o historia cómo debemos buscarla para obtenerla. El amigo llama y redobla los golpes y la súplica cuatro o cinco veces, cada vez con mayor fuerza e insistencia, aunque sea ya cerca de la medianoche –hora importuna por estar ya acostado el amigo– y aunque haya recibido doble o triple rechazo, por impertinente e importuno. Hasta que al fin, molesto por tanta insistencia, el amigo se levanta, abre la puerta y le da cuanto le pide. 24

190. Así debes pedir la Sabiduría, si quieres alcanzarla. Dios quiere que lo importunes; se levantará infaliblemente, tarde o temprano; abrirá la puerta de su misericordia y te dará los tres panes de la Sabiduría: el pan de la vida, el pan del entendimiento y el pan de los ángeles.

Te presento ahora esta plegaria, compuesta por el Espíritu Santo para implorar la Sabiduría: 25

 

4 - ORACION DE SALOMON PARA OBTENER LA SABIDURIA DIVINA

 

191. 1. Dios de los padres, Señor de la misericordia,

que con tu palabra hiciste todas las cosas,

2.  y en tu sabiduría formaste al hombre

para que dominase sobre tus criaturas,

3.  y para que rigiese el mundo con santidad y justicia

y  lo gobernase con rectitud de corazón;

4. dame la sabiduría asistente de tu trono

y no me excluyas del número de tus siervos,

5.  porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,

hombre débil y de pocos años,

demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.

6.  Pues aunque uno sea perfecto,

entre los hijos de los hombres,

sin la sabiduría, que procede de ti,

será estimado en nada...

192. 9. Contigo está la sabiduría,

conocedora de tus obras;

que te asistió cuando hacías el mundo;

y que sabe lo que es grato a tus ojos,

y lo que es recto según tus preceptos.

10.  Mándala desde tus santos cielos

y desde tu trono de gloria envíala

para que me asista en mis trabajos

y venga yo a saber lo que te es grato.

11. Ella que todo lo sabe y lo comprende,

me guiará prudentemente en mis empresas

y me protegerá con su prestigio;

12. así aceptarás mis obras,

juzgaré a tu pueblo con justicia

y seré digno del trono de mi padre.

13. Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios?

¿Quién comprende lo que Dios quiere?

14. Los pensamientos de los mortales son mezquinos

y nuestros razonamientos son falibles,

15. porque el cuerpo mortal es lastre del alma

y la tienda terrestre abruma la mente pensativa.

16. Apenas adivinamos lo terrestre

y con trabajo encontramos lo que está a mano;

pues ¿quién rastreará las cosas del cielo?

17. ¿Quién conocerá tu designio

si tú no le das la sabiduría

enviando tu santo espíritu desde el cielo?

18. Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres,

los hombres aprendieron lo que te agrada

y la sabiduría los salvó.

193. A la oración vocal hay que añadir la mental. Esta ilumina el entendimiento, inflama la voluntad y capacita el alma para oír la voz de la Sabiduría, saborear sus dulzuras y poseer sus tesoros. Personalmente, no encuentro nada tan eficaz para atraer a nuestras almas el Reino de Dios, la Sabiduría eterna, como el unir la oración vocal con la mental mediante la recitación del santo Rosario y la meditación de los quince misterios encerrados en él. 26

 

 

NOTAS:

 

1 Sl 4,3.

2 Sb 6,11.

3 Sb 6,13.

4 Sb 6,20-21.

5 Eclo 1,26 (33).

6 Eclo 6,37.

7 Sb 1,4.

8 Pr 21,25.

9 Sb 1,5.

10 Sb 7,7.

11 Sb 8,2.

12 Sb 8,18.

13 Ver Sb 8, 2; Dn 9,23.

14 Mt 7,7; Lc 11,9.

15 Sb 8,21.

16 Sb 9,4.

17 St 1,5.

18 St 1,6.

19 St 1,5-7.

20 Ver Hab 2,4; Rm 1,17; Gal 3,11; Heb 10,38. Sobre las visiones y gracias extraordinarias, ver SM 68.

21 St 1,5-7.

22 Lc 11,10.

23 Lc 11,13.

24 Lc 11,5-8.

25 Sb 9,1-6.9-18.

26 En El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, amplía el P. de Montfort su mensaje práctico sobre el santo Rosario como instrumento para "convertirse y salvarse."

