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4b. Watertown - Expulsión y Expansión: Julio Chevalier, un Hombre con una Misión (E. J. Cuskelly MSC)

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Julio Chevalier, Fundador de los Misioneros del Sgdo Corazón con nuestra Señora del Sagrado Corazón

 

d. ¿Por qué Watertown?

 

Watertown no es una de las ciudades realmente famosas de los Estados Unidos, como Nueva York, Chicago o Los Ángeles. La verdad es que habrá más de un americano, que no tenga ni idea de dónde está. Y, con todo, es el lugar de la primera fundación M.S.C. fuera de Europa - y vale la pena visitarla -. Es lógico que alguien se pregunte por qué escogimos Watertown y cuáles fueron los hechos históricos que condujeron a la Congrega­ción M.S.C. a empezar allí su primera fundación en el Nuevo Mundo.

Un inicio de respuesta a tales preguntas se basa en la rápida propagación de la devoción a Nuestra Señora del Sagrado Corazón por Canadá y los Estados Unidos. El conocimiento de la devoción les condujo al conocimiento de su origen: Issoudun y la Comunidad M.S.C. En 1864, Mons. Charbonnel, el primer obispo de Toronto y a la sazón predicador de sermones y retiros, llegó a Issoudun, donde se le pidió que predicase un sermón especial sobre Nuestra Señora del Sagrado Corazón. A partir de entonces predicó sobre el mismo tema fuera de Issoudun, y siguió visitando con frecuencia a la comunidad M.S.C., a la que habló mucho sobre Canadá suscitando, sin duda, un vivo interés por aquella parte del mundo. Sabemos que en 1870 se estaban haciendo tentativas, de acuerdo con el Obispo de Ottawa, para enviar tres "misioneros a su diócesis. Antes de poder llegar al acuerdo final se produjo la guerra franco-prusiana. Después de la guerra se recibió una solicitud del Arzobispo Lynch, de Toronto, para que le enviaran personal. La petición iba apoyada por un tal Mr. L. Gibra, que parece había sido un antiguo seminarista condiscípulo de los P. P. Chevalier y Piperon. Este señor fue bastante exuberante en sus promesas, acerca de lo bien que serviría Toronto como trampolín para las obras de la Congregación M.S.C. en el Nuevo Mundo.

En 1873 el Consejo General decidió enviar alguien a Toronto, para ver de cerca las posibilidades reales y cuáles eran las esperanzas de expansión hacia el futuro. El P. Chappel, sacerdote de cincuenta y cinco años, con muy poco conocimiento del inglés, salió hacia Toronto el 21 de julio de 1873; le acompañaba el Hno. Enrique Dechátre. Debido a su escaso conocimiento de la lengua, no se expresaba claro sobre el tipo de trabajo permanente que podría desarrollar, y el Arzobispo parecía también compartir tal incertidumbre. Incluso la misma visita del Arzobispo Lynch a Issoudun, camino de Roma y en su viaje de regreso, no aclaró la situación gran cosa. Chappel, cada vez más impaciente, se fue a Montreal y envió al Hno. Enrique de regreso a Francia. En Montreal trabajó durante algún tiempo como vicario en una parroquia.

A finales de 1875, el Obispo de Ogdensburg, en los Estados Unidos, pidió ayuda al Arzobispo de Montreal. ¿ Conocía algún grupo de sacerdotes francoparlantes que pudieran cuidarse de los católicos franco-canadienses en Watertown? El nombre del P. Chappel fue sugerido in­mediatamente, y así fue que hacia los últimos días de 1875 estaba ya en Watertown. Desde allí escribió al P. Chevalier sobre las posibilidades concretas de establecer un centro para los M.S.C. y sus actividades en Watertown, Estado de Nueva York.

