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La psicología anticristiana, antihumanista y posmoral de F. Nietzche y su influencia en el psicoanálisis

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Prof. Martín Federico Echavarría
Universitat Abat Oliba CEU, Barcelona
cortesía:
http://www.rudolfallers.info


Contenido
1. ¿"Psicología sin alma" o transformación de su significado?

2. La psicología de Nietzsche

3. El influjo de Nietzsche en la psicología

4. La actitud nietzscheana de Freud y su proyecto filosófico-cultural

5. El antihumanismo nietzscheano de Lacan

Conclusión


 

 

Aunque no siempre ha sido subrayado suficientemente, la influencia del pensamiento "transvalorizador" de Nietzsche sobre el psicoanálisis y la psicología profunda ha sido sumamente profunda. Esta influencia no se limita a ser sólo una conexión histórica, o una coincidencia en tal o cual doctrina, sino que también, y sobre todo, es una coincidencia en el "espíritu" inspirador, en la (pseudo) mística que los inspira, como lo han señalado en estas Jornadas I. Andereggen y E. Pavesi. La consecuencia es una visión antihumanista de la realidad del alma, en la que la consistencia del yo individual se disuelve en manos de poderes extraños, y en la que se pretende la superación faústica de la moral, poniéndose "más allá del bien y del mal". En esta ponencia expondremos lo esencial del pensamiento psicológico de Nietzsche, y no referiremos a su influecia en el psicoanálisis, deteniéndonos especialmente en S. Freud y a J. Lacan.

1. ¿"Psicología sin alma" o transformación de su significado?

Un primer tema que parecería definir la orientación humanista[1] o menos, parece ser su postura sobre el alma, su existencia y su naturaleza. La psicología experimental del siglo XIX, fundada en una filosofía positivista, o eliminó el problema del alma o lo relegó a la creencia. No otra cosa había hecho ya Kant en su Crítica de la Razón Pura.[2] Con mucha profundidad psicológica, Edith Stein, que fue estudiante de psicología de W. Stern[3], había diagnosticado así el mal de esta "psicología sin alma": "Cuando se observa una ceguera tan incomprensible respecto de la realidad del alma, como la que encontramos en la historia de la psicología naturalística del siglo XIX, cabe pensar que la causa de esa ceguera y de la incapacidad de llegar a lo profundo del alma no reside simplemente en determinados principios metafísicos, sino en una inconsciente angustia de encontrarse con Dios."[4]

Sin embargo, cosa para nada carente de importancia, se siguió hablando de alma, más allá de posturas conductistas extremas, o de algunas formas de monismo materialista psicobiologista. El mismo Freud, contrariamente a lo que se suele pensar, hizo amplio uso tanto del término alma (Seele), como también de espíritu (Geist). La psicoterapia, según el maestro de Viena, apunta al alma en sentido estricto, es la cura del alma, o eventualmente también del cuerpo, pero desde el alma.

Psique es una palabra griega que en nuestra lengua significa alma. Por tanto, el "tratamiento psíquico" ["psicoterapia"] ha de llamarse tratamiento del alma. Podríase suponer que se entiende como tal el tratamiento de las manifestaciones morbosas de la vida anímica, mas no es ese el significado del término. "Tratamiento psíquico" denota más bien el tratamiento desde el alma, un tratamiento -de los trastornos anímicos tanto como corporales- con medios que actúan directa e inmediatamente sobre lo anímico del ser humano.[5]

Aún más, afirma Freud, la psicología, una de cuyas partes (su fundamento, dice en otra de sus obras[6]) es el psicoanálisis, es la ciencia del alma: "El psicoanálisis es una parte de la ciencia sobre alma, de la psicología. También se lo llama 'psicología de lo profundo'."[7] El psicoanálisis busca ser, no una simple descripción experimental de los fenómenos psíquicos, sino "una teoría abarcadora y coherente de la vida anímica".[8] En psicoanálisis, como es sabido, lo anímico es principalmente lo inconsciente:

No; la condición de conciente no puede ser la esencia de lo psíquico, sólo es una cualidad suya, y por añadidura una cualidad inconstante, más a menudo ausente que presente. Lo psíquico en sí, cualquiera que sea su naturaleza, es inconsciente, probablemente del mismo modo que todos los otros procesos de la naturaleza de los cuales hemos tomado noticia.[9]

En este postulado se encuentra implícito el fundamento no humanista del psicoanálisis de Freud. No basta pues hablar de alma para que la postura psicológica pueda ser calificada de humanista o de "personalista", sino que es fundamental qué interpretación se da de la misma. De hecho, la postura de Freud difícilmente pueda ser considerada una forma de humanismo, ni siquiera de humanismo ateo, pues Freud desconfía radicalmente de las posibilidades de mejora del hombre.[10]

Ya antes que Freud, Nietzsche había considerado útil a los fines de la transvaloración conservar el milenario concepto de alma, pero reinterpretado, como instrumento fundamental para una transformación cultural.

Hay que acabar con [...] el atomismo anímico [...] aquella creencia que concibe al alma como algo indestructible, eterno, indivisible, como una mónada, como un átomo: ¡Esa creencia debemos expulsarla de la ciencia! Dicho entre nosotros, no es necesario en modo alguno desembarazarse por esto de 'el alma' misma y renunciar a una de las hipótesis más antiguas y venerables: cosa que suele sucederle a la inhabilidad de los naturalistas, los cuales, apenas tocan 'el alma', la pierden. Pero está abierto el camino que lleva a nuevas formulaciones y refinamientos de la hipótesis alma: y conceptos tales como 'alma mortal' y 'alma como pluralidad del sujeto' y 'alma como estructura social de los instintos y afectos' desean tener, de ahora en adelante, derecho de ciudadanía en la ciencia. El nuevo psicólogo al poner fin a la superstición que hasta ahora proliferaba con una frondosidad casi tropical en torno a la representación de alma, se ha desterrado a sí mismo, desde luego, por así decirlo, a un nuevo desierto y a una nueva desconfianza.[11]

Este proyecto nietzscheano fue ampliamente realizado a lo largo del siglo XX, y hoy el concepto tradicional de alma está absolutamente oscurecido en la conciencia "colectiva" de la cultura occidental. En esto, el psicoanálisis ha jugado un papel no menor. Intentaremos señalar aquí algunas conexiones fundamentales entre la psicología de Nietzsche, radicalmente antihumanista o posthumanista y posmoral, y la psicología contemporánea, con especial énfasis en el psicoanálisis.

2. La psicología de Nietzsche

El tema de la psicología en Nietzsche debe ser encuadrado en su proyecto de transavloración de todos los valores. En este contexto, la psicología juega un rol capital, es el aspecto destructivo del que filosofa "con el martillo", al punto que el filósofo alemán llega a considerarla como "reina de todas las ciencias".

Nunca antes se ha abierto un mundo tan profundo de conocimiento a viajeros y aventureros temerarios: y al psicólogo que de este modo "realiza sacrificios" -no es el sacrifizio dell'intelletto, ¡Al contrario! -le será lícito aspirar al menos a que la psicología vuelva a ser reconocida como señora de las ciencias, para cuyo servicio y preparación existen todas las ciencias. Pues a partir de ahora vuelve a ser la psicología el camino que conduce a los problemas fundamentales.[12]

Para Nietzsche, la cosa-en-sí kantiana es una hipótesis inútil, como el mundo de las Ideas platónico y el Cielo cristiano. Así como para Schopenhauer el mundo es "voluntad y representación", para Nietzsche lo único real es este mundo, que es puro devenir de centros de poder en pugna. La psicología se reduce pues a una fisio-psicología, que estudia las transformaciones diversas que sufren las pulsiones. Esta fisio-psicología es además una "psicología profunda", que debe luchar contra las resistencias inconscientes con que el corazón humano se defiende.

Una fisio-psicología auténtica se ve obligada a luchar con resistencias inconscientes que habitan en el corazón del investigador, ella tiene en contra suya 'el corazón'.[13]

Todo lo que es considerado como sublime y bueno, procede de un fondo pulsional inconsciente, que no es límpido y armónico, sino oscuro y conflictivo.[14] El fondo de la realidad es la contradicción, y sobre ella, por efecto de una sublimación, aparece el "espíritu". Ya vimos que el filósofo de Sils-Maria propone una transformación de la noción de alma. Lo mismo hace con la de "yo". Contrariamente a lo que se piensa, para Nietzsche el yo no es ni autónomo ni libre, sino una marioneta en manos de poderes ajenos a él. Para Nietzsche -que desde el punto de vista filosófico se mueve en el ámbito del kantismo, a través de Schopenhauer- el yo de Kant, como todo sujeto y como el alma de la tradición cristiana, es una construcción, una mera ficción, una máscara. Su origen es una confusión gramatical. En realidad el yo sería una marioneta en manos de otras fuerzas más poderosas, del elloo del "Selbst".

Es un falseamiento de la realidad efectiva decir: el sujeto "yo" es la condición del predicado 'pienso'. Ello piensa: pero que ese 'ello' sea precisamente aquel antiguo y famoso yo, eso es, hablando de modo suave, nada más que una hipótesis, una aseveración, y, sobre todo, no es una 'certeza inmediata'. En definitiva, decir "ello piensa" es ya decir demasiado: ya ese ello contiene una interpretación del proceso y no forma parte del mismo. Se razona aquí según la rutina gramatical que dice "pensar es una actividad, de toda actividad forma parte alguien que actúe, en consecuencia-". [...] y acaso algún día se habituará la gente, también los lógicos, a pasarse sin aquel pequeño ello (a que ha quedado reducido, al volatilizarse, el honesto y viejo yo).[15]

En el Zarathustra, habla Nietzsche del "Selbst", concepto presente en la filosofía alemana anterior y retomado explícitamente por Jung.[16]

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo. [...] El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye. Él domina y es también el dominador del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido -llámase sí-mismo-. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.[17]

El sujeto queda así absolutamente vaciado y expoliado de todas sus dignidades. No hay "individuo", "el individuum se ha vuelto dividuum", dice Nietzsche. En su interior luchan pulsiones contradictorias, estructuradas en distintos centros de poder, de los cuales el más poderoso gobierna y sojuzga a los otros.[18]

Este yo supone la formación de una memoria, sería el resultado de una escisión interna, producida por la introyección de la crueldad y el resentimiento:

Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa de doler permanece en la memoria' -éste es un axioma de la psicología más antigua (por desgracia, también la más prolongada) que ha existido sobre la tierra. [...] Cuando el hombre consideró necesario hacerse una memoria, tal cosa no se realizó jamás sin sangre, martirios, sacrificios; los sacrificios y empeños más espantosos (entre ellos, los sacrificios de los primogénitos), las mutilaciones más repugnantes (por ejemplo, las castraciones), las más crueles formas rituales de todos los cultos religiosos (y todas las religiones son, en su último fondo, sistemas de crueldades) -todo esto tiene su origen en aquel instinto que supo adivinar en el dolor el más poderoso medio auxiliar de la mnemónica.[19]

Así se constituiría la conciencia moral, y debajo de ella, sujeto a ella, el "pequeño yo".[20] Desde lo inconsciente, sin embargo, la fuerza que domina sería siempre la voluntad de poder. Justamente, la finalidad que Nietzsche persigue en la destrucción de las nociones de yo y de alma es una reinterpretación de la moral. Nietzsche elabora su psicología sobre todo analizando la cultura occidental.[21] Aún más, esa psicología tiene como finalidad principal este análisis. La dimensión teorética de la vida humana, ya eliminada por Kant, desaparece aquí absolutamente en una pura praxis autocreativa y autodestructiva. Dado que la verdad, para Nietzsche, no es más que una ficción cuyo carácter de mentira se ha querido olvidar[22], la construcción de una psicología -racional o empírica- que se propusiera como única meta el conocimiento teórico es algo ilusorio.[23] La verdad no es importante para ella, sino más bien, la salud y la enfermedad. La psicología para Nietzsche es práctica[24], los análisis que hace son pragmáticos, y se orientan a producir una enorme transformación en el espíritu de occidente.

Esto no significa, según su perspectiva, "moralizar" la psicología. Por el contrario, se trata de "deconstruir" la moral, y su sujeto.

La psicología entera ha venido estando pendiente hasta ahora de prejuicios y temores morales: no ha osado descender a la profundidad. Concebirla como morfología y como teoría de la evolución de la voluntad de poder, tal como yo la concibo -eso es algo que nadie ha rozado siquiera en sus pensamientos.[25]

La psicología, adoptando el método genealógico, que rastrea los orígenes psicogenéticos de la moral y de sus supuestos, se transforma en ciencia dela moral. No es éste el lugar apropiado para desarrollar todo el pensamiento de Nietzsche a este respecto. Como vimos el hombre como sujeto espiritual sería el resultado de la introyección de la pulsión agresiva y de la crueldad, idea retomada por Freud en su teoría del Superyó.[26] Y la principal causa de esta introyección habría sido la religión cristiana, y en particular la "vía moral-psicológica" del "sacerdote ascético".