 

 

 

CAPITULO DECIMOSEXTO

 

TERCER MEDIO PARA ALCANZAR LA SABIDURIA:

MORTIFICACION UNIVERSAL

 

1 - TE ES NECESARIA LA MORTIFICACION

 

194. La Sabiduría –dice el Espíritu Santo– no mora en quienes viven cómodamente, 1 es decir, en quienes viven a sus anchas, concediendo a las pasiones y sentidos cuanto apetecen, porque los que viven sujetos a los bajos instintos son incapaces de agradar a Dios 2 y la tendencia a lo bajo significa rebeldía contra Dios. 3 Mi aliento no durará por siempre en el hombre, puesto que es de carne. 4

Los que son de Cristo –la Sabiduría encarnada– han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos,5 llevan ahora y siempre en su persona la muerte de Jesús, 6 se hacen violencia continuamente, 7llevan la cruz todos los días, 8 están, finalmente, muertos y hasta consepultados con Jesucristo. 9 Son éstas, expresiones del Espíritu Santo, que muestran con luz más que meridiana cómo para obtener la Sabiduría encarnada, Jesucristo, es necesario que te mortifiques y renuncies al mundo y a ti mismo.

195. No pienses que la Sabiduría –que es más pura que los rayos del sol– vaya a entrar en un alma y cuerpo manchados por los placeres de los sentidos. Ni te imagines que conceda descanso y paz inefables a quienes aman la compañía y vanidades del mundo. Al que salga vencedor le daré el maná escondido. 10 Aunque esta amable Soberana –gracias a su luz infinita– conoce y distingue en un instante todas las cosas, busca, no obstante, a quienes son dignos de ella: Ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen. 11 Busca, porque el número de éstos es tan reducido, que encuentra a muy pocos bastante desapegados del mundo, suficientemente interiores y mortificados y, por tanto, dignos de ella: de su persona, de sus tesoros y de su amistad.

 

2 - COMO MORTIFICARSE

 

196. La Sabiduría exige para comunicarse una mortificación universal y continua, valerosa y discreta. No se contenta con una mortificación a medias y de pocos días.

Para alcanzar la Sabiduría te es necesario:

 

1. Vivir en auténtica pobreza interior y exterior

 

197. Renunciar efectivamente a los bienes del mundo, como lo hicieron los apóstoles, los discípulos, los primeros cristianos y los religiosos. Es el modo más rápido, mejor y más eficaz, para alcanzar la Sabiduría; o, por lo menos, desligar el corazón de esos bienes y poseerlos como si no los poseyeras, sin afanarte para adquirirlos, sin inquietarte por conservarlos, sin impacientarte ni lamentarte cuando los pierdas. Todo esto ciertamente es bien difícil de practicar.

 

2. Romper con lo mundano

 

198. No adoptar las modas de los mundanos en vestidos, muebles, habitaciones, comidas, costumbres o actividades de la vida: No se amolden al mundo este. 12 Es práctica más necesaria de lo que se cree.

 

3. Romper con la falsas máximas del mundo

 

199. No creer ni secundar las falsas máximas del mundo. Estas tienen una doctrina tan contraria a la Sabiduría encarnada como las tinieblas a la luz, la muerte a la vida. Examina atentamente sus sentimientos y palabras. Los mundanos piensan y hablan mal de las más sublimes virtudes. Es verdad que no mienten abiertamente, pues revisten sus mentiras con apariencias de verdad. Piensan que no mienten, pero en realidad están mintiendo. Por lo general, no aconsejan abiertamente el pecado, pero lo consideran como acto de virtud, honesto, indiferente o sin consecuencias.

En esta sutileza, que el mundo ha copiado del demonio para disimular la fealdad del pecado y de la mentira, consiste aquella malicia de que habla San Juan: El mundo entero está bajo el poder del malo, 13 hoy más que nunca.