El Consejo General aceptó su recomendación y el 20 de abril de 1876 se celebró una "despedida de misioneros" en Issoudun, para el primer grupo de M.S.C. que iban a marchar como "misioneros" hacia el Nuevo Mundo. El P. Durin, nombrado superior de la nueva fundación, y dos escolares, Benjamín Grom y J. B. Métayer, salieron para Watertown. Hay, además, un par de hechos que deben mencionarse, puesto que enlazan con otros puntos de este relato. Watertown tiene unos cuantos "pri­meros" en su haber. Fue la primera casa M.S.C. fuera de Europa. Su primer superior, el P. Durin, llegaría a ser, en 1881, superior del primer grupo de misioneros M.S.C. en Oceanía; le sucedió en Watertown el P. Ramot. A la comunidad de Watertown fueron también destinados el primer M.S.C. holandés, P. T. Ariëns, y el primer sacerdote irlandés M.S.C., P. J. M. Neenan. El primero dejaría pronto la Congregación. El segundo, a los pocos meses de llegar, fue el primer M.S.C. que murió en América.

 

2.   EXPULSIÓN Y EXPANSIÓN

    El año 1879 la comunidad M.S.C. llevaba veinticinco años de existencia. Y en 1879 subieron al poder los Re­publicanos en Francia; lo que significaba dificultades para la Iglesia. "La ofensiva contra el «clericalismo» se desató en dos ocasiones diferentes -1879/1886 y 1898/ 1907- con tan ciega furia, que los católicos tuvieron la impresión de que era un esfuerzo de descristianización, inspirado por el espíritu de la Revolución".

1879-1886 es el periodo que vamos ahora a considerar, y 1898-1907 fueron los últimos años en la vida del P. Chevalier.

Puesto que la Congregación M.S.C. se vio seriamente afectada por estos ataques contra la Iglesia, creo que deberíamos dar una visión condensada de lo que fue todo este asunto. En 1879 las relaciones entre la Iglesia y los republicanos no eran cordiales en modo alguno, "tanto por culpa de los creyentes, como de sus adversarios.  Ante todo, los enemigos tenían entre sus hombres más poderosos -como Julio Ferry, Ministro de Instrucción Pública- hombres de tendencia secularizante, en el sentido de que intentaban aniquilar la religión. Ferry, en concreto, había declarado que su objeto era "organizar la Humanidad sin Dios". Muchos de estos hombres eran francmasones, y la francmasonería era, en aquella época, atea y reciamente opuesta a la Iglesia. Consecuentemente, el "anticlericalismo" de muchos de estos hombres era algo profundo y letal. No era pura oposición a la excesiva interferencia, por parte de los obispos y sacerdotes: era una hostilidad real, hacia la Iglesia, en cuanto religión.  Era aquel "espíritu laico que rechaza en la teoría y en la práctica la fe y cuanto de ella procede". Atacaban por con­siguiente, las organizaciones que instruían en la fe, viendo en ellas la influencia más poderosa en contra suya. Atacaban a los institutos religiosos, con preferencia a los jesuitas, y a todo lo que era recluta para el estado clerical.

La culpa era "también de los creyentes". Con su temor y oposición a estas "tendencias laicas", los católicos eran incapaces de apreciar, que en el movimiento republicano había muchas cosas inevitables, y otras muchas positivamente buenas. Los gobiernos del Estado tenían que llegar a su mayoría de edad, sin interferencia por parte de la Iglesia; las clases humildes no tenían la menor esperanza de justicia social, a no ser con un nuevo régimen político. Errando en la apreciación de estos hechos, muchos católicos, y la mayoría de los obispos, cerraron filas con el partido monárquico. Raros eran los obispos que advertían que "es disparatado uncir la religión a un partido político" (Mont. Guibert) o que declarasen, como Mons. Besson, que "no somos hombres de un partido, somos ministros de Jesucristo". La mayor parte de los católicos eran agresivamente monárquicos, llegando incluso a boicotear a los republicanos, denunciándolos a las autoridades por cantar la Marsellesa y con otros pequeños detalles de persecución mezquina.

Era inevitable que si los republicanos accedían al poder, la Iglesia habría de recoger las consecuencias de la reacción. Y así sucedió. Los republicanos llegaron al poder en 1879 y Julio Ferry se dispuso a organizar su "Humanidad sin Dios". Como ministro de Instrucción Pública podía, e hizo promulgar leyes, que atacaban de lleno a las órdenes de enseñanza y a la recluta para el clero.   Tales leyes obligaron a los M.S.C., lo mismo que a otras congregaciones, a llevar a sus estudiantes al extranjero, si querían seguir formándoles para el sacerdocio y la vida religiosa.