Nietzsche afirma que el cristianismo como religión ha sido en los hechos abandonado por Europa. Pero la moral, que de éste derivaría, sigue vigente. El resultado de esta moral que el filósofo alemán considera "contranatura", por ahogar los instintos más genuinos, como la sexualidad[27] y la crueldad[28], dos aspectos de la fuerza más profunda, la voluntad de poder, afirma Nietzsche, es un tendero de enfermos mentales. El hombre moderno occidental es un "neurótico".[29] Pero la especie más grave de neurótico, sigue el filósofo alemán, es el santo[30], como lo demostraría toda la serie de síntomas patológicos que caracterizarían sus vidas.[31] "Como si la humildad, la castidad, la pobreza, en una palabra, la santidad, no hubiesen causado hasta ahora a la vida un daño indeciblemente mayor que cualesquiera horrores y vicios... El espíritu puro es mentira pura..."[32] El cristiano sería una especie de enfermo débil de los nervios[33] en manos de la guía sádica de los sacerdotes[34], que los convencerían de autodestruirse lentamente a través de la mala conciencia.[35]

El principal ardid que el sacerdote ascético se permitía para hacer resonar en el alma humana toda suerte de música arrebatadora y extática consistía -lo sabe todo el mundo- en aprovecharse del sentimiento de culpa. La procedencia del mismo la ha señalado brevemente el tratado anterior -como un fragmento de psicología animal, como nada más que eso: en él el sentimiento de culpa se nos presentó, por así decirlo, en estado bruto. Sólo en manos del sacerdote, ese auténtico artista en sentimientos de culpa, llegó a cobrar forma -¡oh, qué forma! El 'pecado' -pues así habla la reinterpretación sacerdotal de la 'mala consciencia' animal (la crueldad vuelta hacia atrás)- ha sido hasta ahora el acontecimiento más grande en la historia del alma enferma: en el pecado tenemos la estratagema más peligrosa y más nefasta de la interpretación religiosa. [...]. El enfermo se ha convertido en 'el pecador...'[36]

Sin embargo, el problema no sería éste, pues mientras existió una Iglesia fuerte, como la católica, las personas psicofisiológicamente débiles se habrían amparado dentro de sus muros, que serían una especie de hospicio para enfermos mentales.

Una especie de aglomeración y organización de los enfermos, por un lado (-la palabra 'Iglesia' es el nombre más popular para designar esto), una especie de preservación provisional de los hombres de constitución más sana, de los mejor forjados, por otro, la creación de un abismo, por tanto, entre lo sano y lo enfermo -¡esto fue todo durante mucho tiempo!, ¡y era mucho!, ¡era muchísimo![37]

Lo grave, según Nietzsche, es que quienes han roto con la Iglesia, han conservado su moral, y la enfermedad se ha expandido poco a poco a todo el mundo. Estamos aquí sin duda en las antípodas de la concepción tradicional, para la cual el santo es también el virtuoso por excelencia, y por lo tanto, ejemplo de plenitud humana.

¿Cuál es la solución que Nietzsche propone? No ciertamente volver a un período premoral, pues la conciencia, que iría siempre acompañada de la mala conciencia, ha sido a su juicio un fruto positivo del cristianismo. Se trata en cambio de llevar la contradicción y la tensión hasta sus últimas consecuencias, en un período "extramoral", "más allá del bien y del mal".

Durante el período más largo de la historia humana -se lo llama la época prehistórica- el valor o el no valor de una acción fueron derivados de sus consecuencias [...], así entonces era la fuerza retroactiva del éxito o del fracaso la que inducía a los hombres a pensar bien o mal de una acción. Denominemos a este período el período premoral de la humanidad: el imperativo '¡conócete a ti mismo!' era entonces todavía desconocido. En los últimos diez milenios, por el contrario, paso a paso se ha llegado tan lejos en algunas grandes superficies de la tierra que ya no son las consecuencias, sino la procedencia de la acción, lo que dejamos que decida sobre el valor de ésta: esto representa, en conjunto, un gran acontecimiento, un considerable refinamiento de la visión y del criterio de medida, la repercusión inconsciente del dominio de valores aristocráticos y de la fe en la 'procedencia', el signo distintivo de un período al que es lícito denominar, en sentido estricto, período moral: la primera tentativa de conocerse a sí mismo queda así hecha. [...] se interpretó la procedencia de una acción, en el sentido más preciso del término, como procedencia derivada de una intención; se acordó creer que el valor de una acción reside en el valor de su intención. [...] ¿No habríamos arribado nosotros hoy a la necesidad de resolvernos a realizar, una vez más, una inversión y un radical cambio de sitio de los valores gracias a una autognosis y profundización renovadas del hombre, -no nos hallaríamos nosotros en el umbral de un período que, negativamente, habría que calificar por lo pronto de extramoral: hoy, cuando al menos entre nosotros los inmoralistas alienta la sospecha de que el valor de una acción reside justo en aquello que en ella es no-intencionado, y de que toda su intencionalidad, todo lo que puede ser visto, sabido, conocido 'concientemente' por la acción, pertenece todavía a su superficie y a su piel [...]? [...] La autosuperación de la moral: acaso sea éste el nombre para designar esa labor prolongada y secreta que ha quedado reservada a las más sutiles y honestas, también a las más maliciosas de las conciencias de hoy, por ser éstas vivientes piedras de toque del alma.[38]

Los "filósofos del futuro", los "espíritus fuertes", necesitan de la ley, tienen necesidad de enemigo, para desplegar su poder.[39] La ley juega un rol dialéctico de profundización de la conciencia de la propia individualidad. Se trata entonces, de que una élite intelectual, tome el mando espiritual en el mundo occidental. A esto él lo llama la "gran política". Para lograr esto, los pocos "predestinados al laberinto" deben soportar y experimentar un proceso de autognosis radical, la bíblica "ciencia del bien y del mal". En este proceso todo lo negado y reprimido, el mal, debe salir a la luz, y ser integrado en la personalidad total, pues uno es tanto más rico cuantas más contradicciones lleva dentro de sí, en un endurecimiento demoníaco.[40] La prueba decisiva es la aceptación del "eterno retorno de lo mismo", es decir, del carácter infernal de la vida, que sería insuperable. Éste sería el motor fundamental de la recreación del mundo.

¿Qué ocurriría si día y noche te persiguiera un demonio en la más solitaria de las soledades diciéndote: 'Esta vida, tal como al presente la vives, tal como la has vivido, tendrás que vivirla otra vez y otras innumerables veces, y en ella nada habrá de nuevo; al contrario, cada dolor, cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro, lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño de tu vida, se reproducirán para ti, por el mismo orden y en la misma sucesión; también aquella araña y aquel rayo de luna, también este instante; también yo. El eterno reloj de arena de la existencia será vuelto de nuevo y con él tú, polvo de polvo?' ¿No te arrojarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así te hablaba? ¿O habrás vivido el prodigioso instante en que podrás contestarle: '¡Eres un dios! ¡Jamás oí lenguaje más divino!'. Si este pensamiento arraigase en ti, tal como eres, tal vez te transformaría, pero acaso te aniquilara: la pregunta '¿quieres que esto se repita una e innumerables veces?' ¡pesaría con formidable peso sobre tus actos, en todo y por todo! ¡Cuánto necesitarías amar entonces la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa que esta suprema y eterna confirmación![41]

Esta concepción en la que la moral es "puesta en el diván", analizada y curada de sí misma, pasa en lo fundamental al psicoanálisis de Freud y de éste, a veces inconscientemente, a muchos de los psicólogos posteriores, signando profundamente las características de su praxis. El psicólogo sería alguien que ayuda a un individuo agotado y enfermo por la moral vigente en la cultura occidental, a liberarse de ella y a superarla, transformándose en un individuo "excepcional", o al menos a relativizarla y vivirla como una ficción necesaria, pero no siempre obligante.

3. El influjo de Nietzsche en la psicología

El influjo del pensamiento de Nietzsche, en los varios niveles de la cultura occidental, se insertó en un ambiente espiritual acompañado de otros movimientos, enraizados en el proyecto de una nueva moralidad y religiosidad postcristianas. Movimientos contemporáneos y ligados muchas veces al nietzscheanismo han sido el wagnerismo, el espiritismo y el ocultismo, las sectas antroposóficas y teosóficas, algunas formas de socialismo o de anarquismo, y grupos análogos, que buscaban en este tipo de filosofías, y en las ciencias contemporáneas, la justificación de su visión del mundo y de sus prácticas heterodoxas neopaganas.

En este contexto Nietzsche influyó de modo notable en la praxis de la psicología en sus mismos orígenes, aún antes y más fuertemente que en filosofía. Un ejemplo claro de ello es Ludwig Klages, uno de los fundadores de la caracterología y de la grafología, quien se inspira de modo explícito y abierto en el filósofo de Sils-Maria.[42] La psicología klagesiana se funda en su pensamiento filosófico nietzscheano que inspiró su militancia en círculos teosóficos y ocultistas pro-arios y antisemitas -algunos lo consideran como uno de los fundamentos teóricos del nacionalsocialismo-.[43] La "psicología del futuro", si quiere ser fecunda, afirma Klages, debe inspirarse en las intuiciones nietzscheanas.[44] Sobre todo, el psicólogo debe, como Nietzsche, superar su misma humanidad, poniéndose más allá del bien y del mal, descubriendo la malicia esencial del corazón humano.[45] Para Klages, finalmente, el psicoanálisis es una versión vulgarizada de la psicología de Nietzsche.[46] Klages es hoy un autor casi olvidado, tal vez por su vinculación con el nacionalsocialismo, y fue vencido por el psicoanálisis. Sin embargo, su influjo fue grande en sus contemporáneos, sobre todo en aquellos dedicados al estudio del carácter. Además de su discípulo Hans Prinzhorn, podemos nombrar entre los autores que se inspiran enormemente en el caracterólogo alemán a Philipp Lersch, tercer sucesor de Wundt en Leipzig, y después profesor en Munich.[47]

En los psicólogos de inclinación fenomenológico-existencial, a la influencia de Heidegger y de Kierkegaard se suma a menudo la de Nietzsche. Comenzando por Karl Jaspers, quien antes de ocuparse con exclusividad de la filosofía se dedicó muy intensamente a la psiquiatría y a la psicología, lo que dejó en sus desarrollos ulteriores una fuerte marca. Su Psicopatología general es un verdadero clásico sobre la materia. Y en el prefacio a su obra de juventud Psicología de las concepciones del mundo, Jaspers reconoce que la preocupación por la psicología significó para él el pasaje de la medicina a la filosofía, por la influencia coordinada de Hegel, Kierkegaard y Nietzsche.

Al plantearme la pregunta acerca de las concepciones del mundo originarias, se abrió a mi buscar la tradición grandiosa de los pensadores que habían proyectado esta psicología, no bajo el nombre de psicología, o si lo habían hecho sólo de un modo parcial. La Fenomenología del Espíritu de Hegel, después sobre todo Kierkegaard, al que estudiaba desde 1914, y en segunda línea Nietzsche, fueron una revelación para mí. Eran capaces de iluminar con luz diáfana hasta el último ángulo del alma humana y de hacerla comunicable hasta en sus orígenes.[48]

A su orientación de tipo filosófico la llamó "psicología comprensiva"[49], cuyos grandes maestros son para Jaspers, justamente, Kierkegaard y Nietzsche: "Enteramente únicos y los más grandes de todos los psicólogos comprensivos son Kierkegaard y Nietzsche".[50] La vulgaridad de Freud habría arruinado o retardado el influjo directo en psicopatología de estos autores:

Como fenómeno histórico-cultural, el psicoanálisis es psicología popular. Lo que en las alturas de la verdadera historia del espíritu hicieron Kierkegaard y Nietzsche, es vuelto aquí más tosco en los puntos más bajos y desviado nuevamente, correspondiendo al bajo nivel de la mediocridad y de la civilización de las grandes ciudades. [...] y finalmente, ha imposibilitado la repercusión inmediata en psicopatología de lo propiamente grande (Kierkegaard y Nietzsche) y es culpable de la reducción del nivel intelectual de toda la psicopatología.[51]

Más cerca del psicoanálisis, el psiquiatra heideggeriano Ludwig Binswanger, que en su juventud fue discípulo de Freud, encuentra numerosos puntos de contacto entre Nietzsche y el "maestro de Viena". Y así es, la influencia de Nietzsche sobre el psicoanálisis es tan poderosa cuanto oculta, ya en el mismo Freud, y después en importantes discípulos suyos, tanto disidentes (Otto Gross, Otto Rank, Carl G. Jung, Alfred Adler) como fieles (Lou Andreas-Salomé, Arnold Zweig, Paul Federn), y más adelante en el tiempo en Jaques Lacan y los psicoanalistas franceses de generaciones posteriores, cuyo pensamiento se entrelaza con la filosofía posmoderna.

4. La actitud nietzscheana de Freud y su proyecto filosófico-cultural

Una de las cosas que más desorientan para comprender la verdadera naturaleza del psicoanálisis de Freud, y por eso de todas las otras corrientes subsiguientes, fue su proveniencia de un campo no filosófico, como el de la medicina. En realidad, desde siempre las relaciones entre filosofía y medicina han sido estrechas -baste pensar en Aristóteles mismo, en los filósofos árabes medievales, o en la medicina romántica-, pero es verdad que éste ha sido el modo como las teorías de Freud han entrado en la cultura por una vía distinta e inesperada, sin que se percibiera con claridad desde el principio su verdadero alcance, y han tenido un impacto práctico incalculable. Hay que decir, sin embargo, que este proyecto se encontraba ya en Nietzsche, quien acarició por un tiempo, incluso, la idea de estudiar medicina y especializarse en psiquiatría.[52]

El disfraz inconsciente de las necesidades fisiológicas, bajo pretexto de lo objetivo, de lo ideal, de la idea pura, llega tan lejos que asusta, y más de una vez me he preguntado si en términos generales no habrá sido hasta ahora la filosofía una interpretación del cuerpo ante todo y tal vez un error del cuerpo. Detrás de las más altas evaluaciones que hasta ahora guiaron la historia del pensamiento se esconden defectos de conformación física, ya de individuos, ya de castas, ya de razas enteras. Todas esas audaces locuras de la metafísica, sobre todo en lo que se refiere al valor de la vida, se pueden considerar como síntomas de determinadas constituciones físicas. Y aunque estas afirmaciones o aquellas negaciones de la vida carezcan de importancia desde el punto de vista científico, no por eso dejan de dar al historiador y al psicólogo preciosos indicios, como síntomas que son del cuerpo, de su medro o desmedro, de su plenitud, de su potencia, de su soberanía en la historia y también de sus paradas, de sus fatigas, de su enflaquecimiento, de su presentimiento del fin y de su voluntad de finar. Aun espero yo que un médico filósofo, en toda la extensión de la palabra -uno de aquellos que estudian el problema de la salud en general del pueblo , de la época, de la raza, de la humanidad-, tenga alguna vez el valor de llevar a sus últimas consecuencias la idea que yo no hago más que sospechar y aventurar. En todos los filósofos no se ha tratado hasta ahora de la verdad, sino de otra cosa diferente, dígase salud, porvenir, acrecentamiento, potencia, vida...[53]

El más relevante exponente del "médico filósofo" nietzscheano ha sido sin duda Freud, a pesar de que ha tenido importantes antecedentes. El hecho de provenir de la medicina ha permitido a Freud la entrada de su pensamiento en el ámbito cultural desde un punto inesperado, y la realización práctica de un proyecto filosófico y en cierto sentido "ético", en modo subrepticio. La "actitud" freudiana, ya presente en Nietzsche, y en otros autores es paradigmática para toda la praxis de la psicología: más allá de su adhesión a la "antropología" freudiana o su rechazo de ésta, y de su visión teórica del mundo, la gran mayoría de los psicólogos posteriores asimila esta misma actitud, que determina toda su actividad.[54] Se trata de la actitud de ruptura respecto de la tradición y de la superación de la moral.

