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El Sagrado Corazón de Jesús, autor P. Julio Chevalier MSC: Sagrado Corazón en el Cielo VI, los Niños muertos sin Bautismo, libro III cap. 9

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Nota: Al comienzo de la página le ofrecemos los puntos saltantes del capítulo y al final del resumen encontrará los enlaces que lo llevarán inmediatamente al tema que pueda interesarle.

 

Libro III

Capítulo Noveno

EL SAGRADO CORAZÓN Y EL CIELO —VI—
(continuación)

 

 I. Los niños muertos sin bautismo.- Estos niños no pueden disfrutar de la dicha celeste.- Están privados de la vista de Dios.- Pero no sufren de esta privación, como los condenados.- Su falta no es actual, y el castigo que la repara no será un dolor                       

 II. Santo Tomás pretende que estos niños, no tienen conocimiento del Cielo, puesto que es un conocimiento que procede de la fe.- De donde se sigue, que el alma no puede estar entristecida y apenada por esta privación.- ¿Pero, éstos niños sufrirán en sus sentidos después de la resurrección?- Algunos autores lo afirman, pero muchos otros secundando a santo Tomás, piensan lo contrario, y muchísimos admiten una dicha natural para estos niños                           

 III. ¿En qué estado resucitarán estos niños?- Imposible de contestar. En el Limbo, estos muchachos actúan, conocen y aman, y además no sufren para nada.- Y es imposible que un ser que actúa, y no sufre, no sea feliz.- Su dicha es puramente natural.- Su inteligencia estando más clara que la nuestra aquí abajo, tendrá un conocimiento más extenso del mundo.- Ampliando las ciencias naturales indefinidamente, de progreso en progreso, comprenderán más y mejor, en todas las cosas, las perfecciones invisibles de Dios, y la amarán cada día más.- Se comunicarán entre si esta ciencia adquirida.- Muchos teólogos piensan que estos niños después de la resurrección general, estarán sobre la tierra renovada, como en un Paraíso Terrestre, que disfrutarán de la visita y revelaciones de ángeles y santos, con el fin de aumentar su dicha natural. - En cuanto al lenguaje que emplearán, podemos decir que es y será como el del cielo, muy superior al de la tierra                       

 IV. ¿Qué clase de dicha tendrán?- Después de la resurrección, el cuerpo de estos niños, participará y aumentará de la dicha del alma. - ¿Tendrán acaso el sentido del gusto?- Todo parece indicar que gustarán los sabores de cierta alimentación apropiada a su estado.- Esta nutrición, no podría ser material.- ¿Por qué no podría ser una especie de comunión natural, entre Dios y la criatura?- La fuerza de Dios nos es comunicada por el alimento aquí abajo; ¿pero no entra a caso en los designios de Dios, que las fuerzas para los residentes en el Limbo, crezcan como las potencias espirituales? ¿Quién ha sondeado estos misterios?                                              

 V. ¿Al resucitar, que edad aparentarán?- ¿En qué edad resucitarán los niños muertos sin bautismo?- Dios podría darles la edad viril, como a nuestros primeros padres; pero nada lo exige.- El tamaño más o menos desarrollado del cuerpo, no impide su perfección ni su belleza. - Los que han muerto antes de su nacimiento, tendrán un cuerpo completo.- Nada se opone a que los idiotas, muertos sin bautismo, tengan su cuerpo de antaño.- En el Limbo, como en el Cielo, cada uno llevará escrito sobre su ser, todo lo que Dios habrá hecho por él; y el idiotismo, incluso sin bautismo, habrá sido, incluso para esos desgraciados por la naturaleza, una gracia inmensa de preservación, y esta gracia, será eternamente visible, para excitar su reconocimiento.- En el Limbo, ¿es que habrá algún trabajo? Muchos teólogos piensan que sí. ¿Y cuál sería la naturaleza de este trabajo? Solo Dios lo sabe, pero podemos suponer que consistiría en elevar el mundo inferior a perfecciones más altas, a hacerlo más digno de sus nuevos habitantes, a sacar de sus magnificencias agrandadas y de sus fuerzas multiplicadas, una alabanza más perfecta de su Creador                                    

 VI. Respuesta a objeciones.- Estos niños no sufren la pena de sentidos; están privados de Dios y de la gloria del Cielo.- Su condición es la que hubieran tenido Adán y Eva, si no hubieran pecado.- Estarán en el estado de pura naturaleza.- Esta doctrina sobre el Limbo destruye todas las objeciones de la incredulidad.- Dios no podría ser acusado de injusticia.- Los padres serán inexcusables de privar de esta dicha natural de los niños, dejándoles morir sin bautismo, privándoles de la gracia, que les permitiría acceder a una dicha infinitamente mejor.- Sería abominable que les privaran, por culpa suya, de la dicha del cielo, infinitamente mejor, ya para la que habían sido creados. - Sólo hay un crimen más grave, y es él de no solamente privarles del bautismo, sino incluso de la existencia.- Admiremos la bondad de Dios.- Todas sus obras son obras de amor.- Este amor tiene un centro y un foco de irradiación y es el Sagrado Corazón de Jesús, que es el TODO de Dios y su Sacramento viviente.

