Conferencias del Padre Jorge Loring sj para iluminar tu vida de cristiano/a Para Salvarte IV - Las Partes de la Confesión: Compendio de las verdades fundamentales de la religión Católica y normas para vivirlas. Por Jorge Loring, S.J.
 

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Para Salvarte IV: Las Partes de la Confesión



Compendio de las 
verdades fundamentales
 
de la religión Católica
y normas para vivirlas.
Por Jorge Loring, S.J.

 

Padre Jorge Loring sj


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Índice
Las partes de la Confesión

76.- LAS COSAS NECESARIAS PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN SON CINCO:

Es cierto que con el acto de perfecta contrición , puede uno recobrar la gracia, pero para esto hay que tener, además, el propósito firme de confesar después estos pecados

El que se confiesa a menudo no es porque tenga muchos pecados, sino para no tenerlos.

76,3. Quien vive en pecado grave es muy fácil que se condene por tres razones

77.- EXAMEN DE CONCIENCIA CONSISTE EN RECORDAR LOS PECADOS COMETIDOS DESDE LA ÚLTIMA CONFESIÓN BIEN HECHA

79.- DOLOR DE LOS PECADOS ES ARREPENTIRSE DE HABER PECADO Y DE HABER OFENDIDO A DIOS 

80.- HAY DOS CLASES DE ARREPENTIMIENTO: CONTRICCIÓN PERFECTA Y ATRICCIÓN

83.- ES MEJOR LA CONTRICIÓN PERFECTA, PUES CON PROPÓSITO DE CONFESIÓN Y ENMIENDA, PERDONA TODOS LOS PECADOS, AUNQUE SEAN GRAVES 

Pero además, este acto de contrición en tres palabras, puede servir también para que ayudes a bien morir a otras personas

84,2. Para hacer un acto de contrición no es necesario usar ninguna fórmula determinada. Basta detestar de corazón todos los pecados por ser ofensa a Dios.

85.- PROPÓSITO DE ENMIENDA ES UNA FIRME RESOLUCIÓN DE NO VOLVER A PECAR 

85,2. Pero no olvides que para que el propósito sea eficaz es necesario apartarse seriamente de las ocasiones de pecar

86.- CONFESIÓN DE BOCA: AL CONFESOR HAY QUE DECIRLE VOLUNTARIAMENTE, CON HUMILDAD, Y SIN ENGAÑO NI MENTIRA, TODOS Y CADA UNO DE LOS PECADOS GRAVES

87.- LOS PECADOS VENIALES NO ES NECESARIO DECIRLO, PERO CONVIENE 

88,2. No es necesario que cuentes la historia del pecado, pero sí tienes que decir las circunstancias agravantes

89.- EL QUE CALLA VOLUNTARIAMENTE EN LA CONFESION UN PECADO GRAVE, HACE UNA MALA CONFESION, NO SE LE PERDONA NINGUN PECADO, Y, ADEMAS, AÑADE OTRO PECADO TERRIBLE, QUE SE LLAMA SACRILEGIO .

90.- QUIEN SE CALLA VOLUNTARIAMENTE UN PECADO GRAVE EN LA CONFESION, SI QUIERE SALVARSE , TIENE QUE REPETIR LA CONFESION ENTERA 

Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. 

90,2. El confesor será siempre tu mejor amigo

90,3. Si tienes la desgracia de tropezar con un religioso o con un sacerdote que no vive conforme a su estado, no te alarmes por eso

90,4. La confesión, al perdonarnos los pecados, nos devuelve la gracia santificante

91.- CUMPLIR LA PENITENCIA ES REZAR O HACER LO QUE EL CONFESOR ME DIGA

92,2. La penitencia es siempre muy pequeña comparada con nuestros pecados 

La práctica de las indulgencias se fundamenta en la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo

93.- EN ÚLTIMO CASO , SI UNO NO SABE LO QUE TIENE QUE HACER PARA CONFESARSE BIEN, PUEDE DECIR AL CONFESOR: «PADRE, AYÚDEME USTED».

95.- EL PECADO ORIGINAL 

96,1. El sacramento del bautismo, al lavarnos el pecado original, infunde en nuestra alma la gracia santificante y nos hace miembros de la Iglesia, hijos de Dios y herederos del cielo.
Hay tres sacramentos que imprimen carácter . Carácter significa en griego sello imborrable

97.- ES OBLIGATORIO RECIBIR EL BAUTISMO, LA CONFESIÓN Y LA COMUNIÓN; PERO ADEMÁS, DEBEN RECIBIR EL MATRIMONIO LOS QUE QUIERAN CASARSE, Y TODOS LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LA HORA DE LA MUERTE

97,2.- El Bautismo es un sacramento por el que lavándonos con el agua e invocando a la Santísima Trinidad, se nos borra el pecado original

El bautismo debe administrarse en la niñez, debiendo asegurarse una verdadera educación en la fe y en la vida cristiana

Al bautizar a un niño conviene ponerle un nombre que no sea ajeno al sentir cristiano

Voy a añadir aquí algunas normas sobre el bautismo de urgencia 

Desde los primeros siglos del cristianismo, en la Iglesia, se habla del bautismo de deseo

97,3.- La confirmación es un sacramento por el que, con la unción del santo crisma , hecha en la frente con la mano del ministro, y las palabras prescritas, se concede a los bautizados el Espíritu Santo

98.- EL QUE PECA MORTALMENTE Y MUERE SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES SE VA AL INFIERNO. 

En el mismo instante de la muerte Dios nos juzga

99.- EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS QUE MUEREN SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES. 

99,2. El infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra libertad . El infierno es la condenación eterna. Es el fracaso definitivo del hombre.

Tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los peligros reales es de imbéciles

99,3. Debemos pedir a Dios muy a menudo que nos proteja en las necesidades de la vida. 

99,4. Se presenta el problema del mal 
Si Dios impidiera al hombre hacer el mal, violentaría su libertad

Pero, sobre todo, la respuesta al dolor es Cristo 

Y es que el sacrificio realizado por amor pierde toda su dureza

100.- EL CIELO ES LA FELICIDAD CON QUE DIOS PREMIA ETERNAMENTE A LOS QUE MUEREN EN GRACIA DE DIOS. 

100,2. Dios ha hecho al hombre para el cielo.

La única felicidad completa, verdadera y definitiva está es el cielo.

100,3. Para salvarse y ganar el cielo, es necesario servir a Dios y guardar los mandamientos

100,4. El misterio de la predestinación consiste en la coordinación de la Sabiduría, Bondad y Justicia de Dios, con nuestra libertad
Resumen de la Doctrina de la Iglesia sobre predestinación

101.- EL PURGATORIO ES EL SUFRIMIENTO DE LAS ALMAS QUE NO SE CONDENAN POR NO HABER MUERTO EN PECADO MORTAL, PERO TIENEN QUE PURIFICARSE, DE ALGÚN RASTRO DE PECADO, ANTES DE ENTRAR AL CIELO 

Debemos preocuparnos sobre todo de nuestros parientes difuntos, que quizás estén todavía en el purgatorio

102.- EL CIELO Y EL INFIERNO NO SE ACABARÁN PORQUE SON ETERNOS

103.- LLEGARÁ UN DÍA EN QUE EL MUNDO SE ACABE 

Resucitar con el mismo cuerpo significa recobrar la propia vida en todas sus dimensiones auténticamente humanas

104,3. La resurrección no tiene nada que ver con la reencarnación del hinduismo y del budismo.

105.- EN LO DICHO AQUÍ SE CONTIENE TODO LO QUE HAY QUE SABER PARA SALVARSE

106.- LA FE ES TAN NECESARIA COMO LAS BUENAS OBRAS

Notas Parte IV

Partes de la Confesión 
76,1 - 94,1

76.- LAS COSAS NECESARIAS PARA HACER UNA BUENA CONFESIÓN SON CINCO: EXAMEN DE CONCIENCIA, DOLOR DE LOS PECADOS, PROPOSITO DE LA ENMIENDA, DECIR LOS PECADOS AL CONFESOR Y CUMPLIR LA PENITENCIA .

76,1. Quien ha tenido la desgracia de pecar gravemente, si quiere salvarse, no tiene más remedio que confesarse para que se le perdonen sus pecados.

Es cierto que con el acto de perfecta contrición , puede uno recobrar la gracia, pero para esto hay que tener, además, el propósito firme de confesar después estos pecados, aunque estén ya perdonados; pues Jesucristo ha querido someter al sacramento de la confesión todos los pecados graves.

Por voluntad del Cristo , la Iglesia posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados, y ella lo ejerce de modo habitual en el sacramento de la penitencia por medio de los obispos y de los presbíteros .

Este sacramento se llama también de la Reconciliación, pues nos reconcilia con Dios y con la Comunidad Cristiana de la cual el pecador se separa vitalmente, al perder la gracia por el pecado grave.

No vivas nunca en pecado. Si tienes la desgracia de caer, ese mismo día haz un acto de contrición perfecta, y luego confiésate cuanto antes. No lo dejes para después.

El que se confiesa a menudo no es porque tenga muchos pecados, sino para no tenerlos. El que se lava de tarde en tarde, estará más sucio que el que se lava a menudo.

La misericordia de Dios es infinita. Dice la Biblia: Como el viento norte borra las nubes del cielo, así mi misericordia borra los pecados de tu alma . . Y en otro sitio: «Cogeré tus pecados y los lanzaré al fondo del mar para que nunca más vuelvan a salir a flote» (899) .

Pero también su justicia es infinita, y por lo tanto no puede perdonar a quien no se arrepiente. Esto sería una monstruosidad que Dios no puede hacer (900).

76,2. Pío XII en la Encíclica Mystici Corporis habla de los valores de la confesión frecuentediciendo que aumenta el recto conocimiento de uno mismo, crece la humildad cristiana, se desarraiga la maldad de las costumbres, se pone un dique a la pereza y negligencia espiritual, y se aumenta la gracia por la misma fuerza del sacramento . Y el Concilio Vaticano II habla de la confesión sacramental frecuente que, preparada por el examen de conciencia cotidiano, tanto ayuda a la necesaria conversión del corazón .

76,3. Quien vive en pecado grave es muy fácil que se condene por tres razones:

1) Porque después es muy posible que le falte la voluntad de confesarse, como le falta ahora.

2) Porque, aun suponiendo que no le falte esta voluntad, es posible que le sorprenda la muerte sin tiempo para confesarse.

3) Finalmente, quien descuida la confesión, y va amontonando pecados y pecados, cada vez encontrará más dificultades para romper. Un hilo se rompe mucho mejor que una maroma. Para arrepentirse sería entonces necesario un golpe de gracia prodigioso; y esta gracia sobreabundante Dios no suele concederla a quien se obstina en el mal.

Jesucristo se lo advierte así a los que quieren jugar con Dios: «Me buscaréis y no me encontraréis, y moriréis en vuestro pecado» (901).

77.- EXAMEN DE CONCIENCIA CONSISTE EN RECORDAR LOS PECADOS COMETIDOS DESDE LA ÚLTIMA CONFESIÓN BIEN HECHA

77,1. Naturalmente, el examen se hace antes de la confesión para decir después al confesor todos los pecados que se han recordado; y cuántas veces cada uno, si se trata de pecados graves.

Si sabes el número exacto de cada clase de pecados graves, debes decirlo con exactitud. Pero si te es muy difícil, basta que lo digas con la mayor aproximación que puedas: por ejemplo, cuántas veces, más o menos, a la semana, al mes, etc. Y si después de confesar resulta que recuerdas con certeza ser muchos más los pecados que habías cometido, lo dices así en la próxima confesión. Pero no es necesario que después de confesar sigas pensando en el número de pecados cometidos, pues entonces nunca quedaríamos tranquilos. Si hiciste el examen con diligencia, no debes preocuparte ya más: todo está perdonado.

El examen debe hacerse con diligencia, seriedad y sinceridad; pero sin angustiarse . La confesión no es un suplicio ni una tortura, sino un acto de confianza y amor a Dios. No se trata de atormentar el alma, sino de dar a Dios cuenta filial. Dios es Padre.

78.- EL EXAMEN DE CONCIENCIA SE HACER PROCURANDO RECORDAR LOS PECADOS COMETIDOS DE PENSAMIENTO, PALABRA Y OBRA, O POR OMISIÓN, CONTRA LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS, DE LA IGLESIA O CONTRA LAS OBLIGACIONES PARTICULARES. TODO DESDE LA ÚLTIMA CONFESIÓN BIEN HECHA

78,1. Para ayudarte a hacer el examen, he puesto al final, en los Apéndices, un modo de hacerlo recorriendo los mandamientos. El examen que ahí te pongo es muy largo y casi exhaustivo. Para quien se confiesa con frecuencia, basta una mirada seria y sincera a su conciencia, con arrepentimiento y propósito de enmienda, pensando en el modo de evitar las ocasiones de pecado.

79.- DOLOR DE LOS PECADOS ES ARREPENTIRSE DE HABER PECADO Y DE HABER OFENDIDO A DIOS

79,1. Arrepentirse de haber hecho una cosa es querer no haberla hecho, comprender que está mal hecha, y dolerse de haberla hecho. El arrepentimiento es un aborrecimiento del pecado cometido; un detestar el pecado .

No basta dolerse de haber pecado por un motivo meramente humano. Por ejemplo, en cuanto que el pecado es una falta de educación (irreverencia a los padres), o en cuanto que es una cosa mal vista (adulterio), o que puede traerme consecuencias perjudiciales para la salud (prostitución), etc., etc.

El arrepentido aborrece la ofensa a Dios, y propone no volver a ofenderlo.

No es lo mismo el dolor de una herida -que se siente en el cuerpo- que el dolor de la muerte de una madre -que se siente en el alma-. El arrepentimiento es «dolor del alma». Pero el dolor de corazón que se requiere para hacer una buena confesión no es necesario que sea sensible realmente, como se siente un gran disgusto. Basta que se tenga un deseo sincero de tenerlo. El arrepentimiento es cuestión de voluntad. Quien diga sinceramente quisiera no haber cometido tal pecado tiene verdadero dolor.

El dolor es lo más importante de la confesión. Es indispensable: sin dolor no hay perdón de los pecados (902).

Por eso es un disparate esperar a que los enfermos estén muy graves para llamar a un sacerdote. Si el enfermo pierde sus facultades, podrá arrepentirse» Pues sin arrepentimiento, no hay perdón de los pecados, ni salvación posible. El dolor debe tenerse -antes de recibir la absolución- de todos los pecados graves que se hayan cometido. Si sólo hay pecados veniales es necesario dolerse al menos de uno, o confesar algún pecado de la vida pasada.

80.- HAY DOS CLASES DE ARREPENTIMIENTO: CONTRICCIÓN PERFECTA Y ATRICCIÓN

81.- Contrición perfecta es un pesar sobrenatural del pecado por amor a Dios, por ser Él tan bueno, porque es mi Padre que tanto me ama, y porque no merece que se le ofenda, sino que se le dé gusto en todo y sobre todas las cosas. Contrición es arrepentirse de haber pecado porque el pecado es ofensa de Dios. Siempre con propósito se enmendarse desde ahora y de confesarse cuando se pueda . La contrición es dolor perfecto .

81,1. Aunque la contrición perdona, la Iglesia obliga a una confesión posterior, porque es necesario que el pecador haga una adecuada satisfacción; y ésta, es el sacerdote el que debe imponérsela, porque es el delegado por Dios para reconciliar con la Iglesia.

El acto de contrición es la manifestación de la pena que nos causa haber ofendido a Dios por lo bueno que es y por lo mucho que nos ama:

lágrimas no sólo por temor al castigo, sino por la pena de haberle entristecido.

