Científicos católicos: Marshall Mcluhan



Alfonso V. Carrascosa, ConoZe.com
 




Acostumbra a creerse en círculos católicos que la contribución de la Iglesia Católica al desarrollo científico, si es que la hubo, es pretérita. Delante de la posibilidad de verla se ponen tópicos de la leyenda negra que, combinados con la actual memoria histórica resultan en un pastiche laicista que nos tiene algo atontados. Para sacudirnos la modorra, tal vez un buen antídoto sea el contemplar en personas concretas y contemporáneas que han sido relevantes en el desarrollo científico, la coexistencia pacífica de la fé de sus mayores. Esto ocurre claramente en Marshall McLuhan (1911-1980), de cuyo nacimiento se cumplen ahora cien años, precisamente en este Año Internacional de la Química.
Licenciado en Letras y Maestro en artes por la la Universidad de Manitoba (Canadá), se doctoró a los 31 años de edad en la Universidad de Cambridge. Fue buen deportista, ganando varios torneos internacionales de ballesta entre 1935 y 1936. Entre 1936 y 1937, enseñó como profesor adjunto en la Universidad de Wisconsin. Se sabe que el 30 de marzo de 1937, finalizó su conversión a la fe católica, tras un largo proceso.

Ya casado, desde 1944 hasta 1946 McLuhan enseñó en el Colegio Assumption en Windsor, Ontario, después hasta 1979 fue profesor en el St. Michael's College, en la Universidad de Toronto, y un año (1967-1968) en la Universidad de Fordham. Le fué concedido el doctorado Honoris causa opr las universidades de University of Windsor (1965), Assumption University (1966), University of Manitoba (1967), Simon Fraser University (1967), Grinnell University (1967), St. John Fisher College (1969), University of Alberta (1971), University of Western Ontario (1972), University of Toronto (1977).

Acuñó terminos hoy tan familiares como la Galaxia Gutenberg y Aldea Global, presididos por el libro, y Galaxia Marconi y Aldea Cósmica, presididos por la televisión. Otra de sus frases célebre es El medio es el mensaje, algo que en la Nueva Evangelización Kiko Argüello repite sin cesar: los cristianos, conocidos en los primeros siglos por los photophomenoi, los portadores de luz, son denominados por Cristo como luz ellos mismos cuando les dice Vosotros sois la luz del mundo, después de haber dicho Yo soy la Luz, el que me sigua no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

En la lápida de su tumba pone La Verdad nos hará libres

 

 

 

 





 

 

 

 



 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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