I. Están privados de la visión de Dios

II. ¿Es que sufren ellos, de la privación de Dios?

III. ¿Gozarán de una dicha natural?

IV. Después de la resurrección, el cuerpo de esos niños del Limbo, participará y aumentará la dicha de su alma

V. ¿En qué estado resucitarán estos niños?


VI. Respuesta a dos objeciones


NOTAS DEL CAPITULO NOVENO DEL LIBRO TERCERO

 

LOS NIÑOS MUERTOS SIN BAUTISMO

Después de haber hablado de los esplendores del Cielo, convie­ne decir algo sobre aquellos, que sin culpa de su parte, están excluidos de la patria eterna. Este problema ha preocupado a muchas almas; pero estudiado a fondo, llega a consolar y arroja mucha luz sobre la sabiduría y misericordia de Dios.

I. Están privados de la visión de Dios

En estas disquisiciones sobre los niños muertos sin bautismo,entendemos por niños todos los seres humanos muertos antes del uso de la razón, que han muerto antes de nacer, a cualquier edad

de este período.

No habiendo recibido el bautismo, no recibieron la gracia; sin sin el uso de razón, no han podido cometer ninguna falta, por eso la pregunta: ¿cuál será su estado en el mundo futuro?

Sobre este punto, sólo hay una verdad definida: estos niños no pueden conseguir la salvación,' es decir, la gloria del Cielo.

La gracia, en efecto, es el germen de la gloria y es en la vida presente que este germen ha de ser implantado en nosotros; sali­dos del tiempo, con la muerte, no podemos ni recibir, ni perder la gracia, sólo podemos guardarla cuando la tenemos; el que no la recibió, carecerá de ella eternamente.

Esta privación es un castigo, no solamente para los condena­dos, sino también para los niños de que hablamos.2 La sabiduría y la justicia de Dios, su misma bondad, exigen la reparación de este desorden; el menor desorden no reparado, es decir, eternalizado, será esfuerzo obligado en la obra divina y un sufrimiento para todos los elegidos. Y esos niños Dios los había creado para el cielo, como todos los seres inteligentes; si no están allí, es un desorden; están sustraídos al plan de Dios, a su primera voluntad; y como este desorden tuvo como principio un acto culpable, el pecado de Adán, nosotros llamamos a este desorden Falta, y llamamos castigo a la privación eterna que le es consecuencia y su reparación.

Pero, esta falta siendo original y no actual, recibida por trans­misión y no cometida por propia voluntad, el castigo, que la repara no es un dolor. No sufren en el Limbo, de la privación de la vida de Dios, como la sufren en el infierno.

Los condenados, ciertamente, saben y sienten que fueron creados para la visión beatífica; todo su ser aspira a esta visión; pero su voluntad pervertida, confirmada en el mal rehúsa esta dicha que no pueden conseguir; privados por sus faltas y sufriendo honrosamente de esta privación, la quisieran con todo, y se obstinan en su culpabilidad, con una rabia indecible que nada puede amortiguar.

Pero no les pasa esto a los moradores del Limbo.

II. ¿Es que sufren ellos, de la privación de Dios?

Si son conocedores del Cielo, y de su imposibilidad de conseguirlo, no sufren por ello. ¿Por qué? Porque su voluntad está en el orden, es decir, conformada a la voluntad de Dios.

"Algunos han pretendido, dice santo Tomás, que si no se sienten afligidos, eso viene de la disposición de su voluntad; pues en el alma, después de la muerte, la disposición de la voluntad no cambia, ni en bien, ni en mal, de donde se sigue, que antes del uso de la razón, esos niños, no habiendo tenido en su voluntad ningún ac­to desordenado, después de la muerte, tampoco lo tendrán. Y no es sin desorden de la voluntad, que nadie experimenta pena alguna, por la privación de un bien que no ha podido obtener, como no sería un desorden de que un payés, se entristeciera de no tener un reino. Así, después de la muerte, estos niños, sabiendo que nunca tuvieron oportunidad de conseguir la gloria celeste, tampo­co sufrirán por esta privación.3 "

En cuanto a la idea que los otros niños, que fueron bautizados antes de su muerte, gozan ahora de la vida eterna, este pensa­miento no debería tampoco conturbarlos; pues recibir una recompensa, sin haber hecho nada personal para merecerla, y siendo una gracia tan sobreeminente, la privación de esta gracia, no tendrá que entristecer a los niños muertos sin bautismo, como los sabios no se apenan de no haber conseguido tales o tales favores acordados a sus semejantes.4 "