El 5 de noviembre de 1880 - Primer Viernes, por añadidura - el P. Chevalier "vio, en un solo día, a todos sus religiosos expulsados de sus casas en Francia por la Policía y las fuerzas armadas; se colocaron innobles sellos en las puertas de la Basílica de Issoudun y de las otras capillas de nuestras casas...”. Las puertas de la Basílica fueron cerradas y selladas, impidiendo todo acceso. En la preciosa capilla de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, las lámparas votivas quedaron inatendidas; las llamas parpadearon y murieron. No hubiera resultado extraño, en una situación así, que se hubiera tambaleado la fe del mismo P. Chevalier, o que hubiera renunciado a cualquier esperanza para el porvenir. Muchas órdenes religiosas que tenían entonces provincias en Francia, no tienen hoy ninguna. Los M.S.C. pudieron mantener una casa abierta en Francia: 4a de la parroquia de Issoudun, que fue respetada por no aparecer tan manifiestamente como casa "religiosa". Los expulsados dependían de Francia en su crítica situación económica. Apenas tenían un pie a tierra en España; en cuanto a Watertown, era una casa pequeña y muy lejana. Roma, con los estudiantes, era más una casa para mantener que para ayudar al resto de la Congregación. El P. Chevalier había comenzado su empresa con un compañero; ahora tenía alrededor de sesenta. Empezó con un pajar que había convertido en una hermosa basílica; ahora se la habían arrebatado. Pero lo que no pudieron arrebatarle fue el ánimo y la resolución que eran cualidades tan singulares de su carácter; tampoco pudieron privarle de la entrega y la lealtad de un Piperon, un Jouët y la mayor parte de los hombres que se le habían unido. En realidad, ya había entrevisto la posibilidad de estos desgraciados sucesos; lo había previsto, y en la medida en que se lo permitían sus escasos recursos, había hecho sus planes para tal eventualidad. Si tuvo dudas, nadie lo supo jamás. Habían empezado con un pajar; si era necesario, él y sus compañeros lo volverían a hacer de nuevo, veintiséis anos mas tarde.

Si miramos hacia adelante, al cabo de dos años justos, y a la distancia de unos pocos cientos de kilómetros al norte, encontraremos a los M.S.C. de nuevo en plena actividad... ¡en una fábrica, esta vez! Habían comprado en Tilburg, Holanda, una vieja fábrica de confecciones y la habían convertido en una fábrica de producir M.S.C. En los años sucesivos y con mejor emplazamiento, seguiría produciendo casi exclusivamente, M.S.C. holandeses, para la provincia que se convertiría en la mayor de la Congregación, digna de elogio por su contribución a la Iglesia local y por sus logros misioneros. Por aquellos días, en cambio, tenía también M.S.C. franceses, alemanes, suizos, irlandeses y belgas. Con todo lo grande que era la fábrica, pronto se halló rebosando de novicios, muchachos de la Escuela Apostólica, escolares y aspirantes a hermanos; y con una oficina para los Anales holandeses de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. También estaban, por supuesto, los sacerdotes necesarios para llevar adelante todas esas actividades. Y al frente de esta activa y complicada empresa, como responsable de todas sus diferentes secciones, se hallaba... "el hombre que, sencillamente, no estaba hecho para responsabilidades", ¡Carlos Piperon!

Si retrocedemos un par de años, encontraremos al P. Chevalier escribiendo al arzobispo de Bourges en febrero de 1876: "Las últimas elecciones deben ponernos muy en guardia a los religiosos... Humanamente hablando, nos hallaremos indefensos dentro de más o menos tiempo. Permítame exponer a Su Excia. las medidas de prudencia que las circunstancias parecen aconsejar... Previendo la posibilidad de que no se nos permita seguir en Francia con la Escuela Apostólica, Noviciado y Escolasticado, pienso que deberíamos trasladar, durante los años críticos dichas obras a Inglaterra, Bélgica u Holanda, donde tenemos muchos asociados y algunos buenos bienhechores. Voy a mandar con tal propósito al P. Durin - hombre de orden, virtud e inteligencia - antes de que salga para América, a visitar estos diferentes países, para que nos asegure un refugio, caso de que lo necesitemos "

Tras los funestos sucesos del 5 de noviembre de 1880, el P. Chevalier llevó a cabo sus proyectos. En cuanto a los escolares, la solución inmediata era relativamente fácil; se fueron a Roma, donde fueron bien acogidos por los estudiantes M.S.C. que ya estaban allí. En Issoudun, varias familias se habían ofrecido a alojar a los sacerdotes, que el P. Chevalier quería que le hicieran compañía durante aquel tiempo. Los muchachos de la Escuela Apostólica de Chezal-Benoît fueron trasladados a Issoudun y divididos en grupos pequeños. Habían preparado dormitorios para ellos en puntos diferentes de la villa, y durante el día seguían con sus clases en otros lugares.