El tema de la relación de Freud con la filosofía, ha sido muy profundizado en los últimos años, y es difícil ya tomar ingenuamente a Freud por un cerrado cientificista, desconocedor en absoluto de los filósofos y de la filosofía, para la cual se pronunció muchas veces incapaz.[55]

Sin adentrarnos en detalles que aquí no podemos desarrollar, a partir sobre todo de su correspondencia juvenil[56] sabemos de un vivo y temprano interés de Freud por la filosofía. No sólo leyó con avidez a Feuerbach ("el que más venero y admiro entre todos los filósofos")[57], Nietzsche y Strauss[58], sino también al mismo Aristóteles -nada menos que la Ética Nicomaquea-.[59] Sabemos, además, que hizo tres cursos con Brentano,[60] y que, por recomendación del mismo, tradujo al alemán uno de los volúmenes de las Obras de John Stuart Mill.[61] Para introducir a su novia a la filosofía escribió un ABC filosófico, hoy perdido.[62] Junto con sus amigos Josef Paneth y Sigfried Lipiner fundó un diario filosófico de tendencia materialista, de corta duración.[63] Es probable en cambio que no leyera a Schopenhauer sino más adelante, pero pensemos que la creación del psicoanálisis fue propia de su madurez (alrededor de los cuarenta años), y que luego se transformó en un ávido lector de este filósofo. Freud muestra también un conocimiento suficiente del pensamiento de Kant.[64]

Más importante todavía es la siguiente confesión hecha por Freud a su confidente Wilhelm Fliess, en los inicios mismos del psicoanálisis (carta del 2 de abril de 1896): "En mis años juveniles, sólo aspiraba a conocimientos filosóficos y ahora estoy a punto de realizar este deseo pasando de la medicina a la psicología", demostrando entender con lucidez, por más que luego lo quisiera ocultar en sus escritos para el gran público, el verdadero alcance de sus ideas y de la práctica psicoanalítica. "En el fondo de mí mismo abrigo la esperanza de llegar por este camino a mi primera finalidad: la filosofía", escribía a Fliess el 1° de enero de 1897. Esto no es dicho explícitamente en ninguna obra de Freud, aunque podemos encontrar afirmaciones que, bien leídas, vienen al encuentro de este proyecto subterráneo del maestro de Viena. Ahora bien, Freud demuestra tener muy en claro que de este modo se está ubicando al psicoanálisis muy por encima de una ciencia empírica, en un ámbito propiamente filosófico, como dice el siguiente pasaje: "me hice médico porque me vi obligado a desviarme de mi propósito originario [estudiar filosofía], y mi triunfo en la vida consiste en haber reencontrado la orientación inicial mediante un largo rodeo."[65]

En todo caso afirma Freud claramente que el psicoanálisis no es medicina, y ni siquiera una parte cualquiera de la psicología, sino su base y sufundamento.

No escapará a mis lectores que en lo anterior he presupuesto como evidente algo que todavía se cuestiona mucho en las discusiones, a saber: que el psicoanálisis no es una rama especial de la medicina. No veo cómo alguien podría negarse a reconocerlo. El psicoanálisis es una pieza de la psicología, no de la psicología médica en el sentido antiguo ni de la psicología de los procesos patológicos, sino de la psicología lisa y llana; por cierto, no es el todo de ella sino su base [Unterbau], acaso su fundamento [Fundament] mismo. Y no debe llamar al engaño la posibilidad de aplicarlo con fines médicos; también la electricidad y los rayos X hallaron aplicación en medicina, pero la ciencia de ambos es la física.[66]

En este proyecto filosófico que Freud pudo realizar a través del psicoanálisis, Nietzsche jugó un rol, capital, que fue creciendo en importancia con los años.[67] Freud leyó Nietzsche desde los 17 años de edad. Su mejor amigo, Josef Paneth, que lo ayudó a financiar su carrera de medicina y que fue su compañero en las lecturas de Feuerbach, en la creación del diario de filosofía y en los cursos de Brentano, llegó a entrevistarse directamente con Nietzsche.[68] Otro amigo suyo, Lipiner, fue reconocido por Nietzsche como su discípulo, habiendo escrito un libro "Prometeo encadenado" alabado por el pensador de Sils-Maria. Más adelante, ya fundado el psicoanálisis, La Genealogía de la moral, y la enfermedad mental de Nietzsche serían tema de las discusiones psicoanalíticas de los días miércoles (1908). El tema Nietzsche aparece también con ocasión de las disidencias de Alfred Adler y Carl Jung.

Pero tal vez, el nexo personal más interesante entre ambos pensadores sea Lou Andreas-Salomé, que había sido discípula y amiga íntima de Nietzsche, seriamente involucrada en su proyecto de transvaloración, y que se incorporó a la escuela de Freud luego del Congreso Psicoanalítico de Weimar de 1912 -durante el cual algunos psicoanalistas aprovecharon para presentar sus respetos a la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-. Salomé fue una personalidad característica de los ambientes contraculturales de la época. Además de su relación con Nietzsche -quien llegó a proponerle matrimonio-, cabe destacar su vínculo con Rilke, del que fue musa inspiradora y una especie de directora espiritual. Ella fue uno de los primeros "legos" -es decir, no médicos- en ejercer el psicoanálisis y la primera en publicar artículos en el Jahrbuch de psicoanálisis. El notable influjo de esta mujer sobre el último período de la obra de Freud es afirmado por muchos estudiosos de su obra. Sobre el influjo de Nietzsche, tenemos además la declaración espontánea del maestro de Viena hecha durante una entrevista de G. S. Viereck: "Nietzsche fue uno de los primeros psicoanalistas. Es sorprendente hasta qué punto su intuición se anticipó a nuestros descubrimientos. Nadie más ha sido tan profundamente consciente de la dualidad de las motivaciones de la conducta humana y de la prevalencia del principio de placer a pesar de sus constantes vaivenes"

No es nuestra intención aquí exponer la doctrina de Freud, ni siquiera en sus aspectos fundamentales. Tampoco podemos detenernos en la demostración de los distintos aspectos en los que el pensamiento de Freud ha sido más fuertemente marcado por el de Nietzsche, pues exigiría un desarrollo mucho más amplio. Apuntemos aquí que las nociones de "pulsión", "ello", "inconsciente", "represión", "sublimación", el carácter patógeno de la moral occidental[69] y de la religión, la "compulsión a la repetición", y otras ideas centrales del pensamiento freudiano, se encuentran presentes, en modo muy evidente, en la obra del filósofo alemán. La técnica terapéutica misma de hacer conciente lo inconsciente, se inserta en una concepción cercana a la idea de Nietzsche, según la cual la curación consiste en la aceptación del mundo como necesidad, y en la superación del bien y del mal.

Digamos, sin embargo, que el "optimismo" trágico y exaltado de Nietzsche contrasta con el marcado pesimismo de Freud, al punto que tal vez el filósofo alemán lo podría considerar un "pesimista" o "nihilista pasivo" y regresivo.[70] En esto, el antihumanismo de Freud es más coherente:

Ha de sernos muy provechoso, a mi juicio, seguir la invitación de un autor, que por motivos personales declara en vano no tener nada que ver con la ciencia, rigurosa y elevada. Me refiero a G. Groddeck, el cual afirma siempre que aquello que llamamos nuestro yo se conduce en la vida pasivamente y que, en vez de vivir, somos "vividos" por poderes ignotos e invencibles.[71]

Estos "poderes ignotos" son las fuerzas del ello. La tarea del psicoanálisis es aliarse con el yo -que es un complejo- para que éste gane terreno sobre el ello, en cuya superficie está construido. Pero como esta base es irreductible, el análisis es interminable.[72] Este pesimismo no es compensado por su "fe" iluminista en la ciencia, que da lugar a una solución totalitaria del problema cultural: una aristocracia nietzscheana de científicos de "espíritu fuerte" que gobierne a la masa ignorante.[73] Pues la ciencia es impotente contra la tendencia natural a la muerte que Freud cree descubrir en la realidad, y que sus pacientes deben reconocer en sí mismos. El "dios logos" es vencido por el "dios ananké".[74]

5. El antihumanismo nietzscheano de Lacan

La presencia de Nietzsche es también evidente en desarrollos posteriores del psicoanálisis. Aquí, lamentablemente, no los podemos explicar, pero sí al menos mencionar. Nos detendremos en cambio, en el antihumanismo de Lacan.

En primer lugar, debemos mencionar al disidente Carl G. Jung -separado de Freud en 1914-, en el cual la influencia de Nietzsche fue tanto o más importante que en el mismo Freud, al punto que le dedicó un larguísimo seminario, todavía inédito. En este autor, como ya dijéramos respecto de Klages, el influjo filosófico de Nietzsche y Schopenhauer, al que se suma el de otros autores como Kant y Hegel, es asumido en un espíritu de reforma de la cultura y de la religión, en la que intervienen otros factores e influencias, como las de la mística heterodoxa de autores como Jakob Boehme, el espiritismo y el ocultismo. El punto central es la superación de la separación entre el bien y el mal, a través de la asunción de todos los aspectos de la psique, concientes e inconcientes, individuales y colectivos, en el Selbst.

Otro autor al que se suele relacionar con Nietzsche es Alfred Adler, creador de la "psicología individual". Y si bien es verdad que entre sus fuentes filosóficas de inspiración se encuentra sin duda el filósofo alemán, es nuestra opinión que el espíritu de fondo es diverso. A pesar de ser aficionado a la filosofía, el temperamento de Adler es menos especulativo que el de Freud o Jung, y su psicología tiene un carácter más práctico, que hace a muchas de sus observaciones útiles, y fácilmente separables del contexto filosófico original. Otras influencias filosóficas han sido la de Hans Vaihinger, y la del socialismo.

Adler mismo se ha defendido muchas veces de la acusación de nietzscheanismo que le han lanzado sus adversarios. En efecto, para Adler, la voluntad de poder juega un rol fundamental en el desarrollo del carácter neurótico, pero no es en absoluto lo deseable. Por el contrario, la curación consiste en una especie de pedagogía moral que lleve a la superación de la tendencia egocéntrica a través del desarrollo del "sentimiento de comunidad", acercándose muchas veces a las intuiciones fundamentales del conocimiento práctico tradicional sobre el hombre. Por su mayor objetividad, si la comparamos por ejemplo con el psicoanálisis de Freud, la psicología de Adler ha dado lugar a interpretaciones del todo diversas. Algunas de ellas, desde la perspectiva del socialismo. Otras, cristianas como las del psiquiatra y filósofo católico neotomista Rudolf Allers[75] y la del protestante Fritz Künkel. Algunos lo consideran como un antecesor de la psicología humanista americana, o del neopsicoanálisis de autores como Harry Stack Sullivan, Erich Fromm y Karen Horney. Otros, de la psicología existencial, por la centralidad del proyecto de vida en el análisis del carácter -pensemos que Viktor Frankl, discípulo de R. Allers, surgió de la escuela adleriana-. Finalmente, autores como Rudolf Dreikurs han hecho un desarrollo cognitivista de la teoría adleriana.[76]

De entre los seguidores de Freud, en lo que hace al estudio que nos ocupa, hay que concederle, sin lugar a dudas, un importante puesto al psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1985). La pretensión del Lacan es promover un "retorno a Freud", luego de la "desviación" que respecto de su espíritu revolucionario habría sufrido el psicoanálisis, ya a partir de los escritos de la hija misma del maestro de Viena, Anna Freud, terminando en lapsicología del yo de Hartmann, Kris y Lowenstein. Estos autores tenderían a un aburguesamiento del psicoanálisis, facilitando una aproximación del mismo a la psicología general y a la psicología de la personalidad norteamericanas, poniendo al yo -y no al ello- como núcleo del psicoanálisis, y postulando una "zona libre de conflictos".

El ya mentado "retorno a Freud" promovido por Lacan pretende ser un redescubrimiento del antihumanismo del creador del psicoanálisis, es decir, de su crítica radical del sujeto. Por ello, y muy conscientemente, el retorno a Freud es un verdadero "retorno a Nietzsche", a las raíces nietzscheanas del psicoanálisis. En efecto, el descubrimiento de Nietzsche en 1925-1926 había producido su ruptura definitiva con el catolicismo, del que sería en adelante acérrimo detractor.[77]

Dejando de lado otros aspectos, en los que se descubre también la interpretación nietzscheana de Freud (como la relación entre ley y deseo), nos centraremos en la crítica del sujeto, tema de clara inspiración en Nietzsche.