 

4. Vivir en contacto con la Sabiduría

 

200. Huir cuanto te sea posible de la compañía de los hombres. No sólo la de los mundanos, tan peligrosa y nociva, sino también la de las personas de piedad cuando es inútil y hace perder el tiempo. Si deseas llegar a ser santo y perfecto, debes poner en práctica estas tres palabras de oro que la Sabiduría eterna dijo a San Arsenio: "Huye, escóndete, calla!". 14

Huye en lo posible de la compañía de los hombres, como han hecho los mayores santos. 15 Su vida está escondida con Cristo en Dios. 16Guarda, en fin, silencio con los hombres para dialogar con la Sabiduría: Hay quien calla y pasa por sabio .17

 

5. Poner en juego una ascesis cuidadosa

 

201. Para alcanzar la Sabiduría te es necesario mortificar tu propio cuerpo, no sólo sufriendo con paciencia las enfermedades corporales, las inclemencias del tiempo y las molestias de las criaturas durante la vida, sino también imponiéndote algunas penalidades y mortificaciones, como ayunos, vigilias y otras austeridades propias de los santos penitentes.

Se necesita valor para ello, porque la carne –por naturaleza– se idolatra a sí misma y el mundo considera y desprecia por inútiles todas las mortificaciones corporales. ¡Cuánto no dice y hace para apartarnos de las austeridades de los santos! De cada uno de los cuales se dice proporcionalmente: "El sabio o el santo redujo su cuerpo a servidumbre con vigilias, ayunos, disciplinas, por el frío, la desnudez y toda suerte de austeridades. Tenía hecho un pacto  consigo  mismo  de  no darse reposo en este mundo." 18

El Espíritu Santo dice que todos los santos aborrecían hasta de las ropas manchadas por su propio cuerpo. 19

 

6. Unir mortificación interna y externa

 

202. Te es absolutamente necesario unir la mortificación externa y voluntaria, para que sea buena, a la del juicio y a la de la voluntad mediante la santa obediencia. Sin la cual toda mortificación queda manchada de voluntad propia y frecuentemente es más agradable al diablo que a Dios. Por eso, no debes hacer ninguna mortificación extraordinaria sin pedir consejo. Yo, la Sabiduría, convivo con la prudencia. 20 El que se fía de sí mismo es un necio. 21 El sabio actúa con prudencia. 22 Si no quieres tener que arrepentirte de lo que haces, no debes obrar sino después de haber pedido consejo a un hombre prudente; es lo que te aconseja el Espíritu Santo: No hagas nada sin reflexión; así no te arrepentirás de lo que hagas. 23 Pide consejo al sensato. 24

Gracias a la obediencia, eliminas el amor propio, que todo lo malogra; haces muy meritorio lo insignificante, quedas a salvo de las ilusiones del demonio, vences a todos los enemigos y llegas con seguridad –casi como dormido– al puerto de la salvación. 25

Cuanto acabo de decir se resume en este precioso consejo: "Déjalo todo, y al encontrar a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, ¡lo encontrarás todo!".  26

 

 

NOTAS:

 

1 Ver Job 28,12-13.

2 Rm 8,8.

3 Rm 8,7.

4 Gn 6,3.

5 Gal 5,24.

6 2Cor 4,10.

7 Mt 11,12.

8 Lc 9,23.

9 Rm 6,4.8.

10 Ap 2,17.

11 Sb 6,16.

12Rm 12,2.

13 1Jn 5,19.

14 De vitis Patrum, III. Verba seniorum, n 190: PL 73,801.

15 Imitación de Cristo l.1 c 20, n 1; ver GS 1.

16 Col 3,3.

17 Eclo 20,5.

18 Ver Breviario Romano, en la fiesta de San Pedro de Alcántara.

19 Jds 23.

20 Pr 8,12.

21 Pr 28,26.

22 Pr 13,16.

23 Eclo 32,24.

24 Tb 4,18.

25 "La obediencia es una navegación sin peligro, una peregrinación que se realiza durmiendo." (San Juan Clímaco, Escala del paraíso, PG 88,679.)