"Nuestros padres esperaban que les sacarían de sus celdas el viernes, 5 de noviembre; y eso es lo que sucedió exactamente. El Sagrado Corazón permitió que sus misioneros fuesen expulsados el día que le estaba consagrado. Todos notaron la coincidencia y se sentían felices de sufrir algo por el Sagrado Corazón..."

"Por la mañana temprano, cuando los chicos estaban en la cripta..., en la meditación, llegó el P. Chevalier a avisarles que se retirasen a la sala de estudio del externado. La policía estaba ya llamando a la puerta principal de la casa... Mientras los padres eran desalojados, los escolares de Issoudun y Chezal, vestidos de paisano, se sentaban junto a nosotros en el estudio como si pertenecieran a nuestro grupo... La policía pasó varias veces por delante de nuestra puerta, sin detenerse... La Basílica fue cerrada, sellando todas sus puertas, pero nadie cayó en la cuenta de la cripta! El P. Chevalier había

tomado la precaución de situarse delante de la escalera que conducía a la cripta, tapando así la entrada... Estaba tranquilo, como de costumbre, incluso sonriente..."

"Los padres fueron a encontrar refugio en la ciudad. Con los chicos, sólo se quedaron el P. Laviale y los otros que habían estado en Chezal. Con todo, la existencia de la Escuela Apostólica no era desconocida en Issoudun. Las autoridades podían haber causado disgustos; por lo cual se decidió que fuéramos considerados como externos. En consecuencia, tuvimos que pensar en desalojar la casa del Sagrado Corazón e ir a comer y dormir en la ciudad. Aquella tarde del viernes dormimos por última vez en el Sagrado Corazón". "Sábado, 6 de noviembre de 1880. Se empleó la mañana entera llevando camas a tres casas diferentes, en la ciudad: señora Du Quesne, que había puesto a nuestra disposición una casa entera; familia Des Meloizes; y la señora de Verneuil, a quien el buen P. Vandel llamaba siempre «la abuela de la Escuela Apostólica». También otras familias habían ofrecido sus casas, pero nos limitamos a estas tres familias para que los muchachos no estuviesen demasiados diseminados...".

"En cuanto a las comidas, las Hermanas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón nos cedieron parte de su casa...

De este modo los chicos de la Escuela Apostólica pudieron continuar en Issoudun. Los novicios y los estudiantes no pudieron quedarse en Francia. Tenían que marcharse; pero su marcha no tenía sentido a menos que algunos sacerdotes les acompañasen, para continuar la formación M.S.C. en otra parte.

Mientras sus hermanos "tomaban el camino hacia el exilio", el P. Chevalier se quedaba atrás, en Issoudun, trabajando y orando para que, a pesar de tan rudo golpe, se salvase la joven congregación. "Fui a echarme a menudo a los pies de Nuestro Señor - escribía -, y le dije: Mi divino Salvador, soy yo, sólo yo, por mis pecados, la causa de este trastorno. Golpéame; yo lo merezco, pero ten compasión de mis hermanos y salva del naufragio a esta pequeña congregación totalmente entregada a tu divino Corazón..." "Con la gracia de Dios hice cuanto pude para extender nuestras obras y hacerlas prosperar, para procurar algunas fuentes de ingresos y atender a las necesidades de nuestros hermanos desterrados. Cuántas preocupaciones y que cúmulo de trabajos, día y noche! "

 

HOLANDA

   Los novicios estaban a punto de salir hacia Holanda y no transcurriría mucho tiempo antes de que tuviera que seguirles parte de la Escuela Apostólica.