La postura de Lacan ante los psicoanalistas que pretenden centrar el psicoanálisis en el yo, es sumamente dura y sus textos referidos a ellos, cargados de ácida ironía. El retorno al yo es desvirtuar la esencia del psicoanálisis, que produjo la "revolución copernicana" de "descentrar al sujeto". Justamente, las modificaciones que el Freud lector de Nietzsche introdujo desde 1920, como la "pulsión de muerte", la "compulsión a la repetición", el "ello", etc., tenían como finalidad producir ese descentramiento del sujeto.[78]

El señor Hartmann, querubín del psicoanálisis, nos anuncia la gran nueva, después de la cual podremos dormir tranquilos: la existencia del ego autónomo. A este ego que desde el inicio del descubrimiento freudiano siempre fue considerado conflictivo, que incluso cuando se lo situó como una función vinculada a la realidad nunca dejó de ser tenido por algo que, al igual que ésa, se conquista en un drama, a ese ego de pronto nos lo restituyen como un dato central.[79]

Esta centralidad concedida al yo sería un retroceso hacia posturas modernas ya superadas. Justamente en eso se hallaría la originalidad freudiana (y nietzscheana). Lo que describe la psicología del yo "se encuentra a nivel de lo que podemos llamar lo inmediato, se da en la experiencia psicológica del individuo; extremando las cosas, y a fin de ilustrar nuestro pensamiento, digamos que está incluso al nivel de la marioneta. Pero lo que a Freud le interesa es saber con qué hilos se la dirige. De esto habla cuando habla de instinto de muerte o instinto de vida."[80]

No nos interesa aquí entrar en las complicadas disquisiciones lacanianas acerca de la naturaleza de este yo (moi) al que el psicoanalista francés contrapone el je, perteneciendo el primero al registro de lo imaginario y el segundo al de lo simbólico -considera al sujeto unido a una estructura y no al sujeto aislado o abstracto, separado del todo, que sería lo único realmente existente-. Este moi es el producto imaginario de una identificación especular, que resulta de la relación diádica del niño con su madre.[81]

Quedarse en el yo es, para Lacan, dejarse atrapar en la inmediatez de la ilusión. Hay que llegar al fondo de la cosa freudiana para descubrir que el yo es meramente resistencial. Por las grietas de su discurso se deja entrever otra realidad, el inconsciente.

Lacan rechaza, mostrándose en esto muy cerca de Nietzsche, toda interpretación substancialista del inconsciente. El inconsciente no es el "sujeto" que subyace a la "máscara", ni el inconsciente romántico de un E. von Hartmann. No hay sujeto. En ese sentido el inconsciente es exterior, ya que todo es exterioridad y superficie, es "ex-sistente" y no susbsistente.

Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de la repetición (Wiederholungszwang) toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante. Esta noción, a su vez, la hemos puesto como correlativa de la ex-sistencia (o sea: el lugar excéntrico donde debemos situar al sujeto del inconsciente, si hemos de tomar en serio el descubrimiento de Freud).[82]

"El inconsciente está estructurado como un lenguaje". El sentimiento de autonomía y libertad del yo es ingenuo; queda desmantelado con el giro copernicano del descubrimiento del inconsciente. La insistencia hace referencia al ensamble del inconsciente personal en una cadena de significantes que lo sobrepasa y en la que está integrado, que es el lenguaje mismo. La ex-sistencia hace referencia a la exterioridad del inconsciente, que no es poseído por un sujeto personal -más bien él es quien posee a un individuo, que es fruto de una violencia interpretativa dentro del horizonte del lenguaje-.

[...] el inconsciente es el discurso del Otro. Este discurso del Otro no es el discurso del otro abstracto[83], del otro en la díada, de mi correspondiente, ni siquiera simplemente de mi esclavo: es el circuito en que estoy integrado. Soy uno de sus eslabones. Es el discurso de mi padre, por ejemplo, en tanto que mi padre ha cometido faltas que estoy absolutamente condenado a reproducir: lo que llaman super-ego. Estoy condenado a reproducirlas porque es preciso que retome el discurso que él me legó, no simplemente porque soy su hijo, sino porque la cadena del discurso no es cosa que alguien pueda detener, y yo estoy precisamente encargado de transmitirlo en su forma aberrante a algún otro.[84]

Ser estructurado por el lenguaje es ser violentado en cuanto a la propia realidad: "la ley del hombre es la ley del lenguaje".[85] Lo simbólico subvierte lo real natural, y así lo hace ser.

Es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas, primeramente confundidas en el hic et nunc de todo el devenir, dando su ser concreto a su esencia, y su lugar en todas partes a lo que es desde siempre ktema eV aei. El hombre habla, pues, pero es porque el símbolo lo ha hecho hombre.[86]

El núcleo de lo que venimos tratando es, en el fondo, el tema de la verdad, o mejor, su puesta en tela de juicio ("verdad y mentira en sentido extramoral", diría Nietzsche), es decir, el tema de la interpretación y el combate hermenéutico.

El descubrimiento de Freud pone en tela de juicio la verdad, y no hay nadie a quien la verdad no le incumba personalmente.[87]

Esa verdad sin la cual ya no hay modo de discernir el rostro de la máscara, y fuera de la cual parece no haber más monstruo que el laberinto mismo ¿cuál es? Dicho de otra manera, ¿en qué se distinguen entre sí en verdad, si son todos de igual realidad?[88]

Con Freud[89] y Nietzsche, Lacan se presenta como un profeta de la verdad de la no-verdad, del triunfo de la pulsión de muerte, del vacío detrás de las máscaras y, en última instancia, de lo que Thomas Mann llamó acertadamente "lo demoníaco" en la obra de Freud.[90] La consecuencia es un pesimismo de una lucidez infernal, que ve en la búsqueda de la verdad que hace tender a la Verdad absoluta fundante, al enemigo de la "experiencia" de autognosis psicoanalítica.[91]

Conclusión

La psicología contemporánea es en muchas de sus líneas más importantes abiertamente antihumanista. Contrariamente a lo que a veces se piensa sobre el "subjetivismo" de la psicología, en el psicoanálisis el "sujeto" es desmantelado y su centro de gravedad es puesto fuera de sí mismo en el "ello". Este antihumanismo psicoanalítico hunde sus raíces en determinados autores de filosofía, y muy particularmente en Nietzsche. En éste, la deconstrucción de las nociones de alma y de yo está en íntima conexión con el proyecto de transvaloración de todos los valores, y por lo tanto de superación del cristianismo y de la moral. El análisis genealógico del sujeto tiende a mostrar que la estructura de la subjetividad es el resultado de la dirección de la agresividad contra uno mismo. Privando a la moral del "yo", se la priva también de un culpable. El todo es necesario, y los individuos sólo abstractamente se pueden separar de su devenir infinito. Como nadie se puede poner fuera del todo para juzgarlo, Nietzsche cree de este modo redimir el mundo. Así se superarían el bien y el mal, que son nociones entre sí conectadas.

El psicoanálisis aplica esta filosofía a interpretación y atención de los individuos singulares, a los que pretende liberar de las consecuencias negativas del sentimiento de culpa a través de la toma de conciencia de la no-centralidad del yo en su conducta y, por lo tanto, su falta de verdadera responsabilidad. Por eso la terapia psicoanalítica es sólo análisis y no un esfuerzo de transformación de la voluntad y del comportamiento.

Una psicología verdaderamente cristiana debe por lo tanto tener mucha cautela en su relación con autores y doctrinas cuyos fundamentos teóricos y procedimientos prácticos son tan radicalmente deshumanizantes y disolutivos de la responsabilidad moral de las personas. Tomar el método sin la doctrina (Dalbiez, Maritain) no parece una actitud suficientemente lúcida al respecto. No se trata tampoco de hacer psicología "humanista", en el sentido de tener una fe ciega en las posibilidades del hombre "autónomo", desconociendo su efectiva caída; sino de redescubrir las profundidades y posibilidades que se abren al hombre por la redención de Cristo.


 

[1] Aquí hablamos de "humanismo" en un sentido amplio, y no de esa corriente particular de la psicología contemporánea que se suele denominar así (representada por A. Maslow, C. Rogers, E. Fromm, etc.), y que son formas de humanismo ateo y secularizado. Cf. P. C. Vitz, Psychology as Religion. The Cult of Self-Worship, William B. Eerdmans Company, Michigan 19942.

[2] I. Kant, Crítica de la Razón Pura, II Parte, II división, l. 2, c.1: "El problema de explicar la comunidad del alma con el cuerpo no pertenece propiamente a la psicología de que se trata aquí, porque se propone demostrar la personalidad del alma, aun fuera de esa comunidad (después de la muerte), y es, por tanto, en su sentido propio trascendente, si bien se ocupa de un objeto de la experiencia, pero sólo en cuanto cesa de ser objeto de la experiencia. Sin embargo, puede darse a esto una respuesta suficiente, según nuestro concepto doctrinal. La dificultad, que ha ocasionado ese problema, consiste, como es sabido, en la presupuesta heterogeneidad del objeto del sentido interno (alma) con los objetos de los sentidos externos, teniendo aquél el tiempo por condición formal de su intuición y éstos el tiempo y el espacio. Pero si se piensa que las dos especies de objetos no se distinguen en eso interiormente, sino sólo por cuanto la una aparece (es fenómeno) a la otra exteriormente y, por lo tanto, que lo que hay a la base del fenómeno de la materia, como su cosa en sí, puede acaso no ser tan heterogéneo, desaparece dicha dificultad y sólo resta la siguiente: cómo sea posible en general una comunidad de sustancias. Pero resolverla es cosa que cae fuera del campo de la psicología y, sin duda alguna, fuera del campo de todo conocimiento humano, como puede fácilmente juzgarlo el lector por lo que se ha dicho en la analítica, acerca de las potencias y las facultades fundamentales."

[3] W. Stern, filósofo y psicólogo alemán, fue uno de los más conocidos estudiosos de la personalidad durante la primera mitad del siglo XX. Autor de la "psicología diferencial", él llama a su postura filosófica "personalismo". Discípulo suyo fue el famoso psicólogo de la personalidad americano Gordon Allport. Cf. W. Stern, Psicología general desde el punto de vista personalístico, Paidós, Buenos Aires 1951, 2 tomos.

[4] E. Stein, "El castillo del alma", en Obras selectas, Monte Carmelo, Burgos 1997, 444-445.

[5] S. Freud, "Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu)", en Obras, vol. 1, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, 1014.

[6] Cf. S. Freud, "¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial", en Obras completas, vol. XX, Amorrortu, Buenos Aires 1990, 236.

[7] S. Freud, "Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis" (1940), en Obras completas, vol. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires 1996, 284.

[8] Ibidem, 288.

[9] Ibidem, 285.

[10] Consideramos, por lo tanto, equivocada la interpretación que en sentido contrario ha hecho E. Fromm, Ética y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México 1987, 50: "En su caracterología Freud presenta también una posición que no es relativista, aunque solamente por su implicación. Supone que el desarrollo de la libido continúa desde la fase oral a través de la anal y la genital, y que la orientación genital llega a ser predominante en la persona sana. Aunque Freud no se refiere explícitamente a los valores éticos, hay allí una conexión implícita: las orientaciones pregenitales características de las actitudes dependientes, insaciables y avaras, son éticamente inferiores a la genital, es decir, al carácter maduro y productivo. La caracterología de Freud implica que la virtud es el fin del desarrollo del hombre. Este desarrollo puede ser obstruido por circunstancias específicas y generalmente externas y puede así ocasionar la formación del carácter neurótico. El crecimiento normal, no obstante, producirá el carácter maduro, independiente y productivo, capaz de amar y de trabajar; para Freud, en último análisis, salud y virtud son lo mismo. Pero esta conexión entre carácter y ética no es explícita. Tuvo que permanecer confusa, en parte, debido a la contradicción entre el relativismo de Freud y el reconocimiento implícito de los valores de la Ética Humanista, y en parte, porque ocupándose principalmente del carácter neurótico, Freud dispensó escasa atención al análisis y a la descripción del carácter genital y maduro."

[11] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro, Alianza, Madrid 1997, 34.

[12] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 46.

[13] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 45. Cf. Nietzsche contra Wagner, Tres Haches, Buenos Aires 1996, 75: "Si he logrado adelantarme algo a todos los psicólogos, es porque poseo un poco más de agudeza para este género de inferencias retrospectivas tan difíciles y capciosas, y que son aquellas en las que se cometen más errores: deducir de la obra su creador, del hecho el autor, del ideal aquel para quien es necesario y de cualquier manera pensar y valorar el deseo que por detrás la impulsa."

[14] Cf. Th. Mann, "Nietzsche a la luz de nuestra experiencia", en Eco. Revista de Cultura de Occidente, 6 (1965) 609: "Estaba destinado a ser psicólogo; la psicología es su pasión primordial: conocimiento y psicología son para él en el fondo la misma pasión; [...] Él es ya desde los comienzos un psicólogo, en virtud de aquella idea schopenhaueriana, según la cual, no es el intelecto el que engendra la voluntad, sino al contrario; la voluntad, no el intelecto es el factor primario y dominante en el alma humana. El intelecto como instrumento obediente de la voluntad: éste es el punto de partida de toda psicología, de una psicología de la sospecha y desenmascara en la acción sus motivos profundos. Nietzsche se entrega, como abogado de la vida, en los brazos de la psicología moral; sospecha que todos los 'buenos' impulsos tienen su origen en los malos, y proclama a éstos como los más nobles y más elevados de la vida. He aquí la transmutación de los valores." Sin embargo, este autor interpreta equivocadamente a Nietzsche como un humanista.

[15] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 38. La noción de "ello" es la única que Freud reconoce expresamente haber tomado de Nietzsche, a través de G. Groddeck. Sin embargo, difícilmente se encontrará otro pasaje, fuera del recién citado, en el que nuestro autor utilice este término, si bien la realidad misma denotada por el mismo ocupa un lugar central en su psicología. Cf. S. Freud, "El yo y el ello", en Obras, vol 3, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, 2707 (nota): "Groddeck sigue el ejemplo de Nietzsche, el cual usa frecuentemente este término [Ello] como expresión de lo que en nuestro ser hay de impersonal." Ya en Kant leemos: "Por ese YO o ÉL, o ELLO (la cosa) que piensa, nada es representado, sino un sujeto trascendental de los pensamientos que son sus predicados y del cual separadamente nunca podemos tener el más mínimo concepto." (I. KANT, CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA, II PARTE, II DIVISIÓN, LIBRO 2, C. 1).

