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El Sagrado Corazón de Jesús, autor P. Julio Chevalier MSC: El Sagrado Corazón y el Cielo II, libro 3 cap. 5

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Nota: Al comienzo de la página le ofrecemos los puntos saltantes del capítulo y al final del resumen encontrará los enlaces que lo llevarán inmediatamente al tema que pueda interesarle.

Libro III

Capítulo Quinto

EL SAGRADO CORAZÓN Y EL CIELO —II—
(continuación)

 

Resumen del contenido:
 I. El cielo es la dicha completa de la inteligencia y del corazón, d< mismo cuerpo y de los sentidos.- En el cielo nos veremos; en el cielo nos amaremos.- Veremos a las criaturas y a Dios.- Las criaturas, c decir: los ángeles y los santos, el mundo material.- Primero: Los Ángeles.- Su superioridad.- Su número incalculable, su jerarquía.- Entre ellos, no hay dos que se parezcan perfecta y absolutamente.- Y sin embargo no son más que uno en Cristo.- ¡Qué magnífico espectáculo!- Sin embargo, esto es sólo un primer vistazo, una sección diríamos.- ¿Quién podría contar el número de santos que la tierra ha proporcionado al Cielo? Y ahora, si esas miríadas de estrellas fueran habitadas, como presumen muchos sabios, por seres inteligentes, salidos como nosotros de las manos de Dios, y convocadas también a la gloria en la unidad de Cristo, ¿quién podrá predecir su número? ¿Quién podrá describir su variedad, pues todos son diferentes, y quién no estará encantado de pensar que el último de estos elegidos, es más bello que las mayores beldades de la tierra?                       

 II. Hay aún un espectáculo más bello: y es María, que resume en misma todas las magnificencias de ángeles y santos, sean los que sean. Un titulo compendia todas esas grandezas, y es el de Nuestra Señora d Sagrado Corazón.- Ved aún, un espectáculo tremendamente grandioso que se desenvuelve, y es Jesús, el Jefe de la Humanidad, el Rey inmortal de toda criatura; y en Jesús, en su Corazón Sagrado, fuente de gracia y de gloria, plenitud infinita de quien todos los elegidos reciben este esplendor de luz cegadora                                  

 III. La antigua rebeldía de los ángeles, dejó plazas vacías entre elle Dios no ha creado nuevos ángeles para reemplazar a los demonios.- Somos los destinados a este honor.- Hay Santos, mezclados con los órdenes de Ángeles Superiores y que ven a Dios mejor que los ángeles inferiores                                                

 IV. Belleza de los cuerpos en el Cielo.- Cualidades de los cuerpos glorificados.- Desarrollo de las cualidades que teníamos en la tierra con probable aparición de muchas facultades nuevas.- Los cuerpos de los Santos, serán todos diferentes los unos de los otros; cada uno tendrá su esplendor natural                                     

 V. Los Santos serán multitudes.- Entre los hombres que han existido y existirán, ¡testimonios dignos de fe afirman que será la mayoría los que se salvarán!- Pruebas de esta opinión.- Refutación de las objeciones.- Esta doctrina consoladora se armoniza perfectamente con la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús.- Cada alma beatificada considerará este divino Corazón como la fuente y la causa de su salvación le deberá su felicidad y su Cielo   

I. Los Ángeles, su Belleza y su número

II. La Virgen Santísima  y la Humanidad Santísima de Jesús

III.- Las almas de los bienaventurados

IV. Los cuerpos gloriosos

V. Número inmenso de Santos

NOTAS AL CAPITULO QUINTO DEL LIBRO TERCERO

 

 

I. Los Ángeles, su Belleza y su número

El cielo es la dicha, dicha de la inteligencia y del corazón; dicha del mismo cuerpo y de los sentidos. Felicidad de la inteligencia: en el cielo veremos. Felicidad del corazón: en el cielo amaremos. ¿Qué veremos en el cielo? Las criaturas de Dios. Las criaturas y Dios. Las criaturas, es decir, los ángeles, los santos, el mundo material.

Hagamos resaltar algunos de los rasgos de este magnífico espectáculo. Primero, hablemos de los ángeles.

Los ángeles son espíritus puros,1 que no son como nuestra alma, unida al cuerpo. ¡Ello entraña una gran superioridad! Sin cuerpo, nuestra alma no tiene lo que debería tener; no es, no puede ser todo lo que debería ser2; al contrario, los ángeles tienen en sí mismos una vida plena y completa. Su acción, incluso sobre la materia, es tan libre y desligada, tan alta y poderosa, como sus fuerzas pueden admitir.

