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EL PASTOR DE HERMAS: Texto completo

Vea:  Introducción y Resumen

 

El Pastor de Hermas


Visión Primera

[1] I. El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana. Después de cierto tiempo la vi bañándose en el río Tíber; y le di la mano, y la saqué del río. Y, al ver su hermosura, razoné en mi corazón, diciendo: «Cuán feliz sería si tuviera una esposa así, en hermosura y en carácter.» Y reflexioné meramente sobre esto, y nada más. Después de cierto tiempo, cuando estaba dirigiéndome a Cumas, y glorificando las criaturas de Dios por su grandeza y esplendor y poder, mientras andaba me quedé dormido. Y el Espíritu cayó sobre mí y se me llevó por un terreno sin caminos, por el cual no podía pasar nadie: porque el lugar era muy abrupto, y quebrado por hendiduras a causa de las aguas. Así pues, cuando hube cruzado el río, llegué a un país llano, y me arrodillé, y empecé a orar al Señor y a confesar mis pecados. Entonces, mientras oraba, se abrió el cielo vi a la señora, a quien había deseado, saludándome desde el cielo, diciendo: «Buenos días, Hermas». Y, mirándola, le dije: «Señora, ¿qué haces aquí?» Entonces ella me contestó: «Se me ha traído aquí para que te redarguyera de tus pecados delante del Señor. » Le dije: «¿Es acerca de ti que me acusas?» «No», dijo ella, «pero oye estas palabras que te diré. Dios, que reside en los cielos, y creó de la nada las cosas que son, y aun las aumentó y multiplicó por amor a su santa Iglesia, está enojado contigo, porque pecaste contra mí.» Yo le contesté y dije: «¿Pequé contra ti? ¿En qué forma? ¿Te dije alguna vez alguna palabra inconveniente? ¿No te consideré siempre como si fueras una diosa? ¿No te respeté siempre como una hermana? ¿Cómo pudiste acusarme falsamente, señora, de tal villanía e impureza?» Riendo, ella me dijo: «El deseo hacia el mal entró en tu corazón. Es más, ¿no crees que es un acto malo para un justo si el mal deseo entra en su corazón? Es verdaderamente un pecado, y un pecado grande», dijo ella; «porque el justo tiene sólo propósitos justos. En tanto que sus propósitos son rectos, pues, su reputación se mantiene firme en el cielo, y halla al Señor fácilmente propicio en todo lo que hace. Pero los que albergan malos propósitos en sus corazones, se acarrean la muerte y la cautividad, especialmente los que reclaman para sí mismos este mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Sus almas lo lamentarán, siendo así que no tienen esperanza, sino que se han abandonado a sí mismos y su vida. Pero ora a Dios, y Él sanará tus pecados, y los de toda tu casa, y de todos los santos.»

[2] II. Tan pronto como hubo dicho estas palabras se cerraron los cielos; y yo fui presa de horror y de pena. Entonces dije dentro de mí: «Si este pecado es consignado contra mí, ¿cómo puedo ser salvo? ¿O cómo voy a propiciar a Dios por mis pecados que son patentes y burdos? ¿O con qué palabras voy a rogar al Señor que me sea propicio?» En tanto que consideraba y ponderaba estas cosas en mi corazón, vi delante de mí una gran silla blanca de lana como la nieve; y allí vino una señora anciana en vestido resplandeciente, con un libro en las manos, y se sentó sola, y me saludó: «Buenos días, Hermas.» Entonces yo, apenado y llorando, dije: «Buenos días, señora.» Y ella me dijo: «¿Por qué estás tan abatido, Hermas, tú que eres paciente y bien templado, y siempre estás sonriendo? ¿Por qué estás tan caído en tu mirada y distante de la alegría?» Y le dije: «A causa de una de las palabras de una dama excelente contra la cual he pecado.» Entonces ella dijo: «¡En modo alguno sea así en un siervo de Dios! Sin embargo, el pensamiento entró en tu corazón respecto a ella. En los siervos de Dios una intención así acarrea pecado. Porque es un propósito malo e insano, en un espíritu devoto que ya ha sido aprobado, el desear algo malo, y especialmente si es Hermas el templado, que se abstiene de todo mal deseo y está lleno de toda simplicidad y de gran inocencia.

[3] III. »Con todo, no es por esto que Dios está enojado contigo, sino con miras a que puedas convenir a tu familia, que ha obrado mal contra el Señor y contra vosotros sus padres. Pero por apego a tus hijos tú no les amonestaste, sino que toleraste que se corrompieran de un modo espantoso. Por tanto, el Señor está enojado contigo. Pero Él quiere curar todos tus pecados pasados, que han sido cometidos en tu familia, jorque a causa de sus pecados e iniquidades tú has sido corrompido por las cosas de este mundo. Pera la gran misericordia del Señor tuvo piedad de ti y de tu familia, y te corroborará, y te afianzará en su gloria. Sólo que no seas descuidado, sino que cobres ánimo y robustezcas a tu familia. Porque como el herrero trabajando a martillazos triunfa en la tarea que quiere, así también el recto discurso repetido diariamente vence todo mal. No dejes, pues, de reprender a tus hijos; porque sé que si se arrepienten de todo corazón, serán inscritos en los libros de vida con los santos.» Después que hubieron cesado estas palabras suyas, me dijo: «¿Quieres escucharme mientras leo?» Entonces le dije: «Sí, señora.» Ella me dijo: «Está atento, y escucha las glorias de Dios.» Yo escuché con atención y con asombro lo que no tuve poder de recordar; porque todas las palabras eran terribles, que ningún hombre puede resistir. Sin embargo, recordé las últimas palabras, porque eran apropiadas para nosotros y suaves. «He aquí, el Dios de los ejércitos, que con su poder grande e invisible y con su gran sabiduría creó el mundo, y con su glorioso propósito revistió su creación de hermosura, y con su palabra estableció los cielos, y fundó la tierra sobre las aguas, y con su propia sabiduría y providencia formó su santa Iglesia, a la cual Él también bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con gran fe.»

[4] IV. Cuando hubo terminado de leer y se levantó de su silla, se acercaron cuatro jóvenes, y se llevaron la silla, y partieron hacia Oriente. Entonces ella me dijo que me acercara y me tocó el pecho, y me dijo: «¿Te gustó lo que te leí?» Y yo le dije: «Señora, estas últimas palabras me agradaron, pero las primeras eran difíciles y duras.» Entonces ella me habló y me dijo: «Estas últimas palabras son para los justos, pero las primeras eran para los paganos y rebeldes.» En tanto que ella me estaba hablando, aparecieron dos hombres y se la llevaron, tomándola por los brazos, y partieron hacia el punto adonde había ido la silla, hacia Oriente. Y ella sonrió al partir y, mientras se marchaba, me dijo: «Pónate como un hombre, Hermas.»

Visión Segunda

[5] I. Yo iba camino a Cumas, en la misma estación como el año anterior, y recordaba mi visión del año anterior mientras andaba; y de nuevo me tomó un Espíritu, y se me llevó al mismo lugar del año anterior. Cuando llegué al lugar, caí de rodillas y empecé a orar al Señor, y a glorificar su nombre, porque me había tenido por digno, y me había dado a conocer mis pecados anteriores. Pero después que me hube levantado de orar, vi delante de mí a la señora anciana, a quien había visto el año anterior, andando y leyendo un librito. Y ella me dijo: «¿Puedes transmitir estas cosas a los elegidos de Dios?» Y yo le contesté: «Señora, no puedo recordar tanto; pero dame el librito, para que lo copie.» «Tómalo», me dijo, «y asegúrate de devolvérmelo.» Yo lo tomé, y me retiré a ciesto lugar en el campo y lo copié letra por letra; porque no podía descifrar las sílabas. Cuando hube terminado las letras del libro, súbitamente me arrancaron el libro de la mano; pero no pude vér quién lo había hecho.

[6] II. Y después de quince días, cuando hube ayunado y rogado al Señor fervientemente, me fue revelado el conocimiento del escrito. Y esto es lo que estaba escrito: «Hermas, tu simiente ha pecado contra Dios, y han blasfemado del Señor, y han traicionado a sus padres a causa de sus grandes maldades, sí, han conseguido el nombre de traidores de los padres, y, con todo, no sacaron provecho de su traición; y aun añadieron a sus pecados actos inexcusables y maldades excesivas; así que la medida de sus transgresiones fue colmada. Pero da a conocer estas palabras a todos tus hijos, y tu esposa será como tu hermana; porque ella tampoco se ha refrenado en el uso de la lengua, con la cual obra mal. Después que tú les hayas dado a conocer todas estas palabras, que el Señor me mandó que te revelara, entonces todos los pecados que ellos han cometido con anterioridad les serán perdonados; sí, y también a todos los santos que han pecado hasta el día de hoy, si se arrepienten de todo corazón, y quitan la doblez de ánimo de su corazón. Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Por consiguiente, tú dirás a los gobernantes de la Iglesia, que enderecen sus caminos en justicia, para que puedan recibir en pleno las promesas con gloria abundante. Los que obráis justicia, pues, estad firmes, y no seáis de doble ánimo, para que podáis ser admitidos con los santos ángeles. Bienaventurados seáis, pues, cuantos sufráis con paciencia la gran tribulación que viene, y cuantos noiiiieguen su vida. Porque el Señor juró con respecto. a, su Hijo, que todos los que nieguen a su Señor serán rechazados de su vida, incluso los que ahora están a punto de negarle en los días venideros; pero a los que le negaron antes de ahora, a ellos les fue concedida misericordia por causa de su gran bondad.

[7] III. »Pero, Hermas, no guardes ya rencor contra tus hijos, ni permitas que tu hermana haga lo que quiera, para que puedan ser purificados de sus pecados anteriores. Porque ellos serán castigados con castigo justo, a menos que les guardes rencor tú mismo. El guardar un rencor es causa de muerte. Pero tú, Hermas, has pasado por grandes tribulaciones tú mismo, por causa de las transgresiones de tu familia, debido a que no te cuidaste de ellos. Porque tú les descuidaste, y te mezclaste a ellos con tus propias actividades malas. Pero en esto consiste tu salvación: en que no te apanes del Dios vivo, y en tu sencillez y tu gran continencia. Estas te han salvado si permaneces en ellas; y salvan a todos los que hacen tales cosas, y andan en inocencia y simplicidad. Estas prevalecen sobre toda maldad y persisten hasta la vida eterna. Bienaventurados todos los que obran justicia. Nunca serán destruidos. Pero tú dirás a Máximo: "He aquí viene tribulación (sobre ti) si tú crees apropiado negarme por segunda vez. El Señor está cerca de todos los que se vuelven a Él, como está escrito en Eldad y Modat, que profetizaron al pueblo en el desierto"»

[8] IV. Luego, hermanos, un joven de extraordinaria hermosura en su forma me hizo una revelación en mi sueño, y me dijo: «¿Quién crees que es la señora anciana, de la cual recibiste el libro?» Y yo dije: «La Sibila». «Te equivocas», me dijo, «no lo es». «¿Quién es, pues?», le dije. «La Iglesiá», dijo él. Yo le dije: «¿Por qué, pues, es de avanzada edad?» «Porque», me contestó, «ella fue creada antes que todas las cosas; ésta es la causa de su edad; y por amor a ella fue formado el mundo.» Y después vi una visión en mi casa. Vino la anciana y me preguntó si ya había dado el libro a los ancianos. Yo le dije que no se lo había dado. «Has hecho bien», me contestó, «porque tengo algunas palabras que añadir. Cuando habré terminado todas las palabras, será dado a conocer, mediante ti, a todos los elegidos. Por tanto, tú escribirás dos libritos, y enviarás uno a Clemente, y uno a Grapte. Y Clemente lo enviará a las ciudades extranjeras, porque éste es su deber; en tanto que Grapte lo enseñará a las viudas y huérfanos. Pero tú leerás (el libro) a esta ciudad junto con los ancianos que presiden sobre la Iglesia.»

Visión Tercera

[9] I. La tercera visión que vi, hermanos, fue como sigue: Después de ayunar con frecuencia, y rogar al Señor que me declarara la revelación que El había prometido mostrarme por boca de la señora anciana, aquella misma noche vi a la señora anciana, y ella me dijo: «Siendo así que eres tan insistente y estás ansioso de conocer todas las cosas, ven al campo donde resides, y hacia la hora quinta apareceré ante ti, y te mostraré lo que debes ver.» Yo le pregunté, diciendo: «Señora, ¿a qué parte del campo?» «Adonde quieras», me dijo. Yo seleccioné un lugar retirado y hermoso; pero, antes de hablarle y mencionarle el lugar, ella me dijo: «Iré allí donde tú quieras.» Fui, pues, hermanos, al campo, y conté las horas, y llegué al lugar que yo había designado para que ella viniera, y vi un sofá de marfil colocado allí, y sobre el sofá había un cojín de lino, y sobre el cojín una cobertura de lino fino.

Cuando vi estas cosas tan ordenadas, y que no habla nadie allí, me asombré, y me puse a temblar, y se me erizó el pelo; y un acceso de temor cayó sobre mí, porque estaba solo. Cuando me recobré, y recordé la gloria de Dios, y me animé, me arrodillé y confesé mis pecados al Señor una vez más, como había hecho en la ocasión anterior.

Entonces vinieron seis jóvenes, los mismos que había visto antes, y se quedaron de pie junto a mí, y me escucharon atentamente mientras oraba y confesaba mis pecados al Señor. Y ella me tocó y me dijo: «Hermas, termina ya de rogar constantemente por tus pecados; ruega también pidiendo justicia, para que puedas dar parte de ella a tu familia.» Entonces me levantó con la mano y me llevó al sofá, y dijo a los jóvenes: «Id, y edifica». Y después que los jóvenes se hubieron retirado y nos quedamos solos, ella me dijo: «Siéntate aquí.» Y yo le dije: «Señora, que se sienten los ancianos primero.» «Haz lo que te mando», dijo ella, «siéntate». Entonces, cuando yo quería sentarme en el lado derecho, ella no me lo permitió, sino que me hizo una seña con la mano de que me sentara en el lado izquierdo. Como yo estaba entonces pensando en ello y estaba triste, porque ella no me habla permitido sentarme en el lado derecho, me dijo ella: «¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que ellos sufrieron. »

[10] II. «¿Qué es lo que sufrieron?», pregunté yo. «Escucha», dijo ella: «Azotes, cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al Nombre. Por tanto, a ellos pertenece el lado derecho de la Santidad -a ellos, y a los que sufrirán por el Nombre-. Pero para el resto hay el lado izquierdo. No obstante, para unos y otros, para los que se sientan a la derecha como para los que se sientan a la izquierda, hay los mismos dones, y las mismas promesas, sólo que ellos se sientan a la derecha y tienen cierta gloria. Tú, verdaderamente, deseas sentarte a la derecha con ellos, pero tienes muchos defectos; con todo, serás purificado de estos defectos tuyos; sí, y todos los que no son de ánimo indeciso, serán purificados de todos sus pecados en este día.»

Cuando hubo dicho esto, ella deseaba partir; pero, cayendo a sus pies, yo le rogué por el Señor que me mostrara la visión que me había prometido. Entonces ella me tomó de nuevo por la mano, y me levantó, y me hizo sentar en el sofá en el lado izquierdo, en tanto que ella se sentaba en el derecho. Y levantando una especie de vara reluciente, me dijo: «¿Ves algo muy grande?» Y yo le dije: «Señora, no veo nada.» Ella me dijo: «Mira, ¿no ves enfrente de ti una gran torre que es edificada sobre las aguas, de piedras cuadradas relucientes?» Y la torre era edificada cuadrada por los seis jóvenes que habían venido con ella. Y muchísimos otros traían piedras, y algunos de ellos de lo profundo del mar y otros de la tierra, y las iban entregando a los seis jóvenes. Y éstos las tomaban y edificaban. Las piedras que eran arrastradas del abismo las colocaban, en cada caso, tal como eran, en el edificio, porque ya se les había dado forma; y encajaban en sus junturas con las otras piedras; y se adherían tan juntas la una a la otra que no se podía ver la juntura; y el edificio de la torre daba la impresión como si fuera edificado de una sola piedra. Pero, en cuanto a las otras piedras que eran traídas de tierra firme, algunas las echaban a un lado, otras las ponían en el edificio, y otras las hacían pedazos y las lanzaban lejos de la torre. Había también muchas piedras echadas alrededor de la torre, y no las usaban para el edificio; porque algunas tenían moho, otras estaban resquebrajadas, otras eran demasiado pequeñas, y otras eran blancas y redondas y no encajaban en el edificio. Y vi otras piedras echadas a distancia de la torre, y caían en el camino y, con todo, no se quedaban en el camino, sino que iban a parar a un lugar donde no había camino; y otras caían en el fuego y ardían allí; y otras caían cerca de las aguas y, pese a todo, no podían rodar dentro del agua, aunque deseaban rodar y llegar al agua.

[11] III. Cuando ella me hubo mostrado estas cosas, quería irse con prisa. Yo le dije: «Señora, ¿qué ventaja tengo en haber visto estas cosas, si no sé lo que significan?» Ella me contestó y me dijo: «Tú eres muy curioso, al desear conocer todo lo que se refiere a la torre.» «Sí, señora», le dije, «para que pueda anunciarlo a mis hermanos, y que ellos [puedan gozarse más y] cuando oigan [estas cosas] puedan conocer al Señor en gran gloria.» Entonces me dijo: «Muchos (las) oirán; pero cuando oigan, algunos estarán contentos y otros llorarán. Sin embargo, incluso estos últimos, si oyen y se arrepienten, también estarán contentos. Oye, pues, las parábolas de la torre; porque te revelaré todas estas cosas. Y no me molestes más sobre la revelación; porque estas revelaciones tienen un término, siendo así que ya han sido completadas. No obstante, no cesarás de pedirme revelaciones; porque eres muy atrevido.

»La torre, que ves que se está edificando, soy yo misma, la Iglesia, a quien viste antes y ves ahora. Pregunta, pues, lo que quieras respecto a la torre, y te lo revelaré, para que puedas gozarte con los santos.» Yo le digo: «Señora, como me consideraste digno, una vez por todas, de revelarme todas estas cosas, revélamelas.» Entonces ella me dijo: «Todo lo que se te pueda revelar, se te revelará. Sólo que tu corazón esté con Dios, y no haya dudas en tu mente sobre las cosas que veas.» Le pregunté: «¿Por qué es edificada la torre sobre las aguas, señora?» «Ya te lo dije antes», dijo ella, «y verdaderamente tú inquieres diligentemente. Así que por tus preguntas descubrirás la verdad. Oye, pues, por qué la torre es edificada sobre las aguas: es porque vuestra vida es salvada y será salvada por el agua. Pero la torre ha sido fundada por la palabra del Todopoderoso y el Nombre glorioso, y es fortalecida por el poder invisible del Señor.»

[12] IV. Yo le contesté y le dije: «Señora, esto es grande y maravilloso. Pero los seis jóvenes que edifican, ¿quiénes son, señora?»

«Estos son los santos ángeles de Dios, que fueron creados antes que cosa alguna; a ellos el Señor entregó toda su creación para que la aumentaran y edificaran, y para ser señores de toda la creación. Por sus manos, pues, es realizada la edificación de la torre.». «Y ¿quiénes son los otros que acarrean las piedras?» «Son también ángeles de Dios; pero estos seis son superiores a ellos. El edificio de la torre, pues, será terminado, y todos juntos se regocijarán en el corazón (cuando estén) alrededor de la torre, y glorificarán a Dios que la edificación de la torre haya sido realizada.» Yo inquirí de ella, diciendo: «Señora, me gustaría saber con respecto al fin de las piedras y su poder, de qué clase son.» Ella me contestó y dijo: «No es que tú entre todos los hombres seas especialmente digno de que te sea revelado; porque hay otros antes que tú, y mejores que tú, a los cuales deberían haber sido reveladas estas visiones. Pero para que sea glorificado el nombre de Dios, se te ha revelado y se te revelará, por causa de los de ánimo indeciso, que preguntan en sus corazones si estas cosas son así o no. Diles, pues, que estas cosas son verdaderas, y que no hay nada apane de la verdad, sino que todas son firmes, y válidas, y establecidas sobre un fundamento seguro.

[13] V. »Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que son cuadradas y blancas, y que encajan en sus junturas, éstas son los apóstoles y obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios, algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por tanto, sus junturas encajan en el edificio de la torre.» «Pero hay las que son sacadas de la profundidad del mar, y colocadas en el edificio y que encajan en sus junturas con las otras piedras que ya estaban colocadas; éstos, ¿quiénes son?» «Estos son los que han sufrido por el nombre del Señor.» «Pero las otras piedras que son traídas de tierra seca, me gustaría saber quiénes son éstos, señora.» Ella contestó: «Los que entran en el edificio, y todavía no están labrados, a éstos el Señor ha aprobado porque anduvieron en la rectitud del Señor y ejecutaron rectamente sus mandamientos.» «Pero los que van siendo traídos y colocados en el edificio, ¿quiénes son?» «Son jóvenes en la fe, y fieles; pero fueron advertidos por los ángeles que obren bien, porque en ellos fue hallada maldad.» «Pero los que fueron desechados y puestos a un lado, ¿quiénes son?» «Estos han pecado, y desean arrepentirse, por tanto no son lanzados a gran distancia de la torre, porque serán útiles para la edificación si se arrepienten. Los que se arrepienten, pues, silo hacen, serán fuertes en la fe si se arrepienten ahora en tanto que se construye la torre. Este privilegio lo tienen solamente los que se hallan cerca de la torre.

[14] VI. »Pero, ¿quisieras saber acerca de los que son hechos pedazos y lanzados fuera de la torre? Estos son los hijos del libertinaje. Estos recibieron la fe hipócritamente, y no hubo maldad que no se hallara en ellos. Por tanto, no tienen salvación, porque no son útiles para edificar, por razón de su maldad. Por tanto son desmenuzados y tirados por causa de la ira del Señor, porque le provocaron a ira. En cuanto al resto de las piedras que tú has visto echadas en gran número y que no entran en el edificio, de ellas, las que son mohosas son las que conocieron la verdad, pero no permanecieron en ella ni se mantuvieron adheridos a los santos. Por lo tanto, son inservibles.»

«Pero las que están resquebrajadas, ¿quiénes son?» «Estos son los que tienen discordia en su corazón el uno respecto al otro, y no hay paz entre ellos; tienen una apariencia de paz, pero cuando se separan el uno del otro, los malos pensamientos permanecen en sus corazones. Éstas son las rajas que tienen las piedras. Pero las que están cortadas y son más pequeñas, éstos han creído, y tienen su mayor parte en justicia, pero hay en ellos partes de iniquidad; por tanto, son demasiado pequeñas, y no son perfectas.»

«Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el edificio?» Ella me contestó: «¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y obtuso, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.» Y yo contesté y le dije: «¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?» Ella me contestó: «Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor. Aprende primero de ti mismo. Cuando tenías riquezas no eras útil; pero ahora eres útil y provechoso para vida. Sé útil a Dios, porque tú mismo también eres sacado de las mismas piedras.

[15] VII. »Pero las otras piedras que viste echadas lejos de la torre y que caen en el camino y van a parar fuera del camino a las regiones en que no hay camino, éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el verdadero camino. De esta manera, ellos, pensando que pueden hallar un camino mejor, se extravían y son gravemente afligidos, cuando andan por las regiones en que no hay camino. Pero los que caen en el fuego y son quemados, éstos son los que finalmente se rebelaron contra el Dios vivo, y ya no entró más en sus corazones el arrepentirse, por causa de sus deseos atrevidos y de las maldades que han obrado. Pero los otros, que caen cerca de las aguas y, con todo, no pueden rodar al agua, ¿quieres saber cuáles son? Estos son los que han oído la palabra y quisieran ser bautizados en el nombre del Señor. Luego, cuando recapacitan sobre la pureza requerida por la verdad, cambian de opinión y vuelven a sus malos deseos.» Así terminó ella la explicación de la torre. Siendo yo importuno todavía, le pregunté aún si para todas aquellas piedras que fueron rechazadas y no encajaban en el edificio de la torre había arrepentimiento y un lugar en esta torre. «Pueden arrepentirse», me dijo, «pero no pueden encajar en esta torre. Serán encajados en otro lugar mucho más humilde, pero no hasta que hayan sufrido tormentos por esta razón y hayan cumplido los días de sus pecados. Y serán sacados por esta razón, porque participaron en la Palabra justa; y entonces serán aliviados de sus tormentos si se arrepienten de los actos malos que han cometido; pero si éstos no les llegan al corazón, no son salvos a causa de la dureza de sus corazones.»

[16] VIII. Cuando cesé de preguntarle sobre todas estas cosas, pues, ella me dijo: «¿Quisieras ver otra cosa?» Teniendo deseos de contemplarla, me gocé en gran manera de poder verla. Ella me miró, y sonrió, y me dijo: «¿Ves a siete mujeres alrededor de la torre?» «Las veo, señora», le dije. «Esta torre es sostenida por ellas, según orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna.» «Y las otras, señora, ¿quiénes son?» «Son hijas la una de la otra. El nombre de la primera es Sencillez; el de la siguiente, Conocimiento; la próxima es Inocencia; la otra, Reverencia; la siguiente, Amor. Cuando tú, pues, hagas todas las obras de su madre, podrás vivir.» «Me gustaría saber, señora», le dije, «qué poder tiene cada una de ellas.» «Escucha, pues», dijo ella, «los poderes que tienen. Sus poderes son dominados cada una por la otra, y se siguen una a otra en el orden en que nacieron. De Fe nace Continencia; de Continencia, Simplicidad; de Simplicidad, Inocencia; de Inocencia, Reverencia; de Reverencia, Conocimiento; de Conocimiento, Amor. Sus obras, pues, son puras y reverentes y divinas. Todo aquel que sirva a estas mujeres, y tenga poder para dominar sus obras, tendrá su morada en la torre con los santos de Dios.» Entonces le pregunté, con respecto a las sazones, si la consumación es ya ahora. Pero ella gritó en alta voz: «Necio, ¿no ves que la torre va siendo construida? Cuando la torre haya sido edificada, habrá llegado el fin; pero será edificada rápidamente. No me hagas más preguntas: este recordatorio es suficiente para ti y para los santos, y es la renovación de vuestros espíritus. Pero no te fue revelado sólo a ti, sino para que puedas mostrar estas cosas a todos. Después de tres días -porque tú has de entender primero, y te encargo, Hermas, con las palabras que voy a decirte- (a ti te encargo) di todas estas cosas a los oídos de los santos, para que las oigan y las hagan y puedan ser purificados de sus maldades, y tú mismo con ellos.

[17] IX. »Oídme, hijos míos. Os crié en mucha simplicidad e inocencia y reverencia, por medio de la misericordia del Señor, que instiló justicia en vosotros, para que pudierais ser justificados y santificados de toda maldad y perversidad. Ahora pues, oídme y haya paz entre vosotros, y tened consideración el uno al otro, y ayudaos el uno al otro, y no participéis de lo creado por Dios a solas en la abundancia, sino también compartid con los que están en necesidad. Porque algunos, a causa de sus excesos en la comida, acarrean debilidad a la carne, y dañan su carne, mientras que la carne de los que no tienen nada que comer es dañada por no tener suficiente nutrición, y su cuerpo es echado a perder. Este exclusivismo, pues, es perjudicial para vosotros los que tenéis y no compartís con los que tienen necesidad. Advenid el juicio que viene. Así pues, los que tenéis más que suficiente, buscad a los hambrientos, en tanto que la torre no está terminada; porque una vez que la torre haya sido terminada, desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo. Mirad, pues, los que os alegráis en vuestra riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al Señor, y vosotros con vuestra [abundancia de] cosas buenas halléis cerrada la puerta de la torre. Ahora, pues, os digo a vosotros los que gobernáis la Iglesia y que ocupáis sus asientos principales, no seáis como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero vosotros lleváis vuestra droga y vuestro veneno en el corazón. Estáis endurecidos, y no queréis limpiar vuestros corazones, y mezclar vuestra sabiduría en un corazón limpio, para que podáis conseguir misericordia del Gran Rey. Mirad, pues, hijos, que estas divisiones no os priven de vuestra vida. ¿Cómo es posible que queráis instruir a los elegidos del Señor, en tanto que vosotros no tenéis instrucción? Instruíos unos a otros, pues, y tened paz entre vosotros, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de todos vosotros a vuestro Señor.»

[18] X. Así pues, cuando ella hubo cesado de hablarme, los seis jóvenes que edificaban vinieron y se la llevaron a la torre, y otros cuatro levantaron el sofá y se lo llevaron también a la torre. No les vila cara a éstos, porque la tenían vuelta al otro lado. Y cuando ella se iba, yo le pedí que me revelara qué significaban las tres formas en que ella se me había aparecido. Ella me contestó y dijo: «Con respecto a estas cosas has de preguntar a otro, para que puedan serte reveladas.» Pues yo la vi, hermanos, en mi primera visión del año pasado, como una mujer muy anciana y sentada en una silla. En la segunda visión su rostro era juvenil, pero su carne y su cabello eran añosos, y me hablaba estando de pie; y ella estaba más contenta que antes. Pero en la tercera visión era del todo joven y de extraordinaria hermosura, y sólo su cabello se veía de edad; y estaba contenta en gran manera y sentada sobre un sofá. Y yo estaba muy deseoso de saber la revelación de estas cosas. Y veo a la anciana en una visión de la noche, diciéndome: «Toda pregunta requiere humildad. Ayuna, pues, y recibirás del Señor lo que has pedido.» Así que ayuné un día; y aquella noche se me apareció un joven y me dijo: «Siendo así que insistes pidiendo revelaciones, vigila que con tu mucho preguntar no dañes tu carne. Bástente estas revelaciones. ¿No puedes ver otras revelaciones más poderosas que las que has visto?» Y yo le dije en respuesta: «Señor, sólo pregunto una cosa, con respecto a las tres formas de la anciana: que me sea concedida una revelación completa.» El me dijo como respuesta: «¿Hasta cuándo serás sin entendimiento? Es tu ánimo indeciso que hace que no tengas entendimiento, y que tu corazón no esté puesto hacia el Señor.» Yo le contesté y le dije de nuevo: «De ti, Señor, sabré las cosas con más precisión.»

[19] XI. «Escucha», me dijo, «con referencia a las tres formas sobre las cuales preguntas. En la primera visión, ¿por qué no se te apareció como una anciana y sentada en una silla? Porque tu espíritu era añoso, y ya decaído, y no tenía poder por razón de tus debilidades y actos de indecisión. Porque como un anciano, no teniendo ya esperanza de renovar su juventud, no espera nada sino caer dormido, así vosotros también, siendo debilitados con las cosas de este mundo, os entregáis a lamentaciones, y no echáis vuestros cuidados sobre el Señor, sino que vuestro espíritu está quebrantado, y sois achacosos con vuestras aflicciones.» «¿Por qué, pues, estaba sentada en una silla, quisiera saber, Señor?» «Porque toda persona débil se sienta en una silla por causa de su debilidad, para que sea sostenida la debilidad de su cuerpo. Así que tú tienes el simbolismo de la primera visión.

[20] XII. »Pero en la segunda visión la viste de pie, y con el rostro más juvenil y más alegre que antes; pero su carne y su cabello eran añosos. Escucha esta parábola también», me dijo. «Imagínate a un anciano que ha perdido toda esperanza de sí mismo, por razón de su debilidad y su pobreza, y no espera nada más que su último día en la vida. De repente le dejan una herencia. Oye las noticias, se levanta y, lleno de gozo, se viste con energía, y ya no está echado, sino de pie, y su espíritu, que estaba quebrantado hace un momento por razón de sus circunstancias anteriores, es renovado otra vez, y ya no está sentado, sino que se siente animoso; así también era contigo, cuando oíste la revelación que el Señor te reveló. Porque Él tuvo compasión de ti, y renovó tus ánimos, y puso a un lado tus dolencias, y te vino fuerza, y fuiste hecho poderoso en la fe, yel Señor se regocijó en verte fortalecido. Y, por tanto, El te mostró la edificación de la torre; si, y también otras cosas te mostrará si de todo corazón tenéis paz entre vosotros.

[21] XIII. »Pero en la tercera visión la viste más joven y hermosa y alegre, y su forma hermosa. Porque tal como uno que está lamentándose, al recibir buenas noticias, inmediatamente olvida sus penas anteriores y no admite nada sino las noticias que ha oído, y es fortalecido por ellas en lo que es bueno, y su espíritu es renovado por razón del gozo que ha recibido, del mismo modo también vosotros habéis recibido una renovación de vuestros espíritus al ver estas cosas buenas. Y si la viste sentada en un sofá, la posición es firme; porque el sofá tiene cuatro patas y se mantiene firme; porque el mundo también es sostenido por medio de cuatro elementos. Así pues, los que se han arrepentido plenamente serán jóvenes de nuevo, y afianzados firmemente, siendo así que se han arrepentido de todo su corazón. Ahí tienes la revelación entera y completa. No pidas más revelaciones; pero si aún te falta algo, te será revelado.»

Visión Cuarta

[22] I. La cuarta visión la vi, hermanos, veinte días después de la anterior que había tenido, y era un tipo de la tribulación inminente. Yo andaba por la Vía de la Campania, hacia el campo. Desde la carretera (al lugar adonde iba) hay unos diez estadios; el terreno es fácil de andar. Iba solo, y rogaba al Señor que completara las revelaciones y las visiones que me había mostrado por medio de su santa Iglesia, para que Él me fortaleciera a mí mismo y diera arrepentimiento a sus siervos que han tropezado, para que su Nombre grande y glorioso pueda ser glorificado, pues me había considerado digno de mostrarme sus maravillas. Y mientras le daba gloria y acción de gracias, me contestó como si fuera el sonido de una voz: «No dudes en tu mente, Hermas.» Empecé a preguntarme y decirme: «¿Cómo puedo dudar en mi mente siendo así que he sido tan firmemente afianzado por el Señor y he visto cosas gloriosas?» Y seguí un poco adelante, hermanos, y he aquí, vi una nube de polvo que se levantaba hacia el cielo, y empecé a decirme: «¿Es posible que sea ganado que se acerca, y levanten una nube de polvo?», porque estaba a un estadio de distancia. Cuando la nube de polvo se fue haciendo cada vez mayor, sospeché que se trataba de algo sobrenatural. Entonces el sol brilló un poco, y he aquí, vi una gran bestia como un monstruo marino, y de su boca salían langostas de fuego. Y la bestia tenía unos cien pies de longitud, y su cabeza era como si fuera de arcilla. Y empecé a llorar y a rogar al Señor que me rescatara de ella. Y recordé la palabra que había oído: «No tengas dudas en tu mente, Hermas.» Así que, hermanos, habiéndome revestido de la fe del Señor y recordado las obras poderosas que Él me había enseñado, cobré ánimos y me dirigí hacia la bestia. Ahora bien, la bestia se acercaba con tal furia que podría haber dejado en ruinas una ciudad. Llegué cerca de ella, y aunque el monstruo era enorme, se tendió en el suelo, y meramente sacó la lengua y no se movió en lo más mínimo hasta que yo hube pasado por su lado. Y la bestia tenía en su cabeza cuatro colores: negro, luego color de fuego y sangre, luego oro, luego blanco.

[23] II. Así pues, una vez hube pasado la bestia y avanzado unos treinta pasos, he aquí, vino hacia mí una virgen ataviada como si saliera de la cámara nupcial, toda blanca y con sandalias blancas, velada hasta la frente, y la cobertura de su cabeza era un turbante, y su cabello era blanco. Sabía por visiones anteriores que era la Iglesia, y me alegré algo. Ella me saludó y me dijo: «Buenos días, buen hombre»; yo la saludé a mi vez: «Buenos días, señora.» Ella me contestó y me dijo: «¿No has encontrado nada?» Yo le dije: «Señora, una bestia enorme, que podría haber destruido pueblos enteros; pero, por el poder del Señor y por su gran misericordia, escapé de ella.» «Tú escapaste de ella, cierto», dijo ella, «porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvado sólo por medio de su Nombre grande y glorioso. Por tanto, el Señor envió a su ángel, que está sobre las bestias, cuyo nombre es Segri, y le cerró la boca para que no pudiera causarte daño. Tú has escapado de una gran tribulación por causa de tu fe, y porque, aunque viste una bestia tan inmensa, no dudaste en tu mente. Ve, pues, y declara a los elegidos del Señor sus obras poderosas, y diles que esta bestia es un tipo de la gran tribulación que ha de venir. Por tanto, si os preparáis de antemano, y os arrepentís (y os volvéis) al Señor de todo corazón, podréis escapar de ella si vuestro corazón es hecho puro y sin mácula y si durante el resto de los días de vuestra vida servís al Señor de modo intachable. Echa tus cuidados sobre el Señor y Él se hará cargo de ellos. Confiad en el Señor, hombres de poco ánimo, porque El puede hacer todas las cosas, sí, puede apañar su ira de vosotros, y también enviar sus plagas sobre vosotros los que sois de ánimo indeciso. Ay de aquellos que oyen estas palabras y son desobedientes; sería mejor para ellos que no hubieran nacido.»

[24] III. Le pregunté con respecto a los cuatro colores que la bestia tenía sobre la cabeza. Entonces ella me contestó y me dijo: «Otra vez eres curioso sobre estas cosas.» «Sí, señora», le dije, «hazme saber qué son estas cosas.» «Escucha», me dijo; «el negro es este mundo en el cual vivís; y el fuego y el color del fuego y la sangre muestran que este mundo perecerá a sangre y fuego; y el dorado son los que han escapado de este mundo. Porque así como el oro es probado por el fuego y es hecho útil, así también vosotros [que habitáis en él] sois probados. Los que permanecen y pasan por el fuego serán purificados por él. Porque como el oro pierde su escoria, así vosotros también vais a desprenderos de toda aflicción y tribulación, y seréis purificados, y seréis útiles para la edificación de la torre. Pero la parte blanca es la edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la vida eterna. Por lo tanto, no ceses de hablar a los oídos de los santos. Ahora tenéis el simbolismo también de la tribulación que se avecina potente. Pero si estáis dispuestos, no será nada. Recordad las cosas que han sido escritas de antemano.» Con estas palabras partió, y no vi en qué dirección había partido; porque se hizo un ruido; y me volví atemorizado, pensando que la bestia venía hacia mí.

Visión Quinta

[25] Mientras oraba en la casa y estaba sentado en el sofá, entró un hombre de rostro glorioso, vestido como un pastor, envuelto en una piel blanca, y con su zurrón al hombro y un cayado en la mano. Y me saludó, y yo le devolví el saludo. E inmediatamente se sentó a mi lado y me dijo: «Me ha enviado el ángel más santo, para que viva contigo el resto de los días de tu vida.» Yo pensé que había venido a tentarme y le dije: «¿Por qué?, ¿quién eres? Porque sé», le dije, «a quién he sido confiado.» Él me dijo: «¿No me reconoces?» «No», le contesté. «Yo», me dijo, «soy el pastor a quien has sido confiado.» En tanto que me estaba hablando, su forma cambió, y le reconocí como el mismo a quien había sido confiado; e inmediatamente quedé confundido, y el temor se apoderó de mí, y quedé anonadado por la aflicción de haberle contestado de modo tan malvado e insensato. Pero él me contestó y dijo: «No te quedes azorado, sino sé confirmado en los mandamientos que estoy a punto de darte. Porque yo he sido enviado», dijo, «para mostrarte de nuevo las cosas que viste antes, en especial las que sean convenientes para ti. Ante todo, escribe mis mandamientos y mis parábolas; y las otras cosas las escribirás según te mostraré. Y me dijo: La razón por la que te mando que escribas primero los mandamientos y las parábolas es que puedas leerlas sobre la marcha, y así puedas guardarlas.» Así que escribí los mandamientos y las parábolas, tal como me mandó. Por tanto, si, cuando las oís, las guardáis y andáis en ellas, y las hacéis con el corazón puro, recibiréis del Señor todas las cosas que Él ha prometido; pero si, cuando las oís, no os arrepentís, sino que añadís todavía a vuestros pecados, recibiréis del Señor lo opuesto. Todas estas cosas me mandó que escribiera el pastor, el ángel del arrepentimiento.

Primer Mandato

[26] «Ante todo, cree que Dios es uno, y que Él creó todas las cosas y las puso en orden, y trajo todas las cosas de la no existencia al ser, que comprende,todas las cosas siendo Él solo incomprensible. Cree en Él, pues, y témele, y en este temor ejerce dominio sobre ti mismo. Guarda estas cosas, y te verás libre de toda maldad, y serás revestido de toda excelencia y justicia, y vivirás para Dios si guardas este mandamiento.»

Segundo Mandato

[27] Y me dijo: «Mantén la simplicidad y la inocencia, y serás como un niño pequeño, que no conoce la maldad que destruye la vida de los hombres. Ante todo, no digas mal de ningún hombre, ni tengas placer en escuchar a un calumniador. De otro modo, tú que escuchas serás también responsable del pecado de aquel que habla mal, si crees la calumnia que oyes; porque, al creerla, tú también tendrás algo que decir contra tu hermano. Así que serás responsable del pecado del que dice el mal. La calumnia es mala; es un demonio inquieto, que nunca está en paz, sino que siempre se halla entre divisiones. Abstente, pues, de ella, y tendrás paz en todo tiempo con todos los hombres. Pero revístete de reverencia, en la cual no hay tropiezo, sino que todas las cosas son suaves y alegres. Haz lo que es bueno, y de todas tus labores, que Dios te da, da a todos los que están en necesidad generosamente, sin hacer preguntas sobre a quién has de dar y a quién no has de dar. Da a todos, porque Dios desea que todos reciban de su abundancia. Los que reciben, pues, tendrán que dar cuenta a Dios de por qué lo han recibido y a qué fin; porque los que reciben en necesidad no serán juzgados, pero los que reciben con pretextos simulados recibirán el castigo. Así pues, el que da es inocente; porque como recibe del Señor el servicio a ejecutar, lo ha ejecutado en sinceridad, sin hacer distinción entre a quién da y a quién no da. Esta ministración, pues, cuando es ejecutada sinceramente, pasa a ser gloriosa a la vista de Dios. El que ministra así sinceramente, pues, vivirá para Dios. Por tanto, guarda este mandamiento que te he dado: que tu propio arrepentimiento y el de tu casa puedan ser hallados sinceros, y [tu] corazón puro y sin mancha.»

Tercer Mandato

[28] De nuevo dijo: «Ama la verdad, y que no salga de tu boca otra cosa que la verdad, que el espíritu que Dios hizo residir en esta tu carne pueda ser hallado veraz a la vista de todos los hombres; y así el Señor, que reside en ti, será glorificado; porque el Señor es fiel en toda palabra, y en Él no hay falsedad. Por tanto, los que dicen mentiras niegan al Señor, y pasan a ser ladrones del Señor, porque no le entregan a Él el depósito que han recibido. Porque ellos recibieron de Él un espíritu libre de mentiras. Si devuelven un espíritu mentiroso, han faltado al mandamiento del Señor y han pasado a ser ladrones.» Cuando oí estas cosas, lloré amargamente. Pero, viéndome llorar, dijo: «¿Por qué lloras?» «Señor», le contesté, «porque no sé si puedo ser salvo.» «¿Por qué?», me dijo. «Señor», contesté, «porque nunca en mi vida he dicho una palabra de verdad, sino que siempre he vivido engañosamente con todos los hombres y he cubierto mi falsedad como verdad delante de todos los hombres; y nadie me ha contradicho nunca, sino que se ha puesto confianza en mi palabra. Señor, ¿cómo, pues, puedo vivir siendo así que he hecho estas cosas?» Él me contestó: «Tu suposición es cierta y verdadera, porque te corresponde como siervo de Dios andar en la verdad, y el Espíritu de verdad no puede tener complicidad con el mal, ni afligir al Espíritu que es santo y verdadero.» Y le dije: «Nunca, Señor, oí claramente palabras semejantes.» Y me contestó: «Ahora, pues, las oyes. Guárdalas, para que las falsedades anteriores que dijiste en tus asuntos y negocios puedan por sí mismas pasar a ser creíbles, ahora que éstas son halladas verdaderas; porque también pueden pasar aquéllas a ser dignas de confianza. Si guardas estas cosas y, en adelante, no dices otra cosa que la verdad, podrás alcanzar la vida para ti mismo. Y todo el que oiga este mandamiento y se abstenga de falsedad —este hábito tan pernicioso— vivirá para Dios.»