82.- ATRICIÓN ES UN PESAR SOBRENATURAL DE HABER OFENDIDO A DIOS POR TEMOS A LOS CASTIGOS QUE DIOS PUEDE ENVIAR EN ESTA VIDA Y EN LA OTRA, O POR LA FEALDAD DEL PECADO COMETIDO, QUE ES UNA INGRATITUD PARA CON DIOS Y UN ACTO DE REBELDÍA. SIEMPRE CON PROPÓSITO DE ENMENDARSE Y DE CONFESARSE. LA ATRICIÓN ES DOLOR IMPERFECTO PERO BASTA CON LA CONFESIÓN

82,1. Un ejemplo: un chico jugando a la pelota en su casa rompe un jarrón de porcelana que su madre conservaba con cariño y, al ver lo que ha hecho, se arrepiente. Si lo que teme es el castigo que le espera, tiene dolor semejante a la atrición; pero si lo que le duele es el disgusto que se va a llevar su madre, tiene un dolor semejante a la contrición.

82,2. Es lógico que la contrición y la atrición vayan un poco unidas.

Aunque uno tenga contrición, eso no impide que también tenga miedo al infierno, como corresponde a todo el que tiene fe. Y aunque uno se arrepienta por atrición, hay que suponer algún grado de amor para recuperar la amistad con Dios.

83.- ES MEJOR LA CONTRICIÓN PERFECTA, PUES CON PROPÓSITO DE CONFESIÓN Y ENMIENDA, PERDONA TODOS LOS PECADOS, AUNQUE SEAN GRAVES

83,1. Cuando uno, en peligro de muerte, está en pecado grave y no tiene cerca un sacerdote que le perdone sus pecados, hay obligación de hacer un acto de perfecta contrición con propósito de confesarse cuando pueda. El acto de contrición le perdona sus pecados, y si llega a morir en aquel trance, se salvará. Si se arrepiente sólo con atrición, no consigue el perdón de sus pecados graves, a menos que se confiese , o reciba la unción de los enfermos. Se salvarían muchos más si se acostumbraran a hacer con frecuencia un acto de contrición bien hecho.

Deberíamos hacer un acto de contrición siempre que tengamos la desgracia de caer en un pecado grave. Así nos ponemos en gracia de Dios hasta que llegue el momento de confesarnos.

Deberíamos hacer actos de arrepentimiento cada noche, y cada vez que caemos en la cuenta de que hemos pecado. Dios está deseando perdonarnos. Pero si no le pedimos perdón, no nos puede perdonar.

Sería una monstruosidad perdonar una falta a quien no quiere arrepentirse de ella. «De Dios no se ríe nadie» (903).

El arrepentimiento es condición indispensable para recibir el perdón.

El verdadero arrepentimiento incluye el pedir perdón a Dios. No sería sincero nuestro arrepentimiento si pretendiésemos despreciar el modo ordinario establecido por Dios para perdonarnos.

84.- EL ACTO DE CONTRICIÓN SE HACE REZANDO DE CORAZÓN EL «SEÑOR MIO JESUCRISTO...» (lo tienes en los Apéndices) O, MAS FACILMENTE, DICIENDO DE TODO CORAZÓN:

84,1. «Dios mío, yo te amo con todo mi corazón y sobre todas las cosas. Yo me arrepiento de todos mis pecados, porque te ofenden a Ti, que eres tan bueno. Señor, perdóname y ayúdame para que nunca más vuelva a ofenderte, que yo así te lo prometo».

Y si quieres uno más breve para momentos de peligro:

«Dios mío, perdóname, que yo te amo sobre todas las cosas»

Además, este acto de contrición tan breve, te sirve también para cuando vayas a confesarte si no sabes el «Señor mío Jesucristo». Si sabes el acto de contrición largo, lo puedes hacer con devoción y consciente de lo que dices; pero si crees que no te va a salir bien, o lo vas a decir rutinariamente, más vale que repitas varias veces de corazón: «Dios mío, perdóname!, Dios mío, perdóname!».

Pero además, este acto de contrición en tres palabras, puede servir también para que ayudes a bien morir a otras personas: parientes, conocidos o incluso desconocidos, si encuentras, por ejemplo, un accidente en la carretera. Aunque parezcan muertos, el oído es lo último que se pierde; y muchos que parecían muertos, después, cuando se recuperaron, dijeron que se habían enterado de todo lo que ocurrió, aunque ellos no podían decir una palabra ni mover un solo músculo de su cuerpo. Por eso, si alguna vez te encuentras en la carretera un accidente, no dudes en ponerte de rodillas en el suelo, aplicar tu boca a su oído y decirle por lo menos tres veces: «Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname! , Dios mío, perdóname!». Que si lo oye y lo acepta, le ayudas a que salve su alma. Y nadie en la vida le ha hecho mayor favor que tú, que en la hora de la muerte le ayudaste a ganar el cielo.

Debemos preocuparnos de ayudar a bien morir a los moribundos. Hoy está muy paganizado el sentido de la muerte, y muchas personas ante un accidente o un moribundo, se preocupan del médico, y muy pocos se preocupan de preparar el alma para la eternidad. Ocúpate tú si ves que nadie se acuerda de hacerlo.

Ojalá que ayudes a bien morir a muchas personas. El día que te encuentres con ellos en el cielo verás cómo te lo agradecen; y sentirás felicidad por haber colaborado a la salvación de otros.

Creo que con este acto de contrición, en tres palabras, te ayudo a que puedas enfrentarte con tranquilidad a la muerte, si en ese momento trascendental no tienes al lado un sacerdote que te perdone; y además puedes ayudar a otros a bien morir, y de esta manera colaborar a su salvación eterna.

Cuando estuve en la Argentina, para la gran misión de Buenos Aires, en octubre de 1960, conocí el acto de contrición que allí se usa. Me gustó mucho y lo transcribo aquí:

«Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí;

pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido; y propongo firmemente no pecar más, y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén».

También es un acto de contrición perfecta este precioso soneto:

No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido;

ni me mueve el infierno tan temido para dejar, por eso, de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte clavado en esa cruz y escarnecido;

muéveme el ver tu cuerpo tan herido;

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera, porque aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.

Este soneto, atribuido a distintos autores, según el conocido periodista Bartolomé Mostaza , se debe al doctor Antonio de Rojas, místico notorio del siglo XVII .

84,2. Para hacer un acto de contrición no es necesario usar ninguna fórmula determinada. Basta detestar de corazón todos los pecados por ser ofensa a Dios.

Cuando quieras hacer un acto de contrición perfecta también puedes hacerlo pensando en Cristo crucificado, y arrepintiéndote, por amor suyo, de tus pecados, ya que fueron causa de su Pasión y Muerte.

El acto de contrición es un acto de la voluntad. Puede estar bien hecho, aunque te parezca que no sientes sensiblemente lo que dices. Si quieres amar a Dios sobre todas las cosas y no volver a pecar, es lo suficiente. Pero debes querer que sea verdad lo que dices. No basta decir el acto de contrición sólo con los labios. Es necesario decirlo con todo el corazón.

Es de capital importancia el saber hacer un acto de perfecta contrición, pues es muy frecuente tenerlo que hacer: son muchos los que a la hora de la muerte no tienen a mano un sacerdote que los confiese.

Además, conviene hacer el acto de contrición todas las noches, después de haber hecho un breve examen de conciencia, añadiendo siempre el propósito de enmendarse y confesarse.

No deberíamos olvidar nunca aquel admirable consejo:

Pecador, no te acuestes nunca en pecado;

no sea que despiertes

ya condenado.

Son más de los que nos figuramos los que se acuestan tranquilos y despiertan en la otra vida, muertos de repente.

En la calle Capitán Arenas, de Barcelona, el 6 de marzo de 1972 a las tres de la madrugada se produjo una explosión de gas y se hundió un moderno edificio de muchas plantas. Murieron todos los vecinos. Lo mismo ha ocurrido repetidas veces en terremotos .

Sobre el acto de contrición puede ser interesante mi vídeo: «Salida de emergencia: el perdón de los pecados sin sacerdote».

 

85.- PROPÓSITO DE ENMIENDA ES UNA FIRME RESOLUCIÓN DE NO VOLVER A PECAR

85,1. El propósito brota espontáneamente del dolor . Si tienes arrepentimiento de verdad, harás el propósito de no volver a pecar.

Dice el profeta Isaías: «Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad» (904).

Es absurdo decirse al pecar: después me arrepentiré . Si después piensas arrepentirte de verdad, para qué haces ahora lo que luego te pesará de haber hecho» Nadie se rompe voluntariamente una pierna diciendo: después me curaré .

El propósito hay que hacerlo antes de la confesión, y es necesario que perdure (por no haberlo retractado) al recibir la absolución. El propósito tiene que ser universal, es decir, propósito de no volver a cometer ningún pecado grave. No basta que se limite a los pecados de la confesión presente. Y debe ser «para siempre». Sería ridículo que uno que ha ofendido a otro le dijera: «Siento lo ocurrido, pero me reservo el derecho de hacerlo otra vez, si me da la gana».

Si no hay verdadero propósito de la enmienda, la confesión es inválida y sacrílega .

No creas que tu propósito no es sincero porque preveas que volverás a caer. El propósito es de la voluntad; el prever es de la razón. Basta que tengas ahora una firme determinación, con la ayuda de Dios, de no volver a pecar. El temor de que quizás vuelvas después a caer no destruye tu voluntad actual de no querer volver a pecar. Y esto último es lo que se requiere. Para poder confesarse no hace falta estar ciertos de no volver a caer. Esta seguridad no la tiene nadie. Basta estar ciertos de que ahora no quieres volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar .

Dice Juan Pablo II: Es posible que, aun en la lealtad del propósito de no volver a pecar, la experiencia del pasado y la conciencia de la debilidad actual susciten el temor de nuevas caídas; pero eso no va en contra de la autenticidad del propósito, cuando a ese temor va unida la voluntad, apoyada por la oración, de hacer lo que es posible para evitar la culpa .

85,2. Pero no olvides que para que el propósito sea eficaz es necesario apartarse seriamente de las ocasiones de pecar , porque, dice la Biblia: « quien ama el peligro perecerá en él»(905).

Y si te metes en malas ocasiones, serás malo . Hay batallas que el modo de ganarlas es evitarlas. Combatir siempre que sea necesario, es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos y fanfarrones.

Si no quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego. Si no quieres cortarte, no juegues con una navaja de afeitar. Quien quiere verlo todo, oírlo todo, leerlo todo, es moralmente imposible que guarde pureza. Es necesario frenar los sentidos..., y la concupiscencia! La concupiscencia es una fiera insaciable. Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te pedirá y con más fuerza. La fiera de la concupiscencia hay que matarla de hambre. Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla.

En las ocasiones de pecar hay que saber cortar cuanto antes. Si tonteas, vendrá un momento en que la tentación te cegará y llegarás a cosas que después, en frío, te parecerá imposible que tú hayas podido realizar. La experiencia de la vida confirma continuamente esto que te digo.

Si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios necesarios para evitar las ocasiones próximas de pecar, no sería eficaz, mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de perdón.

Quien, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida y sacrílega.

Ocasión de pecado es toda persona, cosa o circunstancia, exterior a nosotros, que nos da oportunidad de pecar, que nos facilita el pecado, que nos atrae hacia él y constituye un peligro de pecar. Se llama ocasión próxima si lo más probable es que nos haga pecar; pues, ya sea por la propia naturaleza, ya por las circunstancias, en tales ocasiones la mayoría de las veces se peca.

Hay obligación grave de evitar, si se puede, la ocasión próxima de pecar gravemente. De manera que quien se expusiera voluntaria y libremente a peligro próximo de pecado grave, aunque de hecho no cayese en el pecado, pecaría gravemente por exponerse de esa manera, sin causa que lo justifique.

La ocasión próxima de pecar se diferencia de la ocasión remota en que esta última es poco probable que nos arrastre al pecado.

Si la ocasión de pecado es necesaria y no se puede evitar, hay que tomar muy en serio el poner los medios para no caer. Para esto consultar con el confesor.

Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones de pecar. Llega a decir que si tu mano te es ocasión de pecado, te la cortes; y que si tu ojo es ocasión de pecado, te lo arranques; pues más vale entrar en el Reino de los Cielos manco o tuerto, que ser arrojado con las dos manos o los dos ojos en el fuego del infierno .

Una persona que tiene una pierna gangrenada se la corta para salvar su vida. Vale la pena sacrificar lo menos para salvar lo más.

Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Esto es a veces muy difícil. Es mucho más fácil no plantar una bellota que arrancar una encina.

Los actos repetidos crean hábito y pueden esclavizar. Dice el proverbio latino: Gutta cavat petram, non semel sed saepe cadendo. La gota de agua, a fuerza de caer, termina por horadar la piedra.

Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar: pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a menudo.

86.- AL CONFESOR HAY QUE DECIRLE VOLUNTARIAMENTE, CON HUMILDAD, Y SIN ENGAÑO NI MENTIRA, TODOS Y CADA UNO DE LOS PECADOS GRAVES NO ACUSADOS TODAVÍA EN CONFESIÓN INDIVIDUAL BIEN HECHA; Y EN ORDEN A OBTENER LA ABSOLUCIÓN. NO TENDRÍA CARÁCTER DE CONFESIÓN SACRAMENTAL MANIFESTAR LOS PECADOS PARA PEDIR CONSEJO,OBLIGARLE A CALLAR, ETC.

86,1. Antes de empezar la confesión el sacerdote puede leer al penitente, o recordarle, algún texto o pasaje de la Sagrada Escritura en que se muestre la misericordia de Dios y la llamada del hombre a la conversión .

Dijo el Papa Juan Pablo II el 30 de enero de 1981: «Sigue vigente y seguirá vigente para siempre, la enseñanza del Concilio Tridentino en torno a la necesidad de confesión íntegra de los pecados mortales». Es indispensable manifestar los pecados con toda sinceridad y franqueza, sin intención de ocultarlos o desfigurarlos. Si confesamos con frases vagas o ambiguas con la esperanza de que el confesor no se entere de lo que estamos diciendo, nuestra confesión puede ser inválida y hasta sacrílega. Al confesor hay que manifestarle con claridad los pecados cometidos para que él juzgue el estado del alma según el número y gravedad de los pecados confesados.

La absolución exige, cuando se trate de pecados mortales, que el sacerdote comprenda claramente y valore la calidad y el número de los pecados . El confesor debe conocer las posibles circunstancias atenuantes o agravantes, y también las posibles responsabilidades contraídas por ese pecado.

También hace falta que el penitente esté en presencia del confesor. No es válida la confesión por teléfono (906).

Si queda olvidado algún pecado grave, no importa; pecado olvidado, pecado perdonado. Pero si después me acuerdo, tengo que declararlo en otra confesión. Mientras tanto, se puede comulgar. Y no es necesario confesarse únicamente para decirlo, porque ya está perdonado .

Pero si la confesión estuvo mal hecha, es necesario confesar de nuevo todos esos pecados graves, en otra confesión bien hecha.

En alguna circunstancia excepcional se justifica el callar un pecado grave en la confesión: una vergüenza invencible de decirlo a un determinado confesor, por ejemplo, por la amistad que se tiene con él y no ser posible acudir a otro; si peligra el secreto, porque hay alguien cerca que puede enterarse, y no hay modo de evitarlo (sala de un hospital, confesonario rodeado de gente, etc.).

Pero ese pecado grave, ahora lícitamente omitido, hay obligación de manifestarlo en otra confesión (907).

