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El Santo Rosario: 
un arma poderosa de 
comprobada eficacia

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Nuestra Señora de Pompeya, teniendo a su lado a Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena – Basílica de San Carlos Borromeo, Buenos Aires

El rezo del Santo Rosario es el remedio para los problemas insolubles, asegura la salvación eterna y anticipa la implantación en el mundo del Reino del Inmaculado Corazón de María. Que este artículo contribuya a persuadirnos que, como dice San Luis María Grignion de Montfort, “no hay que figurarse que el Rosario es sólo para las mujeres, los niños y los ignorantes; es también para hombres y para los más grandes hombres”. 1

Fue en la aparición del 13 de octubre de 1917, que la Santísima Virgen respondió a la pregunta de la Hermana Lucía sobre qué deseaba Ella:
“Quiero pedirte que hagan aquí una capilla en mi honor; soy la Señora del Rosario; continúen rezando el Rosario todos los días”.

Al término de esta aparición se produjo el conocido milagro del sol y ante los ojos de los videntes se presentaron tres cuadros que simbolizaban, primero los misterios gozosos del Rosario, luego los dolorosos y finalmente los gloriosos. Al lado del sol aparecieron San José con el Niño Jesús y Nuestra Señora del Rosario.

“Recen el Rosario todos los días” ¿Qué consejo más excelente que éste? ¿Qué criatura más excelsa que la Santísima Virgen podía darlo? ¿Cómo podríamos rechazarlo? Si la escuchamos, seremos atendidos y alcanzaremos todas las gracias que pidamos con Fe y confianza.

Fátima y la devoción al Santo Rosario
En otras varias apariciones la Virgen María recomendó la devoción al Rosario, pero fue sobre todo en Fátima donde insistió especialmente en esta práctica mariana como un medio para obtener la conversión del mundo. Bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, allí alertó al mundo sobre los terribles castigos que vendrían si no hubiese una enmienda general, es decir, si los hombres no dejasen de ofender a Dios con sus pecados y no hubiera una reparación sincera.

Esto ocurrió a comienzos del siglo XX. En este inicio del siglo XXI, ¿quien se animaría a decir que tales pedidos fueron escuchados? Basta una observación superficial de la realidad para constatar precisamente lo contrario: la decadencia moral se acentúa cada día más; se abandonan los Mandamientos de Dios; aumentan los pecados; las ofensas contra Nuestro Señor se vuelven cada vez más agresivas.

Por eso Nuestra Señora de Fátima nos pide oración, penitencia y reparación. Insiste en la recitación diaria del Rosario para obtener la conversión de las almas y la implantación del Reinado de su Inmaculado Corazón, o sea, la restauración de la Civilización Cristiana con mayor vigor que en el pasado. Si los hombres escuchan su pedido, anticiparán ese Reinado, aunque lo precedan los grandes castigos también previstos en Fátima.

¿Hay una devoción más importante?
Quien responde esta pregunta es el mismo San Luis María Grignion de Montfort (1673-1712) gran apóstol de María Santísima, cuando escribe:
“La Santísima Virgen le reveló al Beato Alain de la Roche que, después del Santo Sacrificio de la Misa, que es el primero y más vivo memorial de la Pasión de Jesucristo, no había devoción más excelente y meritoria que el Rosario, que es como un segundo memorial y representación de la Pasión de Jesucristo”.
 2

En la introducción de su libro El Secreto Admirable del Santísimo Rosario, San Luis María exhorta a los sacerdotes a predicar esta devoción: “Guardaos de mirar esta práctica como insignificante; es verdaderamente grande, sublime, divina. El cielo es quien os la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos”. Si lo recitaran todos los días, agrega, “producirán más fruto con su palabra, aunque sencilla, que los demás predicadores en muchos años”. 3

Y a los pecadores, el mismo apóstol mariano les dice: “Aun cuando os hallaseis en el borde del abismo o tuvieseis ya un pie en el infierno; aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo; aun cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que (lo repito y notad las palabras y los términos de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados”. 4

Devoción al Rosario: maravillosa historia
Según una venerable tradición, la Virgen María reveló la devoción del Rosario a Santo Domingo de Guzmán, en 1214, como un medio para salvar a Europa de la herejía de los albigenses que, como una epidemia maldita, contagiaban sus errores a otros países, desde el norte de Italia y de la región de Albi, en el sur de Francia. De allí el nombre de albigenses, conocidos también como cátaros (del griego: puro), pues así se llamaban a sí mismos con soberbia.