Cuarto Mandato

[29] I. «Te encargo», me dijo, «que guardes la pureza, y no permitas que entre en tu corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de otro, o referente a fornicación, u otros actos malos semejantes; porque al hacerlo cometes un gran pecado. Pero recuerda siempre a tu propia esposa, y no irás descaminado nunca. Porque si este deseo entra en tu corazón, irás descaminado, y si entra otro alguno tan malo como éste, cometes pecado. Porque este deseo en un siervo de Dios es un gran pecado; y si un hombre hace esta maldad, obra muerte para sí mismo. Mira bien, pues. Abstente de este deseo; porque allí donde reside la santidad, la licencia no debe entrar en el corazón de un hombre justo.» Y le dije: «Señor, ¿me permites hacer algunas preguntas más?» «Pregunta», me contestó. Y yo le dije: «Señor, si un hombre que tiene una esposa que confía en el Señor la descubre en adulterio, ¿comete pecado el marido que vive con ella?» «En tanto que esté en la ignorancia», me dijo, «no peca; pero si el marido sabe que ella peca, y la esposa no se arrepiente, sino que continúa en la fornicación, y el marido vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es un cómplice en su adulterio.» Y le dije: «¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el marido si la esposa sigue en este caso?» «Que se divorcie de ella», dijo él, «y que el marido viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa con otra, él también comete adulterio». «Así pues, Señor», le dije, «si después qve la esposa es divorciada se arrepiente y desea regresar a su propio marido, ¿no ha de ser recibida?» «Sin duda ha de serlo», me dijo; «si el marido no la recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí; es más, el que ha pecado y se arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces, porque sólo hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su arrepentimiento, pues, el marido no debe casarse con otra. Esta es la manera de obrar que se manda al esposo y a la esposa. No sólo», dijo él, «es adulterio si un hombre contamina su carne, sino que todo el que hace cosas como los paganos comete adulterio. Por consiguiente, si hechos así los sigue haciendo un hombre y no se arrepiente, mantente aparte de él y no vivas con él. De otro modo, tú también eres partícipe de su pecado. Por esta causa, se os manda que permanezcáis solos, sea el marido o la esposa; porque en estos casos es posible el arrepentimiento. Yo», me dijo, «no doy oportunidad para que la cosa se quede así, sino con miras a que el pecador no peque más. Pero, con respecto al pecado anterior, hay Uno que puede dar curación: El es el que tiene autoridad sobre todas las cosas.»

[30] II. Y le pregunté de nuevo, y dije: «Siendo así que el Señor me tuvo por digno de que permanecieras siempre conmigo, permíteme todavía decir unas pocas palabras, puesto que no entiendo nada, y mi corazón se ha vuelto más denso por mis actos anteriores. Hazme entender, porque soy muy necio, y no capto absolutamente nada.» El me contestó, diciéndome: «Yo presido sobre el arrepentimiento y doy comprensión a todos los que se arrepienten. Es más, ¿no crees», me dijo, «que este mismo acto es comprensión? El arrepentirse es una gran comprensión», dijo él. «Porque el hombre que ha pecado comprende que ha hecho lo malo delante del Señor, y el hecho que ha cometido entra en su corazón y se arrepiente y ya no obra mal, sino que hace bien en abundancia, y humilla su propia alma, y la atormenta porque ha pecado. Ves, pues, que el arrepentimiento es una gran comprensión.» «Es por esto, pues, Señor», le dije, «que lo pregunto todo minuciosamente de ti; primero, porque soy un pecador; segundo, porque no sé qué obras he de hacer para poder vivir, porque mis pecados son muchos y varios.» «Tú vivirás», me dijo, «si guardas mis mandamientos y andas en ellos; y todo el que oye estos mandamientos y los guarda, vivirá ante Dios.»

[31] III. Y le dije: «Todavía voy a hacer otra pregunta, Señor.» «Di», me contestó. «He oído, Señor», le dije, «de ciertos maestros, que no hay otro arrepentimiento aparte del que tuvo lugar cuando descendimos ab agua y obtuvimos remisión de nuestros pecados anteriores.» El me contestó: «Has oído bien; porque es así. Porque el que ha recibido remisión de pecados ya no debe pecar más, sino vivir en pureza. Pero como tú inquieres sobre todas las cosas con exactitud, te declararé esto también, para que no tengan excusa los que crean, a partir de ahora, en el Señor, o los que ya hayan creído. Pues los que ya han creído, o van a creer en adelante, no tienen arrepentimiento para los pecados, sino que tienen sólo remisión de sus pecados anteriores. A los que Dios llamó, pues, antes de estos días, el Señor les designó arrepentimiento. Porque el Señor, discerniendo los corazones y sabiendo de antemano todas las cosas, conoció la debilidad de los hombres y las múltiples añagazas del diablo, en qué forma él procurará engañar a los siervos de Dios, y se portará con ellos perversamente. El Señor, pues, siendo compasivo, tuvo piedad de la obra de sus manos y designó esta (oportunidad para) arrepentirse, y a mí me dio la autoridad sobre este arrepentimiento. Pero te digo», me añadió, «si después de este llamamiento grande y santo, alguno, siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de) arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad.» Yo le dije: «He sido vivificado cuando he oído estas cosas de modo tan preciso. Porque sé que, si no añado a mis pecados, seré salvo.» «Serás salvo», me dijo, «tú y todos cuantos hagan todas estas cosas.»

[32] IV. Y le pregunté de nuevo, diciendo: «Señor, como has tenido paciencia conmigo hasta aquí, declárame esta otra cuestión también.» «Di», me contestó. «Si una esposa», le dije, «o supongamos un marido, muere, y el otro se casa, ¿comete pecado el que se casa?» «No peca», me dijo; «pero si se queda sin casar, se reviste de un honor mucho mayor y de gran gloria delante del Señor; con todo, si se casa, no peca. Preserva, pues, la pureza y la santidad, y vivirás ante Dios. Todas estas cosas, pues, que te digo ahora y te diré después, guárdalas desde ahora en adelante, desde el día en que me fuiste encomendado, y yo viviré en tu casa. Pero, para tus transgresiones anteriores habrá remisión si guardas mis mandamientos. Sí, y todos tendrán remisión si guardan estos mandamientos y andan en esta pureza.»

Quinto Mandato

[33] I. «Sé paciente y entendido», dijo, «y tendrás dominio sobre todo lo malo, y obrarás toda justicia. Porque si eres sufrido, el Espíritu Santo que habita en ti será puro, no siendo oscurecido por ningún espíritu malo, sino que residiendo en un gran aposento se regocijará y alegrará con el vaso en que reside, y servirá a Dios con mucha alegría, teniendo prosperidad. Pero si sobreviene irascibilidad, al punto el Espíritu Saiito, siendo delicado, es puesto en estrechez, no teniendo [el] lugar despejado, y procura retirarse del lugar porque es ahogado por el mal espíritu, y no tiene espacio para ministrar para el Señor como desea, ya que es contaminado por el temperamento irascible. Porque el Señor mora en la longanimidad, pero el diablo en la irascibilidad. Así pues, que los dos espíritus habiten juntos es inconveniente, y malo para el hombre en el cual residen. Porque si tomas un poco de ajenjo y lo viertes en un tarro de miel, ¿no se echa a perder toda la miel, y esto por una cantidad muy pequeña de ajenjo? Porque destruye la dulzura de la miel, y ya no tiene el mismo atractivo para el que lo posee, porque se ha vuelto amarga y ya es inservible. Pero si no se pone el ajenjo en la miel, la miel es dulce y es útil para su dueño. Ves [pues] que la longanimidad es muy dulce, más aún que la dulzura de la miel, y es útil al Señor, y El reside en ella. Pero la irascibilidad es amarga e inútil. Si el temperamento irascible se mezcla, pues, con la paciencia, la paciencia es contaminada y la intercesión del hombre ya no es útil a Dios.» «Quisiera conocer, Señor», le dije, «la obra del temperamento irascible, para que pueda guardarme de él.» «Sí, verdaderamente», me contestó; «si tú no te guardas de él —tú y tu familia— has perdido toda esperanza. Pero guárdate de él; porque yo estoy contigo. Sí, y todos los hombres deben mantenerse alejados de él, todos los que de todo corazón se han arrepentido. Porque yo estoy con ellos y los preservaré; porque todos fueron justificados por el ángel santísimo.

[34] II. »Oye ahora», me dijo, «cuán mala es la obra de la irascibilidad, y en qué forma subvierte a los siervos de Dios por sí misma, y cómo les lleva a extraviarse de la justicia. Pero no descarría a aquellos que están plenamente en la fe, ni puede obrar sobre ellos, porque el poder del Señor está con ellos; pero a los que están vacíos y son de ánimo indeciso les hace descarriar. Porque cuando ve a estos hombres en prosperidad se insinúa en el corazón del hombre, y sin ningún otro motivo, el hombre o la mujer es agraviada a causa de las cosas seculares, sea sobre comidas o alguna cosa trivial, o algún amigo, o sobre dar o recibir, o sobre cuestiones de este estilo. Porque todas estas cosas son necias y vanas y sin sentido e inconvenientes para los siervos de Dios. Pero la paciencia es grande y fuerte, y tiene un poder vigoroso y grande, y es próspera en gran crecimiento, alegre, gozosa y libre de cuidado, glorificando al Señor en toda sazón, no teniendo amargura en sí, permaneciendo siempre tranquila y dulce. Esta paciencia, pues, reside en aquellos cuya fe es perfecta. Pero el temperamento irascible es en primer lugar necio, voluble e insensato; luego, de la necedad se engendra rencor; del rencor, enojo; del enojo, ira; de la ira, despecho; entonces el despecho es un compuesto de todos estos elementos viles y pasa a ser un pecado grande e incurable. Porque cuando todos estos espíritus residen en un vaso en que reside también el Espíritu Santo, este vaso no puede contenerlos, sino que rebosa. El espíritu delicado, pues, no estando acostumbrado a residir con un espíritu malo, ni con aspereza, se aparta del hombre de esta clase, y procura residir en tranquilidad y calma. Entonces, cuando se ha apartado de aquel hombre en el cual reside, este hombre se queda vacío del espíritu justo, y a partir de entonces, siendo lleno de malos espíritus, es inestable en todas sus acciones, siendo arrastrado de acá para allá por los espíritus malos, y se ve del todo cegado y privado de sus buenas intenciones. Esto, pues, ha sucedido a todas las personas de temperamento irascible. Abstente, así, del temperamento irascible, el peor de los espíritus malos. Pero revístete de paciencia, y resiste la irascibilidad y la aspereza, y te hallarás en compañía de la santidad que es amada por el Señor. Procura, por tanto, no descuidar nunca este mandamiento; porque si dominas este mandamiento, podrás asimismo guardar los restantes mandamientos que estoy a punto de darte. Mantente firme en ellos dotado de poder; y que todos estén dotados de poder, todos cuantos deseen andar en ellos.»

Sexto Mandato

[35] I. «Te encargué», me dijo, «en mi primer mandamiento que guardes la fe y el temor y la templanza.» «Sí, señor», le dije. «Pero ahora», insistió, «quiero mostrarte sus poderes también, para que puedas comprender cuál es el poder y efecto de cada una de ellas. Porque sus efectos son dobles y hacen referencia tanto a lo justo como a lo injusto. Por consiguiente, tú confía en la justicia, pero no confíes en la injusticia; porque el camino de la justicia es estrecho, pero el camino de la injusticia es torcido. Pero anda en el camino estrecho [y llano] y deja el torcido. Porque el camino torcido no tiene veredas claras, sino lugares sin camino marcado, tiene piedras en que tropezar, y es áspero y lleno de espinos. Así pues, es perjudicial para los que andan en él. Pero los que andan en el camino recto, andan en terreno llano y sin tropezar: porque no es ni áspero ni tiene espinos. Ves, pues, que es más conveniente andar en este camino.» «Estoy contento, señor», le dije, «de andar en este camino.» «Tú andarás, sí», dijo, «y todo el que se vuelva al Señor de todo corazón andará en él.»

[36] II. «Oye ahora», me dijo, «con respecto a la fe. Hay dos ángeles en cada hombre: uno de justicia y otro de maldad.» «Señor», le dije, «¿cómo voy, pues, a conocer sus actividades si los ángeles moran en mí?» «Escucha», me contestó, «y entiende sus obras. El ángel de justicia es delicado y tímido, manso y sosegado. Por lo tanto, cuando éste entra en tu corazón, inmediatamente habla contigo de justicia, de pureza, santidad, contento, de todo acto justo y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas entran en tu corazón, sabe que el ángel de justicia está contigo. [Estas, pues, son las obras del ángel de justicia.] Confía en él, pues, y en sus obras. Ahora, ve las obras del ángel de maldad también. Ante todo, es iracundo y rencoroso e insensato, y sus obras son malas y nocivas para los siervos de Dios. Siempre que éste entra en tu corazón, conócele por las palabras.» «No sé cómo voy a discernirle, Señor», le contesté. «Escucha», dijo él. «Cuando te viene un acceso de irascibilidad o rencor, sabe que él está en ti. Luego, cuando te acucia el deseo de muchos negocios y el de muchas y costosas comilonas y borracheras y de varias lujurias que son impropias, y el deseo de mujeres, y la codicia y la altanería y la jactancia, y de todas las cosas semejantes a éstas; cuando estas cosas, pues, entran en tu corazón, sabe que el ángel de maldad está contigo. Tú, pues, reconociendo sus obras, mantente apanado de él, y no confíes en él en nada, porque sus obras son malas e impropias de los siervos de Dios. Aquí, pues, tienes las obras de los dos ángeles. Entiéndelas, y confía en el ángel de justicia. Pero del ángel de maldad mantente apanado, porque su enseñanza es mala en todo sentido; porque aunque uno sea un hombre de fe, si el deseo de este ángel entra en su corazón, este hombre, o esta mujer, ha de cometer algún pecado. Y si además un hombre o una mujer es en extremo malo, y las obras del ángel de justicia entran en el corazón de este hombre, por necesidad ha de hacer algo bueno. Ves, pues», dijo, «que es bueno seguir al ángel de justicia y despedirse del ángel de maldad. Este mandamiento declara lo que hace referencia a la fe, para que puedas confiar en las obras del ángel de justicia y, haciéndolas, puedas vivir para Dios. Pero cree que las obras del ángel de maldad son difíciles; así que, al no hacerlas, vivirás ante Dios.»

Séptimo Mandato

[37] «Teme al Señor», me dijo, «y guarda sus mandamientos. Así que guardando los mandamientos de Dios serás poderoso en toda obra, y tus actos serán incomparables. Porque en tanto que temas al Señor, harás todas las cosas bien. Este es el temor con el cual deberías temer y ser salvo. Pero no temas al diablo; pues si temes al Señor, te enseñorearás del diablo, porque no hay poder en él. [Porque] de aquel en quien no hay poder, tampoco hay temor; pero a aquel cuyo poder es glorioso, a éste hay que temer. Porque todo aquel que tiene poder es temido, en tanto que el que no tiene poder es despreciado por todos. Pero teme las obras del diablo, porque son malas. Cuando tú temas al Señor, temerás las obras del diablo y no las harás, sino que te abstendrás de ellas. El temor es, pues, de dos clases. Si deseas hacer lo malo, teme al Señor, y no lo hagas. Pero si deseas hacer lo bueno, teme al Señor y hazlo. Por tanto, el temor del Señor es poderoso y grande y glorioso. Teme al Señor, pues, y vivirás para El; sí, y todos los que guardan sus mandamientos y le temen, vivirán para Dios.» «¿Por qué, Señor», le pregunté, «has dicho con respecto a los que guardan sus mandamientos: "Vivirán para Dios"?» «Porque», me dijo, «toda criatura teme al Señor, pero no todos guardan sus mandamientos. Así pues, los que le temen y guardan sus mandamientos, tienen vida ante Dios; pero los que no guardan sus mandamientos no tienen vida en sí.»

Octavo Mandato

[38] «Te dije», prosiguió, «que las criaturas de Dios tienen dos aspectos; porque la templanza también los tiene. Porque en algunas cosas es justo ser templado, pero en otras no lo es.» «Dame a conocer, señor», le dije, «en que cosas es recto ser templado y en qué cosas no lo es.» «Escucha», me dijo: «Sé templado respecto a lo que es malo, y no lo hagas; pero no seas templado respecto a lo que es bueno, sino hazlo. Porque si eres templado para lo que es bueno, de modo que no lo haces, cometes un gran pecado; pero si eres templado respecto a lo que es malo, de modo que no lo ejecutas, haces una gran justicia. Sé templado, por consiguiente, absteniéndote de toda maldad, y haz lo que es bueno.» «¿Qué clases de maldad, Señor», le dije, «son aquellas de que hemos de abstenernos siendo templados?» «Oye», me dijo; «del adulterio y la fornicación, del libertinaje y la embriaguez, de la lujuria perversa, de las muchas viandas y lujos de los ricos, del jactarse y la altivez y el orgullo, de la falsedad y hablar mal y la hipocresía, la malicia y toda blasfemia. Estas obras son las más perversas de todas en la vida de los hombres. De estas obras, pues, el siervo de Dios debe abstenerse, siendo templado; porque el que no es templado de modo que no se abstiene de ellas, tampoco vive para Dios. Escucha, pues, lo que ocurre a éstos.» «¡Cómo!», dije, «¿hay otros actos malos todavía, Señor?» «Sí», me dijo, «hay muchos ante los cuales el siervo de Dios ha de ser templado y abstenerse: hurtos, falsedades, privaciones, falsos testimonios, avaricia, malos deseos, engaño, vanagloria, jactancia, y todas las cosas que son semejantes. ¿No crees que estas cosas son malas, sí, muy malas», [dijo Él], «para los siervos de Dios? En todas estas cosas el que sirve a Dios debe ejercer templanza y abstenerse de ellas. Sé, pues, templado, y abstente de todas estas cosas, para que puedas vivir para Dios y ser contado entre los que ejercen dominio propio en ellas. Estas son, por tanto, las cosas de las cuales debes abstenerte. Ahora escucha», dijo, «las cosas en que no deberías ejercer abstención, sino hacerlas. No ejerzas abstención en lo que es bueno, sino hazlo.» «Señor», le dije, «muéstrame el poder de las cosas buenas también, para que pueda andar en ellas, y servirlas, para que haciéndolas me sea posible ser salvo.» «Oye también», me dijo, «las cosas buenas que debes hacer, de las cuales no tienes que abstenerte. Primero están la fe, el temor del Señor, el amor, la concordia, las palabras de justicia, verdad, paciencia; no hay nada mejor que estas cosas en la vida de los hombres. Si un hombre las guarda, y no se abstiene de ellas, es bienaventurado en esta vida. Oye ahora las otras que se sigue de ellas: ministrar a las viudas, visitar a los huérfanos y necesitados, rescatar a los siervos de Dios en sus aflicciones, ser hospitalario (porque en la hospitalidad se ejerce la benevolencia una y otra vez), no resistir a otros, ser tranquilo, mostrarse más sumiso que todos los demás, reverenciar a los ancianos, practicar la justicia, observar el sentimiento fraternal, soportar las ofensas, ser paciente, no guardar rencor, exhortar a los que están enfermos del alma, no echar a los que han tropezado en la fe, sino convertirlos y darles ánimo, reprender a los pecadores, no oprimir a los deudores e indigentes, y otras acciones semejantes. ¿Te parecen buenas?», me preguntó. «¿Cómo, Señor! ¿Puede haberlas mejores», le contesté. «Entonces anda con ellas», me dijo, «y no te abstengas de ellas, y vivirás para Dios. Guarda este mandamiento, pues. Si obras bien y no te abstienes de hacerlo, vivirás para Dios; sí, y todos los que obren así vivirán para Dios. Y de nuevo, si no obras mal, sino que te abstienes de él, vivirás para Dios; sí, y vivirán para Dios todos los que guardan estos mandamientos y andan en ellos.»

Noveno Mandato

[39] Y él me dijo: «Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto de si has de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: "¿Cómo puedo pedir una cosa del Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra Él?" No razones de esta manera, sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y conocerás su gran compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá la petición de tu alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores, sino que El mismo es sin malicia y tiene compasión de sus criaturas. Limpia, pues, tu corazón de todas las vanidades de esta vida, y de las cosas mencionadas antes; y pide al Señor, para que recibas todas las cosas, y no se te negará ninguna de todas tus peticiones si no pides al Señor las cosas vacilando. Pero si fluctúas en tu corazón no recibirás ninguna de tus peticiones. Porque los que vacilan respecto a Dios son los de ánimo indeciso, y éstos nunca obtienen sus peticiones. Pero los que están llenos en la fe, hacen todas sus peticiones confiando en el Señor, y reciben porque piden sin vacilación, sin dudar; porque todo hombre de ánimo indeciso, si no se arrepiente, difícilmente se salvará. Purifica, pues, tu corazón de toda duda en tu ánimo, y ten fe, porque es fuerte, y confía en Dios para que recibas todas las peticiones que haces; y si después de pedir algo al Señor recibes tu petición con alguna demora, no vaciles en tu ánimo porque no has recibido la petición de tu alma al instante. Porque es por razón de alguna tentación o alguna transgresión de la que tú no sabes nada que no recibes la petición sino con demora. Por tanto, no ceses en hacer la petición de tu alma, y la recibirás. Pero si te cansas, y dudas cuando pides, cúlpate a ti mismo y no a Aquel que te lo da. Resuelve esta indecisión; porque es mala y sin sentido, y desarraiga a muchos de la fe, sí, incluso a hombres fieles y fuertes. Porque verdaderamente esta duda en el ánimo es hija del diablo y causa gran daño a los siervos de Dios. Por tanto, desprecia estas dudas del ánimo y domínalas en todo, revistiéndote de fe, que es fuerte y poderosa. Puesto que la fe promete todas las cosas, realiza todas las cosas; pero el ánimo indeciso, que no tiene confianza en sí mismo, falla en todas las obras que hace. Ves, pues», dijo, «que la fe viene de arriba, del Señor, y tiene gran poder; pero el ánimo vacilante es un espíritu terreno del diablo, y no tiene poder. Por tanto, sirve a la fe que tiene poder, y mantente lejos del ánimo vacilante, y vivirás para Dios; sí, y todos los que piensan igual vivirán para Dios.»

Décimo Mandato

[40] I. «Ahuyenta de ti la tristeza», me dijo, «porque es la hermana del ánimo indeciso y el temperamento irascible.» «¿Cómo, Señor», le dije, «es hermana de éstos? Porque el temperamento irascible me parecer ser una cosa; el ánimo vacilante, otra; la pena, otra.» «Eres un necio», me contestó, «[y] no te das cuenta que la tristeza es peor que todos los espíritus, y muy fatal para los siervos de Dios, y más que todos los espíritus destruye al hombre, y apaga al Espíritu Santo, y por otro lado lo salva.» «Yo, Señor», le dije, «no tengo entendimiento, y no comprendo estas parábolas. Porque ¿cómo puede destruir y salvar?, esto no lo comprendo.» «Escucha», me dijo: «Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos, digo, se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. Como las viñas buenas, que cuando se las abandona y descuida se vuelven infructuosas por las zarzas y hierbas de todas clases, lo mismo los hombres que, después de haber creído, caen en estas muchas ocupaciones que hemos mencionado antes, pierden su entendimiento y no comprenden nada en absoluto con respecto a la justicia; porque si oyen acerca de la deidad y la verdad, su mente está absorta en sus ocupaciones, y no perciben nada en absoluto. Pero si tienen el temor de Dios, e investigan con respecto a la deidad y a la verdad, y dirigen su corazón hacia el Señor, perciben y entienden todo lo que se les dice más rápidamente, porque el temor del Señor está en ellos; porque donde reside el Señor, allí también hay gran entendimiento. Adhiérete, pues, al Señor, y comprenderás y advertirás todas las cosas.