26 Ver Imitación de Cristo, l. 3, c 2 n 1.

 

 

 

CAPITULO DECIMOSEPTIMO

 

CUARTO MEDIO PARA ALCANZAR LA SABIDURIA:

UNA VERDADERA Y TIERNA DEVOCION A LA SANTISIMA VIRGEN

 

203. Aquí tienes, finalmente, el mejor medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría: una tierna y verdadera devoción a la  Santísima Virgen. 1

 

1 - TE ES NECESARIA UNA VERDADERA DEVOCION A MARIA

 

Nadie, fuera de María, encontró gracia delante de Dios para sí misma y para toda la humanidad; nadie sino Ella tuvo el poder de encarnar y dar a luz a la Sabiduría eterna; y nadie, fuera de ella, puede, aun hoy –por decirlo así–, encarnarlo en los predestinados gracias a la operación del Espíritu Santo. 2

Los patriarcas, los profetas y los santos del Antiguo Testamento gimieron, suspiraron e imploraron la encarnación de la Sabiduría eterna, pero ninguno pudo merecerla. 3 Sólo María, por la sublimidad de sus virtudes, fue encontrada digna de subir hasta el trono de la divinidad y merecer ese bien infinito. 4 Vino a ser Madre, Señora y Trono de la divina Sabiduría.

204. María es la dignísima Madre de la Sabiduría, porque la encarnó y dio a luz como fruto de sus entrañas: Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. 5

Por ello podemos afirmar con toda verdad que en todo lugar donde esté Jesús –en el cielo, en la tierra, en los sagrarios o en los corazones– es fruto y obra de María y que sólo María es el árbol de vida, y Jesús su único fruto.

Por consiguiente, quien desee este fruto maravilloso en el corazón, debe poseer el árbol que lo produce. ¡Si deseas tener a Jesús, debes tener a María! 6

205. María es Señora de la Sabiduría. No porque sea superior o igual a la Sabiduría, que es verdadero Dios. Blasfemo sería pensarlo o decirlo. Sino porque Dios Hijo, la Sabiduría encarnada, se ha sometido perfectamente a María, su Madre; porque El le ha otorgado un incomprensible poder maternal y natural sobre sí mismo, no solamente durante la vida terrena, sino también en el cielo, ya que la gloria no destruye a la naturaleza, sino que la perfecciona. De suerte que Jesús es en el cielo, más que nunca, Hijo de María, y María, Madre de Jesús7. Y en cuanto tal, María tiene autoridad sobre El. Y El, en cierto modo, le está sometido, porque así lo quiere. Esto significa que María, por su plegaria poderosa y su divina maternidad, obtiene de Jesús todo cuanto quiere, lo comunica a quien quiere y lo produce cada día en quien Ella quiere. 8

206. ¡Oh! ¡Qué dichoso es quien se ha granjeado la benevolencia de María! Puede estar seguro de poseer muy pronto la Sabiduría. Porque María, que ama a los que la aman, 9 le comunica sus dones a manos llenas, especialmente el que encierra a todos los demás: Jesús, fruto de su vientre.

207. Si podemos decir con toda verdad que, en cierto sentido, María es Señora de la Sabiduría encarnada, ¿qué diremos de su poder sobre las gracias y dones de Dios y de la libertad de que goza para distribuirlos a quien le plazca? Dicen los santos Padres que María es el océano inmenso de todas las gracias de Dios, el magnífico almacén de sus bondades, el tesoro inagotable del Señor y la tesorera y distribuidora de todos sus dones. 10

Habiéndole dado su propio Hijo, el Padre quiere –al mismo tiempo– que lo recibamos todo de Ella, y no desciende a la tierra don celestial alguno, que no pase por sus manos como por un canal.

