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Sobre el pensamiento de Clemente de Alejandría

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Clemente de Alejandría

 

 

El pensamiento de Clemente de Alejandría[1] sin duda es un pensamiento apologista, siendo él un padre de la Iglesia de origen ateniense manifiesta claramente su aceptación a la filosofía, pero como un propedéutico para conducir a los hombres al culto de Dios; ya no se utilizará la filosofía para la justica, como la llegaron a usar los griegos. Clemente afirma que la filosofía sirvió a los griegos para conducirlos hacia Cristo de la misma manera como la Ley condujo a los judíos a Cristo, (ciertamente que se refiere a los judíos convertidos al cristianismo).

El camino que es el de la verdad es solamente uno y tal parece que al recorrerlo se percata que también confluyen, hacia la verdad, todas las corrientes que han surgido; en esta confusión es donde puede servir la filosofía en este momento de la historia. Aunque la filosofía solamente llega a rozar la verdad de una manera oscura e incompleta, puede preparar el camino verdadero, que es el de la doctrina real y dispone para que, habiendo encontrado el camino de la verdad, se pueda aceptarla. Al tener presentes estas ideas de Clemente se puede entonces entender su crítica que hace a los hombres que, creyéndose de talento, no quieren saber de filosofía, ni de dialéctica y tampoco quieren aprender sobre la contemplación natural al pensar que es sólo necesaria la fe. Al respecto, Clemente hace una alegoría sobre el pasaje de la “viña”, que representa a Jesús y dice que el cuidado de la viña necesita de ciertas herramientas de trabajo, refiriéndose, alegóricamente, a la filosofía.

El autor distingue muy bien la función de la filosofía; ésta nos ayuda a conocer la verdad y así, con esta postura, defiende que la enseñanza del Señor es perfecta en sí, dando a entender que no necesita complementos; es decir que, con la filosofía griega no se complementa esta enseñanza puesto que ya es perfecta. La cuestión ahora es ¿si la enseñanza del Señor es perfecta, porqué se recurre a la filosofía? La respuesta se encuentra cuando se ve el contexto en el que vivió este padre de la Iglesia, que es el contexto de la defensa y explicación, por parte de los cristianos, de su creencia; así, entonces, Clemente diría que la filosofía “debilita los argumentos de los sofistas”[2].

La cuestión sobre el uso de la filosofía en el pensamiento de Clemente es un problema tanto social como de conocimiento. Es problema social en cuanto a que no hay seguridad en relación a su uso dentro del pensamiento cristiano por ser ajena a la doctrina, a la Palabra y en cuanto a ser un problema de conocimiento lo es a partir de la dificultad en que se encuentran los padres de la Iglesia en explicar y defender las verdades ante los distintos grupos heréticos que ha surgido. Clemente está a favor de su uso diciendo que si creemos que todo lo que nos es necesario y útil para vivir nos ha venido de Dios entonces la filosofía no es falsa y por lo tanto no es absurdo pensar que la filosofía nos es dada por Dios para preparar el camino de la verdad por el que nos conduce Cristo, como el pedagogo.

Habla, también, sobre cuatro cosas en las que puede residir la verdad, estas son: la sensación, la mente, la ciencia y la conjetura. La que ocupa el primer lugar, por naturaleza, es la mente; para nosotros, y con respecto a nosotros, lo es la sensación. Tenemos pues, que, tanto la mente como la sensación, son la esencia de la ciencia, puesto que a éstas dos (la mente y la sensación) les es común la evidencia. Gracias a que la sensación da acceso a la ciencia y a la fe y después de haber hecho una experiencia, (sensible por supuesto), se abandona a la conjetura llegando así a la verdad. Esta es la diferencia entre la ciencia y la fe; la ciencia es un hábito siempre demostrable; la fe es gracia que se va a lo indemostrable, es un conocimiento previo del espíritu. Por consiguiente se tiene que la fe es más excelente que la ciencia.