Como espíritus puros, los ángeles son de una indescriptible magnificencia. Con inteligencias más vastas que las nuestras, corazones más ardientes, su belleza no está formada de líneas y matices armónicamente combinados; pero la razón asegura bastante que sobrepasa, como su naturaleza, todo lo que nos es conocido, puesto que Dios es la belleza por excelencia, y para El son imágenes de un orden superior. De donde esta frase de David y de sanPablo, diciendo a Dios, hablando de Jesucristo: "Lo habéis hecho un poco inferior a los ángeles.3" Por poco que sea, está por debajo, El, Nuestro Señor, el más hermoso de los hijos de los hombres. ¿Qué son pues esas naturalezas superiores a la suya? Los ángeles tan hermosos tienen un número incalculable. San Juan dice de ellos que vio delante de Dios una multitud de miles de miles, de miríadas de miríadas.4 Daniel por su lado cuenta que vio delante de Dios "mil millares que le servían y diez mil centenas de milla­res, que estaban delante de El.5 " Y un gran número de Padres,6 aplicando a los ángeles y a los hombres la parábola de las noventay nueve ovejas olvidadas por el padre de familia, cuando corría a labúsqueda de la extraviada, dicen que esta representaba a la huma­nidad y las otras a los ángeles. Y esta comparación, un teólogo la encuentra inexacta, los ángeles, dice, eran más de noventa y nueve veces más numerosos que los hombres.7 Santo Tomás, final­mente, enseña que "los ángeles, siendo espíritus, su multitud es tan grande que sobrepasa toda multitud material8

Esta multitud está dividida en tres jerarquías y nueve coros.9 La primera jerarquía destinada particularmente al culto del Altísimo, incluye los Serafines, los Querubines y los Tronos; la segunda, que Dios emplea en el gobierno general de las criaturas, está compuesta de Dominaciones, Virtudes y Potestades; finalmente la tercera, formada de Principados, Arcángeles y Ángeles, está des­tinada a ministerios más limitados como la guarda de las naciones, de las sociedades particulares y de los individuos.

Y dentro de estos espíritus tan numerosos, no hay dos que se parezcan absolutamente. Según el pensamiento de santo Tomás: "Todos los ángeles difieren en especie, según los diferentes grados de su naturaleza intelectual.10 Cada uno tiene su belleza especial y su fisonomía personal."

Pues, parece claro, que Dios no necesita hacer dos veces la mis­ma cosa! No hablemos solamente de los ángeles, abarquemos todos los seres: ¿por qué en la creación la repetición del mismo tipo? Que el hombre se repita, se puede concebir: su inteligencia no es infinita para proporcionarle incesantemente tipos nuevos; o en su debilidad, puede fallar en sus obras y recomenzar; y aún así, ¿es que hará obras absolutamente semejantes? Dios lo podría hacer, a lo menos para los seres materiales; si no lo hace, es que siendo infinito, nunca podrá ser expresado completamente por sus cria­turas; ni le faltan los tipos, ni el poder para realizarlos, así pues, no son solamente los ángeles, todas las criaturas difieren entre sí de alguna forma.

Y los ángeles, no solo en su belleza natural son diferentes, lo son también en su belleza sobrenatural; segunda diversidad que se deriva de la primera, pues según san Francisco de Sales: "los án­geles según santo Tomás y san Agustín aseguran, recibieron la gracia según la variedad de sus condiciones naturales» " Por lo mismo, su gloria difiere en todos, como su gracia; maravillosa, indescriptible en cada uno, está en cada uno de modo totalmente personal.

En otros términos, en cada ángel, como en cada criatura, Dios dice algo de sí mismo, algo más especial que no dice a ningún otro. ¿Y cómo lo dice? De dos maneras: Por el ser natural del ángel y por el ser sobrenatural; bellezas profunda y absolutamente distin­tas, pero que no forman más que una, como dos notas de un acor­de, forman un sonido armónico.

Finalmente, los ángeles tan diferentes en naturaleza y en gloria, lo he dicho ya, son todos uno en Cristo. "De toda esta multitud, la cabeza es Cristo, 12" dice Sto. Tomás que cita además a san Pa­blo, hablando de Nuestro Señor: "Que Dios resucitó de entre los muertos, sentándole a su diestra en los Cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación; y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo, sino también en el venidero" y que El, "sometió bajo sus pies todas las cosas, y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia.13"

¡Qué magnífico' espectáculo! La belleza es la variedad en la unidad. Y aquí el número es incalculable... indescriptible varie­dad... ¡unidad perfecta! En nuestro boceto del cielo, leso no es más que el primer trazo! ¿Y qué sería si los astros fueran habitados?

Podemos creerlo. "Nada nos impide, en realidad, dice el sabio abate Moigno, admitir la pluralidad de mundos habitados y resca­tados o sobrenaturalizados.14

De verdad, ¿no es por los espíritus por lo que Dios ha creado la materia? ¡Y cuánto más bello parece el universo en su inmensi­dad, si le creemos animado, viviente como lo es nuestra tierra!!

Y los posibles habitantes de los astros, sea cual fuere su natu­raleza, ¿no habrá sido por el orden sobrenatural por los que Dios los habría creado, por la gracia durante la prueba y por la gloria, una vez la prueba concluida?

Nada nos impide admitirlo, repetiremos con el abate Moigno. ¡Y cuántas razones para poder admitirlo! Dios es libre, es ver‑ dad; esos seres desconocidos, podría dejarlos en el orden natural; dejaría los niños muertos sin bautismo; pero ¡cómo la doctrina contraria se armoniza mejor con la naturaleza! Infinitamente bueno, absolutamente uno, no hace más que una obra, Cristo...