Con todo, la opinión personal de santo Tomás es que esos ni­ños ignoran la existencia del Cielo. "Su alma, dice él, no está pri­vada del conocimiento natural, que según su naturaleza, el alma se­parada debe tener,5 en cambio está desposeída del conocimiento sobrenatural, que nosotros recibimos con la fe; pues estos niños nunca han tenido la fe actualizada, y no han recibido el sacramento que la confiere. Y es un conocimiento natural que el alma sepa que ha sido creada para ser feliz, y que la dicha consista en la po­sesión de la gloria que poseen los santos, esto está por encima delconocimiento natural. Es por esto que el apóstol dice, que el ojo no ha visto, ni el oído escuchado, ni el corazón del hombre sos­pechado, lo que Dios ha reservado a los que le aman6 ; pero luego añade: Pero Dios nos lo ha revelado por su Espíritu. Esta revela­ción pertenece a la fe. Las almas de los niños de que estamos ha­blando, no saben que están privados de este bien, y por lo mismo no sufren de ello, pero lo que poseen por naturaleza, lo poseen sin dolor.7"

Ya que no sufren en su alma, los niños muertos sin bautismo, ¿sufrirán tal vez en sus sentidos, después de la resurrección?

Algunos Padres de la Iglesia y algunos teólogos lo han pretendido, "pero, dice Peronne, la Iglesia no enseña nada claro a este propósito; los Padres de la Iglesia están en desacuerdo; ningún Padre latino, antes de san Agustín, ni jamás ningún Padre griego han insinuado nada sobre este sufrimiento de los sentidos; más bien algunos admiten claramente una dicha natural. Concluyendo, no solamente la Iglesia no ha definido nada en esto, sino que la doctrina que pretende que esos niños no sufren en el orden de lossentidos, habiendo sido acusada de pelagianismo, los romanos Pontífices han censurado a los teólogos que la acusaban de esta forma. Por lo tanto, es evidente que no existe ningún peligro en sostener esta opinión.8 "

Santo Tomás coincide con esta opinión. Dice: "El pecado original no merece penas sensibles, sino solamente la pena de daño, o sea la privación de la divina visión". Y estos son dos de sus razonamientos: "El castigo, dice él, está proporcionado a la falta, así el pecado moral actual, merece la pena de daño, porque desvía al alma de Dios, y la pena de sentido, porque desvía el alma hacia las criaturas. Pero, en el pecado original, nada conlleva ese movimien­to del alma hacia las criaturas; el alma está solamente desviada de Dios, por la privación de la justicia original. Este pecado, pues, no merece dolores sensibles, sino solamente la privación de la vista de Dios.

"Además, continúa diciendo, jamás se inflige una pena sensible por una simple disposición habitual. Por ejemplo, no se castiga a un individuo, porque tiene tendencias al robo, sino sólo cuando realmente ha robado; mientras que la ausencia habitual, incluso sin falta de una cualidad requerida, priva justamente de tal o cual ven­taja. Es por eso que una persona iletrada no podría llegar a la dig­nidad episcopal. Y en el pecado original, sólo hay una disposición habitual a la concupiscencia, la cual da al niño esta aptitud y acarrea en el adulto la concupiscencia actual. Así, ninguna pena sensible debe ser infligida al niño muerto en el pecado original; sólo le alcanza la pena de daño, porque sin la justicia original, nunca po­drá conseguir la visión beatífica.9 "

Concluyendo, pues, afirmamos que esos queridos niños, no su­frirán absolutamente de nada, ni del fuego del infierno como los condenados, ni del frío o el calor, ni de heridas, llagas o enferme­dades como nosotros. Estarán eternamente al abrigo de toda sensación dolorosa. Esta es la opinión expresa de santo Tomás: "En el estado de la vida futura, dice, el fuego o los otros agentes no actuarán ya más sobre las almas, ni sobre los cuerpos, según la ne­cesidad de su propia naturaleza, sino más bien según el orden de la justicia divina, porque en este estado, cada uno recibirá según sus méritos; en definitiva, la justicia divina no exigiendo a los niñosfallecidos sin bautismo que la pena de los sentidos les sea aplicada, no sufrirán nada de tales agentes de sufrimiento.10"

Es decir, que hay que distinguir dos estados sucesivos; en el primero, las criaturas libres deben merecer, y pueden desmerecer; en el segundo, no existe ni mérito ni desmérito, sino solamente recompensa o castigo.

En el primer estado, los agentes naturales pueden producir el dolor para castigar a los malos, o probar a los buenos. Hubiera podido suceder así también en el paraíso terrestre, pero para protegerles de esa eventualidad, Dios les concedió gratuitamente el don sobrenatural de la impasibilidad; pero después de la resurrección, por una disposición libre de la voluntad de Dios, todos los dolores serán concentrados y acumulados en el infierno, y todas las alegrías, dichas y placeres en el mundo regenerado; dolores y gozos, ya no se mezclarán más; por lo mismo, confirmados en el mal,los condenados estarán alejados de todo bien; y por el contrario, los seres confirmados en el bien, estarán ya por siempre al abrigo de todo mal. Dios no buscará más que hacerlos felices, y en sus manos, los agentes naturales, no servirán más que para su dicha.