[41] II. »Escucha ahora, hombre sin sentido», me dijo, «en qué forma la tristeza oprime al Espíritu Santo y le apaga, y en qué forma salva. Cuando el hombre de ánimo indeciso emprende alguna acción, y fracasa en ella debido a su ánimo indeciso, la tristeza entra en el hombre, y contrista al Espíritu Santo y lo apaga. Luego, cuando el temple irascible se adhiere al hombre con respecto a algún asunto, y está muy contrariado, de nuevo la tristeza entra en el corazón del hombre que estaba contrariado y es compungido por el ácto que ha cometido, y se arrepiente de haber obrado mal. Esta tristeza, pues, parece traer salvación, porque se arrepiente de haber hecho el mal. Así pues, las operaciones entristecen al Espíritu, primero, el ánimo indeciso entristece al Espíritu, porque no consigue el asunto que quiere, y el temple irascible también, puesto que hizo algo malo. Por consiguiente, los dos contristan al Espíritu: el ánimo indeciso y el temple irascible. Ahuyenta de ti, pues, tu tristeza, y no aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte de ti. Porque el Espíritu de Dios, que fue dado a esta carne, no soporta la tristeza ni el ser constreñido.

[42] III. »Por tanto, revístete de alegría y buen ánimo, que siempre tiene favor delante de Dios, y le es aceptable, y regocíjate en ellos. Porque todo hombre animoso obra bien, y piensa bien, y desprecia la tristeza; pero el hombre triste está siempre cometiendo pecado. En primer lugar comete pecado, porque contrista al Espíritu Santo, que fue dado al hombre siendo un espíritu animoso; y en segundo lugar, al contristar al Espíritu Santo, pone por obra iniquidad, ya que ni intercede ante Dios ni le confiesa. Porque la intercesión de un hombre triste nunca tiene poder para ascender al altar de Dios.» «¿Por qué», pregunté yo, «la intercesión del que está triste no asciende al altar?» Me contestó: «Porque la tristeza está situada en su corazón. Por ello, la tristeza mezclada con la intercesión no permite que la intercesión ascienda pura al altar. Porque como el vinagre cuando se mezcla con vino en el mismo (vaso) no tiene el mismo sabor agradable, del mismo modo la tristeza mezclada con el Espíritu Santo no produce la misma intercesión (que produciría el Espíritu Santo solo). Por consiguiente, purifícate de tu malvada tristeza, y vivirás para Dios; si, y todos viven para Dios, los que echan de sí la tristeza y se revisten de buen ánimo y alegría.»

Undécimo Mandato

[43] Y me mostró a unos hombres sentados en un sofá, y a otro hombre sentado en una silla. Y me dijo: «¿Ves a éstos que están sentados en el sofá?» «Los veo, Señor», le dije. «Estos», me contestó, «dan fruto, pero el que está sentado en la silla es un falso profeta que destruye la mente de los siervos de Dios —es decir, los de ánimo vacilante, no de los fieles—. Estos de ánimo indeciso, por tanto, van a él como un adivinador e inquieren de él lo que les sucederá. Y él, el falso profeta, no teniendo poder de un Espíritu divino en sí, habla con ellos en concordancia con sus preguntas [y en concordancia con las concupiscencias de su maldad], y llena sus almas según ellos desean que sean llenadas. Porque, siendo vacío él mismo, da respuestas vacías a los inquiridores vacíos; porque a toda pregunta que se le haga, responde en conformidad con lo vacío del hombre. Pero dice también algunas palabras de verdad; porque el diablo le llena de su propio espíritu, por si acaso le es posible abatir a algunos de los justos. Así pues, todos los que son fuertes en la fe del Señor, revestidos de la verdad, no se unen a estos espíritus, sino que se mantienen a distancia de ellos; pero cuantos son de ánimo vacilante y cambian su opinión con frecuencia, practican la adivinación como los gentiles y acarrean sobre sí mismos mayor pecado con sus idolatrías. Porque el que consulta a un profeta falso sobre alguna cosas, es un idólatra y está exento de la verdad y de sentido. Porque a ningún Espíritu dado por Dios hay necesidad de consultarle, sino que, teniendo el poder de la deidad, dice todas las cosas de sí mismo, porque es de arriba, a saber, del poder del Espíritu divino. Pero el espíritu que es consultado, y habla en conformidad con los deseos de los hombres, es terreno y voluble, no teniendo poder; y no habla en absoluto, a menos que sea consultado.» «¿Cómo, pues, señor», le dije, «sabrá un hombre quién es un profeta y quién es un profeta falso?» «Escucha», me contestó, «respecto a estos dos profetas; y, como te diré, así pondrás a prueba al profeta y al falso profeta. Por medio de su vida pon a prueba al hombre que tiene el Espíritu divino. En primer lugar, el que tiene el Espíritu [divino], que es de arriba, es manso y tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente, y se considera inferior a todos los hombres, y no da respuesta a ningún hombre cuando inquiere de él, ni habla en secreto (porque tampoco habla el Espíritu Santo cuando un hombre quiere que lo haga), sino que este hombre habla cuando Dios quiere que lo haga. Así pues, cuando el hombre que tiene el Espíritu divino acude a una asamblea de hombres justos, que tienen fe en el Espíritu divino, y se hace intercesión a Dios en favor de la congregación de estos hombres, entonces el ángel del espíritu profético que está con el hombre llena al hombre, y éste, siendo lleno del Espíritu Santo, habla a la multitud, según quiere el Señor. De esta manera, pues, el Espíritu de la deidad será manifestado. Esta, por tanto, es la grandeza del poder que corresponde al Espíritu de la divinidad que es del Señor.» «Oye ahora», me dijo, «respecto al espíritu terreno y vano, que no tiene poder, sino que es necio. En primer lugar, este hombre que parece tener un espíritu, se exalta a sí mismo, y desea ocupar un lugar principal, e inmediatamente es imprudente y desvergonzado y charlatán y habla familiarizado en -muchas cosas lujuriosas y muchos otros engaños, y recibe dinero por su actividad profética, y si no lo recibe, no profetiza. Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es posible que un profeta de Dios haga esto, sino que el espíritu de estos profetas es terreno. En segundo lugar, nunca se acerca a una asamblea de justos; sino que los evita, y se junta con los de ánimo indeciso y vacíos, y profetiza para ellos en los rincones, y los engaña, diciéndoles toda clase de cosas en vaciedad, para gratificar sus deseos; porque también son vacíos aquellos a los que contesta. Porque el vaso vacío es colocado junto con el vacío, y no se rompe, sino que están de acuerdo el uno con el otro. Pero cuando este hombre entra en una asamblea llena de justos, que tienen un Espíritu de la divinidad, y ellos hacen intercesión, este hombre es vacío, y el espíritu terreno huye de él con temor, y el hombre se queda mudo y se queda desconcertado, sin poder decir una sola palabra. Porque si colocas vino o aceite en una alacena, y pones una vasija vacía entre ellos, y luego deseas vaciar la alacena, la vasija que habías colocado allí vacía la vas a sacar vacía. Del mismo modo, también, los profetas vacíos, siempre que se ponen en contacto con los espíritus de los justos, después quedan igual que antes. Te he mostrado la vida de las dos clases de profetas. Por lo tanto, pon a prueba, por su vida y sus obras, al hombre que dice que es movido por el Espíritu. Así pues, confía en el Espíritu que viene de Dios y tiene poder; pero en el espíritu terreno y vacío no pongas confianza alguna; porque en él no hay poder, puesto que viene del diablo. Escucha [pues] la parábola que te diré. Toma una piedra y échala hacia arriba al cielo, ve si puedes alcanzarlo; o también, lanza un chorro de agua hacia el cielo, y mira si puedes penetrar en el cielo.» Y le dije: «Señor, ¿cómo pueden hacerse estas cosas? Porque las dos cosas que has mencionado están más allá de nuestro poder.» «Bien, pues», me dijo, «del mismo modo que estas cosas están más allá de nuestro poder, igualmente los espíritus terrenos no tienen poder y son débiles. Ahora toma el poder que viene de arriba. El granizo es una piedrecita pequeña y, con todo, cuando cae sobre la cabeza de un hombre, ¡cuánto dolor causa! O, también, toma una gota que cae del tejado al suelo y hace un hueco en la piedra. Ves, por consiguiente, que las cosas pequeñas de arriba caen sobre la tierra con gran poder. De la misma manera, el Espíritu divino, viniendo de arriba, es poderoso. Confía, pues, en este Espíritu, pero mantente lejos del otro.»

Duodécimo Mandato

[44] I. Y me dijo: «Aparta de ti todo mal deseo, y revístete del deseo que es bueno y santo; porque revestido de este deseo podrás aborrecer el mal deseo, y le pondrás brida y lo dirigirás según quieras. Porque el mal deseo es salvaje, y sólo se domestica con dificultad; porque es terrible, y por su tosquedad es muy costoso a los hombres; más especialmente, si un siervo de Dios se enmaraña en él y no tiene entendimiento, le es en extremo costoso. Además, es costoso a los hombres que no están revestidos del buen deseo, sino que están enzarzados en esta vida. A estos hombres, por tanto, los entrega a la muerte.» «Oh Señor», dije yo, «ide qué clase son las obras del mal deseo, que entrega al hombre a la muerte? Dame a conocer estas obras para que pueda mantenerme alejado de ellas.» «Escucha», [dijo él], «a través de qué obras el mal deseo acarrea muerte a los siervos de Dios.

[45] II. »Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro, y de los extremos de riqueza, y de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros excesos, muchos y necios. Porque todo lujo es necio y vano para los siervos de Dios. Estos deseos, pues, son malos, y causan la muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es un hijo del diablo. Por lo tanto, tenéis que absteneros de los malos deseos, para que, absteniéndoos, podáis vivir para Dios. Pero todos los que son dominados por ellos, y no los resisten, son puestos a muerte del todo; porque estos deseos son mortales. Pero tú revístete del deseo de justicia, y habiéndote armado con el temor del Señor, resístelos. Porque el temor de Dios reside en el buen deseo. Si el mal deseo te ve armado con el temor de Dios y resistiéndole, se irá lejos de ti y no le verás más, pues teme tus armas. Por tanto, tú, cuando seas recompensado con la corona de victoria sobre él, ven al deseo de justicia, y entrégale el premio del vencedor que has recibido, y sírvele, según ha deseado. Si tú sirves al buen deseo, y estás sometido a él, tendrás poder para dominar al mal deseo, y someterle, según quieras.»

[46] III. «Me gustaría saber, Señor», le dije, «en qué formas debería servir al buen deseo». «Escucha», me dijo; «practica la justicia y la virtud, la verdad y el temor del Señor, la fe y la mansedumbre, y otros actos buenos así. Practicándolos, serás agradable como siervo de Dios, y vivirás para El; sí, y todo el que sirve al buen deseo vivirá para Dios.»

Así completó él los doce mandamientos, y me dijo: «Tú tienes estos mandamientos; anda en ellos, y exhorta a los que te escuchan a que se arrepientan y sean puros durante el resto de los días de su vida. Cumple este ministerio que te encargo, con toda diligencia, hasta el fin, y habrás hecho mucho. Porque hallarás favor entre aquellos que están a punto de arrepentirse, y obedecerán tus palabras. Porque estaré contigo, y yo les constreñiré a que te obedezcan.»

Y yo le dije: «Señor, estos mandamientos son grandes y hermosos y gloriosos, y pueden alegrar el corazón del hombre que es capaz de observarlos. Pero no sé si estos mandamientos pueden ser guardados por un hombre, porque son muy difíciles.» El me contestó y me dijo: «Si te propones guardarlos, los guardarás fácilmente, y no serán difíciles; pero si entran alguna vez en tu corazón que no pueden ser guardados por el hombre, no los guardarás. Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. »

[47] IV. Y me dijo estas cosas muy enojado, de modo que yo estaba consternado, y en extremo espantado; porque su aspecto cambió, de modo que un hombre no podía soportar su ira. Y cuando vio que yo estaba perturbado y confundido, empezó a hablar de modo más amable [y jovial], y me dijo: «Necio, vacío de entendimiento y de ánimo indeciso, ¿no te das cuenta de la gloria de Dios, lo grande y poderosa y maravillosa que es, que ha creado el mundo por amor al hombre, y le ha sometido su creación, y le ha dado toda autoridad para que se enseñoree de todas las cosas debajo del cielo? Si, pues», [dijo],«el hombre es señor de todas las criaturas de Dios y domina todas las cosas, ¿no puede también dominar estos mandamientos? Sí», dijo él, «el hombre que tiene al Señor en su corazón puede dominar [todas las cosas y] todos estos mandamientos. Pero los que tienen al Señor en sus labios, en tanto que su corazón está endurecido y lejos del Señor, para ellos estos mandamientos son duros e inaccesibles. Por tanto, vosotros los que sois vacíos y volubles en la fe, poned a vuestro Señor en vuestro corazón, y os daréis cuenta que no hay nada más fácil que estos mandamientos, ni más dulce ni más agradable. Convertíos los que andáis según los mandamientos del diablo, (los mandamientos del cual son) difíciles y amargos y extremosos y disolutos; y no temáis al diablo, porque no hay poder en él contra vosotros. Porque yo estaré con vosotros, yo, el ángel del arrepentimiento, que tiene dominio sobre él. El diablo sólo tiene temor, pero este temor no es fuerza. No le temáis, pues, y huirá de vosotros.»

[48] V. Y yo le dije: «Señor, escúchame unas pocas palabras.» «Di lo que quieras», me contestó. «Señor», le dije, «el hombre está ansioso de guardar los mandamientos de Dios, y no hay uno solo que no pida al Señor que le corrobore en sus mandamientos, y sea sometido a ellos; pero el diablo es duro y se enseñorea de ellos.» «No puede enseñorearse de los siervos de Dios», dijo él, «cuando ponen su esperanza en El de todo su corazon. El diablo puede luchar con ellos, pero no puede vencerlos. Así pues, si le resistís, será vencido, y huirá de vosotros avergonzado. Pero todos cuantos sean por completo vacíos», dijo él, «que teman al diablo como si tuviera poder. Cuando un hombre ha llenado suficiente número de jarras de buen vino, y entre estas jarras hay unas pocas que han quedado vacías, él se llega a las jarras, y no examina las llenas, porque sabe que están llenas; sino que examina las vacías, temiendo que se hayan vuelto agrias. Porque las jarras vacías pronto se vuelven agrias, y echan a perder el sabor del vino. Así también el diablo viene a todos los siervos de Dios para tentarles. Todos los que tienen una fe completa, se le oponen con poder, y él los deja, no teniendo punto por el cual pueda entrar en ellos. Así que va a los otros que están vacíos y, hallando un lugar, entra en ellos, y además hace lo que quiere en ellos, y pasan a ser sus esclavos sumisos.

[49] VI. »Pero yo, el ángel del arrepentimiento, os digo: No temáis al diablo; porque yo fui enviado para estar con vosotros los que os arrepentís de todo corazón, y para confirmaros en la fe. Creed, pues, en Dios, vosotros los que por razón de vuestros pecados habéis desesperado de vuestra vida, y estáis añadiendo a vuestros pecados, y haciendo que se hunda vuestra vida; porque si os volvéis al Señor de todo corazón, y obráis justicia los días que os quedan de vida, y le servís rectamente según su voluntad, Él os sanará de vuestros pecados anteriores y tendréis poder para dominar las obras del diablo. Pero no hagáis ningún caso de las amenazas del diablo; porque sus tendones son impotentes, como los de un muerto. Oídme, pues, y temed a Aquel que puede hacer todas las cosas para salvar y para destruir, y observad estos mandamientos y viviréis para Dios.» Y yo le dije: «Señor, ahora me siento fortalecido en todas las ordenanzas del Señor, porque tú estás conmigo; y sé que tú vas a aplastar todo el poder del diablo, y nos enseñorearemos de él y prevaleceremos sobre todas sus obras. Y espero, Señor, que ahora seré capaz de guardar estos mandamientos que tú has mandado, capacitado por el Señor.» «Los guardarás», me dijo, «si tu corazón es puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos purifiquen sus corazones de los deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.»

Parábolas que me explicó

[Parábola primera]

[50] Me dijo: «Sabéis que vosotros los siervos de Dios estáis viviendo en un país extranjero; porque vuestra ciudad está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocéis vuestra ciudad, en la cual viviréis, ¿por qué os procuráis campos aquí, y hacéis costosas preparaciones, y acumuláis edificios y habitaciones que son superfluos? Por tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad dirá: "No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te conformas a mis leyes." Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones, cuando serás echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia: "O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país." ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y el resto de tus posesiones repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el repudiar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has repudiado la ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda ofensa. Procura, pues, que sirvas a Dios y le tengas en tu corazón; haz las obras de Dios teniendo en cuenta sus mandamientos y las promesas que Él ha hecho, y cree en Él que Él las realizará si guardas sus mandamientos. Por tanto, en vez de campos, compra almas que estén en tribulación, como puede cada cual, y visita a las viudas y los huérfanos, y no lo descuides; y gasta tus riquezas y todos tus recursos, que has recibido de Dios, en campos y casas de esta clase. Porque para este fin os ha enriquecido el Señor, para que podáis ejecutar estos servicios suyos. Es mucho mejor comprar campos [y posesiones] y casas de esta clase, que hallarás en tu propia ciudad cuando vayas a residir a ella. Este dispendio abundante es hermoso y gozoso y no trae tristeza ni temor, sino gozo. El gasto del pagano, pues, no lo practiques; porque no es conveniente para los siervos de Dios. Sino practica tu propio dispendio en el cual puedes gozarte; y no corrompas, ni toques lo que es de otro, ni lo desees; porque es malo desear las posesiones de otro. Pero ejecuta tu propia tarea y serás salvo.»

Otra Parábola [segunda]

[51] Mientras andaba por el campo noté un olmo y una vid, y estando distinguiéndolos a los dos y a sus frutos, el pastor se me apareció y me dijo: «¿Qué estás meditando dentro de ti?» «Estoy pensando, [señor]», le dije, «sobre el olmo y la vid, que son en extremo apropiados el uno al otro.» «Estos dos árboles», me dijo, «son designados como un (ejemplo) para los siervos de Dios.» «Quisiera saber [señor]», le dije, «el ejemplo contenido en estos árboles de los cuales estás hablando.» «Mira», me dijo, «el olmo y la vid.» «Los veo, señor», le dije. «Esta vid», dijo él, «da fruto, pero el olmo es de un tronco que no produce fruto. Con todo, esta vid, a menos que se encarame por el olmo, no puede llevar mucho fruto cuando se arrastra por el suelo; y el fruto que produce entonces es malo, porque no está suspendida del olmo. Cuando la vid se adhiere al olmo, pues, da fruto de sí y desde el olmo. Ves, pues, que el olmo también da [mucho] fruto, no menos que la vid, sino más aún.» «¿Cuánto más, señor?», pregunté yo. «Porque», dijo él, «la vid, cuando cuelga del olmo, da fruto en abundancia y en buena condición; pero cuando se arrastra por el suelo, da poco fruto y éste se pudre. Esta parábola, por lo tanto, es aplicable a los siervos de Dios, a los pobres y a los ricos por un igual.» «¿Cómo?, señor», le pregunté; «dímelo». «Escucha», contestó; «el rico tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es pobre, pues las riquezas le distraen y su confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando da, es poco y débil, y no tiene poder de arriba. Así pues, cuando el rico va al pobre y le ayuda en sus necesidades, creyendo que por lo que hace al pobre recibirá recompensa de Dios —porque el pobre es rico en intercesión [y confesión], y su intercesión tiene gran poder con Dios—, el rico, pues, suple todas las cosas al pobre sin titubear. Pero el pobre, siendo provisto por el rico, hace intercesión por él, dando gracias a Dios por el (rico) que le ha dado a él. Y el otro es todavía más celoso de ayudar al pobre, para que pueda seguir viviendo; porque sabe que la intercesión del pobre es aceptable y rica delante de Dios. Los dos, pues, cumplen su obra; el pobre haciendo intercesión, en que es rico [y que él recibe del Señor]; y la devuelve, otra vez, al Señor que se la proporciona. El rico, también, de igual manera provee al pobre, sin vacilar, las riquezas que ha recibido del Señor. Y esta obra es grande y aceptable a Dios, porque (el rico) entiende (el objeto) de sus riquezas, y provee para el pobre de los tesoros del Señor, y realiza el servicio del Señor rectamente. A la vista de los hombres, pues, el olmo parece no llevar fruto, y no saben ni perciben que si viene una sequía, el olmo, teniendo agua, nutrirá a la vid, y la vid, teniendo provisión constante de agua, dará doble cantidad de fruto, tanto para sí como para el olmo. De la misma manera el pobre, al interceder ante el Señor por el rico, afianza sus riquezas, y también el rico, supliendo las necesidades del pobre, afianza su alma. Así pues, los dos participan en la obra justa. Por tanto, el que hace estas cosas no será abandonado por Dios, sino que será inscrito en los libros de los vivos. Bienaventurados son los ricos que entienden también que son enriquecidos por el Señor. Porque los que piensan así podrán hacer una buena obra.»

Otra Parábola [tercera]

[52] Y me mostró muchos árboles que no tenían hojas, sino que me parecía a mí como si estuvieran secos; porque todos parecían lo mismo. Y él me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le dije; «todos son iguales, y están secos.» El me contestó y me dijo: «Estos árboles que ves son los que residen en este mundo.» «¿Por qué es así, señor», le pregunté, «que es como si estuvieran secos, y todos igual?» «Porque en este mundo, ni el justo es distinguible ni el pecador; todos son iguales. Porque este mundo es invierno para el justo, y no son distinguibles, pues residen con los pecadores. Porque así como en el invierno los árboles, habiendo perdido sus hojas, son semejantes, y no se puede distinguir cuáles están secos y cuáles están vivos, así también en este mundo, ni el justo ni los pecadores son distinguibles, sino que todos son iguales.»