Eran lobos disfrazados con piel de oveja que se infiltraban en los medios católicos para engañar mejor y captar incautos adeptos. Entre otros errores, predicaban el panteísmo, el amor libre, la abolición de las riquezas, de la jerarquía social y de la propiedad privada.

Varias regiones de la Europa del siglo XIII se infectaron con la herejía albigense y la reacción católica para contenerla se mostraba ineficaz. Los herejes, después de conquistar muchas almas, destruir muchos altares y derramar mucha sangre católica, parecían definitivamente victoriosos.

Santo Domingo (que sería luego fundador de la Orden Dominica) se empeñó intrépidamente en el combate contra la secta albigense, pero sin conseguir sobrepujar el ímpetu de los herejes, que continuaban pervirtiendo a los fieles católicos y masacrando a quienes permanecían fieles a la Iglesia.

Desolado, Santo Domingo suplicó a la Santísima Virgen que le indicase una eficaz arma espiritual, capaz de derrotar a aquellos terribles adversarios de la Santa Iglesia.

En el Siglo XVI, cuando el poderío otomano amenazaba dominar la Europa cristiana, el Papa San Pío V (der.) reunió una escuadra bajo el mando de Don Juan de Austria, la cual, por el auxilio de la Reina del Santísimo Rosario obtuvo una milagrosa y rotunda victoria

El Rosario aplasta la herejía albigense
Cuando todo parecía perdido, la Virgen María intervino en los acontecimientos para salvar a la Cristiandad de ese mal.

El Beato Alain de la Roche (1428-1475), célebre predicador de la Orden Dominica, en el libro De la dignidad del Salterio, narra la aparición de Nuestra Señora a Santo Domingo, en 1214. En ella, la Virgen le enseña a predicar el Rosario (también llamado el Salterio de María, en recuerdo de los 150 salmos de David) para la salvación de las almas y la conversión de los herejes. En la obra de San Luis María Grignion de Montfort ya citada, se transcribe dicha narración como sigue:

“Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres creaban obstáculos a la conversión de los albigenses, penetró en un bosque próximo a Toulouse y pasó allí tres días y tres noches en continua oración y penitencia, sin cesar de gemir, de llorar y de macerar su cuerpo con disciplinas para aplacar la cólera de Dios, hasta caer medio muerto. La Santísima Virgen, acompañada por tres princesas del Cielo, se le apareció y le dijo:

–¿Sabes tú, querido Domingo, de que arma se sirvió la Santísima Trinidad para reformar al mundo?

–¡Oh, Señora! –respondió– Vos lo sabéis mejor que yo, porque después de Vuestro Hijo Jesucristo, fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación.

–Sabe que la principal pieza de batería fue la salutación angélica, que es el fundamento del Nuevo Testamento; por lo tanto, si quieres ganar a Dios esos corazones endurecidos, reza mi Salterio”.

El Santo se levantó muy consolado y abrasado de celo por el bien de aquella gente; entró en la iglesia catedral en el mismo momento en que, gracias a la intervención de los ángeles, tocaban las campanas para reunir a los habitantes. Al comienzo de la predicación, se formó una violenta tormenta; la tierra tembló, el sol se oscureció, los repetidos truenos y relámpagos hicieron palidecer a los estremecidos oyentes; y su terror aumentó al ver una imagen de la Santísima Virgen, expuesta en un lugar destacado, que levantaba los brazos al Cielo pidiendo a Dios venganza contra ellos, si no se convertían y no recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios.

