Carta a mi yerno evangélico
En esta carta -que por razones de
espacio tuvimos que resumir- los nombres se han omitido o cambiado por respeto a
los involucrados. La autora de esta carta es actualmente Misionera de la Palabra
de Dios.
Mi muy amado yerno:
Agradezco tu franqueza al expresar tus preferencias y reservas religiosas.
Personalmente no me parece que lo que esté en conflicto sea tu religión o tus
creencias, sino la actitud que has adoptado ante la posibilidad expresa de que
mi hija se una a ti en el sacramento del matrimonio por la Iglesia católica.
Aunque no entiendas lo que es un sacramento, sé que conoces que casarse por la
Iglesia católica no obliga al cónyuge no-católico a cambiar de iglesia ni de
religión; tú no pierdes nada ni te comprometes a nada (el compromiso solamente
consiste en aceptar que los hijos procreados entre ustedes sean educados en la
fe católica).
Por otro lado, de no casarse por la Iglesia católica, mi hija sí pierde el poder
participar del sacramento de la Eucaristía (Comunión) y de la Reconciliación
(Confesión). Ojalá algún día pudieras comprender nuestra fe (aunque no te
convirtieras a ella), para que jamás seas piedra de tropiezo en el camino de
alguien. Si mi hija no es obstáculo en tu salvación, ¿por qué insistes en serlo
en la de ella? Ella, que no profesa tu doctrina, participa contigo sin
inconvenientes de un culto no-católico; sin embargo, tú jamás has hecho lo mismo
con ella de acompañarla a la santa Eucaristía. No entiendo.
Las diferencias de fe entre nosotras y tú no son reconciliables,
lamentablemente.
Para un católico que vive auténticamente su fe cristiana, su fuente primordial
de gracia santificante es la Comunión con Cristo recibiendo su Cuerpo y Sangre
en la santa Misa tal como Él la estipuló (Jn 6,48; Jn 6,54: Lc 22,19: Hech
2,42;1 Cor 10,16-17; 1 Cor 11,23). Pero tú ni lo entiendes ni te importa pues,
aunque estés apartando a tu novia de esa fuente, insistes en encontrar un punto
medio sobre este sacramento en cualquier iglesia protestante-pentecostal, cuando
eso no existe.
Nadie tiene derecho de obligar a nadie a casarse por la iglesia que no quiera,
pero como me consta que has buscado alternativas para evitar que la boda tenga
que ser por la nuestra, voy a tomarme el atrevimiento de exponerte por qué mi
esposo y yo desearíamos entregarte a nuestra hija en la Iglesia católica:
a) Según tus creencias religiosas, puede haber Cristo sin que tenga que haber
una iglesia visible. Esta opinión antieclesiológica gusta mucho hoy por lo
atractivo que pudiera ser una religión sin criterio fijo de autoridad, y por lo
sencillo y manejable del argumento «sólo Cristo salva, la Iglesia no importa».
Pero la verdad es que ese argumento no es sino una verdad a medias.
b) Jesucristo fundó una sola Iglesia (en singular): «Y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). Mateo usa la palabra «iglesia» de
forma paralela con «Reino de los Cielos», lo que indica que la comunidad donde
reinará el Hijo de David comenzará ya en la Tierra como una sociedad organizada.
Para interpretar ese texto es necesario entenderlo en su perspectiva judía de
pueblo específico, reino geográfico, asamblea de hombres y mujeres concretos.
c) El Nuevo Testamento reconoce la importancia de esa Iglesia establecida por
el Señor, por ejemplo:
+ La Iglesia es la plenitud de Cristo (Ef 1, 22-23).
+ El Señor comparte su gloria con la Iglesia (Jn 17, 22).
+ A Él se le da gloria en la Iglesia (Ef 3, 21)
+ La Iglesia sobrevive a los poderes del infierno (Mt 16, 18)
+ La columna y fundamento de la verdad es la Iglesia (1Tim 3, 15)
+ La Iglesia es la Esposa de Cristo, por ende inseparable de Él (Ef 5,25;
Mt19,5-6)
d) Si bien podrías estar de acuerdo con estos elementos de
establecimiento y unidad, tú prefieres enfatizar el aspecto espiritual,
invisible; pero para nosotros estos aspectos, que son muy ciertos, tienen que
tener una constancia física, corroborable, que se pueda afirmar como un punto de
referencia. Esto significa que la Iglesia es visible. Tiene que serlo
para que halla un punto de referencia sobre una misma verdad y norma de vida
para cuando el Señor no esté presente físicamente (Mt 28, 20; Jn 16, 13; 21, 25;
Hch 2, 42).