Otra Parábola [cuarta]

[53] Y me volvió a mostrar muchos árboles, algunos que estaban brotando, otros secos, y me dijo: «¿Ves estos árboles?» «Los veo, señor», le contesté; «algunos están brotando y otros están secos.» «Estos árboles», me contestó, «que están brotando son los justos, que residirán en el mundo venidero; porque el mundo venidero es verano para los justos, pero invierno para los pecadores. Así, cuando la misericordia del Señor resplandezca, entonces los que sirven a Dios serán manifestados; sí, y todos los hombres serán manifestados. Porque como en verano los frutos de cada árbol son manifestados, y son reconocidos y se distingue de qué clase son, así también los frutos de los justos serán manifestados, y todos [incluso el más pequeño] se verá que florecen en el otro mundo. Pero los gentiles y los pecadores, tal como viste los árboles que estaban secos, así se hallarán también, secos y sin fruto, en el otro mundo, y serán quemados como combustible, y serán puestos de manifiesto, porque su conducta cuando vivían había sido mala. Porque los pecadores serán quemados, porque pecaron y no se arrepintieron; y los gentiles serán quemados, porque no conocieron al que les había creado. Da, pues, fruto, para que en el verano pueda ser conocido tu fruto. Pero abstente del exceso de negocios, y nunca caerás en pecado alguno. Porque los que están ocupados en exceso, pecan mucho también, siendo distraídos de sus ocupaciones, y en modo alguno sirven a su propio Señor. ¿Cómo es posible», preguntó él, «que un hombre tal pueda pedir algo del Señor y recibirlo, siendo así que no sirve al Señor? [Porque] los que le sirven, éstos recibirán sus peticiones, pero los que no sirven al Señor, éstos no recibirán nada. Pero si alguno se ocupa de una sola acción, es capaz de servir al Señor; porque su mente no es desviada de (seguir) al Señor, sino que le sirve, porque guarda su mente pura. Por consiguiente, si haces estas cosas, podrás dar fruto para el mundo venidero; sí, y todo el que hace estas cosas dará fruto.»

Otra Parábola [quinta]

[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta montaña, y dando gracias al Señor por todo lo que Él había hecho por mí, vi al pastor sentado junto a mí, que me decía: «¿Por qué vienes aquí tan temprano por la mañana?» «Señor», le contesté, «porque estoy guardando "una temporada"» Y me preguntó: «¿Qué es "una temporada"?» «Estoy ayunando, señor», le contesté. «¿Y qué es este ayuno», dijo él, [que estás observando]?» «El que estoy acostumbrado a observar, señor», dije yo; «así ayuno.» Y me contestó: «No sabes cómo ayunar ante el Señor, ni es ayuno este ayuno sin provecho ni valor que estas haciendo ante Él.» «¿Por qué, señor», pregunté yo, «dices esto?» «Te digo», me contestó, «que esto que observas no es un ayuno; pero yo te enseñaré que es un ayuno completo y aceptable al Señor. Escucha», dijo; «Dios no desea un ayuno tan vano; porque al ayunar así ante Dios no haces nada por la justicia. Pero observa [ante Dios] un ayuno así: no hagas maldad en tu vida, y sirve al Señor de puro corazón; observa sus mandamientos y anda en sus ordenanzas, y que ningún mal deseo se levante en tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas cosas y le temes y te abstienes de todo mal, vivirás para Dios; y si haces estas cosas, guardarás un gran ayuno, un ayuno aceptable a Dios.

[55] II. »Escucha la parábola que te contaré con relación al ayuno. Cierto hombre tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción de su hacienda la había plantado de viñas; y escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable (y) tenido en honor, llamándole, le dijo: "Toma esta viña [que yo he plantado] y ponle una valla alrededor [hasta que yo venga], pero no hagas nada más a la viña. Ahora bien, guarda este mi mandamiento, y serás libre en mi casa." Entonces el amo de los siervos se fue a viajar al extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla, alrededor de la viña; y habiendo terminado de poner el vallado a la viña notó que estaba llena de malas hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta orden de mi señor ya la he cumplido. Ahora voy a cavar esta viña, y estará más limpia cuando termine; y cuando no tenga malas hierbas rendirá más fruto, porque no será ahogada por las malas hierbas." Así que cayó la viña, y todas las raíces que había en la viña fueron arrancadas. Y la viña se veía limpia y floreciente cuando no tenía raíces que la ahogaban. Después de cieno tiempo el amo del siervo [y de la finca] regresó y fue a ver la viña. Y viendo la viña con su vallado alrededor, y [todas] las malas hierbas arrancadas, y las vides floreciendo, se regocijó [muchísimo] por lo que el siervo había hecho. Así que llamó a su querido hijo, que era su heredero, y los amigos que eran sus consejeros, y les dijo lo que él había mandado a su siervo, y cuánto había encontrado. Y ellos se regocijaron con el siervo por el testimonio que su amo había dado de él. Y el amo les dijo: "Yo prometí a este siervo la libertad si él guardaba los mandamientos que le había mandado; pero él guardó mis mandamientos e hizo una buena obra, además, a la viña, y me agradó muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle coheredero con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no la descuidó, sino que la cumplió." El hijo del amo estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el siervo debía ser hecho coheredero con el hijo. Después de algunos días, su amo hizo una fiesta, y le envió muchos manjares exquisitos de la fiesta. Pero cuando el siervo recibió [los manjares que le enviaba el amo], tomó lo que era suficiente para él y distribuyó el resto entre sus consiervos. Y sus consiervos, cuando hubieron recibido los manjares, se regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera hallar mayor favor ante el amo, porque los había tratado con largueza. Su amo oyó todas estas cosas que tuvieron lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto. Así, el amo llamó de nuevo a sus amigos y a su hijo, y les anunció lo que el siervo había hecho con respecto a los manjares que había recibido; y ellos aprobaron todavía más su decisión, que su siervo debía ser hecho coheredero con su hijo.»

[56] III. Yo le dije: «Señor, no comprendo estas parábolas, ni puedo captarlas, a menos que me las expliques.» «Te lo explicaré todo», me dijo; «y te mostraré todas las cosas que te diga. Guarda los mandamientos del Señor, y serás agradable a Dios, y serás contado entre el número de los que guardan sus mandamientos. Pero si haces algo bueno aparte del mandamiento de Dios, ganarás para ti una gloria más excelente, y serás más glorioso a la vista de Dios que si no lo hubieras hecho. Así pues, si mientras guardas los mandamientos de Dios añades estos servicios también, te regocijarás si los observas en conformidad con mi mandamiento.» Yo le dije: «Señor, todo lo que me mandaste lo guardaré; porque sé que tú estás conmigo.» «Yo estaré contigo», me dijo él, «porque tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y yo estaré con todos los que tienen un celo semejante. Este ayuno», dijo él, «si se guardan los mandamientos del Señor, es bueno. Esta es, pues, la manera en que has de guardar este ayuno [que estás a punto de observar]. Ante todo, guárdate de toda mala palabra y de todo mal deseo, y purifica tu corazón de todas las vanidades de este mundo. Si guardas estas cosas, este ayuno será perfecto para ti. Y así harás. Habiendo cumplido lo que está escrito, en el día en que ayunes no probarás sino pan y agua; y contarás el importe de lo que habrías gastado en la comida aquel día, y lo darás a una viuda o a un huérfano, o a uno que tenga necesidad, y así pondrás en humildad tu alma, para que el que ha recibido de tu humildad pueda satisfacer su propia alma, y pueda orar por ti al Señor. Así pues, si cumples así tu ayuno, según te ha mandado, tu sacrificio será aceptable a la vista de Dios, y este ayuno será registrado; y el servicio realizado así es hermoso y gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas observarás, tú y tus hijos y toda tu casa; y, observándolas, serás bendecido; sí, y todos los que lo oigan y lo vean serán bendecidos, y todas las cosas que pidan al Señor las recibirán.»

[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la parábola de la hacienda y del amo, y de la viña, y del siervo que puso vallado a la viña, [y del vallado], y de las malas hierbas que había arrancado de la viña, y del hijo, y de los amigos los consejeros. Porque me di cuenta que todas estas cosas eran una parábola. Pero él me contestó y dijo: «Eres excesivamente importuno con tus preguntas. No deberías», [dijo él], «hacer ninguna pregunta en absoluto; porque si es justo que se te explique una cosa, se te explicará.» Y le dije: «Señor, todas las cosas que me muestres y no me las expliques las habré visto en vano.» Pero de nuevo me contestó, diciendo: «Todo el que es un siervo de Dios, y tiene a su Señor en su corazón, pide entendimiento de Él y lo recibe, e interpreta cada parábola, y las palabras que el Señor dice en parábola le son dadas a conocer. Pero todos aquellos que son lentos y débiles en la intercesión, éstos vacilan en preguntar al Señor. Pero el Señor es abundante en compasión, y da a los que le piden sin cesar. Pero tú, que has sido vigorizado por el santo ángel, y has recibido estos (poderes de) intercesión, y no eres descuidado, ¿por qué, pues, no pides entendimiento al Señor, y lo obtienes de Él?» Yo le dije: «Señor, yo que te tengo a ti conmigo (sólo) tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti; porque tú me muestras todas las cosas, y me hablas; pero si yo las hubiera de ver u ofr aparte de ti, habría pedido al Señor que me fueran mostradas.»

[58] V. «Ya te dije hace un momento», continuó, «que tú eres poco escrupuloso e importuno al inquirir sobre las interpretaciones de las parábolas. Pero como eres tan obstinado, voy a interpretarte la parábola de la hacienda y todo lo que la acompaña, para que puedas darla a conocer a todos. Oye, ahora, y entiende. La hacienda es este mundo, y el señor de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las ordenó, y las dotó de su poder, y el siervo es el Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien Él mismo plantó; y las vallas son los [santos] ángeles del Señor que guardan juntos a su pueblo; y las malas hierbas, que son arrancadas de la viña, son las transgresiones de los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de la fiesta son los mandamientos que Él dio a su pueblo por medio de su Hijo; y los amigos y consejeros son los santos ángeles que fueron creados primero; y la ausencia del amo es el tiempo que queda hasta su venida.» Yo le dije: «Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y todas las cosas son gloriosas; ¿había alguna probabilidad, pues, de que yo pudiera haberlas captado?» «No, ni ningún otro hombre, aunque estuviera lleno de entendimiento, podría haberlas captado.» «Con todo, señor», insistí, «explícame lo que estoy a punto de inquirir de ti.» «Sigue», me dijo, «si deseas algo.» «¿Por qué, [Señor]», dije yo, «es el Hijo de Dios representado en esta parábola en la forma de un siervo?»

[59] VI. «Escucha», me contestó; «el Hijo de Dios no está representado en la forma de un siervo, sino que está representado en gran poder y señorío.» «¿Cómo, señor?», dije yo; «no lo comprendo.» «Porque», dijo él, «Dios plantó la viña, esto es, creó al pueblo y lo entregó a su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de ellos, para que velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y soportando muchas labores; porque cavar sin trabajar o esforzarse. Habiendo, pues, Él limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre. Ves, pues», me dijo, «que Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo recibido todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el señor tomó a su hijo y sus gloriosos ángeles como consejeros respecto a la herencia del siervo. Dios hizo que el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la creación, morara en carne que Él deseó. Esta carne, pues, en que reside el Espíritu Santo, fue sometida al Espíritu, andando honorablemente en santidad y pureza, sin contaminar en modo alguno al Espíritu. Cuando hubo vivido, pues, honorablemente en castidad, y trabajado con el Espíritu, y hubo cooperado con él en todo, comportándose él mismo osada y valerosamente, Él lo escogió como colaborador con el Espíritu Santo; porque el curso de esta carne agradó [al Señor], siendo así que, poseyendo el Espíritu Santo, no fue contaminado en la tierra. Por tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos ángeles también, para que esta carne, además, habiendo servido al Espíritu intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia, y no pareciera que había perdido la recompensa por su servicio; porque toda carne que es hallada sin contaminación ni mancha, en que reside el Espíritu Santo, recibirá una recompensa. Ahora tienes la interpretación de esta parábola también.»

[60] VII. «Estoy muy contento, señor», le dije, «de ofr esta interpretación.» «Escucha ahora», dijo él. «Guarda esta tu carne pura e incontaminada, para que el Espíritu que reside en ella pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser justificada. Procura que nunca entre en tu corazón que esta carne tuya es perecedera, y con ello abuses de ella en alguna contaminación. [Porque] si tú contaminas tu carne, contaminarás al Espíritu Santo también; pero si contaminas + la carne +, no vivirás.» «Pero, señor», dije yo, «si ha habido alguna ignorancia en tiempos pasados, antes de haber oído estas palabras, ¿cómo será salvado un hombre que ha contaminado su carne?» «Sólo Dios tiene poder de sanar los antiguos hechos de ignorancia», dijo él, «porque toda autoridad es suya. [Pero ahora guárdate, y el Señor Todopoderoso, que está lleno de compasión, dará curación para los antiguos hechos de ignorancia] si a partir de ahora no contaminas tu carne ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y el uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente puro, y vivirás para Dios.»

Sexta Parábola

[61] I. Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las cosas que había visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí: "Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos será bienaventurado". Mientras decía estas cosas dentro de mí, súbitamente vi que él estaba sentado junto a mí, y me decía lo siguiente: «¿Por qué eres de ánimo indeciso con respecto a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos. No dudes en absoluto; pero revístete de la fe del Señor, y andarás en ellos. Porque yo voy a corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los que intentan arrepentirse; porque si no andan en ellos, su arrepentimiento es vano. Los que os arrepentís, pues, arrojad de vosotros las maldades de este mundo que os oprimen; y, revistiéndoos de toda excelencia de justicia, podréis observar estos mandamientos y no añadir más a vuestros pecados. Si no añadís, pues, ningún otro pecado, os apartaréis de vuestros pecados anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos míos, y viviréis para Dios. Estas cosas ya te las he dicho [todas].» Y después que él me hubo dicho estas cosas, me dijo: «Vayamos al campo, y te mostraré los pastores de las ovejas.» «Vayamos, señor», le contesté. Y fuimos a cierta llanura, y él me mostró a un joven, un pastor, vestido con un leve manto de color de azafrán; y estaba apacentando un gran número de ovejas, y estas ovejas se veía que estaban bien alimentadas y eran muy retozonas, y estaban contentas y daban saltos de un lado a otro; y el mismo pastor estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma mirada del pastor era alegre en extremo; y corría por entre las ovejas.

[62] II. Y me dijo: «¿Ves este pastor?» «Le veo, señor», le contesté. «Éste es el ángel de la indulgencia propia y del engaño», me dijo. «Destruye las almas de los siervos de Dios, y las pervierte de la verdad, descarriándolas con malos deseos, en los cuales perecen. Porque se olvidan de los mandamientos del Dios vivo, y andan en engaños vanos y actos de complacencia propia, y son destruidos por este ángel, algunos de ellos a muerte, y otros a corrupción.» Y yo le dije: «Señor, no comprendo lo que esto significa: "a muerte" y "a corrupción".» «Escucha», me dijo; «las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para vida. Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre ellas. La vida de estas personas es muerte. Pero las ovejas que viste que no están dando saltos, sino que están paciendo en un lugar, éstas son las que se han entregado a actos de autoindulgencia y engaño, pero no han pronunciado ninguna blasfemia contra el Señor. Estas, pues, han sido corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción, por tanto, tiene esperanza de una renovación posible, pero la muerte tiene destrucción eterna.» Y seguimos un poco más adelante, y me mostró un gran pastor, como un hombre tosco en apariencia, con una gran piel de cabra, blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una especie de zurrón sobre los hombros, y un cayado muy duro, con nudos en él, y un gran látigo. Y su mirada era muy agria, de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada. Este pastor, entonces, fue recibiendo del pastor joven aquellas ovejas juguetonas y bien alimentadas, pero que no saltaban, y las ponía en cierto lugar que era muy abrupto y cubierto de espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían desenredarse de los espinos y zarzas, sino que [se enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas ovejas] pacían enmarañadas en los espinos y zarzas, y su estado era en extremo desgraciado, pues él las azotaba; y las hacía avanzar de un lado a otro, sin darles descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy mal.

[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el látigo y desgraciadas, me dio pena su situación, porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y dije al pastor que estaba hablando conmigo: «Señor, ¿quién es este pastor, que es [tan] cruel y severo, y no tiene la menor compasión de estas ovejas?» «Este», me dijo, «es el ángel del castigo, y es uno de los ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que recibe a los que se apartan de Dios y van en pos de sus concupiscencias y engaños en esta vida, y los castiga, según merecen, con castigos espantosos y variados.» «Me gustaría saber de qué clase son estos castigos diversos, señor», le dije. «Escucha», me respondió; «las diversas torturas y castigos son torturas que pertenecen a la vida presente; porque algunos son castigados con pérdidas, y otros con necesidades, y otros con enfermedades variadas, y otros con [toda clase] de turbaciones, y otros con insultos de personas dignas y con sufrimiento en muchos otros aspectos. Porque muchos, viéndose perturbados en sus planes, ponen mano en muchas cosas, y nada les prospera. Y entonces ellos dicen que no prosperan en sus actos, y no entra en sus corazones que han cometido malas acciones, sino que echan la culpa al Señor. Cuando son afligidos, pues, con toda clase de aflicción, entonces me los entregan a mí para recibir buena instrucción, y son corroborados en la fe del Señor, y sirven al Señor con un corazón puro el resto de los días de su vida. Y cuando se arrepienten, las malas obras que han hecho se levantan en sus corazones, y entonces glorifican a Dios, diciendo que Él es un Juez justo, y que sufren justamente cada uno según sus actos. Y sirven al Señor a partir de entonces con un corazón puro, y prosperan en sus actos, recibiendo del Señor todas las cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque les ha entregado a mí y ya no sufren ningún mal.»

[64] IV. Y yo le digo: «Señor, declárame más sobre esta cuestión.» «~,Qué es lo que quieres saber?», me preguntó. «Señor, dime silos que viven en la auto-indulgencia y son engañados sufren tormentos durante el mismo período de tiempo en que han vivido en la autoindulgencia y son engañados.» El me contestó: «Sufren tormentos durante el mismo período de tiempo.» Y le dije yo: «Entonces, señor, sufren tormentos muy leves; porque los que viven así en auto-indulgencia y se olvidan de Dios deberían ser atormentados a razón de siete por uno.» Él me dijo: «Tú eres un necio, y no comprendes el poder del tormento.» «Es verdad», le respondí, «porque si lo hubiera comprendido, no te habría pedido que me lo declararas.» «Escucha», me dijo: «el poder de los dos, [de la auto-indulgencia y del tormento]. El tiempo de la autoindulgencia y el engaño es una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de. treinta días. Si uno vive en la auto-indulgencia y es engañado durante un día, y es atormentado un día, el día de tormento es equivalente a todo un año. Porque un hombre es atormentado durante tantos años como días ha vivido en la auto-indulgencia. Ves, pues», me dijo «que el tiempo de la auto-indulgencia y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el tormento es largo.»

[65] V. «Señor», le dije, «como no comprendo del todo lo que hace referencia al tiempo del engaño y la auto-indulgencia y tormento, muéstramelo más claramente.» Él me respondió y me dijo: «La necedad está pegada a ti; porque no quieres limpiar tu corazón y servir a Dios. Vigila», [me dijo], «que el tiempo no se cumpla y seas hallado en tu necedad. Escucha, pues», [me dijo], «según quieres, para poder comprender esto. El que vive en la auto-indulgencia y es engañado durante un día, y hace lo que quiere, está revestido de mucha locura y no comprende lo que está haciendo; porque el día de mañana olvida lo que hizo el día anterior. Porque la auto-indulgencia y el engaño, por razón de su locura, no tienen recuerdos con los cuales revestirse; pero cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre durante un solo día, este hombre es castigado y atormentado durante todo un año; porque el castigo y el tormento tienen recuerdos prolongados. Así que, siendo atormentado y castigado durante todo un año, el hombre recuerda largo tiempo su auto-indulgencia y engaño, y se da cuenta de que es a causa de ellas que está sufriendo estos males. Todo hombre que vive en la auto-indulgencia y es engañado, pues, es atormentado de esta manera porque, aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la muerte.» «¿Qué clase de auto-indulgencia es perjudicial, señor?» «Toda acción que hace con placer es auto-indulgencia para el hombre», me contestó; «para el hombre irascible, cuando da rienda suelta a su pasión, es auto-indulgencia; y el adúltero y el borracho y el calumniador y el mentiroso y el avaro y el defraudador y el que hace cosas semejantes a éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por lo que es autoindulgente en su acción. Todos estos hábitos de auto-indulgencia son perjudiciales para los siervos de Dios; a causa de estos engaños sufren, pues, los que son castigados y atormentados. Pero hay hábitos de auto-indulgencia, también, que salvan a los hombres; porque muchos son autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por el placer que les produce. Esta auto-indulgencia, por consiguiente, es conveniente para los siervos de Dios, y trae vida a un hombre de esta disposición; pero las auto-indulgencias perjudiciales antes mencionadas producen a los hombres tormentos y castigos; y si continúan en ellas y no se arrepienten, les acarrean la muerte.»

Séptima Parábola

[66] Después de unos días le vi en la misma llanura donde había visto también a los pastores, y me dijo: «¿Qué buscas?» «Señor», le contesté, «estoy aquí para que mandes al pastor que castiga que salga de mi casa; porque me aflige mucho.» «Te es necesario», me dijo, «ser afligido; porque así lo ha ordenado respecto a ti el ángel glonoso, porque quiere que seas probado.» «¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan malo, señor», le dije, «que deba ser entregado a este ángel?» «Escucha», me dijo: «Tus pecados son muchos; con todo, no son tantos que hayas de ser entregado a este ángel; pero tu casa ha cometido grandes iniquidades y pecados, y el ángel glorioso está enojado por estos actos, y por esta causa ha mandado que seas afligido durante cierto tiempo, para que ellos puedan también arrepentirse y ser limpiados de todo deseo de este mundo. Por consiguiente, cuando ellos se arrepientan y sean limpiados, entonces el ángel del castigo partirá.» Y yo le dije: «Señor, si ellos han perpetrado estos actos por los que el ángel glorioso está enojado, ¿qué he hecho yo?» «Ellos no pueden ser afligidos de otra manera», dijo él, «a menos que tú, la cabeza de [toda] la casa, seas afligido; porque si tú eres afligido, ellos también por necesidad serán afligidos; pero si tú eres próspero, ellos no pueden sufrir aflicción alguna.» «Pero, mira, señor», le dije, «ellos se han arrepentido de todo corazón.» «Me doy perfecta cuenta», contestó él, «que ellos se han arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees tú que los pecados de los que se arrepienten son perdonados inmediatamente? No lo son en modo alguno; sino que la persona que se arrepiente ha de torturar a su propia alma, y ha de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido con toda clase de aflicción; y si soporta las aflicciones que le vienen, sin duda el que creó todas las cosas y las dotó de poder será movido a compasión y concederá algún remedio. Y esto (hará Dios) si en alguna forma ve el corazón del penitente puro de todo mal. Pero es conveniente que tú y toda tu casa seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué platicar tanto contigo? Tú has de ser afligido como ordena el ángel del Señor, el que te entrega a mí; y por esto da gracias al Señor, que te ha considerado digno de que yo te revele de antemano la aflicción, para que sabiéndolo con antelación la soportes con entereza.» Yo le dije: «Señor, sé tú conmigo, y podré soportar toda aflicción [fácilmente].» «Yo estaré contigo», me dijo; «y pediré al ángel que castiga que te aflija más levemente; pero tú serás afligido durante un tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu casa. Sólo sigue siendo humilde y sirve al Señor con el corazón puro, tú y tus hijos y tu casa, y anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo será posible que tu arrepentimiento sea fuerte y puro. Y si guardas estos mandamientos con tu casa, será apartada de ti toda aflicción; sí, y la aflicción será apartada de todo aquel que anda en estos mis mandamientos.