[16] Cf. C. G. Jung, Tipos psicológicos, Edhasa, Barcelona 1994, 562: "Sí-mismo (Selbst): En cuanto concepto empírico llamo sí-mismo al conjunto íntegro de todos los fenómenos psíquicos que se dan en el ser humano. El sí-mismo expresa la unidad y totalidad de la personalidad global. Pero en la medida en que esta última, a consecuencia de su componente inconsciente, nunca puede ser consciente sino de manera parcial, propiamente el concepto de sí-mismo es empírico sólo en parte y, por tanto, en esa misma medida es un postulado. Dicho con otras palabras, el concepto de sí-mismo engloba cosas experimentables y cosas no experimentables o que aún no han sido experimentadas. [...] En la medida en que la totalidad -que se compone de contenidos tanto conscientes como inconscientes- es un postulado, el concepto de totalidad es un concepto trascendente, pues presupone, por razones empíricas, la presencia de factores inconscientes y con ello caracteriza una entidad que sólo en una parte puede ser descrita".Ibidem, 564: "Yo (Ich): Entiendo por "yo" un complejo de representaciones que constituye para mí el centro del campo de mi conciencia y que a mi parecer posee una elevada continuidad e identidad consigo mismo. De ahí que hable también del complejo del yo. El complejo del yo es tanto un contenido de la conciencia como una condición de la conciencia [...], pues para mí un elemento psíquico es consciente en cuanto está referido al complejo del yo. Pero en la medida en que el yo es sólo el centro del campo de mi conciencia, no es idéntico a la totalidad de mi psique, sino que es meramente un complejo entre otros complejos. De ahí que yo establezca una distinción entre el yo y el sí-mismo, por cuanto el yo es sólo el sujeto de mi conciencia, pero el sí-mismo es el sujeto de mi psique entera, también, por tanto, de mi psique inconsciente."

[17] F. Nietzsche, Así habló Zarathustra, Alianza, Buenos Aires 1990, 61 (De los despreciadores del cuerpo).

[18] F. Nietzsche, Fragmentos póstumos, Norma, Bogotá 1992, 145 (otoño1885-primavera 1886): "El hombre es una pluralidad de 'voluntades de poder': cada una con una pluralidad de medios de expresión y de formas. Las presuntas 'pasiones' tomadas por separado (por ejemplo, el hombre es cruel) son sólo unidades ficticias en la medida en que aquello que desde los diferentes impulsos fundamentales se presenta a la consciencia como del mismo género, es condensado sintéticamente en una 'esencia' o 'facultad', en una pasión."

[19] F. Nietzsche, La genealogía de la moral, 69-70.

[20] Ibidem, 99: "Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro -esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su 'alma'. [...] La enemistad, la crueldad, el placer en la persecución, en la agresión, en el cambio, en la destrucción -todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la 'mala consciencia'."

[21] Si bien Nietzsche es en cierto modo continuador del proyecto iluminista, sobre todo en el segundo período de su filosofía (recordemos que Humano, demasiado humano, fue dedicado a Voltaire), lo radicaliza en sentido inmoralista y anticristiano, sacando todas sus consecuencias devastadoras para el sujeto.

[22] F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid 1996, 25: "¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas, vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son." Hay en el hombre, según Nietzsche, una "capacidad activa de olvido", que es un evidente antecedente de la represión freudiana; F. Nietzsche, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid 1995, 65-66: "[...] la fuerza de la capacidad de olvido. Esta no es una mera vis inertiae, como creen los superficiales, sino, más bien, una fuerza activa, positiva en el sentido más riguroso del término, facultad de inhibición, a la cual hay que atribuir el que lo únicamente vivido, experimentado por nosotros, lo asumido en nosotros, penetre en nuestra conciencia, en el estado de digestión (se lo podría llamar 'asimilación anímica'), tan poco como penetra en ella todo el multiforme proceso con el que se desarrolla nuestra nutrición del cuerpo, la denominada 'asimilación corporal'. [...] -éste es el beneficio de la activa, como hemos dicho, capacidad de olvido, una guardiana de puerta, por así decirlo, una mantenedora del orden anímico, de la tranquilidad, de la etiqueta."

[23] Sobre este tema cf. H. Vaihinger, "Nietzsche und seine Lehre von bewust gewollten Schein", apéndice de Die Philosophie des Als Ob. System der theoretischen, praktischen und religiösen Fiktionen der Menschheit auf Grund eines idealistischen Positivismus. Mit einem Anhang über Kant und Nietzsche, Reuther und Reichard, Berlin 1913, 771-790. Publicado en español junto con Sobre verdad y mentira en sentido extramoral de Nietzsche por Tecnos, Madrid 1996. Esta obra de Vaihinger ha influido a Freud y a Adler.

[24] Nietzsche la compara con la caza, y se llama a sí mismo, "cazarratas de conciencias" y "tentador"; F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 71: "El alma humana y sus confines, el ámbito de las experiencias humanas internas alcanzado en general hasta ahora, las alturas, las profundidades y lejanías de esas experiencias, la historia entera del alma hasta este momento y sus posibilidades no apuradas aún: ese es, para un psicólogo nato y amigo de la 'gran caza', el terreno de caza predestinado."

[25] Ibidem, 45.

[26] Cf. S. Freud, El malestar en la cultura, en Obras completas, vol. XXI, Amorrortu, Buenos Aires 1996, 120: "La agresión es introyectada, interiorizada, pero en verdad reenviada a su punto de partida; vale decir: vuelta hacia el yo propio. Ahí es recogida por una parte del yo, que se contrapone al resto como superyó y entonces, como 'consciencia moral', está pronta a ejercer sobre el yo la misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena gana en otros individuos, ajenos a él. Llamamos 'consciencia de culpa' a la tensión entre el superyó que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. Se exterioriza como necesidad de castigo. Por consiguiente, la cultura yugula el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmándolo, y vigilándolo mediante una instancia situada en su interior, como si fuera una guarnición militar en la ciudad conquistada."

[27] Cf., por ejemplo, F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo, Alianza, Madrid 1997, 135: "Solo el cristianismo, que se basa en el resentimiento contra la vida, ha hecho de la sexualidad algo impuro: ha arrojado basura sobre el comienzo, sobre el presupuesto de nuestra vida."

[28] Cf. F. Nietzsche, La genealogía de la moral, 76: "Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía [...]. Sin crueldad no hay fiesta: así lo enseña la más antigua, la más larga historia del hombre -¡y también en la pena hay muchos elementos festivos!" Sin embargo, según Nietzsche, esta crueldad reaparecería en el cristianismo como "resentimiento"; lo ejemplifica con el mismo santo Tomás: "Pues ¿qué es la bienaventuranza de aquel paraíso?... Quizá ya nosotros mismos lo adivinaríamos; pero es mejor que nos lo atestigüe expresamente una autoridad muy relevante en estas cosas, Tomás de Aquino. 'Beati in regno coelesti', dice con la mansedumbre de un cordero, 'videbunt poenas damnatorum, ut beatitudo illis magis complaceat'." [F. NIETZSCHE, LA GENEALOGÍA DE LA MORAL, 56]. ESTE TEXTO DE SANTO TOMÁS PERTENECE A IN IV SENT., DIST. 50, Q. 2, A. 4A, IN C (S.TH. SUPPL. Q.94 A.1), Y SU SENTIDO EVIDENTE NO ES EL DE UNA VENGANZA RESENTIDA CONTRA LOS CONDENADOS, SINO EL DE LA GRATITUD HACIA DIOS POR HABER SIDO LIBRADOS POR SU MISERICORDIA DEL CASTIGO ETERNO, Y UNA ALABANZA A SU PERFECTA JUSTICIA: "UT BEATITUDO SANCTORUM EIS MAGIS COMPLACEAT, ET DE EA UBERIORES GRATIAS DEI AGANT, DATUR E IS UT POENAS IMPIORUM PERFECTE INTUEANTUR."

[29] A Nietzsche le gusta poner como ejemplo a su antiguo amigo R. Wagner, que para él habría hecho una regresión al cristianismo; cf. F. Nietzsche, El caso Wagner, 22-23: "Los problemas que él [Wagner] lleva a escena, que son puros problemas de histerismo, lo que tienen de convulsivas sus pasiones, su sensibilidad sobreexcitada, su gusto que pide siempre especias más fuertes; su inestabilidad disfrazada de principio, y en particular la elección de sus héroes y de sus heroínas, considerados como tipos fisiológicos (una galería de enfermos), todo esto junto forma un cuadro patológico que no deja la menor duda: Wagner est une névrose. No hay cosa tan sabida hoy en día, al menos tan estudiada, como el carácter proteiforme de la degeneración, que aquí se oculta en la crisálida del arte y de un artista. Para los médicos y fisiólogos Wagner es un caso muy interesante; por lo menos un caso muy completo. Precisamente por ser archimoderna, esta enfermedad general de todo el organismo, esta decrepitud y esta sobreexcitación de toda la mecánica nerviosa, hace de Wagner el artista moderno por excelencia, el Cagliosto de la modernidad."

[30] F. Nietzsche, La genealogía de la moral, 166: "(La neurosis religiosa aparece como una forma del 'ser malvado': de ello no hay duda). ¿Qué es esa neurosis? Quaeritur. Hablando a grandes rasgos, el ideal ascético y su culto sublimemente moral, esa ingeniosísima, despreocupadísima y peligrosísima sistematización de todos los medios de desenfreno del sentimiento bajo la protección de propósitos santos se ha inscrito de un modo terrible e inolvidable en la historia entera del hombre."

[31] Ibidem, 153: "Tal propósito [el de "rendir por el hambre a la corporalidad y a la concupiscencia"] sirve, puede servir para producir perturbaciones espirituales de toda índole, 'luces interiores', por ejemplo, como ocurre en los hesicastos del Monte Athos, alucinaciones de sonidos y formas, voluptuosos desbordamientos y éxtasis de la sensualidad (historia de santa Teresa)."; Ib., 165: "Detrás del training de expiación y redención encontramos epidemias epilépticas enormes, las más grandes que la historia conoce, como las de los danzantes medievales de San Vito y San Juan; encontramos, como otra forma de su influjo, parálisis terribles y depresiones duraderas, con las cuales a veces el temperamento de un pueblo o de una ciudad (Ginebra, Basilea) se transforma, de una vez para siempre, en lo contrario de lo que era."

[32] F. Nietzsche, El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo, Alianza, Buenos Aires 1996, 33.

[33] El primero de todos, Cristo mismo: "Jesús es lo contrario de un genio: es un idiota. Adviértase su incapacidad para comprender una realidad: gira en torno a cinco, a seis conceptos, que antes ha oído y que poco a poco ha entendido, es decir, ha entendido falsamente -en ellos tiene su experiencia, su mundo, su verdad- el resto le es ajeno. [...] El hecho de que los auténticos instintos varoniles -no sólo los sexuales, sino también los de lucha, orgullo, heroísmo- no se hayan desarrollado jamás en él, el hecho de que se haya quedado retrasado y haya permanecido infantilmente en la edad de la pubertad: ¡eso es propio de ciertas neurosis epileptoides! [...] Jesús es un idiota en medio de un pueblo muy listo... Sólo que sus discípulos no lo fueron. -¡Pablo no era en modo alguno un idiota! -de esto depende la historia del cristianismo." [Fragmento póstumo de 1888].

[34] Además de san Pablo, un ejemplo arquetípico sería para Nietzsche san Agustín: "He leído ahora, para esparcimiento, las Confesiones de san Agustín, lamentando grandemente el que tú no estuvieras a mi lado ¡Oh ese viejo retor! ¡Qué falso es, cómo pone los ojos en blanco! ¡Cómo me he reído! (Por ejemplo, acerca del 'hurto' de su juventud, que es en el fondo una historia de estudiantes) ¡Qué falsedad psicológica! (Por ejemplo, cuando habla de la muerte de su mejor amigo, con quien tenía una sola alma, y dice que se decidió a seguir viviendo para que, de esa manera, su amigo no muriese del todo). Algo así es mentiroso hasta la náusea. El valor filosófico, igual a cero. Platonismo aplebeyado, es decir, una forma de pensar inventada para la más elevada aristocracia del alma, acomodada aquí a naturalezas de esclavo. Por lo demás, leyendo este libro es posible ver las entrañas del cristianismo: asisto a ello con la curiosidad de un médico y filólogo radical!" [Carta al teólogo Franz Overbeck, Niza, 31 de marzo de 1885].

[35] F. Nietzsche, La genealogía de la moral, 148: "Si se quisiera compendiar el valor de la existencia sacerdotal, habría que decir sin más: el sacerdote es el que modifica la dirección del resentimiento. Todo el que sufre busca, en efecto, una causa de su padecer; o, dicho con más precisión, un causante, o, expresado con mayor exactitud, un causante responsable, susceptible de sufrir, -en una palabra, algo vivo sobre lo que poder desahogar, con cualquier pretexto, en la realidad o in effigie, sus afectos: pues el desahogo de los afectos es el máximo intento de alivio, es decir, de aturdimiento del que sufre, su involuntariamente anhelado narcoticum contra tormentos de toda índole." ibidem, 149: "'Yo sufro: alguien tiene que ser culpable de esto' -así piensa la oveja enfermiza. Pero su pastor, el sacerdote ascético, le dice: '¡Está bien, oveja mía!, alguien tiene que ser culpable de esto: pero tú misma eres ese alguien, tú misma eres la única culpable de esto, -¡Tú misma eres la única culpable de ti!...' Esto es bastante audaz, bastante falso: pero con ello se ha conseguido al menos una cosa, con ello la dirección del resentimiento, como hemos dicho, queda cambiada."

[36] Ibidem, 163.

[37] Ibidem, 149-150. Cf. El Anticristo, 87-88 "Poner enfermo al hombre es la verdadera intención oculta de todo el sistema de procedimientos salutíferos de la Iglesia. Y la Iglesia misma -¿No es ella el manicomio católico como último ideal? [...] El momento en que una crisis religiosa se adueña de un pueblo viene caracterizado por epidemias nerviosas; [...] los estados 'supremos' que el cristianismo ha suspendido por encima de la humanidad, como valor de todos los valores, son formas epileptoides. La Iglesia ha canonizado in maiorem dei honorem únicamente a locos o a grandes estafadores."