Todo lo hemos recibido de su plenitud. Y si hay en nosotros alguna gracia, alguna esperanza de salvación, es don de Dios que nos llega por María. Tan dueña es Ella de los bienes de Dios, que da a quien quiere, cuanto quiere, cuando quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria. Son éstos, pensamientos y expresiones de los Santos Padres, cuyos textos latinos no transcribo para abreviar. 11

Pero sean cuales fueren los dones que nos otorgue nuestra soberana y amable Princesa, Ella no se da por satisfecha hasta darnos la Sabiduría encarnada, su Hijo Jesús, y vive buscando personas dignas de la Sabiduría 12 para comunicársela.

208. María es, además, el Trono regio de la Sabiduría eterna. En quien la Sabiduría manifiesta sus grandezas, ostenta sus tesoros y encuentra sus delicias. Y no hay otro lugar en el cielo y en la tierra donde la Sabiduría eterna derroche tanta magnificencia y se complazca tanto, como en la incomparable María.

Por ello, los Santos Padres 13 la definen como santuario de la divinidad, descanso y complacencia de la Santísima Trinidad, trono de Dios, ciudad de Dios, altar de Dios, templo de Dios, mundo y paraíso de Dios. Epítetos y alabanzas que resultan verdaderas en relación con las múltiples maravillas que el Altísimo ha realizado en María.

209. Es así como sólo por María podrás obtener la Sabiduría. Pero, si llegamos a recibir un don tan sublime como el de la sabiduría, ¿dónde lo colocaremos? ¿Qué casa, qué lugar, qué trono ofreceremos a una Reina tan pura y resplandeciente, ante la cual los rayos del sol no son sino fango y tinieblas? Quizás respondas que la Sabiduría sólo busca nuestro corazón, y que basta ofrecérselo y colocarla en él.

210. ¿Ignoras, quizás, que nuestro corazón está manchado e impuro, es carnal y está lleno de múltiples pasiones, y, por tanto, es indigno de hospedar a tan santo y noble huésped? 14 Y, aun cuando tuviéramos cien mil corazones como el nuestro y se los ofreciéramos para que le sirvan de trono, con todo derecho podría despreciar nuestro ofrecimiento, permanecer sorda a nuestras solicitudes, acusarnos de temeridad e insolencia por pretender alojarla en lugar tan infecto e indigno de su majestad. 15

211. ¿Qué hacer, pues, para que nuestro corazón sea digno de la Sabiduría? Aquí está el gran consejo, el secreto admirable: ¡Introduzcamos – por decirlo así– a María en nuestra casa, 16consagrándonos a Ella como servidores y esclavos suyos! ¡Desprendámonos, en sus manos y en honor suyo, de todo cuanto más amamos, sin reservarnos nada! Y esta bondadosa Señora, que jamás se deja vencer en generosidad, se dará a nosotros de manera incomprensible, pero real. Entonces, la Sabiduría eterna vendrá a morar en Ella, como en su trono más glorioso.

212. María es el imán sagrado que dondequiera que esté atrae tan fuertemente a la Sabiduría eterna, que ésta no puede resistir. Es el imán que la atrajo a la tierra para los hombres, y la sigue atrayendo todos los días a cada una de las personas en que Ella mora. Si logramos tener a María en nosotros, fácilmente y en poco tiempo, gracias a su intercesión, alcanzaremos también la divina Sabiduría.

Entre todos los medios que existen para poseer a Jesucristo, María es el más seguro, fácil, corto y santo. Aunque hiciéramos las más espantosas penitencias, emprendiéramos los viajes más penosos y los trabajos más pesados; aun cuando derramáramos nuestra sangre para adquirir la divina Sabiduría, si nuestros esfuerzos no están acompañados de la intercesión de la Santísima Virgen y de la devoción a Ella, serán poco menos que incapaces e inútiles para alcanzarla. Pero si María pronuncia una palabra en favor nuestro, si su amor mora en nosotros, si nos hallamos marcados con el sello de los fieles servidores que observan sus caminos, pronto y sin fatiga obtendremos la divina Sabiduría.

213. Observa que María no es solamente la Madre de Jesús, Cabeza de los elegidos, sino también la Madre de todos sus miembros; de hecho, Ella los engendra, los lleva en su seno y los hace nacer a la gloria, mediante la gracia de Dios que Ella les comunica.