Octava Parábola

[67] I. Y me mostró un [gran] sauce, que hacía sombra a llanuras y montañas, y bajo la sombra del sauce se habían congregado los que son llamados por el nombre del Señor. Y junto al sauce había de pie un ángel del Señor, glorioso y muy alto, que tenía una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y dándolas a la gente que se resguardaba debajo del sauce; y les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y después que todos hubieron tomado las varas, el ángel puso a un lado la hoz, y el árbol estaba sano, tal como yo lo había visto al principio. Entonces me maravillé dentro de ml y dije: «¿Cómo es posible que el árbol esté sano, después que le han cortado tantas ramas». El pastor me dijo: «No te asombres que el árbol permanezca sano después que se le han cortado tantas ramas?» sino espera hasta que veas todas las cosas, y se te mostrará lo que es.» El ángel que dio las varas a la gente les mandó que se las devolvieran; y tal como cada uno de ellos las había recibido, así también fue citándolos, y cada uno le devolvió la vara. Pero el ángel del Señor las tomaba y las examinaba. De algunos recibía varas secas y como comidas por larvas; el ángel les ordenaba a los que entregaban varas así que se pusieran a un lado. Y otros las entregaban medio marchitas; éstos también eran puestos aparte. Y Otros entregaban varas medio secas y con grietas; éstos eran puestos también aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con grietas; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas medio secas y medio verdes; éstos también quedaban aparte. Y otros entregaban las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca; éstos se quedaban aparte. Y otros entregaban varas con dos panes secas y la tercera verde; éstos también se quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas casi todas verdes, pero una pequeña porción seca en el extremo; pero había grietas en ellas; éstos también se quedaban aparte. Y en las de otros había una pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba seca; éstos también estaban aparte. Y otros venían trayendo sus varas verdes, tal como las habían recibido del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus varas en este estado; y el ángel se regocijaba en gran manera en éstos; éstos también estaban aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; éstos también eran puestos aparte; y ante éstos también el ángel se regocijaba grandemente. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños; y los retoños tenían lo que parecía una especie de fruto. Y éstos estaban contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado. Y sobre éstos el ángel se gozaba, y el pastor estaba muy contento con ellos.

[68] II. Y el ángel del Señor ordenó que trajeran coronas. Y trajeron coronas, hechas como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que habían entregado las varas que tenían retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y los otros eran también enviados a la torre, a saber, los que habían traído las varas verdes y con retoños, pero los retoños no tenían fruto; y ponía un sello sobre ellos. Y todos los que iban a la torre tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los que habían entregado sus varas verdes tal como las habían recibido fueron despedidos, y se les dio un vestido [blanco] y sellos. Después que el ángel hubo terminado estas cosas, dijo al pastor: «Me voy; pero a éstos los enviarás a sus (lugares dentro) de los muros, según lo que cada uno merezca; pero examina las varas cuidadosamente, y envíalos. Mas sé muy cuidadoso al examinarlas. Asegúrate que ninguno escape de ti», le dijo. «Con todo, si alguno se escapa, yo le probaré en el altar.» Cuando hubo dicho esto al pastor se marchó. Y después que el ángel hubo partido, el pastor me dijo: «Tomemos las varas de todos y plantémoslas, para ver si algunas de ellas pueden vivir.» Y, yo le dije: «Señor, estas cosas secas, ¿pueden vivir?» Él me contestó y dijo: «Este árbol es un sauce, y esta clase de árboles se aferra a la vida. Si se plantan las varas y tienen un poco de humedad, muchas de ellas viven. Y después procuremos poner algo de agua sobre ellas. Si alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de ello; pero si no vive, por lo menos no habré sido negligente.» Así que el pastor me mandó que los llamara, a cada uno según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras fila, y entregaron sus varas al pastor. Y el pastor tomó las varas y las plantó en hileras, y después de haberlas plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo que no se podían ver las varas por el agua. Y después que hubo regado las varas, me dijo: «Vayámonos ahora, y dentro de unos pocos días regresemos e inspeccionemos todas las varas; porque el que ha creado este árbol quiere que vivan todo os que han recibido varas de este árbol. Y yo mismo espero que estas pequeñas varas, después de haber recibido humedad y haber sido regadas, vivan la mayor parte de ellas.»

[69] III. Y yo le dije: «Señor, infórmame de qué es este árbol. Porque estoy perplejo por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas, el árbol está sano, y no parece que se le haya cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello.» «Escucha», me dijo; «este gran árbol que hace sombra sobre llanuras y montañas y toda la tierra es la ley de Dios, que fue dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo de Dios predicado a todos los extremos de la tierra. Pero el pueblo que está bajo la sombra son los que han oído la predicación y han creído en Él; pero el ángel grande y glorioso es Miguel, que tiene poder sobre esta gente y es su capitán. Porque es él el que pone la ley en los corazones de los creyentes; por tanto, él mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha dado, por ver si la han observado. Pero, tú ves las varas de cada uno; porque las varas son la ley. Tú ves muchas de estas varas por completo echadas a perder; y notarás a todos los que no han observado la ley, y verás el lugar (destino) de cada uno en particular.» Yo le dije: «Señor, ¿por qué envió a algunos a la torre y dejó a otros para ti?» El me dijo: «Todos los que transgredieron la ley que han recibido de él, a éstos los ha dejado bajo mi autoridad, para que se arrepientan; pero a cuantos ya han satisfecho la ley y la han observado, a éstos los tiene bajo su propia autoridad.» «¿Quiénes son, pues, señor», le dije, «los que han sido coronados y entrado en la torre?» [«Todos los que han luchado con el diablo y le han vencido en la lucha», me dijo, «éstos son coronados]: éstos son los que han sufrido por la ley. Pero los otros, que también entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con fruto, son los que fueron perseguidos por la ley pero no sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las entregaron verdes, tal como las habían recibido, son hombres sobrios y rectos, que anduvieron del todo en un corazón puro y han guardado los mandamientos del Señor. Pero todo lo demás lo sabrás cuando examine estas varas que he plantado y regado.»

[70] IV. Y después de varios días llegamos al lugar, y el pastor se sentó en el lugar del ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y él me dijo: «Cíñete con una ropa de lino crudo, y ayúdame. » Así que me ceñí con una ropa limpia de lino crudo hecha de material tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a servirle, me dijo: «Llama a los hombres cuyas varas han sido plantadas, según la fila en que cada un presentó su vara.» Y yo salí a la llanura y los llamé a todos; y ellos estaban de pie según sus filas. Y él les dijo: «Que cada uno arranque su propia vara, y me la traiga.» Y los primeros que la entregaron fueron los que habían tenido las varas secas y agrietadas, y seguían igual: secas y agrietadas. El les ordenó que se quedaran aparte. Luego las entregaron los que las tenían secas pero no agrietadas; y algunos entregaron varas verdes, y otros secas y como roídas por larvas. A los que le dieron varas verdes él les ordenó que se quedaran aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas les ordenó que se unieran a los primeros. Entonces las entregaron los que tenían las varas medio secas y con grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin grietas; y muchos las entregaban verdes y con retoños y fruto en los retoños, como los que habían ido a la torre coronados; y algunos de ellos las entregaban secas y roídas, y algunos secas y no roídas, y algunos tal como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros aparte de ellas.

[71] V. Entonces las entregaron los que tenían sus varas verdes pero con grietas. Estos las entregaron todos verdes, y se quedaron en su propia compañía. Y el pastor se regocijó sobre éstos, porque estaban todos cambiados y habían eliminado las grietas. Y las entregaron también los que tenían la mitad verde y la otra mitad seca. Las varas de algunos fueron halladas verdes del todo, las de algunos medio secas, las de y roídas, y las de algunos verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno a su compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes verdes y la otra seca; muchos de ellos las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros secas y roídas. Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que tenían dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos de ellos las entregaban medio secas, algunos secas y roídas, y otros medio secas y con grietas, y unos pocos verdes. Todos éstos se quedaron en su propia compañía. Luego las entregaron los que habían tenido sus varas verdes pero con una pequeña porción [seca] y con grietas. De éstos, algunos las entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos también fueron enviados a su propia compañía. Entonces las entregaron los que tenían una pequeña parte verde y las otras partes secas. Las varas de éstos fueron halladas en su mayor parte verdes y con retoños y fruto en los retoños, y otras del todo verdes. Ante estas varas el pastor se regocijó [sobremanera] porque fueron halladas así. Y éstos fueron enviados a su propia compañía.

[72] VI. Cuando [el pastor] hubo examinado las varas de todos, me dijo: «Ya te dije que este árbol es tenaz en mantenerse vivo. ¿Ves», me dijo, «como muchos se arrepintieron y fueron salvados?» «Lo veo, señor», le contesté. Y él me dijo: «Es para que tú puedas ver la abundante compasión del Señor, cuán grande es y gloriosa, y Él ha dado (su) Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento.» «¿Por qué, pues, señor», le pregunté, «no se arrepintieron todos?» «A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre.» Y yo le dije: «Señor, ahora muéstráme, con referencia a los que han entregado sus varas, qué clase de hombre era cada uno de ellos, y su morada, para que cuando oigan esto los que han creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han guardado entero, puedan entender lo que están haciendo, y arrepentirse, recibiendo de ti un sello, y puedan glorificar al Señor, que tuvo compasión de ellos y te envió a ti para renovar su espíritu.» «Escucha», me dijo: «Aquellos cuyas varas fueron halladas secas y comidas de larvas, éstos son los renegados y traidores de la Iglesia, que han blasfemado al Señor en sus pecados, y todavía más, se avergonzaron del Nombre del Señor, que fue invocado sobre ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero tú ves también que ninguno de ellos se arrepintió, aunque oyeron las palabras que les dijiste, que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha partido la vida. Pero los que entregaron (varas) verdes y sin marchitar, éstos están también cerca de ellos; porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas extrañas, y pervirtieron a los siervos de Dios, especialmente a los que no habían pecado, no permitiéndoles que se arrepintieran, sino persuadiéndoles con sus doctrinas insensatas. Éstos, pues, tienen esperanza de arrepentirse. Pero ves que muchos de ellos verdaderamente se han arrepentido desde que tú les hablaste de mis mandamientos; sí, y (otros) todavía se arrepentirán. Y todos los que no se arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos de ellos se arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada dentro de los primeros muros, y alguno de ellos, incluso, ascendió dentro de la torre. Ves, pues», [me dijo], «que el arrepentimiento de los pecados trae vida, pero el no arrepentirse trae muerte.

[73] VII. »Pero, en cuanto a los que entregaron (varas) medio secas y con gnetas en ellas, oye respecto a los mismos. Aquellos cuyas varas estaban medio marchitas del todo, eran los indecisos; porque ni viven ni están muertos. Pero los que las tienen medio secas y con grietas, éstos son los indecisos y calumniadores, y nunca están en paz entre sí, sino que siempre causan disensiones. Con todo, incluso éstos», [dijo él], «reciben arrepentimiento. Ves, [me dijo], que algunos de ellos se han arrepentido; y todavía hay», me dijo, «esperanza de arrepentimiento entre ellos. Y todos los que de ellos», me dijo, «se han arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero todos los que se han arrepentido tardíamente morarán dentro de los muros; y los que no se arrepintieron, sino que continuaron en sus actos, morirán de muerte. Pero los que han entregado sus varas verdes y con grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo tiempo, [pero] tienen cierta emulación los unos de los otros para obtener el primer lugar y gloria de alguna clase; pero todos ellos son necios al mostrar (rivalidad) el uno del otro por los primeros lugares. Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. La vida es para todos los que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni sobre gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y humildad en el hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor, pero en el sedicioso y libertino hay muerte.

[74] VIII. »Pero los que entregaron sus varas medio verdes y medio secas, éstos son los que están mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por lo tanto, la mitad de ellos vive, pero la otra mitad está muerta. Muchos de ellos cuando oyeron mi mandamiento se arrepintieron. Todos los que se arrepintieron tienen su morada dentro de la torre. Pero algunos de ellos están puestos aparte. Estos, pues, no tienen arrepentimiento; porque a causa de sus negocios blasfemaron al Señor y le negaron. Así que perdieron su vida por la maldad que cometieron. Pero muchos de ellos eran de ánimo indeciso. Estos todavía tienen oportunidad para el arrepentimiento; si se arrepienten rápidamente, su morada será dentro de la torre; y si tardan en arrepentirse, morarán dentro de los muros; pero si no se arrepienten, ellos también habrán perdido la vida. Pero los que han entregado varas dos partes verdes y la tercera seca, éstos son los que han negado con negaciones múltiples. Muchos de ellos se han arrepentido, pues, y han partido hacia el interior de la torre; pero muchos se rebelaron del todo contra Dios; éstos perdieron finalmente la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo indeciso y causaban disensiones. Para éstos, por tanto, hay arrepentimiento si se arrepienten rápidamente y no siguen en sus placeres; pero si siguen en sus acciones, éstos también se procurarán ellos mismos la muerte.

[75] IX. »Pero los que han entregado sus varas dos tercios secas y un tercio verde, éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos; pese a todo no se apartaron de Dios, sino que continuaron en la fe, aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de ellos, por consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación dentro de la torre. Pero otros, al final, viviendo con los gentiles y siendo corrompidos por las opiniones vanas de los gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los gentiles. Estos, pues, son nombrados con los gentiles. Pero otros entre ellos eran de ánimo indeciso, no esperando ser salvos por razón de algunos actos que habían cometido; y otros eran indecisos y hacían divisiones entre ellos. Para los que eran indecisos a causa de sus hechos hay todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento debería ser rápido, para que su morada pueda ser dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten, sino que siguen en sus pasiones, la muerte está cerca.

[76] X. »Mas los que entregaron sus varas verdes, pero con el extremo seco y con grietas, son los que fueron hallados en todo tiempo buenos y fieles y gloriosos a la vista de Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales y porque tenían algo los unos contra los otros. Pero, cuando oyeron mis palabras la mayor parte se arrepintió rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre. Pero algunos de ellos eran indecisos, y algunos, siendo indecisos, causaron una mayor disensión. En éstos, por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento, porque fueron hallados buenos; y apenas habrá alguno de ellos que muera. Pero los que entregaron sus varas secas, pero con una pequeña porción verde, éstos son los que creyeron pero practicaron las obras de injusticia. Con todo, no se separaron nunca de Dios, sino que llevaron el nombre alegremente, y alegremente recibieron en sus casas a los siervos de Dios. Así que, al oír de este arrepentimiento, se arrepintieron sin vacilar, y practicaron toda excelencia y justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron persecución voluntariamente, sabiendo los hechos que hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su morada en la torre.»

[77] XI. Y después que hubo completado la interpretación de todas las varas, me dijo: «Ve y di a todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para Dios; porque el Señor en su compasión me envió a dar arrepentimiento a todos, aunque algunos no lo merecen por sus actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean llamados por medio de su Hijo para que sean salvos.» Y le dije: «Señor, espero que todos los que oigan estas palabras se arrepentirán; porque estoy persuadido de que cada uno, cuando conozca plenamente sus propios actos y tema a Dios, se arrepentirá.» El me respondió diciéndome: «Todos cuantos», [dijo él], «se [arrepientan] de todo corazón [y] se limpien de todas las malas acciones antes mencionadas, y no añadan ningún peéado más a los anteriores, recibirán curación del Señor para sus pecados anteflore a menos que sean de ánimo indeciso con respecto a estos mandamientos, y vivirán para Dios. [Pero cuantos añadan a sus pecados», me dijo, «y anden en las concupiscencias de este mundo, se condenarán a sí mismos a muerte.] Pero tú anda en mis mandamientos, y vive [para Dios; sí, y cuantos anden en ellos y obren rectamente, vivirán para Dios.]» Habiéndome mostrado todas estas cosas [y habiéndomelas dicho] me dijo: «Mira, te declararé el resto dentro de unos días.»

Novena Parábola

[78] I. Después de haber escrito los mandamientos y parábolas del pastor, el ángel del arrepentimiento vino a mí y me dijo: «Deseo mostrarte todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras más débil en la carne, no te fue declarado a través de un ángel; pero cuando fuiste capacitado por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue manifestada de modo claro, a través de la Iglesia, la edificación de la torre. En forma justa y apropiada has visto todas las cosas, (instruido) como si fuera por una virgen; pero ahora ves (siendo instruido) por un ángel, aunque es por el mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo con más exactitud de mí. Porque para esto también fui designado por el ángel glorioso para permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes.» Y él me llevó a Arcadia, a cierta montaña redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña, y me mostró una gran llanura, y alrededor de la llanura doce montañas, las cuales tenían cada una un aspecto diferente. La primera era negra como hollín; la segunda, desnuda, sin vegetación; la tercera, llena de espinos y zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia, la parte superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a las raíces, seca, y parte de la hierba se había marchitado, siempre que el sol la había quemado; la quinta montaña tenía hierba verde y era áspera; la sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes, algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras había vegetación, pero la hierba no era muy lozana, sino más bien marchita; la séptima montaña tenía vegetación sonriente, y toda la montaña estaba en condición próspera, y había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en esta montaña; y cuanto más ganado y aves alimentaba, más florecía la hierba de esta montaña. La octava montaña estaba llena de fuentes, y toda clase de criaturas del Señor bebían en las fuentes de esta montaña. La novena montaña no tenía agua alguna y era por completo un desierto; y tenía fieras y reptiles mortíferos, que destruían a la humanidad. La décima montaña tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y reposando. La montaña undécima tenía una gran espesura de bosques por todas partes, y los árboles de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La duodécima montaña era del todo blanca y su aspecto era alegre; y la montaña era en extremo hermosa de por si.

[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró una gran roca blanca, que se levantaba sobre la llanura. La roca era más elevada que las montañas, y tenía cuatro lados, de modo que podía contener a todo el mundo. Ahora bien, esta roca era antigua y tenía una puerta excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido excavada muy recientemente. Y la puerta brillaba más que el resplandor del sol., de modo que me maravillé del brillo de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce vírgenes. Las cuatro que estaban en los extremos me parecieron más gloriosas (que el resto); pero las otras también eran gloriosas; y (las cuatro) estaban de pie en las cuatro partes de la puerta, y había vírgenes, en parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho libre, como si intentaran llevar alguna carga. Así estaban preparadas, porque eran muy animosas y alegres. Después que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me quedé perplejo con respecto a las vfrgenes, que, aunque fueran delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar todo el cielo. Y el pastor me dijo: «¿Por qué te haces preguntas y estás perplejo, y te pones triste? Porque las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si eres prudente; pero ruega al Señor, para que puedas recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay delante de ti lo contemplas. Las cosas que no puedes ver, por tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas que puedes ver, éstas domínalas, y no tengas curiosidad sobre el resto; pero voy a explicarte todas las cosas que te mostraré. Observa, pues, lo que queda.»

[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y gloriosos y de aspecto semejante, y éstos llamaron a una gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido también eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis hombres les ordenaron que edificaran una torre sobre la puerta. Y hacían un gran ruido estos hombres que habían venido para edificar la torre, cuando corrían de un lado a otro alrededor de la puerta. Porque las vírgenes que había junto a la puerta dijeron a los hombres que se apresuraran a edificar la torre. Y las vírgenes tendieron las manos como para recibir algo de los hombres. Y los seis hombres ordenaron que subieran piedras de cierto hoyo profundo, que habían de servir para la edificación de la torre. Y subieron diez piedras cuadradas y pulimentadas, [no] labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las vírgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras que habían de entrar en la edificación de la torre, y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes se cargaron las primeras diez piedras que habían aparecido de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas, piedra por piedra.

[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la puerta, en este orden las llevaron; las que parecían ser bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos de la piedra, en tanto que las otras se inclinaban a los lados de la piedra. Y así acarrearon todas las piedras. Y las trasladaron a través de la puerta, tal como se les había ordenado, y las entregaron a los hombres para la torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la puerta. Estas diez piedras fueron entonces juntadas, y cubrían toda la roca. Y éstas formaron un fundamento para el edificio de la torre. Y [la roca y] la puerta sostenían toda la torre. Y después de las diez piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y éstas fueron encajadas en el edificio de la torre, siendo acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y después de éstas subieron treinta y cinco piedras. Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la torre. Y después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre. Así que se pusieron cuatro hileras en los fundamentos de la torre. Y (las piedras) dejaron de subir de la profundidad, y los edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras de las montañas para la edificación de la torre. Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de varios colores, labradas por los hombres, y entregadas a las vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a través de la puerta y las entregaban para la edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y blancas, y perdieron sus muchos colores. Pero algunas piedras fueron entregadas por los hombres para el edificio, y éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran colocadas, así permanecían; porque no eran entregadas por las vírgenes ni habían sido acarreadas a través de la puerta. Estas piedras, pues, eran deformes y desagradables a la vista en el edificio de la torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran impropias en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y fueran llevadas (abajo) a su lugar propio, de donde habían sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo piedras: «Absteneos del todo de entregar piedras para la edificación; pero colocadlas junto a la torre, para que las vírgenes las acarreen a través de la puerta y las entreguen a los que edifican. Porque», [dijeron ellos], «si no son acarreadas a través de la puerta por las manos de estas vírgenes no pueden cambiar su color. No trabajéis, pues», [dijeron], «en vano.»

[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel día; con todo, la torre no quedó terminada por completo, porque había de ser elevada [todavía] un poco más; y hubo una interrupción en la edificación. Y los seis hombres ordenaron a los edificadores que se retiraran un rato [todos ellos] y descansaran; pero a las vírgenes no les ordenaron que se retiraran de la torre. Y yo pensé que las vírgenes se habían quedado para guardar la torre. Y después que todos se hubieron retirado [y descansado], yo le dije al pastor: «Señor, ¿por qué no ha sido completada la edificación de la torre?» «La torre», me contestó, «no puede ser completamente terminada hasta que su Señor venga y ponga a prueba este edificio, con el fin de que, si hay algunas piedras que se desmenuzan, las pueda cambiar porque la torre es edificada según su voluntad.» «Quisiera saber, señor», le dije, «qué es el edificio de esta torre, y respecto a la roca y la puerta, y las montañas, y las vírgenes, y las piedras que vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que fueron usadas tal como estaban en la edificación; y porqué fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego veinticinco, luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a las piedras que han entrado en la edificación y fueron quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas estas cosas da descanso a mi alma, señor, y explícamelas.» Y me dijo: «Si no eres dominado por una curiosidad llana, conocerás todas estas cosas. Porque después de unos pocos días vendremos aquí, y verás lo que a continuación ocurrirá a esta torre y entenderás todas las parábolas con exactitud.» Y después de unos días volvimos al lugar en que nos habíamos sentado, y él me dijo: «Vayamos a la torre, porque el propietario de la torre viene para inspeccionarla.» Y fuimos a la torre y no había nadie allí cerca, excepto las vírgenes. Y el pastor preguntó a las vírgenes si el amo de la torre había llegado. Y ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el edificio.