[38] F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 57-58.

[39] F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, 55: "Otro triunfo [sobre el cristianismo] es nuestra espiritualización de la enemistad. Consiste en comprender profundamente el valor que posee el tener enemigos: dicho con brevedad, en obrar y sacar conclusiones al revés de cómo la gente obraba y sacaba conclusiones en otro tiempo. La Iglesia ha querido siempre la aniquilación de sus enemigos: nosotros, nosotros los inmoralistas y anticristianos, vemos nuestra ventaja en que la Iglesia subsista... [...] Sólo se es fecundo a condición de ser rico en antítesis." Esta concepción dialéctica de la enemistad se encuentra también en S. Kierkegaard, Temor y temblor, Losada, Buenos Aires 1991, 19: "Los grandes hombres sobrevivirán en la memoria; pero cada uno de ellos fue grande según la importancia de aquello que combatió. Porque quien luchó contra el mundo fue grande triunfando del mundo [...]; pero fue el más grande de todos quien luchó contra Dios."

[40] F. NIETZSCHE, MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL, 173-174 "¡PERMANEZCAMOS DUROS, NOSOTROS, LOS ÚLTIMOS ESTOICOS!, Y ENVIEMOS EN SU AYUDA TODAS LAS COSAS DEMONÍACAS QUE AÚN NOS QUEDAN -NUESTRA NÁUSEA FRENTE A LO BURDO E IMPRECISO, NUESTRO NITIMUR IN VETITUM, NUESTRO VALOR DE AVENTUREROS, NUESTRA CURIOSIDAD ALECCIONADA Y EXIGENTE, NUESTRA MÁS SUTIL, MÁS ENMASCARADA, MÁS ESPIRITUAL VOLUNTAD DE PODER Y DE SUPERACIÓN DEL MUNDO, LA CUAL MERODEA Y YERRA ANSIOSA EN TORNO A TODOS LOS REINOS DEL FUTURO, - ACUDAMOS EN AYUDA DE NUESTRO 'DIOS' CON TODOS NUESTROS 'DEMONIOS'! ES PROBABLE QUE A CAUSA DE ESTO NO NOS RECONOZCAN Y NOS CONFUNDAN CON OTROS: ¡QUÉ IMPORTA! DIRÁN: "SU 'HONESTIDAD'- ¡ES SU DEMONISMO, Y NADA MÁS QUE ESO!" ¿QUÉ IMPORTA! ¿AUN CUANDO TUVIESEN RAZÓN! ¿NO HAN SIDO TODOS LOS DIOSES HASTA AHORA DEMONIOS REBAUTIZADOS SANTOS? ¿Y QUÉ SABEMOS NOSOTROS, EN ÚLTIMA INSTANCIA, DE NOSOTROS? ¿Y CÓMO QUIERE LLAMARSE EL ESPÍRITU QUE NOS GUÍA? (ES UNA CUESTIÓN DE NOMBRES). ¿Y CUÁNTOS ESPÍRITUS ALBERGAMOS EN NOSOTROS?"

[41] F. Nietzsche, La gaya ciencia, Sarpe, Madrid 1984, 166. Es admirable la cercanía de este texto de Nietzsche con la alucinación diabólica de Iván Karamazov, en la famosa obra de Dostoievski (IV Parte, Libro 11, capítulo 9).

[42] Klages dedicó una obra al estudio de Nietzsche, Die psychologischen Errungenschaften F. Nietzsche, Leipzig 1926. Las siguientes palabras demuestran claramente la admiración religiosa que el filósofo alemán le despertaba: "el ardor de su visión metafísica alimenta en él, casi exclusivamente, el rayo luminoso de la crítica, aguzándolo hasta lograr una fuerza de penetración jamás alcanzada. El instrumento de su visión es el don del 'discernimiento de espíritus', armado de las flechas más aceradas de la inteligencia. Por primera vez, después del medioevo y en las formas más familiares del presente, tenemos en él un ejemplar de la flor que nace cada mil años, es decir, el mayor catador de almas y conocedor de espíritus, que no sepulta, como los poetas, el contorno de sus verdades infinitas bajo las esteras floridas de una imaginación sentimental." (L. KLAGES, LOS FUNDAMENTOS DE LA CARACTEROLOGÍA, PAIDÓS, BUENOS AIRES 1965, 306-307). QUE ESTE "DON DE DISCERNIMIENTO DE ESPÍRITUS", PROCEDE EN MODO LLAMATIVAMENTE OPUESTO AL IGNACIANO, DE MÁS ESTÁ AQUÍ DECIRLO.

[43] Cf. R. Noll, The Jung Cult, Princeton University, Princeton 1994; tr. it. Jung, il profeta ariano, Mondadori, Milano 1999, 156: "Las más importantes de estas 'discusiones nocturnas' fueron las tenidas entre 1897 y 1903 por el grupo de Schwabing-München conocido como kosmische Runde (Círculo cósmico). Sus principales exponentes eran el estudioso independiente Alfred Schuler (1865-1923), y el filósofo y grafólogo Ludwig Klages (1872-1956), que se transformarían en personajes de primer plano en el movimiento völkisch, Karl Wolfskehl, poeta hebreo y profesor de literatura en la Universidad de München, y, en modo discontinuo, el célebre poeta Stefan George (1868-1933). [...] Pronto el Círculo cósmico se dió a elaboradas evocaciones ceremoniales y ritos de adoración de la Gran Madre Tierra (Erdmutter) [...]. Además, el culto promovió una abierta oposición a la cultura judaico-cristiana y a la burguesía. Cuando, en 1903, el creciente antisemitismo de Klages y Schuler llevó a la ruptura con George y Wolfskehl, los dos primeros fusionaron sus ideas del culto a la Madre Tierra y sobre el eterismo con el vitalismo de la biología evolucionista y se convirtieron en autores de un paganismo völkisch basado sobre la sacralización mística de la 'sangre' (die Blutleuchte). En efecto, se unieron a Diederichs y a su Círculo Tarde y al movimiento juvenil alemán para practicar rituales de adoración del sol y otras formas de espiritualidad neopagana völkisch." p.157: "En los años veinte Klages vivía en Kilchberg, en Suiza, no lejos del psiquiatra [Jung]. Junto a sus otras actividades völkisch, él había inaugurado el análisis de la escritura como método para discernir los rasgos de la personalidad y, ya en 1897, había fundado en München un Instituto grafológico. Si bien él era antes que nada un autor de obras filosóficas, su psicología práctica asumió el nombre de 'caracterología'. El así llamado 'análisis de la expresión' y la caracterología constituyeron la base de la psicología alemana en el período nazista y hasta los últimos años de la década del cincuenta. Tales técnicas fueron usadas sobre todo por las fuerzas armadas, durante el nazismo, para la selección de oficiales."

[44] L. KLAGES, LOS FUNDAMENTOS DE LA CARACTEROLOGÍA, PAIDÓS, BUENOS AIRES 1965, 307: "LA APRECIACIÓN DE SU IMPORTANCIA PARA UNA POSIBLE PSICOLOGÍA FUTURA, REQUERIRÍA UN CAPÍTULO ESPECIAL. MENCIONAMOS AQUÍ SÓLO UN HECHO CAPITAL QUE HACE BRILLAR CON LUZ PROPIA LA ACTITUD ESENCIALMENTE PSICOLÓGICA DE NIETZSCHE. EL RASGO CARACTERÍSTICO DE SU FILOSOFÍA ES EL INTENTO, SIN BENEVOLENCIA NI PRECONCEPTOS, DE EXAMINAR, POR EJEMPLO, NO SOLAMENTE LA ÉTICA, SINO TAMBIÉN LA INTELIGENCIA, EN SU VALOR BIOLÓGICO. 'LA FALSEDAD DE UN JUICIO NO ES UNA OBJECIÓN CONTRA ESE JUICIO' TESIS CUYAS CONSECUENCIAS CABE DEDUCIR DE SU ANTÍTESIS MÁS POSITIVA: LA VERDAD NO ES UN VALOR EN SÍ. EL ÓRGANO DEL PENSAMIENTO, DIRIGIDO POR RAZONES Y FINES, TAMBIÉN SE REVELA CONDICIONADO POR EL INSTINTO, Y SUS CRITERIOS SON EN TAL SENTIDO SUBJETIVOS."

[45] Ibidem, 307-308: "Hasta él no hubo psicólogo alguno cuyos análisis, por penetrantes que fuesen, no condujeran finalmente a una nueva 'salvación' de los hombres. Por el contrario, el punto de vista de Nietzsche está fuera de la humanidad o, en el sentido más amplio de la expresión, 'más allá del bien y del mal', como conviene evidentemente al que hace de la humanidad objeto de sus investigaciones. Sólo así le fue posible descubrir el 'resentimiento' en el germen de todos los juicios de valor morales, y poner al desnudo el empobrecimiento del instinto que, disfrazado de 'ideales' de toda clase, falsea la concepción del mundo, particularmente la del hombre moderno."

[46] Ibidem, 32 (nota 183): "El llamado psicoanálisis (=disolución del alma), desde el punto de vista de la historia del pensamiento es el inverosímil hijo bastardo de un casamiento desproporcionado aun más inverosímil: el casamiento ridículo del atomismo de las representaciones de Herbart con la filosofía del autoengaño de Nietzsche. [...] Las ingeniosas y profundas consideraciones de Nietzsche sobre la táctica del autoengaño, están aquí traducidas al lenguaje del juego de intrigas completamente vulgar [...]."

[47] Los tres autores más citados en su famosa obra Der Aufbau der Person más tarde publicado como Der Aufbau der Charakters (editado en español como La estructura de la personalidad), son Klages (35 citas), Nietzsche mismo (35 citas) y Freud (más de 20 citas); es decir, el sello de fondo nietzscheano es sumamente claro, aunque a veces esboce alguna crítica al pensamiento de Nietzsche (como por ejemplo, al referirse al tema de lacompasión, y a su valoración negativa de la moral) y lo integre en una concepción de fondo más próxima a una especie de romanticismo religioso. Aquí citamos algunas referencias de Lersch a Nietzsche, en Ph. Lersch, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1971, 70: "Corresponde a Nietzsche el extraordinario mérito de haber descubierto estas conexiones motivacionales inconscientes, lo cual dio lugar a que se aplicara a su investigación psicológica el calificativo poco feliz de 'psicología desenmascarante'." Y en cuanto a la relación de Nietzsche y el psicoanálisis, p.584: "Después de que Schopenhauer y Nietzsche dirigieron su mirada hacia los procesos anímicos situados bajo la superficie de la vida consciente, fue el psicoanálisis al crear y precisar el concepto del inconsciente, el que nos ha enseñado que lo anímico va más allá de aquello que experimenta la conciencia [...]."

[48] K. Jaspers, Psicología de las concepciones del mundo, Gredos, Madrid 1960, 12.

[49] Cf. ibidem, 11: "Había sido recibido en el cuerpo docente de la universidad, con la finalidad de conseguir la cátedra de psicología, no la de filosofía. Apoyado en la frase de Aristóteles: 'el alma es, en cierto modo, todo' comencé con la mejor voluntad a encuadrar bajo el nombre de psicología todo lo que se puede saber, pues no hay nada que en este sentido amplio, no tenga un lado psicológico. No admití en modo alguno la delimitación de la psicología que entonces dominaba en el círculo de Heidelberg (Windelband, Rickert). Lo que bajo el título de 'psicología comprensiva' había comenzado en un capítulo de mi Psicopatología, llegó a ser para mí idéntico a lo que estaba hecho en la gran tradición del comprender científico-moral y filosófico."

[50] K. Jaspers, Psicopatología general, Fondo de Cultura Económica, México 1996, 356.

[51] Ibidem, 403.

[52] La preocupación de Nietzsche por desentrañar el origen psicológico de la moral encontró inspiración en su amigo Paul Rée (1849-1901), -quien le presentara a Lou Salomé- con quien convivió en Sorrento durante el invierno de 1876-1877, autor de la obra El origen de los sentimientos morales. Rée, queriendo dar una base "científica" a sus ideas se propuso estudiar medicina con la intención de especializarse en psiquiatría, como nos relata su amiga L. Andreas-Salomé, Frédéric Nietzsche, Gordon & Breach, London 1989,164-165: "Il se tourna donc vers la médecine, refit toutes ses études et passa un examen qui lui permit d'exercer légalment. Il avait l'intention de se vouer pour un certain temps à la psychiâtrie, et de revenir, par ce détour, aux sciences philosophiques. Jamais les deux amis ne furent plus éloignés l'un de l'autre, qu'a cette époque où ils semblaient poursuivre un but identique".

[53] F. Nietzsche, La gaya ciencia, 24.

[54] Para la psicología contemporánea vale tal vez, en parte, lo que dice Foucault del psicoanálisis; Cf. M. Foucault, Les mots et les choses. Un archéologie des sciences humaines, Gallimard, Mayenne 1966, 387: "[La psychanalyse] ne peut pas se déployer comme pure connaissance spéculative ou théorie générale de l'homme. Elle en peut traverser le champ tout entier de la représentation, essayer de contournier ses frontières, pointer vers le plus fondamental, dans la forme d'une science empirique bâtie à partir de observations soigneuses; cette percée ne peut être faite qu'a l'interieur d'une pratique où ce n'est pas seulement la connaissance qu'on a de l'homme qui est engagée, mais l'homme lui-même, -l'homme avec cette Mort qui est à l'oeuvre dans sa souffrance, ce Désir qui a perdu son objet, et ce langage par lequel, à travers lequel s'articule silencieusement la Loi."