Y los niños muertos sin bautismo, formarán parte de este mun­do nuevo, aunque a un título inferior del de los bienaventurados; también ellos, confirmados en el bien, aunque no en el bien sobre­natural, sino sólo en el naturales ; su estado, dice Peronne, "será tal como era el de Adán y Eva, si no hubieran pecado, y no hubie­ran sido elevados al orden sobrenatural: Es lo que se llama estado de naturaleza pura.12" Ellos también, pues, estarán al abrigo de todo dolor.

III. ¿Gozarán de una dicha natural?

No es fácil de contestar esta pregunta. Estos seres actuarán; "no se puede concebir que Dios quiera mantener en una eterna inactividad a tantos millones de almas, que serían, por decirlo de algún modo, inútiles en este mundo.13" ¿Cómo puede concebirse, ser inteligente y no conocer, amante y no poder amar? Eso no sería vivir.

Y es también imposible que un ser que actúa y no sufre, no sea feliz; su acción, no ocasionándole ningún dolor, necesaria­mente le ha de causar placer. ¿Puede uno imaginarse, aquí abajo incluso, a la inteligencia y al corazón actuando y no encontrando en ninguna parte alguno? ¡Qué satisfacción! 14

En el Limbo, esta satisfacción será perfecta en su género y en su rango, es decir en el orden puramente natural.

El Limbo, en realidad será un reino de Dios; la voluntad de Dios reinará en él, sola y absolutamente, regulando la vida de todos, puesto que todos, como hemos dicho, estarán confirmados en el bien.

¿Y qué es lo que quiere Dios, en el orden natural, lo mismo que en él de la gracia y de la gloria? Sólo esto, ser conocido y amado.

Así, en el Limbo, como en el cielo, aunque en un grado más bajo, las inteligencias estarán todas ellas aplicadas a conocer, y los corazones a amar. Dicha doble, infinitamente por debajo del Cielo, pero perfecta y sin mezclas, siendo las inteligencias, allí como en el cielo, preservadas de todo error y los corazones, de todo desvío.

Y este conocimiento y este amor, tomarán a lo largo de los siglos eternos, proporciones inimaginables.

Estudiando el mundo, con una inteligencia más clara que la nuestra, sin pasiones que oscurezcan, ni dolor que distraiga, sien­do por lo demás inmortales, esas criaturas dichosas ampliarán esas ciencias naturales indefinidamente, de progreso en progreso, y "comprenderán más y mejor, por medio de todas las cosas, las perfecciones invisibles de Dios".

Y por ansiosa que pueda ser su curiosidad, no sufrirán por ello, porque su voluntad, absolutamente sumisa a la de Dios, no tendrá nada de los nerviosismos de hoy. Además, ¿por qué sufrir por lo que uno no sabe, cuando tenemos toda la eternidad por delante?

"Dos teólogos piensan, dice Cornelio a Lápide, que esos niños estarán sobre la tierra renovada como en un paraíso terrestre, y que perfeccionados en las ciencias naturales hasta el punto de sobrepasar todos los filósofos (!fácil milagro!) contemplarán a Dios en las criaturas, le amarán, le alabarán y más aún, disfrutarán de la visita y revelación de los ángeles.15 "

Y si tienen relaciones con los ángeles, ¿por qué no con losbienaventurados?

Inútil decir, que los moradores del Limbo se comunicarán mutualmente la ciencia adquirida, puesto que vivirán en la concordia y la amistad; el egoísmo no reinará en el Limbo más que en el Cielo.

En cuanto al lenguaje empleado entre ellos, ahora o después de la resurrección, sin conocerlo, sólo podemos presumir, como del Cielo, que es y será superior al de la tierra, que será más exac­to, más expresivo, diciendo más y diciéndolo mejor. Poco importa en nombre de dicha lengua.

Añadamos, brevemente, que los moradores del Limbo, amarán más y más a Dios, por sí mismo, y a todas las criaturas, a causa de Dios. En efecto, por todo y en todo, estarán dentro del orden, y este exige que el conocimiento y el amor estén siempre propor­cionados. Creciendo pues en conocimiento, crecerán al mismo tiempo en el amor, y así, en el Limbo, al igual que en el Cielo, la vida eterna será un progreso ininterrumpido en luz, en amor, y porlo mismo, en dicha.


 

IV. Después de la resurrección, el cuerpo de esos niños del Limbo, participará y aumentará la dicha de su alma16

Sin duda, como acontece con los habitantes del Cielo, al no te­ner que reproducirse, ni tener que defenderse contra ninguna fla­queza humana, o decaimiento, no conocerán tampoco ninguno de los placeres que aquí abajo, les están relacionados. ¡Pero no faltarán muchas otras satisfacciones corporales, que nos son desconocidas a nosotros! Estas satisfacciones las disfrutarán en un grado que nuestros placeres terrestres no pueden igualar, ni parangonarse con ellos.