[83] VI. Y he aquí, después de poco vi un despliegue de muchos hombres que venían, y en medio un hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis hombres que habían dirigido la edificación andaban con él a su derecha y a su izquierda, y todos los que habían trabajado en la edificación estaban con él, y muchos otros gloriosos ayudantes alrededor. Y las vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y este hombre inspeccionó el edificio tan cuidadosamente, que palpó cada una de las piedras, y empuñaba una vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las piedras se volvían negras como hollín, otras mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras no se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no encajaban con las otras piedras, y otras mostraban muchas manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras que se veía eran impropias para el edificio. Así que ordenó que todas ellas fueran quitadas de la torre, y fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y los edificadores le preguntaron de qué montaña deseaba que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y él no quiso que fueran traídas de las montañas, sino que mandó que fueran traídas de cierta llanura que había muy cerca. Y cavaron en la llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y cuadradas, pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y todas las piedras que había por todas panes en aquella llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a través de la puerta por las vírgenes. Y las piedras cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las que habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron colocadas en el edificio, porque era difícil darles forma, y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron colocadas al lado de la torre, como si se intentara darles forma y colocarlas en el edificio; porque eran muy brillantes.

[84] VII. Así que, habiendo realizado estas cosas, el hombre glorioso que era el señor de toda la torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó todas las piedras que había puestas al lado de la torre, y que fueron quitadas del edificio, y le dijo: «Limpia estas piedras cuidadosamente, y ponlas en el edificio de esta torre; se entiende las que puedan encajar con el resto; pero las que no puedan encajar, échalas lejos de la torre.» Habiendo dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre con todos los que habían venido con él. Y las vírgenes estaban alrededor de la torre observándole. Yo le dije al pastor: «¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en el edificio de la torre, siendo así que han sido desaprobadas?» Él me contestó: «¿Ves estas piedras?» «Las veo, señor», le dije. «Yo mismo daré forma a la mayor parte de estas piedras y las pondré en el edificio, y encajarán con las piedras restantes.» «¿Cómo es posible», le dije, «cuando sean recortadas con el cincel, que encajen en el mismo espacio?» El me dijo como respuesta: «Todas las que sean halladas pequeñas, serán puestas en medio del edificio; pero las que sean mayores, serán colocadas cerca del exterior, y se enlazarán con las otras.» Con estas palabras me dijo: «Vayámonos, y después de dos días volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el edificio; porque todas las cosas alrededor de la torre han de ser limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente y halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte que estas piedras no entren en la edificiación de la torre y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi señor.»

Y después de dos días fuimos a la torre, y él me dijo: «Inspeccionemos todas las piedras, y veamos cuáles pueden servir para la edificación.» Yo le dije: «Señor, inspeccionémoslas.»

[85] VIII. Y así, empezando, primero inspeccionamos las piedras negras; y tal como habían sido descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor ordenó que fueran quitadas de la torre y fueran puestas a un lado. Luego inspeccionó las que eran mohosas, y las tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a las vírgenes que las tomaran y las pusieran en el edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el edificio de la torre en una posición media. Pero para las restantes ordenó que fueran colocadas con las negras, porque éstas también eran negras. Luego empezó a inspeccionar las que tenían rajas; y de éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y fueron colocadas hacia fuera, porque se vio que eran sanas. Pero el resto no pudo ser moldeado debido al número de rajas. Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de la torre. Luego siguió inspeccionando (las piedras) de tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y algunas tenían grandes rajas; y ordenó que éstas también fueran colocadas con las que habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él las limpió y les dio forma, y ordenó que fueran colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las tomaron y las encajaron en medio del edificio de la torre; porque eran algo débiles. Luego empezó a inspeccionar las que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas (ahora) eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran llevadas con las que habían sido descartadas antes. +Pero todas las restantes fueron [halladas blancas, y fueron] llevadas por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas por las mismas [vírgenes] en el edificio.+ Pero fueron colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo que podían unirse a las que habían sido colocadas en medio; porque ni una sola de ellas era demasiado pequeña. Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes; y unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían moldear, porque eran demasiado duras. Pero moldeó las restantes, les dio forma [y fueron llevadas por las vírgenes], y fueron encajadas en medio del edificio de la torre, porque eran algo débiles. Luego siguió inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con el resto; pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron colocadas hacia fuera debido a su fuerza.

[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas y redondas, y me dijo: «¿Qué haremos con estas piedras?» «¿Cómo puedo saberlo yo, señor?», le respondí. [Y él me dijo]: «¿No te das cuenta de nada con respecto a las mismas?» Y le dije: «Señor, no entiendo en este arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada.» «¿No ves», me dijo, «que son muy redondas, y si quiero hacerlas cuadradas es necesario quitar de ellas mucho con el cincel? Con todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad en el edificio.» «Señor», dije, «si ha de ser así, ¿por qué te desazonas, y por qué no escoges para el edificio las que quieras y las encajas en él?» El escogió de entre las grandes y brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las tomaron y las encajaron en las panes exteriores del edificio. Pero las restantes que habían quedado se las llevaron y las pusieron en la llanura de donde habían sido traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo, porque», dijo él, «queda todavía parte de la torre para ser construida. Y el señor de la torre desea muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio, porque son muy brillantes.» Así que fueron llamadas doce mujeres, de muy hermosa figura, vestidas de negro, [ceñidas y con los hombros desnudos], con el pelo colgando. Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto arisco. Y el pastor ordenó que tomaran las piedras que habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las mismas montañas de las cuales habían sido traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde habían sido sacadas. Y después que habían sido quitadas todas las piedras, y no quedaba una sola alrededor de la torre, el pastor me dijo: «Demos la vuelta a la torre y veamos que no haya defecto en ella.» Y yo di la vuelta con él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa en la edificación, se puso en extremo contento; porque la torre estaba tan bien edificada que, cuando yo la vi, deseé con ansia la edificación de la misma; porque estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda junta. Y la obra de piedra parecía como si hubiera sido excavada de la roca; porque me parecía como si fuera todo una sola piedra.

[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento al ver una vista tan airosa. Y el pastor me dijo: «Ve y trae yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio; porque toda la torre alrededor ha de ser lisa.» E hice lo que me mandó, y se lo traje. «Ayúdame», me dijo, «y la obra será realizada rápidamente.» Así que él llenó las formas de las piedras que habían entrado en el edificio, y ordenó que los alrededores de la torre fueran barridos y limpiados. Y las vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los escombros alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el terreno alrededor de la torre quedó alegre y muy hermoso. El pastor me dijo: «Todo ha quedado limpio ahora. Si el señor viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de qué acusarnos.» Diciendo esto, quería marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le conjuré por el Señor que me explicara [todo] lo qüe me había mostrado. El me dijo: «Estoy ocupado durante un rato; luego te lo explicaré todo. Espérame aquí hasta que vuelva.» Yo le dije: «Señor, cuando esté solo aquí, ¿qué es lo que tengo que hacer?» «Tú no estás solo», me contestó, «porque estas vírgenes están aquí contigo.» «Encomiéndame, pues, a ellas», le dije. El pastor las llamó y les dijo: «Os encomiendo a este hombre hasta que vuelva», y se marchó. Así que yo quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy alegres, y amablemente dispuestas hacia mí, especialmente las cuatro que eran más gloriosas en apariencia.

[88] XI. Las vírgenes me dijeron: «Hoy el pastor no viene aquí.» «¿Qué haré yo, pues?», dije. «Espérale», dijeron, «hasta el anochecer; y si viene, él hablará contigo; pero si no viene, te quedarás aquí con nosotras hasta que venga.» Yo les dije: «Le esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me marcharé a casa y regresaré temprano por la mañana.» Pero ellas contestaron y me dijeron: «Él te encomendó a nosotras, y no puedes marcharte de nosotras.» «¿Dónde me quedaré, pues?» «Tú pasarás la noche con nosotras», dijeron, «como un hermano, no como un marido; porque tú eres nuestro hermano, y a partir de ahora nosotras moraremos contigo; porque te amamos entrañablemente.» Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la que parecía ser la principal empezó a besarme y abrazarme; y las otras, viendo que ella me abrazaba, empezaron también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un joven, y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque algunas de ellas empezaron a danzar, [otras a dar saltos], otras a cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No obstante, cuando llegó la noche, deseaba irme a casa; pero ellas no me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con ellas, y dormí al lado de la torre. Porque las vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no hacían otra cosa que orar; y yo oraba con ellas sin cesar, y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban de que yo orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la mañana a la segunda hora. Entonces vino el pastor y dijo a las vírgenes: «¿Le habéis hecho algún daño?» «Pregúntaselo», dijeron. Y yo le dije: «Señor, estuve contento de estar con ellas.» «¿Qué comiste para cenar?», me preguntó. «Cené, señor, las palabras del Señor durante toda la noche», le dije. «¿Te trataron bien?», preguntó él. «Sí, señor», contesté. «Ahora», dijo él, «¿qué es lo que quieres oír primero?» «En el orden en que me lo has mostrado, señor, desde el principio», le dije; «te ruego, señor, que me lo expliques exactamente en el orden en que te lo preguntaré.» «Según tu deseo, así te lo interpretaré», me dijo, «y no te esconderé nada a ti.»

[89] XII. «Primero, señor», le dije, «explícame esto. La roca y la puerta, ¿qué son?» «Esta roca», me contestó, «y la puerta, son el Hijo de Dios.» «Señor», le dije, «¿cómo es que la roca es antigua pero la puerta reciente?» «Escucha», me dijo, «y entiende, hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la obra de su creación. Por tanto, también El es antiguo.» «Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?», le pregunté. «Porque», dijo él, «El fue manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella en el reino de Dios. ¿Viste», me dijo, «que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella fueron echadas otra vez a su lugar?» «Lo vi, señor», dije yo. «Así, pues», dijo él, «nadie entrará en el reino de Dios a menos que haya recibido el nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y sólo tiene una puerta, ¿puedes entrar en esta ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?» «Señor, ¿cómo sería posible hacerlo de otra manera», le pregunté yo. «Así pues, si no puedes entrar en la ciudad excepto a través de la puerta que tiene, lo mismo», dijo él, «ninguno puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo que es amado por Él. ¿Viste», me dijo, «la multitud que está edificando la torre?» «La vi, señor», le contesté. «Estos», dijo él, «son todos ángeles gloriosos. De éstos, pues, está rodeado por todas panes el Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay esta entrada al Señor. Nadie puede entrar hasta Él de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste», me dijo, «los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en medio de ellos, que andaba alrededor de la torre y rechazaba las piedras del edificio?» «Le vi, señor», le dije. «El hombre glorioso», dijo él, «es el hijo de Dios, y los seis son los gloriosos ángeles que le guardan a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles ni uno entrará ante Dios aparte de Él; todo el que no recibe su nombre, no entrará en el reino de Dios.»

[90] XIII. «Pero la torre», dije yo, «¿qué es?» «La torre», contestó él, «¡cómo!, es la Iglesia.» «Y estas vírgenes, ¿quiénes son?» Y me dijo: «Son los espíritus santos; y ningún hombre puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le revistan con su vestido; porque si tú recibes sólo el nombre, pero no recibes el vestido de ellos, no te sirve de nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios. [Por lo tanto] si tú llevas el Nombre, y no llevas su poder, llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las piedras», dijo él, «que viste que eran echadas, éstas llevaban el Nombre, pero no estaban vestidas con el vestido de las vírgenes.» «¿De qué clase, señor», pregunté yo, «es su vestido?» «Los mismos nombres», dijo él, «son su vestido. Todo el que lleva el nombre del Hijo de Dios, debería llevar los nombres de éstos también; porque incluso el Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las piedras que viste que entraban en el edificio de la torre», me dijo, «siendo dadas por sus manos y esperando para la edificación, han sido revestidas del poder de estas vírgenes. Por esta causa tú ves la torre hecha de una sola piedra con la roca. Así también los que han creído en el Señor por medio de su Hijo y están revestidos de estos espíritus, pasarán a ser un espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de un color. Pero estas personas que llevan los nombres de las vírgenes tienen su morada en la torre.» «Las piedras que son echadas, pues», dije yo, «¿por qué fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y fueron colocadas en el edificio de la torre por manos de las vírgenes.» «Como todas estas cosas te interesan», dijo él, «e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere a las piedras que han sido echadas. Todas éstas», [dijo él], «recibieron el nombre del Hijo de Dios, y recibieron también el poder de estas vírgenes. Cuando recibieron, pues, estos espíritus, fueron fortalecidas, y estaban con los siervos de Dios, y tenían un espíritu y un cuerpo [y un vestido]; porque eran de un mismo pensar, y obraban justicia. Después de cierto tiempo, pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste vestidas en ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo suelto, y eran de hermosa figura. Cuando las vieron las desearon, y se revistieron de su poder, pero se despojaron del poder de las vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de Dios y entregados a estas (mujeres). Pero los que no fueron engañados por la hermosura de estas mujeres permanecieron en la casa de Dios. Aquí tienes la interpretación de las que fueron descartadas», dijo él.

[91] XIV. «¿Qué pasa, pues, señor», dije yo, «si estos hombres, siendo lo que son, se arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas mujeres, y regresan a las vírgenes, y andan en su poder y en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?» «Entrarán», dijo él, «si se desprenden de las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de las vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la razón por la que hubo una interrupción en la edificación, para que si éstos se arrepienten, puedan entrar en el edificio de la torre; pero si no se arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos serán expulsados finalmente.» Por todas estas cosas yo di gracias al Señor, porque Él tuvo compasión de todos los que invocan su nombre, y nos envió al ángel del arrepentimiento a los que habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro espiritu, y cuando ya estábamos echados a perder y no teníamos esperanza de vida, restauró nuestra vida.» «Ahora, señor», dije yo, «muéstrame por qué la torre no está edificada sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta.» «Porque careces de sentido», dijo él, «y eres sin entendimiento [haces esta pregunta].» «Me veo obligado, señor», dije yo, «a preguntarte todas las cosas a ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender nada en absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y difíciles de entender para los hombres.» «Escucha», continúo él. «El nombre del Hijo de Dios es grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así pues, si toda la creación es sostenida por el Hijo [de Dios], ¿qué piensas tú de los que son llamados por Él, y llevan el nombre del Hijo de Dios y andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en qué manera Él sostiene a los hombres? Los que llevan su nombre de todo corazón. Él mismo, pues, es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque ellos no están avergonzados de llevar su nombre.»

[92] XV. «Declárame, señor», le dije, «los nombres de las vírgenes y de las mujeres vestidas de ropas negras.» «Escucha», respondió él, «los nombres de las vírgenes más poderosas, las que se hallaban situadas en los extremos. La primera es Fe; la segunda, Continencia; la tercera, Poder; y la cuarta, Paciencia. Pero las otras estacionadas entre ellas tienen por nombres: Simplicidad, Inocencia, Pureza, Alegría, Verdad, Entendimiento, Concordia, Amor. El que lleva estos nombres y el nombre del Hijo de Dios podrá entrar en el reino de Dios. Escucha», me dijo, «también los nombres de las mujeres que llevan las ropas negras. De ellas hay también cuatro que son más poderosas que el resto: la primera es Incredulidad; la segunda, Intemperancia; la tercera, Desobediencia; la cuarta, Mentira; y las que siguen son llamadas Tristeza, Maldad, Lascivia, Irascibilidad, Falsedad, Locura, Calumnia, Rencor. El siervo de Dios que lleva estos nombres verá el reino de Dios, pero no entrará en él.» «Pero las piedras, señor», dije yo, «que vinieron de lo profundo y fueron encajadas en el edificio, ¿quiénes son?» «Las primeras», dijo él, «a saber, las diez, que fueron colocadas en los fundamentos, son la primera generación; las veinticinco son la segunda generación de los justos; las treinta y cinco son los profetas de Dios y sus ministros; las cuarenta son los apóstoles y maestros de la predicación del Hijo de Dios.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «entregaron las vírgenes también estas piedras para la edificación de la torre y las llevaron a través de la puerta?» «Porque estas primeras», contestó él, «llevaban estos espíritus, y nunca se separaron los unos de los otros, ni los espíritus de los hombres ni los hombres de los espíritus, sino que los espíritus permanecieron con ellos hasta que durmieron; y si ellos no hubieran tenido estos espíritus con ellos, no habrían sido hallados útiles para la edificación de esta torre.»

[93] XVI. «Muéstrame algo más aún, señor», le dije. «¿Qué deseas saber además», me dijo. «¿Por qué, señor», le pregunté «salieron las piedras de lo profundo, y por qué fueron colocadas en el edificio aunque traían estos espíritus?» «Les era necesario que se levantaran a través del agua, para que pudieran recibir vida; porque de otro modo no habrían podido entrar en el reino de Dios, a menos que hubieran puesto a un lado lo mortal de su vida [previa]. Lo mismo, pues, los que durmieron recibieron el sello del Hijo de Dios y entraron en el reino de Dios. Porque antes que un hombre lleve el nombre [del Hijo de] Dios, es muerto; pero cuando ha recibido el sello, deja a un lado la mortalidad y asume otra vez la vida. El sello, pues, es el agua; así que descienden en el agua muertos y salen vivos. Así que, también a ellos fue predicado este sello, y ellos se beneficiaron de él para poder entrar en el reino de Dios.» «¿Por qué, señor», le pregunté, «salieron las cuarenta piedras también de lo profundo, aunque ya habían recibido el sello?» «Porque éstas», dijo él, «los apóstoles y los maestros que predicaron el nombre del Hijo de Dios, después que hubieron dormido en el poder y la fe del Hijo de Dios, predicaron también a los que habían quedado dormidos antes que ellos, y ellos mismos les dieron el sello de la predicación. Por tanto, descendieron con ellos en el agua y salieron de nuevo. Pero éstos descendieron vivos [y de nuevo salieron vivos]; en tanto que los otros que habían dormido antes que ellos descendieron muertos y salieron vivos. Así que por medio de ellos fueron vivificados y llegaron al pleno conocimiento del nombre del Hijo de Dios. Por esta causa también subieron con ellos, y fueron encajados con ellos en el edificio de la torre y fueron edificados con ellos, sin que se les diera nueva forma; porque ellos durmieron en justicia y gran pureza. Sólo que no tenían este sello. Tú tienes, pues, la interpretación de estas cosas también.» «Las tengo, señor», le dije.

[94] XVII. «Ahora pues, señor, explícame respecto a las montañas. ¿Por qué son sus formas distintas la una de la otra, y son varias?» «Escucha», me dijo. «Estas doce montañas son [doce] tribus que habitan todo el mundo. A estas (tribus), pues, fue predicado el Hijo de Dios por los apóstoles.» «Pero explícame, señor, por qué son varias —estas montañas— y cada una tiene un aspecto diferente.» «Escucha», me respondió. «Estas doce tribus que habitan todo el mundo son doce naciones; y son diversas en entendimiento y en mente. Siendo diversas, pues, según viste, estas montañas, también lo son las variedades de la mente de estas naciones, y su entendimiento. Y yo te mostraré la conducta de cada una.» «Primero, señor», le dije, «muéstrame esto: por qué las montañas, siendo tan distintas, pese a todo, cuando sus piedras fueron puestas en el edificio, se volvieron brillantes y de un color como el de las piedras que habían ascendido de lo profundo.» «Porque», me dijo, «todas las naciones que habitan bajo el cielo, cuando oyeron y creyeron, fueron llamadas por el nombre único de [el Hijo de] Dios. Así que, habiendo recibido el sello, tenían un entendimiento y una mente, y pasó a ser suya una fe y [un] amor, y llevaron los espíritus de las vírgenes junto con el Nombre; por lo tanto, el edificio de la torre pasó a ser de un color brillante como el sol. Pero después que estuvieron juntas y se hicieron un cuerpo, algunas de ellas se contaminaron, y fueron echadas de la sociedad de los justos, y pasaron de nuevo a ser igual que eran antes, o aún peor.»

[95] XVIII. «Señor», le pregunté, «¿cómo se hicieron peor después de haber conocido plenamente a Dios?» «El que no conoce a Dios», respondió él, «y comete maldad, tiene cierto castigo por su maldad; pero el que conoce a Dios plenamente ya no debería cometer más maldad, sino hacer lo bueno. Así pues, si el que debería obrar bien comete maldad, ¿no parece cometer una maldad mayor que el que no conoce a Dios? Por tanto, los que no habían conocido a Dios y cometen maldad son condenados a muerte, pero los que han conocido a Dios y visto sus obras poderosas, y, con todo, cometen maldad, recibirán un castigo doble y morirán eternamente. De esta forma, pues, será purificada la Iglesia de Dios. Y así como tú viste las piedras quitadas de la torre y entregadas a los espíritus malos, ellos también serán echados fuera; y habrá un cuerpo de ellos que son purificados, tal como la torre, después de haber sido purificada, pasó a ser como si fuera una sola piedra. Así será la Iglesia de Dios también después de haber sido purificada, y los malvados e hipócritas y blasfemos e indecisos y los que cometen varias clases de maldad hayan sido echados fuera. Cuando éstos hayan sido echados fuera, la Iglesia de Dios será un cuerpo, un entendimiento, una mente, una fe, un amor. Y entonces el Hijo de Dios se regocijará y se gozará en ellos, porque Él ha vuelto a recibir a su pueblo puro.» «Grandes y gloriosas son, señor, todas estas cosas. Una vez más, señor», [le dije], «muéstrame la fuerza y las acciones de cada una de las montañas, para que cada alma que confía en el Señor, cuando lo oiga, pueda glorificar su nombre grande, maravilloso y glorioso.» «Escucha», me dijo, «la variedad de las montañas y de las doce naciones.