e) Creemos que es así porque no todo puede estar en un libro (Jn 21,
25). Tal y como pasa con la Constitución de cualquier país, cuando no habla
explícitamente sobre algún caso a resolverse, entonces tiene que intervenir la
interpretación de una autoridad formal (ejemplo, la Corte Suprema). Eso mismo
pasa con los grupos religiosos respecto de la Biblia, que a veces no están
conscientes de que funcionan como un magisterio eclesiástico. No es posible,
pues, depender absolutamente de un libro, y entonces es cuando reconocemos que
hace falta el Espíritu. En Juan 16, 13 dice que el Espíritu guiará a los
seguidores de Jesús a la verdad completa. Pero si Jesús estaba con ellos y les
había enseñado ya lo que quería que escribiesen 30 años más tarde, ¿no estaban
esas cosas resueltas? No. Jesús quería seguir revelándose a ellos (la Iglesia),
y por eso en Mt 28, 20 y en Mt 10, 40, así como en Lc 10, 16, el Señor es capaz
de decir: «el que a vosotros recibe, a Mí me recibe; y el que me recibe a Mí,
recibe al que me envió».
f) En el Nuevo Testamento contemplamos una misma Iglesia con un mismo
Espíritu enseñando una misma verdad. Para los apóstoles esto era importante,
porque cualquier error en la fe y la doctrina terminaba apartando a los fieles
de Cristo mismo (1Jn 4, 1-6; 2Jn, 7-12; Jd 3, 16, etc.). De ahí que afirmamos
una Iglesia apostólica (Hch 2, 42; Jn 20, 21; 15, 16; Lc 22, 29-30; Mt 16, 18;
Jn 10, 16; Lc 22, 32; Jn 21, 17), con autoridad (Mt 28, 8-20; Jn 20, 23; Lc 10,
16; Mt 28, 20), perpetua (Is 9, 6-7; Dn 2, 44; Dn 7, 14; Lc 1, 32-33; Mt 7, 23;
Mt 13, 24-30; Mt 16, 18; Jn 14, 16; Mt 28, 19-20) e infalible (Jn 16, 13; Jn 14,
26; 1Tim 3, 15; 1Jn 2, 27; Hch 15, 28; Mt 16, 19).
g) En Juan 17, 18-26 la segunda Persona de la Santísima Trinidad le habla
a la primera Persona rogando porque su Iglesia permanezca unida con el propósito
de que el mundo crea en Él (Jesús). ¿Ves que es necesario que el mundo vea el
testimonio corroborable de un cuerpo de creyentes unido, como condición
necesaria para que haya fe? La visibilidad de la Iglesia fue mandada por Cristo.
Discúlpame, pero tu creencia, al igual que la de muchos hermanos evangélicos, de
que la Iglesia no sirve y da lo mismo pertenecer a cualquiera, no es bíblica y,
por ello, no es compatible con la Palabra de Dios.
h) La Iglesia es necesaria como punto de referencia por su apostolicidad.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles vemos como la Iglesia primitiva
perseveraba todos los días en la doctrina de los apóstoles (Hch 2, 42). En el
capítulo 5 se afirma que mentirle a un apóstol es mentirle al Espíritu Santo (v.
9); y en el capítulo 6 son los apóstoles los que tuvieron que poner el orden en
la Iglesia. Refiérete a la controversia que se plantea en el capítulo 15, en
donde a Pablo y a Bernabé se les presenta un gran problema doctrinal. ¿Y cómo lo
resolvieron? Ellos no abrieron la Biblia para encontrar la solución, ellos se
refirieron a los apóstoles y celebraron en Jerusalén el primer concilio de la
Iglesia, y la resolución de ellos fue como un dictamen del Espíritu Santo (v.
28). Porque el criterio de autoridad en el Nuevo Testamento es apostólico.
i) En el mundo religioso de hoy la Iglesia es necesaria. Con más de 30
mil denominaciones cristianas enseñando «verdades» contradictorias entre sí,
argumentando basarse en la misma Escritura y en un mismo Espíritu, no pueden ser
la verdad de Jesús (Ef 4, 1-6; Jn 14, 26; 15, 26; 16, 13; 17, 26).
Mi Hija y yo estamos convencidas de que la evidencia bíblica, el sentido común y
la historia nos señalan a la Iglesia católica como la única y verdadera Iglesia
de Cristo. Por eso creemos que nos jugamos la vida eterna si claudicamos
elementos de fe que estamos seguras que son inseparables del misterio-Iglesia
que te he tratado de explicar aquí.
Con todo mi amor,
Tu suegra.
(cortesía http://www.elobservadorenlinea.com/)