[55] Podríamos citar muchas obras de profundización en este tema. Tal vez una de las más completas sea la del psicoanalista francés P.-L. Assoun,Freud. La filosofía y los filósofos, Paidós, Barcelona 1982. Como un ejemplo de las afirmaciones freudianas acerca de su desinterés por la filosofía, cf.S. Freud, "Presentación autobiográfica", en Obras completas, vol. XX, Amorrortu, Buenos Aires 1990, 55: "Aun donde me he distanciado de la observación, he evitado cuidadosamente aproximarme a la filosofía propiamente dicha. Una incapacidad constitucional me ha facilitado mucho esa abstención. Siempre fui receptivo para las ideas de G. T. Fechner, y en puntos importantes me he apuntalado en este pensador. Las vastas coincidencias del psicoanálisis con la filosofía de Schopenhauer -no sólo conoció el primado de la afectividad y la eminente significación de la sexualidad, sino aun el mecanismo de la represión- no pueden atribuirse a una familiaridad que yo tuviera con su doctrina. He leído a Schopenhauer tarde en mi vida. En cuanto a Nietzsche, el otro filósofo cuyas intuiciones e intelecciones coinciden a menudo de la manera más asombrosa con los resultados que el psicoanálisis logró con trabajo, lo he rehuido durante mucho tiempo por eso mismo; me importa mucho menos la prioridad que conservar mi posición imparcial."

[56] S. Freud, Jugendbriefe an Eduard Silberstein (1871-1881), trad. esp. Cartas de juventud, Amia, Buenos Aires, 1997.

[57] "Dado que este hombre [Karl Grün, pseudónimo de Ernst von der Haide, 1817-1887] además publicó una biografía de Feuerbach que hace justicia a la importancia de este hombre, que es el que más venero y admiro entre todos los filósofos, tengo respeto por Grün y me satisface que sea un defensor tan convencido de 'nuestras' verdades." Viena, 7 de marzo de 1875. "Me sabría muy mal que tú, el jurista, descuidaras totalmente la filosofía, mientras yo, un impío estudiante de medicina y empírico, asisto a dos cursos de filosofía, leyendo en compañía de Paneth a Feuerbach." Viena, 8 de noviembre de 1874.

[58] "'Así vivimos, así caminamos felizmente', aunque no fue hasta 1873 que Friedrich Nietzsche criticó en Estrasburgo esta cita de David Strauss como pedante." Viena, 13 de marzo de 1875 (es decir, dos años después de la crítica nietzscheana; aquí podemos ver un temprano interés por Nietzsche, quien no había llegado aún a la madurez de su pensamiento).

[59] "Los libros que leo merecen tan poco este destino que podrían muy bien estar grabados en hierro, siempre que el kilo no fuera demasiado caro. Se trata de lecciones de Helmholtz, del Sartor Resañus de Carlyle y de la Ética a Nicómaco de Aristóteles." Viena, 13 de agosto de 1874.

[60] Cf. M. Beuchot, "Aristóteles y la escolástica en Freud a través de Brentano", Espíritu, 48 (1998) 162: "Fue alumno suyo en los siguientes cursos: en los semestres tercero, cuarto y quinto (invierno 1874/75, verano de 1875 e invierno 1875/76), 'Lecturas de textos filosóficos'; en el cuarto semestre (verano de 1875); cursó además con él la 'Lógica', y en el sexto semestre (verano de 1876), 'La filosofía de Aristóteles'. Fueron los únicos cursos no médicos que llevó Freud en los ocho semestres en que estudió la carrera. Eso muestra que la relación entre Brentano y Freud no fue eventual ni corta, sino personal y larga." Cf. S. Freud, Cartas de juventud, Amia, Buenos Aires 1997, 115: "Uno de los cursos -¡escucha y maravíllate!- trata de la existencia de Dios, y el profesor Brentano, quien lo da, es un hombre magnífico, un sabio y filósofo a pesar de que considera necesario apoyar con sus razones esta existencia etérea de Dios. Próximamente te escribiré, es decir, tan pronto como un argumento suyo toque realmente el asunto (de momento no hemos pasado aún las cuestiones previas), para no cortarte el camino a la salvación en la fe." Viena, 8 de noviembre de 1874. Ibidem, 114: "Con él [Brentano] hemos (yo y Paneth) tramado una relación más estrecha. Le enviamos una carta con objeciones; él nos invitó a su casa, nos las refutó, pareció interesarse por nosotros, nos preguntó por Wahle quien tuvo la suerte de ser el único que asistió a una clase que se había anunciado de imprevisto. Y ahora, después de haberle entregado una segunda carta con objeciones, nos ha citado nuevamente a su casa. De este hombre extraño (es creyente, teólogo (!) y darwiniano y una persona muy inteligente, casi diría genial) y en muchos aspectos ideal, te contaré algunas cosas en viva voz. Por ahora te adelanto la novedad de que precisamente por efecto de la influencia de Brentano ha madurado mi decisión de hacer el doctorado en filosofía sobre la base de mis estudios de filosofía y zoología; además estoy haciendo gestiones para conseguir mi ingreso en la facultad de filosofía a partir del próximo semestre o del próximo año." Viena, 7 de marzo de 1875. Ibidem, 151-152: "De los autores de filosofía (Brentano) escogió a aquellos que deberíamos leer y criticó despiadadamente a todos los demás. Nos dijo que teníamos que empezar con Descartes, leerlo íntegramente porque con él había comenzado un nuevo impulso para la filosofía. De sus seguidores, Guelinx, Malebranche, Spinoza, ninguno merecía la pena ser leído. Todos continúan en el lado equivocado de la filosofía de Descartes, con su separación total entre alma y cuerpo. [...] En cambio, no se podía pasar por alto aLocke y a Leibniz, el primero era un pensador extremadamente inspirado, el último sólo a menudo insuficiente por su excesiva dispersión. [...] no se podía evitar a Hume y a Kant dentro del período del escepticismo. [...] Kant no merece ni mucho menos la reputación que sigue teniendo: según él estaría lleno de sofismas, un pedante insoportable [...]. Lo que da relevancia a Kant son sus sucesores, Schelling, Fichte, Hegel, y los llama sencillamente farsantes. [...] De los contemporáneos nos recomendó a Auguste Comte [...]." Lunes 15 de marzo de 1875. Ibidem, 153. "No he escapado a su influencia [de Brentano], no soy capaz de refutar un simple argumento teísta, que es la culminación de sus disquisiciones. Su gran mérito es el desprecio de toda fraseología, de toda pasión y del empeño de tachar de herejía a cualquier cosa. Demuestra a Dios con tan poco partidismo y con tanta exactitud como otro demostraría la teoría de la ondulación frente a la de la emisión. Evidentemente sólo soy teísta a la fuerza, porque soy lo bastante honesto como para reconocer mi indefensión ante su argumento, pero no tengo intenciones de darme por vencido tan rápida y sencillamente. [...] De momento he dejado de ser materialista pero todavía no soy teísta. [...] es contrario al darwinismo [...] pero aunque el darwinismo se sostuviera, como espero, no contradice a su teología y a su Dios."Ibidem, 155: "Desde que Brentano me disputó su Dios con tanta facilidad, temo que algún día me dejaré capturar por las demostraciones científicas del espiritismo, de la homeopatía, de Louise Lateau, etc." Viena, 27 de marzo de 1875; y continúa: "su Dios es meramente un principio lógico y yo lo acepté como tal. [...] Por desgracia, la concesión a un concepto de Dios significa emprender un camino descendente."

[61] M. Beuchot, "Aristóteles y la escolástica en Freud a través de Brentano", 162: "Theodor Gomperz, dirigía la edición de las obras de Stuart Mill en alemán, y el volumen 12 (1880) de esa colección había sido traducido por Freud. Heinrich Gomperz quiso conocer la relación de su padre con Freud, y escribió a este último. Freud le contestó diciendo en su carta del 9 de junio de 1932, que Brentano, quien era ya un maestro afamado, lo había recomendado, y le explica: 'Su padre, en una fiesta... mencionó que estaba buscando un traductor, y Brentano, cuyo estudiante era yo entonces o había sido incluso desde tiempo atrás, mencionó mi nombre'. [...] Por su parte James R. Barclay subraya que, si Freud dejó de ser discípulo de Brentano en 1876, y éste lo recomendó como traductor a Gomperz en 1880, esto fue cuatro años después del último seminario opcional que cursó, lo cual indica el aprecio que había entre ellos."

[62] P.-L. Assoun, Freud. La filosofía y los filósofos, 18-19: "El aprendizaje de la racionalidad filosófica produjo suficientes frutos para que diez años después, a fin de iniciar a su novia en la especulación, Freud pensara en redactar un A.B.C. filosófico. Jones lo refiere así: 'Freud continuaba siendo un gran aficionado a la lectura y quería que Martha participara de ese gusto. Con la esperanza de interesarla en su trabajo, Freud llegó hasta redactar para ella una introducción general a la filosofía que llamó A.B.C. filosófico'."

[63] "Entre tantas perspectivas buenas puedo mezclar la noticia de una muerte: la revista que habíamos fundado entre tres, luego entre cuatro, yo, Paneth, Emanuel Loewy y Lipiner, descansa en la paz del señor. Fui yo quien le dio el golpe mortal: hacía tiempo que estaba agonizando y me dio lástima verla sufrir. Le he dado la vida y se la he quitado, mi nombre sea alabado eternamente, amén. De ahora en adelante tendré que guardar mis pensamientos filosóficos totalmente para mí o pasarlos a Paneth en estado no mineralizado." Viena, 30 de enero de 1875.

[64] El autor más citado por Freud es, al parecer, Goethe: casi setenta veces. Nietzsche, Schopenhauer, Kant, Platón y Aristóteles, son los autores que le siguen, pero muy lejos, con alrededor de diez citas cada uno. La obra en la que encontramos el mayor número de referencias a filósofos es sin dudas La interpretación de los sueños, su primer escrito realmente importante.

[65] S. Freud, ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial, en Obras completas, vol. XX, Amorrortu, Buenos Aires 1990, 233.

[66] Ibidem, 236. Cf. Ibídem, 232-233: "en modo alguno consideramos deseable que el psicoanálisis sea fagocitado por la medicina y termine por hallar su depósito definitivo en el manual de psiquiatría, dentro del capítulo 'Terapia' junto a procedimientos como la sugestión hipnótica, la autosugestión, la persuasión, que, creados por nuestra ignorancia, deben sus efímeros efectos a la inercia y cobardía de las masas de seres humanos. Merece un mejor destino, y confiamos en que lo tendrá. Como 'psicología de lo profundo', doctrina de lo inconsciente anímico, puede pasar a ser indispensable para todas las ciencias que se ocupan de la historia genética de la cultura humana y de sus grandes instituciones, como el arte, la religión y el régimen social. Yo creo que ya ha prestado valiosos auxilios a estas ciencias para la solución de sus problemas, pero esas no son sino contribuciones pequeñas comparadas con las que se obtendrán cuando los historiadores de la cultura, los psicólogos de la religión, los lingüistas, etc., aprendan a manejar por sí mismos el nuevo medio de investigación que se les ofrece. [...] Se verán precisados a comprender el análisis por el único camino practicable: sometiéndose ellos mismos a un análisis."

[67] Sobre la relación de Freud y Nietzsche, la obra más importante es también de Assoun, Freud et Nietzsche, Quadrige-Presses Universitaires de France, Paris 1998. Este autor señala tres etapas fundamentales en la relación de Freud con Nietzsche (p.7): "Après avoir été un admirateur -réticent autant que sincère - vers 1875- de Nietzsche, après s'être senti un 'collègue' en 'découvertes' -autour de 1900-, puis être devenu un usager des intuitions prémétapsychologiques nietzschéenes -autour 1914-, Freud s'avère un lecteur de La Volonté de puissance, cette pierre de touche du 'nietzschéisme', via pulsion de mort -vers 1920."

[68] Correspondencia Freud-Zweig, Granica, Buenos Aires 1974, 85-86 (12 de mayo de 1934): "Durante mi juventud, Nietzsche significó algo así como una personalidad noble y distinguida que me era inaccesible. Un amigo mío, el doctor Paneth, lo había conocido personalmente y me escribió muchísimo acerca de él. Y más tarde me sentí relacionado con él no menos como su Bilanz [libro escrito por Zweig]."

[69] Cf. S. Freud, La moral sexual "cultural" y la nerviosidad moderna (1908), en Obras completas, vol. IX, Amorrortu, Buenos Aires 1996, 163-181.

[70] Aunque, a través de algunos testimonios, sabemos acerca de la extraña "esperanza" de Freud en el advenimiento del "superhombre" nietzscheano; cf. R. de Becker, La vida trágica de Sigmund Freud, Biblioteca Nueva, Madrid 1972, 218-219: "[Freud] hizo esta declaración, más 'secreta' que las otras, a Lou Andreas-Salomé: 'Puesto que no podemos considerar nuestra civilización actual - la más evolucionada de todas-, más que como una gigantesca hipocresía, debe deducirse que orgánicamente no estamos hechos para ella. Hay que abdicar y el Gran Desconocido, el Gran Manitou, disimulado tras el destino, renovará esta experiencia con una raza diferente."

[71] S. Freud, "El yo y el ello", en Obras, vol 3, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, 2707.

[72] S. Freud, "Análisis terminable e interminable", en Obras completas, vol. XXIII, Amorrortu, Buenos Aires 1996.

[73] S. Freud, "El porqué de la guerra", en Obras, vol. 3, Biblioteca Nueva, Madrid 1973, 3213-3214.