Tampoco quiero afirmar, que acaso incluso gustarán de los sa­bores de una cierta nutrición, apropiada a su estado. Santo Tomás, hablando de los bienaventurados y de las satisfacciones sensibles que les aguardan en el cielo, no dice nada sobre el sentido del gus­to, sino afirmar que allí no habrá nada para satisfacerlo, ni en punto a comida, ni bebida17 ; pero en el Limbo, en un orden natural eternalizado, ¿cómo sucederán las cosas? Esta nutrición, no sería material; su cometido no sería mantener o reanimar la vida corporal. Tal vez, ¿podría ser una especie de comunión natural entreDios y la criatura? ¿Quién ha osado sondear estos misterios? Ad­miramos la relación entre comunión eucarística y la nutrición, pero lo apreciamos bastante que el orden natural, siendo una imagen y una preparación lejanas del orden sobrenatural, no es seguro que sea la nutrición corporal lo que Dios tomó como modelo para instituir la comunión, sino al contrario, es la misma comunión que fue su modelo; la nutrición es en pequeño y en un orden inferior, lo que la comunión eucarística es de una forma más amplia y en un grado superior. Y si se conoce el modelo por la imagen recíprocamente, se conoce también la imagen por el modelo. ¿Y qué es la sagrada Comunión sino la unión íntima de todo nuestro ser con Jesucristo, Dios y Hombre? De igual manera, la nutrición no nos da nada de la santa humanidad de Jesús, pero sí nos comunica al­go de su fuerza divina. Y toda fuerza, ¿no es acaso una derivación de la fuerza de Dios? Todas nuestras potencias naturales, que nuestra industria ha combinado, ¿no son acaso el poder mismo de Dios, aplicado de tal o cual manera según el instrumento que ella ha ideado? Es la fuerza de Dios que se nos comunica con la comida;el pan, el vino, al estado natural, son ya sacramentos, lo mismo los frutos y todo lo que comemos.

Si esto es así, ¿por qué los niños del Limbo estarían privados de esta comunión natural? Ciertamente no la necesitan para repa­rar ni conservar sus fuerzas corporales; pero, ¿no entra en los de­signios de Dios que sus fuerzas crezcan como su potencia espiri­tual? Y Dios que es la bondad, la expansión, la misma comuni­cación; Dios que lo hace todo para darse, ¿privará a su amor de este medio, inferior pero real, de unirse a unos seres animados? ¡Ah! ¡Cuánta luz recibiríamos sobre todas las cosas, si supiéramos hasta qué punto Dios ama a sus criaturas!

Por lo demás, sea cual fuere el peso de esta cuestión, lo que es cierto es, que el cuerpo, una vez reunido con su alma, le aumenta­rá la dicha, al participar en ella; y del Limbo, al igual que del Cielo, podemos decir que las aspiraciones del hombre serán superadas por las realidades divinas.

V. ¿En qué estado resucitarán estos niños?

Alguien preguntará tal vez, ¿a qué edad resucitarán esos niños? Mi opinión es que Dios podría darles la edad viril, como a nuestros primeros padres, en el momento de la creación pero parece que nada lo exige. Ciertamente su cuerpo tendrá en su perfección, todos los órganos que constituyen el cuerpo humano; por eso mismo, los que murieron antes de su nacimiento, poco después de su concepción, tendrían igual que los demás, un cuerpo completo.

Pero el tamaño más o menos grande, no tiene nada que ver con la perfección y la belleza.

Finalmente, ¿en el Limbo, existirá alguna especie de actividad o de trabajo?

Me parece que sí. Trabajar, es hacer; Dios está incesantemente haciendo;podría hacerlo todo sin el concurso de nadie, pero quiere que sus criaturas se le parezcan lo más posible: es la gloria y su perfección; por esa razón da a todos ciertos poderes, una actividad, una esfera de acción; nada de ser un inútil, en el universo; Dios que podría prescindir de todos, quiere emplearlos a todos, no para sí, sino a bien de ellos; no por necesidad, sino para honrarles.