A toda criatura el Verbo Encarnado dijo: "Yo soy la vid y voso­tros los sarmientos". Así que si hay habitantes en los astros, "hay la gran probabilidad de que tengan por cabeza la santa humanidad de Jesucristo»“

¡Un pensamiento bien poético y conmovedor! Es posible, es probable; cada uno de los astros es una oficina sagrada, un divino taller donde Dios trabaja, como aquí abajo, para hacer santos, para hacer dioses, y esos dioses acabados, suben al cielo de todas partes, e incesantemente, con falanges cerradas y compactas, que multi­tudes se han congregado ya! Hermanos y hermanas desconocidos, pero que nos conocen, ¡disfrutan por adelantado de los espectáculos imprevistos, de las sorpresas divinas que nos preparan!

¡No es más que un sueño, dirán! Puede que sí. Pero es un sue­ño del corazón y en este sueño hay algo que es cierto, iba a decir incluso que es de fe; es que la realidad irá todavía más lejos. "El corazón del hombre no sospechará jamás, dice san Pablo, lo que Dios tiene reservado para los que le aman.16" Si mi sueño no es verdad, ¡ es que tal vez no es bastante bello!

Y con todo, ¡ es bien hermoso! Hace poco decía: Los santos son incalculables en número, y ¿ahora qué diría!

¡Y los ángeles son incalculables como los santos!

Y el último de todos los elegidos es más hermoso que las belle­zas más grandes de la tierra.

¡Y todos son diferentes!     

¡Qué variedad!... ¡Qué número!... ¡Qué unidad!... ¡Qué es­pectáculo!...

 

II. La Virgen Santísima  y la Humanidad Santísima de Jesús

Con todo, tenemos ante los ojos ahora un espectáculo más bello todavía. Salomón le contemplaba en visión, cuando escribía: " ¿Quién es ésta? ¡Tan bella como la luna! 17 " Las estrellas son in­numerables, pero la luna es única, como el sol es único. Así, confundiendo bajo el nombre de estrellas, todos los astros del cielo, san Pablo menciona aparte primero el sol y enseguida la luna: es la visión de Salomón que le- apareció, como un día nos aparecerá a nosotros. “¿Quién es ésta pues?" Los ángeles y los santos me res­ponden aclamando a su reina: " ¡Dios te salve, María, llena de gracia!" ¡María! ¡María! ¡La que tiene en sus manos todas las riquezas! Es María, ¡la Reina! María, la Madre, Madre de Dios, Madre de los elegidos. La Madre por excelencia, como Dios es el Padre por excelencia, como Jesús su Hijo, es el Hijo por excelencia. María, antaño llena de gracia, y hoy llena de gloria! Para apreciar esta gloria de María importa conocer los tesoros de gracia de que Dios la ha colmado. ¿Y quién podrá evaluar estos tesoros? La opinión general de los teólogos es que María, desde su concepción, recibiómás gracias que todos los ángeles y todos los santos juntos y el ilustre Suárez enseña como el sentimiento más razonable y verosí­mil, que cada uno de los actos de María, siendo perfecto, dobló en Ella sus tesoros precedentes.18

¡Y qué progresión la de estas cifras que van siempre doblándose!

En el momento de su muerte, María poseía pues tesoros de gracia absolutamente incalculables.

Y toda esta gracia, se ha convertido en gloria.

Así que María es, ella sola, más bella, más resplandeciente, más maravillosa que el cielo todo entero; es pues verdad esta fra­se de un gran comentador: "Dios ama más a María que a toda la Iglesia, o sea, más que a todos los ángeles y santos reunidos.19"

¡Es así como "el Señor está con ella"!

¿Y pues? ¿No es con todos y en todos, y desde ahora, el Señor Universal? Es verdad; está con nosotros naturalmente, para hacer de nosotros criaturas humanas; sobrenaturalmente, para hacernos criaturas divinas; lo mismo para los ángeles, para hacerlos ángeles, y los deifica; pero "contigo, María, lo está como con ninguna otra; está "contigo", ¡para hacer de Vos su Madre! Y esta incompara­ble dignidad, que apenas entrevista, nos basta aquí abajo para estremecernos, la veremos en el Cielo, en la plena luz de Dios. Incedo regina exclamaba un poeta latino, pintando en una mujer ladignidad real (¡Imposible traducción!!). Aquí, es más que la Reina, ¡es la Madre de Dios! ¡ es Nuestra Señora del Sagrado Corazón! Y su porte, su caminar y su silencio y sus palabras, y su mirada y su sonrisa, dicen, proclaman y cantan: ¡Yo soy la Madre de Dios! ... Y el Cielo responde: Dios te salve, María, llena de gloria, ¡el Señor está contigo! El os ha dado su corazón; por eso os proclama­mos Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

Y ahora, ¿qué diría? ¿No lo ha pensado alguien al leer estas líneas? Por bella que sea María, como la luna, no brilla por sí misma. Hay en el Cielo un astro principal, sol incomparable, de donde María y todos los elegidos reciben todo su resplandor; ese sol sois vos, ¡0h Jesús! “¡He aquí el hombre!", decía Pilatos, mostrando a los judíos a Jesús flagelado; y Bossuet, exclamando espantado: "¿Es esto un hombre, esa figura desfigurada? ¡Esa "víctima desollada"!20, es la palabra exacta que emplea. ¡Jesús!¡Jesús! Dios Padre en el cielo lo presenta a todos: ¡He aquí al hombre! También nosotros podríamos exclamar otra vez: ¿Es esto un hombre?... ¡Pero si es tan bello!... ¡Tan glorioso!... Sí, es un hombre, pero un Hombre-Dios, ¡es el Hombre por excelencia! ¡Lo reconozco! ¡Es El! Su corona de espinas está sobre su cabe­za, pero ahora es más resplandeciente que el sol; sus pies y sus ma­nos están traspasados, su carne está desgarrada, 21pero cada heri­da es mil veces más bella que los rubíes y los diamantes.22