Esta doctrina pertenece a los Santos Padres –entre otros, a San Agustín–, quien dice que los elegidos moran en el seno de María y que Ella los da a luz cuando entran en la gloria. 17 Además, solamente a María ha dicho Dios que habite en Jacob, tome por herencia a Israel y arraigue en los elegidos y predestinados. 18

214. De estas verdades debemos deducir que:

1) en vano nos gloriamos de ser hijos de Dios y discípulos de la Sabiduría, si no somos hijos de María;

2) para entrar en el número de los elegidos es necesario que María habite y arraigue en nosotros, por medio de una tierna y sincera devoción hacia Ella;

3) oficio de María es engendrar en nosotros a Jesucristo, y a nosotros en El, hasta la perfección y madurez totales, 19 de suerte que puede decir de sí misma, con mayor verdad que San Pablo: Hijos míos, otra vez me causan dolores de parto hasta que Cristo tome forma en  ustedes. 20

 

2 - EN QUE CONSISTE LA VERDADERA DEVOCION A MARIA

 

215. Deseoso de hacerte devoto de la Santísima Virgen, quizás me preguntes en qué consiste la verdadera devoción a Ella.

Te respondo en dos palabras: consiste en un gran aprecio de sus grandezas, en un reconocimiento sincero de sus beneficios, en un celo inmenso por su gloria, en una invocación continua de su ayuda, en una total dependencia de su autoridad, en una firme y tierna confianza en su bondad maternal. 21

216. Cuídate mucho de las falsas devociones a la Santísima Virgen. De ellas se sirve el demonio para engañar y llevar a la condenación a muchas almas. No me detengo a describirlas. Me contentaré con afirmar que la verdadera devoción a la Santísima Virgen es siempre interior, sin hipocresía ni superstición; tierna, sin indiferencia ni escrúpulos; constante, sin alteraciones ni infidelidad; santa, sin presunción ni desorden.

217. Cuidado, pues, con pertenecer:

– al número de los devotos hipócritas, que hacen consistir su devoción únicamente en las palabras y en lo exterior;

– al número de los devotos críticos y escrupulosos, que temen honrar demasiado a la Santísima Virgen y deshonrar al Hijo al honrar a la Madre;

– al número de los devotos indiferentes e interesados, que no tienen amor tierno a la Santísima Virgen y filial confianza en Ella y sólo recurren a María para obtener o conservar bienes temporales;

– a los devotos inconstantes y superficiales, que son devotos de la Santísima Virgen sólo a su capricho y a intervalos y abandonan su servicio cuando llega la tentación;

– ni, finalmente, a los devotos presuntuosos, que, bajo el velo de algunas devociones exteriores, esconden un corazón corrompido por el pecado y se hacen la ilusión de que, gracias a estas prácticas de devoción a la Santísima Virgen, no morirán sin confesión y se salvarán, por más pecados que cometan.

218. No descuides alistarte en las cofradías de la Santísima Virgen, especialmente en la del Santísimo Rosario, cumpliendo los compromisos que conllevan, y que son muy eficaces para la salvación.

219. Pero la más perfecta y útil de todas las devociones a la Santísima Virgen es la de consagrarte totalmente a Ella –y a Jesucristo por medio de Ella– en calidad de esclavos, haciéndole entrega total y perpetua del propio cuerpo, alma, bienes interiores y exteriores, satisfacciones y méritos de las buenas obras, y del derecho de disponer de ellas y, en fin, de todos los bienes recibidos en el pasado, de los que  posees en el presente y poseerás en el futuro.

Dado que son muchos los libros que tratan de esta devoción, básteme afirmar que no he encontrado jamás una práctica de devoción a la Santísima Virgen más sólida que ésta –porque se apoya en el ejemplo de Jesucristo–, ni que dé más gloria a Dios, sea más saludable al alma, más terrible a los enemigos de la salvación, más suave y fácil.

