"Meditación cuaresmal del Padre Cantalamessa dirigida a Juan Pablo II" CIUDAD DEL VATICANO, 14 abr (ZENIT.org).-
          La reflexión del predicador pontificio, el fraile capuchino Raniero Cantalamessa, se concentró hoy en el Monte Tabor, lugar de la transfiguración de Jesús narrada por los Evangelios, continuando así su particular evocación de los históricos montes ligados a la historia de la salvación (en las otras meditaciones había hablado sobre el mensaje que lanzan al mundo el Monte Sinaí y el de las Bienaventuranzas).
           El predicador pontificio profundizó en el misterio de belleza que encierra la transfiguración de Jesús --según los autores bíblicos «bello es todo aquello que ha sido tocado por la presencia de Dios»-- y la contrapuso con cierta mentalidad dominante de la actual sociedad de la imagen, saturada de erotismo. En ella, la belleza parece ser el valor más buscado, hasta llegar a la idolatría, usurpando el puesto de Dios, con una extraña indiferencia por el bien y la verdad.
           El padre Cantalamessa aclaró que existe una ambigüedad intrínseca en la belleza, cuando es vista sólo bajo el aspecto sensual, como lo demuestra la publicidad, el mundo del espectáculo, los medios de comunicación, la moda, e incluso el mundo telemático de Internet. Esto sucede cuando la belleza que se concentra únicamente en el cuerpo humano y en el erotismo.
           En este sentido, el predicador citó a un autor ortodoxo: Dios no es el único que se reviste de belleza. El mal le imita y hace la belleza profundamente ambigua. Eva --dijo evocando la narración del Génesis-- fue seducida por la belleza, se dio cuenta de que el fruto era bello, deseable, estéticamente atrayente. Esto quiere decir que, si bien al verdad siempre es bella, la belleza no siempre es verdadera. Esta ambigüedad es superada por Jesús, quien redimió la belleza privándose de ella por amor en el misterio de su pasión, muerte y resurrección. De este modo, el Hijo de Dios demostró que sólo hay algo precioso: la belleza del amor que pasar a través de la cruz y que es purificada por la cruz. Más que cerrar los ojos ante la belleza ambigua --afirmó Cantalamessa-- hay que abrir de par en par la mirada a la belleza de Cristo transfigurado.
           «Una manera muy significativa de participar en el misterio de la Redención de la belleza --añadió el predicador del Papa-- consiste en inclinarse ante aquellos que --como Jesús en su pasión-- no tienen forma ni belleza ni esplendor, es decir, los crucificados de hoy, los pobres, los enfermos. Una madre Teresa de Calcuta que estrecha en su pecho a un niño con infinita ternura o que tiene entre sus manos la cabeza de un moribundo, a pesar de todas sus arrugas, es un esplendor, un espectáculo de belleza redimida».
           Por ello, el padre Cantalamessa concluyó parafraseando al famoso escritor ruso Fiódor M. Dostoievski (1821-1881): «No será el amor de la belleza quien salve al mundo, sino la belleza del amor». ZS00041412
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Dichos y Dichos El paraíso fue un paraíso porque Adán no tenía suegra.
Sé muy bien que Dios ha creado el mundo, los pájaros, los animales y las plantas. ¿Lo mejor de su creación? Yo.
El castigo de Adán y Eva(¿?): Comerás pan hasta sudar... Pondré enemistad entre tí y tu mujer. Tratarás de morderla y ella te aplastará la cabeza.
"¿Porqué lo pegas? ¿Acaso no sabes que debes amar a tu prójimo?" "Este no es mi prójimo, este es mi hermano".
"Querido Dios. Los vecinos de al lado siempre están peleando y discutiendo. Por favor casa solamente a gente que se tratan con cariño".
"Querido Dios. A mediodía hemos comido pizza y en la noche había sancochado. ¿Tú qué has almorzado hoy?"

Anécdotas alrededor de la Vanidad ¿Más grande?.- Napoleón cuidaba mucho su renombre. Un día al visitar una biblioteca famosa trataba alcanzar un libre que estaba fuera de su alcance en un estante muy alto. El Mariscal Monrey, uno de los hombres más gigantescos de su época, acudió presuroso: "Permítame ayudarle, majestad, yo soy más grande". Indignado Napoleón lo corrigió: "Usted no es más grande, usted es más alto".
Humor de los santos.- San Francisco de Sales, proclamado santo patrono de los escritores en 1922, es decir, 300 años después de su muerte, recibió a una noble dama que había acudido con un problema de conciencia: ¿Puedo maquillarme las mejillas?" El santo obispo le contestó: "Unos creen que está mal, otros piensan que está bien. En tal caso prefiero el camino medio. Le doy permiso de maquillar una mejilla".
Fama especial.- El escritor Jack London fue corresponsal de guerra de una diario norteamericano durante la guerra entre Rusia y Japón. Tuvo que alojarse en un pequeño pueblo coreano para pasar la noche. Mirando por la ventana vio a todo el pueblo estaba reunido delante de su puerta. En ese momento entró el alcalde del pueblo y le suplicó con mucha cortesía a que salga afuera. Una vez salido el alcalde le pidió que sacara sus dientes postizos y los mostrara a la gente. Durante más de media hora el infeliz tenía que sacar la dentadura y colocarla de nuevo y cada vez con aplauso entusiasta de los espectadores.
Prueba contundente. - La Srta. Frances Keller estaba cenando con grupo de caballeros y la conversación giraba alrededor de la pregunta: "¿Quiénes son más vanidosos, las mujeres o los hombres?". Por supuesto todos los hombres apostaban por las mujeres. La feminista contestó: "Deben tener razón, caballeros, porque veo que el más guapo de entre ustedes no ha anudado bien la corbata". En el acto TODOS los caballeros revisaron su corbata.
Nadie nos gana.- Un arequipeño le mostraba a su amigo de Lima las bellezas de la ciudad. El visitante, empero, alegaba que los templos de Lima eran más fastuosos, los estadios más gigantes y los parques más vistosos. Finalmente el arquipeño le señaló al limeño el Misti, una montaña que Lima no podría superar. ¿Qué contestó el limeño? "Si este cerro estuviera en Lima tendría 1000 metras más de altura".
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