Si en alguna ocasión quieres confesarte y no encuentras un sacerdote que entienda el español, o tú no puedes hablar, basta que le des a entender el arrepentimiento de tus pecados, por ejemplo, dándote golpes de pecho . Tu gesto basta para que el sacerdote te dé la absolución. Pero estos pecados así perdonados, tienes que manifestarlos la primera vez que te confieses con un sacerdote que entienda el idioma que tú hablas.

86,2. Recientemente la Sagrada Congregación de la Fe ha publicado un documento en el que se dan normas sobre la manifestación individual de los pecados en la confesión, y circunstancias en las que puede darse la absolución colectiva : «La confesión individual y completa, seguida de la absolución, es el único modo ordinario mediante el cual los fieles pueden reconciliarse con Dios y con la Iglesia (908).

«A no ser que una imposibilidad física o moral les dispense de tal confesión» (909).

«Es lícito dar la absolución sacramental a muchos fieles simultáneamente, confesados sólo de un modo genérico, pero convenientemente exhortados al arrepentimiento, cuando visto el número de penitentes, no hubiera a disposición suficientes sacerdotes para escuchar convenientemente la confesión de cada uno en un tiempo razonable, y por consiguiente los penitentes se verían obligados, sin culpa suya, a quedar privados por largo tiempo de la Gracia Sacramental o de la Sagrada Comunión» (910).

Estas condiciones, según algunos, son necesarias para la validez del sacramento, pero los fieles que reciben la absolución colectiva siempre pueden quedar tranquilos, pues Dios suple, ya que ellos pusieron todo de su parte .Hay un principio teológico que dice: Al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia .

Es el Obispo diocesano quien debe juzgar de esta conveniencia . Bien pidiéndole permiso previamente, bien comunicándoselo después, si no hubo tiempo de pedirle antes permiso .

El 18 de noviembre de 1988 la Conferencia Episcopal Española publicó un documento, aprobado por la Santa Sede, en el que declara que hoy en España no existen circunstancias que justifiquen la absolución sacramental general. Y el arzobispo de Oviedo, D. Gabino Díaz Merchán , dijo a los sacerdotes del Arciprestazgo de Avilés-Centro, que las absoluciones colectivas, sin cumplir las condiciones dadas por la Iglesia, son ilícitas e inválidas. La razón es que el ministro que confecciona el sacramento tiene que tener intención de hacer lo que quiere hacer la Iglesia, y la Iglesia no quiere que se administre el sacramento de la penitencia fuera de las condiciones que ella ha puesto (911).

Quienes hayan recibido una absolución comunitaria de pecados graves deben después confesarse individualmente antes de recibir de nuevo otra absolución colectiva, y, en todo caso, antes del año, a no ser que, por justa causa, no les sea posible hacerlo .

Los fieles que quieran beneficiarse de la absolución colectiva, por estar debidamente dispuestos, deben manifestar mediante algún signo externo que quieren recibir dicha absolución, por ejemplo, arrodillándose, inclinando la cabeza, etc. .

Un caso concreto de aplicación de la absolución colectiva sería en peligro de muerte colectiva e inminente, sin tiempo de oír en confesión a cada uno , por ejemplo, momentos antes de estrellarse un avión averiado.

 

 87.- LOS PECADOS VENIALES NO ES NECESARIO DECIRLO, PERO CONVIENE

87,1. La fiebre, aunque sean sólo unas décimas, es señal de que algo va mal en el organismo. El mal siempre hay que combatirlo, aunque no sea grave. En el hospital declaras al médico no sólo las cosas graves, sino también las leves; no sea que se compliquen. Hazlo así al sacerdote para que cure tu alma.

88.- ADEMÁS DE LOS PECADOS GRAVES, HAY QUE DECIRLE AL CONFESOR CUÁNTAS VECES SE HAN COMETIDO, Y SI HAY ALGUNA CIRCUNSTANCIA AGRAVANTE QUE VARÍE LA ESPECIE O MALICIE DEL PECADO

88,1. El Concilio de Trento dice que «por derecho divino es necesario para el perdón de los pecados en el Sacramento de la Penitencia confesar todos y cada uno de los pecados mortales de que se acuerde después de un diligente y debido examen, y las circunstancias agravantes que cambian la especie del pecado» (912).

Acerca del averiguar el número de pecados cometidos recuerda lo que te dije en el número 77.

88,2. No es necesario que cuentes la historia del pecado, pero sí tienes que decir las circunstancias agravantes que varíen la especie o malicia del pecado. Una circunstancia varía la especie o malicia de un pecado, si convierte en grave lo que es leve, o lo opone a distintas virtudes o mandamientos . Por ejemplo: no es lo mismo asesinar a un hombre cualquiera que al propio padre. En el primer caso se peca contra el quinto mandamiento, que manda respetar la vida del prójimo.

En el segundo caso se peca, además, contra el cuarto, que manda honrar a nuestros padres.

Las circunstancias pueden cambiar la moralidad de una acción . Nunca las circunstancias pueden hacer buena una acción que de suyo es mala; pero pueden hacer mala una acción que era buena, o hacer peor una acción que ya era de suyo mala .

Las circunstancias agravantes de tu pecado tienes que manifestarlas, si al cometerlo advertiste su malicia especial.

También hay circunstancias atenuantes que disminuyen la gravedad del pecado .

Por eso no te extrañe que el confesor te pregunte sobre tus pecados; porque debe conocer cuántos y en qué circunstancias cometiste esos pecados que él va a perdonarte. El sacerdote debe ayudarte a hacer una confesión íntegra y a que tu arrepentimiento sea sincero. Debe también darte consejos oportunos e instruirte para que lleves una vida cristiana .

Las principales circunstancias agravantes o atenuantes son:

Quién : adulterio, si uno de los dos es casado.

Qué: robar mil pesetas o un millón.

Cómo : robar con violencia.

Cuándo : blasfemar en la misa.

Dónde : pecar en público, con escándalo de otros.

Porqué : insultar para hacer blasfemar.

88,3. Los pecados dudosos -como ya dijimos en el número 61- no es obligatorio confesarlos, pero conviene hacerlo para más tranquilidad.

Los pecados ciertos debes confesarlos como ciertos; y los dudosos, como dudosos.

Si confesaste, de buena fe, un pecado grave como dudoso y después descubres que fue cierto, no tienes que acusarte de nuevo, pues la absolución lo perdonó tal como era en realidad . Para que haya obligación de confesar un pecado grave debe constar que ciertamente se ha cometido y ciertamente no se ha confesado.

Al confesor conviene decirle también cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te confesaste.

Esto es conveniente decirlo al empezar la confesión.

En los Apéndices tienes el modo práctico de confesarte.

89.- EL QUE CALLA VOLUNTARIAMENTE EN LA CONFESION UN PECADO GRAVE, HACE UNA MALA CONFESION, NO SE LE PERDONA NINGUN PECADO, Y, ADEMAS, AÑADE OTRO PECADO TERRIBLE, QUE SE LLAMA SACRILEGIO .

89,1. Todas las confesiones siguientes en que se vuelva a callar este pecado voluntariamente, también son sacrílegas . Pero si se olvida, ese pecado queda perdonado, porque pecado olvidado, pecado perdonado .

Pero si después uno se acuerda, tiene que manifestarlo diciendo lo que pasó.

Para que haya obligación de confesar un pecado olvidado, hacen falta tres cosas: estar seguro de que:

a) el pecado se cometió ciertamente.

b) que fue ciertamente grave.

c) que ciertamente no se ha confesado.

Si hay duda de alguna de estas tres cosas, no hay obligación de confesarlo. Pero estará mejor hacerlo, manifestando la duda.

90.- QUIEN SE CALLA VOLUNTARIAMENTE UN PECADO GRAVE EN LA CONFESION, SI QUIERE SALVARSE , TIENE QUE REPETIR LA CONFESION ENTERA Y DECIR EL PECADO QUE CALLO, DICIENDO QUE LO CALLO DANDOSE CUENTA DE ELLO .

90,1. Los que han tenido la desgracia de hacer una confesión sacrílega, y desde entonces vienen arrastrando su conciencia, de ninguna manera pueden seguir en ese horrible estado. No desconfíen de la misericordia de Dios. Acudan a un sacerdote prudente, que les acogerá con todo cariño.

Bendecirán para siempre el día en que quitaron de su alma ese enorme peso que la atormentaba.

Además, el confesor no se asusta de nada, porque, por el estudio y la práctica que tiene de confesar, conoce ya toda clase de pecados.

Es una tontería callar pecados graves en la confesión por vergüenza, porque el confesor no puede decir nada de lo que oye en confesión .

Aunque le cueste la vida callar el secreto . Ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar al secreto de confesión.

Este secreto, que no admite excepción, se llama sigilo sacramental .

Es pecado ponerse a escuchar confesiones ajenas. Los que, sin querer, se han enterado de una confesión ajena no pecan; pero tienen obligación de guardar secreto .

Es curioso que los mismos que ponen dificultades en decir sus pecados al confesor los propagan entre sus amigos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados; y esto es humillante. Por eso para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien.

Nunca calles voluntariamente un pecado grave, porque tendrás después que sufrir mucho para decirlo, y al fin lo tendrás que decir, y te costará más cuanto más tardes, y si no lo dices, te condenarás .

Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.

90,2. El confesor será siempre tu mejor amigo . A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte, etc. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Dile todo lo que se te ocurra con confianza. Te guardará el secreto más riguroso.

Los sacerdotes estamos aquí para que los hombres, por nuestro medio, encuentren su salvación en Dios. El perdón de un pecado que, desde el punto de vista sociológico, acaso no tiene gran transcendencia, es en realidad más importante que todo cuanto podamos hacer para mejorar la existencia de los hombres . Hasta Nietzshe , a pesar de su violentísimo anticristianismo, decía que el sacerdote es una víctima sacrificada en bien de la humanidad .

El sacerdote guía a la comunidad cristiana con la predicación de la palabra de Dios, con sus consejos, con sus orientaciones, con su actitud de diálogo, de acogida, de comprensión, con su fidelidad a Jesucristo. El sacerdote es, ante todo, un educador .

Dice Juan Pablo II, en su libro Don y Misterio, citando San Pablo , que el sacerdote es administrador de los misterios de Dios: El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos debidamente entre las personas .

Cuenta el historiador José de Sigüenza hablando de Fray Hernando de Talavera, Primer Arzobispo de Granada, que la reina Isabel la Católica lo llamó para confesarse con él. Era la primera vez que lo hacía con él. Habían preparado dos reclinatorios, pero el obispo se sentó. Le dijo la reina:

- Ambos hemos de estar de rodillas.

Pero el confesor contestó:

- No,Señora. Vuestra Alteza sí debe estar de rodillas, para confesar sus pecados; pero yo he de estar sentado, porque éste es el Tribunal de Dios y yo estoy aquí representándolo.

Calló la reina y se confesó de rodillas. Después dijo:

- Éste es el confesor que yo buscaba .

No sé cómo llegó a mis manos una hoja que decía:

Pobre cura!

Si es joven, le falta experiencia. Si es viejo, ya debe retirarse.

Si canta mal, se ríen. Si canta bien, es un vanidoso.

Si se alarga en el sermón, es un pesado. Si es corto, no sabe qué decir.

Si habla en voz alta, regaña. Si lo hace en tono natural, no se le oye.

Si escucha en el confesonario, es un chismoso. Si confiesa aprisa, no escucha.

Si visita a los feligreses, no está nunca en el despacho. Si no lo hace, es arisco.

Si tiene coche, vive como un rico. Si va a pie, es un antiguo.

Si pide ayuda, es un pesetero. Si no arregla la iglesia, es un abandonado.

Y cuando se muera, muchos lo echarán de menos.

90,3. Si tienes la desgracia de tropezar con un religioso o con un sacerdote que no vive conforme a su estado, no te alarmes por eso. A veces, se dan caídas incluso en los que tienen más obligación de servir a Dios . Pero por eso no debe vacilar tu fe. Nuestra fe no descansa en ningún hombre, sino en Dios, que nunca falla. Los hombres están sujetos a cambios. El que hoy es bueno, mañana deja de serlo; y viceversa. También entre los doce Apóstoles hubo un Judas traidor. El sacerdote que no cumple bien sus obligaciones, será juzgado por Dios como se merece. Sin embargo, la religión no deja de ser verdad aunque haya sacerdotes débiles, que no vencen sus pasiones. Lo mismo que la Medicina sigue siendo verdad, aunque hubiera médicos toxicómanos.

Hay sacerdotes malos, pero en proporción muchísimo menor que en cualquier otra profesión . Y por otra parte, la virtud en grado elevado se ha dado siempre en el sacerdocio más que en cualquier otra profesión.

Cuando un sacerdote peca, una persona culta piensa: qué heroísmo el de tantos otros sacerdotes que teniendo las mismas inclinaciones y pasiones sin embargo no sucumben .

Es una injusticia generalizar las faltas, que excepcionalmente se dan en un caso aislado, achacándolas a todos los demás sacerdotes. Como si yo, porque conozco a dos de tu pueblo que son unos borrachos, dijera que todos los de allí sois unos borrachos. Sería injusto con vosotros.

Además las faltas en un sacerdote llaman más la atención, precisamente por eso, por lo excepcionales; una mancha de tinta se ve mucho más en un pantalón claro que el «mono» grasiento de un mecánico. Sobre las acusaciones que se oyen contra los curas te recomiendo: «Yo no creo en los curas» de Yanes .

Es una equivocación el mal concepto que muchos tienen de los sacerdotes. Ningún muchacho se hace sacerdote para pasarlo bien. Y se da cuenta de ello en los largos años de estudios sacerdotales, sometido a una disciplina dura y a unas renuncias muy fuertes: como es renunciar a una novia y renunciar a un hogar. Además, los estudios de un sacerdote son tan largos y costosos como los de un médico o los de un ingeniero, y sin embargo la mayoría de los sacerdotes en España ganan el salario mínimo interprofesional . Hoy, en España, el clero vive por lo general peor que la clase media . Sería ridículo que un muchacho pensara en ser sacerdote para pasarlo bien. Los que aspiran al sacerdocio lo hacen para ser ellos mejores y para hacer el mundo mejor. Porque si no hubiera sacerdotes, los de arriba serían peores de lo que son, los de abajo tendrían menos defensores, y tú en lugar de tener este libro entre tus manos quizás tendrías otro para mal de tu alma .

Y si algún sacerdote no te da buen ejemplo, no te guíes por lo que hace, sino por la doctrina de Cristo que te predica. Ya te avisó Cristo : «Haced lo que os dicen, pero no hagáis según sus obras» (913).

Ellos son responsables de sus obras, y darán a Dios estrecha cuenta de ellas; pero tú tendrás que dar a Dios cuenta de las tuyas. El que otro cometa pecados no justifica el que tú también los cometas. Los dos iréis al infierno, si no pedís perdón a Dios.

90,4. La confesión, al perdonarnos los pecados, nos devuelve la gracia santificante (o nos la aumenta, si no la habíamos perdido por el pecado grave). Y con la gracia también nos devuelve el derecho al cielo y nos restaura todos los méritos pasados, que habíamos perdido por el pecado grave.

90,5. La confesión es un gran beneficio de Dios que debemos saber estimar y aprovechar. Qué sería de nosotros en la otra vida, si no tuviéramos en ésta un medio para alcanzar el perdón de nuestros pecados»

Por eso la Iglesia, que quiere que aseguremos la salvación, manda que nos confesemos por lo menos una vez al año .

La confesión anual es obligatoria. Pero deberíamos confesarnos con frecuencia. Al menos cada mes. Y esto aunque no haya pecados graves, pues la confesión es un sacramento, que nos dará gracia para ser cada vez mejores.