220. Esta devoción, debidamente practicada, no sólo atrae al alma a Jesucristo, la Sabiduría eterna, sino que la mantiene y conserva en ella hasta la muerte. Pues, te pregunto, ¿de qué nos servirá buscar mil secretos y gastar mil esfuerzos para alcanzar el tesoro de la Sabiduría si, después de recibirlo, tenemos la desgracia de perderlo por nuestra infidelidad, como le sucedió a Salomón? El era tan sabio como quizás nosotros no llegaremos a serlo jamás. Era, por consiguiente, más fuerte e iluminado. Y, sin embargo, fue engañado y vencido y cayó en el pecado y la locura, dejando a sus sucesores doblemente asombrados: ante sus luces y sus tinieblas, ante su sabiduría y la insensatez de sus pecados. Si su ejemplo y sus escritos animaron a todos sus descendientes a desear y buscar la Sabiduría, podemos decir que su caída, o la duda bien fundada que de ella tenemos, ha retraído a una multitud de personas de buscar una realidad tan hermosa en verdad, pero tan fácil de perder.

221. Para ser, pues –en cierta forma–, más sabios que Salomón, coloquemos en manos de María cuanto poseemos y el mismo tesoro de los tesoros que es Jesucristo, con el fin de que Ella nos lo conserve. Somos vasos demasiado frágiles; no pongamos en ellos tan precioso tesoro ni este celestial maná. Muchos enemigos nos rodean y son demasiado astutos y experimentados; no confiemos en nuestra prudencia ni en nuestra fuerza. La dolorosa experiencia que tenemos ya de nuestra inconstancia y natural ligereza, nos obligan a desconfiar de nuestra prudencia y fervor.

222. María es prudente; pongámoslo todo en sus manos. Ella sabrá disponer de nosotros y de cuanto nos pertenece para mayor gloria de Dios.

María es caritativa; nos ama como a hijos y servidores suyos. Ofrezcámosle todo. No perderemos nada, ya que todo lo hará redundar en provecho nuestro.

María es generosa; devuelve más de lo que se le confía. Démosle cuanto poseemos sin reserva alguna y recibiremos el ciento por uno: por cien huevos, un buey, según reza el refrán.

María es poderosa; nadie puede arrebatarle lo que se le ha confiado en depósito. Pongámonos en sus manos, que Ella nos defenderá y nos hará triunfar sobre nuestros enemigos.

María es fiel; no deja perder ni extraviar lo que se le confía. Es la Virgen fiel por excelencia a Dios y a los hombres. Conservó cuanto Dios le había confiado, sin perder ni una partícula, y sigue conservando con particular esmero a quienes se colocan bajo su protección y cuidado.

Confiémoslo, pues, todo a su fidelidad. Agarrémonos a Ella como a una columna que nadie puede derribar, como a un áncora que nadie puede arrancar o, mejor, como a la montaña de Sión, a la que nadie puede conmover 22. Por muy ciegos, débiles e inconstantes que seamos por naturaleza y por muy numerosos y malignos que sean nuestros enemigos, jamás seremos engañados, ni nos extraviaremos, ni tendremos la desdicha de perder la gracia de Dios y el infinito tesoro de la Sabiduría eterna.

 

CONSAGRACIÓN de sí mismo a Jesucristo,

la Sabiduría encarnada, por medio de María 23

 

223. ¡Oh Sabiduría eterna y encarnada, oh amabilísimo y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre eterno y de María, siempre Virgen!

Te adoro profundamente en el seno y esplendores del Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, tu dignísima Madre, en el tiempo de la encarnación.

Te doy gracias por haberte anonadado, tomando forma de esclavo 24 para liberarme de la cruel esclavitud del demonio.

Te alabo y glorifico por haberte sometido libremente y en todo a María, tu Madre santísima, para hacerme por Ella tu esclavo fiel.

Pero, ¡ay! Ingrato e infiel como soy, no he cumplido contigo los votos y promesas que tan solemnemente te hice en el bautismo, no he cumplido mis obligaciones ni merezco llamarme hijo ni esclavo tuyo.