Para esto, ¡colocó a Adán en un Paraíso Terrestre "para que trabajara!18" E "indicando la naturaleza de este trabajo, Mons. Gay nos dice de Adán que debía embellecer a la tierra entera, conformándola poco a poco, por un trabajo que sus hijos pudieran continuar más tarde, a los tipos divinos, que Dios mismo había reunido en el Paraíso Terrestre, como un santuario de principios y leyes.19 " ¿Por qué no admitir para los habitantes del Limbo algoparecido? Hemos dicho, de acuerdo con un gran teólogo: "No se puede concebir que Dios quiera mantener tantos millones de seres en una eterna inacción!20" No necesitarán como nosotros, sin duda ninguna, de protegerse del dolor, de la necesidad o de la muerte; tampoco trabajarán para adquirir méritos, puesto que no esta­rán ni en la gracia, ni en camino de conseguirla. Pero, ¡ cuántos motivos podrían encontrarse para justificar este trabajo! Elevar al mundo inferior a perfecciones más altas, hacerlo más digno de sus dichosos habitadores, derivar de sus magnificencias múltiples yagrandadas, una alabanza más perfecta de su Creador, ¿no es esta acaso una finalidad digna de ser querida por Dios e impuesta por él a sus criaturas, como una ley de su existencia? Tanto más, que elevando así al mundo inferior esas criaturas se elevarían a sí mismas; trabajando como Dios, por Dios, con Dios, se le parece­rían aún más, y en el orden natural, parecerse a Dios, eso es la per­fección.

Amamos pues imaginarnos a los habitantes del Limbo, como conocedores de las fuerzas de la naturaleza, las reglas y proporcio­nes de lo bello, mejor aún que nosotros, combinando sin peligro ni fatiga alguna, sus fuerzas y sus leyes, y añadiendo otras maravillas, a las maravillas creadas por Dios. Embellecido por ellos, este mundo parecerá más bello a Dios mismo, porque al mismo tiempo que su obra, estos embellecimientos serán la obra de sus hijos; y los ángeles, que antes de la creación del hombre, admiraban la obra de Dios que emergía del caos y armonizándose bajo el imperio de las leyes físicas, los ángeles, de consumo con los santos, aplaudirán este trabajo de sus hermanos menos felices.

¿Y quién sabe? Pudiera ser que ángeles y santos tomaran par­te en esta labor. Según san Agustín, fueron los ángeles que en el Paraíso Terrestre, congregaron a los animales ante nuestro pri­mer padre, para que les encontrara un nombre.21 ¿Sería menos digno de ellos, el mezclarse en ocupaciones, reales todas ellas, del mundo regenerado? Además, lo hemos dicho, los elegidos y los habitantes del Limbo subirán eternamente hacia Dios, los unos en la gloria, los otros en el estado natural. O sea que el mundo material subirá también; no habrá escisión en la obra de Dios, y si es conveniente, yo diría incluso necesario, que el mundo material sea embellecido elevado y como ennoblecido por el hombre rege­nerado,22 las mismas razones de armonía exigen que siga al hombre en su incesante progreso. "Yo voy al Padre,23" decía Jesús: es la ley eterna de toda la creación. Sólo se escapan de ella, los que están en las tinieblas exteriores y en el desorden eterno.

Y otra ley es, que Dios emplea las causas segundas, para co­municar a los otros su beneficencia24 ; los ángeles superiores, diri­gen los inferiores y el mundo espiritual, dirige al materia1.25 En el mundo futuro, estas leyes no serán canceladas, sino aplicadas aún con más perfección. Nada se opone pues a que admitamos una es­pecie de trabajo eterno de los espíritus y de todas esas actividades creadas, un trabajo de todos los seres creados, ayudándose mutua­mente en su interminable y común ascensión.

VI. Respuesta a dos objeciones

).- Primera: Si hay tanta dicha en el Limbo, ¿cómo explicar los términos duros, escalofriantes, hasta iba a decir crueles, empleados tan a menudo a propósito de los niños muertos sin bautis­mo y de su suerte eterna? Santo Tomás responde: "Las palabras: tormentos, suplicios, gehena, tortura y otras semejantes que los santos habrían empleado, deben tomarse en sentido lato, como castigo. Es la especie por el género. Y los santos han empleado estas expresiones, para hacer detectar más el error de los Pelagianos, que pretendían que estos niños no estaban en estado de pecado y que no podía alcanzarles ningún castigo.26"

Péronne dice lo mismo: "Hay una forma de conciliar las opiniones diferentes y en apariencia contrarias, de los teólogos sobre la suerte de los niños muertos sin bautismo. Se puede considerar este estado en sí mismo o bienrelativamente. Si se le considera relativamente la bienaventuranza eterna, de la que estos niños están desprovistos por el pecado original, su estado tiene la natura­leza de un castigo, es una condenación; estos niños están rechazados por Dios, a lo menos negativamente... Pero si se considera suestado absolutamente y en sí mismo, estos niños por el pecado original, no habiendo perdido nada de los bienes de la naturaleza, su condición será tal como habría sido la de Adán, si no hubiera pecado, ni hubiera sido elevado al orden sobrenatural, es decir, estarían en el estado de pura naturaleza."

Y Péronne añade muy verazmente: "Es indigna la conducta de los herejes, que rebelándose contra la religión y la fe, porque impone dogmas horribles y contrarios a la razón, atribuyen así a la religión los sentimientos de teólogos privados, aunque la Iglesia no los ha sancionado nunca con su sufragio; aún más, lo hemos visto, los que condenan la doctrina que no admite la pena de senti­do para estos niños, a esos la Iglesia los condena por sí misma.27 ¡ Y cuántos errores análogos! ¡Cuánto mejor sería que los que ata­can a la Iglesia, supieran bien lo que ella dice... y a menudo lo queellos mismos dicen!"