Sobre el conocimiento, nuestro pensador defiende que la mente es la única que naturalmente conoce; pues los sentidos, como es la vista, el oído o incluso la palabra solamente contribuyen a la verdad.

Clemente se mete en el dilema sobre si es posible la suspensión del asentimiento en el conocimiento[3] donde se establece que no hay nada cierto ni estable. El argumento de nuestro defensor en este tema consiste en dar dos causas principales por las que se genera este hecho, una es por la condición de la mente humana que es tan diversa y tan inestable que genera una disensión con otros o con los propios pensamientos, la otra se encuentra en las oposiciones que se encuentran las personas en las cosas orillándonos a no dar crédito a todo lo que se nos presenta.

Para seguir explicando la causa de la inestabilidad de nuestros pensamientos, se dice que ésta produce la disensión y ésta, a su vez, es esa causa inmediata que produce la suspensión del asentimiento. De este dilema es por el que abundan los objetos que se dicen ser de una buena o mala elección y también por esta razón, es por la que están llenas la bibliotecas de libros que disienten entre sí, así como las distintas clases o discursos en donde encontramos distintas opiniones.

Clemente aclara que Dios no puede ser comprendido ni con el pensamiento ni con las palabras pues el conocerlo en su totalidad resultaría imposible. Se puede decir, solamente algo de Él como que es infinito por no tener ni dimensiones y ni límites, ni figura y ni un nombre, aunque se le nombre de alguna manera no lo hacemos con la intención de nombrar su nombre propio, más bien lo hacemos, para que no caigamos en un error en estas cuestiones divinas. ¿Cómo se puede conocer entonces al Desconocido? Clemente aclara que solamente por la gracia, y por la Palabra (Logos).

El hombre es un ser buscado y amado puesto que fue hecho por Dios como digno de ser elegido por sí mismo y por esta razón hay en el interior del hombre un encanto, el cual es la inspiración o el soplo de Dios. Ya que el hombre fue creado por Dios como un ser digno de ser elegido por sí mismo y por esta razón es buscado y amado sin duda por Él es como Clemente explica que el hombre es digno de ser amado y amado por Dios.

Por esta condición del hombre (la de ser amado), es justo devolver amor al que por amor se ha vuelto guía, esta es una acción de gratitud, evidentemente justa aunque no solamente es acción de gratitud también hay una finalidad, que es la de aspirar a una vida mejor viviendo conforme a su voluntad expresada en la Palabra; de esta manera es como el hombre podrá reproducir la figura del Pedagogo, del guía.

La virtud la entiende, en relación a la figura del mismo Logos, como una virtud activa y a la vez contemplativa; contemplar la imagen del Pedagogo cumpliendo los preceptos del Señor; contemplar para poder imitar.

Fuente: Fernández, Clemente, Los filósofos medievales I, B.A.C., Madrid, 1979, 753p.

[1] Cabe aclarar que Clemente no es de Alejandría, más bien nació en Atenas, y se le conoce comúnmente como Clemente de Alejandría por haber vivido en ese lugar y desde ahí elaborar su pensamiento. Teniendo en cuenta que es ateniense se puede entender su predilección, su gusto y su erudición sobre la filosofía griega. Aunque esto que se menciona no se debe solamente a que su lugar de origen sea Atenas, sino que también se debe de tomar cuenta, y con mayor importancia, el fin de sus escritos que es la defensa y la explicación de la doctrina de Cristo.

[2] Clemente de Alejandría, “Los Tapices”, Libro I, Cap. XX, en Clemente, Fernández, Los filósofos medievales I, B.A.C., Madrid, 1979, p. 62.

[3] Este pensamiento proviene de los pirrónicos, ellos lo llaman epoché que es precisamente la suspensión del asentamiento, esto es poner a juicio lo que es cierto o estable, esto hace caer en un escepticismo.

Ídem, Libro VIII, Cap VI, p. 68.

Publicado por luis guillermo martínez gutiérrez 


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