Si no tienes pecados graves, te confiesas de algún venial, que nunca falta. Y aunque ya te dije que los pecados veniales no es obligatorio confesarlos, siempre es conveniente.

Sin embargo, aunque Dios quiere que me confiese a menudo, y a mí me conviene hacerlo, ningún hombre puede forzarme. Ni mis jefes, ni mis amigos, ni mis familiares, ni un sacerdote, ni nadie.

Los otros podrán aconsejarme que me confiese; pero forzarme, no. La confesión tiene que ser libre.

Que me salga de dentro. Porque la estimo y quiero salvarme. Aunque me cueste. Las medicinas no siempre gustan. Si voy a la confesión forzado y sin dolor, la confesión será una comedia. Y esto es un pecado gravísimo. Para que la confesión valga, tiene que haber arrepentimiento. Si en alguna rarísima ocasión alguien te obliga a confesarte, y tú no estás en disposición de ello, antes de hacer una mala confesión, dile al sacerdote que no vas a con intención de confesarte y que te dé la bendición: los demás no notarán nada, y tú no habrás cometido un sacrilegio.

Por muchos pecados que tengas, y por grandes que sean, nunca debes desconfiar de Dios, sino que debes acudir humildemente a Él y pedir el perdón que Él está deseando darte. Dios odia el pecado, pero ama al pecador; y sólo quiere que se convierta y se salve . Todo confesor tiene obligación de confesar a todo aquel que se lo pida razonablemente .

La absolución del sacerdote es el signo eficaz del perdón de Dios y el momento culminante de la celebración del sacramento de la penitencia.

La absolución tiene lugar cuando el sacerdote pronuncia la fórmula sacramental: Yo te absuelvo de tus pecados , al mismo tiempo que traza la señal de la cruz sobre el penitente.

 

91.- CUMPLIR LA PENITENCIA ES REZAR O HACER LO QUE EL CONFESOR ME DIGA

91,1. La exhortación pontificia de Juan Pablo II Reconciliación y Penitencia (31,3) dice que las obras de satisfacción deben consistir en acciones de culto, caridad, misericordia y reparación.

92.- SI NO SÉ O NO PUEDO CUMPLIRLA,DEBO DECÍRSELO AL CONFSOR PARA QUE ME PONGA UNA PENITENCIA DISTINTA

92,1. La penitencia se llama también satisfacción, pues de algún modo quiere expresar nuestra voluntad de reparación a la Iglesia del daño que le hemos producido al pecar, convirtiéndonos en miembros cancerosos del Cuerpo Místico de Cristo . Cumplir la penitencia es también expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.

La penitencia hay que cumplirla en el plazo que diga el confesor. Si el confesor no ha fijado el tiempo, lo mejor es cumplirla cuanto antes, para que no se nos olvide; pero se puede cumplir también después de comulgar; y también confesarse de nuevo antes de haberla cumplido, con tal de que haya intención de cumplirla .

Si la penitencia no se cumple por olvido involuntario, no hay que preocuparse; los pecados quedan perdonados. Pero si no se cumple culpablemente, aunque los pecados quedan perdonados, se comete un nuevo pecado mortal o venial, según que la penitencia fuera grave o leve. Penitencia grave es la que normalmente corresponde a pecados graves . Si después de la confesión no recuerdas la penitencia que te puso el confesor, o no puedes cumplirla, lo dices así en la próxima confesión. En caso de no acordarte qué penitencia te puso el confesor, puedes rezar o hacer lo que en otras confesiones parecidas te impusieron.

92,2. La penitencia es siempre muy pequeña comparada con nuestros pecados Pero, a pesar de ser tan pequeña, es suficiente, porque participamos de lo que se llama la Comunión de los Santos: todos los que pertenecemos a la Iglesia Católica formamos como una gran familia -que se llama el Cuerpo Místico de Cristo (Ver nº 41)- en la cual todos los bienes espirituales son comunes.

«Lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos» (914).

Todos nos beneficiamos de los bienes, dones y gracias que cada uno ha recibido de Dios . Por lo tanto, cada uno puede gozar del gran tesoro espiritual formado con los méritos de Jesucristo , de la Virgen y de todos los Santos que están en el cielo, y con las buenas obras de los católicos .

92,3. La Iglesia hace uso de los méritos de este gran tesoro espiritual, al concedernos las indulgencias . La Iglesia condena a quienes afirmen que la Iglesia no tenga potestad para concederlas o que éstas no sean útiles (915).

La práctica de las indulgencias se fundamenta en la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo . Las indulgencias son la remisión de la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa .

Según la Teología católica, todo pecado grave da origen, en quien lo comete, a una culpa y a una pena. La culpa se borra con la absolución del confesor. La pena ha de ser pagada con el sufrimiento en el purgatorio o con las buenas acciones en esta vida . Aquí entra la aplicación de las indulgencias con las cuales se perdona a los católicos, que cumplen ciertas condiciones, la pena temporal debida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa. Es como borrar la cicatriz de la herida que el pecado ha dejado en el alma.

Con las indulgencias podemos ayudar a los difuntos .

El primero de enero de 1967, Pablo VI publicó una Constitución Apostólica sobre la reforma de las indulgencias . Se ha suprimido el antiguo modo de hablar de trescientos días , siete años , etc., que se refería a los días de penitencia pública que tenían que hacer los pecadores, en los primeros siglos de la Iglesia, antes de recibir la absolución de sus pecados graves. El nuevo documento se puede resumir en las siguientes normas:

1) Las indulgencias se dividen en parciales y plenarias.

2) El fiel que con corazón contrito realice una acción que tenga indulgencia parcial obtendrá además del mérito que produce esa acción, otro idéntico, por intervención de la Iglesia. Es decir, que merece el doble.

3) La indulgencia plenaria sólo se puede ganar una vez al día, salvo en caso de peligro de muerte.

4) Para adquirir la indulgencia plenaria, además de realizar la acción indulgenciada, y de que no exista por parte del fiel ningún afecto o adhesión al pecado incluso venial, hay que cumplir tres condiciones:

confesión sacramental, comunión eucarística y rezo de una oración por las intenciones del Papa. La confesión puede hacerse varios días antes o después de cumplir la obra prescrita . La comunión puede hacerse desde la víspera a la octava. Una sola confesión sirve para ganar varias indulgencias plenarias. En cambio, con una sola comunión y una sola oración por las intenciones del Papa, únicamente se puede conseguir una sola indulgencia plenaria. La oración por el Papa basta que sea un Padrenuestro con un Avemaría y Gloria.

Según esta reforma de las indulgencias, las indulgencias plenarias que se pueden ganar, una al día, en las condiciones ordinarias, se han reducido a cuatro:

a) Ejercicio del Vía-Crucis.

b) Rezo del Rosario ante el sagrario o en común.

c) Media hora de adoración al Santísimo Sacramento.

d) Media hora de lectura de la Biblia .

Si no se cumplen las condiciones debidas, o falta la buena disposición, la indulgencia será solamente parcial.

Aquellos fieles que, por motivos personales o de lugar, no puedan confesar ni comulgar, podrán obtener la indulgencia si se proponen cumplir lo antes posible estos dos requisitos.

Las indulgencias tanto parciales como plenarias pueden ser siempre aplicadas a los difuntos a modo de sufragio . Se puede ganar una indulgencia plenaria aplicable a los difuntos aunque no se haya logrado el desafecto al pecado antes indicado .

En el momento de la muerte, cualquier fiel, debidamente dispuesto espiritualmente, podrá ganar la indulgencia plenaria, aunque carezca en aquel momento de un sacerdote que pueda impartírsela, con tal que durante su vida haya rezado habitualmente alguna oración. Es una obra de caridad para con las almas del purgatorio el ganar para ellas indulgencias plenarias. (Ver n 101 ).

Recomiendo mi vídeo: «Cómo ayudar a los difuntos».

93.- EN ÚLTIMO CASO , SI UNO NO SABE LO QUE TIENE QUE HACER PARA CONFESARSE BIEN, PUEDE DECIR AL CONFESOR: «PADRE, AYÚDEME USTED».

93,1. Al confesor se le dicen las cosas con sinceridad, tal como uno las siente en la conciencia. Pero, si no te atreves porque te da vergüenza, le puedes decir al confesor que tienes vergüenza, y el Padre te ayudará con todo cariño.

Y si te acuerdas de algún pecado que hayas cometido, aunque el confesor no te lo pregunte, díselo tú para que te lo perdone.

Mientras el sacerdote te da la absolución y te bendice, reza el Señor mío Jesucristo , y si no lo sabes, date golpes de pecho diciendo varias veces con toda tu alma: Dios mío, perdóname! Dios mío, perdóname!...

94.- EN LA CONFESIÓN SE PERDONAN TODOS LOS PECADOS QUE NOSOTROS HEMOS COMETIDO DESPUÉS DEL BAUTISMO, POR MUY GRANDES QUE SEAN, CON TAL QUE SE DIGAN CON ARREPENTIMIENTO Y PROPÓSITO DE ENMIENDA, PERO NO EL PECADO ORIGINAL

 

Otros Sacramentos 
95,1 - 97,8

95.- EL PECADO ORIGINAL ES EL PECADO QUE COMETIERON NUESTROS PRIMEROS PADRES, Y QUE HEREDAMOS AL NACER TODOS MENOS LA SANTÍSIMA VIRGEN

95,1. La Santísima Virgen es la única que ha sido concebida sin pecado original. Esto es lo que queremos decir al invocarla con el título de Inmaculada Concepción . Dios le concedió este privilegio en atención a que iba a ser Madre de Jesucristo.

96.- EL PECADO ORIGINAL SE LAVA CON EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

96,1. El sacramento del bautismo, al lavarnos el pecado original, infunde en nuestra alma la gracia santificante y nos hace miembros de la Iglesia, hijos de Dios y herederos del cielo .

En el mundo hay muchos paganos sin bautizar. Por eso, los misioneros dejando familia, patria y todo, se van a lejanas tierras para instruirlos, bautizarlos y hacerlos hijos de Dios.

Jesús dijo a los apóstoles: Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra .

Podemos y debemos ayudar a la obra de los misioneros con nuestras oraciones, nuestros sacrificios y nuestras limosnas. Tenemos obligación de esto, pero según las posibilidades de cada uno.

Las Obras Misionales Pontificias mantienen en el Tercer Mundo:

Setecientas setenta y cuatro leproserías.

Cinco mil Hospitales.

Siete mil Orfanatos.

Ocho mil Dispensarios.

Nueve mil Asilos.

Y educan en el Tercer Mundo a un millón de universitarios, a seis millones de alumnos de Enseñanza Media y a quince millones en la Enseñanza Primaria .

Para mantener todo esto hace falta mucho dinero, y muchos misioneros y misioneras. España es el país del mundo que tiene más misioneros:

25.000 .

A veces se oye decir: Dejaos de ir a las misiones. Primero instalemos bien la Iglesia aquí . Esto es no entender la catolicidad de la Iglesia. La Iglesia es católica, es decir, universal. Tiene que instalarse en la humanidad entera. No puede limitarse a un pueblo o a una raza. Su caridad universal se extiende a todos sin distinción. Lo mismo a los pueblos en decadencia, que a los de brillante porvenir.

Donde haya un alma, allí está la Iglesia. Las misiones son una actualización de la catolicidad de la Iglesia.

Dijo el Papa Juan Pablo II : ¿Al afirmar que la Iglesia es católica, queremos decir que es evangelizadora, misionera y apostólica; si no tuviera estas características no sería la verdadera Iglesia de Jesucristo?.

96,2. Los sacramentos son ritos, ceremonias sagradas (que incluyen palabra y acción), instituidos por Jesucristo , que, si se reciben con buenas disposiciones, dan vida sobrenatural al alma, es decir, nos dan la gracia santificante , o nos la aumentan cuando ya estamos en gracia . Son siete: bautismo, confirmación, penitencia (confesión), eucaristía, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. El Concilio de Trento definió que los siete sacramentos fueron instituidos por Jesucristo (916).

El Evangelio nos habla de la institución de cinco sacramentos:

bautismo , eucaristía , penitencia , orden sacerdotal y matrimonio .

De la confirmación y de la unción de los enfermos no habla el Evangelio, pero nos dice el Nuevo Testamento que existían en tiempo de los Apóstoles; por lo tanto, tuvieron que ser instituidos por Jesucristo como los anteriores.

De la confirmación se nos habla en los Hechos de los Apóstoles . Y de la extremaunción en la Epístola de Santiago . También se habla de la institución del sacerdocio en los Hechos de los Apóstoles , y del matrimonio en San Pablo .

Hay tres sacramentos que imprimen carácter . Carácter significa en griego sello imborrable .

Estos sacramentos imprimen un sello indeleble. Es decir, ponen un sello espiritual en el alma que no se borra jamás . Por eso sólo se pueden recibir una vez . No se pueden repetir. Son: bautismo, confirmación y orden sacerdotal. Es de fe que el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal imprimen carácter .

Los sacramentos son fundamentalmente acciones de Cristo : Cuando Pedro bautiza es Cristo quien bautiza . La gracia sacramental no depende de la santidad del ministro, sino de Cristo que actúa por medio de él .

Al celebrar un sacramento, el ministro ha de tener la intención de realizar la acción sacramental que Cristo confió a su Iglesia. Sin embargo, el poder santificador de los sacramentos no depende ni de la fe, ni de la santidad de los ministros, porque cuando alguien bautiza o perdona, es le mismo Cristo quien bautiza o perdona .

Las condiciones de validez y licitud de cada sacramento compete a la Iglesia determinarlo, pues a ella confió Cristo esta misión . Cada sacramento añade una gracia específica a la gracia ordinaria.

No es una diferencia entitativa, sino moral: según los fines de cada sacramento .

 

97.- ES OBLIGATORIO RECIBIR EL BAUTISMO, LA CONFESIÓN Y LA COMUNIÓN; PERO ADEMÁS, DEBEN RECIBIR EL MATRIMONIO LOS QUE QUIERAN CASARSE, Y TODOS LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LA HORA DE LA MUERTE

97,1. La confirmación no es absolutamente obligatoria para salvarse, pero todos los que aún no la hayan recibido deben recibirla, si se les presenta la ocasión oportuna , pues ayuda a conseguir con mayor facilidad la salvación eterna.

El sacramento del orden es sólo para los que quieran hacerse sacerdotes.

El matrimonio y el orden sacerdotal son sacramentos de estado. Lo cual significa que ambos sacramentos no se reciben tanto con vistas a la salvación individual, como para ocupar un determinado estado dentro de la Iglesia, para, dentro de él, servir a la comunidad. De modo que estos sacramentos los recibe el individuo menos para sí mismo que para los demás: los esposos deberían partir siempre del supuesto de que cada uno consigue las gracias necesarias más bien para el otro cónyuge que para sí mismo

Bautismo

97,2.- El Bautismo es un sacramento por el que lavándonos con el agua e invocando a la Santísima Trinidad, se nos borra el pecado original .

El bautismo, además de lavar el pecado original, perdona cualquier otro pecado personal que tuviere el que se bautiza , si recibe el bautismo después de tener uso de razón (con tal que tenga el debido arrepentimiento), y todas las penas debidas por ellos El bautismo nos introduce en la Iglesia haciéndonos cristianos, miembros de la Iglesia, hijos adoptivos de Dios y herederos del cielo . Por el bautismo nacemos a una nueva vida, la vida de la gracia, de la fe .

Como el bautismo es la puerta para entrar en la Iglesia, sin haber recibido el bautismo no se puede recibir válidamente ningún otro sacramento .

En los primeros años del cristianismo el bautismo se realizaba por inmersión del bautizando en una piscina. Pero ya a principios del siglo II La Didajé , ya en el siglo primero, habla del bautismo por infusión, derramando agua sobre la cabeza del bautizando .