“Por medio de estos prodigios, el Cielo quería aumentar la nueva devoción del Santo Rosario y hacerla más notoria.

“La tormenta finalmente cesó gracias a las oraciones de Santo Domingo; éste continuó su sermón y explicó con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que todos los habitantes de Toulouse (uno de los principales focos de la herejía) lo abrazaron y renunciaron a sus errores, operándose en poco tiempo un gran cambio en la vida y en las costumbres de la ciudad”. 5

La mejor artillería contra el 
demonio y sus secuaces

Santo Domingo retornó al combate, empuñando la poderosa arma del Rosario, predicando incansablemente en Francia, Italia y España la devoción que la misma Señora del Rosario le había enseñado, y reconquistando por todas partes a las almas: los católicos tibios se enfervorizaban, los fervorosos se santificaban; las órdenes religiosas florecían; convertía a los herejes, que abdicando de sus errores, volvían de a miles a la Iglesia; los pecadores se arrepentían y hacían penitencia; expulsaba a los demonios de los posesos; operaba milagros y curaciones.

Todo lo logró por medio de la mejor artillería contra el demonio y sus secuaces: el Santo Rosario.

Excelencia de las oraciones de que está compuesto
La Fe es la única llave para entrar en todos los misterios de Jesús y María encerrados en el Santo Rosario. Por ello conviene comenzar rezando el Credo con muy devota atención.

Cuanto mayor y más viva sea nuestra Fe, tanto más meritorio será el Rosario. Es necesario que la Fe sea viva y animada por la caridad; es decir, para rezar bien el Rosario es necesario estar en gracia de Dios o en busca de esta gracia.

Es necesario que la Fe sea fuerte y constante, es decir, no hay que buscar en la práctica del Santo Rosario solamente el gusto sensible y el consuelo espiritual o, lo que es lo mismo, no hay que dejarlo porque se tenga una enormidad de distracciones involuntarias, un inexplicable tedio en el alma y un sopor casi continuo en el cuerpo. No son precisos gustos, ni consuelo, ni suspiros, fervor y lágrimas, ni aplicación continua de la imaginación para rezar bien el Rosario. Bastan la Fe sincera y la recta intención.

La sabiduría del Divino Maestro se manifiesta en el orden, la dulzura, la fuerza y la claridad del Padrenuestro que en una oración encerró todos los deberes que tenemos para con Dios, los actos de todas las virtudes y la súplica de todos nuestros bienes espirituales y corporales. Debemos entonces rezar la oración dominical, con la certeza de que el Eterno Padre la oirá favorablemente, puesto que es la oración de su Hijo, al que siempre atiende.

La salutación angélica o Ave María es la oración que resume, en la síntesis más concisa, toda la teología cristiana sobre la Madre de Dios. Se encuentra en ella una alabanza, que comprende la verdadera grandeza de María, y una invocación, que abarca todo cuanto debemos pedirle y lo que de su bondad podemos alcanzar.

Admirables efectos del Rosario
Empeñados como estamos, en una gran Cruzada Reparadora del Santo Rosario, con el objeto de fortalecer la institución de la familia y los lazos de la Patria a los pies de María Santísima, concluimos instando a nuestros lectores a ser propagadores de esta devoción.

Como dice el ya citado San Luis María “si practicáis y predicáis esta devoción aprenderéis por propia experiencia, mejor que en libro alguno, y experimentaréis felizmente que el Rosario es manantial y depósito de toda clase de bienes: los pecadores obtienen el perdón; las almas sedientas se sacian; los que están atados ven sus lazos deshechos; los que lloran hallan alegría; los que son tentados, la tranquilidad; los pobres socorridos; los religiosos, son reformados; los ignorantes, instruídos; los vivos triunfan de la vanidad y los muertos son aliviados por medio de sufragios”6.