Yo os percibo, ¡0h Corazón adorable de Jesús! Por vuestra he­rida sagrada brotan mil llamas, como surgen de un volcán los fuegos que inflaman el horizonte. El cielo está todo resplandeciente de vuestra gloria, los ángeles cantan vuestras alabanzas, celebran vuestras grandezas y proclaman vuestros beneficios. Es a Vos a quien deben su alegría, por ello os reconocen como la fuente de su gozo y el principio de su felicidad.

Si preguntamos ahora a los Santos, nos dirán también que la gloria de que disfrutan es la obra del Corazón de Jesús!...

 

III.- Las almas de los bienaventurados

1).- El pecado causó vacíos en cada coro angélico; a lo menos es probable y admitido generalmente23; y estos vacíos, nosotros estamos destinados a llenarlos. No porque esta vocación sea real­mente la nuestra; no. Muchos lo han afirmado, pero es un error; sin el pecado de los ángeles, los hombres hubieran existido. Por Cristo Dios lo ha hecho; habiendo surgido los vacíos en las jerar­quías angélicas, Dios no creó otros ángeles para colmarlos. A noso­tros nos ha cabido este honor. "Ahora hay santos entre los órdenessuperiores de los ángeles, dice santo Tomás; y estos Santos ven a Dios mejor que los ángeles inferiores.24"

Santa Francisca Romana vio almas que subían al Cielo, del purgatorio o de la tierra; atravesaban los coros inferiores para ir a sentarse sobre el trono más elevado que les esperaba, y los coros que estaban colocados a ambos lados, a su paso, como están colo­cados cuando pasa un triunfador, saludaban su llegada con cánticos admirables.25 ¡Qué gloria para la raza humana! ¡Qué maravi­llosa belleza debe existir en estas almas privilegiadas, que van a sentarse entre las jerarquías angélicas! Su presencia no podría desfi­gurar este bello conjunto; si así fuera, significaría una especie devictoria: A causa de nuestra ausencia, el cielo es menos bello! —No. Dios no podía concederles esta sorda satisfacción; nosotros hemos sido dignos de ocupar sus puestos. Y aún me atrevería a decir, que nosotros seremos más bellos, que ellos lo hubieran sido; como cuando un arquitecto, cuyo plan ha sido alterado, se com­pensa haciéndolo más bello, así Dios pone más belleza en el plan reparado, que había en el plan primitivo.

No importa en qué coro angélico sea colocada nuestra alma, ella rivalizará con los ángeles de este coro; como ellos, es verdad, ella escapa aquí abajo a toda descripción; pero lo que es, se nos presenta como detrás de un velo; lo entrevemos solamente. ¿Es que Vauvenargues no ha dicho: "Tarde o temprano, sólo se disfruta de las almas"? ¿Por qué? Ah! Es que tarde o temprano, a través de las bellezas de la materia resecas y mustias, las almas se muestran de lejos a nuestra alma desencantada, y ¿qué puede exis­tir comparable a esta belleza? Entre los cuerpos, ninguno iguala alnuestro; ni el sol, ni la flor, ni el diamante de irisaciones más vi­vas; lo que hace nuestro cuerpo tan hermoso, ¿no es acaso el al­ma? El alma iluminando la frente, alumbrando los ojos de llamas inteligentes, dando a los labios su expresión cambiante e indescrip­tible, el alma peinándose por medio de los órganos para la actitud que ella les da y los movimientos que les imprime, en la marcha y en el reposo, incluso durante el mismo sueño?

Y si por naturaleza nuestra alma es ya tan bella, ¿en qué se convertirá por la gracia, qué será por la gloria? Oh! Entonces, ce­gadora en la luz de Dios, aparecerá como Dios, tal cual es; sin nie­bla, sin ocultar nada, con cualidades naturales y sobrenaturales, dones del Espíritu Santo, virtudes adquiridas, todo resplandecerá en el alma como las vidrieras de nuestras catedrales, resplandecientes de mil colores a los rayos del sol.

IV. Los cuerpos gloriosos

2).- ¡Y nuestro cuerpo! Si ahora ya es hermoso, ¡cuánto más lo será entonces! Conservando su fisonomía personal26 perfecta­mente reconocible, perderá todo aquello que le afea: ninguna deformidad, nada de desproporción; armonía en todo, en los colo­res y en las líneas.