Como iban a demostrar los acontecimientos, Holanda era una buena elección. La comunidad M.S.C. tenía por este tiempo varios contactos con Holanda. En primer lugar estaba el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Sittard, donde se había creado ya en 1866 una Asociación de Nuestra Señora -en la capilla del convento de las Ursulinas- que se había hecho muy famosa. El P. Chevalier había predicado allí en diciembre de 1873, cuando el Obispo de Roermond coronó la estatua, en nombre del Papa Pío IX. Ya había, por entonces, algunos escolares y alumnos de la Escuela Apostólica holandeses. El P. T. Ariëns, profesor antes del Seminario Menor de S'Hertogenbosch, había profesado como M.S.C. en abril de 1875. Aunque había abandonado la Congregación por estas fechas, proporcionó en cambio un nuevo lazo con la diócesis a la que se había trasladado el Noviciado, desde Francia. El P. Jouët fue requerido como de costumbre para estos asuntos de relaciones públicas.

Ya había sido enviado una vez antes a Holanda, a Sittard, en agosto de 1871. Había sido una salida imprevista de Issoudun, con una notificación a última hora, que echaba por tierra algunos planes hechos por Jouët. "De modo que -escribía- se me envía a hacer unos cuantos días de retiro en un queso holandés... Oh, santa obediencia, cuán amable eres".  Un mejor contacto con el queso y el pueblo de Holanda hicieron que escribiese con bastante mayor entusiasmo, el 10 de octubre de 1880:

"Todo marcha bien en esta parte del mundo... El ratón de la fábula, que se retiró un día al interior de un queso holandés, debe haber sido muy inteligente, pues no pudo haber hallado lugar más delicioso ni más favorable a la paz y bienestar de la religión. Desde que estamos aquí hemos encontrado la mejor buena voluntad hacia nuestra Congregación.”

Halló al obispo de S'Hertogenbosch muy cordial y generoso. No sólo recibió a los M.S.C. en su diócesis, sino que les permitió usar una casa perteneciente a su Seminario, llamada Huize Gerra. Y allí se llevó el P. Piperon a sus novicios, a fines de 1880.

Ya tenían una casa; pero muy poco más. No tenían calefacción y sufrían frío y humedad. Su pobreza se vio aliviada por la generosidad de los profesores del Seminario y sus amigos, pero era duro a pesar de todo. La salud de más de uno de estos primeros novicios resultó crónicamente dañada; pero tenían un espíritu que les hacia seguir adelante.

Noviembre de 1881 fue el mes en que profesaron los primeros novicios formados fuera de Francia. Entre ellos había nombres que más tarde se harían famosos dentro y fuera del ámbito de la Congregación: Bontemps, fundador de la misión de las Islas Gilbert; Couppé, primer obispo de Nueva Bretaña, Linckens, fundador de la provincia alemana y de las Religiosas M.S.C., y Reyn, a quien volveremos a hallar en los últimos capítulos. Era toda una galería de "fundadores". Esta profesión planteó de inmediato un nuevo problema de planificación: ¿debían los jóvenes estudiantes reunirse con los escolares de Roma, o convenía tomar otras medidas al respecto? Quizá se intuyó que la fe y la generosidad de la comunidad católica holandesa, significaba una auténtica promesa para el futuro de los M.S.C. Sea lo que fuere, decidieron que los estudiantes permanecieran allí. Tal decisión fue favorecida por el ofrecimiento del Director del Seminario, de que los jóvenes M.S.C. serían bienvenidos para proseguir sus estudios en el Seminario.

La casa de Gerra era pequeña y la comunidad iba creciendo. El P. Chevalier escribía desde Francia: "La Escuela Apostólica no puede seguir a salvo en Issoudun; en cualquier momento podríamos recibir orden de enviar los chicos a sus familias. Haga, pues, el favor de buscar una casa que pueda admitir tanto a los chicos como a novicios y escolares. Y apúrese; no hay tiempo que perder"

Así pues, el P. Piperon compró la fábrica en Tilburg. A quien visite Tilburg hoy en día, un M.S.C. holandés le enseñará el lugar en que se alzaba el viejo edificio. Actualmente se asientan allí un banco y una librería. Por motivos sentimentales fue comprado posteriormente por Jan Brocken, hermano del primer Superior General holandés M.S.C., para que, de alguna manera, guardase algo de relación con los M.S.C. Pero el tiempo rueda y las razones sentimentales se debilitan con los años, para dar paso al crudo realismo de los negocios; y nuestra fábrica se nos fue para siempre.