2ª).- Segunda objeción: esta doctrina contesta todas las objeciones de los incrédulos. ¿Qué es lo que no han dicho contra el Limbo? ¿Lo habrían hecho si la doctrina precedente hubiera sido más conocida? Cierto, este no es un motivo para admitirla, si fuera falsa; pero nada prueba que lo sea; lejos de condenarla, la Iglesia sólo ataca a los que la condenan, y a su favor existen muchas razo­nes y grandes autoridades; cuando sería posible que abusaran de ella, no sería esto un motivo para rebatirla. ¿Cuál es la doctrina de la que no se abusa? Pero, bien comprendida, esta doctrina no se presta a ningún abuso; por feliz que pudiera ser el estado de los ni­ños muertos sin bautismo, es un crimen, un crimen abominable, de privarles, por su culpa, de la felicidad, infinitamente superior para la que fueron creados. Sea lo que sea el Limbo, ¿qué es comparado con el Cielo, sino una condenación eterna? Se puede comparar la dicha de ver, de poseer, de abrazar al padre, con la dicha efímera de ver su imagen? No, privar del cielo a un alma, cuando se la podría conducir, es revoltearse contra el designio capital de Dios, puesto que Dios no hace a las almas que para el cielo y que en sus planes, todo tiene por objetivo conducirles a él. Es además, causar a esta alma un mal incomparable, puesto que se la priva, por toda la eternidad, de un bien irreemplazable, incomparable por sí mismo.

Sólo hay un crimen más grave, y es el de los padres que rehúsan por unos razonamientos culpables, no solamente el bautismo, sino la existencia a los niños que Dios les envía. Desgraciados, los que casados para enviar moradores al cielo, hacen el matrimonio un camino del infierno.

En cuanto a los padres, sorprendidos antes o después del nacimiento de su hijo, por un accidente imprevisto, y se sienten desolados sobre la suerte de esta alma sustraída a su amor. ¡ Oh! Yo me sentiría dichoso si pudiera darles un poco de consuelo. Sin duda, padres contristados, vuestra pena es muy grande, pero Dios es muy bueno; el ama a vuestro hijo, y le ama como solo un Dios puede amar; y si no le llama a la dicha, que está previsto un día poseeréis vosotros, sin embargo le hace bastante dichoso para consolaros el día de hoy, y más tarde para alegraros en el Cielo; pues, y podéis esperarlo, ese niño querido, un día vosotros le veréis, y el os verá, vosotros lo amaréis y el os amará. Vuestra dicha, cuando la conocerá, aumentará la suya, y la suya, a su vez, aumentará la vuestra, y continuará así por toda la eternidad.

En resumen, Dios es amor y todas sus obras son obras de amor; en el mundo futuro, constataremos esta verdad; creámosla ya en el mundo presente, y formémonos, desde ahora a esta vida de amor: Es el Sagrado Corazón de Jesús, sede de la caridad divina; y este divino Corazón ¿quién es? Es el Todo de Dios, su Sacra­mento viviente, para bendecirnos y su Corazón para amarnos. Fuente de la gracia, la deposita en nuestras almas y esta gracia se convierte en la simiente de la gloria, que nos está reservada para toda la eternidad.

NOTAS DEL CAPITULO NOVENO DEL LIBRO TERCERO

1.     Los niños que salen de este mundo sin el bautismo, no pueden conseguir la salvación eterna. Es una proposición de Fe. (Péronne, Grand Cours. Tr. de Dieu créateur. cap. 6, art. 4, prop. única, t. I, col. 878).

2.     Los pelagianos, (herejes de los siglos IV, V y VI), no consideraban a los niños muer­tos sin bautismo como marcados con la muerte del pecado. Según ellos, la expul­sión de la visión beatífica no era para esos niños un castigo, una pena, sino su esta­do natural. La creencia de esta especie de estado intermediario sin falta ni pena ha sido condenada por la Iglesia. Pero cual fuere la dicha natural que se supone tienen estos niños, desde el momento que se les considera como culpables y castivados, uno elude a la condenación hecha contra los pelagianos. Así lo proclamó Pio VI, en su constitución dogmática Auctorem Fidei. (Péronne, mismo capítulo, art. 4, nociones preliminares. T. 1, col. 875).

3.     Santo Tomás, lib. de Malo, q. 5, aet. 3, 30 op., quaetiones diputatae, p. 107.

4.     Id, Commentaire sur les quatre livres des Sentences, lib. 2o, distinct. 33, quaest. 2a,art. 2.

5.     Santo Tomás, considera aquí el estado de estos niños antes de la resurrección; peroal devolverles el cuerpo, la resurrección no hará más que aumentar su dicha sin mo­dificar la naturaleza, por eso mismo lo que dice santo Tomás, será siempre verdad.