[96] XIX. »De la primera montaña, que era negra, los que han creído son como sigue: rebeldes y blasfemos contra el Señor, y traidores de los siervos de Dios. Para éstos no hay arrepentimiento, sino que hay muerte. Por esta causa son también negros; porque su raza es rebelde. Y de la segunda montaña, la desolada, los que han creído son así: hipócritas y maestros de maldad. Y éstos, pues, son como los primeros en no tener el fruto de la justicia. Porque, tal como su montaña es sin fruto, del mismo modo estos hombres tienen un nombre, verdaderamente, pero están vacíos de fe, y no hay fruto de verdad en ellos. A éstos, por tanto, se les ofrece arrepentimiento si se arrepienten presto; pero si lo demoran, morirán con los anteriores.» «¿Por qué, señor», pregunté yo, «es posible el arrepentimiento para ellos, pero no lo es para los anteriores? Porque sus actos son casi los mismos.» «Por esto», me dijo, «les es ofrecido arrepentimiento a éstos, porque no han blasfemado de su Señor ni han traicionado a los siervos de Dios; pese a todo, por afán de lucro actúan de modo hipócrita, y se enseñan el uno al otro [según] los deseos de los pecadores. No obstante, éstos recibirán cierto castigo; con todo, hay arrepentimiento ordenado para ellos, porque no han sido blasfemos o traidores.

[97] XX. »Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Pero para todos éstos es posible el arrepentimiento, aunque ha de ser rápido, para que lo que omitieron hacer en días pasados, puedan ahora compensarlo y hacer algo bueno. Si se arrepienten, pues, y hacen algo bueno, vivirán para Dios; pero si continúan en sus actos, serán entregados a aquellas mujeres, las cuales les darán muerte.

[98] XXI. »Y con respecto a la cuarta montaña, la que tenía mucha vegetación, la parte superior de la hierba era verde y la parte hacia las raíces seca, y alguna había sido secada por el sol, los que han creído son así: los indecisos y los que tienen al Señor en sus labios pero no lo tienen en su corazón. Por tanto, sus fundamentos son secos y sin poder, y sólo viven sus palabras, pero sus obras son muertas. Estos hombres no son ni vivos ni muertos. Son, por consiguiente, como los indecisos; porque el indeciso no es ni verde ni seco; porque ellos no están vivos ni muertos. Porque como su hierba se secó cuando vio el sol, así también el hombre indeciso, cuando oye que se acerca tribulación, por su cobardía adora a los ídolos y se avergüenza del nombre de su Señor. Éstos no están ni vivos ni muertos. Pese a todo, éstos también, si se arrepienten presto, podrán vivir; pero si no se arrepienten, han sido entregados ya a las mujeres que les quitan la vida.

[99] XXII. »Y de la quinta montaña, la que tenía la hierba verde y era abrupta, los que han creído son así: son fieles, pero lentos para aprender y obstinados, y procuran agradarse a sí mismos, deseando saber todas las cosas y, con todo, no saben nada en absoluto. A causa de su obstinación, el entendimiento se mantuvo alejado de ellos, y entró en ellos una insensatez sin sentido; y se alaban a sí mismos como si tuvieran entendimiento, y desean ser maestros que se han nombrado a sí mismos, aunque carezcan de sentido. Debido, pues, a este orgullo del corazón de muchos, aunque se exaltan a sí mismos, han sido vaciados; porque la obstinación y la yana confianza son un demonio poderoso. De éstos, pues, muchos fueron echados, pero algunos se arrepintieron y creyeron y se sometieron a los que tenían entendimiento, habiéndose dado cuenta de su propia insensatez. Con todo, y para el resto que pertenece a esta clase, se les ofrçce arrepentimiento; porque ellos no se hicieron malos, sino más bien insensatos y sin entendimiento. Si éstos, por tanto, se arrepienten, vivirán para Dios; pero si no se arrepienten, tendrán su morada con las mujeres que obran mal contra ellos.

[100] XXIII. »Pero los que han creído de la sexta montaña, que tiene barrancos grandes y pequeños, y en las hendiduras la hierba se ha secado, son así: los que se hallan en las hendiduras pequeñas, éstos son los que tienen algo el uno contra el otro, y por sus murmuraciones se han secado en la fe; pero muchos de éstos se arrepienten. Sí, y el resto de ellos se arrepentirá cuando oigan mis mandamientos; porque sus murmuraciones son pequeñas y se arrepentirán pronto. Pero los que se hallan en las grandes hendiduras, éstos persisten en sus murmuraciones y guardan rencores, manteniendo la ira el uno contra el otro. Estos, pues, fueron quitados inmediatamente de la torre y rechazados de su edificación. Estas personas, pues, con dificultad vivirán. Si Dios y nuestro Señor, que gobierna sobre todas las cosas y tiene autoridad sobre toda su creación, no guarda rencor contra los que confiesan sus pecados, sino que es misericordioso, ¿debe el hombre, que es mortal y lleno de pecado, guardar rencor contra otro hombre, como si pudiera destruirle o salvarle? Os digo yo el —ángel del arrepentimiento— a cuantos sostenéis esta herejía, apartadla de vosotros y arrepentíos, y el Señor curará vuestros pecados anteriores si os purificáis de este demonio; pero si no, seréis entregados a él para que os dé muerte.

[101] XXIV. »Y de la séptima montaña, en la cual había hierba verde y sonriente, y toda la montaña prosperaba, y había ganado de todas clases y las aves del cielo se alimentaban de la hierba de esta montaña, y la hierba verde de la cual se alimentaban crecía aún más lozana, los que creyeron son así: son simples e inocentes y benditos, no teniendo nada los unos contra los otros, sino regocijándose siempre en los siervos de Dios, y revestidos del santo Espíritu de estas vfrgenes, y teniendo compasión siempre de todo hombre, y de sus propias labores suplen la necesidad de todos sin reproches y sin recelos. El Señor, pues, viendo su simplicidad y su humildad, hizo que abundaran en las labores de sus manos, y les ha concedido favor sobre ellos en todas sus acciones. Pero os digo a los que sois como los tales —yo, el ángel del arrepentimiento—, permaneced hasta el fin como sois, y vuestra simiente nunca será borrada. Porque el Señor os ha puesto a prueba, y os ha contado entre su número, y toda vuestra simiente morará con el Hijo de Dios; porque recibisteis de su Espíritu.

[102] XXV. »Y de la octava montaña, la que tenía muchas fuentes, y todas las criaturas del Señor bebían de las fuentes, los que creyeron son así: apóstoles y maestros, que predican a todo el mundo, y que enseñan la palabra del Señor en sobriedad y pureza, y no retienen parte alguna por mal deseo, sino que anduvieron siempre en rectitud y verdad, y también recibieron el Espíritu Santo. Estos, por tanto, tendrán entrada con los ángeles.

[103] XXVI. »Y de la novena montaña, que estaba desierta, que tenía [los] reptiles y las fieras que destruyen a los hombres, los que creyeron son así: los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las ministraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos; pero si se vuelven y cumplen sus ministraciones con pureza les será posible vivir. Pero los que están mohosos, éstos son los que han negado al Señor y no se han vuelto a Él, sino que se han vuelto estériles y desérticos, porque no se juntan con los siervos de Dios, sino que viven en soledad, éstos destruyen sus propias almas. Porque como la vid dejada a solas en un seto, si se la descuida es destruida y echada a perder por las malas hierbas, y con el tiempo se vuelve silvestre y ya no es útil para su dueño, así también los hombres de esta clase se han entregado al abatimiento y se vuelven inútiles para su Señor, haciéndose silvestres. A éstos, pues, les llega el arrepentimiento, a menos que hayan negado en su corazón; y yo no sé si uno que ha negado en su corazón es posible que viva. Y esto no lo digo con referencia a estos días, que un hombre después de haber negado haya de recibir arrepentimiento; porque es imposible que sea salvo el que ahora intente negar a su Señor; pero para los que le han negado hace mucho tiempo, el arrepentimiento parece posible. Si un hombre se arrepiente, por tanto, que lo haga rápidamente antes que la torre sea completada; pues si no, será destruido por las mujeres y le darán muerte. Y las piedras de tamaño reducido, éstos son los traidores y los murmuradores; y las fieras que viste en la montaña son éstos. Porque como las fieras con su veneno envenenan y matan a un hombre, así también las palabras de estos hombres envenenan y matan a un hombre. Estos, pues, están mutilados en su fe, a causa de lo que se han hecho a sí mismos; pero algunos de ellos se arrepintieron y fueron salvos; y el resto que son de esta clase pueden ser salvos si se arrepienten; pero si no se arrepienten, hallarán la muerte en las manos de aquellas mujeres, por cuyo poder son poseídos.

[104] XXVII. »Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en sus ministraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos, pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin sirviendo al Señor.

[105] XXVIII. »Y de la undécima montaña, en que había árboles llenos de fruto, adornados con varias clases de frutos, los que creyeron son así: sufrieron por el Nombre [del Hijo de Dios], y también sufrieron dispuestos de todo corazón, y entregaron sus vidas.» «¿Por qué, pues, señor», pregunté yo, «tienen todos los árboles frutos, pero algunos de estos frutos son más hermosos que otros?» «Escucha», me dijo: «todos cuantos han sufrido por amor al Nombre son gloriosos a la vista de Dios, y los pecados de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de Dios. Ahora escucha por qué sus frutos son diversos y algunos sobrepujan a otros. Todos cuantos fueron torturados y no negaron», dijo él, «cuando fueron puestos delante del magistrado, sino que sufrieron dispuestos, éstos son los más gloriosos a la vista del Señor; su fruto es el que sobrepasa. Pero todos los que se acobardaron, y se perdieron en la incertidumbre, y consideraron en sus corazones si debían negar o confesar, y pese a todo sufrieron, sus frutos son menores, porque este designio entró en su corazón; porque este designio es malo, que un siervo niegue a su propio señor. Procurad, pues, los que albergáis esta idea, que este designio no permanezca en vuestros corazones y, con todo, muráis para el Señor. Pero, el que sufre por amor al Nombre debería glorificar a Dios, porque Dios te considera digno de que lleves este nombre, y que todos tus pecados sean sanados. Consideraos, pues, bienaventurados; sí, pensad, más bien, que habéis hecho una gran obra si alguno de vosotros sufre por amor a Dios. El Señor os concede vida, y no la echáis de ver; porque vuestros pecados os hunden, y si no hubierais sufrido por el Nombre [del Señor] habríais muerto para Dios por razón de vuestros pecados. Estas cosas os digo a los que vaciláis con respecto a la negación o la confesión. Confiesa que tienes al Señor, para que Él no te niegue, no sea que, denegándole, seas entregado a la cárcel. Si los gentiles castigan a sus esclavos, si uno de ellos niega a su señor, ¿qué pensáis que os hará el Señor que tiene autoridad sobre todas las cosas? ¡Fuera estos designios de vuestros corazones, para que podáis vivir para siempre en Dios!

[106] XXIX. »Y de la montaña duodécima, que era blanca, los que creyeron eran así: eran como verdaderos recién nacidos, en cuyo corazón no hay astucia alguna, ni han aprendido lo que es maldad, sino que permanecen siendo niños para siempre. Estos, pues, moran, sin duda, en el reino de Dios, porque no contaminaron los mandamientos de Dios en nada, sino que siguen siendo niños todos los días de su vida en su mentalidad. Cuantos de vosotros, por tanto, continuéis así», dijo él, «siendo como niños que no tienen malicia, seréis más gloriosos [aún] que los que han sido mencionados antes; porque los niños son gloriosos a la vista de Dios, y se hallan primero ante su vista. Bienaventurados sois, pues, cuantos habéis ahuyentado la maldad de vosotros yos habéis revestido de inocencia; viviréis para Dios más que todos los demás.»

Y después que hubo terminado las parábolas de las montañas, le dije: «Señor, explícame ahora respecto a las piedras que fueron sacadas de la llanura y colocadas en el edificio en lugar de las piedras que habían sido quitadas de la torre, y respecto a las (piedras) redondas que fueron colocadas en el edificio, y respecto a las que son todavía redondas.»

[107] XXX. «Oye también», me dijo, «con respecto a todas estas cosas. Las piedras que fueron traídas de la llanura y colocadas en el edificio de la torre en lugar de las que fueron rechazadas, son las raíces de esta montaña blanca. Cuando los que creyeron de esta montaña fueron hallados todos sinceros, el señor de la torre ordenó que estos de la raíz de esta montaña fueran puestos en el edificio de la torre. Porque sabía que si estas piedras entraran en el edificio [de la torre] permanecerían brillantes y ni una de ellas se volvería negra. Pero si hubiera añadido (piedras) de otras montañas, se habría visto obligado a visitar la torre de nuevo y purificarla. Así pues, todos éstos han sido hallados blancos, que han creído y que creerán; porque son de la misma clase. ¡Bienaventurada es esta clase, porque es inocente! Oye ahora, asimismo, respecto a las piedras redondas y brillantes. Todas éstas son de esta montaña blanca. Ahora oye por qué fueron halladas redondas. Sus riquezas las han oscurecido y ofuscado un poco de la verdad; pese a todo, nunca se han apartado de Dios ni ha salido ningún mal de su boca, sino toda equidad y virtud que viene de la verdad. Por lo tanto, cuando el Señor percibió su mente, +que ellos podían favorecer la verdad+ y al mismo tiempo permanecer buenos, Él mandó que les fuera quitada parte de sus posesiones, aunque no que se las quitaran del todo, de modo que pudieran hacer algún bien con lo que les había quedado, y pudieran vivir para Dios, porque vienen de una clase buena. Así pues, han sido recortadas un poco y colocadas en el edificio de esta torre.

[108] XXXI. »Pero las otras (piedras), que han permanecido redondas y no han sido encajadas en el edificio porque no han recibido todavía el sello, han sido vueltas a su propio lugar, porque fueron halladas muy redondas. Porque hay que separarlas de este mundo y de las vanidades de sus posesiones, y entonces van a encajar en el reino de Dios. Porque es necesario que entren en el reino de Dios; porque el Señor ha bendecido a esta clase inocente. De esta clase, pues, ninguno perecerá. Sí, incluso si alguno de ellos, habiendo sido tentado por el demonio más malvado, haya cometido alguna falta, retornará rápidamente a su Señor. A todos os digo que sois bienaventurados —yo, el ángel del arrepentimiento—, que sois sinceros e inocentes como niños, porque vuestra parte es buena y honrosa a la vista de Dios. Además, os mando a todos, cualesquiera que recibáis este sello, manteneos sin doblez, no guardéis rencor, y no sigáis en vuestra maldad ni en el recuerdo de las ofensas de amargura; sino tened un solo espíritu, y sanad estas malas divisiones y quitadlas de entre vosotros, para que el dueño de los rebaños pueda regocijarse respecto a vosotros. Porque él se gozará si halla todas las cosas bien. Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de vosotros.

[109] XXXII. »Enmendaos, pues, en tanto que la torre está en curso de edificación. El Señor mora con los hombres que aman la paz; porque El ama la paz; pero de los contenciosos y de los que son dados a la maldad, manteneos lejos. Restaurad, pues, a El íntegro vuestro espíritu tal como lo recibisteis. Porque supongamos que has dado a un lavandero un vestido entero, y deseas recibirlo de nuevo entero, pero el lavandero te lo devuelve rasgado, ¿vas a aceptarlo? ¿No vas al punto a indignarte, y le llenarás de reproches, diciendo: "El vestido que te di estaba entero; por qué lo has rasgado y lo has hecho inútil? Como ves, a causa del desgarro que has hecho en él ya no puede ser usado." ¿No dirás, pues, todo esto a un lavandero a causa del desgarro que ha hecho en tu vestido? Por tanto, si tú te enojas tanto a causa de tu vestido, y te quejas porque no lo recibiste entero, ¿qué crees que te hará el Señor a ti, El, que te dio el espíritu entero, y tú lo has dejado absolutamente inútil, de modo que no puede servir para nada a su Señor? Porque su utilidad se volvió inutilidad cuando tú lo echaste a perder. ¿No va, pues, el Señor de este espíritu a castigarte [a ti con la muerte] por este hecho?» «Ciertamente», le dije, «a todos aquellos a quienes Él halla persistiendo en la malicia, Él los castigará.» «No pisotees su misericordia», dijo él, «sino glorifícale, porque Él es tan paciente con tus pecados, y no es como tú. Practica, pues, el arrepentimiento que es apropiado para ti.

[110] XXXIII. »Todas estas cosas que he escrito antes yo, el pastor, el ángel del arrepentimiento, las he declarado y dicho a los siervos de Dios. Así pues, creeréis y escucharéis mis palabras, y andaréis en ellas, y enmendaréis vuestros caminos y podréis vivir. Pero si seguís en la maldad y en albergar malicia, ninguno de esta clase vivirá para Dios. Todas las cosas que yo había de decir (ahora) te las he dicho a ti.» El pastor me dijo: «¿Me has hecho todas tus preguntas?» Y yo le contesté: «Sí, señor.» «¿Por qué, pues, no me has preguntado respecto a la forma de las piedras colocadas en el edificio cuando llenamos sus formas?» Y le dije: «Señor, me olvidé.» «Oye ahora», me dijo, «respecto a ellas. Estas son los que han oído mis mandamientos, y han practicado arrepentimiento con todo su corazón. Por ello, cuando el Señor vio que su arrepentimiento era bueno y puro, y que podían continuar en él, ordenó que sus pecados anteriores fueran borrados. Sus formas, pues, eran sus pecados anteriores, y han sido borrados con cincel para que no puedan aparecer más.»

Décima Parábola

[111] I. Después de haber escrito este libro por completo, el ángel que me había puesto en manos del pastor vino a la casa en que yo estaba, y se sentó en un sofá, y el pastor estaba de pie a su mano derecha. Entonces me llamó y me habló de esta manera: «Te he puesto en las manos de este pastor», me dijo, «a ti y a tu casa, para que puedas ser protegido por él.» «Cierto, señor», le contesté. Y él me dijo: «Así pues, si deseas ser protegido de toda molestia y toda crueldad, tener éxito también en toda buena obra y palabra, y todo el poder de la justicia, anda en sus mandamientos, que te he dado, y podrás dominar toda maldad. Porque si guardas sus mandamientos, se te someterá todo mal deseo y dulzura de este mundo; además, te acompañará el éxito en toda buena empresa. Abraza su seriedad y moderación, y proclama a todos los hombres que él es tenido en gran honor y dignidad por el Señor, y es un gobernante de gran autoridad y poderoso en su cargo. A él solo, en todo el mundo, se le ha asignado autoridad sobre el arrepentimiento. ¿Te parece, pues, que es poderoso? Con todo, tú desprecias la seriedad y moderación que él usa hacia ti.»

[112] II. Yo le dije: «Pregúntale, señor, a él mismo, si desde el momento en que él llegó a mi casa he hecho algo impropio con lo cual le haya ofendido.» «Yo ya sé», me contestó él, «que no has hecho nada impropio ni estás a punto de hacerlo. Y por ello te digo estas cosas, para que perseveres. Porque él me ha presentado un buen informe acerca de ti. Tú, pues, dirás estas palabras a otros, para que aquellos que también practican o practicarán el arrepentimiento puedan ser del mismo sentir que tú; y él pueda darme un buen informe de ellos a mí y al Señor.» «Yo también, señor», le dije, «declaro a todo hombre las poderosas obras del Señor; porque espero que todos los que han pecado en el pasado, si oyen estas cosas, se arrepentirán con gozo y recobrarán la vida.» «Sigue, pues», me dijo él, «en tu ministerio, y complétalo hasta el fin. Porque todo el que cumple sus mandamientos tendrá vida; sí, este hombre (tendrá) gran honor ante el Señor. Pero todos los que no guardan sus mandamientos huyen de su propia vida, y se oponen a Él, y no siguen sus mandamientos, sino que se entregan ellos mismos a la muerte; y cada uno de ellos pasa a ser culpable de su propia sangre. Pero a ti te digo que obedezcas estos mandamientos, y tendrás remedio para tus pecados.

[113] III. »Además, te he enviado a estas vírgenes para que puedan morar contigo; porque he visto que son propicias hacia ti. Tenlas, pues, como ayudadoras, para que seas más capaz de guardar sus mandamientos; porque es imposible guardar estos mandamientos sin la ayuda de estas vírgenes. Veo también que están contentas de estar contigo. Pero te encargo que no se aparten en absoluto de tu casa. Sólo que purifiques tu casa; porque en una casa limpia ellas residen contentas. Porque son limpias y castas y diligentes, y todas son favorecidas por el Señor. Por tanto, si hallan tu casa pura, permanecerán contigo; pero si ocurre la más leve contaminación, abandonarán tu casa al instante. Porque estas vírgenes no toleran la contaminación en forma alguna.» Y yo le dije: «Señor, espero que les seré agradable, de modo que puedan residir contentas en mi casa para siempre; y tal como aquel a quien tú me encomendaste reside en mi casa para siempre, del mismo modo ellas no se quejarán.» Y él dijo al pastor: «Veo que desea vivir como siervo de Dios, y que guardará estos mandamientos y dará a estas vfrgenes una habitación limpia.» Con estas palabras, una vez más me encomendó al pastor, y llamó a las vírgenes, y les dijo: «Por cuanto veo que estáis contentas de residir en la casa de este hombre, os lo encomiendo, a él y a su casa, para que no os apartéis en absoluto de su casa.» Y ellas escucharon estas palabras con alegría.

[114] IV. Entonces el ángel me dijo a mí: «Pórtate como un hombre en este servicio; declara a todos las poderosas obras del Señor, y tendrás favor en este ministerio. Todo el que anda en sus mandamientos, pues, vivirá y será feliz en su vida; pero todo el que los descuida, no vivirá y será desgraciado en su vida. Encarga a todos los hombres que pueden obrar rectamente que no cesen en la práctica de las buenas obras; porque es útil para ellos. Digo, además, que todo hombre debe ser rescatado de la desgracia; porque el que tiene necesidad, y sufre desgracias en su vida diaria, está en gran tormento y necesidad. Así pues, todo el que rescata de la penuria una vida de esta clase, obtiene un gran gozo para sí mismo. Porque el que es hostigado por la desgracia de esta clase es afligido y torturado con igual tormento que el que está en cadenas. Porque muchos hombres, a causa de calamidades de esta clase, como ya no lo pueden resistir más, recurren a la violencia contra ellos mismos. Por tanto, el que conoce la calamidad de un hombre de esta clase y no lo rescata, comete un gran pecado, y se hace culpable de la sangre del mismo. Haced, pues, buenas obras todos los que hayáis recibido (beneficios) del Señor, no sea que, demorándoos en hacerlas, sea completada entretanto la edificación de la torre. Porque es a causa de vosotros que ha sido interrumpida la obra de edificación. A menos que os apresuréis a obrar bien, la torre será completada entretanto, y vosotros os quedaréis fuera.»

Cuando hubo terminado de hablar conmigo, se levantó del sofá y se marchó, llevándose consigo al pastor y a las vírgenes. Me dijo, sin embargo, que enviaría al pastor y a las vírgenes de nuevo a mi casa.

Fuente: Los Padres Apostólicos, por J. B. Lightfoot. Editorial CLIE www.clie.es






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