Los Testigos de Jehová imponen el bautismo de inmersión (por medio del baño) considerando inválida toda otra forma, basados en que Cristo lo recibió así en el Jordán. Pero desde los primeros tiempos del cristianismo, en la Iglesia se empleó también el de ablución, como lo hace hoy la Iglesia. Si San Pablo bautizó en la cárcel al carcelero , no es probable que lo hiciera por inmersión. Lo mismo San Pedro cuando el día de Pentecostés bautizó a tres mil ; no es fácil fuera por inmersión. El catecismo más antiguo que se conoce, la «Didajé», escrito el año 70 de nuestra era, cuando todavía vivían muchísimos discípulos de Cristo , dice : «si no hay agua corriente, para bautizar se derrama agua tres veces en la cabeza» (917).

Cuando un niño nace, debe ser bautizado enseguida , para que se le perdone el pecado original y quede hecho cristiano. La Comisión Vaticana para la Doctrina de la Fe afirma que sigue en todo su vigor la obligación de bautizar, «cuanto antes», a los niños nacidos de padres cristianos normales; si bien actualmente por el avance de la medicina y por haber disminuido mucho la mortalidad infantil, esa forma de «cuanto antes» puede entenderse con mayor amplitud . Pero privar voluntariamente a los niños durante largo tiempo de este sacramento puede ser un pecado grave . El actual Código de Derecho Canónico dice que los hijos deben bautizarse en las primeras semanas (918).

No es absolutamente cierto que puedan salvarse los niños que mueren sin bautismo. Como tampoco es absolutamente cierto que no puedan salvarse. Dios puede tener para salvarlos medios extraordinarios que nosotros desconocemos. Por eso la Iglesia tiene una misa para estos niños, confiándolos a la misericordia de Dios .

La misericordia de Dios nos hace confiar que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo .

Pero es claro que si en caso de enfermedad mortal se dispone de dos medicinas, una que cura y otra que no estamos seguros de que cura, todo el que tenga sentido común aplicará la primera. La existencia de limbo no es dogma de fe (919).

El limbo es el lugar o estado de los que han muerto sólo con el pecado original. No pueden entrar en el cielo; ni tampoco ir al infierno ni al purgatorio, pues no tienen pecados personales . El limbo es una conclusión teológica defendida hoy por casi todos los teólogos católicos . (Últimamente se descrepa de esto: año 2007 Anotación del editor)

Al bautizar a un niño conviene ponerle un nombre que no sea ajeno al sentir cristiano .

Estos nombres son los de Jesús, de la Santísima Virgen en sus principales advocaciones y devociones, y de los santos.

El patrocinio de un santo ofrece un modelo de caridad y asegura su intercesión .

Al hijo bautizado hay que educarle cristianamente con la palabra y con el ejemplo (rezar habitualmente en casa, ir a misa los domingos y fiestas de precepto, confesar con frecuencia, vivir la justicia social, cumplir las obligaciones profesionales, respetar los bienes ajenos, ser responsable en la vida pública y social, etc.); y cuando llegue al uso de razón debe preparársele bien a la Primera Comunión .

Para darle una buena formación cristiana conviene llevarlo a la catequesis parroquial , ponerlo en un colegio donde se le enseñe la Religión Católica, seguir de cerca la formación religiosa que recibe en el colegio, formarle rectamente la conciencia (descubrirle el valor del cumplimiento del deber, acostumbrarle a ayudar a los demás, hacerle ver que las cosas no son buenas o malas porque las hagan muchos o pocos, etc.)

Para ayudar a la educación cristiana del bautizado se eligen los padrinos que suplen a los padres, si éstos faltan. Para que puedan ejercer bien su cometido, deben llevar una vida congruente con la misión que van a asumir, no estar impedidos por el derecho de la Iglesia, tener conciencia de que su misión no es un mero trámite, sino que deben estar dispuestos a cumplirla honradamente; por lo cual deben ser católicos practicantes, aceptar la doctrina del Magisterio de la Iglesia, no militar en partidos políticos que tienen una ideología opuesta al Evangelio, realizar su trabajo profesional según criterios morales y no incompatibles con la enseñanza de la Iglesia Católica.

Privar a los hijos del bautismo y de la educación católica pensando que así se les deja con mayor libertad para que ellos elijan de mayores, es tan absuuuuuurdo como el no enseñarles ninguna lengua, para que así, de mayores puedan ellos elegir la lengua que prefieran. Lo lógico es que los padres transmitan a sus hijos todos los bienes que ellos tienen: educación, cultura, lengua y fe. Después, de mayores, cada cual hace suyo todo esto libremente o lo rechaza responsablemente. La inhibición de los padres en este punto puede después ser censurada por sus propios hijos.

Según documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el bautismo debe administrarse en la niñez, debiendo asegurarse una verdadera educación en la fe y en la vida cristiana . Si a un niño le tocara una gran herencia, los padres la aceptarían enseguida para que empiece a disfrutarla, y no esperarían a que fuera mayor. El bautismo vale más que la mayor de las herencias. Para hacer un gran favor a alguien no hay que pedirle permiso. A un niño se le vacuna sin pedirle permiso.

El encargado de bautizar es el párroco; pero, si hay peligro de que el niño muera antes de que llegue el sacerdote, debe bautizarlo cualquiera, hombre o mujer, aunque no sea católico, y aunque ni siquiera esté él mismo bautizado . Basta con que tenga uso de razón y quiera hacer lo que instituyó Cristo (920).

Para bautizar se derrama agua natural sobre la cabeza del niño, diciendo, con intención de bautizar: Yo te bautizo el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo . Las palabras se pronuncian al mismo tiempo que se derrama el agua. Ésta debe mojar la piel de la cabeza y correr por ella . A ser posible, delante de dos testigos. Con todo, si después el niño sale de peligro, hay que llevárselo al párroco, explicándole lo ocurrido, para que complete los requisitos que faltan.

Pero el bautismo sólo se puede recibir una vez, pues imprime carácter y deja el alma sellada para siempre.

Voy a añadir aquí algunas normas sobre el bautismo de urgencia .

Aunque no es frecuente que tenga que realizarse, pues en las clínicas suele haber gente que tiene mucha práctica en hacerlo, me basta que por darlas a conocer aquí pueda una persona más conseguir la gloria eterna. La Iglesia desea que se bauticen los fetos abortivos. Así lo manda en el Código de Derecho Canónico.

Cuando en un aborto se está cierto de que se trata de un ser humano vivo, se bautiza absolutamente según la fórmula que acabo de indicar.

Pero si hay duda, se hace bajo condición: «Si eres capaz...», «si vives...».

Especial dificultad presentan las molas o embriones. Para bautizarlos se pueden coger con las dos manos y con los dedos rasgar la envoltura que los rodea y sumergirlos en un recipiente con agua de modo que ésta toque todo el contenido, pronunciando la fórmula la misma persona que hace esta acción.

Cuando el feto presenta figura humana se bautiza la cabeza. Si presenta señales de vida, con la fórmula ordinaria. Si se duda de que viva, se hace bajo condición. Solamente en caso de cierta y plena corrupción se ha de omitir el bautismo. Si el feto tiene forma monstruosa debe bautizarse siempre, al menos bajo condición. Y si se duda de si es uno o varios, bautizar uno absolutamente y los otros bajo condición. Si es claro que se trata de varias personas unidas entre sí, se bautiza cada uno por separado.

Si por las dificultades del parto hay peligro de que el niño muera antes de salir, debe bautizarse en el seno materno; y si lo primero que sale es una mano o un pie, bautícese ahí, y después, si nace con vida, bautícese de nuevo en la cabeza, bajo condición. Y si la madre muere antes de que el niño nazca, el feto debe ser extraído por aquellos a quienes corresponda, y bautizado, absolutamente si ciertamente vive, o bajo condición si es dudoso que viva : no se olvide que el feto humano puede sobrevivir a la madre una o varias horas, según los casos .

El bautismo es necesario para salvarse . Pero en caso de imposibilidad, puede ser suplido por el bautismo de deseo, por lo menos implícito, el cual se contiene en un acto de sincero amor a Dios . Y es claro que el martirio es un acto excelente de amor a Dios .

¿Los que padecen la muerte a causa de la fe, los catecúmenos y todos los hombres que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad, se salvan aunque no hayan recibido el bautismo (921).

La necesidad del bautismo para salvarse está claro en el Evangelio. Le dice Jesucristo a Nicodemo : «El que no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios»(922).

Pero desde los primeros siglos del cristianismo, en la Iglesia, se habla del bautismo de deseo ; pensando no sólo en los catecúmenos que morían antes de recibir el bautismo, sino también en todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscaba la verdad y hacía la voluntad de Dios según él la conocía; pues se podía suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el bautismo si hubiesen conocido su necesidad . El bautismo de deseo lo amplía hoy la Iglesia a todos los infieles que nunca faltaron a su conciencia y estuvieron siempre en disposición de hacer lo que Dios les pidiera.

Para éstos Dios tiene que tener el modo de que puedan salvarse.

Así opinaba Santo Tomás.

Los adultos que reciban el bautismo deben tener inteción de recibirlo.

Confirmación

97,3.- La confirmación es un sacramento por el que, con la unción del santo crisma , hecha en la frente con la mano del ministro, y las palabras prescritas, se concede a los bautizados el Espíritu Santo para creer firmemente, ser testigos de Cristo en las palabras y las obras, y defender intrépidamente la fe que recibimos en el bautismo.

El sacramento de la confirmación nos hace madurar como cristianos, nos perfecciona como persona humana, y nos hace mejores templos del Espíritu Santo.

Este sacramento, de ordinario, lo administra el Sr. Obispo; pero si él lo delega, puede administrarlo un sacerdote .

La gracia recibida en el bautismo debemos fortalecerla con el sacramento de la confirmación . Así podremos cumplir mejor los deberes del cristiano, y vencer las dificultades que se nos presenten en el camino de nuestra salvación. La vida cristiana está en abierta oposición con la vida mundana. El cristiano vive en tensión continua:

en el interior lucha contra las malas inclinaciones, y en el exterior contra el mundo y el demonio. La confirmación imprime en el alma el carácter de soldado de Jesucristo , y vigoriza para el combate cristiano. La confirmación nos vincula más perfectamente con la Iglesia. Nos enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo.

Es un obligarse más seriamente a difundir y defender la fe de palabra y de obra . En el n 75 te hablé del apostolado de los seglares.

La confirmación hay que recibirla en estado de gracia . El que recibe la confirmación, a sabiendas, en pecado grave comete un sacrilegio. Si el confirmado tiene uso de razón , debe estar suficientemente instruido en la Religión Católica.

Penitencia

 

El más allá
98,1 - 106,2

98.- EL QUE PECA MORTALMENTE Y MUERE SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES SE VA AL INFIERNO.

98,1. Vive siempre como quien ha de morir , pues es certísimo que, antes o después, todos moriremos.

En la puerta de entrada al cementerio de El Puerto de Santa María se lee: «Hodie mihi, cras tibi» que significa: «Hoy me ha tocado a mí, mañana te tocará a ti». Esto es evidente. Aunque no sabemos cómo, ni cuándo, ni dónde; pero quien se equivoca en este trance no podrá rectificar en toda la eternidad. Por eso tiene tanta importancia el morir en gracia de Dios. Y como la vida, así será la muerte: vida mala, muerte mala; vida buena, muerte buena. Aunque a veces se dan conversiones a última hora, éstas son pocas; y no siempre ofrecen garantías. Lo normal es que cada cual muera conforme ha vivido .

Es impresionante la muerte de Voltaire (Francisco M Arouet). Murió la noche del 30 al 31 de mayo de 1778, a los ochenta y cuatro años de edad. Fue un hombre impío y blasfemo. En la hora de la muerte pidió un sacerdote, pero sus amigos se lo impidieron. Murió con horribles manifestaciones de desesperación, bebiéndose sus propios excrementos, como cuenta la marquesa de Villate, en cuya casa murió (962).

Con la muerte termina para el hombre el estado de viajero, y se llega al término que permanecerá inmutable por toda la eternidad. Más allá de la muerte no hay posibilidad de cambiar el destino que el hombre mereció al morir. Después de la muerte nadie puede merecer o desmerecer. Ha terminado para el alma el estado de vía y ha entrado para siempre en el estado de término .

Hay personas que se acomodan en esta vida como si ésta fuera para siempre y definitiva . Esto es una equivocación. Debemos vivir en esta vida orientados a la otra, a la eterna, que es realmente la definitiva. Por lo tanto debemos aprovechar esta vida lo más posible para hacer el bien.

En la muerte se separa el alma del cuerpo . El cuerpo va a la sepultura y allí se convierte en polvo.

El alma, en cambio, constitutivo esencial de la persona, sigue viviendo.

En el mismo instante de la muerte Dios nos juzga . Esto es dogma de fe (963). Inmediatamente después de la muerte los que mueren en pecado mortal actual se van al infierno; y al cielo -después de sufrir la purificación, los que la necesiten- las almas de todos los santos .

Dice San Pablo: «Cada cual dará a Dios cuenta de sí» (964) «Dios dará a cada uno según sus obras» (965).

Si hemos muerto en paz con Dios, sin pecado mortal, el alma es destinada a ser eternamente feliz en el cielo; pero si hemos muerto en pecado mortal, es destinada a ser eternamente desgraciada en el infierno.

Dice San Juan : «Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida; y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (966).

El hombre materialista es vencido por la muerte. Sólo Dios nos da la vida eterna. La fe y la fidelidad a Dios es el supremo modo de vivir en esta vida, y de esperar con ilusión la eternidad.

 

99.- EL INFIERNO ES EL TORMENTO ETERNO DE LOS QUE MUEREN SIN ARREPENTIRSE DE SUS PECADOS MORTALES.

99,1. El infierno es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno. La existencia del infierno eterno es dogma de fe. Está definido en el Concilio IV de Letrán (967). Siguiendo las enseñanzas de Cristo , la Iglesia advierte a los fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, llamada también infierno .

«Dios quiere que todos los hombres se salven» (968).

Pero el hombre puede decir no al plan salvador de Dios, y elegir el infierno viviendo de espaldas a Él. El pecado es obra del hombre, y el infierno es fruto del pecado. El infierno es la consecuencia de que un pecador ha muerto sin pedir perdón de sus pecados . Lo mismo que el suspenso de una asignatura es la consecuencia de que el estudiante no sabe.

Jesucristo habla en el Evangelio quince veces del infierno, y catorce veces dice que en el infierno hay fuego . Y en el Nuevo Testamento se dice veintitrés veces que hay fuego. Aunque este fuego es de características distintas del de la Tierra, pues atormenta los espíritus , Jesucristo no ha encontrado otra palabra que exprese mejor ese tormento del infierno, y por eso la repite. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe dijo, el 17 de mayo de 1979, que «aunque la palabra "fuego" es sólo una "imagen", debe ser tratada con todo respeto».

En el infierno hay otro tormento que es el más terrible de todas las penas del infierno . Según San Juan Crisóstomo , es mil veces peor que el fuego (969).

San Agustín dice que no conocemos un tormento que se le pueda comparar (970).

Los teólogos lo llaman pena de daño . Es una angustia terrible, una especie de desesperación suprema que tortura al condenado, al ver que por su culpa perdió el cielo, no gozará de Dios y se ha condenado para siempre. La Biblia pone en boca del condenado un grito terrible: «Me he equivocado» (971).

Ahora, como no entendemos bien ni el cielo ni el infierno, no comprendemos esta pena, pero entonces veremos todo su horror .