Para muchos, ¡qué cambio tan hermoso! — Sometido absoluta­mente al alma, nuestro cuerpo será impasible," es decir, al abrigo de todo sufrimiento,28 pero no insensible,29 ya que, por el contra­rio, gozará por todos los sentidos.30" Se siembra un cuerpo animal y resucita un cuerpo espiritual,31 " en otros términos, tan cerca como sea posible de la naturaleza de los espíritus, será suti1,32 pu­diendo como el de nuestro Señor atravesar los cuerpos más densos y compactos, tan fácilmente como la luz atraviesa un cristal. Pero esta sutilidad le viene, igual que la impasibilidad, de su perfecta sumisión al alma,33 esta le volverá a su placer, palpable o no,34 visible o invisible,35 como Jesucristo diciendo a sus apóstoles al mostrarles su cuerpo: "Tocad y ved"36

Lo mismo y por el mismo motivo, el alma transportará su cuer­po libremente a donde ella quiera, tan rápidamente como quiera, sin encontrar nunca, ni en sus órganos, ni en el peso, ni obstáculo ni freno.37

Finalmente, nuestro cuerpo será glorioso. "Los justos brillarán como el sol, en el reino de su Padre, 38 " como dice Nuestro Señor. Y según la Sabiduría: "resplandecerán y como chispas en rastrojo correrán"39. Es decir, más puro y más transparente que el cristal, penetrado de la luz divina, el cuerpo dejará aparecer, a través de sus órganos transfigurados, nuestra alma resplandeciente y divini­zada.4°

Y además de estas maravillas previstas, ¡cuántos dones nue­vos, qué sorpresas no nos depara, tal vez, el 'Padre Todopoderoso cuyo amor podrá en el cielo abrumar a gusto con sus delicadezas! Hablando del alma, el P. Faber nos muestra el Cielo, con "el desa­rrollo de las facultades que tenemos, la aparición probable de mu­chas facultades nuevas que en la tierra no tendrían objetivo para ejercerlas.41 " Lo mismo con respecto al cuerpo: "Cuando, dice, los cuerpos de los justos se elevarán el día de la resurrección ge­neral, con sus sentidos espiritualizados y capaces de placeres que no podrían experimentar en el estado actual, y tal vez incluso consentidos nuevos propios de los cuerpos inmortales, y de los que no tenemos la menor idea en esta morada de muerte, gustarán de pla­ceres de tal pureza y de tal arrobo, que nuestra imaginación no puede de ninguna manera presentir ahora.42 "

3).- Añadamos que, en su belleza maravillosa y su indescripti­ble perfección, los santos serán, como los ángeles, todos diferentes los unos de los otros. Lo decíamos más arriba: ¿Por qué tendría Dios que repetirse? Lo que dice por un santo, está bien dicho; hay tanto que decir, y el Infinito no puede agotarse! "Uno es el brillo del sol y otro el de la luna, y otro el de las estrellas.43 " Es decir, que la belleza de los Apóstoles o de los Mártires no es la mis­ma que la de los Confesores y de las Vírgenes; y a igual esplendor, la brillantez de los inocentes, no es la misma que la de los arrepen­tidos; para cada uno diferentes aureolas o diferentes insignias... el lirio, la palma, y en esas palmas, y en estos lirios y aureolas, múltiples matices, diferentes tamaños.

Para evitar que restrinjamos las diferencias a los astros princi­pales, o a las familias, o a clases de astros, creyendo por ejemplo, que si los mártires difieren de los confesores, tal vez entre ellos no exista diferencia, san Pablo nos evitará este error cuando dice: "La estrella difiere de la estrella en luminosidad". Dice, la estrella y no las estrellas, es decir, cada santo individualmente. "El cielo es común a todos, dice un excelente comentarista, pero cada uno tiene su esplendor personal.44 " ¿Quién podría creer, en efecto, que santa M. Magdalena, se parece a la inocente santa Inés? ¿O elaustero san Jerónimo al dulce san Francisco de Sales; san Agustín, culpable y convertido, al angélico san Luis Gonzaga? No; sobre cada uno de ellos la Iglesia podría cantar: "No se ha hallado otro semejante a él.45 " Todos seremos tal como nos haya hecho la vida presente. Y con esta vida, ¡cuántas diferencias de carácter, de po­sición, de educación, de relaciones sociales, de penas y de alegrías, de tiempos y de países! Circunstancias importantes o no, que reu­nidas, hacen de la vida, para cada uno, un mundo especia1.46

V. Número inmenso de Santos

Hoy día se calcula más de mil millones de hombres sobre la tie­rra! ¡Cuántos les han precedido! ¡Cuántos les seguirán!

Y entre los hombres, ¡cuántos santos! Pensemos convencidos: ¡Lo serán la mayoría! Lo sé, fuera de la Iglesia, no hay salvación; pero esta máxima incontestable, hay que escucharla desde el alma de la Iglesia; y pertenece al alma de la Iglesia, quienes habiendo re­cibido el bautismo, hacen de buena fe lo que creen deben hacer, y se arrepienten cuando no lo han hecho. Escuchemos al ilustre yCuadro de texto: 258
 santo Pontífice Pío "Es cierto, dice, la sola puerta de la verdadera salvación; pero también hay que tener por cierto que la igno­rancia no culpable de la verdadera religión no constituye delante de Dios la menor falta. Y quién sería tan osado para fijar los lími­tes de esta ignorancia, vistas sobre todo las razones múltiples y di­versas de nación y país, de carácter y de una multitud de circuns­tancias diversas?... No le agrada a Dios que osemos oponer ninguna limitación a su misericordia infinita, y que queramos escrutar los impenetrables consejos del Señor.47 "