Nuestra Señora del Santísimo Rosario, 
de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires

Nuestra Señora de Buenos AiresEn la Segunda Invasión a Buenos Aires, los ingleses prohibieron celebrar, con la solemnidad acostumbrada, los cultos del Rosario en el templo de Santo Domingo

Acongojado por ello, D. Santiago de Liniers hizo un voto a Nuestra Señora ofreciéndole las banderas que tomase al invasor si reconquistaba la ciudad, firmemente persuadido que lo lograría bajo tan alta y maternal protección.

Cuando tras duros combates los invasores fueron desalojados de Santo Domingo (aún se ven marcas de las balas en la torre izquierda) el pueblo entero alzó sus plegarias agradeciendo la victoria a María Santísima.

En el camarín de Nuestra Señora, hoy conocida como del Santísimo Rosario, de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires (foto izq.), se encuentran las banderas tomadas a los ingleses, entre las cuales destaca la del famoso Regimiento 71º.


Notas:
1 - San Luis María Grignion de Montfort, 
“El Secreto Admirable del Santísimo Rosario”,
Obras Completas, BAC, Madrid, 1954, p. 358
2 - Ib. id. p. 356
3 - Ib. id. p. 308
4 - Ib. id. p. 310
5 - Ib. id. pp. 314-315
6 - Ib. id. pp. 371-372

cortesia:www.cruzadadelrosario.org.ar/revista/0510/17rosario.htm

 


Historia del "Sí" y del Rosario

Nunca debemos subestimar el poder de un "sí". Por ejemplo, el 16 de octubre de 1978, durante el cónclave para elegir al nuevo papa tras la muerte del papa Juan Pablo I, la votación pareció favorecer al joven cardenal Karol Wojtyla de Cracovia. Preocupado por este giro de los acontecimientos, Wojtyla se dirigió a su mentor, el cardenal Stefan Wyszynski, primado de Varsovia. El sabio Cardenal le recordó la historia de san Pedro que salió de la ciudad de Roma y escuchó la frase “Quo vadis?” (¿a dónde vas?) y le dijo: "Acepta”. Finalizada la votación de la tarde, el cardenal Jean Villot le preguntó a Wojtyla: "¿Aceptas?" (Testigo de la esperanza, p. 254) y el futuro san Juan Pablo II respondió: "sí”. Ese "sí" cambió al mundo.

Pensemos entonces en lo que puede hacer un “sí” colectivo. En 1571, cuando el Imperio Otomano amenazaba con controlar el Mediterráneo y se preparaba para invadir la Europa cristiana, el papa Pío V pidió a los fieles que rezaran un Rosario al día, mientras la cristiandad reunía una flota para la batalla. Aunque superados por una fuerza tres veces mayor, los cristianos salieron victoriosos de la batalla de Lepanto, el 7 de octubre, fecha que se convirtió en la festividad del Santo Rosario. En 1683, cuando el Imperio Otomano reanudó su yihad contra Europa Occidental y llegó a las puertas de Viena, el papa Inocencio IX volvió a pedir que se rezara el Rosario todos los días por el éxito del ejército cristiano. El 11 de septiembre, aunque superado en número, el rey polaco Jan Sobieski y su ejército hicieron retroceder a las fuerzas otomanas.

Y luego, en 1917, la Madre Celestial, cuando se apareció a los niños de Fátima, les dijo que pidieran a todos que rezaran diariamente el Rosario por la conversión de Rusia. Hicimos eso durante años y el 1º de enero de 1992, la Unión Soviética, el Imperio del Mal, se disolvió oficialmente. Un "sí" individual unido a muchos otros, por lo tanto, tiene el poder de cambiar los corazones y el mundo.

Encontraremos la verdadera alegría de la Navidad diciendo un sencillo “sí”. Como dijo María a santa Isabel: “Mi alma glorifica al Señor. Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”. Nuestro "sí" también glorificará al Señor y experimentaremos el verdadero gozo de la Navidad.

Padre William Saunders, párroco de Our Lady of Hope en Potomac Falls y profesor de Catequesis y Teología en Notre Dame Graduate School of Christendom College en Virginia (EE. UU.), Catholic Herald, 4 de diciembre de 2019.


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