6.     lo Cor. cap. 2o.

7.     Santo Tomás, de Malo, continuación del pasaje citado más arriba.

8.     Péronne, Grand Cours. Traité de Dieu Createur, c. 6o, art. 4. Fin de la penúltimanota, t. lo, col. 878.

9.     Santo Tomás, de Malo, quaest. 5a, art. 2, folio 106.

10.  Id. Ibidem. quaest. 5a, art. 2, ad 5, fol. 107.

11.  Santo Tomás lo dice en el texto citado más arriba, p. 576. Después de la muerte, ladisposición de la voluntad en el alma no cambia ni en bien ni en mal, principio queaplica a los niños de que hablamos.

12.  Péronne, Grand Cours. Traité de Dieu Createur, c. 6o, art. 4o, t. lo, col. 876.

13.  Lessius, citado por Corn. a Lap., Comment. sur l'Epitre 2a St. Pierre, c. 3, v. 13.

14.  "La beatitud es un acto, una operación" (S. Tomás, Sum. 1. 2. q. 3)/ t. 20, p. 490.Art. 2o.— Recíprocamente, todo acto es por sí mismo una beatitud; pues al produ­cirlo, la facultad donde está, obtiene su fin. Si no es siempre así ahora, es a causa de las dificultades, de las penas, de los desórdenes introducidos en el mundo por el pe­cado.

15. Commentaire sur la 2a Epitre de s. Pierre, cap. 3o, 13, t. 20, p. 490 — Añadamos,para sor sinceros, que Comelio dice enseguida: "Se engañan creyendo que esos ni­ños serán dichosos de un goce natural"; y aquí pongo la razón que da sobre ello: "Estos niños están heridos con la pena de daño (aunque no de la de sentido) hay que llamarles condenados mejor bienaventurados". —Aquí la palabra condenado, no se basa en un equívoco. Condenados, en sentido estricto, que es el sentido ordina­rio, designa a los infortunados que sufren en infierno la pena de daño y la pena desentido; pero es imposible tomar aquí esta palabra en este sentido; y en el sentidomás amplio, condenados significa solamente castigados de la pena de daño; y esta privación es compatible con la dicha natural. —Por lo demás, más lejos veremos cómo se explican los términos tan duros empleados a veces para designar al Limbo y a los que lo habitan. —En su libro de Attributis divinis, L. 13, cap. 23, Lessius enseña, según santo Tomás, Scot, Marsilius, D. Soto y otros escolásticos, que estos niños comparecerán al juicio general, para recibir la pena de daño, pero que serán perfec­cionados en su inteligencia, su voluntad y en las otras facultades del alma (pues ha­brá entonces una renovación y una restauración común de toda naturaleza), a fin de que contentos y felices durante toda la eternidad, vivan en la concordia y la amistad, amén a Dios y le alaben de que les haya preservado del pecado actual y del infierno, adornado de tantos dones naturales, para permitirles incluso a contemplar las criaturas, sobre todo la excelencia de su alma, de la de los ángeles y admirar y glorificar a su Creador. (Com. a Lap., idem).

16. Summa, Supplem., q. 93, art. 1. — Santo Tomás prueba que después de la resurrec­ción el alma del bienaventurado será más dichosa, porque tendrá el gozo de su cuer­po; porque unida a él, ella será más perfecta; porque habrá también más perfección en sus mismas operaciones. — Estas razones son igualmente verdaderas de los resi­dentes en el Limbo, aunque su dicha sea de un orden inferior.

17.  Supplem., q. 92, art. 4.

18.  Génesis, 2, 15.

19.  Después de haber dicho, bajo una forma ligeramente diferente, "si él podía, si él debía embellecer la tierra", etc., Mons. Gay añade: "¿Es que no debía tambiénsantificada, y no solamente la tierra, sino todo lo que contiene? ¿Hasta qué puntohabía recibido la gracia y el mandato de comunicar estos dones naturales?..." En el Limbo, la acción de los niños muertos sin bautismo, siendo restringida, como todo su ser, al orden puramente natural, no puede tener nada de sobrenatural en sus resultados. (De la vie et venus chrétiennes, Traité de la douleur chrétienne, v. III, p. 79).

20.  Lessius, citado más arriba.

21.              De Genesi ad Litt., Lib. 9o, 24 (XIV), t. 3o, pars. prod., col. 405.

22.              Ver más arriba.

23.              Juan 14, 28.

24.  Porque siendo buenas en sí mismas, dice santo Tomás, sean además causa de bienespara los otros. (Pars I, q. 53, art. 6).

25.  Id. Somme, Pars I, q. 60, art. 1.

26.  Id. de Malo, q. 5, art. 2, ad. 1, p. 106.

27.  Péronne, Grand Cours. Traité de Dieu Créateur, c. 6o, art. 4o, t. 1, col. 816.

 

 

 


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