A esta doctrina magistral, podemos añadir esta bella página del P. Faber: "Es hermoso pensar en la red de amor en que Dios, a cada instante, a cada alma que El ha creado sobre la tierra... El eu­ropeo ajetreado, el oriental místico, el vanguardista americano, el macizo hotentote, el aborigen australiano, el caníbal papú, el fiero malayo, todos son merecedores y el objeto de la visita y de las atenciones de Dios. Las diferencias que existen entre ellos, y son innumerables, son menores todavía que las atenciones y cuidados minuciosos de su afecto constante y atento. La biografía de cadauna de esas almas es una historia milagrosa de la bondad de Dios. Si nos fuera posible, como lo es probablemente para los bienaven­turados, leer estas biografías, nos enseñarían una ciencia nueva sobre Dios, nos arrojarían nueva luz sobre sus diferentes perfec­ciones y percibiríamos matices y luces imprevistas y sobrecogedoras. Le veríamos enlazar en los lazos de su amor, incluso los más feroces idólatras; le veríamos ocuparse de la perversidad más bru­tal, del error más fanático, de la más estúpida incongruencia y dis­poner todas las cosas a su favor, con la más exquisita delicadeza de su amor Creador.48

Y entonces, esta ternura infinita y todopoderosa ¿permitiría dejar perder a la mayoría de los que quería salvar? En este duelo implacable entre el amor y el odio, la vida y la muerte, espera la muerte, espera el odio, la victoria final y eterna! ¡No! ¡No! Dios no ha muerto sobre la cruz para espigar aquí y allá algunos raros elegidos! Para El la cosecha rica y sobreabundante; para Él el triunfo final: El Corazón de Jesús a quien debemos el Cielo, siendo lamisericordia encarnada, llena nuestras almas de la más dulce espe­ranza. Llevándose al abismo su raquítico botín, no es un grito de triunfo lo que dará Satanás, sino un grito de rabia. Bondad infini­ta del Corazón de Jesús, ¡tú has vencido!

Sin duda nos objetarán con textos; sobre todo aquel que todo el mundo conoce: "Muchos son los llamados y pocos los elegidos". Estas palabras las dijo Nuestro Señor dos veces; pero en las dos ve­ces, es susceptible de doble sentido, y el menos admisible es el que se le atribuye más a menudo. La primera vez, al final de la pará­bola del padre de familia, recompensando los obreros de la última hora49 de forma igual que a los primeros. Aquí no se trata del pe­queño número de los elegidos, puesto que en definitiva todos son recompensados igual; nadie queda excluido. Esta parábola signifi­ca que muchos son llamados a un rango ordinario; un número más reducido, como los obreros de la hora undécima, a un rango privi­legiado... Lo mismo sucede en el festín de bodas.50 De esta reu­nión de buenos y malos, cogidos de todas partes, sin escoger, uno solo es arrojado afuera, porque no se había puesto el vestido nupcial. ¿Cómo Jesús podría expresar el número limitado de los elegidos, al concluir una parábola que expresa todo lo contrario?...

Lo repito, pues, esta parábola no dice de ninguna manera lo que se pretende que diga.

En cuanto a aquello de que: "El camino del cielo es estrecho, y por el contrario muy ancho el que conduce a la perdición", res­pondamos con el P. Lacordaire, que un camino estrecho puede ser muy frecuentado, y un camino ancho a veces muy poco. Por lo demás, ¡cuántos, por una gracia especial, entraron finalmente en el otro, y lo siguieron hasta el final!51

No, no; lejos de nosotros las doctrinas desoladoras de ciertos doctores, de quienes Mons. Pie escribía: "que se creen más cerca de la verdad, cuando hieren más"; y de quienes Mons. Landriot decía con tanta verdad: "Hay ciertamente cristianos que razonan y se conducen como si estuvieran satisfechos de ver salvarse el menor número posible de almas, y que sienten casi la indignación de los puritanos, cuando se les habla de la infinita misericordia de Dios.52

Esperamos que estas ideas se modificarán y desaparecerán, por la devoción al Sagrado Corazón, como los nubarrones, cuando so­pla un fuerte viento.

Entretanto, levantemos los ojos. "Mira al cielo, decía Dios a su siervo Abrahán, y cuenta las estrellas, si puedes.53 " Hay millones de astros conocidos y, más allá de esos, muchos más perdidos en el espacio infinito, que no podemos percibir.54 El número total es incalculable, nos rebasa incluso con la ayuda de la ciencia! ¡Oh Corazón mil veces bendito de Jesús! ¡Esto también nos prueba vuestro amor! ¡Cada alma bienaventurada, desde el principio de los tiempos, hasta la consumación de los siglos, os considerará co­mo la fuente de la gracia que le ha santificado, y os deberá la glo­ria, su dicha y su cielo!

 

NOTAS AL CAPITULO QUINTO DEL LIBRO TERCERO

1.    La palabra ángel (que en griego significa enviado, mensajero) designa su oficio y no su naturaleza. Los espíritus de la patria celeste son siempre espíritus, pero no se puede siempre llamarles ángeles, no son ángeles más que cuando llevan un mensaje (san Gregorio, hom. 34 sur l'Evangile; 5a lección del Breviario para la fiesta de San Miguel, 29 de Sept.).

—Angel es el nombre propio del coro inferior de los espíritus celestes, y el nombre común de todos estos espíritus, cuando cumplen una misión.