No hay que confundir «el infierno» con «los infiernos» a los que fue Cristo después de morir.

Rezamos en el credo de los Apóstoles: «Descendió a los infiernos».

Aquí «los infiernos» se refiere al «lugar de los muertos», como se dice en el Canon IV de la Misa. Era el «Sheol» para los judíos. Allí fue Cristo a anunciarles la Redención. A la morada de los muertos también la llamamos «el limbo de los justos» (972).

Los Testigos de Jehová niegan la existencia del infierno basados en que Cristo , a veces, empleó la palabra «sheol» que significa tumba.

Pero la palabra «sheol» significa infierno en el sentido teológico, pues si las almas de los justos son librados por Dios del «sheol», éste no podemos considerarlo como domicilio común de todos los muertos . Pero la doctrina católica sobre la existencia del infierno no se basa en palabras metafóricas que Cristo pudo emplear en alguna ocasión, sino en la doctrina que desarrolló repetidas veces en sus enseñanzas, tal como se contiene en el Evangelio.

99,2. El infierno es la negación del amor y el fracaso de nuestra libertad . El infierno es la condenación eterna. Es el fracaso definitivo del hombre. Aquel que, con plena conciencia de lo que hace, rechaza la palabra de Cristo y la salvación que le ofrece; o quien , luego de aceptarla, se comporta obstinadamente en contra de su ley; o aquel que vive en oposición con su conciencia: éstos tales no llegarán a su destino de bienaventuranza y quedarán, por desgracia suya, alejados de Dios para siempre .

Puede ser interesante mi vídeo «El infierno: fracaso definitivo».

A algunos, que no han estudiado a fondo la Religión, les parece que siendo Dios misericordioso no va a mandarnos a un castigo eterno . Sin embargo, que el infierno es eterno es dogma de fe (973).

Pero hemos de tener en cuenta que Dios no nos manda al infierno; somos nosotros los que libremente lo elegimos. Él ve con pena que nosotros le rechazamos a Él por el pecado; pero nos ha hecho libres y no quiere privarnos de la libertad que es consecuencia de la inteligencia que nos ha dado. Jesucristo nos enseñó clarísimamente la gran misericordia de Dios. Pero también nos dice que el infierno es eterno. Cristo afirmó la existencia de una pena eterna, entre otras veces, cuando habló del juicio final: «Dirá a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo» (974).

Y después añade que los malos «irán al suplicio eterno y los justos a la vida eterna» (975).

Es dogma de fe que existe un infierno eterno para los pecadores que mueran sin arrepentirse.

Aunque Dios es misericordioso, también es justo. Dice la Sagrada Escritura: «Tan grande como ha sido mi misericordia, será también mi justicia» (976).

Y su misericordia no puede oponerse a su justicia.

Como es misericordioso, perdona siempre al que se arrepiente de su pecado; pero como es justo, no puede perdonar al que no se arrepiente.

La justicia exige reparación del orden violado. Por lo tanto, el que libre y voluntariamente pecó y muere sin arrepentirse de su pecado, merece un castigo. Y este castigo ha de durar mientras no se repare la falta por el arrepentimiento; pues las faltas morales no se pueden reparar sin arrepentimiento. Sería una monstruosidad perdonar al que no quiere arrepentirse.

Dice Santo Tomás que Dios no puede perdonar al pecador sin que éste se arrepienta previamente (977).

Ahora bien, como la muerte pone fin a la vida, el arrepentimiento se hace ya imposible , porque después de la muerte ya no habrá posibilidad de arrepentirse (978).

Después de la muerte no se puede merecer nada: con la muerte se acaba el tiempo de merecer (979).

La falta del pecador que murió sin arrepentirse queda irreparada para siempre, luego para siempre ha de durar también el castigo .

En el infierno no es posible el arrepentimiento, lo mismo que en el cielo no es posible pecar . Los bienaventurados del cielo se sienten tan atraídos por el amor de Dios, que el atractivo del pecado les deja indiferentes .

Dios es infinitamente justo y no puede quedar indiferente ante las maldades que se hacen en este mundo. Cómo van a estar lo mismo en la otra vida, el asesino, el ladrón, el egoísta y el vicioso, que el honrado y caritativo con todo el mundo» Evidentemente tiene que haber un castigo para tanta injusticia, tanto crimen y tanta maldad como queda en este mundo sin castigo. El temor al infierno no es el mejor motivo para servir a Dios. Es mucho mejor servirle por amor, como a un Padre nuestro que es. Pero somos tan miserables que a veces no nos bastará el amor de Dios, y conviene que tengamos en cuenta el castigo eterno, porque es una realidad. Cristo nos lo avisa para que nos libremos de él.

Se oye decir de labios irresponsables: Hoy a la juventud no le interesa la religión del miedo o de las seguridades . Depende: tener miedo a cosas irreales es de idiotas; pero cerrar los ojos a los peligros reales es de imbéciles. Lo mismo: buscar seguridades ficticias es de idiotas; pero despreciar seguridades reales y preferir inseguridades, es de imbéciles.

El concepto de eternidad se opone al concepto de tiempo, que supone un antes y un después. La eternidad supone una duración ilimitada, una permanencia interminable . Una imagen que puede ayudar a entender la eternidad es un reloj pintado a las nueve en punto. Por mucho que esperemos, nunca señalará las nueve y cinco.

99,3. Debemos pedir a Dios muy a menudo que nos proteja en las necesidades de la vida. Dios tiene en su mano todos los acontecimientos de la vida y los gobierna con amorosa Providencia.

Dios está siempre presente en nuestras vidas. Nos ayuda y protege continuamente. Pero muchas personas sólo se acuerdan de Él cuando lo necesitan. Lo mismo pasa con el aire, que sólo nos acordamos de él cuando nos falta para respirar.

Sabemos que Dios es bueno y cuida de nosotros; aunque a veces no entendamos su Providencia.

Fiémonos de Él que está arriba y ve más. El que está en la cumbre señala mejor el camino de la subida que el que está abajo, que no ve que el camino que él cree mejor está cortado por un precipicio tras una peñas. El buen padre de familia quita a su hijo de botones para que aprenda un oficio. De momento deja de ganar unas pesetas; pero de botones sólo aprende a llevar cartas y a cerrar puertas, y cuando, por la edad, tenga que dejar el oficio, será un hombre inútil. Aprender un oficio es a la larga mucho mejor. Dios nos guía como un padre de familia a sus hijos.

El infierno existe, no porque lo quiera Dios, que no lo quiere; sino porque el hombre libre puede optar contra Dios. No es necesario que sea una acción explícita. Se puede negar a Dios implícitamente, con las obras de la vida. Si negamos la posibilidad del hombre para pecar, suprimimos la libertad del hombre. Si el hombre no es libre para decir NO a Dios, tampoco lo sería para decirle SI. La posibilidad de optar por Dios incluye la posibilidad de rechazarlo .

El gran misterio del infierno es que aunque Dios desea la salvación de todos los hombres, nosotros somos capaces de condenarnos. Dios nos ha creado libres y quiere que nos comportemos como tales. Negar la posibilidad de condenarnos es negar la libertad del hombre. Es anular al hombre. Afirmar que existe el infierno es tomar en serio la libertad del hombre. Dios ofrece la salvación, no la impone. El infierno es el respeto de Dios por tu última voluntad. Si tú libremente elegiste el pecado, mientras no te retractes, Dios te respeta. Y como con la muerte se acaba tu libertad, no cambiarás eternamente.

99,4. Se presenta el problema del mal .

El mal es un misterio que supera el entendimiento humano. Nos debe bastar el saber que Dios saca bienes de los males . Por ejemplo, para que el pecador reconozca su falta y se arrepienta; para que el justo expíe sus faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el cielo, y dé buen ejemplo al prójimo con su paciencia; para que los hombres vivan más despegados de las cosas de la Tierra, porque esta vida es tiempo de prueba y no de premio, etc.

A veces, es difícil consolar a unos padres que han perdido a su niño angelical. Pero no podemos olvidar que Dios es padre amorosísimo, y no permite nada que no sea en bien nuestro. Dios conoce el futuro, y sabe si esa criatura angelical va a perseverar así o se va a torcer con gran daño para sí y para sus padres. Puede ser que la muerte angelical de ahora sería muy diferente el día de mañana.

Confiemos en que los planes de Dios son siempre para nuestro mayor bien.

Puede ser que en un caso concreto, no alcancemos a ver el bien que Dios saca de ese mal. Pero ya nos dice San Pablo que para los que aman a Dios, todo coopera en su bien .

Dios en su infinita Sabiduría subordina un bien inferior a un bien superior, el bien material al espiritual, el físico al moral, el profano al religioso, el terreno al celestial; porque no estamos hechos para la tierra sino para el cielo, no para el tiempo sino para la eternidad .

Sin negar el problema del mal, vamos a dar algunas ideas aclaratorias.

Mal es la carencia de un bien debido. Para la piedra no es un mal el no poder ver, pero sí lo sería para mí. En cambio para mí no es mal no tener alas, pero sí lo sería para un águila. Por eso dice Santo Tomás que el mal no es cualquier carencia de un bien, sino la carencia de un bien propio de una determinada criatura.

El único mal absoluto es el infierno: Todos los demás males son relativos: para unos sí, y para otros no; en un sentido sí y en otro no. Un terremoto puede ser un mal para mí, que en él he perdido mi casa y algunos seres queridos; pero no lo es para la Tierra que ha conseguido más estabilidad en su masa. Una enfermedad es un mal para mí en el sentido de que me hace sufrir, pero puede ser un bien si con ella me santifico y merezco más para el cielo.

En el hombre el mal físico produce dolor, y el mal moral es producido por el pecado. El mal físico es consecuencia de las leyes de la Naturaleza. El mal moral es consecuencia del mal uso de la libertad humana. Para evitar el mal moral, Dios tendría que quitar la libertad al hombre. Todo hombre libre es capaz de pecar . Y un hombre sin libertad dejaría de ser hombre. La libertad para ser bueno o ser malo es lo que hace meritorio ser bueno . Y hacer méritos para la vida eterna, es para lo que Dios nos ha puesto en la Tierra. Dice San Pablo : «Sabemos que Dios hace converger todas las cosas para el bien de aquellos que le aman» (980).

Si Dios impidiera al hombre hacer el mal, violentaría su libertad.

Dios tiene sus razones para permitir el mal. A nosotros nos basta con saber que Dios tiene Providencia, aunque desconozcamos sus caminos. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna .

Evidentemente que Dios pudo haber hecho un mundo con otras leyes físicas. Pero todo mundo imaginable es perfectible. Para no poder ser superado hay que ser Dios, que es el único ser Omniperfecto. Dios ha pensado que este mundo es suficientemente bueno para que en él viva el hombre, y gane la gloria eterna que es el fin para el cual ha sido creado.

Pero, sobre todo, la respuesta al dolor es Cristo , que quiso pasarlo primero para animarnos a sufrir. Como la madre que prueba primero la sopa delante del niño, que no quiere comer, para animarle. El sufrimiento humano, individual o colectivo, a veces sólo tiene una respuesta: Cristo crucificado.

La Redención de la humanidad se ha hecho por el dolor. Por eso muchos santos han amado el dolor. El calvario se ha convertido en la meta ideal, según aquello de San Pablo que «no quería gloriarse de otra cosa que no fuera la cruz de Cristo» (981).

Y por extraña paradoja, el sufrir por amor a Cristo es una fuente inefable de consuelo. También lo dijo San Pablo : «Sobreabundó de gozo en medio de mis tribulaciones» (982).

Y es que el sacrificio realizado por amor pierde toda su dureza.

Incluso se convierte en alegría cuando se ama de verdad . Y además, la esperanza de la gloria. El dolor pasará, las tribulaciones se acabarán, el sufrimiento se extinguirá para siempre. Y todo ello quedará substituido por una sublime e incomparable gloria que no terminará jamás . Por eso dice San Pablo : «qué tienen que ver las amarguras y tribulaciones de la tierra si las comparamos con la inmensa gloria que nos aguarda en la eternidad»» (983).

El cristiano no permanece pasivo ante el dolor propio o ajeno, y procura prevenirlo con todos los medios lícitos de que dispone. (...)

Cuando los recursos humanos se han venido abajo, cuando la CIENCIA Y EL AMOR SE HAN DECLARADO IMPOTENTES, EL CRISTIANO TIENE TODAVÍA un refugio. Para él, el cielo no está vacío. En él vive un Dios bueno,sabio y omnipotente del cual dependen todos los acontecimientos de la vida y todos los fenómenos del universo. Un Dios que conoce nuestras miserias y oye nuestras voces de auxilio, y puede, si le parece bien, socorrernos y consolarnos.

Y cuando la oración no es oída enseguida, el cristiano no se desanima.(...) Sabe aceptar con serena resignación los designios inescrutables de Dios, que es el más amoroso de los padres .

99,5. Todas las cosas tienen pros y contras . La electricidad nos trae muchos bienes (iluminación, telecomunicación, motores, etc.); pero también puede provocar un incendio por cortocircuito y matar por electrocución. A pesar de los peligros que supone la electricidad no por eso dejas de poner en tu casa instalación eléctrica. El mundo que Dios ha hecho tiene muchas cosas buenas, pero a veces ocurren adversidades y contratiempos. Son consecuencias de que el mundo es un ser en evolución. La dinámica de la evolución provoca contrastes y conflictos . A veces ocurren cosas que no comprendemos. Pero es absurdo querer entender a Dios al modo humano. Es como si un animal quisiera entender las ideas filosóficas humanas: es imposible. Es lógico que el hombre no entienda a veces el proceder de Dios. A nosotros nos basta saber que Dios es Padre, y permite el sufrimiento para nuestro bien. Lo mismo que una madre le pone a su hijo una inyección que éste necesita, aunque le duela. Dios deja actuar las leyes de la naturaleza y la libertad de los hombres, y no los mueve como el jugador de ajedrez las piezas.

Sin embargo, ha de ser un consuelo para nosotros saber que en igualdad de circunstancias, en el cielo gozan más, los que más han sufrido en este mundo con cristiana resignación. Es consolador saber que el sufrir pasa, pero el premio de haber sufrido por amor a Dios durará eternamente . En el cielo bendeciremos a Dios por aquellos sufrimientos que nos han merecido tanta gloria eterna .

No nos engañemos con el aparente triunfo de algunos malos. En primer lugar, porque el triunfo del malo se limita a esta vida, donde la experiencia enseña que no se da triunfo completo y libre de mal. Pero, sobre todo, porque el que peca es un fracasado para la eternidad, que es donde el fracaso es completo e irremediable. El único que triunfa es quien se salva.

 

100.- EL CIELO ES LA FELICIDAD CON QUE DIOS PREMIA ETERNAMENTE A LOS QUE MUEREN EN GRACIA DE DIOS.

100,1. El cielo es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno.

«La Iglesia ha definido como dogma de fe la existencia y eternidad de cielo» (984).

«El cielo es primordialmente un "estado". Es un modo de existir. El espacio es para las cosas materiales. Los espíritus, para existir, no necesitan de un lugar. Pero es necesario además suponer que el cielo se halla localizado en algún "lugar" aunque no sepamos decir dónde está . No hay más solución que decir, que, de uno u otro modo, el cielo es un lugar de gloria» (985).

En el cielo, los buenos viven con Dios eternamente felices. Éste es el único modo de ser del todo feliz .

Para Platón la felicidad está en amar la Belleza, y para Aristóteles en conocer la Verdad. Como en Dios está la Suprema Belleza y Verdad, en el disfrute de Dios está la verdadera felicidad. Y esto es el cielo . Por eso dice San Agustín : Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti .

Puede ser interesante mi vídeo «El cielo: la felicidad de amar».

100,2. Dios ha hecho al hombre para el cielo. Por eso aquí en la Tierra ningún hombre encuentra esa felicidad completa que tanto busca.

Goethe afirmaba de sí mismo: «Se me ha ensalzado como a uno de los hombres más favorecidos por la fortuna. Pero en el fondo de todo ello no merecía la pena, y puedo decir que en mis setenta y cinco años de vida no he tenido cuatro semanas de verdadera felicidad. Ha sido un eterno rodar de una piedra que siempre quería cambiar de sitio» (986).

Los ricos y los pobres, los de arriba y los de abajo, todos los hombres, en sus momentos de sinceridad, reconocen que no encuentran la felicidad que los sacie, aunque hayan tenido de todo y hayan gozado de todo. Y es que «la aspiración fundamental del hombre no puede saciarse con la posesión de un objeto, el hombre no puede alcanzar su felicidad plena en una relación sujeto-objeto, sino en una relación yo-tú, es decir, en la relación con una persona»(987).

Incluso en este mundo la mayor felicidad está en el amor. No precisamente el amor-lujuria, sino el amor espiritual. El amor brota ante la presencia de lo bueno, de lo bello. En el cielo la posesión intuitiva del Bien infinito -Dios- nos proporcionará, por el amor, una felicidad insuperable.

Lo mismo que por más que te explique un cosmonauta la sensación de ingravidez que él siente en el espacio, no puedes entenderla como él, así es imposible que un pecador comprenda a Santa Teresa cuando habla de la felicidad del amor de Dios.

La felicidad del cielo es difícil que la comprendamos con nuestra mentalidad terrena. Es como hablarle a un ciego de colores, o a un sordo de música. Ya lo dijo San Pablo : «Ni ojo vio, ni oído oyó, ni ha concebido jamás el corazón humano la felicidad que Dios tiene preparada para los que le aman» (988).

La única felicidad completa, verdadera y definitiva está es el cielo.

Por eso la salvación eterna es el problema más importante que el hombre tiene que resolver en esta vida. Es un asunto difícil, pero a nosotros mismos nos interesa que salga bien. Si me sale mal, yo seré el que me hunda para siempre.

En el cielo conoceremos todo lo que nos interese sobre nuestra familia, amigos, etc. Incluso todas maravillas de la ciencia en todas las ramas del saber humano . Y como en el cielo no se puede sufrir, los bienaventurados no sufren viendo sufrir a sus seres queridos, pues ven los bienes que se siguen de ese sufrimiento. Pero sin duda pedirán a Dios que alivie sus penas y les de fuerzas y resignación para sobrellevarlo todo .

Los Testigos de Jehová dicen que sólo se salvan 144.000 porque es el número que da el Apocalipsis (989).

Pero todo el que sabe un poco de Estudios Bíblicos conoce que los números en la Biblia tienen un valor simbólico. No pretenden la exactitud. Como cuando decimos «te he llamado mil veces» lo que queremos decir es «muchas veces»; y cuando dices «llevo esperándote tres horas» quieres decir mucho rato, y no precisamente ciento ochenta minutos.

Hay números simbólicos como el 7, el 12, el 40. Setenta veces siete.

Cuarenta días de ayuno. Doce apóstoles. Doce tribus de Israel.

Los 144.000 son 12.000 por cada una de las doce tribus de Israel. Doce es símbolo de plenitud y mil de multitud. Por eso el Apocalipsis dice unas líneas después que «era una gran muchedumbre que nadie podía contar» (990).

Y San Pablo : «Dios quiere que todos los hombres se salven» (991).

Y Cristo encargó a los Apóstoles: «Predicad a toda criatura..., el que crea se salvará» (992).

Esta doctrina de los Testigos de Jehová ha sido tan refutada que ellos mismos buscan otra interpretación del texto y van admitiendo que son muchos más los que se salvan .

Incluso los que, sin culpa suya, no son cristianos pero han permanecido fieles a la voz de su recta conciencia, participarán de la felicidad eterna con el Señor, pues la acción invisible del Espíritu Santo en sus corazones, los unirá al misterio pascual de Jesucristo .

Dice Santo Tomás que el que no conoce la religión verdadera sin culpa suya, pero ha procurado vivir conforme a su conciencia haciendo el bien y evitando el mal, según sus alcances, hay que creer certísimamente que Dios buscará el modo de iluminarle antes de morir para que pueda salvarse (993).

Dice el Concilio Vaticano II: «Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero se esfuerzan en cumplir con su conciencia pueden conseguir la salvación eterna»(994).

La Divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa suya ignoran el conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan en llevar una vida recta .

En cambio, el instruido suficientemente en la religión católica que rechace a la Iglesia Católica no podrá salvarse .

100,3. Para salvarse y ganar el cielo, es necesario servir a Dios y guardar los mandamientos . Esto cuesta trabajo, porque nuestras inclinaciones al pecado son muy fuertes, y el demonio -que nos envidia y quiere condenarnos con él- nos pone trampas de tentaciones para que caigamos. Sin embargo, podemos vencer al demonio y a nuestras pasiones. Todo es posible para el que ora . Si se lo pido mucho al Señor y a la Virgen, si confieso y comulgo con frecuencia, y procuro apartarme de las ocasiones de pecar, será casi cierto que me salvaré.

Tenemos en nuestra mano los medios necesarios y suficientes para alcanzar la salvación: quien los pone en práctica convenientemente se salva. Para no apartarse del camino de la salvación en muy conveniente hacer todos los años Ejercicios Espirituales. Hay además tres cosas muy eficaces para conseguir una buena muerte:

comulgar los Primeros Viernes de mes, los Primeros Sábados, y rezar todas las noches tres Avemarías a la Santísima Virgen, que son prenda de salvación eterna. Aunque, naturalmente, todas las devociones son inútiles si no tenemos sincero deseo de servir a Dios y hacer el bien.

Es necesario pedir mucho nuestra salvación eterna. Quien pide salvarse, con insistencia y de corazón, es cierto que se salvará y, por el contrario, quien no lo pide, no se salvará, ordinariamente hablando. Dice San Alfonso María de Ligorio : «Todo el negocio de la salvación depende de la oración; si no oráis, vuestra condenación será cierta».

100,4. El misterio de la predestinación consiste en la coordinación de la Sabiduría, Bondad y Justicia de Dios, con nuestra libertad. Para nosotros la coordinación de estas cuatro cosas es un misterio.

Pero comprendemos que Dios puede coordinarla. Vamos a intentar dar un poco de luz:

A veces se oye preguntar: «Si Dios es bueno, por qué me crea sabiendo que me voy a condenar» Me hubiera hecho un favor no creándome». Te equivocas. No creándote no te hace ningún favor. Si no existes, no puede hacerte favores. En cambio, al crearte te da el billete de entrada para el cielo, lo cual es un bien inmenso. Si tú rompes esa entrada no es culpa de Dios, sino exclusivamente tuya. Él ya hizo bastante comprándote esa entrada a costa de su vida. Vas a dudar de su Bondad»

Si Dios no creara a los que se van a condenar, haría un perjuicio a los posibles descendientes de esos hombres, que podrían ser excelentes, salvarse y ser eternamente felices.Todos podemos tener en nuestros ascendientes alguno que se haya condenado. Si para que él no se condene, Dios no lo crea, tampoco hubiéramos existido nosotros, y nos veríamos privados de la felicidad eterna que esperamos conseguir.

Si tú quieres condenarte, no por eso va Dios a privar de la felicidad eterna a tantos seres descendientes tuyos (hablo en general) que se querrán salvar y ser eternamente felices .

Además, si Dios creara sólo a los que se iban a salvar, entonces los hombres, seguros de su salvación a última hora, se despreocuparían de hacer buenas obras. El riesgo de la condenación estimula a practicar el bien. Con esto se aumenta el premio eterno. Y Dios considera que esto es motivo suficiente para permitir que otros voluntariamente prefieran ir por el camino de la condenación.

Es verdad que Dios podría enviarnos la muerte aprovechando un momento en que estemos en gracia, o antes de que tengamos uso de razón, si nunca vamos a tener un buen momento. Pero Dios hace plan de dar a cada uno un tiempo de vida determinado, y no lo cambia. Si Dios subordinara el momento de la muerte de cada uno a esperar que esté en gracia, como esto depende de la voluntad del hombre, sería el hombre el que, de alguna manera, determinaría el momento de morir. Y es impropio de Dios subordinarse a los caprichos de la criatura.

Con todo, no es inútil pedir a Dios la curación de un enfermo grave.

Pues como Dios sabía que se iba a pedir por él, pudo, desde la eternidad, teniendo en cuenta esas oraciones, señalar el momento de morir más conveniente.

Debemos tener confianza de que todo lo que Dios hace o permite es en bien nuestro . Todo por amor a nosotros, aunque algunas veces con nuestro pequeño entendimiento no comprendamos los planes de Dios.

La Divina Providencia consiste en las disposiciones por las que Dios conduce, con sabiduría y amor, todas las criaturas hasta su último fin.

«Dios quiere que todos los hombres se salven» (995), y aa todos les da las gracias necesarias para ello . Es más, si necesitas un millón, Él te da cinco millones. Dijo Cristo: «Yo he venido para que tengan vida sobrenatural, y para que la tengan en abundancia» (996).

Es decir, que con la gracia que te da, te puedes salvar de sobra. Si no te salvas, es porque no quieres. Dios ha querido que tú pongas algo de tu parte. Si no lo quieres poner, la culpa es exclusivamente tuya.

De ninguna manera de Dios, que con lo que te ha dado, tienes de sobra para salvarte.

Por qué deja Dios esto en muestras manos» Porque sin libertad no hay mérito, y sin mérito no hay salvación.

El hombre es esencialmente racional. El ser racional es necesariamente libre (997).

El ser libre implica autodeterminación en la elección del bien y del mal, por lo tanto ser responsable. Para ser responsable hay que ser libre . Esto es lo que hace posible el mérito necesario para la salvación, y al mismo tiempo la culpabilidad del mal que lleva a la condenación. Si Dios suprimiera la libertad, suprimiría al hombre. Que Dios podía haber elegido otro orden de cosas en el que se condenaran menos» De acuerdo! Y, por qué ha elegido éste» No lo sabemos. No lo ha revelado. Es un misterio.

Lo cierto es que en todo orden de hombres libres es lógico que algunos abusen de su libertad; y que en el actual orden de cosas, que nos ha tocado vivir, quien quiere sinceramente salvarse, con la ayuda de Dios, se salva. Nadie se condena sino por su propia culpa (998).

Dios llama a todos a la salvación; pero la respuesta de cada uno es personal y libre. Y Dios respeta esa libertad.

Vamos a poner aquí un resumen de la Doctrina de la Iglesia sobre predestinación:

1.- Dios quiere que todos los hombres se salven .

2.- Cristo murió por todos los hombres sin excepción .

3.- Dios no niega a nadie las gracias necesarias y suficientes para salvarse .

4.- Nadie se condena sin culpa suya .

5.- Todos podemos salvarnos, pues Dios no pide imposibles, sino que hagas lo que puedas y pidas lo que no puedas, que Él te ayudará para que puedas .

6.- La oración bien hecha y la devoción a María son prenda de salvación eterna.

Todos podemos salvarnos, pues Dios así lo quiere . Para eso nos ha puesto en la vida. Esta voluntad de Dios no es absoluta, la cual no admite excepción; sino condicionada, es decir, con la condición de que el pecador se arrepienta de sus pecados. Para que podamos salvarnos nos da los medios suficientes para ello, como son la gracia y los sacramentos. Basta que nosotros queramos utilizarlos y cooperar con la gracia que Dios nos da, cumpliendo los mandamientos.

 

101.- EL PURGATORIO ES EL SUFRIMIENTO DE LAS ALMAS QUE NO SE CONDENAN POR NO HABER MUERTO EN PECADO MORTAL, PERO TIENEN QUE PURIFICARSE, DE ALGÚN RASTRO DE PECADO, ANTES DE ENTRAR AL CIELO

101,1. La existencia del purgatorio es dogma de fe (999).

Esta definido en los Concilios de Lyon y Florencia . También en el Concilio de Trento .

San Pablo indica que hay purificación más allá de la muerte (1000).

Y supone que se puede ayudar a los muertos (1001).

Como los del cielo no lo necesitan, y en el infierno esto ya no es posible, San Pablo se refiere a las almas del purgatorio.

Cristo dice que daremos cuenta de cualquier palabra ociosa (1002), es decir, hasta de las faltas más pequeñas. Pero del infierno no sale nadie (1003), y no parece adecuado un infierno eterno para las faltas pequeñas. Hay pecados que no son para la muerte (1004).

Por otra parte, dice el Apocalipsis que en el cielo no entrará nada manchado (1005).

Luego tiene que haber un medio para purificarse de las pequeñas faltas que no merecen un infierno eterno, pero que con ellas no se puede entrar en el cielo. Eso es el purgatorio.

«Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su salvación eterna, sufren una purificación después de su muerte a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en el gozo de Dios» (1006).

El peor sufrimiento del purgatorio es ver que se retrasa el estar con Dios, que se desea con ansiedad.

Todos debemos ser muy devotos de las almas del purgatorio. Los que están allí sufren mucho hasta que les llegue la hora de entrar en el cielo. No pueden merecer nada para ellos mismos ; pero desde este mundo podemos abreviar sus sufrimientos, ofreciendo por ellos misas, oraciones y buenas obras .

Debemos preocuparnos sobre todo de nuestros parientes difuntos, que quizás estén todavía en el purgatorio . Quien no socorre a las almas del purgatorio merecer ser él también abandonado cuando se muera.

Si logro con misas, oraciones, etc., sacar un alma del purgatorio, tendré en el cielo para siempre un alma agradecida , que se interese por mis cosas y me ayude en mis necesidades .

101,2. Algunas personas buenas, conscientes de lo necesitadas que están las almas del purgatorio, y de lo mucho que les podemos ayudar desde aquí ofreciéndoles sufragios, hacen lo que se llama ¿voto de ánimas? que consiste en renunciar a todo el valor satisfactorio que podemos alcanzar, para ofrecerlo en beneficio de los difuntos, comprometiéndonos a pagar nosotros en el purgatorio todo lo que debamos por nuestros pecados .

Este acto nos hace ganar mucho mérito delante de Dios. La Iglesia lo llama «Acto heroico de caridad» y Jesucristo no puede dejarlo sin premio, pues dijo: «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (1007).

Pues si con esto alcanzamos la misericordia de una buena muerte, qué más queremos?

Para hacer este voto, no hay que rezar ninguna oración especial. Basta con un acto de la voluntad, una ofrenda hecha con el corazón. Pero si se quiere, puede emplearse la oración siguiente:

«Yo te ofrezco, Señor, por las almas del purgatorio, todas las obras satisfactorias de mi vida entera, y todas las que por mí se ofrezcan después de mi muerte. Te las ofrezco en unión de los méritos de Jesús y de María , y en manos de Ella las deposito para que las aplique según su voluntad. Dígnate aceptar este ofrecimiento, y ayúdame a vivir y a morir en tu santa gracia. Amén».

Es aconsejable renovar a menudo este ofrecimiento. De suyo, aunque se llama voto, no es verdaderamente un voto, que obligue bajo pecado, y puede deshacerse en cualquier momento a voluntad del que lo hace.

La excelencia del voto de ánimas puede deducirse del gran número de personas insignes en dignidad, ciencia y santidad que lo han hecho (1008).

102.- EL CIELO Y EL INFIERNO NO SE ACABARÁN PORQUE SON ETERNOS

102,1. Ni en el cielo es posible pecar, ni en el infierno es posible el arrepentimiento . Por eso son eternos.