Y no habiendo en mí nada que no merezca tu cólera y rechazo, no me atrevo a acercarme por mí mismo a tu santísima y augusta Majestad.

Por ello, acudo a la intercesión y misericordia de tu santísima Madre. Tú me la has dado como Mediadora ante ti. Yo espero alcanzar de ti, por mediación suya, la contrición y el perdón de mis pecados y la adquisición y conservación de la Sabiduría.

224. Te saludo, pues, ¡oh María inmaculada!, tabernáculo viviente de la divinidad, en donde la Sabiduría eterna, escondida, quiere ser adorada por ángeles y hombres.

Te saludo, ¡oh Reina del Cielo y de la tierra! A tu imperio está sometido cuanto hay debajo de Dios.

Te saludo, ¡oh Refugio seguro de los pecadores!; todos experimentan tu gran misericordia.

Atiende mis deseos de alcanzar la divina Sabiduría, y recibe para ello los votos y ofrendas que en mi bajeza te vengo a presentar.

225. Yo, N.N., pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me consagro totalmente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida y a fin de serle más fiel de lo que he sido hasta ahora.

Te escojo hoy, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora; Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y hasta el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras.

Dispón de mí y de cuanto me pertenece, sin excepción, según tu voluntad, para la mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad.

226. Recibe, ¡oh Virgen benignísima!, esta humilde ofrenda de mi esclavitud; en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna ha querido tener para con tu maternidad; en honor del poder que ambos tenéis sobre este gusanillo y miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con los que la Santísima Trinidad ha querido favorecerte.

Protesto que de hoy en adelante quiero, como verdadero esclavo tuyo, buscar tu honor y obedecerte en todo.

¡Oh Madre admirable! Preséntame a tu querido Hijo, en calidad de eterno esclavo, a fin de que, habiéndome rescatado por tu mediación, me reciba ahora de tu mano.

227. ¡Oh Madre de misericordia! Alcánzame la verdadera Sabiduría de Dios, colocándome para ello entre aquellos a quienes amas, enseñas, diriges, nutres y proteges, como a tus verdaderos hijos y esclavos.

¡Oh Virgen fiel! Haz que yo sea en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, tu Hijo, que logre llegar, por tu intercesión y a ejemplo tuyo, a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en el cielo. Amén.

 

El que pueda con eso, que lo haga 25.

Quien sea sabio, que lo entienda,

quien sea inteligente, que lo comprenda 26.

 

 

NOTAS:

 

1 Condensa aquí San Luis María la doctrina que más ampliamente expondrá en El Secreto de María y en el Tratado de la Verdadera Devoción...

2 Ver Lc 1,35.

3 Ver ASE 104.

4 San Gregorio Magno, In librum primum Regum expositio I, c 1, n 5: PL 79,25; San Bernardo, Sermo de aquaeductu, PL 183,441.

5 Lc 1,42; ver VD 33.44.77.164.218.249.261.

6 "Si queremos ser cristianos, debemos ser marianos." (PABLO VI, 24-3-1970.)

7  VD 27.39.164.165.

8  VD 17.27-28.

9  Ver Pr 8,17.

10 Ver SM 9-14; VD 23-26.

11 VD 26.

12 Sb 6,16.

13 VD 262 y nota.

14 SM 72-74; VD 79.81.213.245.

15 Recuérdese lo dicho en Jn 15,5 y GS 13. La afirmación del P. de Montfort no quiere contradecir en forma alguna lo que sabemos sobre la dignidad de la persona humana (Ver DH 1).

16 Jn 19,27.

17 Ver VD 30-33 y notas.

18 Ver SM 15; VD 29-36.

19 Ver Ef 4,13.

20 Gal 4,19; ver SM 16-17; VD 33.218.

21 SM 25; VD 115-118.

22 Ver Sl 125(124),1; 46(45),6.

23 Existen contactos entre esta Consagración y las del Jesuita P. Nepveu ("Exercices intérieurs").

24 Filp 2,7.

25 Mt 19,12.

26 Os 14,10.

 


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