2.    "Ni el alma por sí misma es el hombre, ni la carne sin el alma es el hombre; pero el hombre es la síntesis de dos substancias enlazadas la una en la otra, y que merecen el nombre de hombre, sino cuando están reunidas". (Tertuliano, traducido por Mons. Freppel, citado por M. Riche, Essai de psychologie, p. 22).

3.    Salmo 8, 5 — Heb. 2, 7.

4.    Apoc. 5, 11, según el texto griego.

5.    Daniel.

6.    Entre otros, s. Hilario, s. Ambrosio, s. Gregorio Niceno, s. Cirilo de Jerusl.

7.    Gonet, Clypeus theologiae Thomisticae, T. 2, p. 278. De Ang. Disp. II, art. 2.

8.   Somme, la pars, q. 50, art. 3; es decir el No, de especies materiales y no el de los in­dividuos, dice Gonet.

9.    Casi todas las págs. de la Escritura demuestran que hay Angeles y Arcángeles; los li­bros de los Profetas hablan a menudo de Querubines y de Serafines. San Pablo, en su carta a los Efesios, enumera los nombres de cuatro órdenes. Son: los Principados, las Virtudes, las Potestades, las Dominaciones; en su carta a los Colosenses habla de Tronos.

—El autor de la Hiérarchie celeste, san Dionisio Areopagita, ha descrito el primero el
orden y subordinación de los ángeles entre sí. Otros teólogos han hecho algunos
cambios a esta ordenación. 
(Encyclopédie catholique de l'abbe Glaire, anide: 
Anges.

10. Somme I pars, q. 50, art. 4, ad I — Misma doctrina en Billuart, Traité des Anges art. 5 — En Gonet, des Anges, dispt. II, art. 3, t. 2, p. 279 — En san Francisco de Sales, Traité de l'Amour divin, lib. 2, cap. 7, al final.

11. Id. Ibid.- S.Tomás, Somme, p. I q. 62, art 6.

12. Somme, III pars, q. 8, art. 4.

13. Ephes, 1, 20-23.

14. L'abbé Moigno, les Splendeurs de la foi, vol. 4o, p. 635. Ver el apéndice del libro Notre-Dame du Sacre-Coeur, por el R. P. Julio Chevalier, p. 393, donde esta cues­ tión es largamente tratada.

15. El P. Faber, Bethleem, v. II, p. 92. Ame et Corps y el mismo apéndice citado Id.

 

16.  Id. 'bid. — S. Tomás, Somme, p. I, q. 62, art. 6.

16.      Cuadro de texto: 261
1 Cor. 2, 9.

17.         Cantar de los Cantares, 8, 5.

18.      Suárez, in III p., disp. 18, art. 4, sect. 4a, n. 4, 5, 6; t. 19, p. 291. Edit. Vivés: Cornl. a Lap. adopta este principio en su Comentario sobre esta palabra: gratia plena, vol. 26, p. 17.

19.      Com. a Lapid. Idem. Ibidem.

20.      Bossuet dice esta "victima desollada", Sermon sur la Passion.

21.      Santo Tomás enseña que el cuerpo de Jesús resucitado tiene todavía los estigmas de la Pasión. El mismo, por lo demás, apareciéndose a sus apóstoles se los hacer ver y tocar. (Luc. 24, 39; Juan 20, 27).

22.      Santo Tomás enseña también que el cuerpo de Cristo es la manifestación material más perfecta de la gloria de Dios. "Nuestros ojos verán, dice, esta gloria tan grande, en los cuerpos, especialmente en los cuerpos gloriosos, y sobre todo en el de Cristo" (Somme, suplem., q. 92, art. 2 — Misma idea, q. 91, art. 1).

23.      Según la opinión que el jefe de los demonios estaba en el orden más elevado, es probable que de cada orden, hubiera algunos caidos. (s. Tomás, Somme, pars. I, q. 63, art. 9, adl).

24.   Somme, la, 2a, q. 4, art. 5, ad 6.

25.   Acta Sanctorum, 9a Martii. Acta S. Franciscae lib. 3o, cap. 9, n. 91.

26.      Es nuestro cuerpo, precisamente el mismo que volveremos a tomar después de la resurrección. "Yo estaré revestido de mi piel. Yo veré a Dios en mi carne... Yo mis­mo le veré, yo y nadie más, mis ojosle contemplarán" (ob. 19, 26-27). Principio que s. Tomás desarrolla (Somme, suplem. q. 79, art. 1, ad 2).

27.      La causa de la impasibilidad, es el dominio absoluto del alma sobre el cuerpo. (San­to Tomás, Somme,suplem. Q. 82, art. 2).

28.      Dios enjugará toda lágrima de los ojos de los santos; no habrá ni llanto, ni gemido, ni algún dolor; ni hambre, ni sed; ninguna fatiga del sol o del bochorno. (la Resp. de Maitines, fiesta varios mártires). (Sacado: Apoc. 7, 16).

29.      Pues de otra forma, dice s. Tomás, la vida de los santos después de la resurrección, parecería más un sueño que vigilia. (Somme, suplem. q. 82, art. 3).