[74] Cf. S. FREUD, "EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN", EN OBRAS COMPLETAS, AMORRORTU, BUENOS AIRES, 1996, VOL.XXI, 52-53. SU DISCÍPULO OSKAR PFISTER, PASTOR PROTESTANTE, SE DIO CUENTA DE ESTO DESPUÉS DE MUCHOS AÑOS DE RELACIÓN CON FREUD; CF. S. FREUD - O. PFISTER, CORRESPONDENCIA (1909-1939), FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, MÉXICO 1966, 16-18 (24 DE NOVIEMBRE DE 1927): "SU SUSTITUTO PARA LA RELIGIÓN ES ESENCIALMENTE EL PENSAMIENTO DE LA ILUSTRACIÓN DEL SIGLO XVIII, RENOVADO Y MODERNIZADO EN FORMA SOBERBIA. [...] EL CRITERIO QUE USTED DEFIENDE LO CARACTERIZÓ YA NIETZSCHE CON LAS PALABRAS: 'SE HABRÁ ENTENDIDO YA A DÓNDE QUIERO LLEGAR, A SABER, QUE SIGUE SIENDO UNA FE METAFÍSICA LA QUE SIRVE DE APOYO A NUESTRA FE EN LA CIENCIA, Y QUE TAMBIÉN NOSOTROS, LOS CIENTÍFICOS DE AHORA, LOS ATEOS Y ANTIMETAFÍSICOS, TOMAMOS TODAVÍA NUESTRO FUEGO DE LA HOGUERA QUE INCENDIÓ UNA FE MILENARIA, LA FE DE LOS CRISTIANOS QUE FUE LA DE PLATÓN: DE QUE DIOS ES LA VERDAD Y QUE LA VERDAD ES DIVINA... ¿PERO QUÉ SUCEDERÁ SI ESTO RESULTA CADA VEZ MENOS CREÍBLE, SI YA NADA PERMANECE DIVINO, CON EXCEPCIÓN DEL ERROR, DE LA CEGUERA, DE LA MENTIRA?'"; Y ALLÍ MISMO AGREGA: "YO NO ENTIENDO BIEN EL CONCEPTO QUE TIENE USTED DE LA VIDA. ES IMPOSIBLE QUE TODO SE REDUZCA A LO QUE USTED RECHAZA COMO FINAL DE LA ILUSIÓN Y QUE USTED ALABA COMO ÚNICO CONTENIDO VERDADERO. ESTE MUNDO SIN TEMPLOS, SIN ARTE, SIN POESÍA, SIN RELIGIÓN, ES A MI MODO DE VER UNA ISLA DEL DEMONIO A LA QUE SÓLO UN SATANÁS, Y NO EL AZAR CIEGO, PODRÍA EMPUJAR A LOS HOMBRES. [...] SI FORMARA PARTE DEL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO EL LOGRAR QUE LOS PACIENTES ACEPTARAN ESTE MUNDO DESOLADO COMO LA NOCIÓN SUPREMA DE LA VERDAD, YO ENTENDERÍA MUY BIEN QUE ESTAS POBRES GENTES PREFIRIERAN RECLUIRSE EN LA CELDA DE SU ENFERMEDAD EN LUGAR DE MARCHAR POR ESTE DESIERTO HELADO Y HORRIBLE".

[75] Sobre este importante autor, cf. nuestro artículo "Rudolf Allers, psicólogo católico", en Ecclesia, 15 (2001) 539-562.

[76] Cf. M. F. Echavarría, "La soberbia y la lujuria como patologías centrales de la psique según Alfred Adler y santo Tomás de Aquino", en I. Andereggen - Z. Seligmann, La psicología ante la gracia, 41-162.

[77] Nacido en una familia tradicional católica, la formación cristiana de Lacan fue muy buena, así como su formación clásica, incluyendo tanto el conocimiento del latín y el griego como de los grandes autores tradicionales, como san Agustín y santo Tomás de Aquino. Baruzi lo introdujo al conocimiento de Spinoza, como también, muy probablemente, a una interpretación racionalista de san Juan de la Cruz. Estas influencias, así como la lectura de Hegel y Nietzsche, lo fueron apartando del auténtico cristianismo, hasta llegar, como ya hemos dicho, a la ruptura definitiva. Cabe señalar que su actitud fue el opposito per diametrum de la de su hermano Marc-Marie, sacerdote franciscano (a quien Lacan le dedicara su tesis doctoral en psiquiatría, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad). También Martin Heidegger ejerció notable influjo sobre él. En cambio, su estructuralismo no responde exactamente al de Ferdinand De Saussure ni al de Claude Levi-Strauss, sino que parece más bien un método a través del que se expresa su freudismo nietzscheano.

[78] Cf. J. Lacan, Seminario (2). El yo en la Teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires 1986, 23: "Lo que Freud introdujo a partir de 1920 son las nociones suplementarias entonces necesarias para mantener el principio del descentramiento del sujeto. Pero lejos de habérselo comprendido como debía, hubo una avalancha general, verdadera liberación de colegiales: ¿Ah, el bueno yo, otra vez con nosotros! ¿Qué alivio, volvemos a los caminos de la psicología general! ¿Cómo volver a ellos con regocijo cuando esta psicología general no sólo es un asunto de escuela o de comodidad mental, sino realmente la psicología de todo el mundo? Y, como su más reciente manifestación, tenemos las geniales elucubraciones que en este momento nos llegan de ultramar."

[79] Ibidem, 108. Cf. también, J. Lacan, "La cosa freudiana", en Escritos (I), Siglo XXI, Buenos Aires 1988, 403: "De treinta y cinco años de cohabitación con el yo bajo el techo de la segunda tópica freudiana, de los cuales diez de relaciones más bien tormentosas, regularizada finalmente por el ministerio de la señorita Anna Freud en un matrimonio cuyo crédito social no ha cesado de ir en aumento, hasta el punto de que me aseguran que pronto pedirá la bendición de la Iglesia, en una palabra como en ciento, de la experiencia más bien continuada de los psicoanalistas, no sacarán ustedes nada más que ese cajón. Cierto que está lleno hasta los bordes de viejas novedades y de nuevas antiguallas cuyo amasijo no deja de ser divertido. El yo es una función, el yo es una síntesis, una síntesis de funciones, una función de síntesis. ¡Es autónomo! Esa sí que es buena. Es el último fetiche introducido en el sancta sanctorum de la práctica que se autoriza por la superioridad de los superiores."

[80] J. Lacan, Seminario (2), 108.

[81] Cf. J. Lacan, "El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica", en Escritos (I), 86-93. Nótese en el título el uso del término experiencia, para designar al conocimiento psicoanalítico.

[82] J. Lacan, "El seminario sobre La carta robada", en Escritos (I), 5.

[83] Es decir, de otro subsancial que existiría fuera de la relación lingüística, fuera del curso de los significantes. Esto sería el "alma bella" (expresión que presente en muchos autores como Goethe, muy usada por Hegel y Nietzsche): "El yo del hombre moderno ha tomado su forma, lo hemos indicado en otro lugar, en el callejón sin salida dialéctico del 'alma bella' que no reconoce la razón misma de su ser en el desorden que denuncia en el mundo." [J. LACAN, "LA FUNCIÓN DE LA PALABRA", EN ESCRITOS (I), 270-271].

[84] J. Lacan, Seminario (2),141.

[85] J. Lacan, "Función y campo de la palabra", en Escritos (I), 126.

[86] Ibidem, 265-266. Cf. p.268: "Los símbolos envuelven en efecto la vida del hombre con una red tan total, que reunen antes de que él venga al mundo a aquellos que van a engendrarlo 'por el hueso y por la carne', que aportan a su nacimiento con los dones de los astros, si no con los dones de las hadas, el dibujo de su destino, que dan las palabras que lo harán fiel o renegado, la ley de los actos que lo seguirán incluso hasta donde no es todavía y más allá de su misma muerte, y que por ellos su fin encuentra su sentido en el juicio final en que el verbo absuelve su ser o lo condena -salvo que se alcance la realización subjetiva del ser-para-la-muerte."

[87] J. Lacan, "La cosa freudiana", en Escritos (I), 388; 389: "Si Freud no ha aportado otra cosa al conocimiento del hombre sino esa verdad de que hay algo verdadero, no hay descubrimiento freudiano."

[88] Ibidem. En su concepción de la verdad, Lacan se opone conscientemente a la que formulara san Agustín con su doctrina de la iluminación, según la cual toda verdad procede de Dios, sol de los espíritus. Lacan dedica una famosa lección de sus seminarios al estudio del De Magistro de san Agustín, en diálogo con un sacerdote discípulo suyo, el P. Beirnaert. Lacan se siente atraído por los profundos estudios del lenguaje que el santo de Hipona realizara en aquel célebre opúsculo. Pero lo abandona en su tesis principal: Cristo, único Maestro; Cf. De Magistro, c. XI: "comprendemos la multitud de cosas que penetran en nuestra inteligencia, no consultando la voz exterior que nos habla, sino consultando interiormente la verdad que reina en el espíritu; las palabras tal vez nos muevan a consultar. Y esta verdad que es consultada y enseña es Cristo, que, según la Escritura, habita en el hombre, esto es, la inconmutable Virtud de Dios y su eterna Sabiduría." Contra esto, dice Lacan: "San Agustín recurre a la misma dimensión que nosotros, psicólogos. Pues los psicólogos son personas más espirituales -en el sentido técnico, religioso de la palabra- de lo que suele creerse. Creen, como san Agustín, en la iluminación, en la inteligencia. [...] San Agustín abandona la esfera del lingüista porque quiere introducirnos en la dimensión propia de la verdad, cae así en la trampa de la que les hablaba hace un momento. Apenas instaurada, la palabra se desplaza a la dimensión de la verdad. San Agustín tampoco lo sabe, por eso busca alcanzar la verdad como tal, por iluminación." (Cf. J. LACAN, "DE LOCUTIONIS SIGNIFICATIONIS", ENSEMINARIO (I), LOS ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD, PAIDÓS, BUENOS AIRES 1981, 376).

[89] "Pero he aquí que la verdad en boca de Freud agarra el toro por los cuernos: 'Soy pues para vosotros el enigma de aquella que se escabulle apenas aparecida, hombres que sois tan duchos en disimularme bajo los oropeles de vuestras conveniencias. [...] ¿Adónde voy pues cuando he pasado a vosotros, dónde estaba antes de ese paso? ¿Os lo diré acaso algún día? Pero para que me encontréis donde estoy, voy a enseñaros por qué signo se me reconoce. Hombres, escuchad, os doy el secreto. Yo, la verdad, hablo. [...] Quedaos pues en vuestro vago sentido de la historia y dejad a los hábiles fundar sobre la garantía de mi firma por venir el mercado mundial de la mentira, el comercio de la guerra total y la nueva ley de la autocrítica. Si la razón es tan astuta como dijo Hegel, hará sin duda su obra sin vosotros. [...] Yo vagabundeo en lo que vosotros consideráis menos verdadero por esencia: en el sueño, en el desafío al sentido de la agudeza más gongorina, y en el nonsense del juego de palabras más grotesco, en el azar, y no en su ley, sino en su contingencia, y no procedo nunca con más seguridad a cambiar la faz del mundo que cuando le doy el perfil de nariz a Cleopatra. [...] Entended bien lo que él [Freud] dijo y, como lo dijo de mí, la verdad que habla, lo mejor para captarlo es tomarlo al pie de la letra. Sin duda aquí las cosas son mis signos, pero os lo repito, signos de mi palabra. La nariz de Cleopatra, si cambió el curso del mundo, fue por haber entrado en su discurso, pues para cambiarlo según fuese larga o corta, bastó, pero fue necesario que fuese una nariz hablante. [...] yo, la verdad, seré contra vosotros la gran embustera, puesto que no sólo por la falsedad pasan mis caminos, sino por la grieta demasiado estrecha para encontrarla en la falla de la finta y por la nebulosa sin puertas del sueño, por la fascinación sin motivo de lo mediocre y el seductor callejón sin salida del absurdo. Buscad, perros, que en eso os habéis convertido escuchándome [...]. Entrad en lid a mi llamada y aullad a mis voces. Estáis ya perdidos, me desmiento, os desafío, me destejo: decís que me defiendo." [J. Lacan, Escritos (I), 391-394].

[90] Th. Mann, "La posición de Freud en la historia", en Cervantes, Goethe, Freud, Losada, Buenos Aires 1990, 105-128. En este ensayo Mann coloca explícitamente a Freud en continuación con Nietzsche, a cuyo pensamiento se refiere casi la mitad del artículo. Cf. p. 123: "Con la acentuación de lo demoníaco en la naturaleza, con su pasión investigadora de los territorios tenebrosos del alma es tan irracional como cualquier manifestación del nuevo espíritu en lucha triunfante contra los elementos mecánicos materialistas del siglo XIX."

[91] Cf. G. Reale - D. ANTISERI, HISTORIA DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO, VOL III, HERDER, BARCELONA 1988, 836: "EN LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA LACAN NO OCULTÓ SU LÚCIDO PESIMISMO. NO EXISTEN RECETAS PARA LA VIDA, ACOSTUMBRABA A REPETIR. 'EL HOMBRE SE VE DESGARRADO POR SU CONDICIÓN. NO EXISTEN RECETAS QUE LA RECONCILIEN DE ALGÚN MODO CON ALGO'. ¿QUÉ CABE ESPERAR? 'ABSOLUTAMENTE NADA. NO EXISTE NINGUNA CLASE DE ESPERANZA. AL MENOS YO NO LA TENGO', DECÍA LACAN. Y NO HAY ESPERANZA DE LOGRAR UNA TEORÍA QUE ASIGNE UN LUGAR PRECISO, DEFINITIVO, A CADA UNO DE LOS ELEMENTOS ENTRE LOS CUALES EL HOMBRE SE VE DESGARRADO'. TAMBIÉN TIENE UN CIERTO INTERÉS SEÑALAR QUE, EN SUS ÚLTIMOS AÑOS, LACAN CONFESABA HABER PERDIDO SU COMBATE MÁS IMPORTANTE, EL QUE ENTABLÓ CON LA IGLESIA CATÓLICA. "LA ESTABILIDAD DE LA RELIGIÓN PROCEDE DE QUE EL SENTIDO ES SIEMPRE RELIGIOSO.' LA RELIGIÓN, AFIRMÓ LACAN, 'ESTÁ HECHA A PROPÓSITO PARA CURAR A LOS HOMBRES O BIEN ESTÁ HECHA A PROPÓSITO PARA QUE NO CAIGAN EN LA CUENTA DE AQUELLO QUE NO FUNCIONA'. EL SENTIDO ES SIEMPRE RELIGIOSO. POR ESTO LA RELIGIÓN VENCE ANTE EL PSICOANÁLISIS: ÉSTE, AL DESCUBRIR EL INCONSCIENTE, ILUMINA LA DISPERSIÓN DEL SENTIMIENTO Y EL DESGARRAMIENTO IMPOSIBLE DE REMEDIAR DEL 'YO'."