La hora de los laicos 5: El laico insustituible eslabón
- Comentario a la luz de la Exhortación Apostólica 'Christifideles laici'
Germán Mazuelo-Leytón
Páginas relacionadas
LA FAMILIA DE DIOS
El laico no es una hoja seca que baja sola, y queda única: es un
sarmiento vivo de una viva cepa que es Jesús. Es un elemento activo de
la Iglesia-Comunión (C.L., 18). Es un eslabón necesario en la cadena que
teje la Iglesia-servicio (koinonía). Porque vive la incorporación de
los cristianos a la vida de Cristo, y la circulación de una idéntica
caridad en todos los fieles, en este y en el otro mundo. Unión a Cristo y
en Cristo: y unión entre los cristianos dentro de la Iglesia (C.L., 19).
Que no es una isla. Es un miembro vital de un Cuerpo espiritual. Es
un ciudadano que se ha de salvar y ha de salvar como pueblo, porque Dios
anhela salvar a toda la humanidad. Forma con los demás una comunión, más que
sociológica y psicológica, con Cristo por cabeza, el amor por ley, en
unidad de vida, de caridad y de verdad; enlazados no con vínculos de sangre
sino del espíritu. Cuyas partes gozan de diversidad y de complementariedad,
por lo que se halla cada ser relacionado con todo el cuerpo y a él ofrece su
propia aportación.
Y el Espíritu es el principio dinámico de la variedad y de la unidad de la
Iglesia, de esta familia de Dios a la que pertenece (C.L., 20). En el
laicado está también el espíritu de la verdad (Jn 16, 13), y
por eso es también locus theologicus.
Es interesante cómo el cardenal Newman en 1832, en Los arrianos del
siglo IV, explana la concepción orgánica de la Iglesia como Cuerpo
de Cristo:
El cuerpo
de los fieles es uno de los
testigos del hecho de la tradición de una doctrina
revelada, y su consensus a lo largo de la cristiandad es la voz de la
Iglesia infalible… Consenso que debe considerarse como
un testimonio del hecho del dogma apostólico,
como una especie de instinto… profundamente enraizado en el Cuerpo Místico
de Cristo, como una orientación dada por el Espíritu Santo, como una
respuesta a la plegaria de los fieles, como un
recelo del error, que el pueblo
experimenta inmediatamente como objeto de escándalo.
También en 1859 escribió su trascendental artículo Sobre
la consulta a los fieles en materia
doctrinal, en el que desarrolla la doctrina eclesiológica del Cuerpo
Místico, expone lo que más tarde se llamará el sensus fidelium.
Fundamenta asertivamente en el ejemplo histórico de la herejía arriana
del siglo IV, cuando el dogma de la divinidad
de Jesucristo
fue proclamada y sostenida
mucho más por los fieles que por
el episcopado, y (humanamente hablando) fue
conservada mucho más por la “Ecclesia docta” que por la “Ecclesia docens”;
el cuerpo del episcopado fue infiel a su
responsabilidad mientras el cuerpo del laicado
fue fiel a su bautismo.
Posteriormente Newman dejó absolutamente claro que no tuvo
la intención de
negar que el gran
conjunto de los obispos fueran ortodoxos…ni
que hubiera numeroso clero que apoyaba a
los laicos, y actuaba sirviéndoles de punto de referencia
y de guía, ni que el laicado recibiera realmente su fe en primera instancia
de los obispos y el clero, ni que una parte de los laicos fueran ignorantes
y otra parte a la larga corrompidos por los maestros arrianos. Por
supuesto, el don de discernir, distinguir,
definir, promulgar y hacer cumplir cualquier
aspecto de la Tradición reside solamente en la
“Ecclesia docens”.
Fundamentalmente el foco está en que
aunque el laicado no sea más que el
reflejo o el eco del clero en materia de fe, no deja de haber algo en la
“pastorum et fidelium conspiratio” que no se encuentra en los
pastores solos. Conspiratio: las dos, la
Iglesia que enseña y la Iglesia enseñada,
se ponen juntas como un doble
testimonio, iluminándose mutuamente, y siempre inseparables.
Cabeza y Cuerpo se necesitan mutuamente. Hay una
interdependencia: el apostolado es inherente a la vida del laico, como el
apostolado de los seglares le es necesario al sacerdote.
Empero, no es compatible con la presencia activa del Espíritu Santo en la
Iglesia entera, cuando algunos miembros afirman tener ellos solos al
Espíritu Santo y que sólo ellos son poseedores de la verdad, mucho menos
cuando ésta va en sentido contrario a la tradición y a la doctrina de la
Iglesia. En Holanda, Alemania, Austria, Suiza, Estados Unidos, y otros
países, los laicos tratan de alcanzar un status no propio de su vocación y
misión, afirmando erróneamente posturas distorsionadas de lo que Newman
propició, es decir, una auténtica comunión orgánica de los bautizados
y no primariamente constituida de clérigos y laicos, que era, y es, un
modo de entender que lleva inexorablemente al clericalismo o al laicismo.
FACULTADES PROPIAS
Es rama, es miembro, es parte de un organismo. Y Juan Pablo II le recuerda: El
fiel laico no debe jamás cerrarse sobre sí mismo, aislándose
espiritualmente de la comunidad: sino que debe vivir en un continuo
intercambio con los demás, con un vivo sentido de fraternidad, en el gozo
de una igual dignidad y en el empeño por hacer fructificar, junto con los
demás, el inmenso tesoro recibido en herencia. El Espíritu del Señor le
confiere, como también a los demás, múltiples carismas; le invita a tomar
parte en diferentes ministerios y encargos; le recuerda, como también a los
demás en relación con él, que todo aquello que le distingue no significa una
mayor dignidad, sino una especial y complementaria habilitación al servicio (C.L.,
20).
Es una pieza singular, insubstituible, en el engranaje; ya que es compleja
la familia, muchas las labores diversas a realizar, y los carismas se
regalan a cada uno para que los empleen en la construcción, desarrollo y
vitalidad de la Iglesia.