30.      Santo Tomás, Somme, suplem. q. 82, art. 4).

31.      I Cor. 15,44.

32.      Santo Tomás, Somme, suplem., q. 83, art. 1.

33.      Santo Tomás, Id. Ibid.

34.      Santo Tomás, Somme, suplem., q. 83, art. 6.

35.   Id. Ibid. q. 85, art. 3.

36.  Lucas 24, 39

37.  Santo Tomás, suplem., q. 84, art. 1 — En el art. 2, santo Tomás dice que los Santos no solamente tendrán este poder, sino que lo usarán, yendo a su placer, para gozar de la belleza de las criaturas, sin perder por esto en nada su visión intuitiva, estando Dios en todas partes. En el abbé Moigno tenemos la misma doctrina: "¿Por qué los cuerpos de los elegidos resucitados estarán dotados de agilidad y revestidos de la cla­ridad, si no fueran invitados a recorrer los espacios celestes?" (Esplendores de la fe, vol. 40, p. 636). Iremos pues con el permiso de Dios, cuando y como querramos, solos o con otros, y con los otros que queramos de un astro a otro, contemplándo­lo desde fuera, penetrando su interior, y estudiando lo que nos plazca, sin dificultad ni fatiga, con tanto placer como luz.

38.  Mat. 13, 43.

39.  Sabiduría, 3, 7.

40.  "Como en un vaso se ve el color del cuerpo que contiene", dice S. Tomás, Somme, Suplem., q. 85, art. 1.

41.  Le Créateur et la créature, p. 256.

42.  Id. p. 255.

43.  1 Cor. 15, 41.

44.  Bernard de Picquigny.

45.  "Non est inventus similis illi". 2a ant. Visp. Oficio de un Confesor-Pontifice.

46.  No parece muy admisible que los cuerpos resucitados sean todos de la misma edad. Es verdad que s. Pablo dice (Efes. 9, 13), que un día "llegaremos todos a la edad de los hombres perfectos, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo y sobre este texto, s. Anselmo y s. Tomás enseñan que sin ser de una talla rigurosamente igual a la de Cristo, seremos tales como lo seríamos hacia los 34 años, edad de Cristo al morir. Pero no es esto lo que el Apóstol quiere decir. Corn. a Lap. lo reconoce yBernard de Picquigny dice con términos propios: "No hay que entender este texto de la resurrección de los muertos. Desviado así de su sentido verdadero, este pasaje no prueba nada. La verdad es que cada edad tiene su belleza y sus encantos, y que todos son capaces de glorificar a Cristo, añadiendo un rasgo a su cuerpo mís­tico. Si el niño tiene más gracia, el adulto tiene más fuerza y el anciano más majes­tad. San Juan vio en el Cielo a Ancianos (Apoc. 9, 4) y cada año la Iglesia nos mues­tra, en un himno encantador a los santos Inocentes jugando con sus palmas y sus coronas, sobre el altar del sacrificio. (Himno de la Fiesta de los Inocentes)."

47.  Discurso a los Obispos reunidos para la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, el 9 de Diciembre de 1854.

Decía también, 1863, a los cardenales, arzobispos y obispos de Italia: "Ya sabéis, como nosotros, que aquellos que están afectados de una ignorancia universal de nuestra santa religión, pero que observan fielmente la ley natural y los principios grabados por Dios en todos los corazones, y que habituados a obedecer a Dios, lle­van una vida honesta y proba, pueden, por la luz de la gracia divina, conseguir tam­bién la vida eterna. Pues Dios, que ve plenamente los corazones, los espíritus, lospensamientos, las costumbres y hábitos, escruta y juzga según su extrema bondad y clemencia, y no castiga con suplicios eternos aquellos que no han sido volunta­riamente culpables. (Citado por Mons. Landriot, le Christ dans la Tradition, 2o Vol., p. 259).

Mons. Gousset, arzobispo de Reims, cardenal y gran teólogo, decía asimismo: "La máxima: "Fuera de la Iglesia no hay salvación", significa simplemente que aquellos entre los infieles, los herejes, los cismáticos, que conocen la verdadera iglesia, rehu­san de agregarse a ella, se hacen culpables y de una obstinación condenable hacia la Iglesia y contra Jesucristo. (Id. Ibid.).

—Ver también la admirable conferencia del P. Lacordaire: Sur le resultat du gouvernement divin; —Augusto Nicolás. Etudes philosophiques sur le Christianisme, 2aCuadro de texto: 263
 parte, Cap: 14, 3o vol., p. 283; — El P. Faber, le Créateur et la Créature, lib. 3o, cap. lo, Facilité du salut; cap. 2o, Le grand nombre des croyants.

48.   P. Faber, Le Créateur et la Créature, 3a parte; Id. Ibid., p. 307.

49.     Mat. 20, 16.

50.     Mat. 22.

51.     Lacordaire, Au Ciel on se reconnait, p. 8.

52.    Le Christ dans la Tradition, v. II, p. 344.

53.     Génesis, cap. 15, 5.

54.   Se han catalogado hasta la fecha más de 2,500 nebulosas. La vía láctea, que es una nebulosa, no contiene menos de dieciocho millones de estrellas.

—Hoy las estrellas compuestas de la 1a a la 3a magnitud inclusive, están evaluadas en cuarenta y tres millones. (Juan Hershel).

—C. Flammarion, Merveilles célestes. Como poder juzgar sobre el número total.

 

 


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