En 1882 Tilburg estaba en marcha como fundación M.S.C., con alumnos apostólicos, novicios, estudiantes y un grupo muy prometedor de jóvenes, que aspiraban a ser Hermanos en la Congregación. Fue aquí donde el estamento de los hermanos M.S.C. experimentó su primer arranque realmente vital. Tilburg estaba en marcha y cre­cería y prosperaría hasta convertirse en la casa central de una floreciente provincia holandesa.

Tras los estudiantes y novicios, llegaron los Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Existía en aquella época la impresión de que los M.S.C. no estaban realmente asentados en cualquier país, hasta que no daban a conocer a Nuestra Señora por medio de los Anales. Por entonces ya se publicaban en Francia, España, Roma y Watertown. En Tilburg fue el P. Barral quien logró ponerlos en marcha. Era un hombre joven e inteligente, lleno de energía y libre de toda suerte de inhibiciones. El hecho de proceder de Savoya y de tener que desenvolverse en holandés no supuso ningún problema para él; escribía los Anales en francés y hacia que se los tradujesen algunos hermanos profesores. Llegó incluso más lejos, hasta el punto de que, con la autorización del obispo de Colonia, publicaba también por el año 1884, unos Anales alemanes.

De esta suerte, la Congregación de los M.S.C. fue mejor conocida, allegando amigos y protectores en diferentes regiones. Así fue como el daño hecho a la Congregación M.S.C. en Francia quedó compensado en un tiempo relativamente corto. La estabilidad de la fundación, que había sido amenazada por las persecuciones francesas, quedó restablecida, y el futuro se presentaba lleno de promesas.

 

ESPAÑA

En esta época la comunidad M.S.C. estaba bien establecida en Roma como ya hemos visto, e Italia se convertiría en provincia aparte a su debido tiempo. Como consecuencia de los tempranos viajes del P. Jouët a España, se había organizado en Tarragona una Asociación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y así se ofrecía a los M.S.C. una oportunidad, si se decidían a realizar la fundación en España. El P. Jouët actuando como hombre de relaciones públicas, había puesto mucho cuidado en que la mayoría de los obispos tuviesen conocimiento de la Congregación. Por otra parte, al erigir la Asociación de Nuestra Señora, había tomado la precaución de que se firmase un acuerdo, por el que el centro de dicha Asociación sería transferido a la casa M.S.C., en cuanto la Congregación se decidiese a abrirla en España.

Con las persecuciones de 1880 se comprobó que había llegado el momento de tener una base sólida en España. Por estas fechas no había más que un M.S.C. español, el P. V. Casas, ordenado hacia dos años y con residencia en Roma. Recibió allí instrucciones del P. Jouët y puso enseguida manos a la obra para llevar la Congregación M.S.C. a su tierra natal, empezando una fundación en Barcelona. De momento se alojó con las Religiosas de la Presentación, cuidó de la edición de los Anales y esperó a que se le agregara un grupo de compañeros franceses. Llegaron éstos el 10 de noviembre. Venia como superior el P. Deidier, que hubo de abandonar la casa de Arles al ser cerrada por la fuerza; le acompañaban dos jóvenes escolares: Enrique Verius y Guillermo Neenan. Consiguieron una casa para residir y los escolares iban al Seminario Mayor para proseguir sus estudios. En una modesta capilla que erigieron en la casa, atendían también espiritualmente a algunos de los emigrantes franceses. Posteriormente adquirieron un viejo hospicio de San Juan de Dios, con una capilla pública que se convirtió en Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Esta fundación, sin embargo, no hizo los mismos progresos que la del Norte. Quedó estancada algunos años, bajo superiores faltos de empuje y de dinamismo. Comenzó solo a prosperar después de 1901, y más tarde se convirtió en la provincia española.

Hubo, desde luego, cierta expansión inicial fuera de Francia antes de la expulsión de las órdenes religiosas. En este primer crecimiento hemos consignado antes, la fundación de la casa M.S.C. en Roma, y hemos hablado ya de Watertown, la primera fundación M.S.C. fuera de Europa.

 


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