103.- LLEGARÁ UN DÍA EN QUE EL MUNDO SE ACABE

103,1. Jesucristo habló del fin del mundo repetidas veces en su vida .

Lo que no sabemos es cuándo será ese día. Dijo Jesucristo que nadie sabe el día en que será el fin del mundo .

104.- ENTONCES VENDRÁ LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO FINAL DE TODOS LOS HOMBRES. DIOS DARÁ VIDA A NUESTROS CUERPOS MORTALES

104,1. La resurrección de los muertos es dogma de fe . Está definido en el Concilio IV de Letrán (1009).

Entonces todos seremos presentados «ante el tribunal de Cristo para recibir el premio o el castigo de lo que hayamos hecho en esta vida» (1010).

«Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; y los que hayan hecho el mal, a una resurrección de condenación» (1011). «Los de la izquierda irán al tormento eterno, mas los justos a la vida eterna» (1012).

Cristo es la Cabeza del Cuerpo Místico. La resurrección de la Cabeza, que es Cristo , es prenda de la resurrección de todo el Cuerpo, que somos nosotros.

Cuando llegue el fin del mundo, todos los muertos resucitarán con el mismo cuerpo que tienen ahora , para no volver a morir. Los justos tendrán su cuerpo glorioso, perfecto, y sin los defectos que ahora tenemos . Esto es un milagro. Aunque es difícil de comprender , sabemos que sucederá así, porque es dogma de fe.

«Sería temerario decir que es imposible que Dios conceda al cuerpo resucitado propiedades que ya se encuentran en los elementos que constituyen la materia en nuestros laboratorios. Nadie tiene derecho a negar a Dios esa posibilidad. Dios lo único que no puede hacer es lo absurdo o contradictorio. Esto no es absurdo ni contradictorio; esto tiene base en la ciencia de hoy» (1013).

Según opinión de gran número de teólogos y de Santos Padres, resucitaremos en la plenitud de la vida, con los caracteres de la naturaleza humana en su más pujante, lozano y perfecto desarrollo (1014).

Y sin los defectos que hallamos tenido en esta vida . Pero esto, aunque es opinión teológica muy razonable, no es dogma de fe .

Resucitar con el mismo cuerpo significa recobrar la propia vida en todas sus dimensiones auténticamente humanas: no perder nada de todo aquello que ahora constituye e individualiza a cada hombre .

Resucitaremos con nuestro propio cuerpo , aunque no necesariamente con la misma materia, que ha cambiado repetidas veces a lo largo de toda la vida con el metabolismo. Soy el mismo, pero no lo mismo. Identidad de la persona, no identidad de las moléculas. Soy la misma persona, pero no tengo la misma materia. Resucitaré yo mismo; los átomos que compongan mi cuerpo es lo de menos.

Quizás a muchos la idea de nuestra resurrección se les haga más increíble porque tienen una idea equivocada de ella. Creen que Dios tendría que andar recogiendo los átomos que un día formaron parte de un determinado organismo y están dispersos por todo el mundo para volverlos a juntar y formar de nuevo aquel cuerpo. Pero lo que hace que sea el mismo hombre no es que tenga numéricamente el mismo cuerpo, sino que sea la misma persona. De hecho, a lo largo de la vida, hemos ido renovando todos los átomos de nuestro cuerpo y seguimos siendo la misma persona. La resurrección no es problema de rigurosa identidad corporal, sino de rigurosa identidad personal .

Hoy la Iglesia permite la incineración de los cadáveres , por las dificultades de espacio que hay en los cementerios de las grandes ciudades (1015).

No hay para Dios ningún problema cuando llegue el momento de la resurrección.

El destino de estas cenizas puede ser variado. Mientras la Iglesia o la ley civil no digan otra cosa se puede depositar el cofre con las cenizas en un nicho familiar, o lanzarlas al mar, rajando previamente la bolsa de plástico que las contiene para que se dispersen. Pero siempre tratándolas con todo respeto, según el deseo de la Iglesia.

104,2. Los Testigos de Jehová confunden la resurrección del juicio final con una resurrección a corto plazo. En un libro que publicaron el 1974 titulado ¿Es esta vida todo lo que hay?? dicen en la página 165 que muchas personas que viven hoy no morirán nunca , y que miles de millones de personas que ahora están muertas pronto vivirán de nuevo. Piense en el gozo de poder tener de nuevo la compañía de amigos queridos y parientes amados, oír sus voces familiares y verlos con buena salud (página 175). Engañadas por esta mentira en Quintana de la Serena (Badajoz) me dijeron que una mujer, que tenía a su marido en la tumba, no cerraba la puerta por la noche esperando que él se presentaría de un momento a otro; y en Caravaca de la Cruz (Murcia) me dijeron de otra que después de morir su marido le encargó un traje nuevo para que se lo pusiera cuando volviera del sepulcro. Hay derecho a engañar así a la gente sencilla?

Los Testigos de Jehová hablan de una segunda posibilidad después de la muerte. Pero Jesucristo nunca habló de esta segunda posibilidad, sino que siempre enseñó que la muerte fija definitivamente la suerte eterna de todos los hombres. Por eso las advertencias constantes a estar preparados: «Velad, no sabéis ni el día ni la hora» (1016).

104,3. La resurrección no tiene nada que ver con la reencarnación del hinduismo y del budismo.

La invasión que hemos sufrido en España de predicadores de otras religiones ha ocasionado un tremendo confusionismo en muchas ideas de los católicos. Una de ellas es la reencarnación de los muertos en un animal o en otra persona. Esto es totalmente inaceptable para un católico . Dice la Biblia: «Es destino de los hombres morir una sola vez» (1017).

«El hombre es esencialmente hijo de Dios, lo cual exige el poder conocerle y amarle, y esto no sería posible si se reencarnase en una rana o en un escarabajo. Ni tampoco en otro hombre, pues cada persona es responsable de sus propias obras, y nadie puede cargar con la responsabilidad de las obras de otra persona. Cada uno de nosotros es total y exclusivamente responsable de sus propias obras. La responsabilidad de nuestra persona humana dura lo que dura nuestro uso de razón en esta vida entre el nacimiento y la muerte. Ni estamos nosotros pagando los pecados de otros, ni nadie pagará los pecados de los que sólo nosotros somos responsables» (1018).

 

105.- EN LO DICHO AQUÍ SE CONTIENE TODO LO QUE HAY QUE SABER PARA SALVARSE

105,1. El que -fiado de la palabra de Dios- cree las verdades que la Iglesia enseña como reveladas por Él, se dice que tiene fe. El católico debe creer todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone par ser creído.

Las verdades de la fe debemos creerlas, porque Dios, que no puede engañarse ni quiere engañarnos, nos las enseña por medio de Nuestra Santa Madre la Iglesia, divinamente asistida por Él. Dios no revela directamente a cada uno las verdades que debemos creer; sino que ha hecho a la Iglesia depositaria de estas verdades y la ha encargado el enseñarlas.

El cristiano sabe que Dios no puede equivocarse porque es la Sabiduría infinita, y que no puede engañarle, porque es la Verdad suma. Por eso tiene fe en Dios. La fe consiste en una sumisión de la mente humana a las verdades o misterios sobrenaturales revelados por Dios.

106.- LA FE ES TAN NECESARIA COMO LAS BUENAS OBRAS

106,1. Quien no cumple los mandamientos no puede salvarse. Dice el Apocalipsis:«Los muertos serán juzgados conforme a sus obras» (1019).

Dijo Cristo : «No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial» (1020). Y «si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos» (1021). «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (1022).

San Pablo habla de los que «hacen profesión de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan»(1023).

San Pablo insiste en que el creyente será juzgado según sus obras (1024).

«La fe sin obras está muerta» (1025).

Por las obras se ve la fe. «El hombre se justifica por las obras, y no solamente por la fe»(1026).

106,2. Pero para salvarse también se necesita la fe. La fe es la raíz de toda justificación . Para salvarse es necesario el estado de gracia. Y sin la fe no es posible el estado de gracia: «sin la fe no es posible agradar a Dios» (1027).

Por consiguiente sin ella no es posible salvarse .

Tenemos obligación de creer todas las verdades que la Iglesia manda creer . Jesucristo dijo a los Apóstoles cuando los envió a predicar por todo el mundo: «Id e instruid a todas las gentes, enseñándolas a observar todas las cosas que Yo os he mandado» (1028). «El que creyere, se salvará; y el que no creyere, será condenado» (1029).

 

 

Notas

 

899. - Miqueas, 7:19 [Regresar]

900. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para Seglares, 2º, 2ª, IV, 178. c. Ed. BAC.[Regresar]

901. - Evangelio de San Juan, 7:34; 8:21 [Regresar]

902. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 1ª, III, nº 77. Ed. BAC. Madrid[Regresar]

903. - SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 6:7 [Regresar]

904. - Profeta Isaías, 55:7 [Regresar]

905. - Libro del Eclesiástico, 3:27 [Regresar]

906. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares, 2º, 2ª, 4º, II, 2,194.Ed.BAC.[Regresar]

907. - B. HÄRING, C.SS.R.: La ley de Cristo, 1º, 1º, 5ª, 2ª, II, 5. Ed. Herder. Barcelona[Regresar]

908. - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1497 [Regresar]

909. - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 960 [Regresar]

910. - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 961 [Regresar]

911. - Revista SIEMPRE P1ALANTE, 270 ( 16-I-94 ) 15 [Regresar]

912. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, (917) Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

913. - Evangelio de San Mateo, 23:3 [Regresar]

914. - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 961 [Regresar]

915. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 989. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

916. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 989. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

917. - DIDAJÉ: VII, 3. [Regresar]

918. - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 867,1 [Regresar]

919. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 3ª, V, nº 265s. Ed. BAC. Madrid[Regresar]

920. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para Seglares, 2º, 2ª, I, 49, 2ª. Ed. BAC.[Regresar]

921. - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1281 [Regresar]

922. - Evangelio de San Juan, 3:5 [Regresar]

962. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 3ª, I, nº 192. Ed. BAC. Madrid[Regresar]

963. - ANTONIO ROYO MARÍN,O.P.:Teología de la salvación,3ª,II,nº205;3ª,X,nº455. Ed. BAC.[Regresar]

964. - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 14:12 [Regresar]

965. - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 2:6 [Regresar]

966. - Evangelio de San Juan, 5:29 [Regresar]

967. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 428ss.y 531. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

968. - SAN PABLO:Primera Carta a Timoteo, 2:4 [Regresar]

969. - SAN JUAN CRISÓSTOMO: Homilía in Mat. XXlll, 7s. MIGNE: Patrología griega, 47,290ss.[Regresar]

970. - SAN AGUSTÍN: Ciudad de Dios, XX, 22; XXl, 9s. MIGNE: Patrología latina, 40,285.[Regresar]

971. - Libro de la Sabiduría, 5:6 [Regresar]

972. - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 633 [Regresar]

973. - Cardenal RATZINGER: Escatología, lll, 7, 1. Ed. Herder. Barcelona, 1980 [Regresar]

974. - Evangelio de San Mateo, 25:41 [Regresar]

975. - Evangelio de San Mateo, 25: 46 [Regresar]

976. - Eclesiástico, 16:12s [Regresar]

977. - SANTO TOMÁS: Summa Theologica, III, 86, 2. Ed. BAC. Madrid [Regresar]

978. - CÁNDIDO POZO, S.I.: Teología del más allá, 3ª, Vll, 3. Ed. BAC. Madrid, 1980[Regresar]

979. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 778. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

980. - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 8:28 [Regresar]

981. - SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 6:14 [Regresar]

982. - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 7:14 [Regresar]

983. - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 4:17 [Regresar]

984. - ANTONIO ROYO MARÍN,O.P.: Teología de la salvación, 3ª, VII, nº 327. Ed. BAC. Madrid[Regresar]

985. - KARL Rahner, S.I.: Escritos de Teología, l, pgs. 243-252. Ed. Taurus. Madrid [Regresar]

986. - STAUDINGER: Vida eterna, ll, 1. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

987. - J. ALFARO, S.I.: Persona y gracia. Revista GREGORIANUM, nº 411960 7s [Regresar]

988. - SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 2:9 [Regresar]

989. - Apocalipsis 7:4 [Regresar]

990. - Apocalipsis 7:9 [Regresar]

991. - SAN PABLO: Primera Carta a Timoteo, 2:4 [Regresar]

992. - Evangelio de San Marcos, 16:15s [Regresar]

993. - SANTO TOMÁS: De veritate, 14, XI, 1. [Regresar]

994. - Concilio Vaticano II: Lumen Gentium: Constitución Dogmática sobre la Iglesia, nº 16[Regresar]

995. - SAN PABLO: Primera Carta a Timoteo, 2:4 [Regresar]

996. - Evangelio de San Juan, 10:10 [Regresar]

997. - ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 1ª, II, nº 45. Ed. BAC. Madrid[Regresar]

998. - DENZINGER: Magisterio de la lglesia, nº 318. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

999. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº693. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

1000. - SAN PABLO: 1ª Carta a los Corintios, 3: 10-15 [Regresar]

1001. - SAN PABLO: Segunda Carta a Timoteo, 1: 16ss [Regresar]

1002. - Evangelio de San Mateo, 12: 36 [Regresar]

1003. - Evangelio de San Mateo, 18: 8; 25: 41, 46 [Regresar]

1004. - Primera Carta de San Juan, 5: 16 [Regresar]

1005. - Apocalipsis, 21: 27 [Regresar]

1006. - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1054 [Regresar]

1007. - Evangelio de San Mateo, 5: 7 [Regresar]

1008. - EDUARDO FDEZ. REGATILLO, S.I.: Las indulgencias, nº 420-424. Ed. Sal Terrae.[Regresar]

1009. - DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 429., Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

1010. - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 5: 10 [Regresar]

1011. - Evangelio de San Juan, 5: 29 [Regresar]

1012. - Evangelio de San Mateo, 25: 26 [Regresar]

1013. - MANUEL Mª CARREIRA, S.I.: Doctor en Ciencias Físicas. Profesor de Física en la Universidad de Cleveland (EE. UU.): El hombre, centro del Universo. A.D.U.E. Madrid, 1983[Regresar]

1014. - STAUDINGER: Vida eterna, lV, 1. Ed. Herder. Barcelona [Regresar]

1015. - Nuevo Código de Derecho Canónico, 1176, 3 [Regresar]

1016. - Evangelio de San Mateo, 25:13; 24:42ss. Evangelio de San Marcos, 13:35ss; Evangelio de San Lucas, 12: 35-40 [Regresar]

1017. - Carta de los Hebreos, 9: 27 [Regresar]

1018. - Cándido Pozo, S.I.: Teología del más allá, 3ª, VII, 5. Ed. BAC. Madrid. 1980 [Regresar]

1019. - Apocalipsis, 20: 13 [Regresar]

1020. - Evangelio de San Mateo, 7: 21 [Regresar]

1021. - Evangelio de San Mateo, 19: 17 [Regresar]

1022. - Evangelio de San Juan, 14: 15 [Regresar]

1023. - SAN PABLO: Carta a Tito, 1: 16 [Regresar]

1024. - SAN PABLO: Segunda Carta a los Corintios, 5: 10 [Regresar]

1025. - Carta de Santiago, 2: 26 [Regresar]

1026. - Carta de Santiago, 2: 24 [Regresar]

1027. - Carta a los Hebreos, 11: 6 [Regresar]

1028. - Evangelio de San Mateo, 28: 19s [Regresar]

1029. - Evangelio de San Marcos, 16: 16 [Regresar]

 

 

 





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